2 de septiembre de 2014

Partido y continuidad revolucionaria

Por La Verdad de Venezuela


No hubo sector de la sociedad y la política venezolanas ajeno al desarrollo y desenlace del III Congreso del Partido Socialista Unido de Venezuela. Unos a la expectativa de una estrepitosa división; otros esperanzados con el golpe de timón que corrigiera errores y desviaciones; no pocos alertas a la anunciada confrontación interna que mostraría supuestas rivalidades inconciliables y abriría espacio para la conformación de nuevas fracciones de peso; otros, por fin, a la espera de que un resultado inocuo probara la tesis de que un partido es un mero aparato para conducir incautos y obtener resultados electorales.

Todos tenían algún asidero para sus previsiones. Pero sólo acertaron aquellos que apostaron al fortalecimiento y radicalización del Psuv. Entre los días 26 y 31 de julio, las sesiones fueron trazando un curso que acabó sorprendiendo a casi todos. 

Dos componentes cruciales de cualquier Congreso partidario alertaban sobre la posibilidad de un resultado mediocre: la elección de sus delegados y los documentos iniciales puestos a debate de los organismos de base del Partido. Del millar de delegados, la mitad estaba compuesta por funcionarios de diferente rango en el aparato del Estado, entendidos como “delegados naturales” al Congreso. La elección de la otra mitad no dejó en todos los casos satisfecha a la totalidad de la militancia activa. Los textos originales puestos a debate, por su lado, fueron criticados desde diferentes ángulos, alegando una verbosidad a veces excesiva e imprecisa y, peor aún, con ausencia de definiciones esperadas por los sectores más enérgicos del Psuv.

No obstante, en la segunda jornada del Congreso, sendas intervenciones no previstas de Diosdado Cabello y Nicolás Maduro cambiaron por completo el clima de las deliberaciones. Un sesgo neto de mayor radicalidad y su obligada contraparte, la defensa de la participación democrática y plena de la militancia en la vida corriente del Partido, mostraron una estructura organizativa vital y la determinación de su dirigencia de ponerla a la altura de los gravísimos desafíos que afronta la Revolución Bolivariana. Era palpable que esas intervenciones interpretaban el sentimiento profundo del Partido, de los debates previos y de un elevado número de delegados acaso a esa altura un tanto escépticos respecto de los resultados que esperaban.

Sucesivas intervenciones de dirigentes tales como Rafael Ramírez y Jorge Arreaza, presidente de Pdvsa, ministro de Petróleo y Minería y vicepresidente para la Economía el primero, Vicepresidente Ejecutivo el segundo, respaldadas por una sucesión de intervenciones en la misma tónica, por parte de connotados cuadros fundadores del Partido, ratificaron el curso unitario, democrático y radical del Congreso.

Esto quedó reconfirmado al día siguiente, en la sesión de clausura, con un discurso en el que Maduro plantó con claridad y firmeza el rumbo revolucionario y socialista del Psuv. En consonancia con la línea siempre afirmada por el comandante Hugo Chávez en todo el proceso de formación y desarrollo del Partido, ese curso es inseparable de la participación democrática de las bases. Una corriente eléctrica hizo temblar al Congreso cuando Maduro dijo que, a partir de ese momento, quedaba estrictamente prohibida la cooptación de cuadros de dirección y que sólo el Presidente del Partido –él mismo– podía eventualmente proponer la cooptación. 

Así, muy lejos del estallido divisionista, e incluso de la manifestación de rencorosas divisiones como las que aquejan a la oposición burguesa, el Congreso del Psuv concluyó con una prueba adicional de unión revolucionaria desde la base a la máxima dirección y, de pareja importancia, con la reafirmación de una línea de acción contraria al conciliacionismo y el reformismo.

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