30 de enero de 2020

La Segunda Guerra Mundial y el Socialismo (I)



ÍNDICE:

1.- Significado de la Guerra para el imperialismo.        
Intento de un golpe militar en la URSS.                            
La URSS aislada.                                                                   

2.- Estrategia nazi, estrategia soviética.                                                  
La contrainformación del imperialismo.                          
Katyn, montaje nazi reasumido por el imperialismo.     
¿Cómo se fraguó la Victoria?                                            
  1. a) Guerra Total.             
  2. b) Los frentes en la retaguardia nazi.            
  3. c) La inteligencia soviética.            
  4. d) Los Ejércitos de Choque.             
  5. e) Mejora continua de los armamentos, terrestres, aéreos y navales.                                 
3.- La conciencia de la población soviética.                
El Frente Laboral.                                                    
El Frente Moral.                                                       
El fondo de ayuda a la defensa.                             
La donación de sangre.                                           
Ni un paso atrás frente al fascismo.                     
El Socialismo hizo posible la victoria en la Gran Guerra Patria.
Los más entregados hijos de la URSS, el Partido Comunista bolchevique.
La amenaza de la guerra imperialista.               

 Bibliografía                                                                                                 

La Segunda Guerra Mundial y el Socialismo

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 1.- Significado de la Guerra para el imperialismo.

La guerra es un acto también político, como decía Lenin: “Me parece que lo principal, que generalmente se olvida o se le presta escasa atención, por lo cual se traban tantas discusiones, quizás vanas, sin finalidad, es el carácter de clase de la guerra, sus causas, las clases que la sostienen, las condiciones históricas e histórico-económicas que la han generado”[1].

La guerra es el estado natural del capitalismo y de su última criatura, el imperialismo. Después de la 1ª Guerra Mundial, los imperialismos estadounidenses y europeos se repartieron áreas de influencia económicas por todo el planeta, para explotar y extraer las máximas ganancias de los territorios, incluidas las antiguas colonias alemanas. Pero entre esas potencias, durante los años 20 y 30 había una competencia por acaparar más mercados, existía una guerra larvada por controlar a los pueblos y sus materias primas.

Tras la Revolución de Octubre, diversas naciones del antiguo imperio ruso se adhirieron al Socialismo. Pero todos los gobiernos capitalistas quisieron intervenir para invadir a esos pueblos, apoyando militarmente a los dictadores y terratenientes en armas. Durante cinco años intentaron en sucesivos ataques económicos y de intervención controlar las sucesivas repúblicas de los Soviets. Al fracasar en todos los intentos, trataron de aislar la unión de esas repúblicas (la URSS), apoyando inclusive al fascismo emergente en diversas naciones (Italia, Alemania, Rumanía, Finlandia, Letonia, Estonia, Lituania, etc.).

Aunque los choques entre los diferentes monopolios provocaron una estruendosa crisis en 1929, necesitaban destruir mercados apoyando las agresiones fascistas italianas, alemanas o japonesas. Pero también chocaban con esos imperialismos y entre ellos llegaban a pactos, contra los pueblos que querían ser independientes, provocando las intervenciones fascistas en China, Etiopía y España.

Pero el mayor enemigo de todos esos gobiernos y de las multinacionales de ambos lados del Atlántico era la Unión Soviética.

Contra ella se firmaban todos los pactos con la Alemania nazi, para que su ideario antisocialista enfilase una intervención contra la URSS. Entre los hechos que confirman esta estrategia están el suministro continuo a Alemania de motores, materias primas y petróleo norteamericano, los acuerdos para reconstruir la marina de guerra nazi con fondos ingleses, la permitida anexión del Sarre, de Renania, de Austria y la ocupación de Checoslovaquia, los acuerdos de Alemania con Rumanía y Bulgaria, etc.

Intento de un golpe militar en la URSS.

Desde la construcción del Ejército Rojo, para defender las Repúblicas de los Soviets, los bolcheviques desarrollaron en las fuerzas soviéticas el lema “El Partido manda al fusil”. Así, bajo el mando de comisarios bolcheviques, los regimientos de las unidades armadas proletarias fueron enfrentándose a las fuerzas contrarrevolucionarias, aprendiendo las estrategias militares sobre la marcha. Numerosos oficiales del antiguo ejército zarista apoyaron la defensa de los soviets y, junto a los comisarios, lograron que el Ejército de campesinos y trabajadores tuviese resonantes victorias en Rusia, Ucrania, Polonia y el Cáucaso.

Aunque muchos nuevos oficiales del Ejército Soviético salieron de la unidad obrero campesina, bajo el principio “…de que ningún ejército en el mundo está ajeno a los intereses de clases”, también muchos de aquellos especialistas procedentes de las clases burguesas expropiadas, que colaboraron en la capacitación del nuevo Ejército Proletario, mantenían sus ideas del antiguo régimen contra el socialismo.

De hecho en 1930, un 10 % de los altos oficiales eran antiguos militares salidos del Ejército Zarista, inclusive se habían afiliado a los soviets y al Partido Bolchevique. En un ejército, donde los reclutas procedentes del campesinado aún no se habían desembarazado de los hábitos de querencia sobre la propiedad privada, chocaban entonces con la época de la colectivización de las granjas, del Primer Plan Quinquenal, de la acelerada industrialización por toda la Unión. En el Ejército se iba gestando una oposición coordinada contra los avances sociales favorables al proletariado y contra el control del partido sobre la “mentalidad exclusivista e individualista” propia de la casta militar.

Estos militares se agrupaban alrededor de los mariscales Tujachevski, Putna, Uborevich, Kork y algunos otros. Contra ellos actuaron los resortes de la Dictadura Democrática de los obreros y campesinos, aplastando violentamente la resistencia violenta.

Kliment Voroshilov, Mariscal de la Unión Soviética, Comisario de Defensa en 1938, dijo “Es más fácil asaltar una casa si se tienen cómplices en el interior. Nosotros nos hemos encargado de aquellos cómplices”.

En 1934 José Stalin observa que: “El asesinato de Kirov fue la primera advertencia seria que demostraba que los enemigos del pueblo iban a entrar en el doble juego y que haciéndolo se camuflarían de bolcheviques, de miembros del Partido para ganarse la confianza y abrirse el acceso a nuestras organizaciones”[2]. Los procesos contra zinovievistas, bujarinistas y trotskistas de los años 37 y 38, así como el desmantelamiento del golpe de Estado del Mariscal Tujachevski, fortalecieron al partido y al proletariado soviético.

Dos años después, el Ejército Rojo obtuvo importantes victorias militares sobre los imperialistas japoneses (las batallas del río Jaljin-Gol), y los fascistas finlandeses (la Línea Mannerheim). Estas campañas poco publicitadas por la propaganda burguesa, junto a la modernización del Ejército Rojo, desmienten que la depuración de responsabilidades en el Ejército Soviético hubiera tenido consecuencias importantes.

La URSS aislada

El gobierno soviético propuso al bloque imperialista de EEUU, Gran Bretaña y Francia un acuerdo de ayuda mutua político militar contra el fascismo alemán. Pero el gobierno inglés, a la vez que negociaba con Alemania para librarse de sus compromisos de asistencia a Polonia, respondía al Gobierno soviético que no deseaba una alianza de ayuda mutua.

Tras el Pacto de Munich, el gobierno soviético tuvo la confirmación de que, tanto Gran Bretaña como Francia, apoyados por los EEUU, llegaban a cualquier componenda para no tener que volver a enfrentarse en los campos de batalla, “…llegando a dar facilidades a la Alemania Nazi para que invadiese la Unión Soviética”[3]. Polonia rechazó la ayuda que la URSS le propuso en las negociaciones anglo-franco-soviéticas.

La Unión Soviética no estaba preparada para la guerra, y por eso antes de verse invadida desde el Este y el Oeste, el 23 de Agosto de 1939 firmó en Moscú un pacto de no agresión con Berlín.

Traicionando a Polonia, las potencias occidentales trataron mediante pactos que Alemania siguiera su ofensiva contra la URSS. De hecho el general nazi Jodl declaró “Si no sufrimos el descalabro en 1939, fue únicamente porque durante la campaña de Polonia unas 110 divisiones francesas y británicas se quedaron quietas en Occidente frente a 23 divisiones alemanas”[4].

Durante el resto del año 1939-40 y 1941, en toda Europa y especialmente en los EEUU, se atacó al socialismo como alternativa social, especialmente por este pacto. En todos los países occidentales, la prensa y los gobiernos atacaban abiertamente a quienes luchaban contra el ascenso del fascismo, contra los que apoyaban a la Unión Soviética, contra los comunistas de todo el mundo, apoyándose en los trotskistas y demás antisoviéticos. 

Calificaban el Tratado de No agresión como un pacto de “ayuda económica al Régimen Nazi” contra Inglaterra y Francia. V. Mólotov escribió el 22 de Febrero de 1940 al representante soviético en Londres:
“Primero. Consideramos ridículo e insultante para nosotros no sólo que se afirme, sino hasta que se aventure que la Unión Soviética es un aliado militar de Alemania. Ni siquiera los simplones en política entran así en alianza con una potencia beligerante, comprendiendo lo compleja y arriesgada que sería semejante alianza… Segundo. El tratado económico con Alemania no es más que comercial: la exportación soviética a Alemania alcanza apenas 500 millones de marcos, y es económicamente conveniente a la URSS, porque nuestro país recibe de Alemania abundantes máquinas y bienes de equipo…, cuya venta nos ha sido siempre negada tanto por Inglaterra como por Francia. Tercero… Los rumores de la alianza militar URSS-Alemania, propalados con obstinación, no los alimentan solamente ciertos elementos en Alemania, para intimidar a Inglaterra y Francia, sino también agentes de la misma Inglaterra y la propia Francia, que desean valerse del imaginario ‘paso de la URSS al campo de Alemania’ para alcanzar objetivos singulares en su política interior”[5].

A la vez, el 19 de Enero el Gobierno francés y el británico idearon, en secreto, dos planes de agresión a la URSS (nombres en clave MA6 en inglés y RIP en francés). La histérica reacción imperialista llevó a Gran Bretaña a retirar su embajador en Moscú y a París a declarar persona “non grata” al embajador soviético. Los EEUU realizaron reuniones para encabezar un bloque antisoviético. Hubo intentos de acercamiento del imperialismo con Alemania, como el viaje del subsecretario de Estado de los EEUU, en febrero de 1940, para lograr la reconciliación de los aliados occidentales con Alemania con el propósito de que todos actuasen contra Rusia, pues ello traería “el derrumbe del comunismo”[6]. Por ello, hasta abril del 40, tras la invasión de Polonia y la declaración de guerra del 39 [1 y 3 de septiembre de 1939], no hubo ninguna acción bélica entre los ingleses, franceses y nazis. Fue la llamada “guerra rara”.

Hitler se negó a esta colusión, afirmando que el Reich era invencible y no necesitaba componendas, pasando a atacar a Dinamarca, Noruega, Holanda, Bélgica, Francia, Yugoslavia y Grecia.

2.-Estrategia nazi, estrategia soviética.
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El 22 de Junio de 1941, el ejército fascista alemán, la maquinaria de los países ocupados y los estados vasallos pronazis invadieron la URSS. En aquellos momentos, solamente Inglaterra estaba en conflicto con el nazismo.

El Ejército nazi se equipó, aparte del material bélico de su propio estado, de 200 divisiones tomadas a los ejércitos checoslovacos, franceses, ingleses, belgas, holandeses y noruegos. Cinco mil empresas europeas le abastecían, y otros países deudores pronazis como el régimen de Vichy en Francia y sus colonias, así como el de Franco en España y el de Antonescu en Rumanía, le nutrían de materias primas y, posteriormente, de unidades militares.

Así aquel 22 de Junio, el ejército agresor fascista atacó la Unión Soviética con 5,5 millones de soldados, 47.000 cañones, 4.300 tanques, y 5.000 aviones de combate.

El propósito de fascismo alemán era destruir los soviets, aniquilar el socialismo, arrasar la forma de vida de los soviéticos. Para ello, se proponía ocupar sus tierras, exterminando a una parte de su población y convirtiendo en esclavos a la otra parte.

El pueblo soviético sufrió, más que ningún pueblo del mundo hasta nuestros días, lo que es la barbarie fascista. Pero ya el 3 de Julio de 1941, José Stalin, Presidente del Consejo Estatal de Defensa declaraba por radio: “La finalidad de esta guerra patria, de todo el pueblo contra los opresores fascistas, no se reduce únicamente a la conjuración del peligro que se ha cernido sobre nuestro país, sino que implica la ayuda a todos los pueblos de Europa que gimen bajo el yugo del fascismo alemán”[7].

Durante la ocupación, los criminales nazis exterminaron o martirizaron a más de siete millones de civiles y a más de cuatro millones de militares soviéticos prisioneros. Casi cinco millones de soviéticos fueron llevados a Alemania como esclavos de trabajo, para las fábricas nazis, viviendo en condiciones infrahumanas. Pocos pudieron volver a la URSS.

Para llevar a cabo la aniquilación masiva de la población, la Gestapo creó los “einsatzgruppen”, unidades de terror compuestas por fanáticos SS.

Estas fuerzas llevaron a campos de exterminio a los habitantes de las aldeas, como el Campo 9, cerca de Kaunas en Lituania o los campos de fusilamientos masivos de Salapils y Bikernieki cerca de Riga en Letonia.

Ochocientas cincuenta y seis grandes poblaciones bielorrusas fueron quemadas con sus habitantes y, en los pantanos de los bosques de Mozir, ahogaron a miles de mujeres y niños bielorrusos.

Tan solo en Bielorrusia, los ocupantes crearon 260 campos de concentración y centenares de prisiones y ghettos. En Pólotsk, perecieron 150.000 soviéticos; en Gómel, más de 100.000; y en Vítebsk, más de 90.000. Los nazis asesinaron a la cuarta parte de los habitantes de Bielorrusia.

Liquidaron el ghetto judío de Smolensk. Y en Babi Yar (cerca de Kiev) asesinaron a 100.000 soviéticos en un solo día.

En resumen, los Nazis asesinaron en Ucrania a más de 5 millones de soviéticos, en Bielorrusia, a 2.200.000 y, en Rusia, a cerca de 1.700.000.

Los daños materiales causados por la invasión fascista fueron de una magnitud no conocida hasta entonces.

Fueron destruidas:
* 1.710 ciudades y poblados obreros.
* 70.000 aldeas.
* 32.000 empresas industriales.
* 40.000 hospitales y establecimientos médicos.
* 84.000 escuelas, centros de enseñanza media y superior e institutos de investigación.
* 4.100 estaciones ferroviarias.
* 65.000 kilómetros de vías férreas.
* 14.000 puentes ferroviarios y otras instalaciones.

Capítulo aparte merecen los robos y saqueos agropecuarios estatales, cooperativos y particulares que ascendieron al 30 % de la riqueza nacional. Y allí donde llegaron sus atroces destrucciones, quisieron aniquilar las riquezas culturales, la memoria de los pueblos eslavos, de sus museos, palacios, centros históricos y memoriales. Pero tras la derrota del nazismo, todos estos lugares fueron reconstruidos piedra a piedra.
La contrainformación del imperialismo.

Después de la terminación de la Segunda Guerra Mundial, el complejo industrial militar creado por los EEUU y el Reino Unido veía que la paz en Europa era muy negativa para sus intereses. Ante el desmantelamiento de una gran parte de sus fábricas y la merma de sus ganancias, necesitaban de un enemigo para seguir exportando nuevas guerras, amedrantando a los pueblos que aspiraban a liberarse de las cadenas del imperialismo. 

Los gobiernos de Truman iniciaron una intensa propaganda contra la URSS, apoyándose en las declaraciones de los gobiernos conservadores británicos de denunciar los acuerdos de Postdam, abriendo la etapa de la “guerra fría”, guerra encubierta, contra los pueblos y los trabajadores que veían en el Socialismo, tras el ejemplo soviético, la solución a los problemas sociales en sus países. Y más aún, por la disposición del gobierno yanqui de imponer la “pax americana” mediante la bomba atómica y el rearme de sus fuerzas militares.

A la vez que el chantaje nuclear, tuvo lugar una soterrada guerra publicitaria contra el Ejército Rojo, que continúa hasta la actualidad. Casi todos los medios de comunicación, agencias de noticias, editoriales, etc., se dedicaron con saña a tergiversas no solamente los hechos de la Gran Guerra Patria.

Además, en estos últimos años, se está silenciando que el principal artífice de la victoria sobre el nazismo fue el Ejercito Rojo. El imperialismo está repitiendo que la batalla principal de la Segunda Guerra Mundial fue el desembarco en Normandía. Pero calladamente no dice que el Ejército Soviético, en los días del desembarco, tras la liberación de casi toda Bielorrusia y Ucrania, realizó una impresionante ofensiva en los 4.500 kms de frente, llegando hasta las fronteras estatales antiguas de la URSS del año 1941 y obligando al ejército nazi a retirar todas las reservas que tenía en el Frente Occidental.

Pero, servilmente, los medios de comunicación, historiadores y medios de propaganda imperialistas están utilizando los argumentos de la propaganda nazi y revisionista, tanto rusa como europea, para atacar los logros del socialismo.

Katyn, montaje nazi reasumido por el imperialismo.

La masacre de Katyn es un señalado ejemplo de este ataque al Ejército Rojo y al Socialismo.

Es difícil acceder a opiniones discrepantes sobre este tema, por las trabas que se imponen a una información contrastada y honesta, tras las versiones oficiales de los historiadores “pronacionalistas” actuales, sobre todo desde Polonia o Ucrania donde se ha asentado la falta absoluta de credibilidad científica.

Cuando leemos hoy en día las fuentes burguesas, vemos que todas aseguran que la Unión Soviética era responsable de la masacre de Katyn (matanza de miles de oficiales polacos), y lo hacen con tanta seguridad y frecuencia que al tratar de argumentar lo contrario uno se siente como un nazi revisionista intentando negar la masacre de judíos por Hitler. 

Después de la desintegración de la Unión Soviética, Gorbachov se sumó a esta campaña de desinformación y produjo material que supuestamente provenía de los archivos soviéticos que ‘demostraba’ que los soviéticos cometieron esa atrocidad, y que por supuesto lo hicieron por órdenes de Stalin.

Conocemos el interés que todos los Gorbachovs tenían en satanizar a Stalin. Su objetivo no era tanto Stalin como el socialismo. Al denigrar el socialismo, su propósito era el de restablecer el capitalismo y de disfrutar de unas vidas de lujo parasítico para ellos y sus lacayos en detrimento del sufrimiento colectivo de los pueblos soviéticos. Su cinismo equivale al de los nazis alemanes y no podemos sorprendernos al verles cantar con la misma tonada[8].

Pero los diferentes exámenes soviéticos sobre el terreno en los años 40, y las últimas pruebas fidedignas sobre la autoría nazi de esta masacre, en los descubrimientos de los enterramientos de Vladimir Volinsky, han dejado con claridad meridiana la autoría del Régimen Nazi, y la vileza de este montaje y esta propaganda antisoviética y antisocialista del imperialismo sobre Katyn[9].

Notas:

[1] Obras Completas, tomo XXVI, pág. 395. V. I. Ulianov “Lenin”. Editorial Política, La Habana, 1963.
[3] Declaraciones de K. E. Voroshilov en Izvestia, 27 de Agosto de 1939, en cuanto a que las negociaciones con los aliados contra la guerra estaban en un callejón sin salida.
[4] Declaración de los Mayores Criminales de Guerra antes del Tribunal Internacional Militar de Nuremberg (en inglés, Trial of the Major War Criminals before the International Military Tribunal). Nuremberg, Vol. XV. 1948. Pág. 350.
[5] Las causas de la segunda guerra mundial. Pag. 158. Editorial Progreso. En ruso. Moscú, 1982.
[6] Sumner Welles. The time for Decisión. Pag. 321. Harper and Brothers Publishers, New York and London, 1944.
[7] La Gran Guerra Patria de la Unión Soviética. J. V. Stalin. Pag. 84. En ruso. Moscú, 1952.
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