1 de diciembre de 2016

El último acto de Fidel

Por Harold Cárdenas Lema, en La Joven Cuba
Este es el momento de la definiciones. La muerte de Fidel Castro ha sido el parteaguas ante el cual nadie puede esconderse y quien no se ha levantado ahora, no lo hará nunca. La despedida del Comandante ha sido el acontecimiento político más importante de la última década para la simbología revolucionaria. Nos ha recordado algunas esencias y ha señalado públicamente el lugar de cada cuál. El último acto de Fidel fue definir a cada cubano, y era necesario.
Foto: Juvenal Balán (Granma)
No existen los revolucionarios a medias y llegado el momento, no es respetable quien no toma partido. La dicotomía principal sigue siendo revolución-contrarrevolución. La actitud tomada ante la muerte del líder cubano dice mucho de cada persona, los silencios y las ambigüedades dicen aún más. Mañana podremos apelar a la crítica para cambiar lo que deba ser cambiado, podemos ver que Fidel no era perfecto, podemos matizar lo que se quiera, pero esta era la semana de rendirle homenaje. Y algunos han fallado esa prueba.
Los símbolos son más peligrosos que los hombres, el Che creció aún más después de su muerte y Fidel va por ese camino. Estos días los recordaremos por el resto nuestras vidas. He visto personas que existen al margen de la política quedar afectados por esta noticia. Como cuando ocurrió el Maleconazo en el 94 y quienes gritaban abajo gritaron arriba en cuestión de segundos al ver a Fidel Castro. Él toca la fibra de los cubanos, a veces nuestras imperfecciones nos hacen perder el rumbo hasta que llega un ser incólume que nos recuerda ser consecuentes. Tampoco significa que sea perfecto, ni es necesario que lo sea.
Por estos días celebran su muerte los marginales del capitalismo, los que sueñan con el dinero que nunca tendrán pero temen que el socialismo se los quite. En contraste a ellos una plaza se llena de cubanos en despedida, los que nunca celebraron siquiera la muerte de Fulgencio Batista u Orlando Bosch. Hay valores humanos que no podemos perder. Y si la muerte de Fidel ha delimitado la conciencia de cada uno, de paso nos convierte en mejores personas. El guerrillero cubano sigue siendo útil donde quiera que esté, quizás lo que unos suponen el fin en realidad sea solo el comienzo.

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