Por Pablo A. Pozzi, en La Izquierda Diario.
Hace 52 años, el 21 de febrero de 1965, fue asesinado Malcolm X. 
Desde ese entonces su memoria ha sido un lugar de disputa y, también, 
una convocatoria a la autoorganización y lucha antirracista.
Que su recuerdo es factor de conflicto se ve claramente cuando 
consideramos que varios docentes secundarios norteamericanos, durante el
 mes de “Historia de los Negros”, prohibieron que sus alumnos 
escribieran sobre su historia. Al mismo tiempo, la historia oficial, ya 
sea la del “establishment” blanco o la de los organismos afroamericanos,
 siempre se vieron en problemas para “olvidarlo” y por ende lo tratan 
como un “elocuente, rabioso, y confundido” producto de la marginalidad 
criminal. Para ellos Malcolm fue producto del racismo, pero su furia 
ante la discriminación lo llevó siempre por caminos equivocados.
¿Estaba tan equivocado Malcolm X? ¿Era simplemente un producto del lumpenproletariado?
Malcolm Little nació en 1925, hijo de dos obreros nacionalistas 
negros, discípulos del jamaiquino Marcus Garvey. Este no sólo 
reivindicaba la dignidad y el derecho a la autodeterminación de los 
afronorteamericanos, sino también que retornaran al África. Al mismo 
tiempo los garveyitas fueron importantes (junto con los socialistas de 
la IWW) en la organización de los trabajadores negros y en la lucha 
frontal contra el Klu Klux Klan. Malcolm se educó en ese ambiente y se 
forjó en las luchas de los trabajadores negros por la autodeterminación 
de la década de 1940. Tanto la huelga de portuarios negros de Seattle, 
en la que el trotskismo fue influyente, como las luchas de la Liga de 
Aparceros del Sur, dirigida por los comunistas, impactaron en su 
generación. Malcolm se desarrolló como obrero carpintero, y luego como 
camarero de tren y activista de uno de los sindicatos negros y 
socialistas más importantes de la época: la Hermandad de los Camareros 
de Trenes Dormitorios. Sin embargo, la discriminación, el racismo, y la 
pobreza lo fueron llevando hasta al submundo criminal de Harlem y de 
Boston donde se dedicó a raterías y a la prostitución para terminar 
condenado a varios años de prisión.
Fue en la cárcel que descubrió las enseñanzas de Elijah Muhammad, el 
“profeta” de la Nación de Islám (NOI), uno de los principales 
nacionalistas negros norteamericanos. La NOI se basaba en una peculiar 
interpretación del Islám para reivindicar la negritud a partir de 
plantear que “todos los blancos eran opresores de los negros” aunque 
éstos fueran “los seres humanos originales”, y por ende los negros 
deberían tener su autonomía y sus propios comercios e industrias. La 
idea básica era que era mejor que un negro sea explotado por otro negro 
que por un blanco. En realidad la NOI era, y es, la expresión de una 
pequeñoburguesía negra, que utiliza una forma de racismo invertido en 
función de su propia acumulación de capital.
La NOI y el nacionalismo negro fueron la gran tragedia de Malcolm. 
Este se convirtió en un dirigente carismático y el gran vocero de la 
NOI. Sus planteos reflejaban con claridad los intereses y la cultura de 
los obreros afroamericanos, y por ende tendían a chocar con los de la 
pequeñoburguesía hegemónica en su movimiento. Por ejemplo, Malcolm 
reivindicaba la autodefensa de su comunidad frente a un aparato estatal 
que ejercía una violencia despiadada sobre los trabajadores negros. Así 
organizó el Fruit of Islam, un grupo de jóvenes negros que 
disciplinadamente protegieran las movilizaciones de la NOI y fueran 
capaces de enfrentarse exitosamente al KKK y la policía. El resultado 
fue concreto: los medios de comunicación, el gobierno, los organismos de
 derechos civiles y el empresariado negro lo acusaron de “violento” y 
“extremista”. Malcolm planteó, claramente, que “seremos pacíficos, 
educados, obedecemos la ley, respetamos a todo el mundo; pero si alguien
 nos pone la mano encima lo vamos a enviar al cementerio”. Para la 
dirigencia del NOI, más interesados en sus negocios que en los derechos 
de los trabajadores negros, Malcolm representaba una postura digna y 
ética dispuesta a pagar todos los costos necesarios para obtener la 
libertad y la igualdad. Hostigado por la dirigencia del NOI y perseguido
 por la policía (en particular por el programa COINTELPRO del FBI) y por
 los grupos racistas, Malcolm fue evolucionando hacia posiciones cada 
vez menos nacionalistas y cada vez más crítico de todos aquellos que 
suponían que el racismo se podía superar dentro del capitalismo.
Capitalistas negros y blancos coincidieron que este luchador contra el 
racismo era un problema, sobre todo porque era clasista.
Los últimos dos años de su vida lo vieron acercarse cada vez más a 
posturas revolucionarias. Por un lado su contacto con el argelino Ahmed 
Ben Bella y el ghanaiano Kwame Nkrumah lo acercaron a la radicalización 
tercermundista. Por otro, su labor y serie de conferencias en el 
Militant Labor Forum (auspiciado por el Socialist Workers Party de 
Estados Unidos) le incorporaron una fuerte crítica al capitalismo. Esto 
lo llevó a plantear que la revuelta de los negros no era un problema 
racial sino más bien una lucha de oprimidos contra opresores, ya que 
todo capitalista “es un chupasangre” que utiliza el racismo para 
explotar a los pobres y por ende “somos hermanos de sangre con Cuba”. 
Una vez un periodista le preguntó qué pensaba del socialismo. Malcolm lo
 miró y le dijo si eso era bueno para gente de color y los pobres. El 
periodista le respondió que si, entonces Malcolm declaró que él estaba a
 favor del socialismo.
Sus posturas lo llevaron a separarse del NOI y formar su propia 
organización, hasta que en el año 1965 fue asesinado mientras hacía un 
discurso en medio de un acto público. 
Aun hoy no se sabe exactamente 
quién ordenó su muerte, pero la noción más aceptada es que hubo una 
confabulación entre la policía y el FBI, que facilitaron el acceso del 
los asesinos, y el NOI que envió a varios de sus activistas a cometerlo.
 No fue el único: cada vez que un dirigente negro, como Martin Luther 
King o Medgar Evers, planteaban formas de luchas más radicalizadas y se 
acercaban a la izquierda, eran asesinados. Sin embargo, Malcolm continúa
 hasta el día de hoy (junto con Luther King) como una de las figuras más
 importantes de la comunidad afronorteamericana. El famoso director Spike Lee en su película Do the Right Thing
 muestra esta importancia: uno de sus personajes se pasa la película 
vendiendo fotos de “Malcolm y Martin” en Harlem, de alguna manera 
equiparándolos. 
Ningún blanco o universitario negro haría la misma 
equiparación, prefiriendo siempre a Martin Luther King olvidando que 
este reivindicaba las luchas de descolonización y a los vietnamitas. En 
su campaña de desprestigio, hoy los estudiosos de la academia discuten 
si Malcolm tuvo o no una relación gay, en la suposición de que “eso es 
malo”. Sin embargo, para los oprimidos afroamericanos lo importante de 
Malcolm X no era esto (y aquí la homofobia no parece funcionarle al 
sistema de opresión) sino que siempre representó el luchador, el 
rebelde, y sobre todo la encarnación de la dignidad. Y esa es la misma 
razón por lo que el establishment norteamericano trata aun hoy de 
desprestigiarlo y de bastardear su legado.
Nota.- 
Película recomendada: Los chicos del barrio (Boyz n the Hood) (1991) de John Singleton
      
      
