Traducido de la web del Movimiento Por la Unión Soviética
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Octavilla del POSDR sobre el Domingo Sangriento de 1905
Partido Obrero Socialdemócrata Ruso
¡Proletarios de todos los países, uníos!
EL ZAR SANGRIENTO
Una larga sombra roja cae sobre el mundo. Se extiende desde el norte, desde la lejana Rusia, desde el paraíso terrenal de los verdugos y ladrones. Esta sombra es la sangre de cientos de miles de muertos. Pero, ¿quién proyecta esta sombra? ¿Quién embota con el olor de la sangre la cabeza de la mitad de Europa? ¿Un genio, un Hércules, un gigante?. No, una persona pequeña barbirroja se regocija en su herencia de los Romanov, el zar Nicolás II. Un borracho ruso y una tonta princesa alemana le dieron la vida, el destino es la corona, el pueblo es la espalda vigilada con cientos de miles de agentes de policía.
Criado con pisaverdes cortesanos, extasiado con halagos, arrullado con la mentira, él empezó a gobernar a 140 millones de personas; ciego a sus sufrimientos, sordo a sus ruegos. ¿ ero qué es el pueblo para él?. Sí, él “gracias a Dios”, es un autócrata. El pequeño bribón se encuentra tranquilamente. Sí, él es sólo un cómplice de un gran bribón. El zar ruso está también tranquilo, porque ha escogido a Dios como chivo expiatorio.
Cuando él saqueaba con impuestos y tributos el bolsillo agujereado del mujik, él estafaba “por la gracia de Dios”. Cuando él ordenaba ametrallar a los obreros peterburgueses, él ametrallaba “por la gracia de Dios”. Cuando él a través de sus gobernadores y cosacos azotaba a los campesinos hambrientos y violaba a sus mujeres e hijas, él azotaba y violaba por la gracia de Dios. “La gracia de Dios” hundió en el océano Pacífico los acorazados rusos y mató en los campos de Manchuria a cientos de miles de padres de familia. En resumen, se puede pensar que los arcángeles Miguel y Gabriel construyen con sus propias manos las cárceles rusas y los patíbulos, serafines de seis alas dirigen las tropas enviadas para la represión: "¡Fuego!". Escriben los dulces serafines en las cancillerías órdenes sobre destierros, arrestos, sobre la introducción del reglamento militar, sobre la ejecución de cientos de obreros, marineros, estudiantes, pero los arcángeles comulgan con el pastel de cerdo de la comunión.
El beneficio de esta evidencia es cuando los engañados, los saqueados, los huérfanos preguntan: ¿Por cuál derecho han sido saqueados, estafados, despojados los hermanos, los padres, los hijos; la persona que tiene la corona les responderá: "Yo actuaba por la gracia de Dios. Quejaos a Dios, él es el culpable”. Todos sus sucios asuntos el zar los ha sacado al basurero y al basurero lo ha denominado Dios. Incluso una simple audacia de piratería no existe en esta cabeza coronada.,la cual está completamente vacía.
¿Pero puede ser que él tenga una mano fuerte? ¿Él cabalga a la cabeza de sus batallones, pisoteando con paso férreo la insurrección de sus extenuados súbditos?. Puede ser, ¿qué él se ha armado con el sable y el fusil y combate cara a cara contra sus enemigos? No es mucho peor. Él se ha armado con un lápiz azul. Cada mañana llega a él uno de los oprichniks y lleva el informe sobre cuanto es necesario todavía asesinar, colgar y degollar al pueblo para que la Rusia mendiga y hambrienta se tranquilice. La mano augusta coge el lápiz azul y traza en los campos: “su afirmación”. Tras la palabra sigue el hecho y rápidamente nuevos torrentes de sangre se verterán por todas las esquinas y rincones de Rusia. Este lápiz del zar combate la sedición. No estando dotado con el don de palabra, el hombre barbirrojo siempre dice por doquier las siguientes cinco palabras: "yo y la emperatriz se lo agradecemos”. Por tal discurso benevolente tiene de Rusia sus ocho millones de acres de tierra, las minas de oro siberianas, las minas de Altai, los viñedos de Crimea y del Cáucaso y dos docenas de palacios. Este es el premio más alto del mundo por la elocuencia, que cualquier alemán perseverante calculará en cuanto salga de Rusia cada una de las cincos palabras del zar. Por aquello que él escribe unas cuantas veces al día: “su afirmación”, los súbditos agradecidos le pagarán un millón de salario. Este es el escriba más caro del mundo.
Y si el pueblo ruso fuera inteligente, Nicolás Alexandrovich podría resultar un lacayo decente, un intendente de un propietario severo, un hábil conserje, en resumen un bribón inofensivo. Pero el pueblo ruso ha colocado con su inteligencia a los terratenientes y manufactureros. Pero a ellos les es necesario un cabrón que cornee, con el cual se pueda azuzar al mujik rebelde o al obrero. Y he aquí que ellos han cogido a una persona ladina, pequeña, obediente, el cual a todos teme pero con todos gobierna, el cual en el nombre de Dios golpea a aquellos quienes a él es necesario golpear. La corona ha cubierto su pobre cabeza, el traje ha cubierto todos sus delitos y asuntillos mundanos, el cetro le ha dado el poder de asesinar sin fin, de aniquilar sin compasión. Y en todas partes él realiza una cruzada a la Rusia campesina y obrera. He aquí en una isla que esta desvencijada llora, se consume de pena una anciana decrépita, tiene un hijo muerto en la guerra. Allí desde las rejas de la cárcel aparece una cara demacrada, enferma de un obrero; él luchó por el derecho, por la libertad y allí cayó, para que desde allí vaya al cementerio. Allí en Bakú, en Tiflis, en las ciudades, en las aldeas de la Rusia central caen personas por los disparos: luego alimentan a los hambrientos con balas. Allí como los cuervos vuelan sobre un cadáver, vuelan sobre Rusia nubes de agentes secretos, gendarmes, policías y cosacos; ¡Quién tendrá juicio para replicarle! Quién no quiera soportar un grave destino, ¡que le ponga las esposas!. Precisamente en los días sangrientos de enero el zar predicaba a sus súbditos un nuevo evangelio: "¡Venid a mí todos los trabajadores abrumados y yo os ametrallaré!”. ¡Condenar al fusilamiento a la pobreza! Los fosos cavados, los soldados esperan… Y desde la iglesia en cada fiesta se escuchan las oraciones especiales, entonces los servidores de Cristo en las orlas doradas rezan por vencer a los enemigos internos y con la cruz del crucificado bendicen a los crucificados. Y el sol elevándose sobre el mundo, ve, como la sombra roja del canalla coronado crece y crece. Extraviado, asustado, cruel, él asesina abiertamente y a la chita callando permite la cruzada de los soldados y los asesinos a sueldo. Él no puede detenerse precisamente en ese momento cuando en la impotencia deje caer los brazos y suene su hora de ajustar cuentas. Y él corre hacia delante, como un caballo desbocado, cada paso suyo significan nuevas víctimas, nueva sangre. Junto a él se haya su jauría cortesana, temiendo mirar de cara al futuro, temiendo calcular los asesinados. Y tienen razón: su futuro es sangriento como su presente.
El reloj del Palacio de Invierno no se detiene, corre y corre y pronto sus agujas se pararán en aquel momento sobre el cual el historiador dirá: "en tal hora el pueblo ruso levantó un patíbulo para los ahorcados”. Así el pequeño hombre se hizo un gran canalla. Y el “autócrata por la gracia de Dios”, no conociendo el mismo aquello, ya se ha trazado para sí la inscripción sepulcral en la cual se ha dicho "ahorcado por la gracia de Dios”. Los tormentos, los sufrimientos se imprimieron en los corazones de los luchadores. La mano del pueblo insurrecto los escribirá en la lápida del zar benjamín.
CC del POSDR
A.V. Shestakov, “Huelga de Octubre de 1905”, editorial Proletarii, 1925.
1 comentario:
Que buen blog! :D Sigue así!
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