Día a día el dólar sube, y el anuncio de una
hiperinflación inducida está rondando. Los comerciantes remarcan precios
en permanencia, el poder del Estado no se siente en fiscalizaciones,
clausuras, sino que la impunidad de la especulación y la híper-ganancia
es la realidad para millones.
Como si se tratara de una piedra que intenta desgastar, la derecha
golpea y golpea sin pausa. Si un ataque no da los resultados esperados,
entonces intenta otro. Nunca se sabe exactamente por dónde vendrá el
nuevo cross, si golpeará en el estómago, la cara, por la espalda o en el
tobillo. Que llegará es seguro, lo ha demostrado la dinámica política
de los últimos años.
Estamos en medio de uno de esos momentos donde el impacto está en
pleno desarrollo. El epicentro es el ataque sobre la moneda: el dólar
ilegal paralelo pasó de 1.400 bolívares a 4.500 en un mes -500 puntos el
día miércoles. Aumenta día tras día, hora tras hora, como una carrera
criminal que tiene a millones atentos sobre los nuevos números -es
conversación de supermercado- y las implicancias que eso tendrá en la
vida de todos, en particular de los más humildes. Ese dólar, odiado por
la mayoría, es el marcador en los hechos de los precios de los bienes y
servicios.
La implicancia del ataque es múltiple, como un efecto dominó:
disminuye el poder adquisitivo de la gente -de los ricos no, ellos viven
en dólares- y las compras se hacen sobre los productos más necesarios,
al bajar el consumo baja la producción en aquellos rubros que nos son
prioritarios, las pequeñas y medianas empresas tienen dificultad para
cubrir los costos fijos, y cuando eso pasa, se sabe, vienen los
despidos. Atacar la moneda en esa escala es desencadenar una inundación.
Y atacar la moneda nacional, quitarle la comida, los medicamentos y los
productos de higiene a la gente, es lo que más sabe hacer la derecha en
esta guerra no convencional: su método de desgaste revela la clase de
enemigo al cual se enfrenta el proceso revolucionario.
Porque en las oleadas de ataques, la derecha suele equivocarse de tal
manera cuando expone sus intenciones, que el chavismo se fortalece. Así
pasó con el reciente intento de Golpe de Estado: el balance final fue
un cerrar de filas al interior del movimiento bolivariano y una pelea a
disparo público entre los dirigentes opositores. La fuerza de la
contrarrevolución se encuentra en la cobardía, el anonimato, la batalla
desde las sombras, sin nombre, sin rostro, sin hacerse cargo de los
muertos, los precios y el odio. Ese es su mejor golpe para erosionar la
piedra.
¿Cómo se hace para inflar artificialmente un dólar ilegal de esa
manera?
El sistema es el siguiente: el Banco de la República de Colombia
permite que existan dos cambios de peso/bolívar en el país, el que
dicta el ente como tal, y el que marcan las casas de cambio en la
frontera. En otras palabras, desde la frontera establecen el precio de
la moneda venezolana en Colombia. Ese es el origen del asunto, el nudo
número uno, desde donde se le da ficción comercial sobre la cual se
calcula el dólar ilegal. El segundo paso es: en base a la tasación de
esas casas de frontera, una página web -Dólar Today- calcula cuál es el
precio del bolívar respecto al dólar. Es decir que la cotización no
depende de la oferta y demanda de dólares en Venezuela, sino de una
fijación arbitraria, organizada dentro del plan de desestabilización
internacional.
¿Quién está detrás de las casas de cambio y la página? En el primer
caso, mafias vinculadas al expresidente de Colombia Álvaro Uribe, sus
antiguos paramilitares reconvertidos en contrabandistas de alimentos,
gasolina, medicamentos, y tenedores de las casas, y en el segundo caso,
la operación es controlada desde los Estados Unidos por venezolanos
golpistas y redes imperialistas.
El precio que marca Dólar Today es el que es utilizado por los
comerciantes venezolanos, y eso, también es un engaño. Porque el mercado
del dólar ilegal paralelo solo representa el 10% de las divisas
circulante, los demás dólares son aportados por el Estado -centralmente
del petróleo- y en su mayoría, el 90% a 10 bolívares por cada dólar. Es
falso que los importadores tengan que comprar los dólares en el mercado
paralelo -a 4.500 bolívares- para traer las mercancías e insumos para
producir lo poco que producen. Es verdad en cambio que el negocio es
comprar dólares del Estado a 10 bolívares, sobrefacturar desde el
origen, e introducir en el mercado a dólar ilegal, obligar a los
pequeños y medianos empresarios a seguir el ritmo, generar un aumento de
precios en casi todos los rubros. Un negocio que da resultados dando en
moneda nacional como extranjera.
No se trata de economía sino de estricta política. Es la forma bajo
la cual logran desgastar la piedra, quebrar los ánimos, desgranar al
chavismo desde abajo. El problema es que la experiencia histórica indica
que el dólar y sus consecuencias irán en ascenso: en cada escenario
electoral se ha intentado disparar el dólar -lo que demuestra que es
planificado. Y lo que viene en Venezuela son justamente elecciones.
Hay un problema de impotencia, de no poder hacer.
Porque la manera de
combatir esta escalada es a través de políticas de Estado, medidas de
la dirección política de la revolución. El amplio tejido de organización
popular y movimientos sociales puede acompañar, radicalizar, proponer y
etc., pero no tiene la capacidad de tomar decisiones macroeconómicas.
Su capacidad de influencia, de poder, es limitada. Dependemos de medidas
de la alta esfera.
¿Cuáles? La principal, planteada en varios análisis, es la de cortar
una de las raíces principales. Ya que, por lo visto, el Gobierno de
Colombia no derogará la resolución que habilita legalmente las casas de
cambio de frontera, el Banco Central de Venezuela puede eliminar el
convenio con el Banco de la República de Colombia que permite la libre
convertibilidad del bolívar y el peso en la frontera: sería necesario,
para cambiar moneda venezolana por colombiana y viceversa, pasar por una
tercera moneda, en este caso el dólar. Eso quitaría la posibilidad de
destruir el bolívar desde la frontera, base de la arquitectura del dólar
criminal. Tal vez el monstruo de mil cabezas que es la guerra económica
lograría emerger por otro lado, pero pelearíamos con todas las armas
que tenemos. Hoy la dirigencia denuncia la criminalidad del ataque, no
parece disparar sobre la raíz.
La situación preocupa. Día a día el dólar sube, y el anuncio de una
hiperinflación inducida está rondando. Los comerciantes remarcan precios
en permanencia, el poder del Estado no se siente en fiscalizaciones,
clausuras, sino que la impunidad de la especulación y la híper-ganancia
es la realidad para millones. Esa es la mejor arma de la derecha para
las elecciones. ¿Cuántos más rounds podremos aguantar contra las
cuerdas? Como decía el cantor Alí Primera: hay que espantar al perro
antes de que eche la meada.
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