Traducido por Josafat S. Comín
Apenas 24 horas han bastado a la policía y a los servicios de inteligencia para determinar la autoría y detener a los ejecutores del atentado terrorista del 11 de abril en el metro de Minsk. Así lo manifestó el presidente de la república, Alexánder Lukashenko, en la reunión mantenida con los responsables de los cuerpos de seguridad.
Según sus palabras, esta operación llevada a cabo con absoluta cautela y sin un solo disparo, a las 21h. de la tarde del 12, fue brillante.
Los detenidos, abrumados por las pruebas, se confesaron autores de esta sangrienta fechoría.
Al expresar su agradecimiento a los agentes del KGB, de la policía y la Fiscalía y de todas las fuerzas de seguridad, A. Lukashenko remarcó el alto grado de profesionalidad demostrado: Los analistas, investigadores y expertos, trazando un detallado análisis cronológico del crimen, revisaron una ingente cantidad de grabaciones de las cámaras de seguridad, y sin salir de sus despachos, identificaron a los autores del atentado. Se activó a continuación la operación para su detención. “Esto es algo propio de una nación civilizada, cuando la gente hace frente a los crímenes más complicados valiéndose de su inteligencia”, -resumió el presidente.
Al cabo de pocas horas tras la explosión, los investigadores pudieron hacerle seguimiento al principal sospechoso.
En las imágenes obtenidas por las cámaras de videovigilancia se puede observar como coloca la bolsa bajo un banco en el andén de la estación “Oktiábrskaya”, para luego subir por la escalera mecánica y desde el rellano superior, manipular bajo la ropa el detonador que activa el exposivo.
Después de revisar las imágenes obtenidas por las cámaras de seguridad del metro de Minsk a lo largo de los últimos días que precedieron al atentado, quedó establecido como se apeaba regularmente en la estación “Frunzeskaya”. Se activó el operativo de seguimiento. Al detectar al sospechoso, los agentes le siguieron inadvertidamente hasta su vivienda, donde entró en acción la división “Almaz” (diamante).
“Ya ven hasta que punto el mundo que nos rodea se puede volver cruel y sanguinario. No podemos permitir que la situación se desarrolle en esa dirección”, -subrayó Lukashenko. “lo más importante es saber extraer lecciones de esta tragedia”.
Está convencido de que lo más importante de las lecciones es la formación del medio en el que viven los ciudadanos de Bielorrusia. “Esa situación de tranquilidad y estabilidad que tenemos en el país había hecho que nos confiáramos en demasía”.
Hay que tener en cuenta las realidades del mundo actual. “Toda esa palabrería sobre la democracia, la democratización que se nos quiere imponer desde fuera, nada tiene que ver con la auténtica democracia y el poder popular que debe existir y existe en nuestro país”, -declaró el presidente bielorruso. “Orden, organización, disciplina, son las bases de nuestra futura supervivencia. Y nuestro pueblo está preparado para asumir el reto”.
Para ilustrar sus palabras, A. Lukashenko recordó cómo se había comportado la gente en los primeros minutos que siguieron al atentado en el metro:
-No hubo ningún tipo de pánico. Uno tras otro, incluso el que había resultado herido, ayudó a sacar, como si de un campo de batalla se tratara, a la persona que se encontraba a su lado. Entre le humo y la ceniza, sin distinguir los rostros ni nada, salvaron a la gente, estando ellos heridos graves.
Es este un gesto que retrata a nuestro pueblo.
Y hay que reconocer que refleja lo más profundo de la esencia humana y de la sociedad. Es algo de lo que muchos hablan y escriben hoy, después de la tragedia.
Sirva como ejemplo este extracto del artículo de Roman Rud:
“A esa masa de ciudadanos que abarrotan los vagones del metro. Los profesionales del transporte la denominan “flujo de pasajeros”. Los periodistas recurren a veces a términos más denigrantes, cuando hablan de “muchedumbre” o “gente corriente”. Sin embrago en los primeros segundos tras la explosión, fue precisamente esa “gente corriente” la que lejos de convertirse en ganado enloquecido por el miedo, se comportaron como si supieran de memoria las recomendaciones para situaciones de emergencia. Nadie pisoteó a los heridos para abrirse paso hacia la salida. Como corroboran los testigos, los primeros gritos que se oyeron de entre ese “flujo de pasajeros” desperdigado, fueron llamados a mantener la calma y no dejarse llevar por el pánico. Incluso los que pudieron abandonar la estación enseguida, volvieron luego pese al humo y el olor a quemado, para sacar a los que no podían salir por su propio pie.
Los extraños se convirtieron en gente cercana, los desconocidos se volvieron como parientes, gente por la que sufres.
Me siento orgulloso de vivir en la misma ciudad que esa gente.
Me enorgullezco de los conductores de las líneas de taxi, que no cobraron a los pasajeros. La prensa rusa escribe sobre esto como si fuera algo extraordinario: ”Imagínenese, no aprovecharon para subir los precios, al contrario se negaron a aceptar dinero”.
Me siento orgulloso de los conductores que con sus vehículos privados se detuvieron en las paradas del transporte público para llevar gratis a toda la gente que cupiese en sus coches”.
Todo esto es reflejo de ese medio que se forma en Bielorrusia. La gente, -señalo Lukashenko- está dispuesta hoy a vivir, trabajar y comportarse como exigen los tradicionales valores morales, arraigados en la sociedad.
“Ahora somos nosotros, el gobierno, los que tenemos la palabra para poder asimilar esa señal que nos envía el pueblo y obrar en consecuencia.”
Esto es, en opinión del presidente, la segunda lección que podemos sacar del 11 de abril. Y al mismo tiempo, es la confirmación de que la política que se sigue en Bielorrusia es la correcta: No arrojar al pueblo al arbitrio de la concepción liberal, “democrática”, sino guiarse por nuestros valores tradicionales.
La tragedia del metro ha terminado de mostrar cúal es el verdadero rostro de la oposición “democrática” bielorrusa.
“Se les ha caído la careta a todos aquellos, que sin ningún tipo de impudicia se carcajean ahora en los “Jartia”, “Partizany” y “Svoboda” (radios y medios digitales “democráticos” O.S.),-escribe el periódico “Soviétskaya Bielorrusia”.
Cuando unos estudiantes anónimos, con la ropa quemada, sacaban a los heridos en camillas, toda esta gente ruin debatía entusiasmada, cómo se había visto afectada esa aspiración del gobierno para que reinen la tranquilidad y el orden en le país.
“Que se atrevan ahora a hablar de lo segura que es Bielorrusia”, escribían eufóricos, mientras una chica, con las rodillas ensangrentadas, gateaba por el asfalto buscando el móvil desde el que poder llamar a su madre. “Por fin este rebaño soñoliento despertará”, -se frotaban las manos los tan “humanos” y “amantes de la libertad” foreros, mientras el familiar de alguien moría en el hospital...
Y gritaban de gozo: “El estado ha perdido su principal as, ahora los bielorrusos ya no podrán sentirse seguros en ningún sitio”.
También han perdido la careta los patrones externos de la oposición “democrática” local.
Como señaló A. Lukashenko en la reunión, han llegado a un grado de absoluta vileza: Mientras todo el pueblo sufre por esta tragedia y guarda duelo por los fallecidos, los pretendidos socios europeos de Bielorrusia en Estrasburgo debaten sobre las supuestas violaciones de los derechos humanos por parte del gobierno.
“Por si fuera poco, los retrasados de la “quinta columna”, que estaban ahí invitados, promueven sanciones contra el pueblo. Están bailando sobre las tumbas. No se me ocurre otro modo de calificar esa conducta.
Podían esperar al menos a que acabase el luto, y a que enterremos a los muertos”,- dijo el presidente sin poder ocultar su indignación.
La oposición puede y debe existir, pero no puede haber en el país ninguna “quinta columna”, porque las leyes están escritas para todos sin excepción, y además están las leyes de la moral, de la decencia, aunque para ellos, -en palabras de Lukashenko- no valgan nada.
Una de las tareas emanadas de la reunión es esclarecer quienes fueron los colaboradores y los autores del encargo.
“Puede ser que esos autodenominados políticos de la “quinta columna” muestren sus cartas y enseñen quién hizo el encargo”.
Al igual que el presidente, esa pregunta se la formulan hoy la mayoría de los bielorrusos.
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