VALIENTES: “Ser médico es algo que penetra en la sangre”.
Por Jorge Suñol Robles, publicado en Cuba Debate.
Este 4 de abril Hiromi cumplirá 37 años y no lo pasará junto a sus
familiares. En estos tiempos, el mayor regalo que pueden hacerle es
aplaudirle desde cada balcón, en cada barrio cubano. Eso enorgullece,
alienta, inspira, ayuda a que los médicos cubanos sigan y resistan esta
dura batalla contra la COVID-19.
No ha cumplido misión internacionalista. Quizá por eso se emocionó
más cuando le informaron que debía atender a los pacientes positivos o
sospechosos con el nuevo coronavirus. No lo pensó dos veces: “Creo que fue mi aporte a la familia y a mi ciudad para ayudar a prevenir o aminorar la dolencia de mis pacientes”, dice.
Hiromi Quiñones Rodríguez trabaja en el Hospital Militar Fermín Valdés Domínguez, de Holguín,
uno de los centros habilitados en ese oriental territorio para tratar
los casos confirmados o con síntomas de la pandemia. Especialista de
primer grado en medicina general integral y en terapia intensiva y
emergencias médicas, se incorporó a este servicio desde el 23 de marzo.
“Llevo más de 10 días alejada de mis seres queridos. El cansancio
existe, la nocturnidad es parte de mi profesión. Pero contamos con el
tratamiento autorizado por protocolo y hemos tenido buenos resultados”.
Me cuenta que desde el primer momento comenzó a tratar con pacientes
positivos. Está en una zona de alto riesgo, pero protegida y con todos
los procederes médicos ante este tipo de situación. Examinar estos casos
no ha sido tarea fácil.
“Tengo dos pacientes que me han marcado en estos días. Principalmente por sus palabras de apoyo, la disciplina con que admiten mi criterio. Y sobre todo porque me han referido su gratitud hacia mi trato y dedicación a sus cuidados”.
Pide disculpas, debe entregar la estancia en este momento e
incorporarse a su faena laboral. De alguna manera he interrumpido su
ritmo, su rutina. En unas horas vuelve y seguimos la conversación vía
Whatsapp. Le pregunto si tiene hijos, y me responde que sí: “Uno de 10
años, edad difícil, pero tengo la ayuda de mi madre, que está asumiendo
la responsabilidad de su cuidado en estos momentos”.
Este ha sido el escenario más difícil como profesional, por su complejidad y su magnitud.
“No es de tomar a la ligera, es un hecho y hay que enfrentarlo con
seriedad y más cuando todos somos parte de la sociedad”, responde ante
la baja percepción del riesgo que aún existe en algunos cubanos.
“El pueblo tiene que estar consciente de que aunque se esté
trabajando en función de que no se propague la enfermedad, contamos con
su colaboración para la prevención en sus hogares y en el medio en que
se desenvuelven. Mi mensaje sería pedirle a la población que, a
pesar de la confianza en nuestra labor profesional, dependemos de ellos
para realizarla lo mejor posible. Su seguridad y su disciplina son
fundamentales para que nuestro trabajo tenga éxito”, comenta.
Esta valiente
prefiere no hablar de futuro: “Sería precoz de mi parte predecir lo que
puede suceder más adelante”. Ella cumple su misión, salvar a los suyos,
sin miedo.
“Trabajar en una zona de alto riesgo es difícil. Por mi especialidad enfrento a la muerte todos los días, pero librar cada batalla es una victoria para el paciente, para la familia y para mí, como médico y ser humano”.
“La medicina es una vocación, no es hacerse médico por un título, por
un estatuto en la sociedad; es saber que no existe un momento o una
conversación en que no emitas un criterio médico. Es algo que penetra la sangre, por lo menos para mí”.
La madre de Hiromi le ha dicho en ocasiones que prefiere el hospital
que su casa. Tal vez porque pasa más tiempo allí, con su bata blanca.
“Disfruto mi trabajo y me lleno de satisfacción personal cuando saco un
paciente de un paro o logro estabilizar a aquel que requiere de mis
cuidados”.
Me queda claro, ama lo que hace.
VALIENTES: Cuatro heroínas en la batalla contra la COVID-19
Por Cuba Debate
A Celeste, Claudia, Esther y Melisa solo se les puede ver a
través de un cristal en el Instituto de Medicina Tropical “Pedro Kourí”
(IPK Cuba) y después de someterse a un complejo protocolo de seguridad.
Ellas comparten 24 horas seguidas con la COVID-19 y necesitan una alta concentración, pues el virus pasa por sus manos y no se pueden equivocar.
Gracias a ese arriesgado trabajo, cada día se sabe si una persona en
Cuba padece o no de una pandemia que amenaza a toda la humanidad.
Lo
mismo ocurre en otros dos laboratorios en Villa Clara y Santiago de
Cuba.
VALIENTES: La misión de un piloto cubano
Por María Alexis Rivero.
Todo comienza con una llamada telefónica. Siempre el mismo gesto que
indica la magnitud de la encomienda, a continuación dos preguntas por
respuesta: ¿cuál es el número de vuelo? ¿A qué hora firma?.
Así ocurre en cada hogar de los integrantes de Cubana de Aviación,
hombres y mujeres listos para apoyar en cada misión que se le asigna.
Lázaro Hernández Herrera es uno de ellos.
Este capitán acaba de llegar a la patria, al frente del avión IL–96,
después de cumplir la encomienda de devolver a su hogar a 200 argentinos
que permanecían en el país porque las aerolíneas que debían
trasladarlos suspendieron las operaciones a Cuba, a causa de las medidas tomadas para enfrentar la pandemia.
Hernández Herrera manifiesta, con sencillez y alegría, la
satisfacción por el deber cumplido, máxime cuando la carga humanitaria
incluía a 14 menores que, junto al resto de los pasajeros, fueron
retornados seguros a su tierra.
En muchas misiones en tiempos de contingencias ha estado involucrado este capitán. Integró la primera tripulación que aterrizó en Pakistán cuando el terremoto, llevó médicos a Mozambique a raíz del huracán que afectó esa hermana nación y protagonizó con otros el puente aéreo para retirar los médicos de Brasil y Bolivia, por citar algunos de esos viajes complejos por lo que representa volar bajo nuestra bandera.
Hoy, como el resto de la tripulación, Hernández Herrera no pudo
retornar a su hogar; debe cumplir con el aislamiento indicado de 14
días. Serán entonces 16 sin ver a su familia, pero consciente de que así
la está protegiendo y seguro de que al volver a casa recibirá de nuevo
la llamada telefónica. Y otra vez la respuesta serán dos preguntas:
¿cuál es el número de vuelo? ¿A qué hora firma?
Himno de Cuba suena en Andorra en homenaje a los médicos de la Brigada Henry Reeve
Por Cuba Debate.
En la ciudad de Andorra la Vieja, capital del Principado de Andorra, se escucharon las notas del Himno Nacional de Cuba, como
homenaje de sus pobladores a los profesionales de la salud de la isla
caribeña, quienes laboran en ese país europeo contra la pandemia del
nuevo coronavirus.
Desde sus cuentas en Twitter y Facebook, Gustavo Machín, embajador de
Cuba en España, publicó un video donde se muestra que el gesto llegó
desde los balcones y ventanas de muchos edificios de la urbe, a partir
de la acción espontánea de un andorrano quien fue el primero en comenzar
a cantar.
“El himno nacional de Cuba se escucha en calles de Andorra la Vieja, capital de Principado de Andorra, en gesto de uno de sus habitantes en agradecimiento por la contribución de brigada médica cubana a enfrentamiento a la COVID-19”, tuiteó el diplomático.
Actualmente, 39 profesionales de la salud de la nación
caribeña, entre los que se encuentran doctores, especialistas y personal
de enfermería y logística, llegaron el pasado lunes a ese país del
Viejo Continente, a solicitud del Gobierno andorrano.
Las autoridades del Principado acompañaron al contingente en su viaje
por carretera desde Madrid hacia el vecino país, que supera los 400
contagios y más de una decena de muertos por el coronavirus SARS-Cov-2,
causante de la COVID-19.
Andorra es un pequeño principado independiente ubicado entre Francia y
España en las montañas de los Pirineos, con una población de unos 76
mil habitantes en 468 kilómetros cuadrados.
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