Un progreso prodigioso a pesar de la II Guerra Mundial y la Guerra Fría.
El Tercer Plan Quinquenal (1938-1942)
La economía de la Gran Guerra Patria
Los Planes Quinquenales Cuarto (1946-1950) y Quinto (1951-1955)
Breve historia de la crítica del socialismo
Aciertos y posibles errores en la transición del socialismo al comunismo
Un progreso prodigioso
El Tercer Plan Quinquenal (1938-1942)
En 1936, la Economía de la U.R.S.S. había cambiado radicalmente. Por
esta época, habían sido totalmente liquidados los elementos
capitalistas, y el sistema socialista había triunfado en todas las ramas
de la Economía nacional. La potente industria socialista rebasaba en
siete veces la producción de antes de la guerra y había desalojado
completamente a la industria privada. En la agricultura, había
triunfado, con los koljoses y los sovjoses, la producción socialista
mayor del mundo, una producción mecanizada y equipada con arreglo a la
nueva técnica. Los kulaks habían sido totalmente liquidados como clase, y
el sector individual no desempeñaba ya ningún papel importante en la
Economía del país. Toda la circulación de mercancías estaba concentrada
en manos del Estado y de las cooperativas. La explotación del hombre por
el hombre había sido destruida… La propiedad social, socialista, sobre
los medios de producción se había consolidado, como la base
inquebrantable del nuevo régimen socialista, en todas las ramas de la
Economía nacional. En la nueva sociedad, la sociedad socialista, habían
desaparecido… las crisis, la miseria, el paro forzoso y la ruina. Se
habían creado las condiciones necesarias para una vida desahogada y
culta de todos los miembros de la sociedad soviética.[1]
La producción industrial y la renta nacional se habían duplicado
durante el primer quinquenio (1928-32) y otra vez duplicado durante el
segundo (1933-1937).[2]
“Las cosechas de 1933, 1934 y 1935 fueron buenas en conjunto, lo que
contribuyó a obtener mejores resultados en la industria en los años
inmediatamente posteriores.”[3]
La cosecha de cereales experimentó un crecimiento del 38% entre 1928 y
1940, que, según la estimación de Hunter, habría sido sólo de 33% si no
se hubiera realizado la colectivización. Esto lleva a Marc Tauger a
concluir que “… la agricultura colectivizada soviética no parece haber
funcionado tan mal.”[4]
“La colectivización –observa Hutchings- comportó algunos efectos muy
profundos, al margen de los exclusivamente agrícolas. Uno de ellos fue
la desaparición del desempleo urbano. Durante el período de la NEP, el
desempleo registrado por los cambios de trabajo, que se daba
fundamentalmente en las áreas urbanas, era muy numeroso; había cerca de
1,5 millones de personas en paro, sin que la cifra mostrase tendencia a
decrecer. Desde abril de 1929 el número de parados comenzó a descender
rápidamente… Las estadísticas oficiales muestran que el paro desapareció
en el cuarto trimestre de 1930, y desde entonces no ha existido, al
menos oficialmente, desempleo en la Unión Soviética.
La explicación más común de este ritmo descendente en el paro, que
por otra parte aceptamos perfectamente como cierto, es que la demanda de
trabajo creció durante el período de la industrialización. Sin embargo,
aunque se trata de una causa realmente importante, más decisivo fue aún
el papel desempeñado por la colectivización, ya que los campesinos que
se encontraban trabajando temporalmente en las ciudades volvieron a
establecerse en las granjas colectivas, tanto para reclamar sus derechos
sobre la propiedad arrebatada a los kulaks como para proteger a
su familia y asegurar sus intereses en un momento de extrema tensión
social. Además, al ser beneficiados los granjeros colectivos con unas
condiciones similares a las de los obreros del sector industrial que
trabajaban en las ciudades, esto sirvió de incentivo para atraer mano de
obra hacia las granjas. Las granjas colectivas, por tanto, debilitaron
la emigración a la ciudad.”[5]
“La industrialización comenzó a llegar a las repúblicas nacionales
más atrasadas. Había el propósito deliberado de desarrollarlas, aun
cuando no fuera ésta –en opinión de Alec Nove- la forma más racional de
utilizar recursos escasos”.[6]
Desde el punto de vista capitalista, lo racional se confunde con lo
inmediatamente rentable. Desde el punto de vista del proletariado
socialista, la racionalidad de una inversión se mide por lo beneficiosa
que resulta para la mayoría trabajadora en términos de disfrute de
bienes materiales y de liberación de la explotación capitalista.
La Unión Soviética estaba creciendo, mientras que “el sistema
capitalista occidental estaba aparentemente entrando en colapso, con un
desempleo masivo y una desorganización social, culminando en
Norteamérica con la parálisis de 1932-33 y en Alemania con los seis
millones de parados y el triunfo de Hitler.”[7]
Estos logros de la Unión Soviética costaron muchos esfuerzos e
incluso sacrificios por parte de la mayoría de la población que dio
muestras de auténtico heroísmo. Tuvo que aprender a organizar la
producción por su cuenta, sin capitalistas, no ya para incrementar las
ganancias de éstos, sino para seguir progresando hacia el comunismo.
Hubo necesariamente errores, unas veces por defecto y otras por exceso.
“Bajo la jefatura de Stalin –explica Alec Nove- se lanzó un asalto
contra la fortaleza defendida por los enemigos de clase y contra los
obstáculos objetivos que se oponían a un rápido crecimiento industrial.
El asalto tuvo éxito en parte, fracasó en algunos sectores, pero los
fracasos pudiera decirse que son inherentes al proceso de aprendizaje.
Los últimos perfeccionamientos en la técnica de la planificación se
basaban en las lecciones aprendidas al hacer frente a las dificultades.”[8]
Los obreros y campesinos trabajadores tuvieron que enfrentar la
encarnizada resistencia de miembros de las clases explotadoras
suprimidas, apoyados por los Estados capitalistas y sus partidarios
dentro de las instituciones soviéticas. Al haber sido incapaces de
ganarse pacíficamente el apoyo popular, las sucesivas oposiciones
políticas a la edificación socialista que se habían manifestado en los
años veinte cambiaron entonces de táctica, recurriendo al sabotaje, al
asesinato y a las tentativas de golpe de Estado. Esta nueva táctica del
enemigo de clase generó confusión y sufrimiento en el pueblo, pero no
pudo conseguir sus propósitos.
Los ideólogos de la burguesía culpan a Stalin y a la dirección
bolchevique por una represión que éstos se vieron forzados aplicar,
además de que la deforman y la exageran de manera monstruosa: convierten
en víctimas a verdugos quintacolumnistas del fascismo como eran los
conspiradores trotskistas, zinovievistas, bujarinistas y nacionalistas, y
hablan de millones de ajusticiados, lo que representa una cifra
incompatible con la demografía soviética de los años treinta. Lo cierto
es que, a pesar de las privaciones y de la aguda lucha de clases, la
población de la URSS creció a un ritmo similar al de los años previos a
la Primera Guerra Mundial. Los que sí fueron auténticos criminales son
los capitalistas, culpables de la carnicería de 1914-1918, del bloqueo[9]
e intervención de 14 Estados y de la guerra civil contra el Poder
Soviético. Entre 1914 y 1923, causaron a los pueblos de Rusia una
pérdida de vidas humanas comparable, según Hutchings, con un “desastre
nuclear”.[10]
Pero los autores burgueses, cuando hablan de la violencia y de la
falta de libertad en los Estados dirigidos por comunistas, son maestros
insuperables en tirar la piedra y esconder la mano. En realidad, los
comunistas sólo se han distinguido del resto de los obreros
revolucionarios en que son capaces de dirigirlos hacia la libertad,
evitando que sean derrotados y masacrados por la fuerza armada
capitalista.
Cuando presentó ese jalón hacia la libertad que era el 3º Plan
Quinquenal, V. Molótov lo explicó así: “Hoy, la sociedad socialista está
construida en lo esencial. La Unión Soviética ha entrado en un nuevo
período, el de la culminación de la edificación de la sociedad
socialista, sin clases, y del paso gradual del socialismo al comunismo…
Hubo nuestro primer plan quinquenal. En cuatro años, aumentó nuestra
producción industrial un 202%, es decir que la duplicó. Después, vino el
segundo período quinquenal. El plan preveía un nuevo aumento de la
producción industrial de 2,1 veces. Pero, de hecho, aumentó en 2,2
veces, más exactamente en 221%. Y entramos en el tercer período
quinquenal. Nuevamente nos hemos asignado la tarea de duplicar
aproximadamente la producción industrial, más exactamente de
multiplicarla por 1,9. Esto es lo que los bolcheviques llaman la fuerza
todopoderosa del comunismo. A aquéllos que no creen en el comunismo,
podemos decirles: pacienten aún un poco y la historia dirá su última
palabra para todos estos incrédulos tomados en conjunto y arrojados al
mismo montón”.[11]
Pero la URSS no tuvo oportunidad de llevar a cabo en calma y
seguridad la transformación que preveía su nuevo Plan Quinquenal. Tuvo
que prepararse para defender las conquistas de la Revolución.
El desarrollo de la situación internacional hacía presagiar una
segunda gran agresión contra el Poder Soviético: los nazis habían
conquistado el gobierno en Alemania; junto con los fascistas italianos y
la rancia oligarquía local, habían desatado una guerra contra la España
republicana, al tiempo que los Estados parlamentarios le daban la
espalda a ésta con el pretexto de la “No Intervención”; Alemania se
anexionaba a Austria (Anschluss) y obtenía el visto bueno de
Francia e Inglaterra para hacer lo propio con Checoslovaquia (Acuerdos
de Múnich de 1938); y los gobiernos de estos países daban largas a la
propuesta soviética de construir una alianza contra el expansionismo
bélico nazi-fascista. Objetivamente, todos ellos estaban contribuyendo a
crear una gigantesca fuerza militar contra la URSS. El gobierno
bolchevique tuvo que elevar año tras año el porcentaje de su presupuesto
de defensa y, desde 1939, aceptar el pacto de no agresión que le
propuso Alemania mientras reconvertía a marchas forzadas su industria
pacífica para priorizar la producción de armamento.
No obstante la necesidad de transitar hacia una economía de guerra,
la renta nacional soviética creció en más de un tercio desde 1938 hasta
la invasión alemana.
Los
dirigentes bolcheviques sabían que, al retrasarse los triunfos
revolucionarios del proletariado en otros países, una nueva agresión
contra la URSS era cuestión de tiempo. Ésta fue una de las razones más
poderosas para llevar al máximo ritmo posible la industrialización y la
colectivización.
Stalin había advertido, el 4 de febrero de 1931, que “Nos hallamos a
una distancia de cincuenta o cien años por detrás de los países más
adelantados. Debemos cubrir esta distancia en diez años. O lo hacemos o
acabarán con nosotros”[12].
Como reconoce Hutchings, “A los diez años exactamente, la Alemania nazi
invadía la URSS y no cabe la menor duda de que si se hubiera adoptado
un ritmo más lento en el desarrollo de la industria, el ataque habría
resultado un éxito completo y la historia del mundo tal vez hubiese
evolucionado de forma muy diferente… sus palabras resultaron una
verdadera profecía. Sin previa advertencia, el 22 de junio de 1941, la
Unión Soviética fue invadida por Alemania y sus aliados”.[13]
La economía de la URSS estaba mucho mejor preparada que lo había estado la de la Rusia zarista ante la Primera Guerra Mundial.
Pero, en esta ocasión, a la URSS le iba a tocar frenar y destruir
casi en solitario la mayor máquina de guerra de la historia, alimentada
por toda la economía europea conquistada por ella en los cinco años
precedentes.
La economía de la Gran Guerra Patria
Las fuerzas invasoras avanzaron con rapidez por el territorio
soviético, aunque no tan fácilmente como lo habían hecho en Polonia y en
Francia porque, a diferencia de éstas, la URSS se había desembarazado
de la “quinta columna” aliada del fascismo. Los alemanes llegaron hasta
las puertas de Moscú y de Leningrado y conquistaron la mayor parte de la
ciudad de Stalingrado.
Parte de la URSS ocupada por los nazis en 1941-1943:
– 45% de la población
– 47% de la superficie sembrada
– 33% de la producción industrial
– 63% de la producción de carbón
– 68% del lingote de hierro
– 58% del acero
– 60% del aluminio
– 40% de la electricidad
– 41% de las líneas férreas
– 84% del azúcar
– 38% de los cereales
– 60% de los cerdos
(Fuentes: El desarrollo económico soviético 1917-1970 – Historia y planificación (1), R. Hutchings, Historia económica de la Unión Soviética, Alec Nove, y Las guerras de Stalin, Geoffrey Roberts)
La economía soviética consiguió encajar los duros golpes de la masiva
agresión nazi-fascista y, ya a partir de marzo de 1942, empezó a
recuperarse, constituyendo una sólida base de apoyo al esfuerzo bélico
del Ejército Rojo. Por encima de las cualidades de mando de Stalin y de
sus generales, de los errores alemanes, de la movilización patriótica
del pueblo, de las gestas heroicas, de la disciplina de hierro y de la
suerte, “había un formidable éxito económico y organizativo”.[14]
La concentración en manos del Estado soviético de los principales
medios de producción había permitido poner rápidamente la economía
nacional de la URSS en pie de guerra[15].
Este éxito se apoyaba en el desarrollo económico alcanzado por la
URSS en todo su vasto territorio durante la década anterior. Por
ejemplo, A. Nove se pregunta: “¿qué habría sido del ejército ruso en
1942 sin una base metalúrgica en los Urales-Siberia?”[16].
Los logros de la economía de guerra eran la prueba de la capacidad de
movilización de la economía soviética, pero también de esta proeza
extraordinaria que representaba la deslocalización masiva de las
fábricas hacia la URSS oriental en 1941-1942, a pesar de la velocidad
del avance alemán: “en el período de julio a noviembre de 1941 fueron
evacuadas de las regiones amenazadas no menos de 1523 empresas
industriales, de las cuales 1360 de gran escala. Se hizo lo posible y lo
imposible para enviar hacia el Este camiones-tanques con combustible,
equipos, cereales y ganado, en medio de tremendas dificultades y de
circunstancias inevitablemente duras. Toda esta operación se realizó
venciendo pavorosos obstáculos. La tarea fue supervisada por el Comité
de Evacuación, creado el 24 de junio de 1941 por el Comité Central y el
Gobierno. Había de llevarse a cabo en el plazo más breve posible,
trabajando día y noche… Las innumerables anécdotas que se cuentan de la
gran evacuación reflejan el mérito de quienes en ella intervinieron. Se
trasladaron al Este diez millones de personas. Nada a escala parecida
había sucedido nunca. Las plantas industriales evacuadas fueron
gradualmente establecidas de nuevo en el Este… y al fin pudieron
contribuir al esfuerzo de la guerra”[17].
Al lado de la deslocalización de su industria, los soviéticos crearon
3.500 nuevas fábricas durante la guerra, la mayoría destinadas a la
producción de armas”.
Aunque, el Ejército Rojo de 5 millones de hombres había sido
prácticamente barrido por los alemanes, “los soviéticos preparaban la
guerra desde hace más de un decenio y podían contar con una reserva de
civiles de 14 millones de hombres con una formación militar básica”.
Así, a finales de 1941, el Ejército Rojo contaba, no con 5, sino “con 8
millones de soldados. En 1942, el número pasó a 11 millones”. Esto
incluía a “un millón de mujeres, cuya mitad sirvieron en el frente en
todo el abanico de misiones que podían realizarse en el combate”.[18]
Hay investigadores que minimizan la contribución de la economía
soviética a los combates del Ejército Rojo y que exageran la importancia
de la ayuda norteamericana a la URSS, enmarcada en la Ley de Préstamo y
Arriendo (Lend-lease). Hay que tener en cuenta que los EE.UU.,
además de ser ya entonces la primera potencia económica, eran un Estado
beligerante que, lejos de sufrir destrucciones en su territorio,
resultó económicamente beneficiado por la Segunda Guerra Mundial. Pues
bien, su ayuda alcanzó en realidad solamente el 10% de las necesidades
económicas de guerra de la URSS. Y, como Geoffrey Roberts observa
pertinentemente, “Lo esencial de esta ayuda llegó después de
Stalingrado, su papel principal siendo por tanto más el de facilitar la
victoria que el de evitar la derrota”.[19]
En 1943, dos años después de iniciarse la guerra, la Alemania nazi no
había conseguido conquistar Moscú, Leningrado y Stalingrado, mientras
que la Unión Soviética ya era más fuerte que ella y podía emprender una
contraofensiva victoriosa que la llevaría a liberar el Este de Europa y a
derrotar al ejército alemán en los primeros días de mayo de 1945. En su
discurso para el 7 de Noviembre de 1944, Stalin subrayaba que “el
sistema socialista nacido de la Revolución de Octubre ha dotado a
nuestro pueblo y a nuestro ejército de una fuerza grande e invencible”.[20]
A los pocos meses de esta gran victoria, durante el mítin electoral
del 9 de febrero de 1946, detallaría que “Para cumplir este grandioso
trabajo, hizo falta la realización de los tres planes quinquenales de
desarrollo de la economía nacional. Son justamente estos tres planes
quinquenales los que nos han ayudado a crear esta posibilidad material”.[21]
Alcanzada la victoria, la Unión Soviética tenía que hacer frente a
las devastaciones causadas por los invasores hitlerianos. “Muchas
ciudades quedaron reducidas a escombros. Miles de aldeas fueron
machacadas. La gente vivía en agujeros en el terreno. Muchísimas
fábricas, presas hidroeléctricas y puentes levantados con tanto
sacrificio en el período del primer plan quinquenal, tenían ahora que
ser reconstruidos. Una abrumadora tarea aguardaba a los supervivientes,
una vez pasadas las fiestas de la victoria.
El 9 de mayo de 1945 la guerra contra Alemania había terminado y la
bandera roja ondeó sobre el Reichstag, en Berlín, durante una semana. Es
imposible exagerar el efecto de esta victoria, comprada a tan alto
precio, sobre la moral y la conciencia del pueblo ruso. Stalin era ahora
el gran caudillo militar que los había llevado a la victoria… en
definitiva, el sistema de Stalin resistió la prueba de la guerra aunque
al precio de graves pérdidas”.[22]
Según los cálculos de 1996 publicados por Mark Harrison, la guerra
había costado a la Unión Soviética cerca del 25% de sus bienes de equipo
y cerca del 14% de su población de anteguerra. Había acabado con la
vida de más de 7 millones de soldados y 15 a 16 millones de civiles. Las
personas que habían sufrido heridas físicas o traumatismo psicológicos
se elevaban a varias decenas de millones[23].
Notas.
[1] Historia del PC(b) de la URSS, Stalin, Obras, tomo 15.
[2]
El plan quinquenal de la URSS 1946-1950. Informe presentado por N.
Voznesenski, presidente de la Comisión del Plan Estatal, en la primera
sesión del Soviet Supremo de la URSS, el 15 de marzo de 1946.
www.communisme-bolchevisme.net.
[3] El desarrollo económico soviético 1917-1970 – Historia y planificación, libro 1, Raymond Hutchings, Ediciones Istmo, pág. 128.
[4] Famine et transformation agricole en URSS, Marc Tauger, Ed. Delga, pág. 253.
[5] Ibídem, R. Hutchings, págs. 111-112.
[6] Historia económica de la Unión Soviética, Alec Nove, Alianza Editorial, pág. 241.
[7] Ibídem, pág. 233.
[8] Ibídem, pág. 231.
[9]
“Por ejemplo, durante 1919-20 en el golfo de Finlandia hubo una
considerable fuerza naval inglesa bloqueando Leningrado”. (Alec Nove, Ibídem, pág. 71)
[10] Ibídem, R. Hutchings, pág. 78.
[11] Informe presentado el 17 de marzo de 1939 al XVIII Congreso del Partido Comunista (bolchevique) de la URSS.
[12] Las tareas de los dirigentes de la economía, Stalin, Obras, tomo 13, pág. 16: https://www.marxists.org/espanol/stalin/obras/oe15/Stalin%20-%20Obras%2013-15.pdf
[13] Ibídem, R. Hutchings, págs. 98 y 132.
[14] Les guerres de Staline, Geoffrey Roberts, Ed. Delga, pág. 213.
[15]
El plan quinquenal de la URSS 1946-1950. Informe presentado por N.
Voznesenski, presidente de la Comisión del Plan Estatal, en la primera
sesión del Soviet Supremo de la URSS, el 15 de marzo de 1946
[16] Ibídem, Alec Nove, pág. 231.
[17] Ibídem, Alec Nove, pág. 284.
[18] Ibídem, Geoffrey Roberts, pág. 214.
[19] Ibídem, Geoffrey Roberts, pág. 215.
[20] Ibídem, Geoffrey Roberts, pág. 254.
[21] Discurso pronunciado ante la Asamblea de Electores Stalin de la circunscripción de Moscú el 9 de febrero de 1946, http://www.centremlm.be/J-Staline-Discours-prononce-a-l-assemblee-des-electeurs-de-la-circonscription
[22] Ibídem, Alec Nove, pág. 303.
[23] Ibídem, Geoffrey Roberts, pág. 429.
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