La sociedad actual está compuesta
fundamentalmente por dos clases sociales. El proletariado es una de
ellas. La burguesía es la otra.
La burguesía la componen personas
económicamente poderosas, que son dueñas de los medios de producción
(fábricas, tierras, minas, cadenas comerciales, etc.); los burgueses.
Esta clase social es la dominante en nuestra sociedad; ellos eligen y
controlan a los gobiernos.
El proletariado lo componen personas que
no son dueñas de industrias ni de nada que produzca riqueza. Son los
proletarios; personas que trabajan en los medios de producción de los
burgueses.
El proletariado es, por mucho, la clase
social más numerosa. Es la clase que da vida a las grandes ciudades y a
la producción agrícola. Es la gente que trabaja todos los días para
ganarse el pan, pues lo único que posee para sobrevivir es su fuerza de
trabajo.
Los proletarios frecuentemente padecen
carencias, pues para que el sistema en que vivimos, el capitalismo,
funcione, siempre debe haber mucha gente desempleada y otra mucha mal
pagada.
En el capitalismo, para que unos sean inmensamente ricos, debe haber una inmensa cantidad de pobres.
Cuando los proletarios comprenden que
esta situación es injusta y que uniendo sus fuerzas pueden transformar
la realidad, se dice que han adquirido consciencia de clase.
La fuerza del proletariado, como clase,
es muy superior a la de la burguesía. Nosotros, proletarios, somos
realmente capaces de transformar la sociedad y construir un sistema más
justo. Pero esta fuerza mayor que tenemos sólo puede usarse si está
organizada; si no, nuestra fuerza se dispersa y se pierde. Organizarnos
es la única forma que tenemos para derrotar a la burguesía.
Para los proletarios con consciencia de
clase organizarse no resulta tan difícil. Para ellos organizarse es una
necesidad; de ello depende realmente su futuro y el de sus hijos. La
organización es la única arma que tenemos para pelear por nuestra
libertad.
¡Proletarios de todos los países, uníos!
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