Por Leonor García
Domingo Oliveros nació en Pareja (pueblo de Guadalajara) en el año 1915, muy joven tuvo que emigrar a Madrid para trabajar. Empezó a conocer los movimientos obreros que en esa época eran importantes en España. Había grandes huelgas, mítines y él fue conociendo la lucha anticapitalista. Cuando empieza la Guerra Civil ya estaba en el ejército,y no dudó en apoyar la causa republicana y combatir en sus tropas. Llegó a tener la graduación de capitán, luchando en los puntos más conflictivos y peligrosos del frente.
Poco antes de que ésta terminara, cayó prisionero, pero consiguió evadirse del campo de concentración. Posteriormente lo haría en tres ocasiones más. Una de las veces en Valencia, cuando era conducido entre varios sociales a la comisaría. Lo llevaban en tranvía (porque entonces la policía era muy cutre y no tenía tantos coches como necesitaban ya que las cárceles y las comisarías estaban llenas de luchadores). Aprovechó el encuentro con una procesión par largarse en marcha gritando: Soy rojo ¡Ayuda! La multitud se abrió dejándole paso para después volver a cerrarse, impidiendo continuar la persecución a los policías, a pesar de que estos gritaban ¡Al ladrón!
En 1951, durante la huelga de tranvías de Barcelona, le detuvieron en compañía de otros dirigentes comunistas y estuvo 56 días en la Dirección General de Barcelona, sometido a las más brutales torturas.
Esta huelga se produjo, en principio, por una subida del precio de los transportes públicos, sobre todo en el precio de los tranvías, pero se fue extendiendo por las empresas hasta que se convirtió en huelga general. Lo más chocante de todo esto, es que el llamamiento a las empresas salió del propio Sindicato Vertical (claro que ellos ya estaban infiltrados).
Hacía doce años de la terminación de la guerra y la gente tenía mucho miedo a la represión, pero ¡eran tan pequeños los salarios y tan escaso lo que se podía comprar con sueldos de 150 pesetas a la semana! porque casi todo se adquiría de estraperlo, con lo cual el pueblo, en general, estaba harto de vivir así. A pesar del miedo la gente se echó a la calle y se sumó a la huelga.
El Gobernador y la policía también pasaron su mido, ya que no esperaban una reacción tan fuerte. Los tranvías, en aquellos día y por orden del Gobernador eran gratis, pero los trabajadores no subía a ellos.
Un grupo de 40, entre los que había muy distintas ramas de la producción, fueron detenidos y torturados con todo el sadismo que empleaba la fatídica Brigada Social. Los tuvieron en Jefatura, en la Vía Layetana. Domingo estuvo 56 días, más o menos como los demás. Esta represión fue llevada a cabo por la Brigada especial que vino desde Madrid. Lo de especial sería porque sus métodos eran brutales.
No se sabía de que les acusaban hasta que salió una nota en la prensa oficial en la que se decía que el comunismo, dirigido por Moscú, había enviado a España a sus agentes subversivos para alterar "la paz que disfrutábamos". Todos eran trabajadores y estaban en España. Hubo que recurrir a Radio España Independiente y a otras emisoras en español, como la BBC, Radio París, Radio Moscú, donde nos hablaban de la solidaridad con nuestros presos, incluso con las familias. Claro, no sus gobiernos, pero sí con los sindicatos y las fuerzas antifascistas.
En las siguientes semanas hubo enfrentamientos del pueblo con las fuerzas represivas, muy desiguales, pero no pararon ni después de que los trabajadores volvieran al trabajo de nuevo. A la puerta de la cárcel llegaban muchas personas que llevaban fruta para los detenidos y se preocupaban por saber si se sabía algo nuevo sobre su situación.
En el extranjero se hizo una campaña enorme en apoyo de nuestros presos. A los pocos meses se celebraba el Congreso Eucarístico y Barcelona estaba llena de religiosos (según los periódicos doce cardenales, 300 obispos de setenta y siete países, quince mil sacerdotes y seminaristas, monjas y católicos en general). Todos ellos constituyeron una manifestación de apoyo al Régimen franquista, tan despreciado en el mundo.
Siempre se busca un culpable para castigar y, en este caso (aunque el responsable de la huelga era el Gobierno) se responsabilizó de ella a aquellos que habían destacado en la lucha, si es que es un delito exigir que los pueblos vivan en unas condiciones mejores, después de tres años de luchas contra el fascismo y a pesar de que en justicia, tendrían que haber juzgado a todo el pueblo, sólo ellos sufrieron la justicia del tirano y sus servidores.
Las familias de los presos montamos una mesa al lado de La Catedral recogiendo firmas, pidiendo la libertad para los huelguistas y recogimos muchas que entregamos a los abogados. Antes de juzgarlos corrió por Barcelona la noticia de que los fusilarían sin juicio.
Nosotras, las mujeres, pensamos que teníamos que movilizar ¿Cómo? Fuimos con nuestros hijos y nos sentamos en La Rambla, frente a Capitanía, hicimos dos corros no muy numerosos con los niños en el centro y nosotras rodeándolos. Los marineros de un barco que había llegado, se a cercaron y al saber porqué era la sentada se situaron de pie detrás de nosotras. La gente que pasaba se paraba a ver lo que pedíamos y algunas personas nos acompañaron. Claro, fue muy poco rato, porque la policía montada a caballo nos disolvió y teníamos miedo por los niños y algunos abuelos. Conocíamos bien sus métodos. Aunque no salió ninguna nota en la prensa, la gente que nos vio corrió la voz por Barcelona.
Hubo una movilización mundial donde, empezando por estadistas (por ejemplo, el Presidente de México), personalidades muy conocidas de la Iglesia española que pidieron una amnistía general para ellos. La Sra. Roosvelt, esposa del conocido Presidente de los EE. UU., artistas de renombre americanos, ingleses, franceses y muchos de otros pueblos que, después de tanto tiempo no recuerdo. También el entonces Monseñor Montini (que después fue Papa en Roma), además de pintores, escultores y médicos de fama mundial, entre ellos Picasso que pidió ayuda al mundo entero para los huelguistas y sus familias.
El régimen tenía contactos con EE. UU. y posiblemente queriendo adecentar su imagen, les puso unas penas francamente pequeñas, teniendo en cuenta que los había amenazado con penas de muerte.
Pero cuando salieron en libertad no se libraron de las amenazas de la policía. De hecho a los pocos días, murió uno de ellos aplastado por un camión contra un muro ¿fue accidente o se produjo con la intención de matarlo? Nunca se sabrá.
Así empezó para todos nosotros un nuevo éxodo en nuestro propio país. Valencia, Madrid, otra vez Barcelona. Pero eso no impidió que Domingo siguiera con su lucha por la libertad y durante todos los años siguientes continuó participando en los diferentes frentes del movimiento obrero, ayudando a los presos, acogiendo a camaradas en nuestra casa cuando lo necesitaban y, cuando podíamos ayudando económicamente.
El siempre pensó que los pueblos no deben perder su espíritu de lucha para vivir en la justicia y la libertad, porque hay un dicho "Que los pueblos que olvidan su historia vuelven a repetirla".
Esperemos que la historia no se olvide de tantos hombres que lucharon para que todos los pueblos del mundo puedan vivir como se merecen.
Domingo ¡Gracias!
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