29 de diciembre de 2018

EL SEXAGÉSIMO ANIVERSARIO DE STALIN (LIBRO DE MIJAÍL KALININ) Parte I

Por lachekavchk.blogspot.com


“Podéis estar seguros, camaradas, de que estoy dispuesto en adelante también a entregar a la causa de la clase obrera, a la causa de la Revolución proletaria y del comunismo mundial, todas mis fuerzas, todo lo que yo valgo y puedo y, si hiciera falta, hasta la última gota de mi sangre”.

I. STALIN.


Han transcurrido sesenta años desde el día en que nació el camarada Stalin. Los pueblos de la Unión Soviética saludan calurosamente a su gran jefe. El proletariado en lucha de los países capitalistas y los oprimidos del mundo entero alzan con gran orgullo sus miradas hacia el camarada Stalin, vinculando en él sus mejores esperanzas y anhelos.

En relación con ello, voy a permitirme parar la atención en algunos de los momentos más importantes de la actuación política del camarada Stalin.

I

La actuación social y política de un hombre puede ser expuesta más o menos acertadamente sólo si se tienen en cuenta los factores de la vida social y las condiciones en las que se ha desenvuelto su actuación.

El camarada Stalin empezó a actuar en la lucha política desde la más temprana edad. Ya siendo alumno del seminario eclesiástico de Gori, adoptó una posición negativa frente al régimen de la autocracia zarista. Al terminar los estudios en dicho colegio, en 1894, el camarada Stalin, como mejor alumno, ingresó en el seminario (ortodoxo) de Tiflís, donde comenzó a participar, a los 15 años de edad, en el movimiento revolucionario. Intervino en los círculos socialdemócratas estudiantiles, no ya de una manera casual, pasiva, sino como iniciador, organizador y dirigente, poniéndose en relación con los grupos clandestinos de marxistas rusos deportados entonces a Transcaucasia. Estos ejercieron sobre él una gran influencia y le inculcaron el cariño a la literatura marxista, que se editaba clandestinamente.

En 1897, el camarada Stalin se pone en contacto con la organización socialdemócrata ilegal de Tiflís, en calidad de representante de los círculos clandestinos del seminario. En 1898, ingresa ya formalmente en la organización del Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia, en Tiflís. Desde entonces, su labor ilegal se amplía: propaga el marxismo en los círculos obreros de los radios ferroviario e industrial.

La dirección del seminario, que se había dado cuenta de que se trataba ya de un hombre hecho y derecho al que no se podía hacerle regresar a la senda de la lealtad al gobierno zarista, expulsó al camarada Stalin del seminario.

Era éste su primer gran choque con la realidad social y política de entonces. Pero la expulsión del seminario no le planteó en forma aguda el problema de qué camino seguir. Este problema lo había ya resuelto de un modo consciente cuando todavía estaba en el seminario. Era el camino de la lucha revolucionaria, de la lucha bajo la bandera del marxismo. El terreno para ella estaba, en Georgia, bastante preparado.

Aunque formalmente Georgia no era considerado como país conquistado por las armas rusas, sino incorporado por voluntad propia a Rusia, la administración era ejercida, sin embargo, por sátrapas zaristas, rodeados de un aparato burocrático exclusivamente ruso. Claro que no sólo no defendía los intereses populares de Georgia, sino que ni siquiera los comprendía. Incluso la más alta aristocracia georgiana, que servía sinceramente, en contra de los intereses nacionales, a la autocracia zarista, fue empujada por sus arbitrariedades a las filas de la oposición. Por eso, todo lo que fuera revolucionario y de oposición encontraba un eco vivo entre las masas del pueblo georgiano.

A fines del siglo XIX y comienzos del siglo XX, soplaron sobre Rusia vientos revolucionarios. El descontento por la situación dominante había empezado a manifestarse en las acciones revolucionarias de los obreros: aumentó la cantidad de huelgas en las fábricas y en los talleres, surgieron las manifestaciones políticas y, en muchos sitios, se celebraba ilegalmente el 1° de Mayo. Bajo la influencia de la lucha revolucionaria del proletariado, comenzó también el movimiento estudiantil. Aumentaba la efervescencia entre los campesinos, que recurrían cada vez más frecuentemente a los motines contra los terratenientes, llegando muchas veces incluso a incendiar las casas señoriales.

La parte activa de los obreros se unían en círculos ilegales, bajo la bandera de la socialdemocracia. Era evidente la aspiración general, aunque quizá no del todo consciente, a crear una organización revolucionaria única y el vivo deseo de tener un centro ilegal.

En aquellos tiempos fue cuando en Petesburgo desarrolló con bastante amplitud sus actividades la “Unión de lucha por la emancipación de la clase obrera”, fundada por Lenin.

Un proceso análogo se desenvolvía también en Georgia. Los obreros, sobre todo en Tiflís, eran de tendencias revolucionarias. Habíase creado círculos ilegales de propaganda; se celebraba asambleas en las montañas, en las que intervenían 100 y más hombres; se difundía proclamas y se organizaba huelgas. A fines de la última década del siglo pasado y al comienzo de la primera del siglo actual, sobrevino una ola de grandes huelgas en la fábrica de Bosardzhiants, en la fábrica de curtidos de Adeljanov, en la empresa de tranvías de caballos, en las imprentas y en los talleres ferroviarios, etc.

La efervescencia abarcó también al campo. La situación penosa de los campesinos: la escasez de tierra, la miseria, la necesidad de andar en busca de trabajo, etc., hacía nacer en ellos un estado de oposición a las autoridades y al régimen existente, impulsándolos a la acción revolucionaria. Los vínculos establecidos por los obreros con los campesinos contribuía, sin duda, a propagar las ideas revolucionarias entre los campesinos.

Todo esto creaba grandes posibilidades para desarrollar una actividad revolucionaria no sólo entre los obreros, sino también entre los campesinos. Por consiguiente, en Georgia había comenzado relativamente pronto la extensión de las ideas marxistas. “Las condiciones especiales de la vida social y política en el Cáucaso – dice Lenin – favorecían la formación allí de las organizaciones más combativas de nuestro Partido”. Personalmente, conservo aún la impresión de que incluso las formas exteriores de las acciones revolucionarias de la clase obrera y de los campesinos eran siempre más agudas en Georgia que en otras regiones de Rusia.

En 1893, aparece en Georgia la primera organización marxista de la socialdemocracia, “Mesame-dasi”, heterogénea por sus tendencias políticas. Adolecía de un mal de origen propio del movimiento revolucionario de entonces, mal que se hacía extensivo a otras regiones de Rusia. Los mesamedasistas solían recalcar sólo el papel progresivo del capitalismo y no veían sus aspectos negativos; tergiversaban la doctrina del marxismo sobre la lucha de clases, limitando las posibilidades revolucionarias a conquistas parciales, a éxitos locales, a los intereses estrechamente nacionalistas de la burguesía. No se proponían la misión de crear un partido como organización de combate del proletariado. No enseñaban ni preparaban a los obreros para la acción revolucionaria; no les educaban en el espíritu del internacionalismo proletario.

Los revolucionarios obreros, los activistas, tenían conciencia de la necesidad de un partido. Pero incluso entre ellos este concepto era limitado. Todo se supeditaba a la fuerza de la idea. Resultaba que el carácter revolucionario de la acción, el valor, la audacia y la abnegación en la lucha práctica se combinaban de un modo extraño con la estrechez de miras en cuanto a las posibilidades de organización. Convencidos de la necesidad de un partido, tenían una idea vaga de su centro de dirección. No se imaginaban el centro del partido como un organismo dotado en plenitud de poderes, llamado a dirigir todo el trabajo de partido, todas las manifestaciones y formas de lucha de la clase obrera. Incluso cuando pensaban en tal centro, se lo imaginaban más bien como cierto órgano de enlace e información recíproca, de técnica conspirativa (para organizar entrevistas, proveer de pasaportes, cifras, etc.), de edición y difusión de literatura ilegal, distribución de propagandistas, etc. Pero los que tenían este concepto sobre el centro del partido parecían “políticos obreros” más que combatientes de un partido revolucionario del proletariado. De ahí al oportunismo no había más que un paso.

Pero el camarada Stalin aparece en el movimiento obrero, ingresando en el grupo de los “mesamedasistas”, y aporta al trabajo socialdemócrata una nueva corriente de principios y de objetivos claros en la acción revolucionaria.

En 1898, Stalin organiza dentro de “Mesame-dasi” el grupo marxista revolucionario de la minoría. Era el único grupo de Georgia que se proponía la misión de llevar el movimiento obrero revolucionario por el cauce de a lucha política contra la autocracia en toda Rusia.

Venciendo enérgicamente la resistencia de la mayoría oportunista, el camarada Stalin sabe hacer virar la organización socialdemócrata de Tiflís por el camino de la agitación política de masas, por el camino de la lucha abierta contra el absolutismo zarista. Crea el grupo socialdemócrata central de la organización de Tiflís, como centro dirigente, el cual realizó un gran trabajo tendente a formar una organización socialdemócrata ilegal en Transcaucasia. Comprende la importancia de un partido revolucionario centralizado de los proletarios, considerando el movimiento revolucionario de Georgia como parte integrante del movimiento de roda Rusia. Se convierte en el jefe proletario revolucionario en todo el sentido de la palabra.

Los historiadores tropezarán con bastante dificultad para hacer la biografía del camarada Stalin, a pesar de ser tan sencilla, mejor dicho, precisamente por ser tan sencilla.

Stalin actúa desde el principio como dirigente, aunque él mismo, en un discurso pronunciado en la asamblea de los ferroviarios de Tiflís, llama a aquel período de su actividad el período de su aprendizaje. Lo cierto es que no sólo aprendía de las masas – una de las condiciones indispensables para un jefe proletario –, sino que también las dirigía.

Stalin empezó a actuar en la ilegalidad. Y esto no es casual. Aquí estriba la diferencia de principio con los marxistas legales o semilegales.

Se podría afirmar que, desde su primera intervención pública (se entiende que en círculos ilegales o semilegales), el camarada Stalin determinó con bastante exactitud la línea marxista revolucionaria, oponiéndola a la línea oportunista de los mesamedasistas.

Fue él quien puso la primera piedra en el edificio de la socialdemocracia revolucionaria en Transcaucasia, dando pasos prácticos en el camino de la fusión del socialismo científico con el movimiento obrero.

Los años 1900-1901 era años de ascenso continuo del movimiento obrero revolucionario en toda Rusia. En la sociedad se sentía la voluntad de luchar. El “Presagio de la tempestad” de Gorki pareció sintetizar el estado general de ánimo, el anhelo de luchar contra la autocracia y su régimen.

En diciembre de 1900, aparece en el extranjero el primer número del periódico “Iskra”.

Con la aparición de “Iskra”, los objetivos de la clase obrera se hacen más claros para los revolucionarios; especialmente, claro está, para aquellos que ya se han planteado estos objetivos. Paralelamente, se evidencia más el oportunismo de muchos dirigentes de las organizaciones locales del Partido, sobre todo de los economistas.

El grupo central de Tiflís, dirigido por el camarada Stalin, se coloca sin vacilación alguna bajo la bandera de la “Iskra” de Lenin y desarrolla sus actividades en este sentido.

Para el camarada Stalin, los artículos de “Iskra” eran, en mi opinión, no tanto una revelación como una confirmación autorizada de los conceptos que sobre el movimiento revolucionario ya tenía formados.

Apareció altamente la importancia de un órgano de prensa ilegal para estructurar el Partido, para concentrar las fuerzas de la clase obrera y propagar las ideas del marxismo revolucionario. El periódico “Brdsola” (“La lucha”), creado por iniciativa suya, en 1901 (se imprimía por razones conspirativas en Bakú), desempeñó un papel importantísimo en la lucha contra los oportunistas de Georgia, defendiendo en el sentido de la “Iskra” leninista las bases teóricas del marxismo revolucionario y las tareas de la lucha de clases del proletariado. Esto lo testimonian los problemas de principio planteados en sus columnas, problemas que inquietaban a los espíritus más progresivos del movimiento obrero socialdemócrata de Rusia. Se referían, ante todo, al carácter de la revolución inminente, al papel e importancia de la clase obrera dentro de ella, a la estrategia y táctica de su Partido.

Desarrollando la idea leninista sobre la hegemonía del proletariado en la revolución democráticoburguesa, “Brdsola” escribía:

“Basta dirigir una mirada a la vida social de Rusia, a las relaciones mutuas de sus diferentes clases, para convencerse de que la fuerza principal en Rusia está representada por la unión de las fuerzas del proletariado revolucionario. La burguesía, cuya fuerza radica en sus bolsillos sin fondo, se siente perfectamente bajo centro del absolutismo. El proletariado es la fuerza firme llamada a destruir el absolutismo”.[*]
 
“Brdsola” educaba a los obreros y trabajadores de Transcaucasia en el espíritu del internacionalismo proletario y defendía la comunidad de principios del movimiento obrero de toda Rusia.

“El movimiento socialdemócrata de Georgia – escribía “Brdsola” – no es un movimiento obrero aislado, solamente georgiano, con su programa propio. Marcha a la par con todo el movimiento de Rusia y, por consiguiente, se subordina al Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia”.

“Brdsola” desempeñó un gran papel en la consolidación ideológica y orgánica del movimiento socialdemócrata de Tiflís. En noviembre de 1901, se convoca la primera Conferencia socialdemócrata de la organización de Tiflís, en la que están representados casi los círculos socialdemócratas. La Conferencia elige el Comité del P.O.S.D de Rusia en Tiflís, de tendencia leninista-iskrista. Era una gran victoria de la socialdemocracia revolucionaria de Georgia. El papel principal en esta conquista le corresponde al camarada Stalin.

El trabajo conspirativo tiene sus peculiaridades. Obliga al militante revolucionario a ocultarse. Es rara la vez que le proporciona la ocasión de manifestar sus puntos de vista de modo legal, especialmente en la prensa. Por lo mismo, es completamente natural que los primeros años de la actuación ilegal del camarada Stalin disten mucho de estar suficientemente estudiados. Pero aun los pocos hechos que conocemos son bien elocuentes.

He aquí uno de estos hechos: Los mesamedasistas formaban escuelas dominicales, donde enseñaban los conocimientos más elementales. Una vez, Stalin fue a una de estas escuelas y habló, en dos o tres asambleas obreras, sobre la lucha de clase del proletariado. Luego preguntó a uno de los obreros: “¿Qué os enseñan en la escuela dominical?”. Y cuando éste respondió que allí le explicaban el movimiento del sol, Stalin le dijo sonriendo: “mira, no te preocupes, el sol no va a desviarse de su camino. Pero estudia también cómo debe desarrollarse el movimiento revolucionario, y ayúdame a organizar una pequeña imprenta ilegal”.

En este hecho se refleja, como el sol en una gota de agua, la imagen del dirigente de las masas proletarias.

He aquí, pues, todo el período inicial de la actuación del camarada Stalin: expulsión del seminario eclesiástico de Tiflís por ser políticamente sospechoso; paso inmediato al trabajo ilegal; esfuerzos prácticos por hacer de los círculos obreros clandestinos, focos de la lucha revolucionaria de clase; dirección de huelgas, composición de proclamas, formación de un grupo socialdemócrata central de la organización de Tiflís, edición del periódico ilegal “Brdsola”, testimonian claramente que el camarada Stalin, desde el comienzo de su actuación revolucionaria, seguía la senda leninista. Su acción revolucionaria en Tiflís coincidió plenamente con los principios políticos de la “Unión de lucha por la emancipación de la clase obrera”, de Petesburgo, dirigida por Lenin.

II

A fines de noviembre de 1901, el Comité del P.O.S.D de Rusia en Tiflís envió al camarada Stalin a Batum, para realizar un trabajo ilegal.

Batum era en aquellos tiempos un importante centro industrial de destilación de petróleo.

Los obreros eran explotados despiadadamente, sobre todo, los de nacionalidad adzhariana.

El ascenso general del movimiento revolucionario de Rusia alcanzó también a Batum.

“Desde 1893 – cuenta Osman Gurgenidse –, trabajé en los talleres de Rotschild, en Batum…"

Hasta la llegada del camarada Stalin, en Batum no se llevaba a cabo un verdadero trabajo revolucionario entre los obreros de los talleres.

Sólo en 1901, los obreros de las fábricas sintieron una mano firme que organizaba y encauzaba hábilmente a los obreros, unificando su acción.

Era la mano del camarada Stalin, quien, desde el primer día de su llegada a Batum, realizaba un gran trabajo para organizar la lucha revolucionaria de la clase obrera.

El camarada Stalin puso en marcha, en muy poco tiempo, una serie de círculos socialdemócratas, a los que atrajo a los obreros más avanzados de los talleres de Matashev y Sideridis. En estos círculos participaron también algunos obreros de nuestros talleres. El camarada Stalin subraya al mismo tiempo, de un modo especial, la necesidad de atraer a los círculos a obreros de diferentes nacionalidades, la tarea de educar en el espíritu internacionalista a los trabajadores.

El 31 de diciembre de 1901, en una asamblea de representantes de los círculos, el camarada Stalin dio forma a la organización socialdemócrata de Batum.

“En vísperas de Año Nuevo – cuenta Kuridse –, el camarada Stalin reunión a todos los encargados de los círculos y les propuso festejar el Año Nuevo. La proposición fue recibida con júbilo.

En la última noche del año, nos reunimos en casa de Silibistro Lomdzharia.

Las bromas de Stalin provocaban la risa unánime. Todos sentían magníficamente. De un modo imperceptible, nuestra conversación pasó a temas políticos y nuevamente, en medio del silencio que se apoderó de todos, se oyó la voz emocionada de Stalin.

Así pasamos toda la noche, hasta el amanecer. Y cuando en la habitación penetró la tenue luz del alba, Stalin levantó su copa y dijo a modo de brindis:

“¡Bien, ya llega la aurora! Pronto saldrá el sol. Será el sol que ha de iluminarnos a todos nosotros”.


"En aquella reunión, se destacó el grupo dirigente del Partido que, de hecho, era el Comité del P.O.S.D. de Rusia en Batum.

En enero de 1902, según cuenta Darajvelidse, el camarada Stalin marchó por algunos días a Tiflís. Resultó que se había ido con tipos de en tres idiomas: en ruso, georgiano y armenio. Con ayuda de los obreros de los talleres de Rotschild, la máquina fue montada y la “empresa” marchaba a todo vapor. Stalin escribía proclamas, un tal Georgio (no recuerdo su apellido) las componía y todos nosotros, juntamente con Stalin, imprimíamos: manejábamos por turno el volante de la prensa.

En enero de 1902, el camarada Stalin organizó la primera gran huelga en Batum, en los talleres de Mantashev, y en febrero, dos grandes huelgas en los talleres de Rotschild, que terminaron con el triunfo de los obreros.

El gobierno zarista se inquietó por la organización y por la tenacidad que los huelguistas ponían en la lucha. Y le sobraban motivos para ello. Todavia un poco antes de la huelga, la policía secreta de Batum comunicaba que el desarrollo del movimiento socialdemócrata en aquella ciudad había obtenido muchos éxitos, porque “en el otoño de 1901, el Comité de Tiflís del P.O.S.D. de Rusia envió a la ciudad de Batum, para hacer propaganda entre los obreros de los talleres, a uno de sus miembros, Iosif Vissarionovich Dzhugashvilli, antiguo alumno de la sexta clase del seminario eclesiástico de Tiflís. Gracias a las actividades de Dzhugashvilli… en todos los talleres de Batum empezaron a surgir organizaciones socialdemócratas, a cuyo frente se hallaba al principio el Comité de Tiflís”.


A fin de aplastar la huelga con las fuerzas de la policía, llegó a Batum el gobernador militar de Kutaís.

En respuesta a la detención de 32 obreros huelguistas, el camarada Stalin organizó el 8 de marzo una manifestación obrera de masas, en la que participaron unas 400 personas. Los manifestantes se acercaron a la comisaría de policía, exigiendo la libertad de los obreros detenidos. La policía detuvo a más de 300 manifestantes.

Al día siguiente, el camarada Stalin organizó una gran manifestación política de los obreros de Batum, en la que participaron unas 6.000 personas.

“Entonces – cuenta Ingerabian – no sabíamos todavía que esta manifestación había sido organizada por el camarada Stalin. Pero por la rapidez con que se nos fue comunicada la orden sobre la manifestación y por la manera como se preparaba comprendimos que estaba dispuesta por un organizador muy capaz y experto, que sabía mejor que nadie adónde llevarnos y cómo había que hacer las cosas…

La manifestación del 9 de marzo de 1902 jamás se borrará de mi memoria. Enormes masas obreras llenaron las calles que conducen hacia el cuartelillo donde se hallaban los obreros detenidos. Delante del grupo de obreros, marchaba en la manifestación el camarada Stalin.

La manifestación se acercó hasta la misma guardia. Los soldados, formados fusil en mano, estaban dispuestos a atacarnos.

Su comandante, el oficial Antadse, exigió que la manifestación se dispersara; de lo contrario, amenazaba con disparar.

En el primer momento, algunos obreros, entre los que me hallaba yo también, vacilaron. Pero en la manifestación resonó una voz poderosa que nos invitaba a no dispersarnos, a exigir con mayor energía aún la libertad de los presos.

Era el llamamiento hecho por el camarada Stalin.

Sus palabras ardientes cohesionaron a los manifestantes y nadie se movió de su sitio.

Por el contrario, muchos obreros empezaron a arrojar piedras contra el oficial y sus soldados, exigiendo enérgicamente la libertad de los presos…

Esta manifestación, organizada y dirigida por Stalin, nos convenció una vez más de que únicamente la lucha enérgica contra el absolutismo, con las armas en la mano, llevará a los trabajadores hacia la victoria.”

Los acontecimientos de Batum, cuyo inspirador ideológico y dirigente inmediato fue el camarada Stalin, dejaron una huella profunda en la conciencia de los obreros, ya que, en aquellas acciones concretas, se manifestó la táctica revolucionaria del bolchevismo, en una época en la que éste no existía aún como corriente política determinada.

Y en efecto, el camarada Stalin logra organizar en un plazo muy breve, en todos los talleres y fábricas importantes de Batum, círculos clandestinos que él enlaza en una sola organización, bajo las banderas de la socialdemocracia; crea un órgano ilegal de prensa, con gran influencia sobre las grandes masas obreras. Las fuerzas así cohesionadas desde el punto de vista ideológico y orgánico las dirige a la lucha contra el capital, por mejorar la vida de los obreros.

Es completamente natural que, dadas las condiciones entonces reinantes, una huelga bien organizada enfrentase a los obreros con la autocracia. Las huelgas en las que prevalecían las reivindicaciones económicas evolucionaban hasta una fase superior, transformándose en manifestaciones políticas de todos los obreros de Batum, es decir, en la lucha inmediata contra el régimen zarista.

¡Qué rápidos y gigantescos progresos políticos hicieron los obreros de Batum, en un plazo tan corto, bajo la dirección del camarada Stalin! Y esto a pesar de que su dirección era ilegal, a pesar de que formalmente no imponía nada a nadie.

Los acontecimientos de Batum tuvieron un eco poderosísimo en todo el país, adquiriendo importancia política para toda Rusia.

En abril de 1902, el camarada Stalin fue detenido y encerrado en la cárcel de Batum. Pero aun desde la cárcel continuaba dirigiendo las actividades de la organización socialdemócrata de Batum, por él creada. En abril de 1903, cuando la policía se enteró de ello, representantes de las diversas corrientes políticas, defiende y propaga las ideas leninistas-iskristas. En la primera mitad de noviembre del mismo mes, es deportado por tres años a la Siberia Oriental, al departamento de Balagán, provincia de Irkutsk, a la aldea Novaia uda.

En enero de 1904, es decir, un mes después de haber llegado a Novaia Uda, el camarada Stalin se fugó del destierro y regresó a Tiflís. Allí se puso al frente de la organización bolchevique de Transcaucasia y entabló una lucha implacable contra el menchevismo.

De un modo regular iba a Batum, a Chiaturi, a Kutaís y a Bakú, organizando y cohesionando allí las filas bolcheviques, polemizando de palabra y por escrito contra los mencheviques, lo mismo que contra los socialrevolucionarios, los anarquistas y los nacionalistas.

A fines de 1904, el camarada Stalin convirtió formalmente la organización leninista-iskrista de Transcaucasia en una organización bolchevique, que luchó por que fuese convocado el III Congreso del Partido.

En noviembre de 1904, se celebró en Tiflís una Conferencia bolchevique de los Comités del Cáucaso, que resolvió organizar la lucha y hacer una vasta agitación por la convocatoria del III Congreso del Partido.

A fines de 1904, el Comité del P.O.S.D. de Rusia en el Cáucaso envía al camarada Stalin a Bakú, para intensificar la campaña en favor de la convocatoria del III Congreso del Partido. En diciembre del mismo año, se desarrolla en Bakú, bajo la dirección del camarada Stalin, una gran huelga de los obreros petrolíferos, que termina con la victoria de éstos: por primera vez en la historia del movimiento obrero de Rusia, se concierta un contrato colectivo de trabajo entre los obreros y los patronos de la industria petrolera. “La huelga de Bakú, escribió más tarde el camarada Stalin, fue la señal para las gloriosas acciones de enero y febrero en toda Rusia”. (“Historia del P.C.(b) de la U.R.S.S.”, pág. 66.)

III

Al estallar la guerra rusojaponesa, los bolcheviques de Transcaucasia siguieron en la práctica, consecuente e inflexiblemente, la línea leninista tendente a la derrota del gobierno zarista, y llamaban a los obreros y campesinos a hacer más intensa la lucha revolucionaria, a derrocar el zarismo. El Comité de la Unión del Cáucaso y los Comités de Tiflís y Bakú del P.O.S.D de Rusia lanzaron una serie de proclamas, escritas principalmente por Stalin. Estas proclamas llamaban a los obreros y campesinos:

“¡Despertémonos, camaradas, despertémonos y actuemos! ¡El tiempo no espera!”

Invitar a los soldados a pasarse al lado de los obreros y campesinos, volviendo sus armas contra el zar y los terratenientes:

“¡No sois más que obreros, a los que sólo temporalmente han puesto uniformes militares! ¡Sabed, hermanos, que si nos libertamos nosotros, también vosotros seréis libres!”

Una serie de derrotas sufridas por el ejército zarista en Machuria fortaleció el incremento del movimiento revolucionario y de oposición en toda Rusia.

La matanza del 9 de enero de 1905 en Petesburgo sirvió de nuevo impulso para acrecentar la lucha revolucionaria del pueblo en toda Rusia. Las huelgas obreras en las ciudades y en los centros fabriles, los movimientos campesinos, las huelgas estudiantiles, los choques del pueblo con la policía y con las tropas, todo esto minaba las bases del absolutismo. Las fuerzas revolucionarias salían a la calle.

Desde el comienzo de la revolución, el camarada Stalin participó ya como dirigente de la organización bolchevique de Transcaucasia. Desarrolla una gran labor teórica en defensa de los principios ideológicos, orgánicos y tácticos del Partido marxista de la clase obrera.

Corresponde a aquel período, por ejemplo, el notable folleto de Stalin titulado “A propósito de las discrepancias en el Partido”, en el que defendía y desarrollaba la tesis leninista sobre la necesidad de inculcar la conciencia socialista al movimiento obrero espontáneo, sobre la necesidad de fundir la teoría revolucionaria con el movimiento obrero de masas, sobre el papel dirigente de la socialdemocracia revolucionaria.

“El movimiento obrero – escribía el camarada Stalin – debe fundirse con el socialismo; su actividad práctica debe ir en relación estrecha con la teoría, dando así al movimiento obrero espontáneo un sentido socialdemócrata y una fisonomía propia… Nosotros, los socialdemócratas, debemos impedir que el movimiento obrero espontáneo siga la senda del tradeunionismo, debemos dirigirlo por el cauce socialdemócrata, inculcar la conciencia socialista a este movimiento y agrupar las fuerzas avanzadas de la clase obrera en un Partido centralizado. Nuestro deber es el de dirigir siempre y en todas partes este movimiento, luchando enérgicamente contra todos – enemigos o “amigos” – los que se cruzan en el camino hacia la realización de nuestros objetivos sagrados”. (Citado según el libro de L. Beria.)

El problema de los elementos consciente y espontáneo del movimiento obrero fue analizado por el camarada Stalin, además, en su artículo “Una respuesta al ‘socialdemócrata’”, donde escribió:

“La vida actual está organizada según la manera capitalista. Existen dos grandes clases: la burguesía y el proletariado, que luchan a vida o muerte. A la primera, su situación en la vida le impulsa a consolidar el orden capitalista. En cambio, a la segunda, la misma situación le obliga a socavar y destruir el régimen capitalista. De acuerdo con estas dos clases, también la conciencia presenta, respectivamente, dos caracteres: el burgués y le socialista. A la situación del proletariado corresponde la conciencia socialista…
Pero ¿qué importancia tendría la conciencia socialista aisladamente, si no se extendiera entre el proletariado? Seguiría siendo tan sólo una fase vacía, y nada más. Pero muy de otro modo se presentarán las cosas, cuando esta conciencia sea extendida al proletariado: éste adquirirá la conciencia de su situación y se encaminará a pasos acelerados hacia la vida socialista. Y aquí aparece la socialdemocracia (y no sólo unos intelectuales socialdemócratas) que inculca al movimiento obrero la conciencia socialista…” (Lugar citado.)

Lenin se solidarizó por completo con este artículo del camarada Stalin, subrayando especialmente la “magnífica manera de plantear el problema de la famosa ‘inculcación de la conciencia desde fuera’”.

En contraste con la confusión menchevique en los conceptos sobre el Partido, el camarada Stalin indicaba que el Partido del proletariado “debe ser un Partido de clase, completamente independiente de otros partidos, porque es un Partido de la clase proletaria, cuya liberación puede ser realizada solamente por sus propios esfuerzos.

Debe ser un Partido revolucionario, porque la liberación de los obreros sólo es posible por vía revolucionaria, por medio de la Revolución socialista.

Debe ser un Partido internacional, cuyas puertas han de estar abiertas para cada proletario consciente, porque la liberación de los obreros no es un problema nacional, sino un problema social que tiene igual importancia para un proletario georgiano que para un proletario ruso y para los proletarios de otras naciones.

De ahí resulta con toda claridad que cuanto más estrechamente se unan los proletarios de las diversas naciones, cuanto más radicalmente serán demolidas las barreras nacionales levantadas entre ellos, tanto más poderoso será el Partido del proletariado y tanto más fácil será organizar a los proletarios en una clase inseparable”. (Ligar citado.)

El camarada Stalin sometió a una crítica mordaz los intentos de los “dashnakes” de organizar sindicatos de partido, es decir, en el fondo, sindicatos nacionalistas, demostrando claramente lo perniciosa que es la consigna de “sindicatos de partido”. Subrayaba con toda energía que “… los sindicatos de partido abren un abismo entre los obreros conscientes e inconscientes… mientras todos los fabricantes se unen… en un solo sindicato, los dashnakes… aconsejan dividirse en diversos grupos”. (Lugar citado.) Es evidente que esto constituía una amenaza grave para el movimiento obrero. Esta amenaza fue eliminada a tiempo por el camarada Stalin.

Los obreros de Transcaucasia marchaban en las primeras filas de la revolución popular. El 18 de enero de 1905, estalló la huelga general de los obreros de Tiflís. Luego estallaron también huelgas generales, acompañadas de manifestaciones de masas y colisiones con la policía y las tropas, en Bakú, en Batum, en Chiatura, en Kutaís y en otras ciudades.

La ola del movimiento revolucionario del proletariado engloba en vasta escala, también a los campesinos de Georgia. Estallan las insurrecciones armadas en los departamentos de Oaurget, Sugdid, Senak, Gori, Dushet, Tiflís y Telav. Los campesinos organizan comités revolucionarios, se apoderan de las tierras señoriales, suprimen los impuestos y boicotean a los órganos del gobierno zarista.

La lucha revolucionaria de los obreros y campesinos de Transcaucasia era dirigida por el Comité de Tiflís del P.O.S.D. de Rusia, a cuyo frente se hallaba Stalin.

El III Congreso de nuestro Partido estimó en mucho el movimiento revolucionario de Transcaucasia, y por lo mismo, también, a la dirección bolchevique de Transcaucasia. A propuesta de Lenin, el III Congreso del P.O.S.D de rusa envió, en nombre del proletariado consciente de Rusia, un caluroso saludo al heroico proletariado y a los campesinos del Cáucaso, encargando al Comité Central del Partido y a los Comités locales de “tomar las medidas más enérgicas para propagar con la mayor amplitud las noticias sobre la situación en el Cáucaso, por medio de folletos, de mítines, de asambleas obreras, de charlas en los círculos, etc., así como para apoyar oportunamente al Cáucaso con todos los medios de que disponen”.

La organización bolchevique de Transcaucasia, dirigida por el camarada Stalin, demostró comprender profundamente las tareas de la revolución y ofreció los mejores ejemplos en la realización de la línea leninista, al preparar la insurrección armada. El camarada Stalin decía claramente que la revolución no podría vencer sin armas, y que el revolucionario que afirme: “¡Abajo las armas!”, no es un revolucionario, sino un partidario de Tolstoi; es enemigo de la revolución y de la libertad del pueblo…”

“¿Qué necesitamos – preguntaba el camarada Stalin – para conseguir un verdadero triunfo? Necesitamos tres cosas: lo primero es, armamento; lo segundo, armamento; y lo tercero, una vez más armamento”. (“Historia del Partido del P.C.(b) de la U.R.S.S”. pág. 94.)

A fines de 1905, el camarada Stalin participa en la Conferencia bolchevique de toda Rusia, celebrada en Tammerfors (Finlandia), donde se encuentra personalmente, por primera vez, con Lenin. En esta Conferencia, Stalin fue elegido miembro de la Comisión política encargada de redactar las resoluciones y trabajó juntamente con Lenin, como uno de los constructores y dirigentes más destacados del Partido marxista revolucionario.

En el curso de la Conferencia, se recibió la noticia del comienzo de la insurrección armada en Moscú. A propuesta de Lenin, todos los delegados regresaron sin demora, para participar activamente en la organización y dirección de la insurrección armada.

En aquellos días, el periódico bolchevique “Kavkaski Rabochi Listok” (“Hoja Obrera del Cáucaso”) publicó la resolución del Consejo bolchevique de Tiflís en la que se decía:

“… El Consejo se manifiesta porque el proletariado de Tiflís se adhiera a la huelga general política de toda Rusia”. (Citado según el libro de L. Beria.)

El Comité de huelga se apoderó del correo y del telégrafo, de la administración del ferrocarril de Transcaucasia, y Nadsaladevi, el barrio obrero de Tiflís, estuvo bajo el poder del proletariado en armas.

El camarada Stalin regresó a Transcaucasia cuando el gobierno zarista había pasado ya a la ofensiva, empleando la fuerza armada.

El 18 de diciembre de 1925, las tropas zaristas atacaron Nadsaladevi hiriendo a tres obreros revolucionarios y matando a nueve. La artillería disparaba con tiro directo contra las viviendas, a fin de sembrar el pánico entre la población.

Una vez aplastado el movimiento Tiflís, las tropas zaristas se lanzaron a la periferia de Georgia, donde hubieron de penetrar peleando casi en cada palmo de terreno. Por todas partes reinaba el terror más sangriento. Los verdugos zaristas ahorcaban y fusilaban a los intrépidos luchadores de la libertad. Policías y gendarmes destruían las organizaciones obreras.

Ahogada la insurrección de diciembre en Moscú, toda Rusia fue anegada en una ola de sangre y matanzas.

¿Pero significaba esto, como vociferaban los mencheviques, que el proletariado había sido vencido?

“… El proletariado – escribió entonces el camarada Stalin –, gracias a Dios, vive y se desarrolla políticamente. Sólo se ha retirado, para acumular nuevas fuerzas y asestar el último golpe al gobierno zarista”. (Lugar citado.)

Los mencheviques calumniaban la insurrección armada de diciembre, presentándola como un “producto de la desesperación”, como un “error fatal”. Por boca de Pléjanov, declararon que “No se debía haber empuñado las armas”. Exigían renunciar completamente a la insurrección armada en general, condenando este método de lucha.

La ofensiva de la contrarrevolución hizo más fuerte, entre los obreros socialdemócratas de base en toda Rusia, y también en Transcaucasia, la exigencia de la unificación de bolcheviques y mencheviques. Los bolcheviques veían en la unificación con los mencheviques uno de los medios de desenmascarar el menchevismo y de conquistar a los obreros mencheviques.

En este sentido, precisamente, es como los bolcheviques de Transcaucasia resolvían el problema de la posibilidad de unificarse con los mencheviques. Ya a fines de 1905, en su IV Conferencia, los bolcheviques de Transcaucasia se manifestaron por la unificación, a base del reconocimiento obligatorio y de la aplicación práctica de los principios leninistas sobre la organización… “La condición esencial para la unificación, tanto en la base como en la dirección del Partido – decía la resolución de esta Conferencia –, debe ser el reconocimiento del primer artículo de los Estatutos aprobados en el III Congreso del Partido, con el centralismo en materia de organización que es consecuencia de dicho artículo”. En cuanto a las discrepancias tácticas, que podrían ser resueltas por el Congreso del partido unificado, “no pueden ni deben impedir la unificación en un partido único”. La Conferencia también consideró necesario “emprender inmediatamente, donde sea posible, el trabajo de unificación en la base, con la condición esencial mencionada; y donde esto no sea posible, aceptar acuerdos con los mencheviques a base de la unidad de consignas prácticas en las acciones abiertas del proletariado”. (Lugar citado.)

Con arreglo a esta línea, se celebraron en 1906 Conferencias “unificadoras” de las organizaciones bolcheviques y mencheviques en Tiflís y Bakú y, más tarde, el Congreso de “unificación” de Transcaucasia, en el que se realizó la unificación formal de ambas partes de la organización. Como resultado de ella, se formaron los Comités regionales de Tiflís y Bakú “unificados” del P.O.S.D de Rusia y el de Transcaucasia.

Paralelamente al Comité “unificado” de Transcaucasia, existía y funcionaba el Centro bolchevique, en forma de un Buró regional de los bolcheviques, dirigido por el camarada Stalin.

En abril de 1906, se celebró el IV Congreso del P.O.S.D de Rusia, (el Congreso de unificación), en Estocolmo (Suecia).

El camarada Stalin era en aquel Congreso representante del grupo bolchevique de la organización de Tiflís. Juntamente con Lenin luchó contra los mencheviques, descubrieron implacablemente su fondo antiproletario, oportunista.

En uno de sus discursos del Congreso, el camarada Stalin dijo: “Estamos en vísperas de una nueva explosión; la revolución continúa su marcha ascendente y nosotros debemos llevarla hasta el fin. En ello estamos todos de acuerdo. ¿Pero en qué condiciones podemos y debemos hacerlo? ¿En las condiciones de la hegemonía del proletariado o en las de la hegemonía de la democracia burguesa? Aquí es donde comienza la discrepancia fundamental. El camarada Martínov decía todavía en “Dos dictaduras” que la hegemonía del proletariado en la actual revolución burguesa es una utopía pretenciosa. En su intervención de ayer se advierte la misma idea. Los camaradas que le aplaudían, por lo visto, están de acuerdo con él. Si esto no es así, si en opinión de los camaradas mencheviques no es la hegemonía del proletariado lo que necesitamos, sino la hegemonía de la burguesía democrática, es de por sí evidente que no debemos participar directa y activamente en la organización de la insurrección armada ni en la toma del Poder. Tal es el “esquema” de los mencheviques. Por el contrario, si los intereses de clase del proletariado conducen a su hegemonía, si el proletariado no debe marchar a remolque, sino a la cabeza de la revolución actual, es de suyo comprensible que el proletariado no puede renunciar a la participación activa en la organización de la insurrección ni tampoco de la toma del Poder. Tal es el “esquema” de los bolcheviques. O hegemonía del proletariado o hegemonía de la burguesía democrática: así es como está planteado el problema dentro del Partido, y en esto es en lo que estriban nuestras discrepancias.

El congreso de Estocolmo reveló con mayor agudeza aún las discrepancias entre los bolcheviques y los mencheviques.

Al regresar del Congreso, el camarada Stalin organizó la lucha contra los mencheviques de Transcaucasia, desenmascarando su abjuración de la revolución y su paso a las posiciones de la monarquía constitucional. Bajo su dirección, la organización bolchevique de Transcaucasia era una de las primeras en Rusia que se manifestó por la convocatoria en un Congreso extraordinario del Partido.

En la segunda Conferencia del Partido de toda Rusia, en noviembre de 1906, se resolvió convocar el V Congreso del Partido. En contraste con esta resolución, los mencheviques desarrollaron una campaña de agitación por la convocatoria de un Congreso obrero sin partido, para crear un “amplio partido obrero”. Esta idea fue recogida también por los mencheviques de Transcaucasia. Consideraban que había que liquidar el partido revolucionario que trabajaba conspirativamente, que éste no hacía falta al proletariado, que en su lugar había que crear un partido obrero pacífico, de tipo parlamentario, que podría existir abiertamente a base de la “Constitución mutilada” y adaptándose a la colaboración pacífica con la burguesía.

Los liquidadores de Transcaucasia chocaron con la resistencia enérgica del camarada Stalin, quien ponía en juego entonces todas las fuerzas bolcheviques a fin de fortalecer el partido ilegal del proletariado.

Las ideas liquidacionistas sobre la convocatoria de un “congreso obrero” fracasaron.

En mayo de 1907, se celebró en Londres el V Congreso del P.O.S.D. de Rusia, en el que el camarada Stalin representó al grupo bolchevique de la organización de Tiflís. En este Congreso, los bolcheviques tuvieron la mayoría y, por lo mismo, las resoluciones sobre los problemas principales fueron aprobadas dentro del espíritu bolchevique. El V Congreso representó una gran victoria de los bolcheviques en el movimiento obrero.

En sus artículos sobre el Congreso de Londres, el camarada Stalin analizó, ante todo, el fracaso de la dirección menchevique en el partido “unificado”:

“El menchevismo, que entonces prevalecía en el C.C., no ha sido capaz de dirigir el Partido. Ha fracasado definitivamente como corriente política. Desde este punto de vista, toda la historia del C.C. es la historia del fracaso del menchevismo. Y cuando los camaradas mencheviques nos echan en cara que hemos ‘estorbado’ al C.C., que le ‘hemos ido con exigencias’, etc., no podemos menos de responder a estos camaradas que nos vienen con semejante sermoneo: Sí, camaradas, hemos ‘estorbado’ al C.C. en sus propósitos de violar nuestro programa, de adaptar la táctica del proletariado a los gustos de la burguesía liberal, y en adelante le estorbaremos también, porque éste es nuestro deber sagrado”. (Citado según el libro de L. Beria.)

La esencia misma del menchevismo la caracterizó el camarada Stalin con las siguientes palabras:

“El menchevismo es un conglomerado de corrientes, que no se advierte durante la lucha de fracción con el bolchevismo, pero que se descubre inmediatamente al plantearse los problemas tácticos del principio del momento actual”. (Lugar citado.)

Al desenmascarar la tendencia liquidacionista de los mencheviques, el camarada Stalin demostró cómo sus ideas sobre un congreso obrero sin partido no son más que una traición directa a la clase obrera, que los mencheviques, “por encargo” de la burguesía liberal, tratan de decapitar el movimiento obrero.

“Por algo – indicaba – todos los escritores burgueses, comenzando por los sindicalistas y socialrevolucionarios y terminando por los kadetes y octubristas, se manifiestan con tanto ardor en pro de un congreso obrero. Siendo todos ellos, como son, enemigos de nuestro partido, y pudiendo el trabajo práctico de convocatoria del Congreso obrero debilitar considerablemente y desorganizar al partido, ¿cómo no van a saludar la “idea del congreso obrero? (Lugar citado.)

El V Congreso del P.O.S.D. de Rusia terminó con la victoria del bolchevismo sobre el menchevismo. La fe inquebrantable del camarada Stalin en las fuerzas del bolchevismo se ha justificado de nuevo. El carácter general y el sentido del Congreso de Londres consiste, según dijo el camarada Stalin, en que se realizó “la unificación efectiva de los obreros avanzados de toda Rusia en un partido único extensivo a todo el país, bajo la bandera de la socialdemocracia revolucionaria”. (“Historia del P.C.(b) de la U.R.S.S.” pág. 105.)



Notas:


[*] Debo subrayar que los datos concretos sobre la actuación del camarada Stalin en Transcaucasia y el análisis de principio sobre los problemas de la historia de las organizaciones bolcheviques en Transcaucasia los proporciona, de una manera más completa, el libro de L. Beria “Sobre las cuestiones de la historia de las organizaciones bolcheviques en Transcaucasia”.

Las citas de los periódicos “Brdsola”, “Proletariatis Brdsola”, “Kavkasky Rabochi Listok”, “Bakinsky proletarii”, “Dro”. “Ajali Zjovreba” y “Tiflisky Proletarii” y, luego, de las proclamas del Comité de Tiflís de la Unión del P.O.S.D de Rusia en el Cáucaso y, finalmente, de los trabajos del camarada Stalin “Dos choques”, “A propósito de las discrepancias en el partido”, “Respuesta al ‘Socialdemócrata’”, las tomo del citado libro de L. Beria. – M.K.

La Cheka ha extraído este texto del libro El sexagésimo aniversario de Stalin de M. Kalinin. Moscú: Ediciones en Lenguas Extranjeras, 1939.

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