31 de diciembre de 2018

Y triunfó la Revolución… ¿Cómo lo contó la prensa?

Uno de los primeros discursos de Fidel tras el triunfo revolucionario. Foto: Burt Glinn / Magnum.

Por Ania Terrero, Lisandra Romeo Matos, en Cubadebate.

El primer día de enero de 1959, Cuba amaneció con una noticia que estremeció a todo su pueblo: la huida del dictador Fulgencio Batista. El Ejército Rebelde había derrumbado a la sangrienta dictadura que durante siete años sumió al país en la miseria y el crimen.

Fidel se enteró de la fuga de Batista en el Central América -hoy América Libre- en Contramaestre, donde había establecido su Comandancia. La reacción del máximo jefe del Ejército Rebelde fue inmediata y certera: decidió trasladarse a Santiago de Cuba.

De Contramaestre salió para Palma Soriano y desde allí, a través de Radio Rebelde (emisora fundada el 24 de febrero de 1958 por el Comandante Ernesto Guevara), transmitió instrucciones precisas a los comandantes del Ejército Rebelde y al pueblo:
“Cualesquiera que sean las noticias procedentes de la capital, nuestras tropas no deben hacer alto al fuego por ningún concepto. (…) La dictadura se ha derrumbado como consecuencia de las aplastantes derrotas sufridas en las últimas semanas, pero eso no quiere decir que sea ya el triunfo de la Revolución. Las operaciones militares proseguirán inalterablemente mientras no se reciba una orden expresa de esta comandancia, la que solo será emitida cuando los elementos militares que se han alzado en la capital se pongan incondicionalmente a las órdenes de la jefatura revolucionaria. ¡Revolución, sí; golpe militar, no!”
Ese histórico día, Fidel dirigió también desde Palma Soriano, a través de las ondas de Radio Rebelde, una ardiente y patriótica alocución al pueblo de Santiago de Cuba, donde afirmó que la guarnición de esa ciudad, atrincherada en el Moncada, estaba cercada y que si ese día, a las 6:00 de la tarde no había depuesto las armas, las tropas rebeldes avanzarían sobre la capital oriental y tomarían por asalto las posiciones enemigas.


Fidel llama a la Huelga General en una alocución transmitida por Radio Rebelde. Foto: Archivo.

La noticia del Triunfo fue transmitida por varios medios de la época, entre ellos la revista Bohemia en su extraordinaria Edición de la Libertad. Distribuida en cuatro números, la publicación rescató detalles de los últimos años del proceso revolucionario y de las atrocidades cometidas por la dictadura batistiana.

En un mensaje Al pueblo de Cuba, aclaró que “Bohemia tenía impresa, al producirse el derrumbe de la tiranía de Batista, su edición inmediatamente anterior a tan feliz acontecimiento”. Cumpliendo la consigna revolucionaria de la huelga general, no circuló como de costumbre.
“Esta edición extraordinaria, con una tirada sin precedentes, es nuestra primera muestra de reconocimiento después de la Liberación”.

Portada de la Edición de la Libertad consultada. Foto: Lisandra Romeo / Cubadebate.

En un extenso editorial del 11 de enero de 1959 con el título De las tinieblas a la luz, la publicación enunció el cierre de una de las “etapas de sufrimiento más atroces que ha tenido que soportar cualquier país en el mundo”.
“La Revolución ha triunfado. La recuperación democrática del país está en marcha. El tránsito de una situación de oprobio a una situación de decoro se ha realizado en la mínima trepidación posible gracias al orden impuesto desde los primeros instantes por las milicias revolucionarias y a la cálida exhortación de todos los jefes para que nadie se entregue a la venganza ni al desbordamiento de sus pasiones”.
“Fidel Castro ha dicho con grandeza que en esta guerra no ha habido vencidos, sino vencedores y que la victoria ha correspondido plenamente al pueblo de Cuba”.

Editorial sobre el triunfo revolucionario publicado por la revista Bohemia. Foto: Lisandra Romeo/ Cubadebate.

También Bohemia publicó en esa edición un mensaje de Fidel en agradecimiento a la revista por ser el “más firme baluarte”, y con la esperanza de “que nos ayude en la paz como nos ayudó en estos largos años de lucha…”.


Agradecimiento de Fidel a la Revista Bohemia en 1959. Foto: Lisandra Romeo/ Cubadebate.

Otros artículos de la revista relacionados con el Triunfo revolucionario:
  • La entrada del presidente Urrutia en Palacio: sobre el Presidente la República, Manuel Urrutia.

Cobertura de Bohemia a la entrada del presidente Urrutia al Palacio Presidencial en 1959. Foto: Lisandra Romeo/ Cubadebate.
  • Apoteosis en la capital, un fotorreportaje acerca de la entrada de Fidel a La Habana.

Fotorreportaje de Bohemia acerca de la entrada de Fidel a La Habana en 1959. Foto: Lisandra Romeo/ Cubadebate.

También contó Bohemia acerca de la entrada de Fidel a Santiago de Cuba, y cómo se vivió el Triunfo en otras provincias cubanas y en la capital, en sus fotorreportajes:
  • Entran en Santiago de Cuba Fidel Castro y sus tropas
  • La hora del triunfo en Pinar del Río
  • La Revolución en Matanzas
  • Después de la victoria: Primeras horas en la capital

Fotorreportaje publicado en Bohemia sobre entrada de tropas rebeldes a Santiago de Cuba. Foto: Lisandra Romeo/ Cubadebate.

Reportaje sobre la vida de La Habana tras el triunfo revolucionario publicado en Bohemia. Foto: Lisandra Romeo/ Cubadebate.

Viñetas humorísticas sobre el triunfo de la Revolución en Bohemia. Foto: Lisandra Romeo/ Cubadebate.

Otros medios de prensa se hicieron eco de la noticia con la que comenzaba el año. El viernes 2 de enero de 1959, el periódico Revolución desplegó en la parte superior de su primera plana este cintillo: “¡Huelga General!”, y más abajo: “Santiago de Cuba capital provisional. Dispónelo Fidel Castro”. En su artículo el órgano del Movimiento 26 de Julio, dio a conocer una de las ­primeras declaraciones de los Estados Unidos respecto al gobierno que se formaría en Cuba:
“El gobierno de los Estados Unidos se mantiene a la expectativa con respecto a la seguridad de los ciudadanos norteamericanos en Cuba, y espera con cautela la formación de un nuevo gobierno. Tanto la Casa Blanca como el Departamento de Estado manifestaron que no es de temerse que los ciudadanos norteamericanos sean objeto de ataques, pese a los desórdenes que ocurrieron ayer en Cuba tras la huida del ex dictador Fulgencio Batista. En ambas fuentes se declinó comentar sobre los posibles pasos hacia el reconocimiento de un gobierno, que está ahora en proceso de formación, bajo el dirigente rebelde Fidel Castro.
Entretanto la embajada cubana en Washington fue tomada de manera apacible por partidarios de Fidel Castro. El embajador Nicolás Arroyo renunció formalmente y nombró como encargado de negocios a un diplomático de carrera, Emilio Pando”.
Otro medio nacional que se hizo eco de la noticia fue la red cubana de Radio y Televisión CMQ, con una amplia entrevista al líder revolucionario el día 3 de enero, desde Camagüey.

En el conservador Diario de la Marina, en el artículo “Serenidad y sensatez en el instante actual”, se opina el día 6 de enero:
“Es un […] orgullo para todos los cubanos la conducta del pueblo en los momentos en que el triunfo del ejército rebelde ponía fin a la dictadura. Ejemplar es también la conducta de ese ejército salido del mismo pueblo […]”.
La revista Carteles, en su primer número del nuevo año, dedicado casi por entero a la Revolución, anotaba en el Editorial Siete años de tiranía: “Cobardemente en medio de una orgía de sangre y destrucción […] huyó para siempre […] quien tanto blasonara de ser ´el hombre fuerte de Cuba´”.

Mientras tanto, el Editorial de El Mundo el 5 de enero alabó: “Con asombrosa rapidez y con un increíble mínimo de desórdenes, la nación se va encaminando hacia la reorganización de sus instituciones. Mucho queda por hacer todavía y no faltan obstáculos por superar, pero el ejemplo de cómo se han desarrollado los acontecimientos sirve […] para alentar las mejores esperanzas […]”.

Una noticia que dio la vuelta al mundo

Si bien el 1ro de Enero muchos diarios del continente americano no circularon, el segundo día de 1959 las noticias provenientes de Cuba ocuparon las primeras planas de diarios de Argentina, Chile, Colombia, Venezuela y México, entre otros.

En Venezuela, el triunfo revolucionario produjo emociones similares a las sucedidas un año antes con el derrocamiento del gobierno militar venezolano. La prensa venezolana contó los momentos finales de Fulgencio Batista y la entrada victoriosa de los rebeldes en las principales ciudades.


Portada del diario venezolano Últimas Noticias, 2 de enero de 1959. Foto: BBC.

Últimas Noticias presentó el 2 de enero un gran titular a página completa: Fidel Castro Manda, destacando la inminente llegada de las tropas rebeldes a La Habana. En la edición regular de ese día dedicó 15 de sus 49 páginas a informar sobre los sucesos y refirió los disturbios que se habían registrado frente a la Embajada de Cuba en Venezuela.
El mismo día, el reconocido diario El Universal aseguró que La caída de Batista causó ayer en Caracas y el resto del país entusiasmo unánime, y publicó una reseña fotográfica de las caravanas de autos que salieron por las calles de la capital venezolana con banderas cubanas a celebrar el acontecimiento.

Mientras tanto, los periódicos argentinos hicieron énfasis en la presencia de Erenesto Che Guevara en las tropas rebeldes. Titulares como el de Crítica, Encabezados por ‘Che’ Guevara entraron en La Habana los rebeldes. Las fuerzas libertadoras fueron objeto de una gran demostración, poblaron las primeras planas en ese país.
Clarín -por entonces un diario popular e incipiente y hoy el matutino de mayor circulación del país- publicó un gran despliegue fotográfico sobre el movimiento revolucionario cubano llamado las Sucesivas etapas de un movimiento triunfante” e incluyó los festejos en las calles de Buenos Aires.


“Sucesivas etapas de un movimiento triunfante”, Diario Clarín, Argentina, 2 de enero de 1959. Foto: BBC.

En Chile, la portada de El Mercurio anunció: El ex dictador cubano, Fulgencio Batista, buscó refugio en República Dominicana. Una foto de Batista y su familia, y otra de Fidel Castro en la Sierra Maestra, ilustraron la noticia. Mientras tanto, en Colombia la noticia de Cuba desplazó a otras de índole nacional, como las alzas de precios o el discurso de Año Nuevo del presidente Alberto Lleras Camargo.


Portada del diario chileno El Mercurio, 1ro de enero de 1959. Foto: BBC.

La prensa mexicana, sin embargo, relató cómo Fulgencio Batista había dejado Cuba, pero no hizo referencias a un triunfo claro de la Revolución. El Universal tituló la información El Presidente Batista huyó de Cuba; reina la confusión y reportó la imposibilidad de las milicias rebeldes para controlar a los grupos de cubanos que se manifestaban en La Habana sin darlo como un hecho.

En Estados Unidos la noticia se contó según el perfil editorial del medio en que fuera publicado. El Washington Post publicó una pequeña nota en su primera edición del año con el título Rebeldes cubanos no quieren mediación, declara agente de Fidel Castro, mientras que Los Angeles Times declaró que Estados Unidos no enviará tropas a Cuba.

En imágenes en blanco y negro, y con música de cine, los noticieros mostraron imágenes de celebración, disturbios, y turistas de Estados Unidos huyendo de La Habana, y a un joven Fidel Castro rodeado de multitudes.

El New York Times, sin embargo, publicó una crónica titulada Cuba: El primer paso hacia una nueva era en la que se mostraron aparentemente imparciales sobre el futuro de Cuba:
El más duro, el más valiente y el más brutal de los dictadores modernos de Latinoamérica, el general Fulgencio Batista, esta semana se enfrentó a su igual. (…) Quienes lucharon contra el general Batista creen que lucharon por libertad, democracia y un gobierno decente. Todavía queda por verse en los próximos meses si… lucharon en vano o si de verdad comienza una nueva era para Cuba.

Cuba: El primer paso hacia una nueva era. (New York Times, 4 de enero de 1959). Foto: BBC.

Otros países del mundo, sobre todo en Europa, también se hicieron eco de la noticia. Los titulares españoles dejaron ver desde los primeros días sus reservas hacia el proceso revolucionario cubano. El diario ABC, el único que sobrevive de aquella época, publicó una carta del ex ministro de Relaciones Exteriores de Cuba, Jorge Mañach, afincado en Madrid titulada: Fidel Castro no es comunista.

La portada rezaba Fidel Castro promete el pleno restablecimiento de las Garantías Constitucionales y en las páginas interiores incluía declaraciones de Agustina Castro, hermana de Fidel.


Fidel Castro promete el pleno restablecimiento de las Garantías Constitucionales. (ABC, 4 de enero de 1959) Foto: BBC.

Mientras tanto, los diarios franceses dedicaron espacios destacados a informar sobre el desenlace de la Revolución cubana. El presidente Batista abandona Cuba luego de ceder el poder a una Junta Militar, tituló en su portada el vespertino Le Monde en su edición del 2 de enero y dos días después, Le Figaro titulaba en portada: Las tropas de Castro entran en La Habana.


Las tropas de Castro entran en La Habana. (Le Figaro, 3 de enero de 1959). Foto: BBC.

En Reino Unido, una descripción sumamente curiosa de la figura de Fidel Castro fue publicada por el entonces Manchester Guardian -luego relanzado como The Guardian-, que lo definió como un boy scout napoleónico, con barba beatnik, haciendo alusión al movimiento bohemio del mismo nombre.

En la Unión Soviética, potencia comunista del mundo por aquellos años, los tres principales periódicos –PravdaIzvestya y Trud– cubrieron la noticia de forma concisa demostrando su apoyo al éxito rebelde.

El Pravda publicó un artículo titulado: “Los primeros pasos del gobierno cubano”, escrito por un corresponsal del periódico en México. Mientras tanto, el Izvestya publicó el trabajo “Fin de la dictadura de Batista”, donde destacó el papel jugado por Estados Unidos en el proceso:
“La monopolista nación de Estados Unidos ha hecho su mejor esfuerzo para apoyar a la dictadura, proveyendo a Batista con armas para apuntar a pacíficos civiles… Sin embargo, en los dos últimos días se ha demostrado que Washington ha fracasado… La junta militar fue incapaz de controlar la situación”, denunció el medio de comunicación.
La huída de Batista, el triunfo de los Barbudos y la Revolución que comenzó en los primeros días de 1959 removió la vida de los cubanos, pero también le dio la vuelta al mundo de titular en titular. Aquel ejército de jóvenes rebeldes que derrocó a una tiranía se convirtió en noticia no solo para Cuba o para América, sino para muchos otros países que observaron el hito histórico de la pequeña Isla en el Caribe. Incluso desde las diversas posiciones políticas, el mundo estuvo de acuerdo: en Cuba una nueva era empezaba.

Fuentes bibliográficas:
Sitio Fidel Castro, Soldado de las Ideas
Aquellos primeros días de enero, Revista Cubahora
La Revolución Cubana en titulares, BBC
Periódico Revolución, 2 de enero de 1959
Revista Bohemia, Edición de la Libertad

29 de diciembre de 2018

EL SEXAGÉSIMO ANIVERSARIO DE STALIN (LIBRO DE MIJAÍL KALININ) Parte III

Por lachekavchk.blogspot.com


VII
El 3 (16) de abril volvió a Rusia Lenin, y el 7 (20) se publicaron sus Tesis de Abril, que abrieron amplias perspectivas para hacer más profunda aún la lucha revolucionaria. Por primera vez en la Historia, se planteaba como tarea práctica el paso de la revolución burguesa a la proletaria, a la lucha por el socialismo.

El 24 de abril, la VII Conferencia (Conferencia de Abril) de los bolcheviques de toda Rusia, por la mayoría aplastante, aprobó la línea de Lenin.

Ante esta Conferencia, hizo el camarada Stalin un informe sobre el problema nacional. Denunciando la política de saqueo del Gobierno Provisional y de los conciliadores, mencheviques y socialrevolucionarios, que querían eternizar un chovinismo de gran potencia, desarrolló el programa marxista-leninista sobre el problema nacional.

“Nuestro punto de vista sobre el problema nacional se reduce a los principios siguientes: a) Reconocer el derecho de cada pueblo a la separación; b) para los pueblos que continúen en los confines de un Estado determinado, la autonomía regional; c) para las minorías nacionales, leyes especiales, que les aseguren libertad de desarrollo; d) para los proletarios de todas las nacionalidades de un Estado determinado, una organización proletaria única e indivisible, un partido único” (Stalin, “El marxismo y el problema nacional-colonial”, pag. 67, ed. Rusa.)
En la Conferencia de Abril, Stalin sostuvo enérgicamente los principios leninistas sobre todos los problemas de la revolución, rebatiendo duramente a Kámenev, Zinóviev, Ríkov, Piatakov, Bujarin y otros oportunistas, que intentaban desviar al Partido de las posiciones leninistas.

La Conferencia de Abril planteó ante el Partido Bolchevique tareas de enorme trascendencia: explicar a las masas, con paciencia de un modo insistente y sistemático, el carácter imperialista del Gobierno Provisional, descubriendo la táctica traidora de los socialrevolucionarios y mencheviques, demostrando a las masas, por su propia experiencia en la lucha, que no era posible que el pueblo consiguiera la paz, ni la tierra, ni el pan, sino se instauraba el Poder de los Soviets.

La agitación bolchevique abría los ojos a los obreros y a los soldados, les ayudaba a orientarse en los acontecimientos que tenían lugar, a llegar a comprender su actitud ante la guerra y ante sus verdaderos instigadores.

Las manifestaciones de abril, mayo y junio de 1917 contra la guerra expresaban el descontento por la política del Gobierno Provisional. El Partido bolchevique estaba al frente de este movimiento de las masas, dándole un carácter organizado y consciente.

“¡Mañana ondearán las banderas de la victoria, para espanto de los enemigos de la libertad y del socialismo!

¡Vuestra llamada, llamada de combatientes de la revolución, ha de correr por todo el mundo para júbilo de todos los oprimidos y esclavizados!

Allí, en Occidente, en los países beligerantes, se enciende ya la aurora de una nueva vida, la aurora de la gran revolución obrera. ¡Vuestros hermanos de Occidente sabrán mañana que en vuestras banderas o les lleváis, sino la paz; no la esclavitud, sino la liberación!

¡Obreros! ¡Soldados! ¡Echad vuestras manos fraternales, y adelante bajo la bandera del socialismo!

¡Todos a la calle, camaradas!

¡Formad apretado círculo en torno a vuestras banderas!

Marchad en filas compactas por las calles de la capital.

Manifestad serena y firmemente vuestros anhelos:

¡Abajo la contrarrevolución!

¡Abajo la Duma zarista!

¡Abajo el Consejo de Estado!

¡Abajo los diez ministros capitalistas!

¡Todo el Poder para los Soviets de Diputados Obreros, Soldados y Campesinos!”.
(Lenin y Stalin, “Obras escogidas, 1917”, pág. 181, ed. Rusa)
La manifestación de junio desfiló con las consignas bolcheviques formuladas por Stalin en aquella proclama.

El Partido hizo un gran trabajo entre los soldados, tanto en el frente como en la retaguardia. Se crearon organizaciones militares del Partido, adjuntas al Comité Central, y en muchas grandes ciudades. Se editaron periódicos especiales: “Soldatskaia Pravda” y “Ocopnaia Pravda”, que llevaban conciencia y organización a la lucha de las masas de soldados.

El camarada Stalin dedicaba gran atención a estos periódicos, no sólo en el sentido de su dirección general, sino participando directamente en ellos. Sobre todo, escribió mucho en la “Soldatskaia Pravda”.
Los periódicos bolcheviques eran muy populares en el frente y en la retaguardia. Las masas de soldados se liberaban rápidamente de las ilusiones defensistas.

Más difícil les era a los bolcheviques el trabajo en las unidades nacionales. No sólo tenían que actuar allí contra el chovinismo de gran potencia, sino también contra el nacionalismo local, lo cual exigía una línea exactamente bolchevique en el problema nacional.

Stalin expuso esta línea en su informe ante la Conferencia de las organizaciones militares del Partido de toda Rusia, el 16 de junio de 1917. En la resolución adoptada por la Conferencia a propuesta suya, resolución que sirvió de base para el trabajo ulterior del Partido en las unidades formadas por elementos nacionales, leemos:

“La Conferencia está firmemente convencida de que, sólo reconociendo enérgica y definitivamente el derecho de cada nacionalidad a la autodeterminación, sólo reconociéndolo en la práctica, y no únicamente de palabra, se puede afirmar entre los pueblos de Rusia una confianza fraternal y abrir así el camino para su unificación efectiva, para su unificación voluntaria, y no impuesta por la violencia, a fin de formar un conjunto estatal único”.
El Gobierno Provisional, apoyado por mencheviques y socialrevolucionarios, continuaba la guerra imperialista. Lanzó a los soldados a una ofensiva, calculando que, cualquiera que fuese el resultado, conseguiría por aquella aventura que todo el Poder quedara en manos de la burguesía.

Los rumores sobre la preparación de la ofensiva, sobre la implantación de la pena de muerte en el frente, sobre el acuerdo de descargar Petrogrado de obreros y soldados revolucionarios, etc., todas aquellas medidas, que tenían por objeto fortalecer el Gobierno Provisional contrarrevolucionario, hicieron que los obreros y los soldados salieran de nuevo a la calle. Centenares de miles de manifestantes se dirigieron en los días de julio hacia el Soviet de Petrogrado y hacia el Comité Ejecutivo Central de los Soviets de toda Rusia, exigiendo que tomaran el Poder en sus manos y pusieran término a la guerra imperialista.

Las masas trabajadoras veían claramente que la burguesía, y con ella mencheviques y socialrevolucionarios, querían liquidar la revolución con ayuda de los generales zaristas. Los bolcheviques plantearon en forma clara y tajante a las masas revolucionarias este dilema: O vence plenamente la contrarrevolución, o se hace una nueva revolución.

La manifestación de obreros y soldados, el 3-5 de julio, en Petrogrado, fue tiroteada. El Partido bolchevique, en realidad, fue declarado al margen de la ley. Había terminado el período de la dualidad de poderes.

Del 26 de julio al 3 de agosto, se celebró el VI Congreso del Partido bolchevique. Transcurrió en la clandestinidad. Lenin no asistió a él. Perseguido por el Gobierno de Kerenski, tenía que vivir oculto. El Congreso trabajó bajo la dirección inmediata de Stalin, a base de directivas dadas por Lenin.

El VI Congreso del Partido tiene gran importancia histórica. Encauzó la actividad del Partido hacia la preparación práctica de la insurrección armada. La atención del Congreso se concentró en dos informes del camarada Stalin: el informe político del C.C. y el informe sobre la situación política.

“Antes de pasar a informar sobre la actividad política del C.C. durante los dos meses y medio que acaban de transcurrir – decía Stalin –, creo necesario subrayar el hecho fundamental que ha determinado la labor del C.C. Me refiero al desarrollo que ha adquirido nuestra revolución, que plantea el problema de la intervención en las relaciones económicas y el de la forma de control sobre la producción; que plantea la entrega de la tierra a los campesinos, el paso del Poder de las manos de la burguesía a las de los Soviets de Diputados Obreros y Soldados. Todo esto determina la gran profundidad de nuestra revolución que ha empezado a caracterizarse como revolución socialista, como revolución obrera”.
En su informe sobre la situación política, el camarada Stalin desarrolló los problemas de táctica del Partido en relación con el cambio de la situación política que se había producido en el país después del 3-5 de julio. Fin de la dualidad de poderes, orden de detención contra Lenin, leyes de excepción contra los bolcheviques, disolución de las unidades revolucionarias de la guarnición de Petrogrado y de la Guardia Roja: todo ello demostraba que había terminado el período de desarrollo pacífico de la revolución.

“Hasta el 3 (16) de julio – dice el camarada Stalin –, era posible una victoria pacífica, era posible que el Poder pasara pacíficamente a manos de los Soviets. Si el Congreso de los Soviets hubiera acordado tomar el Poder, los kadetes, creo yo, no se habrían atrevido a manifestarse abiertamente en contra de los Soviets, porque semejante actitud habría estado de antemano condenada al fracaso. Pero ahora, cuando la contrarrevolución se ha organizado y se ha hecho más fuerte, decir que los Soviets, porque semejante actitud habría estado de antemano condenada al fracaso. Pero ahora, cuando la contrarrevolución se ha organizado y se ha hecho más fuerte, decir que los Soviets pueden por vía pacífica tomar el Poder, es hablar por hablar. El período pacífico de la revolución ha terminado; empieza el período no pacífico, el período de los choques y de las explosiones”.
En el VI Congreso del Partido, el camarada Stalin rebatió en forma decisiva la salida trotskista de Preobrazhenski, sobre la imposibilidad de la victoria del socialismo en Rusia sin una revolución proletaria en Occidente.

“No está excluida la posibilidad
– indicaba entonces el camarada Stalin – de que precisamente Rusia sea el país que trace el camino hacia el socialismo. Ningún país ha gozado hasta ahora de la libertad que ha habido en Rusia, ningún otro ha probado a poner en práctica el control de los obreros sobre la producción. Además, la base de nuestra revolución es más amplia que en la Europa occidental, donde el proletariado está cara a cara con la burguesía, en completa soledad. En nuestro país, apoyan a los obreros los sectores más pobres de los campesinos… Hay que arrojar a un lado la caduca idea de que sólo Europa puede indicarnos el camino. Existe un marxismo dogmático y un marxismo creador. Yo piso el terreno de este último”.
Bujarin, que habló en este Congreso, expuso a su vez puntos de vista trotskistas, afirmando que los campesinos eran defensistas, que formaban un bloque con la burguesía y que de ningún modo seguiría a la clase obrera.

Rebatiendo enérgicamente estos puntos de vista, el camarada Stalin decía que hay diferentes clases de campesinos, que había campesinos ricos, que efectivamente apoyaría a la burguesía imperialista y perderían con la revolución socialista, pero que había también campesinos pobres que son aliados de la clase obrera y le apoyaban en la lucha por el triunfo de la revolución socialista.

El Congreso rechazó todas las enmiendas de Preobrazhenski, Bujarin y otros oportunistas, y aprobó el proyecto de resolución del camarada Stalin.

De este modo, llevando a la práctica las indicaciones de Lenin, Stalin agrupó estrechamente al Congreso del Partido en torno a la tarea fundamental: derrocar el Gobierno burgués e implantar el Poder de los obreros y campesinos pobres.

La contrarrevolución burguesa, que había crecido al amparo de los mencheviques y socialrevolucionarios, se hacía cada vez más descarada.

Pero también crecía las fuerzas de la revolución.

La atmósfera revolucionaria estaba cada vez más caldeada en el país. De día en día aumentaba la mayoría de los bolcheviques en los Soviets de Diputados Obreros y Soldados en Petrogrado y en Moscú.

“La revolución no ha muerto
– escribía el camarada Stalin en una proclama dirigida a todos los trabajadores, a todos los obreros y soldados de Petrogrado –, no ha hecho más que ocultarse manteniéndose en acecho para después, habiendo reunido nuevos partidarios, arrojarse con nuevas fuerzas sobre sus enemigos…

¡Habrá nuevos combates!

¡Habrá nuevas victorias!

¡El secreto está en afrontar con honor y de una manera organizada los combates inminentes!

¡Obreros! Os ha correspondido el honroso papel de dirigentes de la revolución rusa. Agrupad las masas a vuestro alrededor y reunidlas bajo la bandera de nuestro Partido. Recordad que, en los difíciles momentos de los días de julio, cuando los enemigos del pueblo disparaban contra la revolución, el Partido bolchevique fue el único que no abandonó los barrios obreros. No olvidéis que, en aquellos días difíciles, mencheviques y socialrevolucionarios estaban con los que aniquilaban y desarmaban a los obreros.

¡Venid bajo nuestra bandera, camaradas!

¡Campesinos! Vuestros dirigentes no han justificado las esperanzas que en ellos cifrabais. Se han ido tras la contrarrevolución, y vosotros seguís sin tierra, porque mientras domine la contrarrevolución no recibiréis las tierras de los terratenientes. Los obreros son vuestros únicos aliados fieles. Sólo en alianza con ellos obtendréis la tierra y la libertad. ¡Agrupaos, pues, junto a los obreros!

¡Soldados! La fuerza de la revolución está en la unión entre el pueblo y los soldados. Los ministros se suceden, pero el pueblo queda. ¡Permaneced siempre al lado del pueblo y luchad en sus filas!”
(Lenin y Stalin, “Obras escogidas, 1917”, pag. 235, ed. Rusa.)
El Partido bolchevique daba cohesión a las masas de obreros y campesinos, encaminándolas a hacer más honda la revolución, desenmascarando sistemáticamente las maquinaciones y los actos de la contrarrevolución.

En su artículo “Contra la reunión de Moscú”, el camarada Stalin explicaba lo que la burguesía trataba de conseguir convocándola.

“Convocar una reunión de comerciantes e industriales, de terratenientes y banqueros, de miembros de la Duma zarista y de mencheviques y socialrevolucionarios ya domesticados, para conseguir que esta asamblea, declarada “Conferencia de Estado”, apruebe la política del imperialismo y de la contrarrevolución, cargando el peso de la guerra sobre los hombros obreros y campesinos: ésta es la “salida” para la contrarrevolución…

No es difícil comprender que, en semejantes circunstancias, la reunión convocada de Moscú para el 12 de agosto no puede menos de convertirse en un órgano de complot de la contrarrevolución contra los obreros, a los que amenazan con lock-outs y paro forzoso; contra los campesinos, a los que no ‘no dan’ la tierra; contra los soldados, a los que se priva de la libertad que ha conquistado en los días de la revolución; en un órgano de conspiración encubierto por ‘frases socialistas’ de los socialrevolucionarios y mencheviques, que apoyan esa reunión”. (Lugar citado, pág. 300.)

Por eso los obreros avanzados deben:

“1) Arrancar a la conferencia la máscara de representación popular, poniendo de manifiesto su carácter contrarrevolucionario, antipopular.

2) Desenmascarar a los mencheviques y sociarevolucionarios, que cubren esta reunión con la bandera de la ‘salvación de la revolución’ e inducen a engaño a los pueblos de Rusia.

3) Organizar mítines de masas como protesta contra esa maniobra contrarrevolucionaria de los ‘salvadores’… de las ganancias de terratenientes y capitalistas.

Sepan los enemigos de la revolución que los obreros no se dejarán engañar, que no soltarán de sus manos la bandera de combate y de la revolución”. (Lugar citado, pág. 300).
Y en efecto, los proletarios de Moscú respondieron al llamamiento del Partido con una huelga general de protesta, en la que tomaron parte más de 400.000 obreros.

“Moscú está en huelga. ¡Viva Moscú!”
– escribía por aquellos días el camarada Stalin.
Tras los bastidores de la Conferencia de Moscú, con la participación de Kerenksi, con el conocimiento de Tseretelli y con la colaboración de mencheviques y socialrevolucionarios, se preparaba la sublevación de Kornílov que amenazaba con anegar a Rusia en sangre de obreros y campesinos. En aquellos días críticos, el Partido movilizó todas sus fuerzas para rechazar la contrarrevolución.

En su artículo “Lo que nosotros exigimos”, escribía Stalin:

“En la lucha que actualmente tiene luchar entre el Gobierno de coalición y el partido de Kornílov, no luchan la revolución y la contrarrevolución, sino dos métodos distintos de política contrarrevolucionaria; y el partido de Kornílov, el peor enemigo de la revolución, no se para en barras para iniciar, una vez abandonada Riga, la marcha contra Petrogrado, con objeto de preparar las condiciones necesarias para la restauración del antiguo régimen”. (Lugar citado, pág 365.)

El Partido exige:

“1) Que sean destituidos inmediatamente los generales contrarrevolucionarios, tanto en el frente como en la retaguardia, reemplazándolos con los que elijan los soldados y los oficiales, y que, en general, se democratice por completo el ejército, de abajo arriba.

2) Que se restablezcan las organizaciones revolucionarias de soldados, las cuales son las únicas capaces de establecer una disciplina democrática en el ejército.

3) Que se suprima toda clase de represiones, y en primer lugar la pena de muerte.

4) Que todas las tierras de los terratenientes se pongan en seguida a disposición de los comités de campesinos y se proporcionen aperos de labranza a los campesinos más pobres.

5) Que implante por la ley la jornada de ocho horas y la organización de un control democrático sobre las fábricas, los talles y los bancos con predominio de representación obrera.

6) Que se democratice completamente la hacienda pública, y, ante todo, que sean gravados sin contemplaciones los capitales y las propiedades, y confiscadas las escandalosas ganancias de guerra.

7) Que se organice debidamente el intercambio de productos entre la ciudad y el campo, de modo que la ciudad reciba los vivieres que necesita y el campo de los artículos que precisa.

8) Que se proclame inmediatamente el derecho de los pueblos de Rusia a la autodeterminación.

9) Que se restablezcan las libertades, se decrete la República democrática y la convocatoria inmediata de la Asamblea Constituyente.

10) Que sean anulados los tratados secretos con los aliados y se propongan las condiciones de una paz democrática general.

El Partido declara que, si no se realizan estas reivindicaciones, no es posible salvar la revolución, que lleva medio año ahogándose en la guerra y en la ruina general.

El Partido declara que el único camino posible para realizar dichas reivindicaciones es la ruptura con los capitalistas, la liquidación completa de la contrarrevolución burguesa y el paso del Poder en el país a manos de los obreros, campesinos y soldados revolucionarios.

Esta es la única salida que puede salvar del hundimiento al país y a la revolución”. (Lugar citado, pág. 366.)
La experiencia de la sublevación de Kornílov convenció a las grandes masas trabajadoras de que los bolcheviques tenían razón. Vieron que sólo luchando por deshacer el poder de capitalistas y terratenientes, se podía salvar la revolución. LA ofensiva de la contrarrevolución levantó y puso en movimiento a toda la clase obrera, a todos los trabajadores.

El Partido bolchevique preparó activamente a obreros, soldados y campesinos pobres para la insurrección armada. Lenin decía que, teniendo como tenían ya la mayoría en los Soviets de Petrogrado y de Moscú, los bolcheviques podían y debían tomar el Poder del Estado.

El 10 (23) de octubre, con participación de Lenin, se celebró la histórica sesión del Comité Central del Partido, en la que se acordó iniciar la insurrección armada pocos días después.

El 16 (29) de octubre se trató el problema de la insurrección en una sesión ampliada del Comité Central del Partido, juntamente con la Comisión Ejecutiva del Comité de Petrogrado, la organización militar, fracciones de sindicatos, de comités de fábricas y con el Comité regional de Petrogrado.

En las dos sesiones se pronunciaron contra la insurrección armada de Kámenev y Zinóviev.

El camarada Stalin, defendiendo las proposiciones de Lenin, decía:

“Lo que proponen Kámenev y Zinóviev, objetivamente, permite a la contrarrevolución organizarse. Vamos a estar retirándonos siempre, hasta hundir la revolución… Hay aquí dos líneas: una pone rumbo a la victoria de la revolución y mira a Europa; la otra no cree en la revolución y calcula ser sólo oposición. El Soviet de Petrogrado ha emprendido ya el camino de la insurrección, al negarse a sancionar la salida de tropas. La escuadra se ha sublevado ya, puesto que ha ido contra Kerenski”. (Stalin, “En el camino hacia Octubre”, pág. 268, ed. Rusa.)
En la sesión cerrada celebrada por el C.C. del Partido el 16 (29) de Octubre, se creó un Centro del Partido para dirigir la insurrección, al frente del cual estaba el camarada Stalin. Este Centro era el núcleo dirigente del Comité Militar Revolucionario y fue el que dirigió prácticamente la insurrección.

En vísperas de la insurrección armada, el 24 de octubre (6 de noviembre), el mismo día en que Lenin escribía en su carta a los miembros del C.C. que “la dilación en el actuar equivale a la muerte”, el camarada Stalin dirigía, en el editorial del periódico “Rabochi Put” (“La Senda Obrera”), un cálido llamamiento a los trabajadores:

“Ha llegado el momento en el que el aplazamiento constituye una amenaza para toda la causa revolucionaria.

Hay que sustituir el actual gobierno de los terratenientes y capitalistas por un gobierno nuevo de obreros y campesinos…

El Poder debe pasar a manos de los Soviets de Diputados Obreros, Soldados y Campesinos.

Tiene que situarse en el Poder un nuevo gobierno, elegido por los Soviets, un gobierno que los Soviets puedan disolver y que sea responsable ante los Soviets”.
(Lenin y Stalin, “Obras escogidas, 1917”, págs. 588-589.)
El 25 de octubre (7 de noviembre), los soldados y obreros armados, dirigidos por el Partido de Lein y Stalin, derribaron el Gobierno provisional contrarrevolucionario.
El Comité Militar Revolucionario del Soviet de Obreros y Soldados de Petrogrado puso oficialmente en conocimiento de todos los ciudadanos de Rusia que el Poder del Estado había pasado a sus manos, como órgano colocado al frente del proletariado y de la guarnición de Petrogrado, y que “la causa por la que luchaba el pueblo: ofrecimiento inmediato de una paz democrática, abolición de la propiedad de los terratenientes sobre la tierra, control obrero de la producción y formación de un Gobierno Soviético, estaba asegurada”. (Lugar citado, pág. 590.)
Aquel mismo día, habló en una reunión del Soviet de Diputados Obreros y Soldados de Petrogrado Vladimir Ilich Lenin, diciendo:

“¡Camaradas! La revolución obrera y campesina, de cuya necesidad hablaban constantemente los bolcheviques, se ha realizado.

¿Qué significación tiene esta revolución obrera y campesina? Ante todo, este movimiento significa que tendremos un Gobierno Soviético, un órgano de Poder propiamente nuestro, sin participación alguna de la burguesía. Las masas oprimidas crearán ellas mismas un Poder. Quedará deshecho a raíz del viejo aparato estatal y se constituirá un nuevo aparato de dirección, las organizaciones soviéticas.

Comienza desde ahora un nuevo período de la historia de Rusia, y esta revolución, la tercera en Rusia, debe conducir el último término a la victoria del socialismo.

Una de las tareas inmediatas que se nos plantea es la necesidad de poner fin a la guerra, estrechamente enlazada con el actual régimen capitalista, todo el mundo comprende que es necesario vencer al propio capital”.
(Lugar citado, pág. 593.)
En la noche de aquel mismo día, inició sus sesiones el II Congreso de los Soviets de toda Rusia, aprobando por aplastante mayoría de votos la resolución sobre el paso del Poder a los Soviets:

“Apoyándose en la voluntad de la inmensa mayoría de los obreros, soldados y campesinos y en la insurrección triunfante llevada a cabo por los obreros y la guarnición de Petrogrado, el Congreso toma en sus manos el Poder”. (Lugar citado, pág. 596.)
Se constituyó el primer Gobierno Soviético, bajo la presidencia de Lenin y con la participación del camarada Stalin, en calidad de Comisario del Pueblo de las Nacionalidades.
¿Cómo se explica que el Partido, a pesar de todas las dificultades, de las que se daba perfecta cuenta, a pesar de los gemidos de pánico y de la traición directa de dos miembros del C.C., los capituladores Kámenev y Zinóviev, apoyara en forma tan unánime a Lenin y a Stalin en la preparación y realización de la insurrección armada?
Lo explica el hecho de que Lenin hubiera preparado infatigable al Partido para la revolución socialista. El hecho de que, a lo largo de toda la historia del Partido, Lenin lo preparó para la insurrección armada. El hecho de que el camarada Stalin, en toda su actuación revolucionaria, con su trabajo práctico, con su agitación y su propaganda, clavó en la mente de los miembros del Partido de la convicción de que sólo una insurrección armada victoriosa podía llevar a establecer la dictadura del proletariado. Lo explica, por último, el hecho de la consigna de la insurrección armada, que era la consigna que más constantemente mantenía el Partido en toda su agitación y propaganda, penetró con mayor profundidad en la conciencia de las masas.
Por tanto, si abarcamos con una mirada toda la actividad del camarada Stalin para preparar y llevar a cabo la insurrección armada de Octubre, podemos decir que fue un período en el que se convirtió, para decirlo con sus palabras, en maestro de la revolución.

“Por último
– cuenta el camarada Stalin –, recuerdo el año 1917, cuando, por voluntad del Partido, después de peregrinar por cárceles y deportaciones, fui enviado a Leningrado. Allí, entre los obreros rusos, en contacto directo con el gran maestro de los proletarios de todos los países con el camarada Lenin, en la tempestad de grandiosos choques entre el proletariado y la burguesía, en las condiciones de una guerra imperialista, comprendí por primera vez lo que significa ser uno de los dirigentes del gran Partido de la clase obrera. Allí, entre los obreros rusos, libertadores de pueblos oprimidos, entre los iniciadores de la lucha proletaria, de todos los países y pueblos, recibí mi tercer bautismo de fuego revolucionario. Allí, en Rusia, bajo la dirección de Lenin, me convertí en uno de los maestros de la revolución”. (“Pravda”, 16 de junio de 1926).
VIII 

Lenin formuló con especial claridad las tareas que se planteaban ante el Partido y ante el proletariado después de la toma del Poder. Habló de las dificultades que había que vencer para cumplirlas con éxito.

Lenin ponía frente a todo el mundo capitalista un país agotado hasta lo indecible por la guerra imperialista, con una economía desorganizada; un país hambriento, un país multinacional, en el que la opresión secular del zarismo había hecho que más de la mitad de sus habitantes miraran con profunda desconfianza todo lo ruso; un país en el que la contrarrevolución no estaba todavía completamente deshecha, sino que se hallaba dispuesta a vender a su patria a cualquier enemigo, con tal de derribar el Poder de los bolcheviques.

Al hacerlo, dio a los proletarios de todos los países una lección práctica de cómo debe un partido revolucionario cumplir con sus tareas internacionales.

En esa lucha titánica, Stalin es la mano derecha de Lenin.

Los primeros actos políticos de Lenin y Stalin van ahora a conquistar para el Poder Soviético a las masas campesinas de todas las nacionalidades de Rusia y a consolidar esa conquista.

“Paz, revolución en el campo y libertad nacional – escribía más tarde Stalin – : tales son los tres puntos fundamentales que han agrupado alrededor de la bandera roja del proletariado ruso a los campesinos de más de veinte naciones de la inmensa Rusia”. (Stalin, “El marxismo y el problema nacional-colonial”, pág. 115, ed. Rusa.)

El 26 de octubre (8 de noviembre) de 1917, el II Congreso de los Soviets aprobó los decretos sobre la paz y sobre la tierra, redactados por Lenin.

El 16 (3) de noviembre de 1917, se publicó la “Declaración de derechos de los pueblos de Rusia”, redactada por Stalin. Esta Declaración proclama los siguientes principios de política nacional del Poder Soviético:

1. Igualdad y soberanía de los pueblos de Rusia.

2. Derecho de los pueblos de Rusia a la libre autodeterminación, incluso a la separación y formación de un Estado independiente.

3. Abolición de toda clase de privilegios y restricciones nacionales y nacional-religiosas.

4. Libre desarrollo de las minorías nacionales y grupos etnográficos que pueblan el territorio de Rusia.

Como Comisario del Pueblo de las Nacionalidades, el camarada Stalin realizó de un modo consecuente y práctico la igualdad completa de las naciones, la liquidación de todas las formas de opresión nacional y de desigualdad de derechos entre las diversas nacionalidades.

Colocando juntamente con Lenin los cimientos del Estado Soviético y fortaleciéndolo, Stalin desarrolló al mismo tiempo una enorme labor práctica, en todas las esferas de la actividad económica y administrativa, y especialmente en los llamados sectores débiles. Esta labor fue tan diversa, que es imposible enumerarla. Me limitaré a poner un solo ejemplo.

En el verano de 1918, cuando la lucha por el trigo se convirtió en una lucha por el socialismo, Lenin envió a Stalin a Tsaritsin, y en un plazo brevísimo, venciendo dificultades inverosímiles, empezó a enviar desde allí trenes cargados de víveres para Moscú y Petrogrado, Ivanovo-Vosnesensk y otros centros industriales. A este período corresponde el telegrama sumamente característico que dirigió a Lenin, Sverdlov, a Tsiurupa, al Consejo Militar Revolucionario y al Comisario del Pueblo de Ferrocarriles, telegrama que refleja en cierto modo la manera de trabajar stalinista.

“Para preparar el expedir inmediatamente a Moscú diez millones de puds de trigo y unas diez mil cabezas de ganado, es necesario poner a disposición de la Comisión Extraordinaria de Abastecimientos setenta y cinco millones de metálico, a ser posible en billetes pequeños, y unos treinta y seis millones de rublos en artículos diversos: horcas, hachas, clavos, tornillos, tuercas, cristales para ventanas, utensilios de cocina, segadoras y piezas de recambio para ellas, remaches, llantas, segadoras-atadoras, apisonadoras, cerillas, arreos de caballo, calzado, percal, tejidos de punto, calicó, crudillo, madapolán, nansú, dril, sarga, satén, cheviot, paño para trajes de mujer y de hombre, diversos cueros, conservas, té, guadañas, sembradoras, platos, arados, sacos, lona, botas de goma, pinturas, lacas, herramientas de herrería y carpintería, limas, ácido fénico, aguarrás, sosa. La Comisión no tiene más que unos quince millones en metálico y otros diez en artículos diversos. El dinero y los artículos indicados deben enviarse sin demora. Que Trotski dé a todos los jefes de destacamento en el frente y al Estado Mayor de Snesarev orden telegráfica de que no requisen los cargamentos de víveres y artículos manufacturados, que dejen pasar sin dificultades nuestros trenes y presten ayuda a nuestros comités de abastos. Una copia a Stalin. Por orden telegráfica, el Comité Ejecutivo Central debe obligar inmediatamente a los Soviets de Kuaban, de Tersk y de Stavropol a respetar los precios de tasa, a no fomentar los envíos de víveres realizados por iniciativa particular ni la expotación aislada por provincias, comarcas y distritos, sino a colaborar por todos los medios con Stalin y la Comisión. Una copia a Stalin. Kóbosev y Nevski deben dar inmediatamente a los agentes de ferrocarriles de todas las líneas del sur de Rusia orden telegráfica de no admitir, bajo su exclusiva responsabilidad, cargamentos de víveres que no vayan dirigidos a la Comisión o al Comisariado, ni viajeros que lleven saco con trigo. Copia a Stalin. Lo mismo y en la misma forma deben Kóbosev y Nevski con todos los agentes de navegación del Volga. Copia a Stalin. El Comisariado del Pueblo de Abastecimiento deben enviar una orden circular a todos los comités de abastos de provincias y a todos los Soviets, especialmente a Oréjovo-Suievo y demás ciudades industriales, ordenando que no envíen agentes suyos al sur en busca de trigo, ya que todo el trigo almacenado lo enviaremos a Moscú por tierra y a Nishny por vía fluvial. Copia a Stalin. Insistimos en que se impersonalicen los cargamentos de víveres enviados desde el sur; nos desentendemos de las funciones de distribución, dejándolas por entero a la Comisión de Abastecimiento de la región del Volga, limitándonos a almacenar y transportar a dos puntos: Moscú y Nishny, donde proponemos que el Comisariado de Abastecimiento organice almacenes de base y oficinas de distribución para toda Rusia; se exceptúan Bakú, el Turkestán y la provincia de Astraján, próximos al sur, cuyas necesidades podemos satisfacer directamente. Se ha iniciado la construcción del ferrocarril de Kisliarsk. El Comisario del Pueblo: Stalin”.

Lugar especial ocupa la actividad militar del camarada Stalin durante la guerra civil. Su valor no reside sólo en las victorias, sino también en la alta calidad de sus iniciativas estratégicas y tácticas, en la forma en que supo organizar y dirigir la fuerza de combate para obtener el máximo resultado en daño inferido al enemigo.

La actividad militar de Stalin exige un trabajo aparte, escrito por un gran hombre. Es notable el telegrama que, en mayo de 1919, envió Lenin a los defensores de Tsaristin, telegrama que demuestra en cuán alto grado apreciaba Lenin la labor militar de Stalin. Decía Lenin: “Destacad inmediatamente un grupo de hombres que hayan trabajado en Tsaritsin con más responsabilidad y con más energía, que hayan tomado parte en la realización de las medidas propuestas por Stalin para la defensa de Tsaritsin, y encargadles que comiencen a aplicar todas esas medidas con las mismas energías”.

Voroshílov describe con las palabras siguientes la labor de Stalin en los frentes de la guerra civil:

“En el período comprendido entre 1918 y 1920, el camarada Stalin fue, quizás, el único hombre a quien el Comité Central enviaba de un frente a otro, siempre a los lugares de mayor peligro y donde la revolución se hallaba más amenazada. A Stalin no se le encontraba nunca en los sitios de relativa calma y seguridad, allí donde teníamos éxito. En cambio, se le encontraba siempre en los lugares donde, por cualquier circunstancia, los ejércitos rojos estaban amenazados de disgregación; allí donde las fuerzas contrarrevolucionarias, explotando sus éxitos, amenazaban la existencia del propio Poder de los Soviets, o en aquellos lugares donde la desmoralización y el pánico podían en cualquier momento transformarse en una derrota catastrófica. No dormía. Organizaba. Dirigía con mano firme; salvaba todos los obstáculos, mostrándose implacable; lograba el viraje y salvaba la situación.” (K. Voroshilov, “Stalin y el Ejército Rojo”., pág. 4.)

En una palabra, corresponde al camarada Stalin un papel de trascendencia inmensa en la victoria sobre las banderas blancas y la intervención extranjera.



IX 

Al terminar la guerra civil, el País de los Soviets emprendió el camino pacífico de la construcción económica.

La transición tenía lugar en circunstancias extraordinariamente difíciles: ruina económica, descontento de los campesinos por el sistema de contingentación, cansancio de los obreros por el hambre y la guerra, etc., circunstancias que no dejaron de aprovechar loe enemigos del pueblo. Dirigidas por socialrevolucionarios y otras organizaciones de guardias blancos, se producen sublevaciones de kulaks en Siberia, en Ucrania y en la provincia de Támbov. Estalla la sublevación de Crónstadt.

Se planteó ante el Partido la tarea de trazar una nueva línea de política económica, en concordancia con las condiciones de paz. Ya no era necesario el comunismo de guerra, impuesto por ésta y por el bloqueo. El sistema contingentación se había convertido en un obstáculo para el desarrollo de las fuerzas productivas del campo. Lo más urgente para la construcción socialista era poner nuevamente en pie la industria. Había que crear una nueva base económica para a alianza entre obreros y campesinos.

En aquel difícil período de la vida del Partido y del Estado Soviético, Trotski, Bujarin, Shliapnikov y otros, volvieron a luchar encarnizadamente contra Lenin y el Comité Central, tratando de minar la unidad del Partido, para levantar a los campesinos contra los obreros y hundir el Poder Soviético.

Comenzaron por la discusión sobre el papel de los sindicatos, aunque este problema no era en 1920 el principal problema de la política del Partido. En realidad, se discutía la actitud de la clase obrera respecto a los campesinos y a las masas sin partido, en el momento del paso a la construcción pacífica de la economía.
En la lucha con estos grupos de oposición, la organización del Partido apretó sus filas, levantando una muralla inexpugnable, en torno a Lenin y Stalin. El X Congreso del Partido, que tuvo lugar en marzo de 1921, afirmó esta victoria y adoptó el importantísimo acuerdo de pasar a una nueva política económica, que fortaleciera la alianza de la clase obrera con los campesinos.

En aquel mismo Congreso, según informe del camarada Stalin, el Partido llevó por primera vez al orden del día la unificación de las Repúblicas Soviéticas en un Estado Federal.

El camarada Stalin realizó una considerable labor preparatoria para llevar a la práctica este acuerdo del X Congreso del Partido.

En el X Congreso de los Soviets de toda Rusia (26 de diciembre de 1922) y en el primer Congreso de los Soviets de la U.R.S.S. (30 de diciembre de 1922), después del informe del camarada Stalin, se aprobaron la declaración y el acuerdo de formación de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas.
En su informe, el camarada Stalin caracterizaba con las palabras siguientes este período del desarrollo del país:

“En la historia del Poder Soviético, el día de hoy es un día de transición, un día que marca un jalón entre el período transcurrido, ya viejo, en el que las Repúblicas Soviéticas, aun cuando actuaban en conjunto, procedían cada una por su cuenta, preocupadas, ante todo, por la propia existencia, y el período nuevo, ya iniciado, en el que se pone término a la existencia aislada de cada una de las Repúblicas Soviéticas, en el que las Repúblicas se agrupan en un solo Estado Federal, para luchar eficazmente contra la ruina económica, y en el que el Poder Soviético piensa ya no sólo en existir, sino en llegar a ser una considerable fuerza internacional, que pueda influir en la situación internacional y modificarla en favor de los trabajadores.” (Stalin, “El marxismo y el problema nacional-colonial”, pág. 162, ed. Rusa.)

El XI Congreso del Partido fue el último que se celebró bajo la dirección inmediata de Lenin.

En el primer pleno del Comité Central, después del XI Congreso del Partido, en abril de 1922, se instituyó el cargo de secretario general del C.C. del Partido, y a propuesta de Lenin fue elegido para este cargo el camarada Stalin.

Lenin no pudo ya asistir al XII Congreso del Partido, en abril de 1923: cayó gravemente enfermo. La dirección del Congreso estuvo, por ello, en gran parte a cargo del camarada Stalin, que dio unidad al Congreso sobre la base de la política leninista, luchando contra la eterna confusión de los oposicionistas en el Partido, los cuales no comprendían y tergiversaban la línea de Lenin.

Pero la autoridad de los acuerdos del Congreso y el apoyo unánime que todo el Partido dio a la línea de Lenin y Stalin no consiguieron establecer por largo tiempo en el Partido una labor tranquila. Defendiendo la línea del Partido, el camarada Stalin hubo de rechazar ya en otoño de 1923 nuevos ataques de los trotskistas como desviación pequeñoburguesa del marxismo.
El Partido, la clase obrera y toda la humanidad progresiva recibieron un golpe dolorosísimo. El 21 de enero de 1924 murió Lenin.

En aquellos días de luto, en el II Congreso de los Soviets de la U.R.S.S., en camarada Stalin pronunció ante los restos mortales de Lenin, en nombre del Partido, su gran promesa:

“Nosotros, los comunistas, somos hombres de temple especial. Estamos hechos de una trama especial. Somos los que forman el ejército del gran estratega proletario, el ejército del camarada Lenin. No hay nada más alto que el honor de pertenecer a este ejército. No hay nada superior al título de miembro del Partido, cuyo fundador y jefe es el camarada Lenin…

Al dejarnos, el camarada Lenin nos legó el deber de mantener en alto y conservar en toda su pureza el gran título de miembro del Partido. ¡Te juramos, camarada Lenin, que ejecutaremos con honor este mandato!

Al dejarnos, el camarada Lenin nos legó el deber de velar por la unidad de nuestro Partido como por las niñas de nuestros ojos. ¡Te juramos, camarada Lenin, que ejecutaremos con honor también este mandato!

Al dejarnos, el camarada Lenin nos legó el deber de conservar y fortalecer la dictadura del proletario. ¡Te juramos, camarada Lenin, que no escatimaremos esfuerzo para ejecutar con honor también este mandato!

Al dejarnos, el camarada Lenin nos legó el deber de afianzar con todas nuestras fuerzas la alianza de los obreros y campesinos. ¡Te juramos, camarada Lenin, que ejecutaremos con honor igualmente este mandato!

El camarada Lenin nos hablaba insistentemente de la necesidad de una alianza voluntaria y libre entre los pueblos de nuestro país, de la necesidad de su colaboración fraternal dentro del marco de la Unión Soviética.
Al dejarnos, el camarada Lenin nos legó el deber de reforzar y desarrollar la unión de las repúblicas soviéticas. ¡Te juramos, camarada Lenin, que ejecutaremos con honor también este mandato!

Lenin nos indicó repetidas veces que el fortalecimiento del Ejército Rojo y su perfeccionamiento constituyen una de las tareas esenciales de nuestro Partido…

Juremos, pues, camaradas, que no escatimaremos esfuerzos para fortalecer nuestro Ejército Rojo, nuestra Flota Roja…

Al dejarnos, el camarada Lenin nos legó el deber de permanecer fieles a los principios de la Internacional Comunista. ¡Te juramos, camarada Lenin, que no regatearemos nuestra vida para fortalecer y extender la unión de los trabajadores del mundo entero, la Internacional Comunista!” (I. Stalin, “Lenin”, págs. 25-31.)

La muerte de Lenin causó un profundo dolor en los corazones de los trabajadores de todo el mundo. Pero, sobre todo, sintieron ese dolor y toda su enorme responsabilidad los pueblos de las Repúblicas Soviéticas. Cada cual se preguntaba con inquietud si el Partido Bolchevique podría vender sin Lenin todas las dificultades que le esperaban.
Surgió prácticamente ante el Partido un problema de dirección. Teniendo en cuenta que trataba de escalar la dirección gentes que durante casi toda su vida política habían luchado contra Lenin, contra el bolchevismo, el Partido venció brillantemente esta dificultad. El camarada Stalin fue reelegido secretario del Comité Central del Partido. La unanimidad del Partido era tan fuerte, que los enemigos, tanto los declarados como los encubiertos, que el leninismo tenía en el Partido se “acallaron” por entonces, continuando al mismo tiempo sus maquinaciones encubiertas contra el Partido.

En realidad, la reelección del camarada Stalin como secretario general significaba que la dirección del Partido pasaba a sus manos. Desde aquel momento, pasó sobre él una enorme responsabilidad, como dirigente del Partido, por el fortalecimiento de la unidad del mismo sobre la base del leninismo, por el desarrollo y el afianzamiento del Poder Soviético, por la construcción del socialismo del País de los Soviets.

Desenmascarando el griterío trotskista sobre el peligro de una burocratización del aparato del Partido, decía el camarada Stalin en el XIII Congreso del Partido:
“No es ahí donde está el peligro, sino en la posibilidad de que el Partido quede realmente separado de las masas sin partido. Podéis tener un Partido con un aparato de estructura democrática, pero si no está unido íntimamente con la clase obrera, será una democracia vana, una democracia que nada vale. El Partido existe para la clase. Mientras esté unido a esa clase u mantenga el contacto con ella, mientras cuente con autoridad y respeto entre las masas sin partido, podrá existir y desarrollarse, incluso si tuviera deficiencias burocráticas. Pero si falta todo eso, sea cual fuere la organización del Partido, burocrática o democrática, el Partido perecerá inevitablemente. El Partido es parte de una clase, existe para la clase y no para sí mismo”. (Stalin, “De la oposición”, págs. 89 y 90, ed. Rusa.)

Luego, dio el camarada Stalin una magnífica respuesta a los intentos trotskistas de poner a la juventud frente a los antiguos cuadros del Partido:
“El problema de las generaciones es un problema secundario. La estadística de nuestro Partido y su vida misma demuestran que la generación joven va entrando paso a paso en los cuadros, los cuadros se amplían con la incorporación de la juventud. El Partido ha seguido y seguirá siempre este camino. Sólo quien considere a los cuadros como algo estancado, una especia de estamento privilegiado, que no admite en su seno nuevos miembros, sólo quien vea en los cuadros la guardia militar de los tiempos viejos, que consideran muy ‘por debajo de sí’ a todos los demás miembros del Partido, sólo quien desea abrir una zanja entre los cuadros y la juventud del Partido puede agudizar el problema de la democracia en la cuestión de las generaciones en el Partido. Lo esencial de la democracia no está en el problema de las generaciones, sino en el problema de la iniciativa propia, de la participación activa de los miembros del Partido en su dirección. Así y sólo así es como puede plantearse el problema de la democracia, sino verdaderamente proletario, unido por lazos indisolubles a las masas de la clase obrera”. (Lugar citado, pág. 89.)
No es por casualidad por lo que Lenin llamó a Trotski “veleta”. Trotski pasaba fácilmente de una tendencia política a otra. A Trotski y los suyos les resultaba insoportable el concepto bolchevique de considerar el Partido como un todo monolítico. Por ello, los trotskistas trataron de imponer al Partido su punto de vista, según el cual podía haber en su seno diversas tendencias y fracciones.

Todo bolchevique comprende que aquello constituía una amenaza terrible para el Partido y para la dictadura del proletariado, porque el consentimiento de fracciones y grupos en el seno del Partido abría el camino para una lucha por parte de los elementos contrarrevolucionarios, que no habrían dudado en aprovechar semejantes fracciones y grupos para sus fines.

“En la escala internacional – decía el camarada Stalin – la disposición de fuerzas es tal, que cualquier tentativa de debilitar la autoridad de nuestro Partido y la solidez de la dictadura de nuestro país será aprovechada sin falta por los enemigos de la revolución, como ventajosa para ellos, y lo mismo dará que la tentativa parta de nuestra oposición, como de los socialrevolucionarios y los mencheviques”. (Lugar citado, pág. 93.)

Y así sucedió después con todas las oposiciones.

El camarada Stalin, fiel al juramento pronunciado ante los restos mortales de Lenin, salió en defensa del leninismo con toda la pasión de un combatiente bolchevique. Fue el primero en descubrir y desenmascarar la naturaleza menchevique contrarrevolucionaria del trotskismo, en levantar a todo el Partido para una lucha despiadada contra toda tentativa de sustituir el leninismo por el trotskismo.

En el discurso que pronunció en el Pleno de la fracción del Consejo Central de los Sindicatos de la U.R.S.S., el 19 de noviembre de 1924, dijo el camarada Stalin:

“Trotski, en sus manifestaciones literarias, hace otro intento más (¡otro más!) de preparar el terreno para sustituir el leninismo por el trotskismo. Trotski necesita ‘hasta más no poder’ desprestigiar al Partido y a sus cuadros, que han hecho la insurrección, para pasar después a desprestigiar el leninismo. Y necesita desprestigiar el leninismo para hacer pasar el trotskismo por la ‘única’ ideología ‘proletaria’ (¡no es broma!). Todo esto, naturalmente (¡oh, naturalmente!) bajo una bandera de leninismo, para que todo el contrabando se haga “con el menor riesgo posible”. (Lugar citado, pág. 118.)
Es admirable la colosal energía que mostró por esos años el camarada Stalin. Dirigente de un Partido que traía a la vida a un gran país, que necesitaba de una dirección ideal, orientando el trabajo de todos los cuadros del Partido y de los Soviets, dándoles cotidianamente indicaciones prácticas, el camarada Stalin realizaba, al mismo tiempo, una enorme labor teórica.

A este período corresponden en primer lugar sus famosas conferencias “Sobre los fundamentos del leninismo”, pronunciadas en abril de 1924 en la Universidad Sverdlov. Hay que decir que no se trataba de unas conferencias de tipo corriente, sino de una apasionada defesa del leninismo, su valiente contraposición, ante los ojos de las masas, a las teorías hostiles.
El camarada Stalin ha dado un gran impulso a la teoría revolucionaria marxista-leninista; ha enriquecido con un contenido nuevo todos los problemas fundamentales del marxismo-leninismo, aplicado a las nuevas circunstancias; ha elevado a un nivel más alto la doctrina leninista sobre el imperialismo; ha tratado detalladamente la cuestión del Estado proletario, el problema campesino, el problema nacional, el problema del Partido y de su papel en el sistema de la dictadura del proletariado, problemas de estrategia y de táctica y, por último, el problema del triunfo del socialismo en un solo país y el de las vías de la construcción del socialismo.

A este período corresponde un extenso artículo del camarada Stalin: “La revolución de Octubre y la táctica de los comunistas rusos”, escrito en diciembre de 1924 como prólogo para el libro “En el camino hacia Octubre” y para el folleto “En torno a los problemas del leninismo”, publicado en enero de 1926.

Millones de hombres estudian el marxismo-leninismo en estas obras, no sólo entre nosotros, sino también en el extranjero. Constituyen un material de valor inapreciable para el desarrollo del pensamiento político y para la lucha por los intereses proletarios.
Los trabajos teóricos del camarada Stalin son ejemplo de aplicación de la dialéctica marxista. Prueban una capacidad magnífica para estudiar el proceso del desarrollo, para reflejar todas las particularidades del mismo y, a base de ello, la capacidad de previsión.

La enorme fuerza de las generalizaciones teóricas de Stalin consiste en que siempre están relacionadas con la actuación práctica de las masas. Y respecto a este punto quisiera recordar, como ejemplo, la cuestión de la posibilidad de construir el socialismo en un solo país. Alzando al Partido para la lucha contra el trotskismo, el camarada Stalin no agudizó esta cuestión por casualidad, sino como perspectiva par aun ulterior progreso. Nuestro país terminaba entonces la restauración de su economía. En la estabilización parcial del capitalismo, que se había iniciado, veían los oportunistas el fin de la revolución en Rusia.

“De este modo, tenemos – decía el camarada Stalin – dos estabilizaciones. En un polo se estabiliza el capitalismo, haciéndose fuerte en las posiciones conquistadas y continuando su desarrollo. En el otro polo se estabiliza el régimen soviético, haciéndose fuerte en las posiciones conquistadas y avanzando por el camino que lleva al triunfo.

¿Quién vencerá a quién? He aquí el problema.

¿Por qué se producen estas dos estabilizaciones paralelamente, porqué existen estos dos polos? Porque no hay ya en el mundo un capitalismo único que lo abarque todo. Porque el mundo se ha dividido en dos campos: el campo del capitalismo, a cuyo frente está el capital angloamericano, y el campo del socialismo, con la Unión Soviética al frente. Porque la situación internacional estará determinada cada vez más por la correlación de fuerzas de ambos campos”. (Lugar citado, págs. 172-173.)

Se planteó en la forma más tajante el problema de hacia dónde ir. ¿Podemos construir el socialismo en nuestro país?

El camarada Stalin, frente a todos los escépticos, amigos de lamentaciones y liquidacionistas, contestó franca y claramente que nuestro país, el país de la dictadura del proletariado, cuenta con los elementos necesarios y suficientes para construir una sociedad socialista completa, que podemos construir el socialismo en un solo país tomado por separado.
“¿Qué sucederá – escribía el camarada Stalin – si en la U.R.S.S. van aumentando los éxitos de la construcción socialista? Ello mejorará radicalmente las posiciones revolucionarias de los proletarios de todos los países en su lucha contra el capital, minará las posiciones del capital internacional en su lucha contra el proletariado y dará el máximo de probabilidades al comunismo mundial…

Por ello, construir el socialismo en la U.R.S.S. es trabajar por la causa común de los trabajadores de todos los países, significa forjar la victoria sobre el capital no sólo en la U.R.S.S., sino en todos los países capitalistas, porque la revolución en la U.R.S.S. es una parte de la revolución mundial, su principio y la base de su desarrollo”. (Lugar citado, pág. 457.)
Colocando en el centro de toda la política económica del Estado Soviético la industrialización del país, el camarada Stalin, como reformador genial, orientó todos los recursos materiales, todas las fuerzas creadoras del país a la realización de esa tarea angular, esencial. A los faltos de fe, amigos de lamentaciones, a los que no venían la meta socialista de aquella grandiosa labor, les decía el camarada Stalin:

“El Partido no puede dirigir la construcción sin tener unos horizontes claros, sin un objetivo nítido. No podemos vivir con la receta de Bernstein: ‘El movimiento lo es todo; el fin, nada’. Nosotros, al contrario, como revolucionarios, debemos impulsar nuestro movimiento hacia adelante, debemos dirigir nuestro trabajo práctico a lo que es fundamentalmente el objetivo de clase, a la construcción proletaria. Sin ella, nos hundiremos en la charca del oportunismo, indudable e inevitablemente.

Hay más aún. Sin perspectivas claras en nuestra construcción, sin la seguridad de construir el socialismo, las masas obreras no pueden tomar parte de una manera consciente en la construcción, no pueden dirigir conscientemente a los campesinos. Sin la seguridad de edificar el socialismo, no puede haber voluntad de construirlo. ¿Quién puede tener ganas de construir sabiendo que no llevará a cabo la obra? Por ello, la falta de horizontes socialistas lleva, inevitable e indudablemente, en nuestra construcción, a un debilitamiento de la voluntad del proletariado para esa edificación”. (Lugar citado, págs. 361-362.)

La XIV Conferencia del Partido, en abril de 1925, aprobó este principio leninista-staliniano, como ley del Partido. Los zinovievustas, puestos entre la espada y la pared, para disimular, votaron en la Conferencia en favor de esta ley del Partido, proponiéndose dar la batalla en el XIV Congreso.

Partiendo del principio de que es posible la construcción del socialismo en un solo país, el camarada Stalin llevó con toda consecuencia al orden del día el problema de la industrialización del país, como base de la línea general del Partido.

Lo planteó en el XIV Congreso, en diciembre de 1925.

En su informe político, trazó el camarada Stalin un cuadro exacto de los progresos realizados por la Unión Soviética en el terreno político y económico, progresos debidos a las ventajas del sistema económico soviético. Al mismo tiempo, el camarada Stalin aconsejaba no dormirse sobre los laureles, sino tener en cuenta que nuestro país es un país atrasado y que está rodeado por un cerco capitalista hostil.
“Trabajamos y construimos – decía – en medio de un cero capitalista. Lo cual quiere decir que nuestra economía y nuestra construcción se desenvolverán entre contradicciones y choques de nuestro sistema económico con el de la economía capitalista. Esta contradicción no podremos evitarla de ningún modo. Es el terreno en el que habría de tener lugar la lucha entre dos sistemas: el socialista y el capitalista. Y quiere decir, además, que nuestra economía debe edificarse no sólo en oposición con la economía capitalista en el exterior, sino también en oposición con diversos elementos del interior de nuestro país, en oposición de los elementos socialistas contra los elementos capitalistas.

De aquí se deduce que debemos construir nuestra economía de modo que nuestro país no quede convertido en un apéndice del sistema mundial capitalista, de modo que no quede incluido en el sistema general de desarrollo capitalista, como una de sus empresas accesorias; de modo que nuestra economía no se desarrolle como una empresa auxiliar del capitalismo mundial, sino como unidad económica independiente, apoyada, ante todo, en el mercado interior, basada en el íntimo contacto de nuestra industria con la economía agraria de nuestro país”.

La tarea cardinal que el camarada Stalin planteó para el Partido consistía en “convertir a nuestro país, de agrario en industrial; en un país capaz de producir por sus propias fuerzas la maquinaria necesaria”. En ello, decía, “está la esencia, la base de nuestra línea general”. (Lugar citado, pág. 488.)

Al plan leninista-staliniano de industrialización socialista enfrentó la “nueva oposición” de los zinovievistas un plan burgués a lo Dawes para la U.R.S.S., negando con los trotskistas que fuera posible construir el socialismo en un solo país. Según este plan, la Unión Soviética debía seguir siendo un país agrario, sirviendo de apéndice a los países capitalistas altamente desarrollados.
El camarada Stalin desenmascaró este plan de traición de los zinovievistas, como plan de esclavización de la U.R.S.S., y descubrió el fondo trotskista y menchevique de la “nueva oposición”, que trataba de dividir el Partido y de poner en peligro la dictadura del proletariado.

El Congreso del Partido deshizo los intentos de todas las oposiciones para destruir la alianza de la clase obrera con los campesinos laboriosos. Desenmascarando a los oportunistas de derecha (bujarinistas), que trataban de rebajar la importancia del peligro de los kulaks, y a los oportunistas “de izquierda” (zinovievistas), que estaban poseídos del miedo a los kulaks y menospreciaban la importancia de os campesinos medios, el camarada Stalin contestó a la pregunta de cuál de las dos oposiciones era la peor, diciendo:

“Ambas, la primera y la segunda desviación, son peores. Y si estas desviaciones ganasen terreno, serían capaces de descomponer y aniquilar a nuestro Partido. Dentro de nuestro Partido hay, por fortuna, fuerzas suficientes para cortar de cuajo la primera y la segunda desviación”.

“La significación histórica del XIV Congreso del P.C.(b) de la U.R.S.S. – escribía más tarde el camarada Stalin – consiste en que ha sabido poner al desnudo hasta en su raíz los errores de la nueva oposición, en que ha dado al traste con su falta de fe y sus lamentaciones, en que ha trazado clara y nítidamente el camino para seguir luchando por el socialismo, ha dado el Partido en camino para seguir luchando por el socialismo, ha dado al Partido un camino de vitorias y, con ello, ha infundido el proletariado la fe inquebrantable en el triunfo de la edificación socialista”. (Stalin, “Los problemas del leninismo”, pág. 156, ed. Rusa.)


Nota:

La Cheká ha extraído este texto del libro El sexagésimo aniversario de Stalin de M. Kalinin. Moscú: Ediciones en Lenguas Extranjeras, 1939.