La jueza Elena Raquel González Bayón, titular del
Juzgado de lo Penal número 27 de Madrid, ha condenado a Jaime Botín,
expresidente de Bankinter, a 18 meses de cárcel y a pagar una multa de 52,4
millones de euros. Su delito consiste en dedicarse al contrabando de arte, por
haber intentado sacar de España el óleo de Pablo Picasso Cabeza de mujer joven, pintado en 1906, de gran valor histórico y
estético por constituir un precedente anunciador del cubismo.
Al exbanquero jubilado no le importan nada
esos valores culturales, sino el económico, ya que el cuadro está valorado en
26,2 millones de euros. Había intentado antes subastarlo por medio de la sala Christie’s
en Londres, pero la Junta de Calificación, Valoración y Exportación de Bienes
del Patrimonio Nacional de España, dependiente del Ministerio de Cultura, lo
prohibió debido a sus características que lo hacen único, y lo declaró inexportable.
A un banquero la cultura le tiene sin cuidado sólo quiere dinero, así que en el
pasado mes de junio mandó llevar el óleo en secreto a su yate Adix, anclado en
Valencia, con la intención de hacerle seguir viaje. A él parece que le gusta
mucho más contemplar un billete de cinco euros que un cuadro de Picasso. Ahora
se quedará en España, en el Museo Reina Sofía, porque la jueza ordenó también
su incautación.
Para los historiadores del arte no existe
duda respecto al origen del cubismo: es el gran óleo Les Demoiselles d’Avignon, expuesto en el Museum of Modern Art
(MOMA) de Nueva York. Fue pintado en la primavera de 1907 en el modestísimo
taller ocupado entonces por Picasso, conocido como el Bateau—Lavoir, en
Montmartre, el barrio parisiense de los artistas y escritores más pobres. No
solamente está considerado el iniciador del cubismo, sino de toda la pintura de
vanguardia que dominó el arte en Europa y América hasta 1939, cuando terminó
una época, revolucionaria política y artísticamente. El botín incautado a Jaime
Botín ya es propiedad de todos los españoles, que podremos contemplarlo a
nuestra satisfacción.
Un obrero del arte
Antes de realizar esa pintura revolucionaria
avanzó la nueva técnica en otras obras menores fechadas en 1906, principalmente
en el Autoportrait expuesto en el Phildelphia
Museum of Art: se retrató en camiseta, como un obrero manual sorprendido en su
trabajo, con la paleta y los pinceles en las manos. No es un retrato natural,
porque el rostro ovalado resalta los ojos bajo unas finas cejas, una amplia
frente y una pequeña boca. Todo está alargado y esquematizado, de modo que no
hubiera podido obtenerlo una máquina fotográfica, que era hasta entonces el
canon indiscutible de la pintura occidental. El parecido de la obra con el
modelo se utilizaba como medida de su perfección.
Coincide la fecha de factura de este
autorretrato con la cabeza femenina poseída hasta ahora por Jaime Botín. En
1906 Picasso empezó a destrozar la similitud de la obra con su modelo. La obra
de arte dejó de ser representación fiel de un cuerpo o una cara, y pasó a asemejarse
algo en un principio, porque más tarde la figura quedó descoyuntada. Desde ese
momento el concepto de retrato o de autorretrato se modificó, de manera que no
se pudiera confundir con una fotografía.
Por medio de Picasso llegó la revolución al
arte, que se volvió por eso revolucionario, lo que tuvo como consecuencia un
distanciamiento entre los artistas y sus antiguos clientes, los burgueses
adinerados. Los pintores de cámara continuaron ejecutando su tarea, por lo que
dejaron de ser artistas para convertirse en cortesanos. Las artes se
escindieron en dos segmentos, el realista y el imaginativo, según las
facultades poseídas por los autores y su deseo de complacer o no a las gentes
adineradas. Así sucedió en el principio,
porque después triunfaron las manifestaciones vanguardistas y sus autores se
enriquecieron, como le sucedió a Picasso, aunque no por ello abjuró de sus
ideas sociales y políticas, sino que continuó hasta el último día de su muerte
siendo marxista, republicano y ateo.
Años revolucionarios
La revolución estética tuvo que suceder en
1906, porque el año anterior se había producido en Rusia un acontecimiento que
también llegaría a ser revolucionario. El 9 de enero de 1905, según el
calendario juliano vigente en Rusia, 22 según el gregoriano occidental, es
conocido en la historia como el domingo sangriento de San Petersburgo: el
ejército zarista disparó contra una manifestación pacífica dirigida por el pope
Georgi Gapon, que pretendía llegar al Palacio de Invierno, residencia de la
familia imperial, para solicitar pan que remediara su angustiosa hambre
crónica. Se calcula que hubo alrededor de mil muertos y unos dos mil heridos.
No se facilitaban datos oficiales sobre los crímenes militares. Fue entonces
cuando se aplicó a Nicolás II el sobrenombre de El Sanguinario y El Verdugo Coronado,
con el que es reconocido oportunamente en la historia mundial. Sin embargo, la
Iglesia ortodoxa rusa ha cometido la suprema burla de proclamarle santo.
La agitación social presente ya en Rusia
aumentó a consecuencia de esta represión sanguinaria. El 27 de junio se produjo
la rebelión del acorazado Potemkin, sin que el resto de la escuadra
interviniera para sofocarla, porque toda la marinería se solidarizó con los
amotinados. Este acontecimiento fue heraldo de la Revolución inevitable, y
queda reflejado con fidelidad artística en la película de ese título dirigida
por Serguei Eisenstein en 1925, considerada por muchos historiadores la obra
maestra del cine.
Las huelgas se sucedieron por todo el país,
y el futuro santo dio orden de reprimir contundentemente las manifestaciones.
En diciembre el pueblo de Moscú se sublevó, pero después de ocho días de
resistencia fue vencido a sangre y fuego
por el ejército zarista. Hubo millares de muertos y muchos más de deportados,
sin que puedan conocerse las cifras porque la policía las ocultaba. El barrio
obrero de Presnaya fue eliminado por completo. Las gentes morían masacradas por
los cosacos o de hambre por carecer de comida. La lucha de clases alcanzó su
momento álgido. El movimiento revolucionario se incrementó sin temor a las
represalias, porque habían llegado a tales extremos la penuria y la represión
que resultaba preferible morir cuanto antes a irlo haciendo poco a poco.
Nuevo concepto del arte
Estos sucesos conmocionaron el ánimo de Picasso. Se consideraba un obrero, un hijo del pueblo, lleno de afanes revolucionarios. Aunque no ingresó en el Partido Comunista Francés hasta octubre de 1944, tras la liberación de París de la ocupación alemana nazi, es claro que compartía desde mucha antes las ideas de Lenin y de Stalin, a quien retrató de memoria. Siempre fue un militante disciplinado, que pagaba con puntualidad sus cuotas, asistía a mítines cuando le era posible, y colaboró generosamente en cuantos proyectos se le anunciaban. En 1948 le encargaron un dibujo alegórico para el Congreso Mundial por la Paz, organizado en Wroclaw por el Partido Comunista Polaco, y su paloma es desde entonces un icono querido por todas las personas de buena voluntad.
Los acontecimientos en Rusia durante el año
1905 influyeron en su concepto relativo a la finalidad del arte. Hasta entonces
los artistas fueron empleados de los reyes, nobles, papas y grandes
eclesiástico, y a partir del siglo XIX también de la burguesía enriquecida. Esa
realidad no le parecía tolerable a Picasso. Deseaba una revolución social
aplicada a las artes, de modo que los artistas alcanzasen la libertad de crear
las obras según su gusto, y no acomodarlo al de sus patronos.
Así se originó el cubismo, el iniciador de
las artes de vanguardia innovadores del concepto tradicional derivado de la
Grecia clásica. La libertad creadora del artista quedó unida a la liberación
social. El espíritu alerta de Picasso comprendió que los acontecimientos de 1905
en la Rusia sometida a la tiranía zarista significaban el comienzo de una etapa
social revolucionaria, encaminada a alterar la historia. Habían de pasar
todavía doce años para que estallase la represión insoportable en Rusia y los
obreros, campesinos y marineros tomasen el rumbo de su destino, en la
Revolución Soviética admirada por Picasso, puesto a su servicio.
El banquero Jaime Botín pretendió comerciar
con una obra pintada en 1906, iniciadora precisamente de la revolución estética
triunfante desde el año siguiente. No es un cuadro apto para servir de botín a un
banquero, el personaje más opuesto a un revolucionario que se puede imaginar.
Es preferible que nos pertenezca a todos los españoles.
ARTURO DEL VILLAR
PRESIDENTE DEL COLECTIVO REPUBLICANO TERCER MILENIO
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