Por Oleg K.
Gianni Rodari, Nació en Omegna, en el Piamonte (Italia), el 23 de octubre de 1920 y falleció en Roma el 14 de abril de 1980. Sin lugar a dudas ha sido uno de los más importantes renovadores de la literatura infantil de la segunda mitad del siglo XX, (obtuvo el Premio Hans Christian Andersen en 1970). Su labor abarca múltiples escritos como ensayista, maestro, novelista y pedagogo. Su principal obra teórica es “Gramática de la fantasía”. El padre, Giuseppe, era panadero y su madre, Maddalena Aricocchi trabajaba junto a su marido. A los nueve años falleció su padre y fue a vivir con su tía en Gavirate. Estuvo interno durante tres años en Varese, como pensionado, asistiendo al “Instituto Magistrale”, donde también aprendió a tocar el violín. Se graduó como maestro en un ambiente dominado por el cruel Estado Fascista, ésta circunstancia, unida al hecho de que se tuvo que costear sus estudios de periodismo mientras trabajaba de maestro hizo que adquiriera conciencia de su posición con respecto a la educación. Para que servía y a quien servía, bajo que parámetros sociales y a que tendía la comunicación, para perpetuar el presente o desarrollar un futuro mejor. Estas contradicciones unidas que en sus primeras clases particulares como educador, fueran en casa de una familia de judíos alemanes: "Durante el invierno de 1937-38, recomendado por una maestra, esposa de un guardián municipal, fui contratado para enseñar italiano, en sus casas, a los hijos de algunos judíos alemanes que creían —lo creyeron por pocos meses— haber encontrado en Italia refugio contra las persecuciones raciales. Vivía con ellos en una chacra sobre las colinas que bordean el Lago Mayor. Trabajaba con los niños desde las siete hasta las diez de la mañana. El resto del día lo pasaba en los bosques, paseando y leyendo a Dostoievski." (1), influyen enormemente en su compromiso social con la clase obrera, siendo consciente de la importancia del socialismo en la educación de los jóvenes. Se afilia la Partido Comunista y así al estallar la guerra, empieza a escribir sus artículos de lucha contra la dictadura fascista en el periódico clandestino “L'Ordine Nuovo”, bajo el pseudónimo de Francesco Aricocchi. Desde 1947, Rodari escribió en “L'Unitá” de Milán (periódico del PCI), "Un día, el director del diario decidió dedicar una página dominical a los niños. Yo era el único que había sido, años atrás, maestro de escuela y éste fue el motivo que sugería mi elección. También tenía cierta predisposición por los fragmentos brillantes de fantasía y humor. Empecé a publicar semanalmente retahílas y cuentos cortos en los que reencontraba mi gusto juvenil por los surrealistas franceses que había leído en la biblioteca siendo estudiante. (....) No era un trabajo de despacho, sino en contacto directo con los lectores, los niños y sus familias. No llegué, pues, a los niños por el camino de la literatura, sino por el camino del periodismo” (2). Debido a esa experiencia en 1950 dirige el “Pionere” (… fui prácticamente obligado, aunque no estaba totalmente convencido, a dirigir un semanario para niños y muchachos (...) En este período, una editorial me propuso publicar un pequeño volumen con retahílas y me propuso escribir un libro, una novela para más señas, sobre los personajes que había inventado para un libro diferente: Cipollino y Pomodoro. La idea me divirtió preparé un esquema (el esqueleto del cuento), me tomé un mes de vacaciones y me hospedé en casa de un campesino en tierras de Módena y en un mes, hice una primera redacción." (2) y a partir de 1953 pasa a dirigir el semanario “Avanguardia” (órgano de la Federación Juvenil Comunista). En 1956 vuelve a escribir en L'Unitá, y en “Paese Sera”. También en 1974 escribía en la revista mensual “Il Giornale del Genitori”. A la vez va incluyendo sus escritos sociales, pedagógicos y literarios en las tres publicaciones hasta su fallecimiento. En sus escritos de ensayo, destaca fuertemente la influencia de las ideas materialistas, “La imaginación sirve para hacer hipótesis y también el científico necesita hacer hipótesis, también el matemático lo necesita y hace demostraciones por absurdo. La fantasía sirve para explorar la realidad, por ejemplo, para explorar el lenguaje, para explorar todas las posibilidades, para ver qué resulta cuando se oponen las palabras entre sí.” (3), y en especial la lucha del proletariado soviético. Devora los escritos de educación desde la experiencia socialista. Aprende de los clásicos pero se decanta por la reforma social, por los escritos de Antón Semiónovich Makarenko y otros pedagogos, que unen su labor educadora al Socialismo. Esta labor de análisis de defensa del proletariado, de los “descamisados”, inunda las páginas de sus crónicas literarias, pero con una perforante sátira humorística, inflexible contra la gran burguesía italiana. “… Si una sociedad basada en el mito de la productividad (y sobre la realidad del beneficio) sólo tiene necesidad de hombres mutilados —fieles ejecutores, diligentes reproductores, dóciles instrumentos sin voluntad— quiere decir que está mal hecha y que es necesario cambiarla. Para cambiarla, son necesarios hombres creativos, que sepan utilizar su imaginación.
Incluso esta sociedad busca hombres creativos, para sus fines. Cropley escribe cándidamente en su libro La creatividad, que el estudio del pensamiento divergente se sitúa en el cuadro de la ‘utilización máxima de todos los recursos intelectuales de los pueblos’, y es esencial ‘para mantener las propias posiciones en el mundo’. Muchas gracias: ‘se buscan personas creativas’ para que el mundo siga siendo como es. No señor: desarrollemos la creatividad de todos, en cambio, para transformar el mundo." (4)
Aún hoy, es estudiado en los centros especializados de educación infantil. Pero es atacado constantemente por los círculos académicos del imperialismo cuando su obra tiene un marcado tinte de reformador social. "Al juzgar los textos infantiles, desgraciadamente, la escuela dirige especialmente su atención al nivel ortográfico-gramatical-sintáctico, que no llega ni siquiera al nivel propiamente lingüístico, además de olvidar completamente el complejo mundo de los contenidos. La cuestión es que en la escuela se leen los textos para juzgarlos y clasificarlos, no para comprenderlos. El cedazo de la ‘corrección’ retiene y revaloriza las piedritas, dejando pasar el oro..." (4) Su pensamiento es muy sencillo y a la vez complejo. Sin una sociedad sana y desarrollada socialmente (en lucha hacia el comunismo) no se puede ahondar y conseguir las auténticas metas de la educación infantil, aprender a razonar. Esta simple deducción unida a una combinación fantástica de imágenes sorprendentes, con las que se construye una historia, e inicia una trama, debe completarla el lector. Éste no es un sujeto pasivo (fundamentalmente el niño o niña), sino una conciencia socialmente reflexiva de su forma de pensar, y canalizando experiencias, aporte este lector sus vivencias al desarrollo de la historia propuesta. Sugestivo y muy avanzado.
En 1950 aparece su primer libro infantil y se impone enseguida como el mejor escritor para niños. Rodari se toma muy en serio su trabajo como escritor y, en un artículo dedicado a recordar sus inicios en la literatura infantil, cuenta cómo se tomó un mes de vacaciones y se fue al campo a escribir, hospedándose en casa de una familia con la que compartía su proceso de escritura y cada nueva página. Cuenta que la hija del campesino, le despertaba cada mañana al alba con el grito de: “!Venga, Gianni, estás aquí para trabajar, no para dormir!”. “Así nacieron los primeros dos libros -recuerda- no en un despacho, sino en un contexto rico en estímulos, en contacto directo con la realidad, con plena libertad para la fantasía. En definitiva, descubrí, un poco por casualidad, un trabajo apasionante que me situaba definitivamente al lado de los niños.” (5)
En sus cuentos, la fantasía se mueve entre lo real y lo imaginado, apareciendo así un juego instructivo y hasta indiscutible para transformar la realidad: el niño elige, aumenta sus representaciones y le infunde determinación que va amueblando su cerebro en construcción. No es casual, que Gianni Rodari y su conceptualización del mundo de la fantasía, conserve hasta el día de hoy su vigencia en los círculos pedagógicos, pero también cercenando su legado, aislando sus libros infantiles del sentido y voluntad de su creador, la evolución cognoscitiva a partir de la práctica de preguntas y respuestas “no para que todos sean artistas, sino para que nadie sea esclavo”.
Sus deducciones infantiles
“No hay que olvidar que un niño no es una flecha que va en una sola dirección, sino muchas flechas que, simultáneamente, van en muchas direcciones.”
Desde "Gramática de la Fantasía", Rodari nos explica sus ideas fundamentales del proceso creativo literario infantil,
"La escuela tradicional me enseñaba la lengua del consentimiento, de la adaptación al mundo como es, a las cosas como son, a la autoridad, al pasado, pero yo crecí bajo el fascismo. El niño tenía que olvidar, en mis tiempos, la lengua en la cual había crecido libre, aún bajo muchos condicionantes familiares y sociales, para aprender la lengua del dictado, la lengua de la redacción (...) Ésta es la lengua para decir siempre sí. Ahora nosotros queremos partir de la lengua, es decir, de la cultura del niño, y ayudarlo a construirse sobre aquella lengua de su expresión libre y completa, la lengua de su búsqueda autónoma, la lengua de la comunicación social, no la lengua para decir siempre sí, sino la lengua para decir sólo los sí que siente suyos y para decir no cuando siente no." y sus deducciones a partir de las observaciones de los propios pequeños. "La fantasía no está en oposición a la realidad, es un instrumento para conocer la realidad, es un instrumento que hay que dominar. La imaginación sirve para hacer hipótesis y también el científico necesita hacer hipótesis, también el matemático lo necesita y hace demostraciones por absurdo. "¿Por qué a los niños les gustan tanto las adivinanzas? A primer golpe de vista, diría, que es porque representan de forma concentrada, casi emblemática, su experiencia de conquista de la realidad. Para un niño el mundo está lleno de objetos misteriosos, de acontecimientos incomprensibles, de figuras indescifrables. Su misma presencia en el mundo es un misterio que resolver, una adivinanza que descifrar, dándole vueltas, con preguntas directas o indirectas. El conocimiento llega, con frecuencia, en forma de sorpresa.
De aquí el placer de probar de forma desinteresada, por juego, o casi por entrenamiento, la emoción de la búsqueda y de la sorpresa." (4)
“Gramática de la Fantasía” se vertebra como una colección de charlas donde expone su tesis fundamental: el binomio fantástico. El binomio fantástico consiste en el encuentro de palabras de uso cotidiano, con otras que no suelen relacionarse, pero cuyo encuentro es el principio de impensables historias. “¿Qué pasa si la palabra árbol se encuentra con la palabra zapatilla?”, pregunta Rodari a sus alumnos de una pequeña escuela italiana. “Los niños no tardarán en responder: nacerá un árbol en el que en lugar de manzanas salgan zapatillas (y su dueño abrirá una tienda de calzado). Otro niño imaginará el nacimiento de pequeños árboles que crecen en el interior de las zapatillas, solución sin duda incómoda para el dueño del calzado, pero no menos creativa”. Al binomio fantástico se suman las “hipótesis fantásticas” y los “juegos con palabras”. A través del contacto directo con los niños Gianni Rodari observa y toma apuntes, intentando desentrañar los procedimientos del arte de crear historias. (“… Jugar con las cosas sirve para conocerlas mejor. Y no veo la utilidad de poner límites a la libertad del juego, que sería como negarle la función formativa y cognoscitiva. La fantasía no es un ‘lobo malo’ del que haya que tener miedo, o un delito a perseguir permanentemente con puntilloso patrullamiento. Me tocará a mí, cada vez, comprender si el niño en un determinado momento de su interés por las cosas desea ‘informaciones sobre la canilla’ o quiere ‘jugar con la canilla’ para extraer a su modo de todo ello las noticias que le sirven." (4) El binomio fantástico, el extrañamiento, el "qué pasaría sí", la construcción de adivinanzas, la parodia y mezcla de fábulas... de este modo los niños juegan con las palabras y crean nuevos mundos. "… una palabra, lanzada al azar en la mente, produce ondas superficiales y profundas, provoca una serie infinita de reacciones en cadena, implicando en su caída sonidos e imágenes, analogías y recuerdos, significados y sueños, en un movimiento que afecta a la experiencia y a la memoria, a la fantasía y al inconsciente, complicándolo el hecho de que la misma mente no asiste pasiva a la representación, sino que interviene continuamente para aceptar y rechazar, ligar y censurar, construir y destruir." (4) Todas ellas son estrategias para invitar a los niños a entrar en libertad al mundo de la imaginación, que actuará como herramienta para conocer la propia realidad.
Notas:
(1) Rodari, Gianni. Gramática de la fantasía. Introducción al arte de inventar historias. Traducción de Roberto Vicente Raschella. Buenos Aires, Ediciones Colihue/ Biblioser, 2000; pag. 5.
(2) Rodari, Gianni. "Escribir hoy para los niños". Texto perteneciente al libroEjercicios de fantasía. Barcelona, Aliorna, 1987. También en: "Dossier Rodari" en la revista Educación y Biblioteca Año 2, Nº 5; Madrid, marzo de 1999.
(3) Conferencia "Scuola di Fantasía", 17 de abril de 1974, publicada en Riforma alla scuola, vol. 27, N° 5, pág. 24. Traducción de Odette Smith. Texto citado en "Gianni Rodari: valores democráticos, realismo y fantasía", por Odette Smith. En Espacios para la lectura N° 3-4, pág. 12.
(4) Rodari, Gianni. Gramática de la fantasía. Introducción al arte de inventar historias. Traducción de Roberto Vicente Raschella. Buenos Aires, Ediciones Colihue/ Biblioser, 2000.
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