Por Julio César Sánchez Guerra (Profesor Universidad Jesús Montané Oropesa), en la Joven Cuba.
Abro
el diario de campaña del Che en Bolivia, ojeo la página correspondiente
al 26 de julio de 1967; en el último párrafo escribe sobre una lección y
una advertencia: “Por la noche di una pequeña charla sobre el
significado del 26 de julio: rebelión contra las oligarquías y contra
los dogmas revolucionarios”.
Nuestra
Revolución socialista ha sido eso, un largo enfrentamiento a los
círculos hegemónicos de poder capitalista y un pensamiento irreverente
que desterró la anti dialéctica convirtiéndose en herejía para los que
preferían el pensar cómodo.
Pero
por dentro fuimos armando nuestras pequeñas dosis de dogmas y por eso
el Che nos señala que la lucha es doble: contra nuestros adversarios y
contra el enemigo complaciente que llevamos por dentro. El Che pudo ver
los peligros que muchos no veían; los “ladrillos” dogmáticos de los
manuales de marxismo soviético o el hundimiento del socialismo real
cuando este se creía invulnerable.
Los
desafíos que enfrenta la Cuba de hoy pasan por enfrentar dogmas,
formalismos, indiferencias, apoliticismo y desmovilización ideológica.
El dogmatismo denota inmovilismo en el pensamiento. Hay dogmas que
vienen de la incapacidad de abrir la mente a los cambios que se producen
en la sociedad. Alguien ha dicho que la mente es como un paracaídas, si
no se abre se rompe. Claro, habría que recordar la frase de un genial
científico. “No se puede abrir tanto la mente que se nos caiga el
cerebro” En nuestro caso, eso significa la dialéctica del “todo fluye,”
sin tener que renunciar a los principios éticos que sostienen la vida de
una nación.
Algunos
prefieren no cambiar nada porque “todo está bien”, cuadra con la
naturaleza de mis intereses personales: mi cuota de poder, el modo como
manejo mis atribuciones. Para estos “revolucionarios” nada se discute,
no es preciso pensar mucho, solo ejecutar y que la marea se encargue de
lo demás. ¡"Que peligrosa manera de dañar a la Revolución”!
El
mejor antídoto contra el dogma es aprender a mirar la realidad desde
varias perspectivas y discursos, con honestidad y valentía. Estimular
desde la escuela la autonomía de pensamiento y la sensibilidad que nos
descubra la belleza que hay en la verdad a pesar de su dureza.
No
pretendamos nunca, por ejemplo, que los jóvenes sean como nosotros,
aprendamos un tilín a ser como ellos para desde su lugar y alegría,
nutrirles de la mejor herencia, y que ellos nos enseñen todo lo nuevo
que descubran en la marcha.
No
hay verdades absolutas, solo relativamente absolutas y cada generación
hace su aporte al gran ajiaco de nuestras vidas. Por eso una obra de
arte es siempre sugerencia que no se deja atrapar en las redes de los
absoluto; por eso para Martí la política tiene que ser arte, esto es,
libre del “perro ladrón” del egoísmo y del dogma que nos toma
prisioneros.
Envejecer
de veras, no es cuando nos tiemblan torpes las manos y las arrugas
hacen fiestas en la piel que se nos va. Envejecer es cuando ya no
tenemos el corazón de amar y el pensamiento deja de ser águila que
registra desde la altura, los silencios del monte o de los hombres.
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