30 de marzo de 2021

La restauración del capitalismo en la URSS (I)

La AAHS sigue trabajando para estudiar, comprender y divulgar, como una necesidad de actualidad, la experiencia soviética del socialismo. A lo largo de un año hemos puesto el foco de nuestro estudio en el período que empieza con la muerte de Stalin, los aciertos de la dirección soviética y también los errores que fueron causa de la derrota del socialismo en la URSS. Para ello, vimos necesario profundizar en el desarrollo político y económico de la URSS en el largo proceso que lleva a la restauración del capitalismo. 

Para comprender mejor este proceso, también creímos necesario estudiar, con sus aciertos y sus errores, las críticas de otros partidos comunistas al partido soviético por las decisiones que estaba tomando desde, lo que llamaron, la desestalinización, que condujo a la ruptura del movimiento comunista internacional. Este estudio lo hemos terminado y a partir de ahora presentaremos las conclusiones a las que llegamos. 

Estas conclusiones están divididas en tres trabajos: «La restauración del capitalismo en la URSS», «Crítica del Partido Comunista de China sobre la experiencia soviética» y «Crítica de los comunistas albaneses a la experiencia soviética». Empezamos publicando la primera parte de «La restauración del capitalismo en la URSS» (que lanzaremos en tres partes), después seguiremos con los otros dos trabajos.


La restauración del capitalismo en la URSS (I).

Índice:

El socialismo futuro tiene que construirse sobre las bases del socialismo soviético.

1º El golpe de estado de Jruschov.

2º La restauración gradual del capitalismo, bajo Brezhnev.

3º La destrucción de la URSS, desde Gorbachov.


El socialismo futuro tiene que construirse sobre las bases del socialismo soviético.

Para aquellos que creen en un mundo mejor que éste, donde reina la explotación mundial imperialista, reivindicar los logros conseguidos por la Unión Soviética es esencial.

Más allá de las causas de su desaparición, consiguió acabar con la desigualdad social, la explotación de la barbarie capitalista, la pobreza, la ignorancia y la injusticia, y es por eso que nos hace pensar que el socialismo es el sistema social más avanzado nunca conseguido por la humanidad. 

El socialismo soviético pasó por muchos momentos de agresiones imperialistas y contrarrevoluciones internas, que desarrollaron muchos obstáculos en su avance hacia el comunismo. Aún más importante que la apreciación de lo que se perdió con el derrumbe soviético es el esfuerzo para comprender las causas y los hechos. La dimensión del impacto de esta pérdida depende, en gran medida, del análisis de lo que se quería lograr y hasta dónde se llegó.

Como decía Marx: una sociedad que había derrotado la propiedad burguesa, el libre mercado y el Estado capitalista, que había establecido la propiedad colectiva, la planificación centralizada, es un Estado de trabajadores. 

La Unión Soviética consiguió, que la clase obrera crease un estado donde la explotación del trabajo asalariado por parte de la sociedad capitalista fuera erradicada. Alcanzó un nivel impresionante de igualdad, de seguridad, salud, vivienda, educación, empleo y cultura para todo su pueblo. Reveló que es posible terminar con los males de la sociedad imperialista como la inflación, el desempleo, la discriminación racial, y estableció la igualdad entre las nacionalidades.

En 50 años, el país transitó de una producción industrial que era de solo el 12 % comparada con la de los Estados Unidos hasta llegar al 80 %, y una producción agrícola del 85 % equiparada con la de los norteamericanos. A pesar de que el consumo per cápita de los soviéticos se mantuvo más bajo que el de los Estados Unidos, no ha habido una sociedad que haya incrementado el nivel de vida y de consumo tan rápidamente, en tan corto período de tiempo y para toda la población soviética. El empleo estaba garantizado. La educación era gratuita para todos los niños, desde el preescolar hasta los niveles secundarios (educación general, técnica y vocacional), las universidades y las escuelas en horario extralaboral. Además de la matrícula gratuita, los estudiantes recibían estipendios. El servicio de salud también lo era y para todos; disponían de cerca del doble de médicos por persona en relación con los Estados Imperialistas. Los trabajadores tenían todas las garantías laborales, además de seguro salarial y social para casos de accidentes o enfermedades. 

Aún con los retrocesos políticos de los años setenta, los trabajadores alcanzaban un promedio de 21,2 días de vacaciones (un mes cada año) y los sanatorios, los lugares de descanso o los planes vacacionales para los niños, eran subsidiados o gratuitos. Los sindicatos tenían el poder de vetar las expulsiones del trabajo e interpelar a los administradores y gerentes. El Estado regulaba los precios y subsidiaba el costo de la canasta básica alimentaria y de la renta de la vivienda. Esta constituía solo el 2 % o el 3 % del presupuesto familiar; el agua, la electricidad, el gas y la calefacción, entre el 4 % y el 5 %. No había segregación habitacional por ingresos. Con excepción de algunos barrios que eran reservados para altos funcionarios, en todos los demás lugares los directores de fábricas y combinados agrícolas, las enfermeras, los profesores, los bedeles… vivían como vecinos.

La dimensión de la igualdad no se mide únicamente por los ingresos: se mide también por el acceso a la educación, la salud y otros servicios sociales, la garantía del empleo, la edad temprana de retiro compensado, la inexistencia de la inflación, el subsidio para la vivienda, la alimentación y otras necesidades básicas. Estas realidades, entre otras, ponen de manifiesto que este era un país en función de los intereses de la clase trabajadora. 

Los esfuerzos épicos para construir el socialismo y defender la Patria durante la Segunda Guerra Mundial no pudieron haber sido posibles sin la participación activa del pueblo. En los sóviets participaban directamente como protagonistas 35 millones de personas. Los sindicatos soviéticos tenían poder de decisión sobre aspectos tales como los planes de producción, los despidos y sus propias instalaciones escolares y vacacionales que, en muy pocas, si es que hay alguna, organizaciones sindicales de los países capitalistas existen a un nivel comparable. A menos que haya una enorme presión “desde abajo”, los gobiernos capitalistas nunca desafían las propiedades de las corporaciones. Los defensores de la superioridad de la democracia capitalista ignoran la explotación inherente a este régimen, porque las riquezas van a unas férreas manos dictatoriales.

Por ello el gobierno soviético incluyó el desarrollo cultural e intelectual de los trabajadores, como parte de los esfuerzos para ampliar el nivel de vida. El subsidio estatal mantuvo el precio de los libros, de las publicaciones periódicas y de los eventos culturales al mínimo posible. Como resultado, los obreros a veces tenían sus propias bibliotecas y una familia promedio estaba suscrita a cuatro publicaciones periódicas. La UNESCO reconoció que la clase obrera soviética leía más libros, asistía a los teatros, a las bibliotecas y veía más películas que en cualquier otra nación del mundo. Cada año, una cantidad equivalente a la mitad de la población visitaba los museos. La asistencia a teatros, conciertos y otras manifestaciones culturales sobrepasaba, en cantidad, el total de la población. El Gobierno, en un esfuerzo concertado, elevó el nivel cultural, redujo ostensiblemente el analfabetismo y aumentó el nivel de vida de las regiones más atrasadas, a la vez que estimuló la expresión cultural y espiritual de las más de cien nacionalidades que constituían la entonces Unión Soviética. En Kirguizia, por ejemplo, en 1917, solo una de cada cinco personas era capaz de leer y escribir; pero 50 años más tarde, casi la totalidad podían hacerlo.


1º El golpe de estado de Jruschov.

En el VIIIº Congreso del PC(b), en su Informe sobre el programa del Partido del 19 de marzo de 1919 ( Obras completas , vol. 29), Lenin criticó las tesis de Bujarin, el cual mantenía que el imperialismo era un nuevo modo de producción que sucedía al capitalismo. Lenin concluía su crítica diciendo: «El imperialismo puro, sin el fundamento del capitalismo, no ha existido nunca, no existe en ningún lugar ni podrá existir jamás. Se ha generalizado erróneamente todo lo que se ha dicho sobre los consorcios, los carteles, los trusts, el capitalismo financiero, cuando se ha querido presentar a este último como si no se apoyase enteramente sobre la base del viejo capitalismo. (…) Si Marx dice de la manufactura que es una superestructura de la pequeña producción mercantil de masas (El Capital, libro I, cap. 12), el imperialismo y el capital financiero son una superestructura del viejo capitalismo. Si se demuele la cima, aparecerá el viejo capitalismo. Decir que existe un imperialismo integral sin el viejo capitalismo, significa confundir los deseos con la realidad». 

«El imperialismo puro, sin el fundamento del capitalismo, no ha existido nunca, no existe en ningún lugar ni podrá existir jamás«. Lenin.

Así pues en la Revolución de Octubre, se dio en una lucha enconada de la clase obrera contra la fase última del capitalismo, el imperialismo, la época en la que actualmente vivimos. 

La edificación del socialismo en la URSS fue obra de los trabajadores soviéticos, que enseñaron a la Humanidad que otra sociedad era posible. Para ello, tuvieron que cambiar el modo de producción, con la progresiva nacionalización de todas las fuerzas productivas tanto en las ciudades como en el campo. El socialismo de mediados de los años 50 era un ejemplo de coherencia en la distribución de la riqueza, para los numerosos países del mundo. La defensa del Socialismo como vía para alcanzar el Comunismo, exigía una permanente vigilancia contra los procesos contrarrevolucionarios que querían parar este ascenso del empoderamiento de la clase obrera.

En la URSS, las tentativas de vuelta al capitalismo en los años 30, desde dentro del Partido Comunista bolchevique, fueron continuas: tanto de sesgo izquierdista representado por Trotski, Kaménev, Zinoviev, como derechista defendido por Bujarin. En los sucesivos Congresos del Partido Bolchevique la mayoría decidió seguir la senda de la Construcción del Socialismo. Como continuador de la obra de Lenin, José Stalin desarrolló unas medidas de crecimiento, de extensión para que el propio proletariado accediese a la dirección de la sociedad, como se plasmó en diferentes decretos, y en la iniciada Constitución del 36, siendo el XIXº Congreso del Partido, un eslabón lógico para proseguir este paradigma. 

Tras el fallecimiento de Stalin en 1953, y la elección de Jruschov como secretario general, éste propugnó la paralización de los planes de desarrollo del socialismo.

Ya en 1946 y 1947 Zhdánov y la mayoría del Comité Central lanzaron una ofensiva contra las debilidades ideológicas en el campo del arte, la literatura y la cultura en general, y contra la propiedad privada de la tierra. Uno de sus “blancos” fue Nikita Jruschov, líder del Partido en Ucrania, a quien acusaba de debilidad en el proceso de admitir nuevos miembros en la organización, y de errores “burgueses nacionalistas” en la historia ucraniana escrita mientras desempeñaba su cargo.

La introducción del revisionismo procapitalista dentro del Partido Comunista de la Unión Soviética se desarrolló por fases, liquidando a dirigentes comunistas (como a Laurenti Beria y buena parte de los responsables del Ministerio del Interior), impidiendo la elección de la vanguardia obrera de las fábricas en las elecciones a los soviets urbanos, regionales y estatales, apartando a los artífices del congreso anterior como Malenkov o Molotov, y realizando una alianza con los sectores militares representados por Georgui Zhukov.

Primero empezó destruyendo la naturaleza y comprensión del Partido Bolchevique. La organización partidaria, el movimiento hacia el comunismo, tenía su fuerza en el ascenso de la clase obrera hacia la toma del poder, para que tomase todas las riendas del Estado. Pero Jruschov cambió el Partido de la clase obrera a ser el partido de todo el pueblo, y el Estado del proletariado había pasado a ser el Estado de todo el pueblo. 

Así en 1957, tuvo lugar una expulsión de miembros proletarios de fábricas y sovjoses y, como hizo en sus años en Ucrania, abrió las puertas del Partido a un reclutamiento masivo de funcionarios, cuadros medios, intelectuales y hasta anteriores miembros expulsados que apoyaban las medidas antibolcheviques. Y para controlar más a los militantes, introdujo la medida de que un tercio del Partido se reemplazara en cada elección, una especie de término electivo soviético. El secretario general dividió el Partido en secciones, agrícola e industrial; una especie incipiente de sistema de dos partidos.

Para desmoralizar a la población, utilizó una maniobra de desacreditamiento del anterior secretario general José Stalin, con un llamado “Culto a la personalidad”, que en realidad escondía un cambio de orientación social económico-política con los postulados de Partido de todo el pueblo, el fin de la lucha de clases, la coexistencia pacífica entre regímenes sociales, que llevaba implícita la vuelta al mercado en las relaciones económicas industriales y agrícolas, y la imitación de las relaciones mercantiles obsoletas del imperialismo.

En 1953, Jruschov comenzó la implementación de una serie de políticas que rompían con lo aprobado en el XIX Congreso. Exhortó al país a mirar a Occidente, no solo como fuente de nuevos métodos de producción sino como elemento de comparación con los resultados soviéticos. Reasignó recursos del sector industrial al desarrollo agropecuario. Para estimular la producción agrícola, retornó a métodos típicos de la NEP. Redujo los impuestos sobre los ingresos individuales, eliminó los de la ganadería y la hacienda y estimuló a los habitantes de aldeas y poblados a criar vacas, cerdos, gallinas y a cultivar sus jardines y terrenos baldíos siempre que fuera factible. Además, favoreció nuevas ideas que posibilitaran, en el menor tiempo, el incremento acelerado de la producción agrícola. En enero de 1954, propuso una campaña nacional para cultivar las tierras vírgenes de Siberia y Kazajstán. 

Para realizarlo así, pues, se cambió toda la orientación de profundización de los planes quinquenales socialistas, de control de los trabajadores sobre la producción y dirección, por una deliberada descentralización de la economía. 

Jruschov favoreció la incorporación de elementos del capitalismo e ideas occidentales dentro del socialismo soviético, incluyendo mecanismos de mercado. La meta de alcanzar y aventajar a Occidente en cinco o diez años desencadenó “la estimulación de necesidades y deseos propios de las sociedades occidentales de consumo”. Tales premisas impregnaban en el pueblo soviético la idea de que la competencia con Occidente no era sobre “sistemas sociales y el sentido de la vida, sino sobre los niveles de consumo”. 

Mólotov: “el jruschovismo es el espíritu burgués”.

Por ello, dio mayor autonomía a los koljoses y directores de fábricas, a la descentralización, incentivando producciones privadas sin conocimiento de la mayoría de la población, priorizando la producción de fertilizantes para obtener una alta producción agropecuaria, sobre todo de grano, (esencialmente maíz) y el incremento de las inversiones en la producción de bienes de consumo.

Mólotov y bastantes miembros del Presídium, se opusieron a las políticas de Jruschov en la reducción del énfasis en la lucha de clases en la arena internacional, en el estímulo a la producción agrícola privada, en la iniciativa de las tierras vírgenes, en la descentralización de la industria y en el cambio de prioridad de la industria pesada hacia la industria ligera. Por ejemplo, pensaban que, para resolver los problemas del clima, roturación de tierras vírgenes era innecesaria: el cultivo extensivo era una invitación al desastre, pues la economía hasta entonces usaba sus recursos más racionalmente en tierras que ya estaban en explotación. La oposición hizo posible un movimiento hacia la mejoría del nivel de vida, pero no un cambio abrupto de prioridades. 

Jruschov precipitó entonces sus planes revisionistas, descentralizando la industria. De forma rocambolesca, llamó a dar un salto hacia adelante en la producción de leche, carne y mantequilla para sobrepasar en tres o cuatro años a Occidente.

Durante una reunión de cuatro días del Presídium, del 18 al 21 de junio de 1957, a la que continuó una reunión del Comité Central de Partido, la confrontación decisiva entre Jruschov y la oposición se agudizó. Como preludio para lograr su revocación como secretario general, la oposición atacó sus políticas económicas, particularmente su política agrícola y su idea de descentralizar la planificación estatal. Consideraban muy peligroso para el desarrollo del socialismo el cambio de prioridades en las inversiones del sector industrial al agrícola, la carrera desenfrenada por alcanzar a Occidente en la producción de bienes de consumo, el desenfrenado cultivo de tierras vírgenes (Molotov llamó al programa de roturación de las tierras vírgenes, «una aventura»), el relajamiento de las medidas estrictas establecidas en la agricultura, y la descentralización de la toma de decisiones en el campo económico. 

Málenkov llamó al programa de Jruschov, “desviación campesina de derecha”

Málenkov afirmó que la meta debía ser sobrepasar a Occidente en la producción de acero, hierro, carbón y petróleo, no en bienes de consumo. Llamó al programa de Jruschov, “desviación campesina de derecha”, una movida oportunista que haría que el pueblo soviético se interesase muy poco por la industrialización.

La oposición logró posiciones de siete contra tres en su favor en el Presídium, con una abstención. Cuando se filtró la voz del rechazo a las políticas de Jruschov, algunos miembros del Comité Central de Moscú (la mayoría de los cuales habían sido promovidos por Jruschov), cercaron el Presídium y demandaron la convocatoria del Comité Central. Una precipitada reunión de éste, que se prolongó durante seis días, culminó con el apoyo a Jruschov y la expulsión de Mólotov, Málenkov y Kagánovich del Comité Central y del Presídium.

El golpe ha sido demoledor para la causa del socialismo. 

De hecho hay un antes y después del XXº Congreso para la clase obrera mundial, tanto para la mayoría de los trabajadores como para su vanguardia, los partidos comunistas.

Así en los distintos partidos comunistas creyeron las diatribas antistalinistas de toda la camarilla revisionista que se hizo con el Partido Comunista y el Gobierno de la URSS, y que para ello había reintegrado a significados revisionistas expulsados del PCUS. De hecho, el resultado fue la liquidación de los Partidos Comunistas, al alejarlos de la construcción del comunismo y de la revolución proletaria.

Sostenemos que la tesis mantenida por los partidos comunistas afines al PCUS de los años 60, 70 y 80 encubría, con “palabras comunistas”, una línea política que es el fracaso de una tercera vía en competencia con el imperialismo. 

El revisionismo instalado en la URSS y en los países socialistas europeos, condujo de manera objetiva a restaurar gradual y pacíficamente el capitalismo, pero de hecho sólo fue una vez más la bancarrota del revisionismo socialdemócrata, perdiendo la confianza del proletariado en sus dirigentes y gobiernos.

No pudieron actuar abiertamente, porque la propia población soviética defendía firmemente los logros sociales. Así pues, las consignas y los proyectos tenían que mantener esa ilusión entre los trabajadores. A cada paso hacia la restauración capitalista con su versión pequeñoburguesa del socialismo, tuvieron que tomar medidas administrativas, violentas, en contra de la mayoría de la población.

La bancarrota del revisionismo pone al orden del día un enfrentamiento entre las clases que tiene como desenlace posible hoy día solamente dos caminos: la recuperación de la época de transición hacia el comunismo o la restauración violenta del capitalismo. Ambos desenlaces excluyen una “homologación de los países socialistas a la sociedad de consumo o de bienestar de los países imperialistas”.

Naturaleza de la estructura económica del capitalismo en la época o fase imperialista.

El modo de producción capitalista es un fenómeno histórico desarrollado con continuidad desde el siglo XV, a partir de Europa Occidental. Sus características esenciales y universales (es decir, comunes a todos los países) y también específicas (por tratarse de un modo de producción diferente a otros) han sido puestas de manifiesto por Marx en su obra El Capital. Todos los que quieran comprender el movimiento económico y político de las sociedades actuales, deben rechazar tanto la tendencia corriente de la cultura burguesa a impedir la comprensión de la sociedad capitalista transponiendo a ella categorías y nombres correspondientes a otra realidad, en base a semejanzas superficiales y de poco peso, como, por tanto, la tendencia a vaciarlas de todo contenido de importancia práctica.

La fase imperialista del capitalismo se caracteriza por la contradicción entre la propiedad individual de las fuerzas productivas (que es un elemento constitutivo esencial del capitalismo) y el carácter colectivo alcanzado por las mismas fuerzas productivas. En las sociedades imperialistas, el elemento esencial del capitalismo (la propiedad individual de las fuerzas productivas) encuentra su mediacióncon el carácter colectivo alcanzado por las fuerzas productivas en el capital colectivo, en las asociaciones de capitalistas o sociedades de capital y en las formas antitéticas de la unidad social. De aquí surgen los monopolios, el capital financiero, el reparto del mundo entre grupos y Estados imperialistas, las empresas multinacionales, las políticas económicas, el capitalismo de Estado, etc. Esta tesis es importante para entender el movimiento económico de las sociedades imperialistas.

Es cierto que las principales estructuras productivasse han convertido, en los países imperialistas, en propiedad directa de asociaciones de capitalistas (sociedades por acciones, entes económicos públicos, fondos de seguros u otros organismos del mismo tipo). Pero también es cierto que el capitalista individual, excluido de la propiedad directa de las estructuras productivas por el hecho de su carácter social, aparece como propietario individual de una cuota de su valor y hace valer como tales los derechos que ya no puede hacer valer completa y directamente con respecto a las estructuras productivas, precisamente por el carácter social que éstas han alcanzado.

El monopolio en la sociedad burguesa es una mediación entre la propiedad individual de las fuerzas productivas y su carácter colectivo. El capitalismo burocrático (o capitalismo burocrático de Estado) es el tipo de capitalismo que el imperialismo hace surgir en los países atrasados, semifeudales y semicoloniales, combinando los grupos imperialistas, los grandes propietarios de tierras y los grandes banqueros con el poder estatal.

El imperialismo es una superestructura del capitalismo, es la fase degenerativa del modo de producción capitalista que, al ser históricamente superado por el carácter colectivo ya alcanzado por las principales fuerzas productivas, sobrevive a sí mismo, destruyendo cada vez más fuerzas productivas, o absorbiendo fuerzas capitalistas más pequeñas o generando guerras imperialistas. 

Quien confunda las formas antitéticas de la unidad social con el capitalismo a secas, tomando a estas fuerzas productivas ya colectivas como si fueran toda la estructura económica de la sociedad imperialista (y, por tanto, borrando de un plumazo todo el tejido del viejo capitalismo que constituye la base de la sociedad actual), no puede comprender ni el capitalismo ni el socialismo.

Aparentemente, una empresa soviética de los años 60 no se diferencia de las grandes empresas capitalistas europeas. Pero la diferencia, sin embargo, es esencial, mientras que la similitud es superficial y secundaria. La diferencia esencial reside en el hecho de que la empresa soviética:

1) No es expresión de la mediación entre la propiedad individual de las fuerzas productivas (que no existe) y el carácter colectivo de las fuerzas productivas.

2) No surge, ni se apoya, ni se puede sumergir en el mar de empresas capitalistas individuales, de relaciones mercantiles y de relaciones monetarias que le circunda.

3) Aunque iba creciendo la escala de la “economía paralela” o “economía sumergida”, las relaciones monetarias estaban circunscritas a la circulación de los bienes de consumo personal (el dinero acumulado por los nuevos ricos alcanzó cifras fabulosas precisamente porque no podía ser utilizado más que en la adquisición de bienes de consumo y servicios personales).

Olvidar todo esto y hablar de restauración del capitalismo ha llevado inevitablemente a una crítica idealista de los revisionistas, es decir, a una crítica que ponía en primer plano la superestructura (la política y la cultura) y en segundo plano la estructura económica.

Los defensores de esta tesis estaban obligados, en efecto, a inventar un «capitalista colectivo» sin capitalistas individuales, un monopolio burgués sin competencia, un capital concentrado y centralizado sin movimiento centrífugo, una producción capitalista sin producción mercantil, una dirección estatal (del movimiento económico total de la sociedad burguesa) basada y mantenida sobre esas mismas bases. En resumen, “un imperialismo puro” que no se apoyaba en el viejo capitalismo, que no era superestructura del capitalismo, pero que se presentaba como un nuevo modo de producción, “distinto del capitalismo clásico”, pero igualmente “malvado y explotador de los obreros” como el viejo capitalismo, si no peor. ¡También éste era, por tanto, capitalismo!

En realidad, esta tesis consideraba la contradicción principal como resuelta, mientras que, por el contrario, todavía seguía estando presente en los países socialistas. Es decir, que daba por concluido el conflicto principal que entonces determinaba todo el movimiento económico y político de esos países. En los países socialistas, la actividad política de los comunistas que adoptaron esta tesis se vio fuertemente debilitada: en efecto, esta tesis les separaba de las masas por cuanto les impedía sintetizar el conflicto entre la vía al capitalismo y la vía al comunismo en la cual estaban cotidiana y capilarmente implicadas. De esta manera dejaban el campo libre a los revisionistas para, ante las dificultades, poder dar otros pasos que debilitasen un poco más cada día los gérmenes de comunismo, reforzasen las tendencias burguesas y llevasen a las masas a la impotencia y a la desesperación.

En su escrito de 1952 (Problemas económicos del socialismo en la URSS), Stalin denuncia clara y detalladamente algunas de estas tendencias, aunque no las identifica como elementos de un conjunto orgánico propio de una línea de restauración anticomunista. En realidad, eso es lo que eran esas tendencias que, convertidas en línea dirigente del Partido y del Estado, constituían una vía que llevaba a la restauración de la propiedad individual de las fuerzas productivas; es decir, que no sólo no resolvía de manera positiva los problemas que el desarrollo de la sociedad socialista planteaba, sino que, por el contrario, generaba inevitable y continuamente dificultades y obstáculos al desarrollo de la vida económica y política de la sociedad socialista. 

Según Molotov, «Jruschov, en esencia, era un bujarinista”.

Y es a partir de 1956, cuando los revisionistas de apoderaron del partido y del estado, con Jruschov a la cabeza, cuando intentaron resolver las dificultades y obstáculos de tal manera que el resultado fue el estancamiento y la parálisis económica. Lenin dijo: “La Comuna de París le dejó como lección al proletariado europeo plantearse concretamente las tareas de la revolución socialista”. Según Molotov, “Jruschov, en esencia, era un bujarinista”. Todos sus postulados tendían objetivamente a restaurar la propiedad individual de las fuerzas productivas y el carácter comercial de la producción (es decir, la restauración del capitalismo).

No, entonces no pudieron restaurar el capitalismo, pero paralizaron la transición hacia el comunismo al provocar retrocesos en muchos campos con respecto a los resultados ya logrados. 

Tres decisiones económicas sobre la agricultura, determinaron el posterior rumbo económico de la URSS. 

Lo más característico de las ideas de Jruschov es el voluntarismo que destruye el marcado sistema científico anterior agrícola, que llevó en diez años al caos total y que produjo un notable colapso de la construcción del socialismo. Para ello tuvo que destruir los planes aprobados en el XIXº Congreso sobre la eficiencia económica, la independencia alimenticia y el paso a una más avanzada industrialización del campo como fue el “Plan de transformación de la Naturaleza del 48”.

Primero lo hizo con el programa de las tierras vírgenes. Envió a decenas de miles de tractores y combinados, además de a cientos de miles de voluntarios para arar y cultivar tierras de una extensión como Francia, Alemania Occidental e Inglaterra juntas. Pero en la URSS, las primaveras son cortas, las precipitaciones son insuficientes y desiguales, los vientos son fuertes y fríos, lo que trajo como consecuencia la erosión, el descenso de la productividad y la infertilidad de los suelos, sequías y grandes crisis cerealísticas. Como medida agrícola, la campaña de las tierras vírgenes fue un desastre.

La segunda invectiva caótica fue la campaña del maíz. Copió descaradamente las prácticas norteamericanas que consistían en no dejar descansar los suelos y aplicar la fertilización química en vez de la rotación de cultivos o alternar las tierras en producción.

La tercera directriz fue el desmantelamiento de las grandes plantas industriales y estatales, de producción, reparación y mantenimiento de tractores, combinados e implementos agrícolas por su descentralización hacia las granjas colectivas. Sovjoses y koljoses pronto entraron en la esfera comercial, tuvieron que comprar y dedicarse a mantener sus propios tractores y la mecanización en general. 

La preservación del parque de máquinas y herramientas era ideológicamente una iniciativa esencial en la construcción del socialismo en el campo. Stalin había afirmado que la dirección del desarrollo de la economía debía basarse sobre la ampliación del sector estatal más que en las formas sociales de organización agrícola. La consecuencia fue irreparable. En tres meses habían desaparecido casi todos los depósitos de tractores y máquinas, siendo imposible mantener una científica política estatal colectiva del campo. 

La planificación económica bajo el socialismo, desarrolla el trasvase de las producciones industriales y agrícolas en función de las necesidades de toda la economía, eliminando los vaivenes cíclicos de crisis que tiene el mercado capitalista. Pero Jruschov realizó una reforma absoluta del sistema planificado estatal, por medio de la descentralización radical y de la aplicación de ideas de orientación capitalista, como la competencia de mercado. En mayo de 1957, abolió los más de 30 ministerios que tenían que ver con la planificación centralizada y los sustituyó por unos 100 consejos económicos locales. El resultado era predecible. La coordinación entre la producción y los suministros se hizo mucho más difícil que antes, y los intereses locales se sobreponían a los intereses estatales.

Progresivamente sustituyeron (aunque sólo en cierta medida) el balance en bienes producidos a nivel de toda la sociedad, como criterio de evaluación y dirección del movimiento económico, por el balance comercial de las empresas. Extendieron la esfera de acción de la economía mercantil y del dinero. 

Abolieron la obligación general de trabajar, y abrieron vías (legales e ilegales) al parasitismo y al enriquecimiento individual, precisamente porque, al no poder convertirse en propiedad individual las fuerzas productivas, actuaban solamente como instrumento de corrupción, lujo y despilfarro. 

Arrojaron a millones de hombres a un trabajo embrutecedor, a la miseria, a la ignorancia y a la superstición. Hicieron olvidar que la reducción del horario laboral se derivaba de la mecanización y automatización del trabajo productivo y de las actividades domésticas (de ahí el atraso del aparato productivo y del equipamiento doméstico). 

En la práctica, al alejar el control obrero sobre la calidad y la producción, degeneró la seguridad y la higiene en el trabajo, y la salvaguardia de la salubridad del medio ambiental (a pesar de que las normas adoptadas al respecto en los países socialistas eran superiores a las adoptadas en los países imperialistas). 

Crearon gradualmente una masa de funcionarios, empleados, profesionales, técnicos, artistas, literatos, periodistas, etc., cada vez más separada de la clase obrera, y protegieron y favorecieron la formación de una amplia capa de parásitos y aprovechados.

Después de 1953, “el mercado negro” se fue convirtiendo en un problema mucho más grande que la actividad legal. Adoptó un amplio espectro de formas y variedades. Eventualmente, penetró en casi todos los aspectos de la vida soviética, y su único límite era que las fuerzas de seguridad no actuasen. La forma ilegal más común era el robo al Estado, esto es, a los centros de trabajo y las organizaciones públicas. 

Los campesinos comerciaban con los tractores e implementos agrícolas, robaban pienso para sus animales de los koljoses, los trabajadores robaban materiales y herramientas con los cuales realizaban ventas ilegales, los médicos robaban medicinas, los chóferes robaban gasolina y usaban los autos oficiales como «taxis extraoficiales”. Variaciones sobre lo mismo, incluían el desvío de bienes estatales hacia el mercado privado por los conductores de los camiones y el uso de los recursos del Estado para construir casas de verano, reconstruir el apartamento o reparar el automóvil particular.

17 de marzo de 2021

Lecciones necesarias para los pueblos.

Por A. Kútirieva y D. Kútiriev. Publicado en stalinline.ru. Traducción Marina Svetlova y Nestor Guadaño.

Para que la humanidad avance, es necesario constantemente relatar, sobretodo, los gloriosos ejemplos de coraje. Las proezas del valor, llenan la historia con un fulgor deslumbrante, y son de las luces más brillantes realizadas por el pueblo. El amanecer se está acercando y encendiendo su comprensión. Intentar, persistir, no someterse, ser fiel a uno mismo, entablar un combate singular con el destino, no desanimarse frente al peligro con valentía, golpear a un gobierno injusto, remarcar la victoria obtenida, manteniéndose firmes, aguantar. Estas son las lecciones que los pueblos necesitan, esta es la luz que los inspira. 

Victor Hugo

Una época significativa en la historia francesa, que comenzó con la revolución burguesa de 1789 y a través de las revoluciones posteriores de 1830-1834 y 1848, llegó a la primera revolución proletaria de 1871, lograda por los esfuerzos conjuntos del proletariado y la pequeña burguesía de París. . Una larga y tenaz lucha contra el gobierno de Napoleón III, quien llevó al país a una humillación nacional sin precedentes y casi lo arruina, contribuyendo al acercamiento de las dos clases y dando lugar a una alianza entre ellas. 

Dieciocho años de régimen imperial supusieron una pesada carga sobre los hombros de los trabajadores. El imperio, que surgió como resultado del golpe de Estado del 2 de diciembre de 1851, prácticamente destruyó todos los logros de la revolución de 1848 y, en lugar de las instituciones republicanas democráticas, estableció un sistema de total arbitrariedad administrativa en el país. En Francia, surgió una dictadura personal sin disfraz. 

Fue impuesto por la gran burguesía, por cuyos intereses el presidente de la República Luis Bonaparte se transformó en emperador de Francia, cuando ésta se asustó por la sublevación del proletariado parisino en julio, abandonando eufóricamente su innecesaria libertad política tras esta situación: sólo bajo la protección de un fuerte gobierno, podía seguir explotando al proletariado con calma y sin trabas, arruinando junto con éste, a amplios estratos de pequeños propietarios independientes: artesanos y comerciantes. 

Durante los años del Imperio, el desarrollo del capitalismo industrial dio un paso adelante, empeorando significativamente la posición de los estratos más bajos de la sociedad, haciendo que esta situación a veces fuera completamente insoportable. El movimiento obrero y revolucionario en Francia en los años cincuenta y sesenta del siglo XIX, por tanto, no se detuvo. 

La guerra franco-prusiana, que comenzó en el verano de 1870, puso al descubierto las raíces podridas del Segundo Imperio hasta el final. El pueblo respondió a la catástrofe de Sedán, la derrota total de los ejércitos franceses, con la revolución del 4 de septiembre de 1870 y la destrucción del poder imperial. 

Sin embargo, la falta de preparación de los partidos revolucionarios para tomar el poder, les llevó a la formación de un gobierno provisional burgués, llamado de Defensa Nacional, que heredó del imperio "no sólo un montón de ruinas, sino también el miedo a la clase obrera" ( K. Marx). En lugar de una facción de la burguesía, se interpuso otra facción en el poder, un gobierno burgués fue reemplazado por otro, así pues, la lucha de clases se desarrolló aún más, en una situación mucho más complicada. Después de la batalla de Sedan, el ejército prusiano continuó su ofensiva y pronto comenzó el asedio de París. La ya difícil situación de las masas se había deteriorado significativamente, como resultado de las nuevas calamidades generadas por el asedio. La política criminal del gobierno de Defensa Nacional, contribuyó a un mayor acercamiento entre el proletariado y la pequeña burguesía. La alianza que había entre ellos, entonces finalmente se consolidó. 

“La comuna surgió espontáneamente, nadie la preparó conscientemente ni sistemáticamente. La guerra fracasada con Alemania, el tormento durante el asedio, el paro del proletariado y ruina de la pequeña burguesía, provocaron que la indignación de las masas contra las clases altas y contra los patrones, que habían demostrado una total incapacidad, impulsaron al vago fermento de la clase obrera, insatisfecha con su posición, a luchar por un orden social diferente contra la composición reaccionaria de la Asamblea Nacional, y esta temerosa del destino de la república, empezó a dudar de cómo actuar, empujaron a la unión de la población parisina en la revolución del 18 de marzo. Inesperadamente se transfirió el poder a manos de la Guardia Nacional, bajo el control de la clase obrera a quienes se unió la pequeña burguesía”. 

Lenin "En memoria de la Comuna". 

Un intento de desarmar a los trabajadores y artesanos de París y quitarles las armas, llevó al pueblo a la expulsión de los gobernantes "legítimos" de Francia, y al establecimiento de un nuevo gobierno que había surgido de las filas más bajas del mismo pueblo. La importancia de la actividad de este gobierno, la Comuna, es bien conocida. 

Baste decir que la Comuna, por primera vez en la historia mundial, realmente se destruyó el aparato estatal de la burguesía, que entre sus actividades hubo elementos de socialismo: persiguiendo consistentemente una política favorable al pueblo trabajador, el gobierno de la Comuna comenzó a introducir el control de los trabajadores sobre la producción, transferiendo las empresas abandonadas por los propietarios, a tomar la posesión de las fábricas por los trabajadores. 

No es de extrañar que sólo el proletariado, los asalariados y las capas bajas de la pequeña burguesía defendieran hasta el final la causa de la Comuna, soportaran los golpes brutales de Versalles en los sangrientos días de mayo. 

Las demandas de los parisinos de celebrar elecciones para el consejo municipal (Comuna), capaz de garantizar la defensa de la capital, fueron continuamente rechazadas. Las tropas prusianas se acercaron a las fortificaciones de la ciudad, y el 19 de septiembre comenzó el asedio de París, que duró más de cuatro meses. Obligado a elegir entre el deber nacional y los intereses de clase, el gobierno no dudó ni un minuto: se convirtió en el gobierno de la traición nacional. La inacción de las autoridades obligó a los comités de vigilancia republicanos, elegidos después del 4 de septiembre en cada uno de los 20 distritos de París, a asumir funciones administrativas y económicas, para dar satisfacción de las primeras necesidades de los trabajadores. El Comité Central de los 20 distritos, el primer cuerpo electo del París revolucionario, durante el asedio de la ciudad fue el centro político de sus fuerzas proletarias. 

La dura derrota sufrida por Francia en la guerra con Prusia agravó las contradicciones de clase entre el proletariado y la burguesía. La indignación de los trabajadores por la política traicionera de los círculos gobernantes aumentó aún más cuando el monárquico, partidario de la dinastía Orleans, estrechamente asociado con la cúspide de la burguesía, Adolphe Thiers, se situó al frente del gobierno. En su obra "La Guerra Civil en Francia" Karl Marx le dio una caracterización demoledora, señalando que "a este enano le encantaba blandir la espada de Napoleón I en el rostro de Europa, en sus obras históricas solo limpiaba las botas de Napoleón, de hecho, su política exterior siempre condujo a la extrema humillación de Francia, desde la Convención de Londres de 1840 hasta la rendición de París en 1871 y la actual guerra civil, durante la cual, con el permiso especial de Bismarck, puso a los prisioneros de Sedan. y Metz en París. A pesar de sus habilidades flexibles y la volatilidad de sus aspiraciones, fue la rutina más empedernida de toda su vida. Huelga decir que los movimientos más profundos que tienen lugar en la sociedad moderna siempre han sido un misterio incomprensible para él; su cerebro, cuyas fuerzas entraron en este lenguaje, no pudo acostumbrarse ni siquiera a los cambios más palpables que tienen lugar en la superficie de la sociedad ". 

Probablemente, esta es una regla general: los contrarrevolucionarios, defienden sus estrechos intereses de clase, traicionan los intereses nacionales y reprimen la justa indignación de los trabajadores, venden la riqueza nacional para llenar su bolsillo. 

“No puedes ser un héroe luchando contra tu Patria”, escribió Víctor Hugo. Thiers viajó por toda Europa pidiendo ayuda para luchar contra su propia gente. La capitulación, que dio a Prusia no solo París, sino toda Francia en su poder, puso fin a una larga serie de intrigas traidoras con el enemigo, iniciadas por los usurpadores el 4 de septiembre, el mismo día de su acceso al poder. Esta rendición marcó el comienzo de una guerra civil, que luego libraron con la ayuda de Prusia contra la república y París. La trampa ya estaba en las mismas condiciones de rendición. Más de un tercio del país estaba en manos del enemigo, la capital estaba aislada de la provincia, todas las vías de comunicación estaban interrumpidas. La población no pudo evitar sentir, que los términos del armisticio hacían impensable la continuación de la guerra, y que las peores personas de Francia eran las permitidas para la conclusión de la paz prescrita por Bismarck. 

Karl Marx escribe: "La ruina sin precedentes de Francia llevó a estos patriotas, representantes de la propiedad territorial y el capital, ante los ojos y bajo el alto patrocinio de un conquistador extranjero, a terminar la guerra externa con una guerra civil, una revuelta de los dueños de esclavos"

La primera condición para el éxito era el desarme de París. Thiers exigió deponer las armas, de lo contrario amenazó con decapitarlo y privarlo del título de capital. Fue París el único obstáculo para la conspiración contrarrevolucionaria. Pero París estaba en guardia, y en vísperas de la entrada de los prusianos, el Comité Central tomó medidas para transportar a Montmartre, Belleville y La Villette, los cañones y las tropas que habían traicioneramente sido abandonados por los capituladores, precisamente en aquellos barrios que los prusianos iban a invadir. Esta artillería fue creada con fondos recaudados por la propia Guardia Nacional. Se suponía que la captura de la artillería serviría, obviamente, solo el comienzo del desarme general de París y, en consecuencia, el desarme de la revolución del 4 de septiembre. Pero la revolución se convirtió en el estado legalizado de Francia. La República fue declarada vencedora en el texto de la rendición, y en su nombre se convocó una Asamblea Nacional: la base legal para ello fue la revolución de los trabajadores parisinos el 4 de septiembre. París estaba lleno de heroica determinación, de atravesar todos los peligros de luchar contra los conspiradores franceses, a pesar de que los cañones prusianos lo amenazaban desde sus propios fuertes. "... Para su disgusto, la guerra civil que intentaron imponer en París, se convirtió en su contrario, cuando el Comité Central continuó adhiriéndose a una posición puramente defensiva, sin prestar atención a las payasadas provocadoras de la Asamblea Nacional, ni a las acciones usurpadoras de la poder ejecutivo, o la amenazante concentración de tropas en París y sus alrededores". 

“El gobierno de defensa nacional temía sobre todo la revolución proletaria. Jules Favre, ministro de Asuntos Exteriores, admitió en una carta a Gambetta que no se defendían de los soldados prusianos, sino de los trabajadores parisinos” (K. Marx). Según el plan adelantado por el gobierno, la ofensiva de las tropas hacia el cuartel proletario, donde se había fortalecido la Guardia Nacional, estaba programada para la liquidación de su Comité Central, y el desarme para la noche del 18 de marzo.

La noche del 18 de marzo, Thiers envió a varios regimientos y escuadrones de la policía para que se llevaran las armas y los cañones que pertenecían a la Guardia Nacional. Los trabajadores dieron la alarma y, junto con las masas de la pequeña burguesía, rechazaron a las tropas. Los soldados, a quienes los generales Lecomte y Clement Thomas les ordenaron disparar contra la multitud de mujeres y niños, dispararon contra los mismos generales y comenzaron a confraternizar con los trabajadores. París había estado levantando barricadas todo el día. Thiers huyó por la puerta trasera del Ministerio de Asuntos Exteriores, ordenando a las tropas y a todas las instituciones estatales que se trasladaran a Versalles el mismo día, donde ya se había reunido la Asamblea Nacional. Fueron liberados sin obstáculos de París, y este fue el primer gran error del Comité Central de la Guardia Nacional, cuando se le transfirió el poder. Ocupando los edificios gubernamentales más importantes con sus batallones y levantando la bandera roja sobre el ayuntamiento, el nuevo lugar de sus reuniones. El poder de los trabajadores así establecido, sin embargo, era frágil, ya que existía un gobierno reaccionario como vecino, que conservaba en sus manos el aparato de gobierno del país, y los prusianos estaban bajo los muros de la ciudad, dispuestos a cualquier momento a intervenir. El apoyo provincial al París rojo era insuficiente, ya que los levantamientos que estallaron entre el 19 y el 27 de marzo en Marsella, Lyon, Narbona y otras ciudades estaban demasiado dispersos y carecían de un liderazgo unificado. El Comité Central de la Guardia Nacional debilitó aún más las posibilidades de éxito de la revolución, al no aprovechar su superioridad militar para marchar sobre Versalles, tomar el gobierno y dispersar la Asamblea Nacional. 

“En su obstinada falta de voluntad para continuar la guerra civil, iniciada por el ataque depredador de Thiers en Montmartre, el propio Comité Central cometió un error fatal esta vez: era necesario ir inmediatamente a Versalles. Versalles no tenía suficientes medios de defensa entonces, y poner fin de una vez por todas, a las conspiraciones de Thiers y la cámara de sus terratenientes" (Karl Marx. "La Guerra Civil en Francia "). En cambio, el Comité Central entró en negociaciones con los comprometidos diputados de París sobre la celebración de elecciones a la Comuna el 26 de marzo. La moderación de las demandas planteadas demuestra que al inicio de la revolución, no se dieron cuenta de su papel y de toda la severidad del estallido de la guerra civil. Thiers, por su parte, aprovechó las prolongadas negociaciones para reorganizar su ejército, principalmente con prisioneros de guerra devueltos de Alemania por Bismarck, con la intención de capturar el París revolucionario con un nuevo asedio. 

Y en París se publicó libremente una prensa burguesa-republicana y reaccionaria, furiosa contra la revolución del 18 de marzo y el Comité Central de la Guardia Nacional. El 22 de marzo, el banco central rechazó dar al Comité Central una pequeña cantidad de dinero. El agente de Thiers, el almirante Sesse, organizó una manifestación contrarrevolucionaria, durante la cual murieron dos guardias y siete resultaron heridos. Este intento de golpe contrarrevolucionario empujó al Comité Central de la Guardia Nacional a una acción decisiva y marcó un punto de inflexión en su política: se negó a hacer más concesiones, se acercó al banco con más firmeza, arrestó al comandante en jefe, el borracho Lulier, que había liberado tropas y bienes militares de París. Pero se perdió el primer momento decisivo en los días de la Comuna para movilizar fuerzas revolucionarias y derrotar rápidamente al enemigo confundido, lo que determinó en gran medida el resultado de su lucha. La indulgencia de la Comuna hacia los policías que se habían retirado a salvo a Versalles, la generosidad de los trabajadores armados, tan inusual para el "partido del orden", fue tomada por la Comuna por la conciencia de los trabajadores de su impotencia.

Todas las revueltas políticas que tuvieron lugar en Francia antes de la Comuna, dejaron intacta la maquinaria militar y policial-burocrática del estado burgués que tomó forma bajo Napoleón I. Ninguna de las revoluciones burguesas de 1830, 1848 y 1870, removió este aparato estatal, sirvió como un instrumento para oprimir a las masas y proteger a los privilegios de la minoría explotadora. La revolución proletaria parisina tuvo que tomar un camino diferente. Como gobierno de trabajadores, la Comuna desde los primeros días comenzó a buscar nuevas formas de autogobierno verdaderamente democráticas, lo que de hecho significó la demolición de toda la vieja máquina estatal de la burguesía. 

Ya el 29 de marzo, la Comuna emitió un decreto aboliendo el reclutamiento y declarando ilegal el antiguo ejército. Esta era la implementación de uno de los puntos más importantes del programa de transformaciones democráticas presentado en 1866 en el Congreso de Ginebra de la Primera Internacional. "La experiencia histórica ha demostrado la esencia antipopular del sistema militarista, en el que el ejército es separado del pueblo y utilizado contra los intereses del pueblo trabajador, para proteger los privilegios de las clases dominantes, reprimir los levantamientos revolucionarios y librar guerras de conquista". La Comuna reemplazó al ejército permanente con el armamento general del pueblo: la Guardia Nacional, que estaba compuesta principalmente por trabajadores. Las responsabilidades de mantener el orden y garantizar la seguridad de los ciudadanos se encomendaron a los batallones de reserva de la Guardia Nacional en lugar de a la policía. 

Es significativo que la nueva burguesía rusa, hoy en el poder, sustituya a la milicia popular por la policía, demostrando así quién manda en casa, y esta fue una decisión importante del presidente Medvedev. 

La firme determinación de los comuneros de poner fin al odiado pasado de opresión y violencia, se expresó simbólicamente en el decreto del 12 de abril sobre la destrucción de la columna con la estatua de Napoleón I en la Place Vendome, "un monumento a la barbarie, un símbolo de la brutalidad fuerza y ​​falsa gloria, una apología del militarismo" este monumento contradecía la ley y el principio de hermandad de los pueblos. El decreto se llevó a cabo el 16 de mayo, con una gran multitud de personas que aprobaron calurosamente esta medida de la Comuna. 

Una ruptura total con la práctica de todas las revoluciones burguesas, fue el decreto adoptado el 1 de abril que estableció un salario máximo para los funcionarios públicos, (incluidos los miembros de la Comuna) en la cantidad de 6 mil francos por año, que equivalía al salario de un trabajador cualificado. Este decreto cerró el camino al aparato estatal para funcionarios corruptos y arribistas. Los órganos de la Comuna incluyeron a trabajadores y representantes de la intelectualidad revolucionaria, que demostraron ser un ejemplo de servicio desinteresado a la revolución. 

En la nueva Rusia burguesa, los salarios de los funcionarios son incomparables no solo con los salarios de los trabajadores, sino incluso con los académicos. Como resultado, los pasillos del poder se han llenado de estafadores, cantantes, criminales de toda índole, que incluso el nuevo poder que los engendró tuvo que castigar a los demasiado presuntuosos. 

Al separar la iglesia del estado, la Comuna puso fin a la opresión espiritual de las masas y eliminó al clero del liderazgo de la educación pública. El decreto de la Comuna declaró que el mantenimiento del clero a expensas de los fondos estatales contradecía el principio de libertad de conciencia, ya que grava monetariamente a todos los ciudadanos, independientemente de su actitud hacia la religión. 

Elección, responsabilidad y rotación de todos los funcionarios, colegialidad de la gestión: estos eran los principios democráticos subyacentes al nuevo aparato estatal. La experiencia de la Comuna de París confirmó la idea de Marx de que la clase trabajadora no puede simplemente apoderarse de la máquina estatal burguesa y utilizarla para sus propios fines. La comuna creó un nuevo aparato estatal, puesto al servicio del pueblo. Por primera vez en la historia, se formó un gobierno verdaderamente democrático, que se apoyó en la fuerza del pueblo armado y en los intereses del pueblo. 

Estando ella misma compuesta por miembros electos, reemplazables y responsables del electorado, combinando en sus manos las funciones de los poderes legislativo, ejecutivo y judicial, siendo, por tanto, no un parlamento, sino un cuerpo de trabajo, la Comuna se asemejó a los Soviets. Marx le escribió a Kugelmann el 17 de abril de 1871: 

"No importa cómo termine el asunto inmediatamente esta vez, se ha ganado un nuevo punto de partida de importancia histórica mundial". La composición de partidos en la Comuna después de las elecciones fue variada, reflejando diversas corrientes del pensamiento revolucionario-democrático y socialista, pero a mediados de abril se produjo una división en una mayoría blanquista y una minoría proudhoniana. La ausencia de un partido obrero unificado, disciplinado, armado con una teoría avanzada y un programa definido, condenó a la Comuna a disputas y luchas entre facciones, impidiendo en muchos casos la adopción de decisiones correctas y oportunas, así como su enérgica implementación. Así, por ejemplo, en el ámbito socioeconómico, la legislación de la Comuna era tímida y poco entusiasta, y en el campo de las finanzas se cometió un grave error de cálculo: la Comuna se negó a apoderarse del Banco Nacional Francés, que contenía dinero y objetos de valor por valor de unos 3 mil millones de francos. Durante la existencia de la Comuna, este banco francés le dio solo 15 millones, que estaban bajo cuenta del municipio, y durante este tiempo transfirió 257 millones de francos al gobierno de Versalles. La toma del banco fue impedida por el delegado de la Comuna en el banco, el proudhonista Bele, privando a la Comuna de los fondos para la implementación de muchas de las reformas planeadas. La Comuna sirvió de ejemplo para todo el movimiento obrero posterior, sobre cómo iniciar una revolución verdaderamente proletaria: no para utilizar la máquina estatal prefabricada de la burguesía, sino para aplastarla y reemplazarla. Esto es lo que convirtió a la Comuna en el primer gobierno de la clase trabajadora en la historia, que se suponía eliminaría no solo la forma monárquica de dominio de clase burguesa, sino también el dominio de la clase obrera en sí. “Su verdadero secreto (de la Comuna) era este: era, de hecho, el gobierno de la clase obrera, el resultado de la lucha de la clase productiva contra la clase apropiadora. Fue, finalmente, una forma política abierta en la que se pudo lograr la emancipación económica del trabajo” (K. Marx). 

Y Lenin continuó y desarrolló la doctrina de Marx, basándose en la experiencia de la revolución rusa, descubriendo el poder soviético como una forma de estado proletario. Defendiendo a los soviéticos con un gobierno de obreros y campesinos revolucionarios, Lenin escribió en octubre de 1917: “Este poder es del mismo tipo que la Comuna de 1871. 

Las principales características de este tipo son:

1) la fuente de poder no es una ley, previamente discutida y aprobada por el parlamento, sino una iniciativa directa de las masas desde abajo, y en las localidades, su “imposición” directa, utilizando una expresión común 

2) sustitución de la policía y el ejército, como instituciones separadas del pueblo y opuestas al pueblo, armando directamente a todo el pueblo 

3) la intelectualidad, la burocracia, son reemplazadas gradualmente por el poder directo del pueblo, o, al menos, son puestos bajo un control especial, se convierten no solo en elegidos, sino que también son reemplazados a la primera demanda del pueblo, y quedan reducidos a la posición de simples representantes autorizados". 

El plan desarrollado para la campaña contra Versalles ya no fue posible de llevarla a cabo debido a la enorme superioridad de Versalles, en el número de tropas y armas. La indecisión y la bondad de los comuneros impidieron que esto sucediera antes. La "semana de mayo" llegó cuando el Versalles entró en París y comenzó a asesinar a los comuneros. Los documentos históricos dan una imagen vívida de la perseverancia y el heroísmo mostrados por los defensores de la Comuna en la lucha contra Versalles. Las mujeres no eran inferiores en valor a los hombres. Los niños y adolescentes no se quedaron atrás de los adultos. 

Esto es lo que se dijo, en la orden del 14 de mayo para la VI Legión, sobre los hermanos Ernest y Felix Dunant, adolescentes de 14 y 17 años. “Ambos muchachos”, escribió el jefe de la legión, “mostraron un brillante autocontrol durante el ataque al parque Issi. Durante más de una hora resistieron el fuego de Versalles a una distancia de 100 metros, y luego, junto con sus compañeros de la 1ª compañía, se precipitaron a las bayonetas y tomaron la barricada de Mulino, era lunes 9 de mayo. El menor de los hermanos, Ernest, murió de una bala cuando izaba el estandarte del batallón en lo alto de la barricada. Félix, que corrió hacia adelante para recuperar el estandarte y llevarse el cuerpo de su hermano, cayó, a su vez, abatido frente a la barricada"

En la barricada   

Detrás de las barricadas, en la calle vacía lavada, 

con la sangre de los sacrificados, tanto participantes como inocentes  

capturaron a un niño de once años. 

"¿También eres comunero?" "¡Sí señor, no el último!" 

"¡Bien! - decidió el capitán- Tendrás el final de todos. ¡Espera a que llegue tu turno!" 

"Y el niño miraba los relámpagos de los disparos, que llevaban a la muerte a los combatientes y hermanos". 

De repente dijo, con coraje, sin perder tiempo: 

"¡Deje que mi madre me lleve el reloj!" "¿Huirás?" "¡No, volveré!" 

"Sí, no me importa lo que digas, ¡Te acobardaste, mequetrefe! ¿Donde esta tu casa?" 

"En la fuente". Y juró volver con el capitán. 

“Bueno, ve rápido, ¡al diablo contigo! ¡La parodia es infantil!" 

El pelotón se rió de la carrera del chicuelo. 

Una risa triunfante se mezclaba con el jadeo de los moribundos. 

Pero la risa cesó cuando de repente el muchacho pálido se presenta ante ellos, sin ocultar un orgullo sereno.

Se acercó a la pared y gritó: "¡Aquí estoy!" 

Y la muerte se avergonzó de él, y el cautivo fue puesto en libertad. 

Victor Hugo 

 

Hace ya 150 años, los niños eran participantes bastante conscientes en las batallas de su clase y, por lo tanto, podían tomar sus propias decisiones. Y tuvimos nosotros tales como Pavlik Morozov, calumniado por los sinvergüenzas, y los jóvenes partisanos Marat Kazei, Volodia Dubinin, Lenia Golikov ... y ahora, por alguna razón, a los adolescentes se les niega la subjetividad y la comprensión de la situación. 

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Del llamamiento del Consejo General de la Sociedad Internacional de Trabajadores sobre la Guerra Civil en Francia en 1871, escrito por K. Marx: 

“Los gobiernos europeos han demostrado ante París, el carácter internacional de la dominación de clase, mientras ellos mismos gritan al mundo entero que la principal causa de todos los desastres es la Asociación Internacional de Trabajadores, quieren decir, que la organización internacional del trabajo, va contra la conspiración mundial del capital ... 

La mente burguesa alentada por la policía, por supuesto, imagina que la Asociación Internacional de Trabajadores es una especie de sociedad conspirativa secreta, cuyos dirigentes centrales, continuamente convocan a levantamientos en diferentes países. En realidad, nuestra Asociación es solo un sindicato internacional, que une a los trabajadores más avanzados de diferentes países del mundo civilizado. Dondequiera y bajo las condiciones que se manifieste la lucha de clases, cualquiera que sea la forma que adopte, en todas partes, en primer lugar, estará por supuesto, los miembros de nuestra Asociación. El suelo sobre el que crece nuestra Asociación es la propia sociedad moderna. Esta Comuna no se puede erradicar, no importa cuánta sangre se derrame. Para erradicarla, los gobiernos tendrían que acabar con el dominio opresivo del capital sobre el trabajo, es decir, concluir con la base de su propia existencia parasitaria. El París de los trabajadores, con su Comuna, siempre será honrada, como la gloriosa precursora de una nueva sociedad. Sus mártires están grabados para siempre en el gran corazón de la clase trabajadora. La historia ya ha clavado a sus verdugos en esa columna de la vergüenza, de la que todas las oraciones de sus sacerdotes no podrán liberarlos". 

El Terror de Versalles suprimió la Comuna, acompañándola de una sangrienta masacre de los trabajadores de París. Capturaron y dispararon no solo a los miembros de la Comuna, sino también a las personas que se mantuvieron alejadas de ella, pero por una razón u otra parecían sospechosos. Todos los que usaban zapatos de estilo militar y el uniforme de la guardia nacional fueron asesinados sin excepción. A menudo la gente era condenada a muerte por las gorras de una guardia nacional encontradas durante una búsqueda, por el parecido con alguno de los líderes de la Comuna, por una mirada de soslayo a los verdugos, por un comentario descuidado dirigido a ellos. Fueron fusiladas mujeres e incluso niños. 

Más de tres mil personas fueron fusiladas en el patio del Cuartel del Lobo, cientos de personas cerca del cementerio de Pere Lachaise. En el penal de La Roquette murieron casi 2 mil personas en un día. Incluso los heridos en los hospitales y los médicos que los atendieron no estaban protegidos de la represión. Se organizó una verdadera caza para los líderes de la Comuna. Durante dos horas, un miembro de la Comuna, E. Varlaine, fue llevado por las calles de Montmartre ante los abucheos de gente vendida, policías y soldados, que lo colmaban de golpes y escupitajos. Golpeado hasta la muerte, cuando ya no podía mantenerse en pie, E. Varlaine murió con una exclamación: "¡Viva la Comuna!" 

Al destacado publicista J.B. Miller, le increparon: "Sólo te conozco por tu nombre", le dijo el capitán Garsen. "He leído algunos de tus artículos. Eres un reptil que necesita ser aplastado. Odias a la sociedad". "Oh si. Odio esta sociedad”, respondió Miller. Le dispararon en las escaleras del Panteón, después de haberlo obligado a arrodillarse. Sus últimas palabras fueron: “¡Viva la República! ¡Viva el pueblo! ¡Viva la humanidad!" El fiscal de la Comuna de París, R. Rigaud, también fue fusilado sin juicio. Cayó con una exclamación: “¡Viva la Comuna! ¡Abajo los asesinos!" 

Resulta que los ex comunistas, traidores al sistema soviético que destruyeron la URSS y restauraron el poder de la burguesía, estudiaron la Comuna de París y tomaron de ella lo que necesitaban: "¡aplasta el reptil!" Estos fueron los provocadores. 

Uno de los verdugos más crueles y cínicos de la Comuna fue el general Gallife, ardiente reaccionario y bonapartista. Por orden suya, fueron fusilados más de un centenar de comuneros. 

A mediados de junio cesaron los tiroteos sin juicio, pero no porque los vencedores sintieran compasión por los vencidos, sino porque la acumulación de cadáveres, apenas se tenía tiempo de enterrarlos, con el riesgo de propagación de epidemias. Miles de comuneros detenidos languidecieron en las cárceles en condiciones espantosas, muriendo de enfermedades, desnutrición y palizas. 

En total, como consecuencia del encarcelamiento, condena a trabajos forzados, ejecuciones, emigración forzada, la población trabajadora y democrática de París perdió cerca de cien mil de sus mejores hijos e hijas. 

En 1880, en vísperas de las elecciones parlamentarias, el gobierno burgués se vio obligado a atender la demanda popular de amnistía general. Inquebrantables, llenos de determinación para continuar la lucha por la causa de la clase obrera, por una república social, los comuneros convictos regresaron a su patria, del exilio y la emigración. 

Nueve años después, el poeta obrero francés Eugene Potier, autor de la famosa canción proletaria "La Internacional", también regresó de la emigración. Y Lenin escribió en el periódico Pravda, No. 2 de 1913: “Esta canción ha sido traducida a todos los idiomas europeos ... En cualquier país que se encuentre un trabajador consciente de clase, dondequiera que el destino lo haya arrojado, no importa cuán extraño sea, sentirá, sin lenguaje, sin conocidos, lejos de su tierra natal, podrá encontrar compañeros y amigos en la melodía familiar de la "Internacional". Los trabajadores de todos los países retomaran el canto de su más destacado luchador, el poeta proletario, y de este canto hicieron el canto proletario mundial, que ahora conocen decenas de millones de proletarios"

Así es como V.I. Lenin ensalzó a la Comuna: 

“La memoria de los combatientes de la Comuna es honrada no solo por los trabajadores franceses, sino también por el proletariado del mundo entero. Porque la Comuna luchó no por una tarea nacional local o estrecha, sino por la liberación de toda la humanidad trabajadora, por todos los humillados y vejados. Como el principal luchador de la revolución social, la Comuna se ha ganado la simpatía donde el proletariado sufre y lucha. La imagen de su vida y su muerte, la visión del gobierno obrero tomando y sosteniendo la capital del mundo en sus manos durante más de dos meses, el espectáculo de la heroica lucha del proletariado y su sufrimiento después de la derrota, todo esto elevó el espíritus de millones de trabajadores, despertaron sus esperanzas y atrajeron su simpatía hacia el lado del socialismo. El trueno de los cañones parisinos despertó a las capas más atrasadas del proletariado, encendió las mentes, y en todas partes dio impulso a la intensificación de la propaganda socialista revolucionaria. Por eso la causa de la Comuna no ha muerto, todavía vive en cada uno de nosotros. La causa de la Comuna es la causa de la revolución social, la causa de la completa emancipación política y económica del pueblo trabajador, es la causa del proletariado mundial. Y en este sentido es inmortal". 

Los trabajadores parisinos conservaron su espíritu apasionado y la memoria de los comuneros. Aún salen a protestar ante el menor intento de las autoridades por acabar con su lucha por sus derechos. Baste con subir los precios o iniciar reformas de las pensiones, y todo París y otras ciudades van a manifestaciones de protesta. A diferencia de los trabajadores franceses, los ex trabajadores soviéticos se han tragado con resignación la reforma de las pensiones, a pesar de que muchas personas no viven para ver la jubilación. 

Sin embargo, aquí hay otra evaluación de nuestra situación ... M. E. Saltykov-Shchedrin escribió: “¡Somos gente fabulosa! - dijeron algunos - podemos aguantar. Si ahora todos somos amontonados y nos prenden fuego por los cuatro extremos, ¡entonces no pronunciaremos una palabra contraria! ¡Qué más podemos decir! - agregaron otros, - ¡podemos aguantar! ¡porque sabemos que tenemos jefes! ¿Crees, quienes? - animó un tercero -, ¿crees que nuestra vanguardia está dormida? No, hermano, duerme con un ojo, y con el otro, ¡va a donde quiere ir!​​".

 

Enlace original:

https://stalinline.ru/2021/03/11/уроки-нужные-народам/ 

 

Y lo que cantaban los comuneros de París, El tiempo de las Cerezas: