Por Nestor Guadaño (incluido entrevista en Cuba Información)
La Habana, no solamente son sus edificios, son sus habitantes.
La ciudad respeta la memoria, es una joya arquitectónica, pero aún más lo es por su población, gratamente acogedora, eternamente joven y con una dinámica de superación optimista, a pesar del bloqueo económico, y que gracias a su independencia económica y a sus inversiones estatales, sin especulaciones financieras extranjeras, que hipotecarían su legado, va recuperando lentamente el aspecto de "maravilla del mundo".
Porque en el imperialismo no se tiene en cuenta al pueblo, solamente los ladrillos, para sacar beneficio, como una naranja cortada en gajos. Como sucede en tantas ciudades ultramodernas con edificios emblemáticos, que son oficinas sin habitantes. Las céntricas urbes imperialistas, son baldosas de fotos, donde se respira aséptica inhumanidad o coloniales complejos "de rebajas", copiadas en todas las arterias principales.
Los cascos históricos, como en La Habana, tienen pujanza por quienes habitan en sus recintos, les dan sabor y forma, piel con piel, sudan sus problemas, comprenden que sus muros no serían preciosos, sin la verdadera fuerza de la colectividad humana, su corazón, sus trabajadores, su pueblo.
Con la Revolución Cubana y el Socialismo.
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