Enero. Ante la tempestad
El primer día de 1917 en Rusia era domingo. Terminaba la 127 semana
de la 1ª Guerra Mundial, que Lenin denominó en su carta de Zúrich
“guerra de ladrones por su botín”.
Los periódicos comunicaban el 1 de enero: en el sector de Riga, las
tropas se mantienen con firmeza y, pasando a la contraofensiva,
“dispersan a las unidades adversarias”; en el frente de Rumania, el
enemigo se apoderó de una de las alturas; en el Cáucaso no hubo cambios
considerables. Pero para millones de soldados, éste era un día más,
cuando se enfrentaban cara a cara con la muerte, sin fe en sí mismos, ni
en sus jefes. Enviaban a sus hogares cartas muy sinceras, narraban
los horrores y las privaciones de la vida del soldado. “Cuanto más se
vive, tanto peor. Los jefes nos estrangulan, exprimen nuestra última
gota de sangre, de la que nos queda muy poca. No hay manera de aguantar
hasta la hora en que llegue el final de todo esto…”
Cada vez aumentaban más los ánimos antibelicistas debido a los
combates que tuvieron lugar en verano y otoño de 1916, la expansión de
la línea del frente ruso con la entrada de Rumania en la guerra al lado
de la Entente, la incapacidad del Gobierno zarista para pertrechar al
ejército y el agotamiento de las fuerzas materiales y morales. En ese
año hubo más de un millón y medio de desertores.
El duro invierno de 1917 causó nuevas privaciones a los
trabajadores, así como el alza general de los precios. Los ferrocarriles
no estaban en condiciones de efectuar las transportaciones en el país
ni podían proveer de víveres al ejército. Era evidente que la economía
de la Rusia atrasada no aguantaba la tensión de tiempos de guerra.
De acuerdo con el censo de 1917, la movilización en Rusia arrancó de
las aldeas un 50% de los trabajadores. Disminuyeron las superficies de
siembra, se redujeron las cosechas y la ganadería.
En diciembre de 1916, el Gobierno adoptó una decisión sobre la
entrega obligatoria de cereales. Comenzó la requisición de granos y
ganado.
Crecía cada vez más la dependencia económica de la Rusia zarista respecto de los aliados.
Rusia, que padecía de hambre y frío, exportaba todo, incluso lo que le era imprescindible ante la brutal crisis alimenticia.
En las postrimerías de enero de 1917, la reserva de harina existente
en Petrogrado sólo alcanzaba para diez días. No había carne.
En las calles de las ciudades rusas se formaban largas colas para
recibir pan y otros productos. La prensa informó que a finales de enero
se había suicidado la esposa de un comerciante de Odesa, y en la nota
que dejó señalaba que la permanencia en las colas le envenenaba su
existencia. Pero eso no ocurría con mucha frecuencia. La mayoría de las
veces las personas que hacían cola asaltaban las tiendas. La policía
secreta señalaba en sus informes de enero: “Las madres de familia,
cansadas de hacer cola en las tiendas… son un abundante material
inflamable, al que le es suficiente una chispa para producir un
incendio”.
De una carta particular de S. Tverskói, gobernador de Sarátov
"…
¿Qué sucede? Como si después de 1905 no hubieran transcurrido 11 años.
Los mismos personajes, las mismas palabras, por una parte, y la misma
parálisis de las autoridades. En las localidades, los nobles de los
zemstvos se lanzaron de nuevo a la política. Otra vez suenan retumbantes
resoluciones sobre el detestable Gobierno, etc. Y después, ¿qué?
Después volverá a decir su palabra el mujik o, mejor dicho, volverá a
hacer su trabajo el mujik. El estado de ánimo es malísimo."
Parecía que el Año Nuevo sería un año de cambios. Esta sensación se difundía cada vez más. Incluso el periódico de derecha Novie Dni (“Días
Nuevos”) escribió en su número del 3 de enero: “Jamás los
acontecimientos cotidianos han hecho sentir tan de cerca algo
superior… Y quien sienta eso superior, majestuoso y amenazante, está
muy preocupado, siente intranquilidad; mira con ojos escrutadores al
lejano futuro, que se hace sentir en la inquietud y lo extraordinario de
cada día vivido…”
Al pequeñoburgués todo le ponía en guardia : el asesinato de Gregorio
Rasputin en diciembre, del mujik “profeta” quien gozaba de influencia
ilimitada en la corte; el incesante cambio de ministros, llamado
“trastrueque ministerial”.
Del parte enviado por el jefe de la Gendarmería de Kazán, 8 de enero de 1917.
El estado de ánimo de la sociedad de Kazán es exaltado; la gran
mayoría está en contra del Gobierno, y nadie lo oculta, se habla de
ello de manera totalmente abierta. Se rechaza el nuevo curso adoptado
por el Gobierno, considerándolo un retroceso y se piensa que lo que
antes era posible, ahora no lo es.
En la Duma, la oposición que empollaba la idea de “ampliar la
participación del sector público” en los asuntos del Estado, recibió
del monarca un regalo peculiar de Año Nuevo. El 1 de enero se publicó
el edicto real onomástico sobre los cambios en la composición del
Consejo de Estado, cámara legislativa superior. En lugar de 17 miembros
del grupo del centro, de la derecha y sin partido, se nombraron sólo de
la derecha.
En el número Zemschina de Año Nuevo se decía que la Duma estaba “sumisa a Judas” y que era un “nido revolucionario”.
El 6 de enero se publicó el edicto enviado por el zar Nicolás II al
Senado, que ordenaba aplazar hasta el 14 de febrero la reanudación de
las sesiones de la Duma y el Consejo de Estado. Este era no tanto un
golpe contra la oposición de la Duma, como una expresión abierta de que
la autocracia se proponía actuar con los antiguos y probados métodos
represivos, sin intentar siquiera acceder a las reivindicaciones de los
círculos monárquicos liberales. El rescripto de Nicolás, del 8 de
enero, enviado al presidente del Consejo de Ministros, indicaba las
tareas inmediatas del Gobierno: suministrar provisiones al ejército;
mejorar la distribución de productos alimenticios en la retaguardia,
así como el transporte ferroviario y fluvial, etc. Esto debería, según
sus iniciadores, restarle agudeza a las acciones clasistas,
aparentando que se prestaba seria atención a algunas cuestiones clave
de palpitante actualidad.
Al mismo tiempo, al Departamento de la Policía Secreta de la capital
se le ordenó observar el estado de ánimo de la población y tomar medidas
extraordinarias en caso de necesidad.
De las notas de la Policía Secreta
- El estado de ánimo en la capital es extraordinariamente alarmante. En la sociedad circulan los rumores más absurdos, tanto respecto a los propósitos del poder gubernamental (en el sentido de adoptar medidas reaccionarias de distinta índole) como también a las suposiciones de los grupos y capas de la población hostiles al gobierno (respecto a las posibles y probables iniciativas y excesos revolucionarios).
Todos
esperan acontecimientos y acciones excepcionales tanto de una como de
otra parte. Con la misma seriedad esperan acerbas explosiones
revolucionarias, o un “golpe palaciego” evidente, por lo visto, en un
futuro próximo…
- …La idea de la huelga general adquiere cada día nuevos partidarios y se hace popular, como sucedió en 1905.
…Cabe señalar que si las masas obreras son conscientes de la
necesidad y la posibilidad de realizar la huelga general y la revolución
subsiguiente, y que si los círculos intelectuales creen en el carácter
salvador de los asesinatos políticos y el terror, estas son muestras
evidentes del estado de ánimo oposicionista de la sociedad y su deseo de
encontrar cualquier salida de la situación políticamente anormal.
De acuerdo con el plan elaborado para proteger Petrogrado en caso de
que hubiese “disturbios populares”, la ciudad se dividió en seis
sectores, a cargo de comisarios de policía. Cada sector se fraccionaba
en distritos que, a su vez, se distribuían entre los regimientos de la
guarnición capitalina y las comisarías. Los policías estaban armados con
ametralladoras.
La Región Militar de Petrogrado dejaba de pertenecer al Frente
Norte; al general Jabálov, jefe de la Región Militar, se le concedían
los más amplios poderes.
Tratando de mantenerse al margen de los asuntos internacionales, la
autocracia partía de que el enemigo interno (la ola del nuevo
movimiento revolucionario ascendente) era más peligroso que el
adversario externo, y por ello el Gobierno zarista manifestaba en esos
días evidente interés por las coqueterías con el adversario. Las
noticias sobre el posible viraje en la política exterior permitieron a
la oposición comenzar a incubar planes para un “golpe palaciego”. A ésta
la apoyaban las potencias aliadas, temerosas de que Rusia saliera de
la guerra. Los conspiradores se proponían derrocar a Nicolás, recluir a
la zarina en un monasterio, nombrar emperador a Alexéi, menor de edad,
y designar regente al Gran Duque Mijaíl, hermano del zar, conocido
anglófilo. En el país se creaba la situación revolucionaria.
Del comunicado de Kreiton, gobernador de Vladimir
… La exaltación en algunos sectores, sobre todo en los fabriles,
apenas se puede contener. El movimiento huelguístico en las empresas se
ha ampliado y causa alarma entre los fabricantes. Los fabricantes de
Oréjovo e Ivánovo experimentan un temor cerval por la suerte de sus
fábricas.
Crecía la actividad política del proletariado, y la fuerza
organizadora y orientadora de este proceso era el partido de los
bolcheviques guiado por Lenin, el cual, prohibido por el Gobierno
zarista, era el único partido que se pronunciaba abiertamente contra la
guerra imperialista, por su transformación en guerra civil, y por la
derrota de su propio Gobierno. Desplegaba una lucha tenaz para hallar
una rápida solución revolucionaria de los problemas fundamentales.
A pesar de las brutales represiones y del terror, aumentaba el número
de miembros del Partido Bolchevique, hacia comienzos de 1917 contaba
con unos 24.000.
A diferencia de los mencheviques y los eseristas, que se encontraban
en desavenencia ideológica y organizativa, los bolcheviques lograron
restablecer su organización a nivel de toda Rusia. La encabezó su
centro único : el Buró Ruso del Comité Central. Con el apoyo, ante todo,
de la organización partidaria de Petrogrado y estableciendo contactos
estrechos y permanentes con los bolcheviques de Moscú, dicho Buró
amplió y fortaleció sus vínculos con las localidades de
Ivánovo-Voznesensk, Tver, Tula, Nizhni Nóvgorod, Sainara, Kiev, kirkov,
Vorónezh, Kazán, Donbás, así como con distintas organizaciones
partidarias del Báltico y los Urales.
En las postrimerías de 1916, el Buró Ruso del CC propuso al Comité de
Petrogrado y al Buró regional de Moscú organizar acciones callejeras y
la huelga general. Esta proposición orientaba a pasar de los paros
aislados de carácter económico y de las acciones políticas eventuales a
la lucha politica de masas, que incorporara en el movimiento
revolucionario a los soldados y que estuviera encauzada hacia la
insurrección armada. Las dos mayores organizaciones bolcheviques —la de
Petrogrado y la de Moscú– examinaron la propuesta del Buró Ruso del CC y
decidieron concordar las acciones (manifestaciones callejeras, paros,
mítines) para el 9 de enero, duodécimo aniversario de la sangrienta
matanza de obreros.
De la octavilla de la Organización de Moscú, dedicada al
aniversario de la matanza de obreros petrogradenses por el Gobierno
zarista, el 9 de enero de 1905
"…
Atravesamos una época sin precedentes, días sangrientos; bajo la
bandera zarista, combaten en el frente millones de obreros por la
causa del capital; los demás sufren bajo el peso de la carestía y de la
ruina económica. Se desarticularon las organizaciones obreras, se
estranguló la voz de los obreros. Han sido violados el alma y el cuerpo
del obrero, ¿Cuál es la solución?
Los traidores de la clase obrera… nos invitan a nosotros, quienes
quedamos en la retaguardia, a situarnos bajo la bandera de la burguesía.
No, sólo la acción revolucionaria de la clase obrera bajo su bandera,
la bandera roja del socialismo, pondrá fin a la guerra y a todas las
violencias.
Se necesita arrancar el poder de las manos del Gobierno zarista y
entregarlo a un Gobierno revolucionario; para concertar la paz que
necesita la clase obrera; para crear el régimen político que necesita el
obrero, se requiere una lucha por la república democrática y la
terminación de la guerra, con las fuerzas de los trabajadores de todos
los países.
Llamamos a los obreros moscovitas a la huelga general del 9 de enero…
¡Viva el POSDR!
¡Viva la república democrática!
¡Abajo la guerra!
¡Abajo la autocracia!"
De la octavilla del Comité de Ekaterinoslav
"... ¿No habrá llegado la hora de rememorar como es debido el año de
1905? ¿Quién, más que los obreros, puede poner fin a la fabricación de
cañones y de proyectiles, y terminar con la matanza? ¿Quién sino ellos
puede izar altamente la gloriosa bandera de la Revolución Rusa? Llega
la hora del esperado desenlace, del gran juicio contra los culpables
del mayor crimen cometido en la historia contra la humanidad… Basta ya
de víctimas en honor del capital. Tenemos el enemigo común a nuestra
espalda".
De la octavilla de la organización de Tver
"…Sólo la revolución puede terminar con la guerra, sólo en las
barricadas podremos conquistar nuestros derechos, derrocar a la
autocracia, salvarnos de la muerte por inanición. ¡Organícense,
camaradas! ¡Prepárense para la guerra civil!"
De las octavillas litografiadas, difundidas por los bolcheviques de Shostka, provincia de Chernígov
"Camaradas:
Es hora de terminar la guerra contra los alemanes y comenzar la lucha
contra nuestros verdaderos enemigos: el zar y el Gobierno… Demostremos a
la policía que no nos hemos olvidado del año 1905. Que se vaya al
frente la policía: allí está su lugar. Prepárense, hermanos, lleguen a
un acuerdo, aconséjense unos con otros y, cuando sea necesario, demos
la cara… Levántate, pues, álzate, pueblo obrero. Levántate a la lucha,
pueblo hambriento; adelante, adelante".
De la octavilla de la Comisión Ejecutiva del Comité
petrogradense del POSDR sobre la conmemoración del aniversario del 9 de
enero en Petrogrado, Moscú y Járkov
"…
Ustedes saben que los camaradas fueron fusilados despiadadamente por el
Gobierno de Nicolás II el 9 de enero de 1905. Ese día comenzó la Gran
Revolución Rusa. Continuando su causa, el Partido Obrero
Socialdemócrata exhorta cada año a quienes les es entrañable la
conquista de la libertad política, a declarar en ese día su solidaridad
con las reivindicaciones de los obreros, que resonaron el 9 de enero".
Atendiendo al llamamiento del Comité moscovita del partido de los
bolcheviques, el 9 de enero de 1917 más de 30.000 obreros abandonaron
el trabajo y salieron a las calles.
La acción de los obreros petrogradenses el 9 de enero de 1917 se
convirtió en el acto revolucionario más grande durante la guerra. En la
huelga de Petrogrado participaron cerca de 145.000 obreros.
El 9 de enero de 1917 se convocaron manifestaciones en muchas
ciudades: Bakú, Nizhni Nóvgorod, Vorónezh, Járkov, Rostov del Don y
Novocherkassk, así como en Donbás y otras localidades. En total,
durante el mes de enero se declararon en huelga 270.000 obreros; de
ellos, 177.000 en Petrogrado. En la capital no cesaban las acciones del
proletariado, orientadas contra la guerra y la autocracia.
El nuevo y consecuente ascenso de la lucha política abierta de los
obreros agrupó en torno suyo a distintos grupos del movimiento
revolucionario del país.
Crecía el movimiento de los campesinos pobres. Los numerosos
vestigios y reminiscencias del régimen de servidumbre en el campo,
además del deterioro de la hacienda campesina como resultado de la
guerra, eran las causas de las acciones campesinas que en enero de 1917
adquirieron amplia envergadura. En 1916, del distrito de Yádrinsk,
provincia de. Kazán, se comunicó al centro : “Hay información que causa
temor respecto al movimiento campesino. Este tratará de adquirir la
forma que tuvo en los años 1905 y 1906”. El movimiento de liberación
nacional se convertía en un serio factor político.
Con el fin de prevenir la sublevación general, la autocracia trataba
de orientar al “elemento popular” hacia el sendero habitual de
hostilidad entre las naciones, ante todo el antisemitismo. Según el
periódico Rech de los primeros días de enero, se dispuso que
quienes profesaran el judaísmo, excepto los médicos y enfermeros
(¡ellos eran necesarios!), y prestaran servicio en la unión de ciudades
y de zemstvos, fueran sustituidos de inmediato por personas de “otras
religiones”. ¡Y qué hipócrita era la declaración del Ministerio del
Interior, que proponía simultáneamente a los jefes de provincias y
regiones autorizar la residencia temporal a los mutilados de guerra
hebreos que llegaran a lugares donde no estaban empadronados, para
adquirir extremidades artificiales, es decir, las llamadas prótesis”!
Con esta misma disposición, se les permitía asentarse en los
“balnearios de Siberia”. Pero en Rusia no había balnearios ni para los
hebreos ni para otras nacionalidades del imperio “único e indivisible”.
Este imperio era una enorme cárcel del pueblo, donde los
trabajadores, independientemente de su nacionalidad -fueran polacos o
armenios, rusos o ucranianos, finlandeses o calmucos-, sufrían en el
mismo grado. Durante varios meses de 1916, ardió la llama de la
insurrección en los pueblos de Asia Central. El movimiento de liberación
nacional también se desplegó en otras regiones.
En la segunda quincena de enero de 1917, las estaciones sísmicas de
diversas zonas del país (en Piatigorsk y en Petropávlovsk de Kamchatka)
registraron casi a un mismo tiempo temblores subterráneos. Pero cuanto
más terrible era el cataclismo —aunque de otra índole— que se
aproximaba al Imperio Ruso. Para todos ya era algo evidente.
Del Informe sobre la revolución de 1905, pronunciado
por V. I. Lenin, en alemán, el 9 (22) de enero de 1917, en la Casa del
Pueblo de Zurich en una reunión de la juventud obrera suiza.
"No nos debe engañar el silencio sepulcral que ahora reina en Europa.
Europa lleva en sus entrañas la revolución. Las monstruosidades de la
guerra imperialista y los tormentos de la carestía hacen germinar en
todas partes el espíritu revolucionario y las clases dominantes, la
burguesía y sus servidores, los gobiernos, se adentran cada día más en
un callejón sin salida del que no podrán escapar en modo alguno sino a
costa de las más grandes conmociones.
Lo mismo que en la Rusia de 1905, comenzó bajo la dirección del
proletariado la insurrección popular contra el Gobierno zarista y por
la conquista de la república democrática; los años próximos traerán a
Europa, precisamente como consecuencia de esta guerra de pillaje,
insurrecciones populares dirigidas por el proletariado contra el poder
del capital financiero, contra los grandes bancos, contra los
capitalistas. Y estas conmociones no podrán terminar más que con la
expropiación de la burguesía, con el triunfo del socialismo.
En las condiciones del auge revolucionario siempre mayor, el Partido
Bolchevique gozaba de cada vez más simpatía entre las masas. En el
puesto de los detenidos y deportados a Siberia, de los enviados al
frente, iniciaban la lucha más y más personas. En una de las cartas
escritas en las primeras fechas de 1917, Lenin señalaba en cuanto a eso:
“… El ánimo de las masas es bueno. ¡Todavía vive! Es difícil para la
gente vivir, y para nuestro partido en particular. Pero a pesar de todo
viven”.
De la octavilla del comité del POSD(b)R de Rostov del Don y Najicheván
"…Camaradas, basta ya de forjar cadenas para nosotros mismos. No
podemos esperar a que padezcamos de hambre y frío; no seremos borregos
ni iremos a la carnicería zarista para satisfacer el capricho de un
puñado de parásitos… Si estamos condenados a morir antes de tiempo, es
mejor morir en un combate honrado en la lucha por la libertad, y no en
la guerra ignominiosa y fratricida. Recuerden a los primeros
combatientes que cayeron con honor en aras de la libertad y comencemos a
cumplir su gran legado. ¡Abajo la autocracia!
¡Viva la república democrática!
Los bolcheviques se dirigían a las masas con un programa claro,
elaborado por Lenin, con consignas comprensibles para el pueblo, que
revelaban las cuestiones más dolorosas y de mayor actualidad.
Decían la verdad acerca de la guerra odiosa, exhortaban a solucionar
inmediatamente la cuestión agraria, proponiendo entregar toda la
tierra a los campesinos, ayudaban a los obreros a comprender su papel
motor en la lucha por derrocar al zarismo y realizar transformaciones
democráticas consecuentes, llamaban al pueblo a la alianza estrecha de
los trabajadores de todas las nacionalidades.
En once ciudades grandes de Rusia, las organizaciones bolcheviques
del país emitieron más de dos decenas de octavillas, que explicaban el
sentido de los acontecimientos que se desarrollaban, ayudaban a las
masas a organizarse."
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