23 de noviembre de 2016

Antonio Gades: Gloria y militancia política. «El compañero del flamenco»

Por Hernando Calvo Ospina.

Nació en Elda, Alicante, un 14 de noviembre de 1936. Su padre no estuvo para el nacimiento pues había marchado a Madrid para luchar contra las fuerzas de Francisco Franco. Triunfaron los franquistas y la familia tuvo que reunirse en la capital porque la pobreza, que ya convivía con ellos, arreció contra el hogar.
 
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Estaba por los once años cuando debió trabajar para ayudar a completar el plato diario. El período más duro fue cuando laboraba por las noches en una imprenta, y a la madrugada cruzaba la calle para ir a repartir frutas. Trató de ser boxeador, torero y ciclista. “Me encantaba estudiar, pero no pude, y para sacar el cuello tenías que ser bufón. Del boxeo me quité a la primera hostia que me dieron”, declaró a un periodista muchos años después.
“No soy ni gitano ni andaluz, y, aunque de ciclista me iba bien, enseguida me puse a bailar. A dar saltitos”, continuaría recordando. En plena adolescencia su madre lo inscribió en una escuelita de baile flamenco, mientras intentaba hacerse torero. Hasta que un día la profesora, coreógrafa y bailarina Pilar López descubrió sus cualidades, entonces le habló muy seriamente: “Mire, no discuto que pueda llegar a ser un gran torero, pero estoy segura de que va a ser un gran bailarín. Y si sigue toreando y un toro le da un golpe, adiós bailarín y adiós torero”.
Así empezó la carrera de Antonio Esteve Ródenas. Como él siempre lo reconoció, Pilar no sólo lo convenció de llamarse Antonio Gades, sino que le enseñó a vestir, a amar la literatura y a conocer el flamenco y las diversas musicalidades del Estado español. También a combinar la elegancia del ballet con el garbo del flamenco. Pero en especial “ella me inculcó lo que es la dignidad. Lo que es el respeto y la cultura de un pueblo. Y no parar de aprender”. Muy pronto el joven Gades fue asombrando los escenarios del mundo.
Entre tablado y tablado leía a García Lorca, y así aumentó la conciencia política ya sembrada por su albañil padre. Según contó, su primer encuentro con la realidad política existente con el franquismo lo recibió muy pronto: “En 1965 estrenamos Don Juan (…) Salía al escenario y comenzaba diciendo: ‘Dame vino, amada joven mía, que vale mucho más, cuando amanece el día, el eructo de un borracho que el rezo de un hipócrita’. ¡Te imaginas la que se armó! Me pegaron un palo que me dejaron de todos los colores!”
En 1969 realiza la coreografía de «El amor brujo», y con ella viaja por varios países. Porque fue bailarín pero también coreógrafo. En 1978 creó el Ballet Nacional Español, el que dirigió tres años, hasta que sintió que le querían poner talanqueras y consumirle el aire de la creación. Entonces agarró sus bártulos y partió a formar su propia compañía. Ya que entre sus máximos credos estaba la libertad para crear y hacer. Su tropa tenía unos cuarenta profesionales y sin subvenciones. Tampoco las quería, “porque la libertad cuesta dinero, la libertad no te la regala nadie”, reconoció en otra entrevista. “Pero eso nos permite bailar lo que queremos, con quien queremos, donde queremos y cuando queremos, qué más riqueza, ¿no?”.
Poco después de la muerte del dictador, noviembre 1975, tímidamente se inició en el estado español la llamada “Transición”, y con ella fue abriéndose una ventanita en lo político y cultural. Entonces todos conocieron lo que ya muchos sabían: su pensamiento marxista y el apoyo a la independencia de Cataluña. En un gesto concreto, pasa a militar en el Partido Comunista de los Pueblos de España, PCPE, llegando a ser miembro del Comité Central hasta su muerte.
Junto a su compañera afectiva, la actriz y cantante Pepa Flores, más conocida como Marisol, participó activamente en las movilizaciones contra la OTAN y el apoyo a las luchas sindicales y sociales. Ante las cámaras de TV, ella diría, teniendo a Gades a su lado: “Estamos aquí para apoyar, utilizando nuestra imagen popular, para dar fuerza a nuestros camaradas y compañeros”. Marisol donaría al Partido y sindicatos lo ganado con la venta de placas y múltiples reconocimientos en oro y metales preciosos, otorgados por el dictador y su régimen desde cuando ella había sido la “niña prodigio”, el icono franquista. La pareja se dejó en 1986, luego de 13 años de intensa vida. Siempre que se le preguntó, Gades reconoció que Marisol era el gran amor de su vida, entre las cinco esposas y romances que tuvo.
En la década de los 80 llevó al cine, bajo la dirección de Carlos Saura, la trilogía “Bodas de sangre” (1981), “Carmen” (1983) y “El amor brujo” (1986). Su última producción como coreógrafo fue en 1994, “Fuenteovejuna”, una adaptación a la obra de Lope de Vega.
A todo tipo de batalla se enfrentó y en casi todas triunfó o empató. Hasta que un cáncer le ganó la última y le impidió lograr uno de sus grandes sueños: montar la coreografía de “Don Quijote”. Falleció en Madrid, el 20 de julio del 2004, con solo 67 años.
Muchas personas anhelaron mostrarle su cariño ante el sarcófago, pero solo su última esposa y sus hijas lo vieron muerto. Había sido su voluntad. Fue cremado al día siguiente. Y para sorpresa general, como lo había pedido, al crematorio solo pudieron asistir miembros del cuerpo diplomático de la embajada de Cuba. Más insólito: el día 22 las cenizas partieron a La Habana.
Aunque fue una sorpresa para las multitudes que lo admiraron, en esta frase que dijera a un periodista en La Habana, navidades del 2003, todo se puede comprender: “Cuba no es una simple aventura. Es el puerto de mi vida”.

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Su relación con la Revolución Cubana



Gades había llegado a Cuba por primera vez en 1975. Acababa de disolver su compañía a manera de protesta ante los fusilamientos del franquismo en septiembre de 1975. Por ello también había decidido dejar el baile. Fue Alfredo Guevara, fundador del Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematográfica, ICAIC, quien lo invitara. Como lo expresara, estar en esta isla revolucionaria había sido “su máxima aspiración durante muchos años”. Sintiéndose ahí como lo que era: “el hijo de un combatiente del Ejercito Republicano que ve realizado el sueño de su padre.” Desde entonces sus estadías fueron frecuentes.
En varias ocasiones reconoció que su pasión por la revolución cubana comenzó casi desde 1959, cuando Fidel Castro y sus barbudos tomaron el poder. Guardó en su memoria lo que le diría su padre: “Si tan mal le sienta a Estados Unidos que hayan ganado, ésa es gente de fiar”.
La reconocida bailarina y coreógrafa cubana, Alicia Alonso, lo convenció de continuar bailando, después de casi cinco años sin hacerlo . Con ella y su ballet participó en numerosos proyectos y giras. Las primeras presentaciones del Ballet Nacional de España fueron en Cuba: “No es algo accidental que comience por aquí, sino porque siento un amor especial por Cuba”, aseguró.
En 1982, Fidel Castro y Alicia Alonso fueran los padrinos de su boda con Marisol, cuando la pareja ya tenía tres hijas.
Su último gran éxito, «Fuenteovejuna», lo concibió, realizó y estrenó en la isla. Fue a principios de los noventa, cuando nadie apostaba nada por la supervivencia de la revolución cubana, ante el aislamiento en que había quedado por el derrumbe del campo socialista europeo: “Fuenteovejuna es una lección de solidaridad. Igual que Cuba”, dijo.
En 1996 visitó a los soldados apostados en la frontera con la base naval que ocupa ilegalmente Estados Unidos en Guantánamo. Con ellos no solo compartió la poca y modesta comida que había, pues la terrible crisis económica persistía, sino que realizó un improvisado baile. El y sus bailarines respondieron al canto y palmas de los soldados, mientras el ardiente pavimento servía de tablado.
El 5 de junio del 2004 recibió del presidente Fidel Castro la máxima condecoración que concede el Consejo de Estado, la Orden José Martí. Fue en reconocimiento a sus “aportes a la cultura universal”, y por su “amistad y fidelidad inquebrantables hacia el pueblo y la revolución cubana”.
El entonces ministro de Asuntos Exteriores, Felipe Pérez Roque, recordó durante la sencilla e íntima ceremonia, cómo en esos terribles años de los noventa, “cuando parecía que la Revolución Cubana no podía sortear los enormes peligros que se levantaban ante ella, [Gades] estuvo dispuesto a poner junto a nosotros no sólo sus ahorros, no sólo su disposición de hablar y defender a Cuba en cada tribuna en que le fue posible, sino incluso su propia vida”.
El canciller dijo que la orden impuesta era sobre todo “el reconocimiento al irreductible comunista, al revolucionario que no ha perdido nunca la ilusión de un mundo mejor y no ha dejado de luchar por él”. Revelando lo que muy pocos sabían: Gades era militante del Partido Comunista de Cuba desde muchos años atrás: “uno de sus militantes de filas que prestigia a nuestro partido, como una vez hiciera el Che Guevara”.

A Gades lo acompañaban unos pocos de sus más cercanos familiares. En la ceremonia estuvieron sus amigos cubanos más íntimos, como el entonces ministro de las Fuerzas Armadas, Raúl Castro, y el del Interior, Abelardo Colomé.

Gades se dirigió a Fidel y Raúl : “Querido Comandante en Jefe y querido ministro, nunca me sentí un artista sino un simple miliciano vestido de verde olivo, con un fusil en la mano para donde, cómo y cuándo, siempre estar a sus órdenes”.
El “compañero Antonio Gades”, también expresó: “Soy yo el que tiene que dar las gracias a vuestra revolución, que sabéis que es la mía. La revolución me ha confirmado que mis ideales revolucionarios no eran equivocados ni obedecían a una epidemia de juvenil romanticismo, como algunos pretendían hacerme creer”.
Entonces no fue un azar que sus cenizas llegaran a Cuba. Además, en su última voluntad, escrita el 14 de julio del 2004 desde su lecho de muerte y en una hoja timbrada del hospital, le dijo a Raúl Castro:
“Quiero decirle que mi mujer Eugenia y mis hijas María, Tamara y Celia, según mi última voluntad le entregarán mis cenizas. Haga con ellas lo que usted crea conveniente. Jamás pensé tener el honor de llegar a ser su Compadre, pero desde que le conocí siempre estuvo dentro de mí por su firmeza, su ejemplo de verdadero comunista y su fidelidad a nuestro Comandante. Quiero que sepa que lo único que siento es no haber hecho más por la Revolución (…)”
La urna con las cenizas permaneció custodiada por una guardia de honor en uno de los salones del Ministerio de las Fuerzas Armadas Revolucionarias. En marzo 2005 fue trasladada hasta el mausoleo en la cordillera de la Sierra Maestra, en el oriente de Cuba, cuna de la revolución. Ahí, donde están enterrados los guerrilleros que combatieron junto a Raúl Castro durante la lucha contra la dictadura de Batista. Fue el propio Raúl quien depositó la urna en el monumento. A Gades se le rindieron honores militares dignos de un combatiente de alta graduación: se dispararon tres salvas de fusiles y después se entonó La Internacional.
Una de sus hijas recordó el rostro de su padre cuando, ya próximo a morir en el hospital, supo que sus restos descansarían junto a los guerrilleros de su Compadre Raúl: “Lo vi feliz. Estaba orgulloso, para él era un honor, pues Cuba era su referente”.
Desde el 2007, en la Plaza de la Catedral, en el casco histórico de la Habana, existe una escultura de bronce del gran bailarín español. Y, por qué no, del revolucionario cubano.
Unos pocos se atrevieron a preguntarle a Gades qué había hecho tras telones por la revolución cubana. Dicen que siempre sonreía y le brillaban los ojos.


Notas: 

Hernando Calvo Ospina.
Es periodista, escritor y realizador colombiano residente en Francia.
Bibliografía:
* Antonio Gades. Ediciones Fundación Antonio Gades, Madrid, 2005.
*
El baile flamenco. Ángel Álvarez Caballero.  Alianza Editorial, Madrid, 1998.
* Muere Gades, el comandante flamenco, Miguel Mora, El País, Madrid, 21 de julio 2004.
* Cuba el faro de su existencia. Mauricio Vicent, El País, Madrid, 21 de julio 2004.
* Gades, cuando un amigo se va. Gabriel Molina, Granma, La Habana, 21 de julio 2014.


Ver diversos documentales en youtube, sobre Antonio Gades.

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