Para
conocer Cuba hay que caminar sus calles, viajar en transporte público,
sentarse en las gradas de un estadio de pelota o hacer la cola en una
tienda. Escuchar a las personas, sus criterios, vivencias, esa es la
Cuba real, no la que se presenta desde la oposición al gobierno.
En
Cuba, una universidad es una representación de la sociedad a pequeña
escala. En la misma aula están sentados juntos los hijos de los que
tienen mucho y los que tienen poco. Tener el privilegio de hablar a
diario con esos jóvenes e intercambiar con ellos, es una posibilidad
para conocer la realidad cubana en toda su extensión.
El
reciente debate del Anteproyecto de Constitución, dejó claro que para
entender el auge de la derecha en América Latina, no es necesario ir a
esos países porque parte de su lógica está presente en nuestra sociedad.
En
Argentina un millonario dice que va a traer el cambio y la gente le
cree y vota por él. En Brasil un candidato abiertamente racista y
admirador de dictaduras militares dice que va a acabar con la violencia y
la corrupción, la gente votará por él.
El
gran logro de la derecha ha sido engañar al pueblo con un discurso que
jamás será llevado a la práctica. Hacerlos votar por alguien que
representa y defiende los intereses de una clase social a la que ellos
no pertenecen.
La
gente vota por esos candidatos porque les proponen soluciones a sus
problemas cotidianos y el pueblo dice “vamos a probar”. La suma de las
campaña de desprestigio de la prensa corporativa por un lado y los
errores de la izquierda por otro les hace votar por alguien contra el
que estarán protestando unos meses después.
La
clave con la juventud cubana no es limitarse a decirles que nuestro
sistema es más justo que aquel que nos quieren imponer, hay que
convencerlos de que es capaz de resolver nuestros problemas. Hay que
hacerles ver que tenemos más razones para creer y defender en el
proyecto que estamos construyendo que para destruirlo.
Dejar
los eufemismos. No podemos seguir llamándole “indisciplinas sociales” a
los actos de vandalismo. A la corrupción hay que llamarla por su
nombre. H
Cuando
un joven te dice que no quiere perder los logros del socialismo pero
que hay que coger “lo bueno de esto y de lo otro” es que no entiende
realmente como funciona lo “otro”. La esencia de lo “otro” no permite
que tengamos lo mejor del nuestro.
El
objetivo de la oposición es vendernos la promesa de un cambio que no
beneficiará a la mayoría. Cuenta con la complicidad del bloqueo y la
necesidad de cambios que vive el país, condicionando así la voluntad
natural del pueblo. No basta con denunciar sus planes, hay que
superarlos con un proyecto mejor.
La
Revolución no es un mal menor sino una alternativa superior, no debe
preocuparnos entonces hablar con franqueza de nuestras problemas.
Confiar en los jóvenes y construir juntos, que el sentido común se
impone cuando sabemos a dónde vamos y con qué contamos para llegar allí.
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