Por William M. LeoGrande*, publicado en el Progreso Semanal, 27 de abril de 2016
Aludiendo
a su propia mortalidad, Fidel Castro dijo a los delegados al VII
Congreso del Partido Comunista que él fundó que ese probablemente sería
su último discurso en una reunión de este tipo. Cuando los miembros del
nuevo Comité Central fueron anunciados al día siguiente, Fidel no estaba
entre ellos.
La sucesión generacional es una prioridad en la agenda de la
dirigencia de Cuba, todavía dominada al más alto nivel por los
“históricos” –la generación que combatió de conjunto contra la
dictadura de Batista y fundó el régimen revolucionario. En el anterior
Congreso del Partido en 2011, Raúl Castro hizo hincapié en la necesidad
de construir un contingente de hombres y mujeres jóvenes experimentados
para la inevitable sucesión. Para suavizar la salida de la vieja
guardia, introdujo límites a los mandatos de los cargos más altos del
gobierno y del partido –no más de dos períodos de cinco años– y se
comprometió a cumplir él mismo con el límite y dejar la presidencia en
2018.
En el Congreso este mes, Raúl reiteró la importancia de rejuvenecer
el partido. Un liderazgo envejecido “nunca fue positivo”, dijo,
recordando a los oyentes que tres dirigentes del Partido Comunista
soviético murieron a los pocos meses el uno del otro pocos años antes de
que colapsara. Por tanto, Castro propuso que 60 fuera la edad máxima de
admisión en el Comité Central, y 70 sería la edad máxima para asumir
cualquier posición de liderazgo.
Sin embargo, la renovación de la dirección implicará un “período de
cinco años de transición para evitar hacer las cosas de prisa”, explicó
Castro, haciéndose eco de su consigna para la actualización de la
economía: “Sin prisa, pero sin pausa”. La combinación de viejos y
jóvenes se hizo visible en el nuevo Buró Político. Sólo dos de los
catorce miembros en el órgano anterior quedaron fuera –el general
Abelardo Colomé Ibarra, quien se retiró como ministro del Interior en
octubre de 2015 debido a su mala salud, y Adel Yzquierdo Rodríguez,
quien fue removido como Ministro de Economía y Planificación en 2014.
José Ramón Machado Ventura, el arquitecto del aparato del partido a
lo largo de décadas anteriores, retuvo su puesto como segundo
secretario, a pesar del hecho de que es ampliamente considerado como un
conservador, escéptico de la reforma económica. En 2013, Machado dejó el
cargo de primer vicepresidente del Consejo de Estado, sustituido por el
aparente heredero Miguel Díaz-Canel. La retención de Machado como
segundo secretario del partido sugiere que Raúl Castro tiene la
intención de mantener la unidad en la cúspide –a pesar de las
diferencias de opinión– a medida que el partido navega por las aguas
políticamente traicioneras del cambio económico.
Se añadieron cinco nuevos miembros jóvenes y sus profesiones señalan
los asuntos que la dirección ve como críticos de cara al futuro. Tres
son tecnócratas: uno es ministro de Salud, otra trabaja en la
biotecnología, y otra más trabaja en tecnología de la información –todos
ellos campos de alto valor añadido que Cuba espera que formarán la base
de su economía del siglo 21. Los otros dos nuevos miembros son los
líderes de la federación de sindicatos y la federación de mujeres,
organizaciones que, entre ellas, comprenden a casi todos los adultos
cubanos. La inclusión de estos dos líderes es evidencia de la necesidad
del partido de mantener los oídos pegados a la tierra en busca de signos
de alerta temprana del descontento popular, desatado por las reformas
económicas.
La composición del nuevo Comité Central también sugiere cómo el
liderazgo está preparando a su equipo para el futuro. Veinticinco por
ciento del antiguo comité fue sustituido, pero el número de miembros se
amplió de 116 a 142 para acomodar la adición de 55 miembros más jóvenes,
todos por debajo de los 60 años, con lo que el promedio de edad del
cuerpo es de 54,5 –más joven que el comité elegido en 2011. El nuevo
comité tiene también 44,4% de mujeres, comparado a un 41,7% en 2011 y
solo un 13,3% en 1997; y el 35,9% de afrocubanos, comparado a 31,3% en
2011 y solo un 10,0% en 1997.
El Comité Central del partido representa un grupo ampliado de
líderes, cuyos miembros suelen tener otros puestos importantes en
diversas instituciones del Estado. La relativa influencia burocrática de
estas instituciones se puede ver en el cambio de la composición del
Comité Central.
El mayor aumento de la representación en el nuevo comité es para los
funcionarios públicos que trabajan en los campos económico y científico. Ellos representan el 23,2% del nuevo Comité Central, frente a
sólo el 19,8% del comité de 2011. Presumiblemente, estas personas
tienen una mentalidad más tecnocrática, y son más propensos a apoyar la
reforma económica. La representación del aparato del partido aumentó
sólo ligeramente, al 32,4% de la comisión, comparado con el 31,0% en
2011.
Contrariamente a los expertos que insisten en que el régimen cubano
en realidad está dirigido por los militares, las fuerzas armadas y la
policía fueron los grandes perdedores en la renovación del Comité
Central. A pesar de que el comité se amplió de 116 a 142 miembros, el
número de funcionarios militares y de seguridad disminuyó en términos
absolutos. Ellos comprenden solo el 9,2% de los miembros, por debajo del
13,8% en 2011. Por otra parte, la tendencia a largo plazo en el número
de funcionarios militares y de seguridad en activo en el Comité Central
ha sido descendente desde 1965.
Fidel Castro no fue el único Castro prominente no incluido en el
nuevo Comité Central. Ni el hijo de Raúl, el coronel Alejandro Castro,
quien negoció el acuerdo del 17 de diciembre para normalizar las
relaciones con Estados Unidos, ni la hija de Raúl, la activista LGBT
Mariela Castro, fueron incluidos. Su ausencia fue, sin duda, una
decepción para los opositores a la apertura de EE.UU. a Cuba que han
estado prediciendo que Alejandro iba a suceder a su padre, consolidando
así una dinastía de la familia Castro –una Corea del Norte en el
Caribe.
El nuevo Comité Central del Partido Comunista de Cuba refleja las
prioridades y el estilo de su primer secretario. El propio partido
mantiene el papel principal, pero el comité tiene una inclinación más
tecnocrática, posicionándola para las complejas tareas económicas que
tiene delante.
Combina una gran y nueva cohorte de miembros más jóvenes, al tiempo
que conserva un núcleo de ancianos con experiencia, para suavizar la
transición generacional. El aumento de la representación de mujeres y de
afrocubanos refleja el importante papel de ambos en la sociedad y la
política, lo cual conecta al partido con estos electores clave. En
resumen, la nueva dirección es un ejemplo de un partido que se actualiza
a sí mismo para el futuro, sin renunciar a su pasado.
* William M. LeoGrande es coautor con Peter Kornbluh de “Diplomacia secreta a Cuba: la historia oculta de las negociaciones entre Washington y La Habana”.
Fuentes:
“Comité Central del Partido elegido en el VI Congreso”,
Granma, 20 de abril de 2011; 2016.
“Presentan nuevo Comité Central del
Partido”, Granma, 19 de abril de 2016
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