Diciembre de 1917: ¡Paz a las chozas, guerra a los palacios!
2 de diciembre: se firma en Brest-Litovsk el acuerdo de armisticio de la Rusia soviética con Alemania y sus aliados.
9 de diciembre: Comienzan las negociaciones de paz entre la Rusia soviética y los países del bloque militar austro-germano.
17 de diciembre: manifestación en Petrogrado en defensa de la paz y la política exterior del Gobierno soviético.
Era asombrosa la envergadura de las transformaciones realizadas por
el primer Gobierno Obrero y Campesino del mundo en aquellos pocos días
del histórico 1917, año crucial en los destinos de millones de
personas. Una vez solucionada la tarea fundamental —establecer la
dictadura del proletariado—, la revolución socialista efectuó
transformaciones que debió realizar la revolución democrática
burguesa, pero que no lo hizo. Se trataba de la exterminación de los
resabios medievales: liquidar la propiedad agraria de los
terratenientes, la opresión nacional, los residuos de las instituciones
de la Rusia caduca, prerrevolucionaria; abolir la división de la
población en estamentos, separar la Iglesia del Estado y la escuela de
la Iglesia; promulgar leyes nuevas sobre la familia, el matrimonio y la
emancipación de la mujer.
Al triunfar la Revolución de Octubre, estas transformaciones se efectuaron en varias semanas.
“En unas diez semanas… -escribió Lenin- hicimos en este
terreno mil veces más que los demócratas burgueses y liberales
(demócratas constitucionalistas) y los demócratas pequeñoburgueses
(mencheviques y eseristas) durante los ocho meses que
estuvieron en el poder”. Y cabe destacar que las tareas de la
revolución democrática burguesa se resolvían sobre la marcha, de paso,
como “producto accesorio” de la labor principal y verdadera, de la
labor revolucionaria proletaria, socialista.
En los primeros días después del 25 de Octubre, comenzó el sabotaje,
organizado por las clases antes dominantes. En la reunión
extraordinaria de la Duma de Petrogrado, convocada el 27 de octubre, el
Comité de la Unión de Uniones de Empleados de las Instituciones
Estatales se declaró: “Consideramos imposible entregar nuestra
experiencia, nuestros conocimientos y el propio aparato de gestión a
violadores…” ¡Y esto se decía del Gobierno nuevo, legal de Rusia, que
representaba la voluntad y las esperanzas del pueblo! La envergadura
del sabotaje organizado por la contrarrevolución era tal, que iba desde
los empleados de las antiguas instituciones estatales hasta la Unión de
Maestros de toda Rusia.
En su lucha contra el poder popular, la contrarrevolución no
desdeñaba siquiera a los elementos delincuentes. Así, desde los
primeros días de diciembre los asaltos a las vinerías y el hurto de
bebidas alcohólicas en Petrogrado se convirtieron en actos organizados y
dirigidos por una mano experta.
En la tarde del 1 de diciembre, guardias rojos y marineros del 6º
Batallón Mixto de la Marina dispersaron con gran dificultad a una turba
que tumbaba la bodega de vino en la calle Panteleimónovskaia. En esta
casa, se descubrieron 2 ametralladoras, 20 fusiles y otras armas. Por
lo general, desde los primeros instantes de comenzar un saqueo se
divulgaban, entre los presentes, octavillas de carácter antisoviético.
Durante la refriega en la calle lvánovskaia se detuvo a dos individuos
que distribuían octavillas. Resultaron ser colaboradores del periódico
burgués Nóvaia Rus. En el domicilio que ellos indicaron se
confiscaron 20.000 ejemplares de octavillas antisoviéticas. Todos los
que participaron en su preparación y divulgación eran miembros del
partido de los demócratas constitucionalistas. Los asaltos a los
almacenes de vino ponían en peligro la vida normal de la capital. En la
noche del 4 de diciembre se cometieron más de 60 delitos de esa índole.
El nuevo mando de la Región Militar se vio obligado a declarar el
estado de sitio en la ciudad y se ordenó disparar, sin previo aviso,
contra los atracadores.
El Soviet de Diputados Obreros y Soldados de Petrogrado creó un
comité especial para proteger el orden, integrado por representantes de
los consejos distritales de la Guardia Roja y la milicia. A G.
Blagonrávov se le designó comisario extraordinario para combatir la
embriaguez y los asaltos.
Destacamentos de la Guardia Roja y automóviles blindados patrullaban
las calles de la capital. En algunas partes, se eliminaban las reservas
de vino. Sólo en los primeros días de enero de 1918 se logró poner fin
en Petrogrado al saqueo de las vinerías.
Félix
Dzerzhinski. El 7 de diciembre fue designado presidente de la Comisión
Extraordinaria de toda Rusia, adjunta al Consejo de Comisarios del
Pueblo, para combatir la contrarrevolución y el sabotaje.
El 8 de diciembre, el Soviet de Diputados Obreros y Soldados de
Moscú declaró el estado de sitio en la ciudad, debido a que se habían
hecho más activas las fuerzas contrarrevolucionarias. Se prohibió
organizar reuniones en las calles y plazas, pegar llamamientos sin el
permiso del comité para asuntos de prensa, publicar ediciones periódicas
sin autorización previa e infringir el trabajo normal en las entidades y
empresas. El día cuando se publicó esta disposición se declararon en
huelga —por instigación del personal médico superior saboteador— todos
los ambulatorios de los hospitales, la estación Pasteur, el hospital
Briúsovski y otros centros médicos de la ciudad.
El desenfreno de la contrarrevolución exigía responder con medidas
severas. En la defensa del orden legal desempeñaron un papel importante
los nuevos tribunales revolucionarios.
El decreto del Consejo de
Comisarios del Pueblo, emitido el 22 de noviembre, abolió los antiguos
organismos judiciales —juzgados distritales, cámaras, Senado
gubernamental, tribunales en el ejército, la marina y en el comercio—,
que fueron reemplazados por los tribunales locales, elegidos mediante la
votación democrática abierta. Se suprimió también el instituto de
jueces de paz, aunque a éstos no se les privaba del derecho a ser
elegidos a los nuevos órganos judiciales. Antes de establecerse la
elección de los tribunales locales, su composición la designaban los
Soviets, y presentaban asimismo las listas de los jurados populares.
Para defender las conquistas de la revolución, se instituyeron
tribunales revolucionarios obrero-campesinos adjuntos a los Soviets,
que a mediados de diciembre de 1917 funcionaban en todos los distritos
de Petrogrado. El 2 de diciembre el Soviet de Diputados Obreros y
Soldados de Moscú aprobó la disposición de suprimir las antiguas
instituciones judiciales y de crear las nuevas, proponiendo a los
Soviets distritales comenzar de inmediato su elección. El Soviet de
Sarátov aprobó a mediados de diciembre el Reglamento para instituir el
tribunal revolucionario en la ciudad, el cual respondía al espíritu y la
letra de los decretos del Consejo de Comisarios del Pueblo sobre los
tribunales.
En la Carta a F. E. Dzerzhinski, del 7 de diciembre, Lenin propuso un proyecto de decreto Sobre la lucha frente a los contrarrevolucionarios y los saboteadores.
De la carta de V. I. Lenin a F. E. Dzerzhinski con un proyecto de decreto Sobre la lucha frente a los contrarrevolucionarios y los saboteadores
“… La burguesía recurre a los crímenes
más feroces, soborna a la escoria de la sociedad y a los elementos
envilecidos y los emborracha para que efectúen pogromes. Los adeptos de
la burguesía, sobre todo los altos funcionarios, empleados de la
Banca, etc., sabotean el trabajo y organizan huelgas para frustrar las
medidas del Gobierno orientadas a efectuar transformaciones
socialistas. Se llega al extremo de sabotear la labor de
abastecimiento, lo que amenaza con el hambre a millones de personas.
Son imprescindibles medidas extraordinarias para combatir a los contrarrevolucionarios y saboteadores…”
En la reunión del Gobierno, convocada el 7 de diciembre, se escuchó
el informe de Dzerzhinski sobre la organización y estructura de la
comisión para combatir la contrarrevolución y el sabotaje. Se la
denominó Comisión Extraordinaria de toda Rusia, adjunta al Consejo de
Comisarios del Pueblo, para combatir la contrarrevolución y el sabotaje
(VChK). Se nombró presidente a F. Dzerzhinski.
El 10 de diciembre se celebró en el antiguo palacio del Gran Duque
Nikolái Nikoláevich la primera sesión del Tribunal Revolucionario de
Petrogrado. Su presidente era el obrero I. Zhúkov, participante en los
combates revolucionarios de 1905 y bolchevique desde 1909. Se instruía
la causa contra la condesa S. Pánina, viceministro de Instrucción
Pública en el Gobierno Provisional derrocado, miembro del CC del partido
de los demócratas constitucionalistas. Se le acusaba de sabotaje,
consistente en el desfalco de los fondos del ministerio destinados para
el pago de subsidios, subvencionar orfanatos, hospicios, etc. El
tribunal declaró culpable a Pánina de oponerse al poder popular, pero se
limitó a una censura pública, manteniéndola bajo custodia mientras no
devolviera el dinero del pueblo. El 19 de diciembre, los saboteadores
entregaron al Comisariado del Pueblo de Instrucción Pública el dinero
que habían robado y Pánina fue puesta en libertad.
El 28 de diciembre comenzó el primer gran proceso político sobre el
complot monárquico contra la joven República de los Soviets. Ante el
Tribunal Revolucionario de Petrogrado comparecieron V. Purishkévich,
conocido líder de las centurias negras, y 13 de sus cómplices. Y también
aquí, a pesar de demostrarse su plena culpabilidad y su conducta
provocadora, Purishkévich fue condenado condicionalmente sólo a cuatro
años de trabajos forzados. Por lo demás, se estipulaba que después del
primer año, considerando la detención preventiva, se le pondría en
libertad y, en caso de que durante el siguiente año no se dedicara a la
actividad contrarrevolucionaria diligente, se le concedería la amnistía
total. A los cómplices de Purishkévich también se les dictaron
sentencias leves.
Los primeros procesos del Tribunal Revolucionario de Petrogrado
mostraron que la esencia de la dictadura del proletariado no era la
violencia. Con el propio hecho de conferir al pueblo los medios de
producción —lo que permitió poner en el orden del día el desarrollo
planificado de la economía nacional a partir de los intereses de toda la
sociedad, y no de los beneficios de los capitalistas—, el Estado
proletario manifestó su carácter humano[1].
Una de las medidas concretas para organizar la economía nacional por
la vía socialista fue la implantación de la más estricta contabilidad y
el control sobre la producción y la distribución de los productos.
Como es sabido, V. I. Lenin denominó “ataque al capital a lo
‘Guardia Roja”’ a los primeros meses después de triunfar la revolución
proletaria. El Poder soviético no repitió el error que cometió la
Comuna de París en 1871, primera revolución proletaria y primer
Gobierno de la clase obrera, consistente en que los comuneros no
confiscaron ni una sola cuenta bancaria, observaron la inviolabilidad de
las cajas fuertes con cuentas privadas, mientras que los bancos
subvencionaban a la contrarrevolución.
Cuando triunfó la revolución, el Gobierno proletario de Rusia
incautó el Banco del Estado. Sobre los bancos privados se estableció
primero el control y, a mediados de diciembre, se nacionalizaron.
Sobre la nacionalización de los bancos Aprobado en la sesión del Comité Ejecutivo Central de toda Rusia el 14 de diciembre de 1917
Para organizar debidamente la economía
nacional, erradicar de manera resuelta la especulación bancaria y
liberar por todos los medios de la explotación del capital bancario a
los obreros, a los campesinos y a toda la población trabajadora, y con
el fin de instituir un banco popular único de la República Rusa, que
preste un verdadero servicio a los intereses del pueblo y de las clases
más pobres, el Comité Ejecutivo Central dispone:
- La cuestión bancaria se declara monopolio del Estado.
- Todos los bancos anónimos privados y oficinas bancarias, existentes, se unifican con el Banco Estatal.
- Los activos y pasivos de las empresas incautadas pasan al Banco Estatal.
- La orden de fusionar los bancos privados con el Banco Estatal se determina en un decreto especial.
- La gestión provisional de los asuntos bancarios privados se transmite al consejo del Banco Estatal.
- Los intereses de los pequeños depositantes se asegurarán íntegramente.
Sobre la revisión de las cajas de caudales Aprobado en la sesión del Comité Ejecutivo Central de toda Rusia el 14 de diciembre de 1917
- El dinero que se guarda en las cajas de caudales de los bancos deberá pasar a la cuenta corriente del cliente en el Banco Estatal.
Observación. El oro en monedas y en barras se confisca y se transmite al fondo de oro de todo el Estado.
- Los poseedores de cajas de caudales deberán presentarse –con las llaves—en el banco tan pronto se les invite, para presenciar la revisión de dichas cajas.
- Los poseedores que no se hayan presentado en un plazo de tres días después de invitarles, se considerarán personas que rehúsan la revisión con mala intención.
- Las cajas pertenecientes a dichas personas serán abiertas por las comisiones de instrucción, designadas por los comisarios del Banco Estatal, y todos los bienes contenidos en ellas serán confiscados por el Banco Estatal y pasarán a propiedad del pueblo.
Observación. Las comisiones de instrucción pueden aplazar la liquidación siempre y cuando las causas sean justificadas.
En el banco nacionalizado.
La cuestión bancaria se convirtió en monopolio del Estado; los bancos
privados se fusionaron en el Banco Estatal; surgió un banco popular
único de la República Rusa. En las postrimerías de enero de 1918 se
confiscaron los capitales anónimos de los antiguos bancos privados.
Más tarde, el Consejo de Comisarios del Pueblo publicó un decreto que
anulaba los empréstitos extranjeros e internos, concertados por los
gobiernos zarista y provisional.
De acuerdo con el decreto del Consejo de Comisarios del Pueblo, del
23 de diciembre de 1917, se suspendieron los pagos por concepto de
fondos y dividendos de las acciones y cuotas de las empresas privadas,
así como todas las transacciones con los títulos.
En noviembre de 1917, el Poder soviético comenzó a nacionalizar las
empresas. Primero confiscó y nacionalizó la fábrica Likinsk. En la
sesión del Consejo de Comisarios del Pueblo, celebrada el 9 de
diciembre bajo la presidencia de Lenin, se aprobó el decreto de
confiscar los bienes de la sociedad anónima Simsk (empresas mineras).
El 27 de diciembre se aprobaron los decretos para confiscar los bienes
de las sociedades anónimas de las zonas mineras de Ufaleisk y de
Kishtimsk, para nacionalizar la fábrica de aeroplanos Antara, en
Simferópol, y se dispuso que las factorías Putílov pasaran a ser
propiedad de la República Rusa.
La nacionalización era algo complejo y difícil. Pero más difícil fue
organizar el trabajo en las empresas nacionalizadas, elevar en ellas la
productividad, preparar de entre los obreros personal directivo y
administradores competentes y hábiles. Cumpliendo las indicaciones de
Lenin, los obreros organizaban la producción, hacían lo posible por
fortalecer la disciplina laboral. Confeccionaban el reglamento
interno, orientado a fortalecer la disciplina y mejorar la organización
laboral. El ejemplo de los obreros de la fábrica de Bézhitsa, en
Briansk, adquirió amplia popularidad. El reglamento interno,
confeccionado por ellos mismos, preveía castigos por la infracción de la
disciplina laboral; la remuneración sólo de acuerdo con el trabajo
realizado; destacaban la necesidad del mando único en la producción,
etc. Lenin apreció altamente el “Reglamento de Briansk”, y aconsejó
extenderlo a otras empresas.
Lenin señaló en diciembre de 1917: “Empiezan ya a destacarse hombres
instruidos que se ponen al lado del pueblo, al lado de los
trabajadores, para ayudarles a vencer la resistencia de los lacayos del
capital”.
El 7 de diciembre, la asamblea general de maestros
internacionalistas condenó la actividad contrarrevolucionaria de la
Unión de Maestros de toda Rusia, encaminada a convocar una huelga del
gremio, y aprobó una disposición por la que todos los maestros
internacionalistas abandonaban esa Unión. El 3 de diciembre, la
reunión de novelistas de la sociedad Miércoles, a la que
asistieron unas 60 personas, reprobó la actitud del escritor Alexandr
Serafimóvich, quien aceptó dirigir la sección literario-artística del
periódico Izvestia Moskovskogo Sovieta, mientras declaró su
ruptura con esta sociedad y calificó la postura de sus miembros como
traición al pueblo. Pasaron al lado del pueblo Alexandr Blok, Vladimir
Maiakovski, Vsévolod Meierjold, Alexéi Baj, Kliment Timiriázev,
Konstantín Tsiolkovski y otros. Su ejemplo tuvo enorme significado.
“Usted no se puede imaginar —escribió más tarde Marieta Shaguinián a
Serafimóvich— qué apoyo representaba en aquellos días para quienes
habíamos aceptado la Revolución de Octubre, su reputación directa y
sólida como escritor bolchevique. Como respuesta a las calumnias, a la
ironía, al desaliento, muchos de nosotros teníamos en la lengua un
argumento único: “¿Y Serafimóvich?” “¿Y Blok?” Usted era para nosotros
la demostración, y ha sido la demostración… de la vía ideológica
directa, indisoluble, del escritor con la revolución…”
La victoria del Gran Octubre permitió iniciar la revolución cultural. Los trabajadores derrocaron al capitalismo, pero esto era insuficiente. Lenin escribió: “… El aplastamiento del capitalismo no resuelve aún las cosas. Hay que tomar toda la ciencia, la técnica, todo el saber, el arte. Sin eso no podemos edificar la vida de la sociedad comunista”.
Las transformaciones en la esfera de la cultura incluían, en primer lugar, medidas tales como la liquidación del analfabetismo entre la población adulta, el desarrollo de la instrucción escolar con el fin de abarcar a la joven generación, la reforma de la escuela superior, el empleo de todos los conocimientos atesorados por la humanidad.
Mientras los políticos y periodistas europeos y norteamericanos
estaban seguros del perecimiento ineludible del Poder soviético y
discutían acerca del día de su caída, el joven Estado de obreros y
campesinos aprobaba decretos para proteger los monumentos de la
cultura. Unos observadores occidentales consideraban que esas acciones
de los comunistas eran un bluff; otros, una absurdidad. Ni los primeros
ni los segundos podían comprender que precisamente entonces, en los
difíciles tiempos de hambre y ruina, se asentaban las bases de la nueva
cultura.
El Gobierno soviético proclamó que la salvación y protección de los valores artístico-históricos del país eran una cuestión de importancia trascendental. En el llamamiento especial ¡Protejan el patrimonio nacional!, se exhortaba a los obreros, campesinos, soldados y marineros a proteger las riquezas culturales de Rusia.
El pueblo trabajador se convierte ahora en el dueño absoluto del país —se indicaba en el llamamiento—. Este ha empobrecido. Lo asoló la guerra. Pero esto es pasajero, pues es rico en sus inagotables posibilidades. Son grandes sus tesoros naturales, y con una economía justamente reglamentada, administrada en interés común, los pueblos de Rusia aún habrán de prosperar.
Pero, además de las riquezas naturales, el pueblo trabajador heredó también enormes riquezas culturales: edificios de maravillosa belleza, museos llenos de objetos raros, hermosos y aleccionadores, bibliotecas de enormes valores espirituales, etc.
Ahora, todo eso pertenece verdaderamente al pueblo.
Todo eso ayudará al pobre y a sus hijos a superar con rapidez la
instrucción de las anteriores clases dominantes, le ayudará a
convertirse en un hombre nuevo, poseedor de la cultura antigua, creador
de lo que aún no tiene precedentes.
Camaradas:
Hay que proteger con cuidado, con ojo avizor, ese patrimonio del pueblo… Cuiden para sí y para la descendencia la belleza de nuestra tierra. Sean guardianes del patrimonio nacional…
Desde los primeros días, el poder obrero-campesino tomó bajo su amparo las colecciones culturales más importantes y las protegió de la destrucción y malversación. Al Ermitage, el mayor museo artístico y cultural-histórico de Rusia, al Palacio de Invierno, que era la principal residencia de los emperadores rusos, al Palacio de Táurida, monumento del clasicismo ruso, a la biblioteca pública de Petrogrado (hoy biblioteca “M. Saltikov-Schedrín”), el mayor depósito de libros del país, y a las residencias del zar en las afueras de la ciudad se enviaron comisarios gubernamentales y retenes de soldados de los regimientos revolucionarios y destacamentos de la Guardia Roja.
En el trabajo del Colegio para los Asuntos de los Museos y la Protección de los Monumentos del Arte y la Antigüedad del Comisariado del Pueblo de Instrucción Pública, participaban muchas personalidades destacadas de la cultura y la ciencia. Entre ellas, Igor Grabar, pintor y crítico de arte; el académico Nikolái Marr, eminente orientalista; losif Orbelli, profesor de la Universidad de Petrogrado y más tarde, académico y director del Ermitage, etc.
En el curso de las transformaciones comenzadas por la Revolución de Octubre, el odio de los trabajadores a los explotadores iba creciendo a medida que los dueños anteriores intentaban restablecer —por vía armada— el antiguo régimen. Era frecuente que ese odio se extendiera también a los valores culturales que antes de la revolución pertenecían sólo a los ricos.
Las destrucciones en el campo, donde era particularmente grande el contraste entre la pobreza de los campesinos y la cultura refinada de los señores, comenzaron nada más que se derrocó a la monarquía en febrero. El Gobierno Provisional, que orientaba todos sus esfuerzos para impedir el paso del poder a manos de los obreros, no podía dominar al elemento de ira popular. En lo fundamental, fue precisamente en ese período cuando pereció la cultura rusa de las haciendas. Se saquearon e incendiaron muchas haciendas patrimoniales de la nobleza rusa. El Poder soviético trató, desde los primeros días, de prevenir el vandalismo.
Los Soviets asumían una responsabilidad especial por la protección de las riquezas culturales. En un telegrama que Lenin envió en diciembre de 1917 al presidente de uno de los Soviets locales, se indicaba:
— Usted responde de que se mantenga intacto.
En este mismo telegrama se disponía:
— Las haciendas son patrimonio del pueblo. Por la expoliación, formen proceso. Comuníquenos las sentencias del tribunal…
La lucha de los organismos estatales contra el desfalco de los valores culturales era apoyada activamente por los obreros. Ella también abarcó a amplias capas de las masas campesinas. Era frecuente cuando los mismos campesinos enviaban a sus representantes con la petición de acabar con las destrucciones de algunos conciudadanos inconscientes.
Los Soviets mantenían una actitud cuidadosa hacia todo lo que componía el orgullo de la cultura nacional. Por ejemplo, el Soviet de Diputados Obreros, Soldados y Campesinos de Tula tomó bajo su amparo la hacienda de León Tolstói, escritor ruso de renombre mundial, en Yásnaya Poliana. El Soviet de Diputados de la ciudad de Klin, cerca de Moscú, la casa del famoso compositor Chaikovski. El Presídium del Colegio para los Asuntos de los Museos y la Protección de los Monumentos del Arte y la Antigüedad dispuso lo siguiente como respuesta a la solicitud del Soviet de Diputados de la Provincia de Moscú, acerca de desalojar de su hacienda en Lopásnia a los nobles Goncharov:
— Hacer exclusión para los terratenientes que viven en la mencionada hacienda por ser nietos del gran Pushkin.
Para asegurar la protección fiable y la conservación íntegra de los valores artístico-históricos y culturales, así como la posibilidad de ser empleados por todos los trabajadores del país, el Estado nacionalizó las riquísimas colecciones de obras de la pintura y la literatura rusa y eurooccidental de los museos y archivos. Se declararon patrimonio del Estado todas las obras científicas, literarias, de museo y artísticas, excepto las bibliotecas de los científicos, personalidades de la literatura y el arte.
La separación de la Iglesia del Estado significaba, en particular, que el Estado y sus organismos cesaban de injerirse en los asuntos internos de la Iglesia, y ésta se liberaba de la dependencia organizativa y material del Estado. El decreto prohibía la promulgación de cualesquiera leyes o disposiciones locales que abreviaran o limitaran la libertad de conciencia, igual para todos los ciudadanos del país.
En la brega contra la ignorancia secular y el analfabetismo de las masas tuvieron gran importancia, entre otras, las disposiciones del Consejo de Comisarios del Pueblo encaminadas a transferir íntegramente la enseñanza y la educación del Departamento eclesiástico al Comisariado del Pueblo de Instrucción Pública (11 de diciembre) y el decreto sobre la implantación de la nueva ortografía (23 de diciembre).
El poder naciente realizó un trabajo inmenso para reglamentar la cuestión de las editoriales. El 29 de diciembre, el Comité Ejecutivo Central de los Soviets de toda Rusia aprobó el decreto Acerca de la Editorial del Estado, que declaraba patrimonio del pueblo las obras de los corifeos de la literatura. Al Comisariado del Pueblo de Instrucción Pública se le encomendó comenzar, de inmediato, una amplia actividad editorial y, en primer lugar, organizar la publicación popular y a bajo precio de las obras de los clásicos rusos, la edición masiva de manuales no sólo para los niños, sino también para liquidar el analfabetismo entre la población adulta.
La edificación del Estado socialista era imposible sin una organización militar fuerte, necesaria para defenderlo. En los primeros días después del triunfo de la revolución, se democratizó el ejército y así el Poder soviético demolió la estructura antigua dentro de él. Al mismo tiempo, se buscaban las vías para fundar las nuevas fuerzas armadas.
Del llamamiento del comandante en jefe N. V. Krilenko, sobre la organización del ejército revolucionario, popular socialista
29 de diciembre de 1917
Camaradas:
… Ante los obreros y campesinos de Rusia
se plantea la tarea de defender las conquistas de la revolución y de
efectuar una guerra sagrada contra todos sus enemigos. Es la guerra
sagrada revolucionaria contra la burguesía rusa, alemana y
anglo-francesa. En caso de que la burguesía triunfe, no contará para
nada con nosotros. Inundará en sangre la tierra por aquellos minutos de
victoria del poder popular que tuvo que soportar. Responderá con
horrores y ejecuciones, ante los que palidecerán las ejecuciones de los
verdugos zaristas, pues no hay animal más feroz ni verdugo más cruel
que la burguesía, cuando se venga del pueblo por los minutos de su
victoria… En estas condiciones, ante el pueblo se plantea la tarea de
fundar la fuerza armada capaz de darle una réplica.
… En la retaguardia se exhorta a empuñar
las armas a todos en quienes late el corazón revolucionario. Los
camaradas en las trincheras recibirán apoyo y refuerzo, y entonces
ninguna fuerza de los ejércitos burgueses nos podrá intimidar. La
guardia popular socialista, que defiende al Gobierno y al poder
socialistas, tiene que triunfar.
El 15 de diciembre, se reunió en Petrogrado el Congreso de todo el
Ejército, dedicado a la desmovilización de las fuerzas armadas, que
debería trazar las medidas necesarias para convertir este proceso
espontáneo en un proceso planificado.
A propuesta de Lenin, el Congreso examinó la formación de un ejército nuevo, socialista, prestando particular atención al principio de voluntariedad en su creación, dictado por la necesidad de organizar con la mayor rapidez posible un ejército clasista, cuando las clases derrocadas ya habían comenzado la guerra civil. El 15 de enero de 1918, el Consejo de Comisarios del Pueblo aprobó el decreto sobre la formación del Ejército Rojo Obrero-Campesino, y el 29 de enero, otro sobre la creación de la Flota Roja Obrero-Campesina.
El 2 de diciembre, los destacamentos contrarrevolucionarios de Kaledin ocuparon Rostov del Don. Fueron asaltados los locales del Comité del Partido Bolchevique y del sindicato de los metalúrgicos; se efectuaron registros masivos y detenciones de obreros revolucionarios. Pero la organización bolchevique de Rostov, una de las más activas y combativas del partido, continuó la lucha en la clandestinidad. El Comité del POSD(b)R de Rostov y Najicheván dirigió la actividad revolucionaria clandestina en todo el territorio ocupado por Kaledin.
De la provincia de Orenburgo, donde se amotinó el atamán contrarrevolucionario Dútov, se comunicó el 2 de diciembre que la provincia se había declarado en estado de sitio y que se había llamado a todos los trabajadores a emprender la lucha revolucionaria contra los alzados.
Se activaron también los nacionalistas burgueses, y cada acción suya confirmaba otra vez más su esencia antipopular.
Después del triunfo de la Gran Revolución Socialista de Octubre, la Rada Central Ucraniana, surgida en abril de 1917, se declaró órgano supremo de la “República Popular Ucraniana” y emprendió el camino de lucha abierta contra el Poder soviético, convirtiéndose en uno de los centros de la contrarrevolución en Rusia. La cuestión de la Rada Central se discutió el 3 de diciembre en la reunión del Consejo de Comisarios del Pueblo, en la que se aprobó el Manifiesto al pueblo de Ucrania, con un ultimátum a la Rada ucraniana. En este documento se confirmó una vez más “el derecho a la autodeterminación de todas las naciones, oprimidas por el zarismo y la burguesía rusa, incluso el derecho de estas naciones a separarse de Rusia”. A la Rada se la acusaba de no reconocer a los Soviets ni al Poder soviético en Ucrania; de retirar del frente, mediante órdenes unilaterales, a las unidades ucranianas, dividiendo de ese modo el frente general único; de desarmar a las tropas soviéticas que se encontraban en Ucrania; de apoyar el complot de los demócratas constitucionalistas y de Kaledin, así como los levantamientos contra el Poder soviético. Se planteaba que la Rada sería reconocida siempre y cuando cesara su actividad antisoviética. En caso, contrario, el Consejo de Comisarios del Pueblo declaró que se la consideraría “en estado de guerra declarada contra el Poder soviético en Rusia y en Ucrania”. En el I Congreso de los Soviets de toda Ucrania, (Járkov, diciembre de 1917) se proclamó a Ucrania República Soviética. El Congreso declaró también su determinación de derrocar la Rada Central. En diciembre de 1917-febrero de 1918, en toda Ucrania surgieron insurrecciones armadas contra la Rada, y a favor del Poder soviético. El 26 de enero, las tropas soviéticas liberaron Kiev y derrocaron a la Rada burguesa.
En ese mismo Llamamiento al pueblo de Ucrania…, se destacaba que contra la “República burguesa de Finlandia, que sigue siendo burguesa” no se ha hecho nada “que equivalga a restringir los derechos nacionales o la independencia nacional del pueblo finés”, pues el Gobierno de esa república no ocupaba una posición antisoviética. En la reunión del Consejo de Comisarios del Pueblo, celebrada el 17 y 18 de diciembre y presidida por Lenin, se analizó el llamamiento del Gobierno de Finlandia al Gobierno de Rusia, en el que solicitaba que se le reconociera su independencia. En la noche del 19 de diciembre, en la reunión del Consejo de Comisarios del Pueblo, Lenin supo que en la antesala se encontraban los miembros de la delegación gubernamental finlandesa (el primer ministro P. Svinhufvud, el senador C. Enckell y el consejero de la representación de ese país en Petrogrado, K. Idman) y firmó (a eso de la medianoche) el decreto que acababa de aprobar el Gobierno sobre la independencia estatal de Finlandia. Acto seguido, él mismo entregó el decreto a Svinhufvud y mandó enviar otro ejemplar a la Redacción del periódico Izvestia para publicarlo sin demora.
Decreto sobre la independencia estatal de Finlandia
18 (31) de diciembre de 1917
En respuesta al llamamiento del Gobierno
finlandés sobre el reconocimiento de la independencia de la República
Finlandesa, el Consejo de Comisarios del Pueblo, en plena concordancia
con los principios del derecho de las naciones a la autodeterminación,
dispone:
Presentar al Comité Ejecutivo Central la proposición de
- reconocer la independencia estatal de la República Finlandesa y
- organizar, de acuerdo con el Gobierno finlandés, una comisión especial integrada por representantes de ambas partes para definir las medidas prácticas que dimanan de la separación de Finlandia de Rusia.
Mientras Alemania declaraba “el principio de autodeterminación de las
naciones”, y con ese pretexto se arrebataban de la Rusia soviética a
Polonia, Lituania, Curlandia, partes de Estlandia y Liflandia, Lenin
escribió un mensaje especial en el cual subrayó que la exigencia de
anexión había sido apoyada no por los trabajadores, sino por los
círculos burgueses y los grandes propietarios agrarios de esas regiones
y que, por lo tanto, no era una declaración de la voluntad del pueblo.
Para arrancar de la burguesía nacionalista la iniciativa de
independencia nacional, que en apariencia producía efecto favorable,
pero que siempre tenía un intríngulis clasista, durante la conversación
con Y. Y. Anveltom, presidente del Comité Ejecutivo de los Soviets del
Territorio de Estonia, sostenida el 27 de diciembre, Lenin propuso a
los bolcheviques estonios discutir si era conveniente declarar a
Estonia república independiente.
En las postrimerías de 1917, la contrarrevolución vinculaba con la Asamblea Constituyente todos sus esfuerzos orientados a derrocar el Poder soviético. Cuando se estableció el poder de los Soviets, para el Partido Bolchevique y la parte avanzada de los obreros la consigna de la Asamblea Constituyente ya era anticuada, tanto en el sentido político como en el práctico. Pero considerando la fe que amplias masas populares tenían en esta asamblea, el Consejo de Comisarios del Pueblo decidió convocarla para demostrar a las masas su cariz verdaderamente contrarrevolucionario y concederles así la posibilidad de deshacerse, por experiencia propia, de las ilusiones relacionadas con la Asamblea Constituyente.[2]
El imperialismo internacional se preparaba para prestar ayuda abierta a la contrarrevolución interna. El 22 y 23 de diciembre se convocó en París una conferencia de representantes de los países de la Entente para examinar la situación en Rusia. Era la segunda conferencia de esta índole: la primera se celebró allá mismo a finales de noviembre. Los participantes confirmaron su decisión de no reconocer a la Rusia soviética e ignorar las proposiciones de paz de su Gobierno. Los dirigentes de los mayores Estados capitalistas del mundo ya habían apoyado material y moralmente a Kaledin, a los nacionalistas de la Rada Ucraniana, a los mencheviques de Transcaucasia. En París se precisaron los detalles, se llegó a un acuerdo en cuanto al grado de participación de cada uno de los países y se concertó un convenio secreto por el que Rusia se dividía en “esferas de influencia”. Inglaterra asumía la protección del Cáucaso, Armenia y Georgia, así como de las zonas del Don. Los franceses se reservaron Besarabia, Crimea y Ucrania. EE.UU. y Japón aspiraban a los grandes espacios de Siberia y el Extremo Oriente. Alemania se proponía arrancar de Rusia un territorio enorme: más de 150.000 kilómetros cuadrados (Ucrania, parte de Bielorrusia y regiones del Báltico). Esas eran las condiciones de paz que se proponían dictar a la parte soviética en Brest-Litovsk.
Las negociaciones se reanudaron el 2 de diciembre, y ese mismo día se firmó un armisticio de 28 días. Se indicaba que cualquiera de las partes podía renunciar al armisticio siete días antes de que venciera; de lo contrario, se consideraría automáticamente prorrogado. El armisticio se extendía a las fuerzas terrestres, navales y aéreas en los frentes ruso-alemán, ruso-austriaco y ruso-turco. Ambas partes se comprometieron a no incrementar durante el período de armisticio el número de unidades militares en los frentes.
En el armisticio se preveía la convocatoria de una conferencia de paz, inaugurada en Brest-Litovsk el 9 de diciembre. Cuando se aclararon las posiciones de ambas partes, que pusieron de manifiesto los planes anexionistas de los políticos alemanes, la delegación soviética propuso de nuevo una tregua de diez días.
Llamamiento a los trabajadores de todo el mundo
9 (22) de diciembre de 1917
La insurrección efectuada en Octubre por
las masas trabajadoras de Rusia destituyó del poder a los imperialistas
burgueses y a sus lacayos y formó su Gobierno: el Consejo de Comisarios
del Pueblo. Este Gobierno de obreros, soldados y campesinos propuso a
los países beligerantes concertar un armisticio general en todos los
frentes y comenzar las negociaciones sobre la paz democrática general.
El 2 de diciembre se reunieron los representantes de Rusia y de las
potencias centrales. La delegación de la democracia rusa consideró que
era su deber, en primer término, indicar a los representantes de las
potencias centrales que su objetivo no era concertar el armisticio y la
paz separados, sino la paz general, de acuerdo con los principios
proclamados por la revolución rusa. Con este fin, los delegados rusos
propusieron a las potencias centrales que se dirigieran a todas las
potencias gubernamentales beligerantes[3],
no representadas en la conferencia, invitándolas directamente a
concertar el armisticio. Al mismo tiempo, los delegados rusos plantearon
como condición que durante el armisticio las fuerzas armadas de las
potencias centrales no se desplazaran del frente ruso al occidental. El
armisticio se firmó el 4 de diciembre. Se aceptaron las condiciones de
la delegación rusa. La sesión conjunta de obreros, campesinos y
soldados apoya por todos los medios esta política del Gobierno Obrero y
Campesino, pues abre el camino a la paz general.
La sesión conjunta se dirige a ustedes, obreros de Alemania, a quienes les son tan ajenos los objetivos expoliadores del imperialismo alemán como son ajenas para nosotros las aspiraciones conquistadoras del imperialismo ruso: deben apoyar por todos los medios la lucha del pueblo ruso a favor de una paz justa y general. ¿Acaso ustedes combaten para morir no en el Vístula, sino en el Isére?
En las ciudades y en las aldeas, en las
fábricas y en las trincheras, deben desarrollar la lucha más activa por
la paz e impedir que los imperialistas frustren las negociaciones
comenzadas. ¡Y que no nos digan sus gobernantes que sólo con la
continuación victoriosa de la guerra pueden obligar a los Gobiernos de
Francia e Inglaterra a concertar la paz! Deben saber que eso mismo lo
dicen a sus pueblos los imperialistas de Inglaterra, Francia y EE.UU.
Hace ya tres años se derrama la sangre del pueblo en todos los frentes,
pero ni las victorias ni las derrotas han aproximado el momento de la
paz deseada. Sólo la voluntad popular puede obligar a los imperialistas
de todos los países a concertar una paz democrática.
¡Obreros de Francia, Inglaterra e Italia, pueblos de la Servia que se desangra y de la Bélgica devastada! También ustedes deben alzar su voz. Que sepan sus Gobiernos que ustedes no quieren derramar su sangre en aras de objetivos expoliadores que les son ajenos. Nosotros solos, representantes de las masas trabajadoras de Rusia, no podemos concederles la paz general. Deben exigir que también sus representantes participen en las negociaciones.
Pero esto es insuficiente. No estamos de acuerdo con una paz que apruebe las antiguas injusticias, que cree nuevas cadenas y que cargue sobre los hombros de los trabajadores todo el peso de la guerra. Deseamos la paz a los pueblos, la paz a la democracia, una paz justa. Pero sólo alcanzaremos esa paz si los pueblos de todos los países la dictan con su lucha revolucionaria, siempre y cuando no sólo Rusia, sino también todos los demás países envíen a la conferencia de paz representantes de las masas populares, y no representantes del capital y del militarismo.
¡En nombre de millones de trabajadores, la sesión conjunta de diputados obreros, soldados y campesinos llama a los obreros de todos los países, a luchar por el armisticio y la paz generales, por la paz sin anexiones ni contribuciones, sobre la base de la autodeterminación de los pueblos!
¡Viva la lucha revolucionaria internacional de los obreros, soldados y campesinos! ¡Viva el socialismo!
Comité Ejecutivo de los Soviets de Diputados Obreros. Soldados y Campesinos de toda Rusia; Congreso Campesino de toda Rusia.
Soviet de Diputados Obreros y Soldados de Petrogrado.
Estado Mayor de la Guardia Roja; representantes de los sindicatos, de los comités de fábrica, de los regimientos, de los Soviets distritales de Diputados Obreros y Soldados.
El 17 de diciembre, el Comisariado del Pueblo de Asuntos Exteriores
envió un llamamiento especial a los pueblos y Gobiernos de los países de
la Entente y de EE.UU. En él se decía: “Las negociaciones de paz, que
se llevan a cabo en Brest-Litovsk… se han suspendido durante diez días,
hasta el 26 de diciembre, para conceder a los países aliados la última
posibilidad de participar en las negociaciones y, de ese modo, ponerse
fuera de las peligrosas consecuencias que implicaría la paz separada
entre Rusia y los países beligerantes”. Pero tampoco hubo respuesta
alguna a este llamamiento.
La
información sobre las negociaciones con los representantes de Alemania
se transmitía regularmente por cable directo al Consejo de Comisarios
del Pueblo. Lev Karaján, miembro del POSDR desde 1904 y bolchevique
desde julio de 1917. En las jornadas de octubre, miembro del CMR de
Petrogado; en noviembre de 1917 y comienzos de 1918 fue secretario de la
delegación soviética de paz.
Las conversaciones entre la Rusia soviética y la delegación austro-alemana se reanudaron el 27 de diciembre. Alemania pasó de pronto a las amenazas y los ultimátums. Como resultado de la política traicionera de Trotski (suspendió las negociaciones en Brest-Litovsk a pesar de las indicaciones del Consejo de Comisarios del Pueblo), comenzó la ofensiva alemana, que empeoró de manera considerable la situación de la República Soviética. El 3 de marzo se firmó, en condiciones muy difíciles, el tratado de paz: se anexionaban considerables territorios, se impusieron una contribución enorme y acuerdos comerciales desventajosos al extremo, aunque la República Soviética obtuvo una tregua de vital trascendencia. El tratado de paz de Brest se anuló en noviembre de 1918 al estallar la revolución en Alemania.
La consigna “¡Paz a las chozas, guerra a los palacios!” concentró
las aspiraciones del Estado obrero y campesino en la política exterior,
así como las posiciones de clase en sus transformaciones internas. Los
trabajadores de todas las nacionalidades del antiguo Imperio Ruso
luchaban para poner en práctica el programa del Gobierno soviético y esto creó la condición fundamental para que el Poder soviético avanzara triunfalmente por el enorme país.
En el III Congreso de los Soviets de toda Rusia (enero de 1918) se hizo un resumen de la marcha triunfal del Poder soviético, se aprobaron importantes disposiciones, se refrendó la Declaración de los derechos del pueblo trabajador y explotado. Rusia se proclamó República de los Soviets de Diputados Obreros, Soldados y Campesinos. De aquí en adelante, todo el poder en el centro y en las localidades pertenecía a los Soviets, órganos representativos populares. La República Soviética de Rusia se instituía sobre la base de la unión de naciones, como federación de las repúblicas nacionales soviéticas.
La Declaración legalizó todas las transformaciones efectuadas hasta entonces por el Poder soviético; determinó que la nueva sociedad se proponía terminar con toda explotación del hombre por el hombre, aplastar implacablemente la resistencia de los explotadores, eliminar la división de la sociedad en clases y establecer la sociedad socialista. Se confirmó la política del Gobierno soviético de romper con los tratados secretos, se aprobó la amplia confraternización de los soldados de los países beligerantes con el fin de establecer una paz democrática entre los pueblos, sin anexiones ni contribuciones.
El III Congreso de los Soviets de toda Rusia aprobó una resolución especial —de acuerdo con el informe presentado por Stalin— sobre los principios de la federación soviética. El órgano supremo del poder de la federación sería el Congreso de los Soviets de toda Rusia, que elegiría al Comité Ejecutivo Central y al Gobierno de la federación: el Consejo de Comisarios del Pueblo. A los futuros miembros de la federación se les concedía el derecho de decidir su participación en el Gobierno federal y en las instituciones federales soviéticas. En las palabras de clausura del Congreso, Lenin afirmó: “En el ámbito de la política interior, en nuestro país, en Rusia, se ha reconocido ahora, definitivamente, el nuevo régimen estatal de la República Soviética, como federación de repúblicas libres de las diversas naciones que la pueblan”.
Ninguno de los muchos acontecimientos importantes que han determinado la situación en el mundo contemporáneo ha ejercido influencia tan directa en la sociedad humana, ni ha contribuido tanto a su desarrollo, como la Gran Revolución Socialista de Octubre.
Esta revolución, que inauguró la era de la renovación general, aceleró vertiginosamente el proceso revolucionario mundial, concediéndole un carácter universal e incorporando en el movimiento revolucionario a los trabajadores de todos los continentes, de todos los países.
Más de cinco años ardió en el centro de Europa la flama del incendio revolucionario que terminó con las monarquías alemana y austro-húngara. La victoria de la clase obrera en Rusia provocó la “reacción en cadena” de las acciones de liberación nacional, antiimperialistas, de las masas en el mundo entero: la insurrección de Marzo de 1919 en Corea, el movimiento “4 de Mayo” de 1919 en China, la guerra de los pueblos de Afganistán contra la dominación inglesa en 1919, la revolución de liberación nacional que tuvo lugar en Turquía en 1918-1923, las insurrecciones de liberación nacional en Egipto en 1919 y en Siria e irán en 1920, la revolución popular en Mongolia, los combates clasistas del proletariado en Buenos Aires (Argentina) en 1919, el movimiento revolucionario en Brasil, Chile y Perú, la guerra campesina en México, las acciones campesinas en África Tropical, el movimiento huelguístico del proletariado sudafricano.
La revolución proletaria victoriosa en Rusia evidenció que los trabajadores, al actuar contra el yugo del capital, son capaces no sólo de demoler el mundo caduco, sino también de ser creadores activos del mundo nuevo. Todos los pueblos, ante cuyos ojos se desenvolvía la epopeya de la edificación socialista, pudieron ver desde los primeros momentos que ésta no se reducía a la destrucción de lo arcaico. Su sentido fundamental, su énfasis, era construir la vida nueva. Al apreciar la experiencia de las transformaciones atesorada en los primeros meses de Poder soviético, Lenin destacó:
“Esa experiencia no se
olvidará… Esa experiencia ha entrado en la historia como una conquista
del socialismo, y la futura revolución internacional erigirá sobre ella
su edificio socialista”.
Notas:
[1] Nota de la AAHS:
Humano también ha sido el salvajismo y la barbarie. Los comentarios así
efectuados por este autor de los años 80, disociando los
comportamientos humanos del desarrollo histórico de la lucha de clases,
son expresión del revisionismo que se impuso en la Unión Soviética desde
los años 50, como ideología de transición entre la dominación del
proletariado y la plena restauración de la dominación burguesa.
[2] Cuando la Asamblea Constituyente —se inauguró el 5 de enero de 1918— se negó a ratificar la Declaración de los derechos del pueblo Trabajador e explotado, la cual era en realidad el primer acto constitucional que refrendaba las magnas conquistas de la revolución socialista, y no se abstuvo de votar respecto a la política pacifica llevada a cabo por el Poder soviético. El 7 de enero por la noche el Comité Ejecutivo Central de los Soviets de toda Rusia aprobó el decreto de disolver esta asamblea.
[3] Así dice el documento.
Apéndice:
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