2 de junio de 2021

Crítica del Partido Comunista de China sobre la experiencia soviética (2)

Publicamos la segunda parte del documento de la AAHS sobre la «Crítica del Partido Comunista de China sobre la experiencia soviética».

La solución a las contradicciones que rigen la edificación del socialismo

En 1957, Mao Zedong y el PCCh no pueden por menos que constatar una agudización de las contradicciones en los países socialistas, las cuales revisten un grado de antagonismo y violencia, tanto en los sucesos de Polonia y de Hungría, como en el ataque de Jruschov a la política anterior del PCUS. Con anterioridad, la unidad del campo socialista y del movimiento comunista internacional sólo se había visto comprometida por el conflicto con los dirigentes yugoslavos, quienes habían tomado un camino aparte de la comunidad socialista para conseguir los favores y los créditos del gobierno estadounidense. Ahora, era el partido comunista más destacado el que se desmarcaba de sus “tradiciones” –por emplear la expresión utilizada por Mao en agosto de 1956[1]-, para regocijo de los imperialistas y de los contrarrevolucionarios de todos los países socialistas que se lanzaron a desestabilizarlos.

Hasta entonces, el PCUS y otros partidos comunistas gobernantes (Stalin, el que menos, bien es verdad) habían confiado en la unidad de las sociedades socialistas, una vez que éstas hubieran suprimido la propiedad privada sobre los principales medios de producción. Ni mucho menos habían negado la existencia de contradicciones en ellas, pero sí habían destacado en exceso los logros y fortalezas en detrimento del análisis objetivo de los conflictos en desarrollo y potenciales. Ahora, las contradicciones se manifestaban como antagonismos y Mao Zedong trató de comprender esta situación conflictiva en su raíz, recurriendo al materialismo dialéctico.

En 1937, ya había escrito un tratado Sobre la contradicción[2]. Apoyándose en Lenin[3], había caracterizado la unidad y lucha de los contrarios como la ley esencial de la dialéctica.

Al final de este texto, incluyó un capítulo sobre el papel del antagonismo en la contradicción, en el que sostiene puntos de vista acertados: “Lenin dijo: ‘El antagonismo y la contradicción no son en absoluto una y la misma cosa. Bajo el socialismo, desaparecerá el primero, subsistirá la segunda’[4]. Esto significa que el antagonismo es una forma, pero no la única, de la lucha de los contrarios; no se puede aplicar esta fórmula de manera mecánica y en todas partes”. Y explica:

«En la historia de la humanidad existe el antagonismo de clase, que es una manifestación particular de la lucha de contrarios. Veamos la contradicción entre la clase explotadora y la clase explotada. En una misma sociedad, sea la esclavista, la feudal o la capitalista, estas dos clases contradictorias coexisten por largo tiempo y luchan entre sí; pero sólo al alcanzar cierta etapa en su desarrollo, la contradicción entre las dos clases adopta la forma de antagonismo abierto y se convierte en revolución. De igual manera se verifica la transformación de la paz en guerra dentro de la sociedad de clases.

Antes de estallar, una bomba es un todo único en el cual los contrarios coexisten debido a determinadas condiciones. La explosión tiene lugar sólo cuando se hace presente una nueva condición: la ignición. Análoga situación se presenta en todos aquellos fenómenos de la naturaleza en los que la solución de la vieja contradicción y el nacimiento de una cosa nueva se producen, finalmente, bajo la forma de un conflicto abierto

(…) debemos estudiar concretamente la situación de cada lucha de contrarios y no aplicar impropiamente y a todas las cosas la fórmula arriba mencionada. La contradicción y la lucha son universales y absolutas, pero los métodos para resolver las contradicciones, esto es, las formas de lucha, varían según el carácter de las contradicciones. Algunas contradicciones tienen un carácter antagónico abierto, mientras que otras no. Siguiendo el desarrollo concreto de las cosas, algunas contradicciones, originalmente no antagónicas, se transforman en antagónicas, en tanto que otras, originalmente antagónicas, se transforman en no antagónicas.

(…) si los camaradas que han cometido errores son capaces de corregirlos, [la contradicción entre las ideas correctas y las incorrectas en nuestro Partido] no llegará a convertirse en antagónica. En vista de ello, el Partido debe llevar a cabo, por un lado, una seria lucha contra las ideas erróneas, y, por el otro, dar a los camaradas que han cometido errores plena oportunidad para que adquieran conciencia. En estas circunstancias, una lucha excesiva es obviamente inadecuada. Pero si aquellos que han cometido errores persisten en ellos y los agravan, habrá posibilidad de que esta contradicción desemboque en antagonismo”.

En la misma línea, el Diccionario filosófico marxista soviético define así el antagonismo: “(Del griego: “anti”, contra: “agonisma”, combate). Las contradicciones antagónicas son tales que sólo se resuelven mediante la violencia”[5]. En el también soviético Diccionario filosófico abreviado, añade: “Las contradicciones antagónicas en la sociedad tienen por base los intereses inconciliables de fuerzas, clases o grupos enemigos. Las contradicciones de ese género sólo se eliminan por lo general por la violencia, vale decir, por una lucha de clases revolucionaria y la victoria de una clase sobre la otra, o bien, por guerras, etc. Así, las contradicciones entre la burguesía y el proletariado cuyos intereses esenciales son diametralmente opuestos, se eliminan por la revolución socialista. Mientras exista el capitalismo, ‘el antagonismo entre el proletariado y la burguesía es una lucha de clase a clase, lucha que llevada a su más alta expresión, es una revolución total’. (Marx, Miseria de la filosofía, Ed. alem.). (…) El rasgo distintivo de las contradicciones antagónicas, es que se acentúan y se profundizan en el transcurso de su desarrollo, que se transforman en oposición, y que la lucha entre ellas desemboca en un conflicto agudo.

En el caso de las contradicciones no antagónicas, ya no se trata de clases enemigas con intereses diametralmente opuestos, y estas contradicciones tienen que ver con cuestiones particulares corrientes y no con cuestiones fundamentales. El rasgo distintivo de las contradicciones no antagónicas es que, a diferencia de las precedentes, no se transforman necesariamente en una oposición hostil y que la lucha entre ellas no desemboca en un conflicto”[6].

Como se aprecia, la diferencia entre ambos tipos de contradicción radica en el grado de oposición entre los contrarios, en si alcanza a cambiar cualitativamente el carácter de esta oposición, en si atañe a las características fundamentales de los mismos. Por ejemplo, las opiniones discrepantes de dos científicos sobre una cuestión particular forman una contradicción, pero ésta no tiene por qué resolverse de manera violenta por cuanto la existencia y la actividad general de dichos científicos no se vea comprometida por su puntual conflicto de opiniones. Éste puede resolverse con el convencimiento racional y el cambio de opinión de uno de ellos o de los dos, produciendo una transformación cuantitativa, no esencial, en su modo de existencia. 

En cambio, en la contradicción entre explotadores y explotados, es su misma situación como tales la que está en juego: los explotados no pueden dejar de serlo sin que los explotadores también dejen de serlo. El capitalista puede sobrevivir a la resolución del conflicto, pero como individuo y no ya como capitalista, puesto que su existencia como tal capitalista va irremediablemente ligada a la explotación del trabajo asalariado. La oposición de los capitalistas a la revolución proletaria, salvo excepciones, es necesariamente violenta, aunque la forma más o menos abierta de esta violencia dependa de la correlación de fuerzas de clase.

En el tránsito revolucionario del capitalismo al comunismo, la contradicción entre el proletariado y las clases sociales intermedias no es generalmente antagónica, por cuanto la existencia de éstas depende sobre todo de su propio trabajo y no de la apropiación de trabajo ajeno.

“Un ejemplo de contradicciones de ese género –dice el Diccionario filosófico abreviado lo ofrece la situación que existía antes de la edificación del socialismo en la URSS entre la clase obrera, representante del socialismo, y el campesinado, clase de pequeños propietarios. Pero los obreros y los campesinos tienen también importantes intereses comunes que compensan esas contradicciones: sólo el socialismo libera a obreros y campesinos de la servidumbre y la explotación y crea las condiciones de una vida humana y feliz verdaderamente. Por eso, la alianza de los obreros y campesinos es el principio supremo de la dictadura del proletariado. Las contradicciones no antagónicas, a diferencia de las contradicciones antagónicas, no se eliminan por medio de una lucha de clases encarnizada, sino por una transformación metódica y gradual de las condiciones económicas que constituyen la causa de esas contradicciones. La URSS ha ofrecido un ejemplo magnífico de la manera como es preciso superar las contradicciones no antagónicas entre la clase obrera y el campesinado, ejemplo de un enorme alcance internacional. Esas contradicciones fueron superadas en la URSS bajo la dirección del Partido Comunista, por medio de una transformación socialista progresiva de las pequeñas explotaciones campesinas. Pero fue igualmente por medio de la lucha como las contradicciones no antagónicas entre la clase obrera y el campesinado se eliminaron: lucha contra la mentalidad pequeño-burguesa del campesinado aferrado a la propiedad privada, lucha que no destruyó sino que consolidó la alianza de la clase obrera y el campesinado laborioso, lucha que desembocó en una atenuación progresiva de las contradicciones entre ellos. Las distinciones económicas y políticas que subsisten entre la clase obrera y el campesinado koljosiano, se deben a la existencia de dos formas de propiedad: la propiedad nacional y la propiedad koljosiana, formas que serán completamente liquidadas en el transcurso de la transición gradual de la etapa inferior del comunismo a su etapa superior”[7].

En junio de 1957, Mao Zedong pronuncia un importante discurso que titula Sobre el tratamiento correcto de las contradicciones en el seno del pueblo, donde vuelve sobre la cuestión de los dos tipos de contradicciones para prevenir en China los conflictos que se están produciendo en otros países socialistas. Una primera novedad está en el propio título: a las contradicciones no antagónicas, pasa a llamarlas “contradicciones en el seno de pueblo”. Vale la pena examinar detalladamente cómo argumenta la cuestión:

“La unificación de nuestro país, la unidad de nuestro pueblo y la de todas nuestras nacionalidades constituyen la garantía fundamental para la victoria de nuestra causa. Pero esto no significa que en nuestra sociedad ya no exista ninguna contradicción. La idea de que no hay contradicciones es una ingenuidad, que no corresponde a la realidad objetiva. Existen ante nosotros dos tipos de contradicciones sociales: contradicciones entre nosotros y el enemigo y contradicciones en el seno del pueblo. Estos dos tipos de contradicciones son de naturaleza completamente distinta”.

Por lo explicado anteriormente, es cierto que las contradicciones antagónicas y no antagónicas son de naturaleza cualitativamente distinta (aunque no “completamente”), pero es una temeridad descartar todo antagonismo en las contradicciones entre las clases populares. La revolución proletaria es el fruto del antagonismo entre la clase capitalista y la clase obrera. Este antagonismo preside por tanto la vida de todas las naciones durante toda una época. Por mucho que el proletariado se alce con el poder político en algunas de ellas y expropie a los capitalistas, el cerco imperialista y el desarrollo del movimiento revolucionario en las demás naciones influyen sobre el devenir de las contradicciones en esas sociedades socialistas: aunque las mismas no son principalmente antagónicas, también tienen un componente secundario que sí lo es y, por esta razón, pueden convertirse en antagónicas en determinadas condiciones de una lucha de clases internacional que sí es principalmente antagónica. Los campesinos, incluso cooperativistas, viven de su propio trabajo al igual que los obreros, pero parte de los medios de producción con que trabajan no son propiedad de todo el pueblo, sino que algunos de ellos les pertenecen en exclusiva, al igual que los productos de su trabajo. Éste es un elemento de antagonismo con el desarrollo del carácter social de las fuerzas productivas y con su agente, la clase obrera. Los intelectuales asalariados carecen de propiedad privada sobre los medios de producción, pero obtienen sus medios de vida del trabajo de obreros y campesinos a cambio de ejercer una función de dirección potencialmente reconvertible en posesión efectiva de los medios de producción, en dominación sobre las clases trabajadoras y en explotación de las mismas. Éste es otro elemento de antagonismo con el proletariado. También determinadas fracciones de la clase obrera pueden desarrollar intereses corporativos, antagónicos con la propia clase, como ocurre con la aristocracia obrera y la burocracia obrera. Incluso los errores de tal o cual obrero comunista -aunque no se deban a intereses contrarios a los de su clase social- sirven objetivamente a la burguesía en su lucha contra el proletariado.

Sin embargo, Mao asegura que las contradicciones existentes “dentro de las masas trabajadoras no son antagónicas, mientras que las existentes entre la clase explotada y la explotadora tienen, además del aspecto antagónico, otro no antagónico”. Esto último es correcto, por cuanto la fracción inferior de la burguesía comparte intereses con el proletariado en la defensa de la soberanía nacional frente a la dominación y explotación imperialista exterior. 

Pero, ¿por qué excluir toda posibilidad de antagonismo dentro de las masas trabajadoras? Llega a afirmar que, bajo el socialismo, cuando se ha abolido el sistema de explotación del hombre por el hombre, “existe una identidad fundamental de intereses en las filas del pueblo”. Si esta identidad fuera fundamental, simplemente no habría ninguna división de la sociedad en clases. Lo que existe realmente es una identidad parcial de intereses entre la clase obrera, la clase campesina cooperativista y la capa de empleados e intelectuales, suficiente para unirlas frente al enemigo de clase común y, por tanto, con una resultante no antagónica, en determinadas condiciones.

Uno de los inconvenientes de este texto de Mao es que suplanta el análisis objetivo con la definición de la acción subjetiva necesaria. Por eso, al igual que contempla la posibilidad de que una contradicción no antagónica se transforme en antagónica sin haber apreciado si es, en sí, parcialmente antagónica, cree que una acción política acertada puede neutralizar los antagonismos parciales, sin que medie la lucha y la violencia. El enfoque bolchevique reproducido más arriba es más correcto, cuando expresa la confrontación con la “mentalidad” del campesino aferrada a la “propiedad privada”: la capa superior los campesinos medios en la URSS aceptó la colectivización cuando comprobó la derrota y liquidación de los kulaks como clase; escarmentar en cabeza ajena también es violencia.

Los reparos de Mao a reconocer los elementos de antagonismo en el seno del pueblo probablemente vengan motivados por la campaña que estaba teniendo lugar en la URSS a mediados de los años 50, a favor de rehabilitar a víctimas supuestamente inocentes de la represión a los contrarrevolucionarios en el período de Stalin. Más allá de errores (y provocaciones, como la de Yezhov), sin esta represión, la URSS no habría podido derrotar la invasión nazi, ni reanudar la edificación socialista con posterioridad. Fue la supresión de esta dictadura del proletariado la que acabó con el socialismo en la Unión Soviética y la que fortaleció correlativamente al imperialismo para que siguiera aniquilando a millones de personas.

Otra causa de esta falta de objetividad de Mao puede encontrarse en el hecho de que la mayoría de los cuadros y militantes del PCCh provenían del campesinado, o también en las malas experiencias vividas por este partido: “Con anterioridad…, los dogmáticos ‘izquierdistas’ habían empleado en la lucha interna del Partido el método de ‘lucha despiadada y golpes implacables’. Este método era erróneo. Cuando criticamos el dogmatismo de ‘izquierda’, no aplicamos este viejo método, sino uno nuevo, que consiste en partir del deseo de unidad, distinguir entre lo correcto y lo erróneo a través de la crítica o la lucha y alcanzar una nueva unidad sobre una base nueva. (…) … ‘unidad-crítica-unidad’; en otras palabras, ‘sacar lecciones de los errores pasados para evitarlos en el futuro, y tratar la enfermedad para salvar al paciente’. (…) al actuar entre los trabajadores, los comunistas deben emplear el método democrático de persuasión y educación y en ningún caso proceder con actitud autoritaria o recurrir a la coerción. El Partido Comunista de China se atiene fielmente a este principio marxista-leninista”.

Este método de resolver contradicciones es el apropiado para la mayoría del pueblo, pero no, por supuesto, para el enemigo de clase, ni tampoco para la minoría del pueblo que le sirve. En este sentido, Mao comete una exageración metafísica cuando afirma que la dictadura del proletariado basada en la alianza obrero-campesina “no se aplica dentro del pueblo”. Considera “imposible que el pueblo ejerza la dictadura sobre sí mismo, e inadmisible que una parte del pueblo oprima a otra[8]”. En realidad, no podrá poner en práctica este deseo suyo cuando la lucha de clases se exacerbe en los años posteriores.

Ya en este texto de 1957, no obstante, Mao Zedong matiza que, en el socialismo, la dictadura se ejerce, no sólo sobre las clases y elementos reaccionarios, sino también “sobre aquellos que se oponen a las transformaciones socialistas y la construcción socialista”. En síntesis: “Las vastas y tempestuosas luchas clasistas de las masas, características de los períodos de revolución, han terminado en lo fundamental, pero la lucha de clases no ha cesado por completo… se necesita un proceso para que nuestro sistema socialista continúe estableciéndose y consolidándose,…”

Como consecuencia de esta lucha y como base para el ulterior desarrollo de ésta, se transforma el modo de vivir y de pensar: “En el curso de la construcción de la sociedad socialista, todos necesitan transformarse, tanto los explotadores como los trabajadores. ¿Quién dice que la clase obrera no lo necesita? Por supuesto, la transformación de los explotadores y la de los trabajadores son diferentes por su naturaleza, y no deben confundirse. La clase obrera transforma a toda la sociedad en la lucha de clases y en la lucha contra la naturaleza y, al mismo tiempo, se transforma a sí misma”.

“La clase obrera debe aprender sin cesar en el trabajo, superar poco a poco sus defectos, y nunca debe estancarse. Por ejemplo, muchos de los aquí presentes hacemos algunos progresos cada año, es decir, nos transformamos constantemente. Yo mismo tuve en otros tiempos diversas ideas no marxistas, y sólo después acepté el marxismo. Aprendí un poco de marxismo en los libros y así di los primeros pasos en mi transformación ideológica. Sin embargo, ha sido principalmente a través de una prolongada participación en la lucha de clases como me he transformado”.[9] En el modo con que Mao concibe esta transformación, se pone de manifiesto una tendencia al empirismo, un menosprecio de la teoría y, por consiguiente, un enfoque espontaneísta de la lucha revolucionaria.

Al abordar la transformación ideológica de los intelectuales, sostiene que, en el socialismo, “la base económica de la ideología burguesa ha sido liquidada en lo fundamental”, cerrando nuevamente los ojos ante los elementos de antagonismo que subsisten durante el período de transición al comunismo: la propiedad privada sobre algunos medios de producción, la mercancía, la división del trabajo, etc. Como hemos relatado más arriba, entenderá más correctamente la cuestión en los tres años siguientes, con el estudio de la economía soviética y la constatación de la deriva revisionista de los nuevos dirigentes del PCUS.

Sin embargo, y para terminar el examen de este importante documento del PCCh, encontramos otra confusión más que quizás haya perjudicado la edificación socialista en China, como base para contrarrestar los daños que la contrarrevolución en la URSS estaba causando al movimiento obrero y comunista internacional. Por este motivo, conviene mencionarla, aunque se manifieste como un problema exclusivamente interno de China. Como había defendido acertadamente el propio Mao, la revolución en este país debía transcurrir en dos etapas: una primera, democrático-burguesa y una segunda, socialista. Por consiguiente, era necesario distinguir en cada momento, el carácter objetivo de las fuerzas productivas para descubrir cuál era la contradicción principal y promover las relaciones de producción apropiadas al desarrollo de aquéllas. Haciendo caso omiso a esta necesidad, el texto de 1957 que estamos examinando dice:

“El actual sistema social de nuestro país es muy superior al de antaño. De no ser así, el viejo sistema no habría sido derrocado y el nuevo no habría podido implantarse”. Sin embargo, no basta con que el socialismo sea superior. En efecto, el socialismo es superior al esclavismo y, a pesar de esto, no habría podido implantarse tras la caída del imperio romano. Es necesario, además, que las nuevas relaciones de producción que se vayan a implantar se correspondan con el carácter de las fuerzas productivas. Habiendo sido derrocado en China un capitalismo dependiente y semi-feudal, las fuerzas productivas eran generalmente escasas y su desarrollo exigía unas relaciones de producción mercantil-capitalistas. No obstante, gracias a la existencia de industrias y con el apoyo material de la URSS, pudieron implantarse relaciones de producción socialistas al frente del mercado nacional. Como hemos visto más arriba, Mao va a reconocer la necesidad de la producción mercantil en China, pero, en este escrito, sólo menciona a las relaciones de producción socialistas, frente a las de la “vieja época”: ¿cuáles son éstas? ¿las relaciones semi-feudales o a las relaciones capitalistas? Parece que ambas a la vez:

“Al afirmar que las relaciones de producción socialistas son por su naturaleza más apropiadas que las de la vieja época para el desarrollo de las fuerzas productivas, se quiere decir que aquéllas permiten a las fuerzas productivas desarrollarse a un ritmo desconocido en la vieja sociedad, gracias a lo cual la producción puede ampliarse de continuo y las siempre crecientes necesidades del pueblo pueden satisfacerse de manera gradual”.

Mao acierta indudablemente en cuanto a la dirección, a la meta: “¿Hacia dónde debía marchar China una vez que el pueblo derrocó la dominación del imperialismo, el feudalismo y el capitalismo burocrático? ¿Hacia el capitalismo o hacia el socialismo? Mucha gente no tenía una idea clara al respecto. Los hechos han dado la respuesta: Sólo el socialismo puede salvar a China. El sistema socialista ha promovido un impetuoso desarrollo de nuestras fuerzas productivas, hecho que hasta nuestros enemigos externos han tenido que reconocer”. Pero es un sistema socialista que todavía no se ha completado ni todavía puede prescindir de una burguesía y de un capitalismo nacional, para poder desarrollar las fuerzas productivas todavía muy atrasadas en su mayoría. Mao Zedong no es consecuente con este hecho y, en vez de tenerlo en consideración, exagera el progreso realizado:

“En resumidas cuentas –dice-, ya se han creado las relaciones de producción socialistas y ellas están en consonancia con el desarrollo de las fuerzas productivas”. Se ve obligado a matizar esta afirmación, pero sólo en abstracto, reconociendo que “al mismo tiempo, están lejos de ser perfectas, y esta imperfección se halla en contradicción con el desarrollo de las fuerzas productivas”. ¿Se trataba sólo de imperfección de las relaciones de producción socialistas o también, en buena medida, de falta de correspondencia de las mismas con una gran masa de fuerzas productivas de carácter todavía más individual que social?

En los primeros años después de la Revolución de Octubre, Lenin y Stalin no buscaron implantar inmediatamente el socialismo entre la mayoría campesina. La ofensiva del socialismo en el campo tardó más de diez años y se decidió cuando el antagonismo de clase entre la minoría de campesinos ricos, de una parte y, de otra, las grandes masas de campesinos y el Estado socialista se agudizó como expresión de que las relaciones de producción constitutivas de la hacienda individual se habían vuelto demasiado estrechas para permitir el ulterior desarrollo alcanzado por las fuerzas productivas en la sociedad soviética en general y en el campo en particular. También resultaba oportuna esta ofensiva del socialismo por el previsible crecimiento de las contradicciones internacionales del capitalismo a partir del crac de 1929. Hasta entonces, había regido la política de contener las tendencias explotadoras de los kulaks. Por su parte, la República Popular China, a mediados de los 50, había completado prácticamente la colectivización agraria y contaba todavía con el respaldo y el escudo de la URSS como potencia económica y militar. Sin embargo, los desacuerdos entre ambos Estados iban en aumento, lo que dio lugar a una polémica dentro del PCCh entre los seguidores de Mao que eran partidarios de una ofensiva del socialismo y los seguidores de Liu Shao-chi que propugnaban cierto repliegue del socialismo[10].

Al parecer, en su discurso Acerca del correcto tratamiento de las contradicciones…, Mao Zedong empezaba a cuestionar los acuerdos del VIII Congreso del PCCh celebrado un año antes y en el cual él mismo había caracterizado la tarea principal como “difícil trabajo de transformación de la China, agraria y atrasada en una China industrial y avanzada”, partiendo de una experiencia “reducida en extremo”[11]. La controversia interna de aquellos años es así resumida en la Breve historia del PC de China[12], publicada en 1971, con motivo del 50º aniversario del Partido Comunista de China y en plena Revolución Cultural (1966-76):

“Una vez cumplida en lo fundamental la transformación socialista de la propiedad de los medios de producción, la revolución socialista y la dictadura del proletariado en nuestro país enfrentaron un nuevo problema. ¿Cuál es la contradicción principal dentro del país? ¿Subsisten o no clases, contradicciones de clase y lucha de clases? ¿Cuál es la próxima tarea de la revolución china? Liu Shao-chi y compañía respondieron ‘En nuestro país ya está resuelto hoy el problema de quién vencerá: el socialismo o el capitalismo’, ‘ha sido superada, en lo fundamental, la contradicción entre el proletariado y la burguesía’, y la contradicción principal dentro del país ‘es la contradicción entre el sistema socialista avanzado y las fuerzas productivas atrasadas de la sociedad’.”

Y, forzando la analogía, la Breve historia… califica así tal opinión: “Esta fue la reedición de la ‘teoría de las fuerzas productivas’ de Bernstein y Kautsky en la nueva situación”. La “teoría de las fuerzas productivas”, alegada por los dirigentes socialdemócratas y combatida por los marxistas-leninistas, sostenía que la clase obrera no debía tomar el poder en un país en que el carácter social de las fuerzas productivas todavía no se hubiera desarrollado plenamente. En la China de los años 50, en cambio, la clase obrera ya estaba en el poder y defendía su dictadura mientras organizaba las relaciones de producción de manera que correspondieran al carácter de las fuerzas productivas y que promovieran su más rápido desarrollo. La contradicción que Liu y otros consideraban principal no llevaba necesariamente a renunciar al poder proletario y al socialismo.

La dirección del PCCh optó por la ofensiva del socialismo: por la política del “Gran Salto hacia delante” y de las “Comunas Populares”. Ante las dificultades dentro del país y con los dirigentes soviéticos, el debate arreció en VIII Sesión Plenaria del VIII Comité Central, celebrada en agosto de 1959, donde Peng Te-juai, Liu Shao-chi y otros propugnaron una línea caracterizada en la Breve historia… como “revisionista contrarrevolucionaria en los asuntos internos y externos: san zi yi bao (desarrollo del mercado libre, aumento de tierra de uso privado, promoción de pequeñas empresas responsables de sus propias ganancias o pérdidas y fijación de cuotas de producción en base a la familia campesina) y san he yi shao (supresión de la lucha en nuestras relaciones con el imperialismo, el revisionismo y los reaccionarios y reducción de nuestro apoyo y ayuda a la revolución mundial)”.

No sabemos si esta síntesis de parte refleja realmente la posición de estos dirigentes que discrepaban de Mao, pero podemos apreciar un gran parecido con la política adoptada por el PCCh después de su muerte.

Sin que se trate de entrar a valorar aquí qué parte de razón tenían unos y otros, sí podemos advertir que la posición de Mao Zedong dominante en el PCCh de entonces no tiene en cuenta el carácter atrasado de la economía china cuando asegura que las relaciones de producción socialistas en China “están en consonancia con el desarrollo de las fuerzas productivas”. No parece cumplir con lo que exige el materialismo histórico, en particular, y el marxismo-leninismo, en general. Podría tratarse de una desviación idealista “izquierdista” –al estilo de la consigna de Trotski “sin zar, por un gobierno obrero”- que entorpeciera el desarrollo de las fuerzas productivas en China, restando eficacia a la lucha contra el revisionismo moderno desde entonces hasta hoy. Aunque también es posible que Mao se viera forzado a pasar a la ofensiva revolucionaria para vencer la resistencia a las transformaciones socialistas ya maduras que oponían los dirigentes derechistas del PCCh, en connivencia con los revisionistas del PCUS y del movimiento comunista internacional. La historia nos ilustrará al respecto, pero lo más importante ahora es analizar las debilidades teóricas que pudieran haber perjudicado al desarrollo del socialismo.

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Hacia la confrontación

Durante los últimos años de la década de los 50, en lo que se refiere a cuestiones en que los partidos comunistas deseaban una acción uniforme, “China no vacilaba en dar prueba de disciplina a pesar de las reservas que pudieran surgir. (…) los dirigentes chinos habían anunciado a Jruschov sus dudas en cuanto al éxito de esta operación [intentar recuperar a Yugoslavia para el campo socialista], precisándole en una carta que ‘los dirigentes yugoslavos ya se encontraban muy avanzados en sus relaciones con el imperialismo’. A pesar de esto, aceptaron oficialmente la política soviética e hicieron lo que se esperaba de ellos: la normalización y la mejora de sus relaciones con Yugoslavia. (…)

En esta época, China no buscaba socavar completamente la autoridad soviética en el campo socialista, sino simplemente hacer prevalecer algunos de sus puntos de vista dentro de la política general de esta ideología, preocupándose al mismo tiempo de su unidad. Esto implica una diferencia cualitativa, fundamental en la naturaleza y los efectos de la rivalidad chino-soviética, en comparación al período ulterior del conflicto”.[13]

En noviembre de 1957, se celebró en Moscú una Conferencia de Partidos Comunistas y Obreros para cuya resolución final hubo un debate entre el PCUS y el PCCh que se saldó con concesiones por ambas partes, aunque el primero no consiguió que se refrendaran las nuevas tesis revisionistas de su XX Congreso, particularmente sobre la suavización de la denuncia al imperialismo americano y sobre la transición pacífica al socialismo. Los chinos pudieron incluir “que la causa interna del revisionismo era la influencia burguesa, cuyas raíces son múltiples y profundas, y que la causa exterior era la presión del imperialismo, teniendo en cuenta el espíritu de capitulación que esta presión puede provocar”.[14]

El PCUS siguió maniobrando en el movimiento comunista internacional para que su innovadora línea fuera asumida por los demás partidos, incluido el PCCh que recibía de aquél una importante ayuda para su desarrollo. Pero éste no se mostraba dispuesto a ceder en cuestiones que consideraba de principios.

En 1957 la Unión Soviética se había comprometido a proporcionar a China todos los elementos necesarios para la fabricación de la bomba atómica. Este compromiso fue revocado sin ninguna justificación el 20 de julio de 1959[15]. La causa probable fueron las discrepancias en aumento y la voluntad de los dirigentes soviéticos de buscar la distensión con los Estados Unidos limitando la posesión del arma atómica a las dos grandes potencias enfrentadas (al mismo tiempo, prometían proteger al campo socialista con su propio paraguas nuclear).

En esos años, la situación interna de China se había complicado. “Las condiciones climáticas, tan importantes en un país agrícola como China, fueron malas en 1959, y en 1960 llegaron a ser catastróficas. De marzo a octubre, China fue víctima de una serie de calamidades naturales como no había conocido hacía un siglo. Sobre un total de más de 110 millones de hectáreas cultivadas, más de la mitad (60 millones de hectáreas) se vieron afectadas, y de éstas, el 25% enteramente devastadas. Una sequía absoluta se abatió sobre la China del Norte, granero del país. La mayor parte de los ríos no tenían agua. El inmenso Hoang-Ho (el río Amarillo), que habitualmente arrastra un excesivo caudal de agua, había descendido tanto en su nivel, que durante cuarenta días se pudo atravesar a pie. Por otra parte, once tifones extremadamente violentos devastaron las ricas provincias de la costa sur, mientras que los tornados asolaban Manchuria. Estos caprichos de la naturaleza, favorecieron la reaparición de una serie de insectos y enfermedades que se creían extinguidas desde hacía tiempo. (…) Fue entonces, en el mes de agosto de 1960, cuando Jruschov decidió retirar inmediatamente a todos los ingenieros y técnicos “prestados” a China para ayudarle a desarrollar sus industrias fundamentales. (…) la Unión Soviética se había comprometido a proporcionar a China el equipo, el material y los técnicos necesarios para la realización de 156 proyectos industriales, que debían servir de base a la gran industria china. Este acuerdo fue roto unilateralmente por Jruschov, y los expertos soviéticos fueron retirados sin previo aviso”.[16]

Unos meses antes, en diciembre de 1959, había criticado la política interna china desde la tribuna del VII Congreso del Partido Comunista Húngaro, al igual que en febrero de 1960 en una reunión del Pacto de Varsovia donde dio a conocer la existencia de un acuerdo con China para proporcionarle la bomba atómica, anunciando que no lo iba a cumplir.

El 16 de abril de 1960, con motivo del 90º aniversario del nacimiento de Lenin, el PCCh publicó un documento titulado ¡Viva el leninismo![17], el primero en el que denunciaba públicamente el contenido del revisionismo de los dirigentes soviéticos, sin mencionarlos todavía expresamente. Este documento se centra en refutar la renuncia de los revisionistas a los principios de la revolución proletaria con el pretexto de las armas nucleares. No trata, por tanto, las controversias sobre la edificación del socialismo más que en cuanto a su marco internacional y a la política exterior de los Estados socialistas. 

En este campo, el XX Congreso había rechazado el punto de vista expuesto por Stalin en Los problemas económicos del socialismo en la URSS, según el cual era necesario acabar con el imperialismo para poder acabar con la posibilidad de guerras imperialistas. Según Jruschov y sus partidarios, la proliferación de armas nucleares de destrucción masiva revocaba esta posición clásica del marxismo-leninismo: al abocar a ambos sistemas sociales a la mutua destrucción, el imperialismo ya no podía estar interesado en la guerra y, por ello, era posible sustituirla por un acuerdo entre la URSS y los EE.UU. que hiciera posible el paso del capitalismo al socialismo por una vía pacífica y parlamentaria y que recondujera la lucha entre ambos sistemas al terreno de la emulación económica. Veamos una selección muy sucinta de las justas objeciones a estas tesis que encontramos en este documento de los comunistas chinos:

“Los revisionistas contemporáneos afirman que en su pre­tendida «nueva época», a consecuencia del progreso de la ciencia y de la técnica, las «viejas concepciones» de Marx y de Lenin ya no sirven. (…) Para Marx, el progreso en las ciencias naturales y en la técnica conduce a la ulterior consolidación de las posiciones de la concepción del mundo marxista en su conjunto, de las posiciones de la concepción materialista de la historia y no las conmueve ni mucho menos. El progreso en las ciencias naturales y en la técnica conduce al ulterior fortalecimiento de las posiciones de la revolución proletaria y de la lucha antiimperialista de los pueblos oprimidos, y no las debilita ni mucho menos. (…) Lenin consideraba que «el siglo del vapor es el siglo de la burguesía, el siglo de la electricidad es el siglo del socia­lismo»[18]. (…) Los imperialistas norteamericanos y sus secuaces utilizan las armas como la bomba atómica para amenazar con la guerra y hacer el chantaje a todo el mundo. (…)

El pueblo consciente siempre puede encontrar un nuevo medio para enfrentar la superioridad de la reacción en arma­mento y conseguir la victoria. Así fue la historia en el pasado, así sigue siendo en la actualidad y lo será en el futuro. Como resultado de que la Unión Soviética, país socialista, haya conseguido la superioridad en la técnica militar, y el imperia­lismo norteamericano haya perdido así el monopolio de las armas atómicas y nucleares, y al mismo tiempo, como resultado de la elevación de la conciencia de los pueblos del mundo y del mismo pueblo de los EE.UU., existen ahora posibilidades de conseguir un acuerdo de prohibición de las armas atómicas y nucleares. (…)

Si… aflojamos nuestra vigilancia frente al peligro de que los imperialistas desencadenen la guerra, si no trabajamos por alzar a los pueblos en todos los países contra el imperialismo, sino que les atamos las manos, el imperialismo puede preparar la guerra a su antojo y el resultado inevitable será que aumentará el peligro de que hagan estallar la guerra. Una vez que la guerra se inicie, el pueblo no estará en condiciones de adoptar con rapidez una actitud correcta por su misma falta de preparación o por haber sido ésta insuficiente y no estará entonces en condiciones de detenerla enérgicamente. Naturalmente, no depende de nosotros que los imperialistas, en fin de cuentas, desencadenen la guerra, nosotros no somos los jefes del Estado Mayor de los imperialistas. Teniendo todos los pueblos del mundo una conciencia firme y estando completamente preparados, y poseyendo el campo socialista las armas modernas, se puede afirmar que, si los norteamericanos u otros imperialistas se niegan a un acuerdo de prohibición de las armas atómicas y nucleares, si se atreven alguna vez a hacer la guerra empleando las armas atómicas y nucleares «afrontando la ira de todo el mundo», el único resultado será la rápida destrucción de estas fieras, cercadas por los pueblos del mundo, y en ningún caso la aniquilación de la humanidad”.

Aquí encontramos el único punto débil de este artículo de los comunistas chinos, ya que no podemos descartar que una guerra con las armas más modernas pueda aniquilar, o casi, a la humanidad. A pesar de esta terrible posibilidad, no sólo no podemos ceder a la amenaza de los imperialistas sin renunciar a la dignidad humana más elemental, sino que el único modo de hacer retroceder sus propósitos bélicos es hacernos más fuertes que ellos, asediarlos por fuera y por dentro y, entonces y sólo entonces, ofrecerles la única alternativa posible a la mutua aniquilación: su pacífico sometimiento a la voluntad popular y su paulatina transformación en trabajadores.

Procurando una salida honrosa para los nuevos dirigentes soviéticos, el referido documento de los comunistas chinos también distingue, dentro de las filas de los revolucionarios, entre quienes se han pasado al campo del enemigo y quienes simplemente están equivocados: “Los revisionistas contemporáneos, partiendo de sus absurdos juicios acerca de la actual situación internacional y de sus absurdas afirmaciones de que la teoría marxista-leninista del análisis de clases y de la lucha de clases ya está anticuada, intentan, en toda una serie de cuestiones, como por ejemplo: la violencia, la guerra, la coexistencia pacífica, etc., derrocar radicalmente los principios fundamentales del marxismo‑leninismo.

Además, hay aún otra clase de personas, que no son revisionistas, son hombres de buenos sentimientos e intenciones buenas que desean sinceramente ser marxistas, pero al encontrarse con ciertos nuevos hechos históricos, pierden la orientación y surgen en ellos puntos de vista erróneos. Por ejemplo, algunos de ellos dicen que la derrota de la política basada en el chantaje con las armas atómicas del imperialismo norteamericano significa el fin de la violencia. Al mismo tiempo que rebatimos plenamente las absurdas afirmaciones del revisionismo contemporáneo, debemos ayudar también a estos hombres con buenos sentimientos y buenos deseos a cambiar sus falsos puntos de vista”.

Finalmente, en cuanto a la vía al socialismo en cada país capitalista, este documento del PCCh advierte: “El proletariado no podrá en modo alguno basar unilateralmente y sin fundamento sus ideas, su política y todo su trabajo sobre los cálculos de que la burguesía desea aceptar transformaciones pacíficas, sino que deberá pre­pararse simultáneamente para dos alternativas: el desarrollo pacífico de la revolución y el desarrollo no pacifico de la revolución. Sobre cómo será el tránsito, en forma de in­surrección armada o de manera pacífica, es una cuestión radicalmente distinta de la coexistencia pacífica entre los países socialistas y los países capitalistas. Aquélla es una cuestión interna de cada país, que sólo puede ser determina­da por la correlación de las fuerzas de clases de dicho país en un período dado, es una cuestión que sólo pueden decidir los comunistas de cada país. (…) Identificarse con las masas pero no reducir el nivel revolucionario; éste es el principio fundamental que Lenin nos ha enseñado a mantener firmemente en nuestra lucha revolucionaria”.

En junio de 1960, hubo una confrontación entre las delegaciones de ambos países en una reunión de la Federación Sindical Mundial, en la que la mayoría había apoyado a los soviéticos; y sobre todo durante el Congreso del Partido Obrero de Rumanía, donde la delegación china se vio obligada a responder a las maniobras soviéticas distribuyendo la carta agresiva recientemente recibida del PCUS, lo que encolerizó a Jruschov que atacó largo y tendido al PCCh desde la tribuna. Y es en agosto cuando retira a sus técnicos de China. La carta soviética pedía también una nueva Conferencia Internacional y fue respondida en septiembre, de modo que ésta se celebró en noviembre de 1960. En ella, además de la batalla de los comunistas chinos por rectificar el proyecto de declaración propuesto por los soviéticos, el representante albanés Enver Hoxha criticó vivamente el revisionismo de Tito y de Jruschov, lo que le valió el ataque del resto de partidos participantes. La declaración finalmente aprobada fue un compromiso entre las dos líneas políticas en liza. Sobre el tema que aquí nos ocupa, la delegación china consiguió que se incluyera el siguiente párrafo:

“La experiencia histórica confirma que las supervivencias del capitalismo en la conciencia humana subsisten durante largo tiempo, incluso después de la instauración del régimen socialista. De aquí se desprende la necesidad de un inmenso trabajo de los partidos para educar a las masas en el espíritu comunista, para mejorar la preparación marxista-leninista y templar a los cuadros del Partido y del Estado”.[19]

Las aguas se calmaron en los meses siguientes hasta el nuevo ataque sorpresivo perpetrado contra el Partido del Trabajo de Albania por Jruschov en el XXII Congreso del PCUS de octubre de 1961. En su punto de mira estaba también el PC de China, como expresó irónicamente el general francés De Gaulle: “A Jruschov no le falta audacia, teniendo en cuenta que ataca a seiscientos millones de albaneses”.[20]

Según Lévesque, es a partir de 1960 “cuando la naturaleza de las divergencias y sus efectos se modificaron considerablemente. En 1961 se rompió la unidad del campo socialista frente al mundo exterior”.[21]

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LA POLÉMICA ABIERTA ENTRE EL PCUS Y EL PCCH

En octubre de 1962, cuando China tuvo que enfrentar una incursión militar de India en zonas fronterizas en disputa, resulta que fue criticada por la URSS incluso a pesar de que el gobierno de Nueva Dehli buscaba con esta acción los créditos de EE.UU. Al mismo tiempo, hubo una revuelta en la región de Xinjiang contra el gobierno chino, el cual sospechaba que había sido instigada por el gobierno soviético. Por las mismas fechas, fue la crisis de los misiles en Cuba, por la cual los chinos reprocharon a los soviéticos su aventurerismo al enviar dichos misiles y, luego, su capitulación, por retirarlos sin el acuerdo del gobierno de La Habana.

Prosiguieron en esos meses las críticas a Albania, e implícitamente a China, en los congresos de los partidos comunistas que tenían lugar. El PCCh respondió a las críticas de P. Togliatti[22] y M. Thorez, máximos dirigentes del PC italiano y del PC francés respectivamente. El 21 de febrero de 1963, el PCUS escribió al PCCh para proponerle “cesar la polémica entre los partidos comunistas” y celebrar encuentros bilaterales. Los dirigentes chinos accedieron a ello en una carta fechada el 9 de marzo donde adelantaban las cuestiones que proponían discutir. El PCUS contestó el 30 de marzo en una carta –que distribuyó el personal diplomático soviético en China antes de que fuera publicada por la prensa de este país- en la que insistía en el enfoque que venían dando, desde el XX Congreso, a las cuestiones en litigio. Pedía que las divergencias entre ambos partidos “no obstaculicen nuestra labor positiva y no desorganicen la actividad revolucionaria de la clase obrera internacional”.

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Los 25 puntos de Pekín

Para el debate de las mismas, el partido chino envió al soviético el 14 de junio una carta que tituló: Proposición acerca de la línea general del Movimiento Comunista Internacional, donde plasmó sintetizada la línea política alternativa al revisionismo moderno de Jruschov[23]. Contiene 25 apartados numerados, dedicando a la edificación interna del socialismo desde el 17º al 20º. Los demás puntos tratan las cuestiones internacionales que, a pesar de su enorme valor positivo, exceden de lo que aquí pretendemos aclarar. El único defecto de esta Proposición… es que no se ajusta plenamente al materialismo dialéctico al menos en dos aspectos: 1º) sólo condena por “unilateral” el criterio de la línea revisionista del PCUS resumido como “coexistencia pacífica”, “emulación pacífica” y “transición pacífica”, en vez de sintetizar y zanjar que éstos son sólo los aspectos secundarios de la política comunista, mientras que el “eslabón principal” de la misma es la revolución violenta y el internacionalismo proletario, tal como concluye el Manifiesto del Partido Comunista de Marx y Engels; 2º) la Proposición… se extiende excesivamente en los imperativos morales (en el “debe ser”[24]), sin fundamentarlos suficientemente en la realidad y en la necesidad por ella determinada (en el “ser”). Quizás la intención fuera no alargar más un texto ya muy largo, con el fin de que lo leyeran las más amplias masas de revolucionarios de todo el mundo.

Centrándonos en los problemas de la edificación del socialismo, la Proposición… rechaza la visión idílica que divulgan los revisionistas y defiende las conclusiones vigentes del marxismo-leninismo así expuestas: “La continuación de la lucha de clases durante un largo período histórico después de la toma del Poder por el proletariado, constituye una ley objetiva, independiente de la voluntad del hombre, sólo que la forma de la lucha de clases difiere de lo que era antes de la toma del Poder.

Después de la Revolución de Octubre, Lenin señaló en repetidas ocasiones:

a) Los explotadores derrocados tratan siempre, y en mil formas, de recobrar el “paraíso” que les ha sido arrebatado.

b) En la atmósfera pequeñoburguesa, se engendran constantemente, por un proceso espontáneo, nuevos elementos capitalistas.

c) Debido a la influencia burguesa, así como al cerco y la actividad corruptora del ambiente pequeñoburgués, también pueden surgir elementos degenerados, o nuevos burgueses, en las filas de la clase obrera y entre los funcionarios de las instituciones del Estado.

d) El cerco capitalista internacional, la amenaza de intervención armada y las intrigas de descomposición pacífica por parte del imperialismo, constituyen las condiciones exteriores de la continuación de la lucha de clases en los países socialistas. (…)

En los países socialistas, se requiere un largo período histórico para resolver gradualmente la cuestión de ‘quién vencerá a quién’ — el socialismo o el capitalismo. La lucha entre el camino del socialismo y el del capitalismo abarca todo este período histórico. Esta lucha a veces se intensifica y a veces se calma, transcurre a modo de ondas, y en ocasiones incluso se vuelve muy violenta. Sus formas son variadas… para la clase obrera, la toma del Poder no es más que el comienzo de la revolución, y no su coronamiento. (…)

Tanto Marx como Lenin sostenían que todo el período anterior a la entrada en la fase superior de la sociedad comunista, es el período de transición del capitalismo al comunismo, el período de la dictadura del proletariado. En este período de transición, la dictadura del proletariado, o sea, el Estado proletario, pasa por un proceso dialéctico de establecimiento, consolidación, fortalecimiento y extinción gradual”.

La Proposición… cita en apoyo de esta afirmación la tajante explicación proporcionada por Lenin: “La esencia de la teoría de Marx sobre el Estado sólo la asimila quien haya comprendido que la dictadura de una clase es necesaria, no sólo para toda sociedad de clases en general, no sólo para el proletariado después de derrocar a la burguesía, sino también para todo el período histórico que separa al capitalismo de la ‘sociedad sin clases’, del comunismo”.

La carta de los comunistas chinos prosigue constatando que “existen clases y lucha de clases en todos los países socialistas, sin ninguna excepción.

Puesto que aún existen remanentes de las antiguas clases explotadoras, deseosos de llevar a cabo la restauración, puesto que nacen constantemente nuevos elementos burgueses, y puesto que existen aún parásitos, especuladores, tunantes, maleantes, desfalcadores de fondos públicos, etc.,…

El marxismo-leninismo nos enseña que la dictadura del proletariado, al realizar su misión histórica, además de reprimir a las clases hostiles, debe, en el curso de la construcción socialista, resolver de manera acertada los problemas de las relaciones entre la clase obrera y el campesinado, consolidar su alianza política y económica y crear condiciones para la eliminación gradual de las diferencias de clase entre los obreros y los campesinos”.

A continuación la Proposición… describe la situación que se ha dado hasta el presente en los distintos países socialistas: “Desde el punto de vista de la base económica de la sociedad socialista, existen en todos los países socialistas sin excepción diferencias en las formas de propiedad, es decir, existen la propiedad de todo el pueblo y la propiedad colectiva; también existe aún la propiedad individual. La propiedad de todo el pueblo y la propiedad colectiva son dos tipos de propiedad y dos tipos de relaciones de producción en la sociedad socialista. Los obreros que trabajan en las empresas de propiedad de todo el pueblo y los campesinos que trabajan en las granjas de propiedad colectiva, pertenecen a distintas categorías de trabajadores en la sociedad socialista. Por lo tanto, existen en todos los países socialistas sin excepción diferencias de clase entre los obreros y los campesinos. Estas diferencias sólo desaparecerán cuando se llegue a la fase superior del comunismo”.

Esta última afirmación no es cierta, puesto que cabe suponer –como hizo Marx en su Crítica del programa de Gotha– que, a partir de cierto desarrollo de la fase inferior del comunismo, desaparecerá toda diferencia en las relaciones de propiedad y, con ella, la producción mercantil y la división de la sociedad en clases, pero subsistirá el derecho burgués (la distribución de los bienes de consumo con arreglo al trabajo realizado), la vieja división social del trabajo y la correspondiente traba al pleno desarrollo de las fuerzas productivas sociales. En consecuencia, no se estará todavía en la fase superior del comunismo.

“En la actualidad –continúa la Proposición…-, a juzgar por el nivel de su desarrollo económico, todos los países socialistas están aún lejos, muy lejos, de la fase superior del comunismo en que se aplicará el principio: “de cada uno, según su capacidad; a cada uno, según sus necesidades”. Así, pues, se requiere todavía un período largo, muy largo, para eliminar las diferencias de clase entre los obreros y los campesinos. Y, mientras no hayan sido eliminadas estas diferencias de clase, es imposible decir que la sociedad es una sociedad sin clases y que ha dejado de ser necesaria la dictadura del proletariado. (…)

Durante todo el período histórico de la dictadura del proletariado, el partido del proletariado es indispensable. Esto se explica porque, sin la dirección de tal partido, la dictadura del proletariado no está en condiciones de llevar a cabo la lucha contra los enemigos del proletariado y del pueblo, reeducar a los campesinos y demás pequeños productores, consolidar constantemente las filas del proletariado, construir el socialismo y realizar la transición al comunismo”.

Sin embargo, no es del todo cierta la afirmación del PCCh según la cual “El partido del proletariado es el único partido capaz de representar los intereses de todo el pueblo”. En realidad, sólo representa los intereses de clase de los obreros y no puede representar los intereses de las demás clases populares en su totalidad. Sólo puede representar los intereses de éstas que coincidan con los del proletariado en cada momento y situación, oponiéndose a los que diverjan. Sí es cierto que el partido de la clase obrera es “capaz de dirigir a todo el pueblo porque el proletariado puede liberarse definitivamente a sí mismo sólo con la emancipación de toda la humanidad, porque, por su naturaleza de clase, sabe enfocar los problemas desde el punto de vista del proletariado y en función de sus intereses presentes y futuros, porque es infinitamente fiel al pueblo y está imbuido del espíritu de autosacrificio y porque, gracias a todo esto, se establecen en su seno el centralismo democrático y la disciplina férrea. Sin un partido de este tipo, es imposible mantener la dictadura del proletariado ni representar los intereses de todo el pueblo”. Esto último es justo en cuanto a los intereses inmediatos de las clases trabajadoras no proletarias.

Destapando lo que los revisionistas –incluidos implícitamente los nuevos dirigentes del PCUS- encubren con sus ataques a Stalin, la Proposición… explica: “La teoría de Lenin es como sigue:

a) Las masas se dividen en clases;

b) Las clases están generalmente dirigidas por partidos políticos;

c) Los partidos políticos los dirigen, por regla general, grupos más o menos estables de las personas más autorizadas, influyentes, expertas, elegidas para los cargos más responsables y que se llaman jefes.

Lenin dijo: ‘todo esto es el abecé’. (…)

Algunos vienen efectuando intensamente la llamada ‘lucha contra el culto a la personalidad’, cuando en realidad hacen todo lo posible para denigrar el partido proletario y la dictadura del proletariado. Al mismo tiempo, no se les escapa ningún medio para ensalzar el papel de ciertos individuos, achacando a otros todos los errores y atribuyéndose todos los éxitos a sí mismos”.

Este documento del PCCh finaliza criticando las relaciones destructivas que los revisionistas imponen entre los Estados socialistas y los partidos comunistas:

“Aún más grave es que, so pretexto de la ‘lucha contra el culto a la personalidad’, algunos intervengan burdamente en los asuntos internos de otros partidos y países hermanos, y cambien a la fuerza la composición de la dirección de otros partidos hermanos a fin de imponerles su propia línea errónea. ¿Qué es todo esto sino chovinismo de gran nación, sectarismo, escisionismo y actividad subversiva?

Es chovinismo de gran nación…, en nombre de la ‘división internacional del trabajo’ o la ‘especialización’, imponer la propia voluntad a otros, menoscabar la independencia y la soberanía de otros países hermanos y dañar los intereses de sus pueblos”.

Ante el hecho entonces constatado –o, en el futuro, ante el riesgo potencial- de involución en la calidad proletaria de los Estados socialistas, los comunistas chinos tienen razón al sostener que, en la construcción del socialismo en cada país, “el principio de apoyarse principalmente en los propios esfuerzos es la expresión concreta del internacionalismo proletario”. Es la manera de que la pérdida de algunos Estados socialistas no arrastre al resto. No obstante, al mismo tiempo, éstos tienen que estrechar sus vínculos a fin de organizar internacionalmente unas fuerzas productivas que son cada vez más sociales hasta trascender los límites nacionales.

Además, reclaman no “extender las divergencias ideológicas entre partidos hermanos a la esfera de las relaciones entre Estados”; no “colocarse a sí mismo por encima de otros partidos hermanos”; no “inmiscuirse en sus asuntos internos, o emplear métodos patriarcales en las relaciones con ellos”; no “imponer a otros partidos hermanos el programa, las resoluciones y la línea del propio partido como ‘programa común’ del movimiento comunista internacional” (en clara alusión a las “novedades” del XX y del XXII Congresos del PCUS); “llegar a la unanimidad mediante consultas” y no “subrayar ‘quién está en la mayoría’ y ‘quién está en la minoría’, ni… utilizar una llamada ‘mayoría’ a fin de imponer la propia línea errónea y llevar a cabo una política sectaria y escisionista”; cuando “ciertos partidos han publicado numerosos artículos atacando a otros partidos hermanos”, que también publiquen “en su propia prensa los artículos que estos partidos hermanos han escrito en respuesta”; y, finalmente, que “En el movimiento comunista internacional, nadie tiene derecho a actuar exclusivamente según su propia voluntad, lanzar ataques cuando se le antoje, y ordenar el “cese de la polémica pública” cuando quiere impedir que la otra parte dé respuesta”.

Para acabar con el examen de este valioso documento del PCCh, al final del mismo, encontramos un criterio sobre la unidad y lucha en el movimiento comunista internacional que merece ser cuestionado parcialmente o, si se quiere, relativizado, a la luz de la experiencia histórica de la lucha de clases entre la burguesía y el proletariado.

Se aboga “por la solución de los problemas mediante consultas internas y contra la revelación de las divergencias ante el enemigo”. Es justo hacerlo así cuando se trata de divergencias casuales e insuficientemente analizadas por los órganos colectivos de dirección, a fin de no erosionar la autoridad política de éstos entre las masas. Pero, cuando se trata de divergencias que persisten, es necesario darlas a conocer públicamente para que el proletariado pueda enjuiciarlas y, con ello, elevar su conciencia revolucionaria, por mucho que la burguesía trate de aprovecharlas para emponzoñarla. Otra cuestión muy distinta es exagerar la relevancia de las discrepancias hasta el punto de romper toda solidaridad frente al enemigo común, de menospreciar a este enemigo común y de considerar al discrepante como enemigo principal.

En relación con esto, debemos reconsiderar la diferenciación que plantea la Proposición…: “Una cosa es cómo tratar al Partido del Trabajo de Albania, partido hermano marxista-leninista. Otra cosa es cómo tratar a la camarilla revisionista de Yugoslavia, traidora al marxismo-leninismo. De ninguna manera deben colocarse en un mismo plano estas dos cuestiones de naturaleza radicalmente diferente”. Ciertamente, la solidaridad no puede ser la misma entre partidos políticos marxistas-leninistas que con partidos políticos revisionistas, pero, por muy intrigantes y traidores que sean los dirigentes de éstos, no debemos perder de vista el alineamiento objetivo de fuerzas de clase: contra el enemigo principal debemos aprovechar todas las fuerzas intermedias a pesar de sus vacilaciones. Un uso desorbitado de términos como “camarilla” o “traidor” puede desatar pasiones que obnubilen el razonamiento basado en el materialismo dialéctico, que impidan toda acción unitaria y que, por ello, nos conduzcan a la derrota.

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La airada respuesta de los revisionistas soviéticos

Un mes justo después, el 14 de julio de 1963, el PCUS publicó una carta abierta de respuesta al documento del PCCh[25]. A diferencia de las críticas de éste que, aun siendo duras contra las ideas revisionistas, evitan atacar explícitamente a los dirigentes soviéticos, éstos reaccionaron arremetiendo groseramente contra los dirigentes chinos. Abrían la carta acusándolos de “lanzar infundios indignos y ultrajantes” y se presentaban demagógica y lastimosamente como víctimas: “¿Cómo pueden abrir la boca para decir tales cosas del Partido del gran Lenin, de la patria del socialismo, del pueblo que fue el primero del mundo en realizar la revolución socialista, salvaguardó las grandes conquistas de ésta en duras batallas contra el imperialismo internacional y la contrarrevolución interior, revela maravillas de heroísmo y abnegación en la lucha por la edificación del comunismo y cumple fielmente su deber internacional ante todos los trabajadores del mundo?” Pero los dirigentes chinos no cuestionaban la gloriosa historia del partido bolchevique, sino el rumbo opuesto por el que lo llevaban sus nuevos dirigentes.

A pesar de la oposición de los comunistas chinos y albaneses, la respuesta sigue hablando de una “opinión unánime de los Partidos Comunistas”, en cuanto al papel del XX Congreso del PCUS.

De la afirmación de que “Las armas átomo-coheteriles inventadas a mediados de nuestro siglo han modificado los viejos conceptos sobre la guerra”, da un salto mortal para deducir que “en nuestra época [¡la época del imperialismo!] la guerra entre los Estados no es fatalmente inevitable”. Acusa a los comunistas chinos de despreciar las pérdidas humanas que acarrea la lucha contra el imperialismo como “una cuestión al parecer secundaria”, cuando, en realidad, han defendido el punto de vista del marxismo-leninismo según el cual esta lucha es precisamente el medio más eficaz para reducir la pérdida de vidas. Por su parte, si los dirigentes revisionistas soviéticos consideran posible evitar toda guerra provocada por los imperialistas y lamentan que éstos “jamás consentirán en retirarse voluntariamente de la escena pública, en meterse voluntariamente en la tumba sin poner antes en acción los medios más extremos de que disponen”, están reconociendo que su alternativa es la rendición. Es lo que acabaron haciendo, con Gorbachov al frente, tras treinta años de predicar este pacifismo ramplón.

La carta de los dirigentes soviéticos acusa falsamente a los comunistas chinos de defender “el culto a la personalidad” y “las ideas erróneas de Stalin”. Sostienen que ellos corrigieron estos defectos “para acelerar con ello el desarrollo de la sociedad soviética” y para que el pueblo comenzara “a vivir mejor y a gozar de los bienes del socialismo”. Resulta que, sin dictadura del proletariado, era una promesa irrealizable. Como la práctica es el criterio último de la verdad, ¿qué mejor refutación de esta política de engaños y sobornos que el resultado final de la “desestalinización”?[26]

También trata de ridiculizar la tesis china de que “en la sociedad soviética se conservan aún clases adversas y por lo mismo subsiste la necesidad de la dictadura del proletariado”. Para ello, toma de la Proposición… únicamente la mención a los “parásitos burgueses, vividores, especuladores, bandidos, granujas, hampones y desfalcadores” y pregunta “¿Qué clases son ésas?, “¿Desde cuándo esos elementos parasitarios se consideran una clase?”

Oculta la enumeración por los comunistas chinos de las cuatro fuentes de burguesía que, según Lenin, existen en cualquier país socialista. Por supuesto que evita aludir a la definición de clase[27] que ofrece el fundador del bolchevismo en Una gran iniciativa y que relaciona las clases con la división social del trabajo. Zanja la cuestión con aseveraciones idealistas en vez de un análisis materialista de las relaciones de producción concretas: “Para combatir a esa gente no se precisa la dictadura del proletariado. El Estado de todo el pueblo puede resolver perfectamente y resuelve esa tarea”; “ninguna clase de la sociedad soviética ocupa una posición que le permita explotar a las demás clases”; “luego del triunfo del socialismo, cuando la sociedad sólo cuenta con trabajadores, clases amistosas y completamente modificadas en su naturaleza y no existe nadie a quien aplastar, desaparece la necesidad de la dictadura del proletariado”.

La ingenuidad de la mayoría de los comunistas que, entonces, se creyeron este relato idílico ya no es admisible, a la luz de la práctica posterior. La genialidad de los comunistas chinos estuvo precisamente en ver por lo menos una parte de la realidad que la mayoría no vio.

La carta de la dirección soviética termina con unas reflexiones que merecen ser tenidas en cuenta para restablecer plenamente el materialismo dialéctico en la práctica del movimiento comunista internacional: “Los comunistas soviéticos saben que entre el PCUS y la LCY [Liga de los Comunistas de Yugoslavia] siguen existiendo divergencias sobre una serie de cuestiones ideológicas de principio. Esto se lo dijimos y continuamos diciéndoselo a los dirigentes yugoslavos. Pero sería injusto, basándose en ello, ‘excomulgar’ a Yugoslavia del socialismo, seccionarla de los países socialistas y empujarla al campo del imperialismo, como hacen los dirigentes del PCCh. Eso es lo que desean precisamente los imperialistas. (…) ¿Declarar, que uno u otro país socialista, cuyos dirigentes no están de acuerdo con ellos, no es ya un país socialista? Eso sería la mayor arbitrariedad y dicho método no tiene nada de común con el marxismo-leninismo”. Aunque los nuevos dirigentes soviéticos lo dijeran por afinidad con el revisionismo de los dirigentes yugoslavos, este criterio resulta coherente con el materialismo dialéctico y es necesario para promover la máxima unidad de acción frente al enemigo común.

Analizar en profundidad esta cuestión excede del objeto de este escrito. No obstante, antes de continuar con la experiencia de la edificación socialista en la URSS, nos parece importante reproducir las palabras del periódico norteamericano Daily News que cita la carta soviética: “Azucemos a la Rusia roja y a la China roja, la una contra la otra para que se destrocen mutuamente”.

De todos modos, los dirigentes soviéticos tampoco podían resolver esta contradicción puesto que, al igual que los dirigentes chinos, sólo reconocían los principios del marxismo-leninismo y el objetivo del comunismo como base para la unidad de acción, sin contemplar la posibilidad de luchar contra el imperialismo conjuntamente con partidos políticos (y Estados) no dirigidos por el proletariado revolucionario. Más exactamente, les parecía aceptable aliarse con un partido abiertamente burgués, pero no con un partido que se hubiera desviado del marxismo-leninismo por la derecha o por la “izquierda”. ¿Qué tiene esto de científico, de materialista, de dialéctico?

Esta carta soviética supone una ruptura explícita y oficial, de hostilidades con el PCCh, que se explica probablemente porque la Proposición… de los comunistas chinos había evidenciado eficazmente la deriva revisionista de los nuevos dirigentes soviéticos. Son éstos quienes dan el primer paso en la elevación de la controversia a la categoría de conflicto total. Pocos días después, la URSS suscribió un acuerdo con EE.UU. y Gran Bretaña para la prohibición de pruebas nucleares, exceptuando las subterráneas, tras una negociación realizada a espaldas de China, la cual no quería renunciar a desarrollar su propio armamento atómico mientras lo tuvieran otros países. Esto motivó un crecimiento de la escalada verbal entre ambos Estados socialistas. Además, la prensa soviética y la de los partidos comunistas afines multiplicaron sus pronunciamientos contra la línea política del PCCh.

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[1] Mao Zedong, Fortalecer la unidad del partido, continuar sus tradiciones: “Habiendo la Unión Soviética incurrido en algunos errores, se ha hablado y especulado tanto en torno de ellos que se da la impresión de que dichos errores son descomunales. Esta impresión es falsa. Ninguna nación puede evitar el caer en errores, y menos aún la Unión Soviética, que es el primer país socialista del mundo y ha recorrido un largo trecho; era imposible que ella no incurriera en errores”.  (http://marx2mao.com/M2M(SP)/Mao(SP)/SPU56s.html)

[2] Mao Zedong, Sobre la contradicción, http://marx2mao.com/M2M(SP)/Mao(SP)/OC37s.html#s6

[3] “En su escrito En torno a la cuestión de la dialéctica, Lenin dice: ‘El desdoblamiento de un todo y el conocimiento de sus partes contradictorias [. . .] es la esencia [. . .] de la dialéctica’. Dice también en su Resumen del libro de Hegel ‘Ciencia de la lógica’: ‘En una palabra, la dialéctica puede ser definida como la doctrina acerca de la unidad de los contrarios.”

[4] Lenin: “Observaciones críticas sobre el libro de Bujarin Economía del período de transición “.

[5] Diccionario filosófico marxista, Edición de 1946, http://www.filosofia.org/enc/ros/contra3.htm

[6] Diccionario filosófico abreviado, Edición de 1959, ibíd.

[7] Ibíd.

[8] La dictadura del proletariado tiene un contenido objetivo y es el que, para Marx, define al proletariado como clase históricamente determinada: “No se trata de lo que este o aquel proletario, o incluso el proletariado en su conjunto, pueda considerar de vez en cuando como su meta. Se trata de lo que el proletariado es y de lo que está obligado históricamente a hacer, con arreglo a ese ser suyo”. (La Sagrada Familia, Marx y Engels)

[9] Compárese este elogio de la experiencia directa con la defensa de la teoría por Lenin: “Sin teoría revolucionaria, no puede haber tampoco movimiento revolucionario. (…) La historia de todos los países atestigua que la clase obrera, exclusivamente con sus propias fuerzas, sólo está en condiciones de elaborar una conciencia tradeunionista, es decir, la convicción de que es necesario agruparse en sindicatos, luchar contra los patronos, reclamar del gobierno la promulgación de tales o cuales leyes necesarias para los obreros, etc. En cambio, la doctrina del socialismo ha surgido de teorías filosóficas, históricas y económicas que han sido elaboradas por representantes instruidos de las clases poseedoras, por los intelectuales», etc. (¿Qué hacer?)

[10] Visto superficialmente, podría pensarse que un repliegue del socialismo en la China de aquellos tiempos tiene el mismo significado que la involución de Jruschov. Sin embargo, hay una diferencia importante en cuanto al carácter de las fuerzas productivas: en China, la gran masa de ellas tenían un carácter individual, mientras que, en la URSS, había alcanzado un carácter social gracias a una acertada política de desarrollo aplicada a lo largo de 30 años. Un repliegue del socialismo, en la China todavía muy atrasada,  podía ser una política revolucionaria impuesta por las circunstancias (como había sido la NEP en la Rusia de los años 20); en cambio, significaba necesariamente una política contrarrevolucionaria en la URSS de los años 50, que era la segunda potencia económica mundial.

[11] Mao Zedong, Discurso de apertura en el VIII Congreso Nacional del Partido Comunista de China, https://www.marxists.org/espanol/mao/escritos/1956-viiicongreso.htm

[12] https://es.scribd.com/document/258192365/Breve-Historia-Del-Partido-Comunista-de-China

[13] El conflicto chino-soviético, Jacques Lévesque, págs. 38-39

[14] Los orígenes de la controversia chino-soviética, Jean Baby, pág. 25.

[15] Ibíd, pág. 41.

[16] Ibíd., pág. 51.

[17] https://drive.google.com/file/d/0B0cNhGDp1iorTlB4bjhyWGlMbDQ/view

[18] Informe acerca del trabajo del Comité Central Ejecutivo Panruso y del Consejo de Comisarios del Pueblo.

[19] Los orígenes de la controversia chino-soviética, Jean Baby, pág. 55.

[20] Ibíd., pág. 62.

[21] El conflicto chino-soviético, Jacques Lévesque, págs. 121.

[22]  https://drive.google.com/file/d/0B0cNhGDp1iorMWxQNWVkNGlfY3M/view?usp=sharing

[23] Este documento y las siguientes cartas que se intercambiaron y publicaron los dos partidos hasta la destitución de Jruschov fueron compilados por el PCCh en un libro titulado Polémica acerca de la línea general del movimiento comunista internacional y que puede encontrarse en: https://www.marxists.org/espanol/tematica/china/documentos/pol.pdf

[24] El verbo “deber” se repite una 80 veces a lo largo de un texto de 50 páginas.

[25] Ibíd.

[26] En el siguiente enlace, véanse unos algunos datos sobre los resultados de la restauración capitalista en los países de Europa del Este: Capitalismo frente a socialismo: el gran debate revisitado, James Petras https://rebelion.org/capitalismo-frente-a-socialismo-el-gran-debate-revisitado/

[27] “Las clases son grandes grupos de hombres que se diferencian entre si por el lugar que ocupan en un sistema de producción social históricamente determinado, por las relaciones en que se encuentran con respecto a los medios de producción (relaciones que las leyes refrendan y formulan en su mayor parte), por el papel que desempeñan en la organización social del trabajo y, consiguientemente, por el modo y la proporción en que perciben la parte de riqueza social de que disponen. Las clases son grupos humanos, uno de los cuales puede apropiarse el trabajo del otro por ocupar puestos diferentes en un régimen de economía social”. (https://www.marxists.org/espanol/lenin/obras/oe3/lenin-obras-3-3.pdf, pág. 123)

 

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