24 de noviembre de 2011

Ha muerto la bióloga Lynn Margulis


PorJuan Manuel Olarieta

El 22 de noviembre falleció a los 73 años de edad Lynn Margulis, una de las figuras más destacadas del evolucionismo moderno. La bióloga estadounidense investigó la evolución de las especies a través de la simbiosis, una teoría de origen ruso y soviético que Margulis dio a conocer en 1967 a los países capitalistas.

En el siglo XIX Engels ya encuadró los problemas fundamentales de la teoría de la evolución, destacando que tras las publicaciones de Darwin, la biología evolucionista había entrado en una etapa en la que no veía en la naturaleza más que competencia y lucha por la existencia, pero que había otra punto de vista al que había que prestar atención, la teoría de la simbiosis, según la cual los seres vivos cooperan y colaboran en beneficio mutuo. En 1875 en una carta al científico ruso Piotr Lavrov, Engels sostuvo que la tesis darwinista de que la "lucha de todos contra todos" había sido la primera fase de la evolución humana era unilateral y parcial. La sociabilidad instintiva, escribió Engels, "fue una de las palancas más esenciales del desarrollo del hombre a partir del mono".

Al mismo tiempo, en la "Dialéctica de la naturaleza" Engels destacó el carácter predarwiniano de la teoría de la simbiosis, lo cual no suponía pre-evolucionista: "Hasta Darwin, lo que subrayaban sus adictos actuales es precisamente el funcionamiento cooperativo armonioso de la naturaleza orgánica, la manera en que el reino vegetal da alimento y oxígeno a los animales, y éstos proveen a las plantas de abono, amoniaco y ácido carbónico. Apenas se reconoció a Darwin, ya esas mismas personas veían ‘lucha’ en todas partes. Ambas concepciones están justificadas dentro de límites estrechos, pero las dos tienen una igual característica de unilateralidad y prejuicio. La interacción de cuerpos en la naturaleza no viviente incluye a la vez la armonía y los choques; la de los cuerpos vivientes, la cooperación consciente e inconsciente, así como la lucha consciente e inconsciente. Por lo tanto, inclusive en lo que se refiere a la naturaleza, no es posible inscribir sólo, de manera unilateral, la ‘lucha’ en las banderas de uno. Pero es en absoluto pueril querer resumir la múltiple riqueza de la evolución y complejidad históricas en la magra frase unilateral de ‘lucha por la existencia’. Eso dice menos que nada".

El éxito del darwinismo oscureció durante décadas la teoría de la simbiosis. En 1880 K.F.Kessler, decano de la Facultad de Ciencias San Petersburgo pronunció un discurso favorable a las concepciones simbióticas. Luego las tesis de Kessler tuvieron el apoyo de biólogos evolucionistas rusos como N.A.Sivertsov, entre otros.

En 1902 el conocido científico anarquista ruso Pedro Kropotkin se expresó en términos muy parecidos a los de Engels, acusando a ciertos sucesores de Darwin de despreciar la cooperación entre los organismos vivos para exagerar la importancia de la lucha por la existencia: "La sociabilidad es tanto una ley de la naturaleza como lo es la lucha mutua", defendió Kropotkin en su obra "La ayuda mutua". Pero la obra de Kropotkin, publicada en su exilio londinense, no tuvo distribución en el interior de la Rusia zarista a causa de la censura.

Muy pocos años después, el biólogo ruso Konstantin S. Mereshkovski (1855-1921) formalizó la teoría de la simbiogénesis que fue absolutamente ignorada fuera del círculo de biólogos marxistas y, naturalmente, de los biólogos soviéticos, como Andrei Faminstin. Una vez constituida la URSS, Kozo-Polianski, publicó en 1924 su obra "Bosquejo de una teoría de la simbiogénesis" y en 1933 el también soviético Keller expuso la misma teoría, que también pasó completamente desapercibida fuera de la URSS.

En 1918 el biólogo francés Paul Portier desarrolló el concepto de simbiosis, sin ningún éxito porque en los países capitalistas la burguesía se había aferrado a tesis de la "supervivencia del mejor", del más apto, que justificaba la dominación imperialista. El caso de Ivan Wallin fue aún más dramático. En 1927 Wallin, un anatomista estadounidense, publicó el libro "La simbiosis y el origen de las especies" planteando la hipótesis según la cual algunos órganos celulares tenían su origen en procesos simbióticos. Fue ridiculizado por sus colegas, tuvo que abandonar sus investigaciones de laboratorio e incluso cambió hasta de universidad, dedicándose a otras cuestiones.

En los países capitalistas la teoría simbiótica de la evolución ni siquiera fue tomada en consideración cuando en 1966 Margulis la rescató del olvido. La publicación de la primera versión completa de su teoría de la simbiosis fue despreciada por 15 revistas científicas diferentes y el manuscrito original se perdió; no logró publicarlo hasta 1967. Le sucedió lo mismo con la publicación de su primer libro, que fue rechazado después de un año de silencio con una valoración "extremadamente negativa" de su contenido por parte de la censura académica.

En sus declaraciones Margulis siempre mostró interés por conocer la biología soviética. Logró una beca para visitar la URSS en 1986, donde pronunció varias conferencias en la universidad de Moscú, lo que le permitió conocer la obra de la científica soviética Liya Jajina, que en 1992 había recopilado las investigaciones rusas y soviéticas sobre la teoría de la simbiosis en un libro titulado "Conceptos de simbiogénesis: Un estudio histórico y crítico de las investigaciones de los botánicos rusos". Al más puro estilo soviético, el libro incluía a los autores que estaban en contra de la teoría de la simbiosis, de manera que el lector pudiera tener una visión lo más completa y variada posible.

Gracias a Margulis en los países capitalistas empezó a ser una novedad lo que en la ciencia soviética era conocido desde varias décadas atrás.

2 comentarios:

Hartmann dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Hartmann dijo...

Una triste pérdida la de esta mujer. En el ámbito científico dominante en occidente quedan pocos "disidentes" de las líneas oficiales que hayan logrado tener la repercusión que tuvo ella, en parte porque las evidencias en favor de sus tesis eran demasiado fuertes como para ignorarlas.

Que fuera capaz de navegar contra corriente tanto tiempo y de prestar oídos a teorías "incómodas" sólo demuestra su compromiso con la verdad. Eso es lo único que merece el calificativo de ciencia. Lo demás, negocios o algo peor.

Descanse en paz.