26 de febrero de 2011

Como en una pesadilla

Escrito por Vladímir Dektiriov, para el diario "Pravda"
Traducido del ruso por Josafat S. Comín




En la época soviética, ni en la más terrible de las pesadillas podríamos haber visto lo que ha ocurrido en Rusia en los últimos 20 años. La memoria humana está diseñada de tal modo que mucho en ella se borra. Pero cuando justo a tu lado, puedes ver todo lo que te recuerda el pasado, la sensación es muy desagradable. La región rusa de Pskov limita geográficamente con la bielorrusa de Vitebsk. Las condiciones naturales y demás parámetros fundamentales son equiparables. En los años soviéticos en ambas regiones había una agricultura desarrollada, una infraestructura social bastante decente y buenas perspectivas de desarrollo. No se pueden imaginar lo impactante que es ahora el contraste cuando cruzas la frontera entre las dos regiones. Es como ir a parar a un mundo completamente distinto.

En los últimos 20 años, como se constató en el último pleno del PCFR en la región de Pskov, el campo se ha convertido en zona de “desastre social”. El número de guarderías en las zonas rurales de la región se ha reducido de las 411 que había en 1990 a las 49 actuales, las escuelas han pasado de 425 a 173 y los centros cívicos y culturales de 704 a 349.

El resultado de esta política social ha sido el alcoholismo, la migración de la juventud y de la gente en edad de trabajar, y un permanente estado de miedo, inseguridad y falta de perspectivas. La mortalidad en las aldeas es 2,5 veces superior a la de las zonas urbanas. El número de población en la zona rural se ha visto reducida de 315 mil a 220 mil personas, y la gente ocupada en las labores agrícolas se ha reducido en 5 veces. Para el 2010 quedaban menos de 14.500 personas. 1500 núcleos de población, de los 8350 con que cuenta la región, han quedado deshabitados.

Al otro lado de la frontera la situación es diametralmente opuesta. Allí la gente no huye desolada del campo, sino que al contrario está llegando gente de fuera a trabajar. Llegan no solo de ciudades, llegan de todos los territorios de la antigua URSS: Ucrania, Rusia, Kazajistán y repúblicas de Asia Central.

Desde el 2005 está en marcha en Bielorrusia un programa estatal para la recuperación y desarrollo del campo. El programa prevé la transformación de los núcleos rurales más grandes en “agrociudades” con todos los servicios y comodidades de las zonas urbanas y con la infraestructura social necesaria y orientada a la población de las zonas aledañas.



Ya solo en los tres primeros años desde que empezara a ejecutarse el plan se construyeron 24.500 casas, se han rehabilitado y mejorado 7,8 mil kilómetros de carreteras, se han abierto 412 escuelas infantiles, 67 institutos de secundaria, 199 centros de salud, 118 centros culturales, 14 centros ocupacionales para aprender un oficio, se han equipado informáticamente 536 bibliotecas que han podido conectarse a Internet, se han abierto 280 centros de asistencia y mantenimiento para las comunidades, han vuelto a funcionar las tiendas en 496 núcleos rurales y se han inaugurado 208 nuevos comercios.

Gracias a este programa estatal se ha resuelto el más grave de los problemas que enfrentan los que deciden dar el paso de trasladarse a vivir al campo: el problema de la vivienda. Todo el que llega a la “agrociudad”, recibe una confortable vivienda: una casa individual con su terreno correspondiente. En caso de que se despidiese, estaría obligado a liberar la vivienda: es una medida contra los aprovechados y timadores.

En la región de Vitebsk se han creado 256 “agrociudades” de ese tipo, y hay 37 en construcción. Lógicamente como en cualquier gran empresa, no faltan aquí los problemas de coordinación e incoherencias. Los recursos financieros no alcanzan para la construcción de todos los equipamientos contemplados de acuerdo a los estándares sociales, por lo que no en todas las agrociudades cuentan con todos los servicios necesarios. Hay zonas en las que todavía no ha llegado la canalización del gas. No en todas las aldeas que se encuentran en la zona de influencia de la agrociudad, hay caminos asfaltados. El trabajo en las viviendas no está bien rematado, y los funcionarios locales cierran los ojos en el control de calidad a la hora de entregar la vivienda. Como resultado, algunas de las viviendas construidas siguen deshabitadas. Pero bueno, como se suele decir ¡ya quisiéramos nosotros sus problemas!



La base del bienestar de los habitantes del campo es la producción comunitaria. Precisamente esa es la base del modo de vida de las zonas rurales, que el gobierno ruso con tanto ahínco se ha empeñado en destruir.

A comienzos de 1990 la región de Pskov estaba entre las 10 regiones punteras de la Rusia soviética en cuanto a indicadores de producción per cápita de productos cárnicos y lácteos. Contaba con 377 koljoses y sovjoses que daban trabajo en las faenas agrícolas a cerca de 80 mil personas.

En los últimos 20 años los centros de producción agraria se han reducido a 270, de los que 172 no son rentables. Las 20 haciendas colectivas que han sobrevivido abastecen hasta el 80% de toda la producción de la región.

Hasta 1990 el parque de maquinaria agrícola se renovaba anualmente con 2600 nuevos tractores y 300 nuevas cosechadoras de media. En el 2010 se han adquirido en total ¡54 tractores y 3 cosechadoras! Hace 20 años las haciendas colectivas de la región contaban con 16826 tractores, 2859 cosechadoras de cereales y 277 cosechadoras de patatas. En el 2010 nos hemos quedado con 2617 tractores, 297 cosechadoras de grano, y solo 11 de patatas.

En la que respecta a las granjas, que según los “reformadores” debían sustituir a los koljoses y sovjoses, su situación es todavía más penosa. Para el 2010 el peso de la producción agrícola de las granjas en el total de la producción agraria equivalía a: 12,3% de patatas, 6,4% de verduras y hortalizas, 3,1% de grano y apenas un 1% sobre la producción total de leche y carne.

Los resultados de esta política agraria son terroríficos. Es como si las hordas mongolas comandadas por Mamai hubieran arrasado la región de Pskov (se podría decir lo mismo del resto del país). Los terrenos destinados a la siembra se ha reducido por tres: de las 875 mil hectáreas de 1990 a las 278 mil del 2010. 596 mil hectáreas de labranza abandonadas y cubiertas de malas hierbas. La cosecha de trigo ha pasado de las 76 mil toneladas a las 8 mil de ahora, de centeno hemos ido de 80 mil toneladas a las 3 mil actuales, en lino de las 3.500 toneladas a la nada y en patatas de las 288 mil toneladas a las 95.600 actuales.

Las cabezas de ganado se han reducido de las 555 mil con que contábamos en 1990 a las 113.900 de 2010; de las 231 mil vacas hemos pasado a las 51 mil. En 1990 teníamos 326 mil cerdos, frente a los 69 mil de 2009. 185 mil ovejas y cabras en 1990 frente a las 40 mil de 2010.

Al otro lado de la frontera ha sido todo lo contrario. Incluso en el duro 2009 con toda la crisis económica mundial, todas las haciendas agrarias colectivas de la región de Vitebsk arrojaron beneficios. La rentabilidad media fue del 12,4%.
Aquí se esfuerzan en aprovechar cada palmo de tierra, recuperan para la siembra los campos baldíos, reintroducen en la roturación los terrenos poco productivos o las tierras ineficientemente aprovechadas.

Ya solo en 2009 las organizaciones agrarias de la región recibieron 380 tractores modernos, 300 nuevas cosechadoras (más de las que quedan en toda la región de Pskov), 142 cosechadoras de pastos para el ganado, 320 cosechadoras agregadas para el tratamiento de suelos, 250 máquinas para la implementación de abonos minerales y orgánicos, etc. Por cada millón de rublos de producción agraria se han invertido 600 mil.

Por eso hoy en la región de Vitebsk el volumen de producción de leche es tres veces mayor que el de Pskov, el de carne 6 veces superior, el de patata ¡10 veces mayor! Y el de cereales ¡25 veces! Es precisamente esta comparativa la que muestra bien a las claras el abismo al que han empujado a la agricultura y a la economía de Rusia en general, las políticas caníbales de aquellos que destruyeron y echaron a perder nuestro gran país para el enriquecimiento de un puñado de oligarcas ladrones.

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