9º) Los primeros éxitos de la NEP y el reflujo de la revolución en Europa
En 1923, la aplicación de la Nueva Política Económica comenzaba a dar
resultados positivos recuperándose parcialmente los índices de
crecimiento de la producción anteriores a las dos guerras que,
consecutivamente, había tenido que soportar Rusia a lo largo de siete
años. Ésta ya no estaba sola y, en 1922, había formado la URSS, junto a
nuevas repúblicas socialistas liberadas del imperio zarista. A escala
internacional, las condiciones se volvían menos favorables tras la
derrota de las acciones revolucionarias de los trabajadores en Alemania,
Bulgaria, Polonia e Italia. Todo esto apremiaba a los imperialistas a
elevar la presión contra la Unión Soviética, intentando nuevamente
aislarla.
Dentro del país, todavía quedaban muchos viejos problemas que
resolver y surgían otros nuevos. Había cerca de un millón de
desempleados, la productividad del trabajo crecía muy lentamente, los
salarios eran bajos y el valor de la moneda, el rublo, se deterioraba.
El centro neurálgico de esta crisis estaba en la relación entre la
industria socialista y la hacienda campesina. La mayor parte del
comercio se hallaba en manos privadas y los comerciantes aprovechaban la
escasez de productos industriales para hacer subir sus precios. Esta
escasez empeoraba por la directiva que el trotskista Piatakov, como
vicepresidente del Consejo Supremo de la Economía Nacional, impartió en
julio de 1923 a las empresas estatales para que obtuviesen un mayor
beneficio de la venta de sus artículos. La composición proletaria del
partido bolchevique había empeorado durante la guerra civil y no se
habían resuelto las desviaciones que ésta había causado en la aplicación
del centralismo democrático.
Estas dificultades, unidas a la grave enfermedad de Lenin que lo
mantenía apartado de la actividad política, fueron vistas por los
trotskistas como una oportunidad para intentar tomar las riendas del
Partido, después de su clamorosa derrota de 1921. Fue el propio Trotski
el que inició esta ofensiva, primero al abandonar la reunión plenaria
del CC de septiembre de 1923 en protesta por la decisión de éste de
ampliar el Consejo Militar Revolucionario; luego, con su declaración del
8 de octubre de ese año al Comité Central del PC(b) de Rusia[1].
En ella, especulaba con fenómenos negativos más o menos comprobados,
los achacaba a la burocratización del aparato del partido que habría
hecho retroceder la democracia obrera todavía más que en los períodos
más duros del comunismo de guerra. Reclamaba disimuladamente la libertad
de fracciones (que había suprimido el X Congreso), con el pretexto de
la grave crisis de dirección, y la renovación del aparato. También
cuestionaba la política económica del Partido como caótica. Siete días
después, el 15 de octubre, un grupo de partidarios suyos, funcionarios
relevantes y miembros de antiguas oposiciones, firmaban la “declaración
de los 46”[2]
dirigida al Buró Político del CC del PC(b) de Rusia con un contenido
similar a la carta de Trotski. En ella, se pronunciaban abiertamente por
suprimir la “dictadura fraccional” impuesta por el X Congreso del
Partido, es decir, la dirección leninista, que consideraban ya obsoleta
desde el XII Congreso del partido. Esto equivalía a proponer la libertad
de fracciones que ya se habían tomado al elaborar dicha declaración en
el propio domicilio de Trotski, quien no la firmó precisamente para
soslayar la resolución del X Congreso.
Esta actividad fraccional contra el partido y el gobierno del
proletariado fue confesada y explicitada posteriormente por el propio
Trotski, cuando ya había sido expulsado de la URSS. Por ejemplo, en
1938, escribió lo siguiente sobre la vida de su hijo León Sedov recién
fallecido: “En 1923 León se lanzó de lleno al trabajo de la Oposición.
(…) Así, a los 17 años, comenzó su vida totalmente consciente de
revolucionario. Pronto comprendió el arte del trabajo conspirativo, las
reuniones ilegales y la publicación y distribución secretas de los
documentos de la Oposición”[3].
A pesar de este reconocimiento de su deslealtad, los autores
burgueses y trotskistas mantienen que estas iniciativas y críticas
tenían una intencionalidad constructiva. Según ellos, iban dirigidas
únicamente a mejorar el ejercicio de la dirección proletaria sobre la
sociedad soviética, como si su objetivo no fuera sustituir el rumbo
leninista por la teoría de la “revolución permanente”. Ésta es la
evidencia que se impone cuando examinamos la visión estratégica que
defendían simultáneamente los oposicionistas. Entonces, se ha de
concluir forzosamente que habían puesto en marcha una táctica demagógica
para debilitar la autoridad del bolchevismo entre las gentes menos
firmes y sustituir la dirección leninista de construcción del socialismo
por una dirección trotskista “permanentista” de sacrificar al Poder
soviético en beneficio de su esquema de “revolución internacional”.
Ya hemos mencionado el sentido que Trotski había dado a la dictadura del proletariado tres semanas antes de su carta al CC[4]. En 1919, había reeditado y ratificado su artículo Resultados y perspectivas, escrito en 1906 para justificar su teoría de la “revolución permanente”. En este trabajo suyo, podemos leer:
“¿Hasta qué punto la política socialista de la clase obrera puede ser
aplicada en las condiciones económicas de Rusia? Hay una cosa que
podemos decir con certeza: chocará con obstáculos políticos mucho antes
de tropezar con el retraso técnico del país. Sin el soporte estatal
directo del proletariado europeo, la clase obrera rusa no podrá mantener
el poder y transformar su dominación temporal en dictadura socialista
duradera. Respecto a ello, ninguna duda está permitida. (…) Dejada a sus
propios recursos, la clase obrera rusa será inevitablemente aplastada
por la contrarrevolución desde el momento en que el campesinado se
aparte de ella. No tendrá otra posibilidad que ligar la suerte de su
poder político y, por consecuencia, la suerte de toda la revolución
rusa, a la de la revolución socialista en Europa. (…) El proletariado
ruso (debe) llevar, por su propia iniciativa, la revolución al
territorio europeo. (…) La revolución rusa se lanzará al asalto de la
vieja Europa capitalista”.[5]
En 1918, escribió una nota biográfica que decidió publicar en 1922,
poco después de su derrota en el X Congreso, donde afirmaba mantener sus
puntos de vista de 1905: “En lo que respecta a los problemas de la
revolución rusa, ocupé una posición que continúo creyendo acertada, es
decir, reconocía que la correlación de las fuerzas de las clases en la
sociedad rusa debía, en las condiciones de una época revolucionaria,
llevar al régimen político del proletariado; y este régimen de la clase
obrera, que se apoya en las masas campesinas trabajadoras, no puede, de
ningún modo, limitarse al marco de la revolución burguesa, sino que debe
obligatoriamente destruir ese marco, y, en dependencia del desarrollo
de los acontecimientos en Occidente, esa situación puede desarrollarse
hasta llegar a ser una revolución socialista acabada”[6].
También en 1922, Trotski volvía a reeditar Resultados y perspectivas
con un prefacio en el que insistía en su posición central opuesta a la
de Lenin: “Es precisamente en el intervalo del 9 de enero hasta la
huelga de octubre de 1905, que se formularon por el autor las
concepciones sobre el carácter del desarrollo revolucionario de Rusia,
que fueron designadas bajo el nombre de la teoría de la «revolución
permanente». (…) Para asegurar su victoria, la vanguardia proletaria
debería, desde los primeros días de su dominación, operar las más
profundas incursiones, no sólo sobre la propiedad feudal, sino también
burguesa. Haciéndolo, entraría en colisión hostil, no sólo con todos los
gobiernos de la burguesía que le hubiesen apoyado en el principio de su
lucha revolucionaria, sino también con las grandes masas del
campesinado con las que con su concurso le hubiese hecho avanzar en la
toma del poder. Las contradicciones en la situación del gobierno obrero
de un país atrasado, en donde la mayoría aplastante de la población está
compuesta por campesinos, pueden encontrar solución únicamente sobre el
plano internacional, en la arena de la revolución mundial del
proletariado”.[7]
Durante el mismo año, reedita su obra El programa de la paz,
con un epílogo en el que sostiene que: “El verdadero impulso de la
economía socialista en Rusia no será posible más que después de la
victoria del proletariado en los principales países de Europa”.[8]
Desde 1917 en adelante, Lenin había insistido en la justeza de la
estrategia revolucionaria del bolchevismo para países semi-feudales como
la vieja Rusia zarista, concebida como una revolución en dos etapas[9],
y había propugnado un internacionalismo consecuentemente materialista
(opuesto al subjetivismo aventurero trotskista) que quedaba así expuesto
en sus Tesis de Abril: ” Sólo hay un internacionalismo
efectivo, que consiste en entregarse por completo al desarrollo del
movimiento revolucionario y de la lucha revolucionaria dentro del propio
país, en apoyar (por medio de la propaganda, con la ayuda moral y
material) esta lucha, esta línea de conducta, y sólo ésta en todos los
países sin excepción”. Por eso, al final de su vida, recordaba a la
máxima dirección del Partido el “no bolchevismo” de Trotski[10].
Frente al derrotismo de Trotski, Lenin expresaba en sus últimos
artículos una confianza rotunda en la capacidad de la Rusia soviética de
construir el socialismo:
“Permitidme que acabe expresando mi seguridad en que, por muy difícil
que sea esa tarea, por más nueva que sea, en comparación con la que
teníamos antes, y por más dificultades que nos origine, la cumpliremos a
toda costa entre todos, juntos, y no mañana, sino en el transcurso de
varios años, de modo que de la Rusia de la Nep salga la Rusia
socialista”.[11]
“El poder del Estado sobre todos los principales medios de
producción, el poder del Estado en las manos de la clase obrera, la
alianza del proletariado con los millones y millones de pequeños y
pequeñísimos campesinos, la dirección del campesinado asegurado por la
clase obrera, ¿no es acaso todo lo que es necesario para construir, a
partir de la cooperación, una sociedad socialista integral?”[12]
En 1923, con Lenin ya incapacitado políticamente, Trotski pasaba a la
ofensiva para someter al partido a la teoría de la “revolución
permanente”, asegurando que la juventud soviética “se osificará en el
clima de los ‘pequeños asuntos’ soviéticos y perderá la perspectiva
revolucionaria”, si no aprende del ejército que, según él, “es el
eslabón más visible que nos une con las tareas todavía no resueltas a
escala universal”[13]. Simultáneamente, Antónov-Ovséenko, Radek y otros de sus partidarios encumbraban su figura en la prensa.
El Pleno del CC de octubre de 1923, ampliado a los delegados de las
mayores organizaciones territoriales del Partido y a representantes de
la “declaración de los 46”, reprobó la actuación de los trotskistas por
102 votos, frente a 2 votos en contra y 10 abstenciones. Como no
acataban los acuerdos de este Pleno ni participaban en las comisiones
destinadas a buscar soluciones a los problemas planteados, el CC acordó
en noviembre abrir un amplio debate en prensa. Encargó a Zinóviev
presentar un artículo con la posición de la mayoría de la dirección,
pero éste escribió Las nuevas tareas del partido con un
planteamiento tendencioso que beneficiaba a los trotskistas. Sin
embargo, el debate concluyó con una resolución aprobada por unanimidad
desmontando los argumentos de los trotskistas y abordando de modo
concreto los problemas del partido.
Apenas publicada esta resolución en Pravda, Trotski empezó a difundir en las organizaciones del partido de Moscú otro documento de polémica titulado Un nuevo curso (Carta a las conferencias del partido).
Habiendo sido ya divulgado, el CC decidió publicarlo en su órgano
central desde el 11 de diciembre. Hablaba de degeneración de la
dirección del partido, comparándola a los jefes oportunistas de la II
Internacional, y la contraponía a los jóvenes, animando a éstos a tomar
“en combate las fórmulas revolucionarias”. Y reivindicaba más
abiertamente su teoría de la “revolución permanente”, aunque no tan
explícitamente como su portavoz en Moscú, Andréichik, quien afirmó en la
reunión del 11 de diciembre de 1923: “Nosotros, el partido obrero
revolucionario…, sabemos muy bien que el comunismo, e incluso el
socialismo, es imposible en un solo país… Sabemos que trabajamos para la
revolución internacional, sin la cual nos convertiremos en un país
democrático-burgués”[14].
Los trotskistas eran conscientes de que no podrían implantar la
teoría de la “revolución permanente” en la dirección del partido sin
sustituir a los miembros de ésta. Para lograrlo, el Trotski partidario
dos años atrás de la militarización, del ordeno y mando, de la
burocracia[15],
se presentaría, de ahora en adelante, como el campeón de la democracia
obrera, volviendo a las viejas críticas demagógicas de los mencheviques
contra los bolcheviques, alrededor de la cuestión del burocratismo.
Contra esta lacra, el leninismo planteaba la cuestión de manera
materialista: para superar el burocratismo, había que incorporar a todos
los trabajadores a la dirección efectiva del Estado. Lenin explicaba
concretamente de dónde provenía este fenómeno en la Rusia de aquel
momento y cómo atajarlo: “Los burócratas zaristas han comenzado a pasar a
las oficinas de los órganos soviéticos, en los que introducen sus
hábitos burocráticos, se encubren con el disfraz de comunistas y, para
asegurar un mayor éxito en su carrera, se procuran carnets del PC de
Rusia. ¡De modo que, después de ser echados por la puerta, se meten por
la ventana! Aquí es donde se deja sentir más la escasez de elementos
cultos. Podríamos desembarazarnos de estos burócratas, pero no es
posible reeducarlos de golpe y porrazo. Lo que aquí se nos plantea ante
todo son problemas de organización, problemas de tipo cultural y
educativo”[16].
Al tiempo que la clase obrera obligaba a los viejos funcionarios
públicos a trabajar por el socialismo, debía formarse cultural y
técnicamente, transformar la base económica pequeñoburguesa del país e
incorporar progresivamente al pueblo en la labor de gobierno: “Sólo
cuando toda la población participe en la administración del país, se
podrá luchar hasta el fin contra el burocratismo y vencerlo”[17].
Los trotskistas, en cambio, se mostraban ajenos a todo análisis
serio, concreto, reconocedor de la base material y clasista del
burocratismo que se manifestaba en la Rusia de 1923. En aquel momento,
todavía está por transformarse la base mercantil privada de la sociedad y
el peligro contrarrevolucionario no proviene principalmente de la nueva
burguesía que se va constituyendo en los aparatos políticos a partir de
los funcionarios corruptos (aunque también hay que combatir este
fenómeno todavía incipiente[18]),
sino de la vieja burguesía exterior a esos aparatos que trata de
influir en ellos a través de antiguos funcionarios reenganchados por el
poder proletario. En este preciso momento, el progreso hacia el
comunismo exige reforzar y perfeccionar estos aparatos que están
luchando contra los capitalistas, por la hegemonía proletaria sobre las
masas pequeñoburguesas y también contra los trotskistas que debilitan
esta lucha con sus consignas extemporáneas. Decía Lenin que “Aquéllos a
quienes la lucha contra las deformaciones del nuevo régimen hace olvidar
el contenido de éste, hace olvidar que la clase obrera ha fundado y
dirige un Estado de tipo soviético, aquéllos simplemente no saben
pensar, lanzan sus palabras al viento”[19].
Los trotskistas identificaban el burocratismo existente en los
aparatos políticos de la clase obrera con estos mismo aparatos, al
objeto de confundir a una parte suficiente de las bases del partido como
para promover un cambio de dirección favorable a sus tesis. Es decir,
para sustituir la vieja dirección leninista por una dirección
trotskista. En su documento, Trotski atacaba a los viejos y probados
cuadros bolcheviques y reclamaba acompasar la actividad del partido con
el “estado de ánimo”, no de la masa obrera, sino de la juventud
estudiantil, a la que se refería como “el barómetro del partido”. Y
esto, a pesar de que sólo una ínfima parte de ésta era de origen obrero.
Otros oposicionistas, como Preobrazhenski y Saprónov, escribían sobre
la necesidad de anular la prohibición de fracciones, para poner la
democracia “en primer plano”, sin tener en cuenta que la enorme base
social pequeñoburguesa de Rusia haría naufragar la dirección proletaria
si ésta no se sujetaba a una disciplina firme, con un compacto cierre de
filas después de cada debate y votación. La “democracia obrera” que
reclamaban los trotskistas como remedio a las desviaciones burocráticas
no era la de los miembros del partido y de las masas, sino la de los
elementos descontentos con la dictadura del proletariado y con la
dirección de ésta por parte del Partido Comunista; es decir, la
democracia de los elementos contrarrevolucionarios, la democracia
burguesa.
Ciertamente, podría contemplarse la hipótesis de que ese mar
pequeñoburgués hubiera arrastrado a la dirección del partido, frente a
la cual los trotskistas serían el bastión proletario que luchara
legítimamente por ponerse al mando. Pero esta hipótesis se viene abajo
por el contenido ideológico y político de las posiciones respectivas que
ya había quedado claro hasta esa fecha y que quedará fuera de toda duda
para la inmensa mayoría del PC(b) de la URSS y de la Internacional
Comunista en los años siguientes hasta 1927: frente a la teoría
leninista de la revolución proletaria mundial que es plenamente
consecuente con el materialismo dialéctico y con el interés de clase del
proletariado, la teoría trotskista de la “revolución permanente” es un
intento –necesariamente fracasado- de dar un barniz revolucionario a los
dogmas antimaterialistas y antidialécticos que condujeron a la
socialdemocracia a la conciliación con la burguesía imperialista y a la
traición al proletariado.
En consecuencia con la teoría “permanentista”, los trotskistas
rechazaban las medidas de restablecimiento de la economía nacional
aprobadas por la mayoría del partido, oponiéndoles la “Ley fundamental
de la acumulación socialista” formulada por Preobrazhenski. Según ella,
la vía de un país campesino y atrasado hacia el socialismo pasaba a
través de “la explotación de las formas presocialistas de la economía”,
es decir, de las masas de campesinos. La política económica exterior que
proponían, como era de esperar, daba preferencia a las importaciones,
lo que equivalía a capitular ante los imperialistas de Occidente.
En el conjunto del partido, durante la discusión, votaron por la
línea del Comité Central el 98,7% de los militantes y por la de la
oposición, el 1,3%[20].
A mediados de enero de 1924, se celebró la XIII Conferencia del PC(b)
de Rusia que aprobó por unanimidad las resoluciones sobre el partido, la
política económica y la situación internacional. La resolución “Sobre
el balance de la discusión y la desviación pequeñoburguesa en el
partido” fue votada favorablemente por toda la Conferencia excepto por
tres delegados. En la misma, se caracterizaba el carácter de clase de la
oposición trotskista: “No cabe la menor duda que esta oposición refleja
objetivamente la presión de la pequeña burguesía sobre las posiciones
del partido proletario y su política”[21].
10º) La muerte de Lenin y la discusión sobre su legado político
El fallecimiento del líder del bolchevismo el 21 de enero de 1924
provocó un movimiento masivo de estudio de su legado político y un
acrecentado compromiso de las masas obreras con su Partido. Durante el
primer semestre del año, pidieron el ingreso en él 300.000 obreros,
campesinos y soldados rojos. De este número, 203.000 personas fueron
dadas de alta como candidatos a miembros, siendo el 93,8% de ellas
obreros de las empresas industriales y del transporte: se la llamó la
“promoción leninista”. Así el peso específico del proletariado en el
partido se elevó del 44 al 60%[22].
A lo largo de los primeros meses del año, se celebraron las
conferencias territoriales del partido. El órgano central del Partido, Pravda,
informaba que éstas “han aprobado la línea del CC con la mayor
unanimidad, para nosotros nada inesperada, y han reprobado con energía a
quienes querían traicionar los principios leninistas de la organización
del partido y apartar a éste de su firme vía leninista”[23].
También los resultados prácticos venían a avalar las medidas
adoptadas por la dirección bolchevique, frente a las predicciones
alarmistas de los partidarios de Trotski. A mediados de 1924, la crisis
de venta había sido superada en lo fundamental, reduciéndose el
desequilibrio entre los precios industriales y agrícolas. El curso del
rublo se había estabilizado. El impuesto agrícola único había permitido
una lucha financiera más eficaz contra los campesinos ricos y
explotadores (kulaks), fortaleciendo las haciendas de los
campesinos medios y pobres. También se había empezado a desplazar del
comercio al capital privado en favor del comercio estatal y cooperativo.
En política exterior, se daba una “racha de reconocimiento” de la URSS
por parte de otros Estados. Dentro del partido, se ampliaron los
organismos dirigentes electivos, se incorporaron más miembros a las
comisiones permanentes adjuntas a los comités y aumentó la rendición de
cuentas de los dirigentes ante la militancia.
Durante el XIII Congreso del PC (b) de Rusia, reunido del 23 al 31 de
mayo de 1924, Trotski y Preobrazhenski intentaron enmendar sin éxito la
línea aprobada por la décimo tercera Conferencia. Zinóviev se iba
acercando a los trotskistas y ya les había ofrecido su apoyo para lograr
la supresión del Buró Político y la reorganización del Secretariado del
CC del partido.
Seguidamente, se reunió el V Congreso de la Internacional Comunista,
del 17 de junio al 8 de julio de 1924, el cual dedicó gran atención a la
discusión habida en el partido ruso, asumiendo como propia la
resolución de éste sobre la naturaleza pequeñoburguesa de la oposición
trotskista y tomando medidas para la “bolchevización” de los partidos
comunistas, es decir, la asimilación por éstos de los fundamentos
ideológicos, tácticos y organizativos del leninismo, según las
condiciones concretas de sus países. Para el dirigente del Partido
Comunista de los Estados Unidos, William Z. Foster, en la lucha entre el
leninismo y el trotskismo, “estaba puesto sobre el tapete no únicamente
el destino de la revolución en Rusia, sino, además, el de todo el
movimiento comunista internacional. La victoria de los trotskistas
habría sido un éxito decisivo de las fuerzas de la reacción en el mundo
entero”[24].
Los oposicionistas como el propio Trotski, Preobrazhenski y Rádek se
esforzaban por divulgar una versión del leninismo diferente de la de los
órganos del Partido, por la que éste se dividiría en dos etapas
separadas entre sí por la guerra mundial y la Revolución de Octubre. La
primera de ellas -sin y contra Trotski- sería secundaria y ajena a los
éxitos de la segunda, en contra de lo que Lenin había sostenido en su
obra de 1920 La enfermedad infantil del “izquierdismo” en el comunismo[25].
Para esa supuesta segunda etapa del leninismo, los trotskistas
formulaban la teoría de los dos jefes de la revolución proletaria: Lenin
y Trotski (teoría que siguen repitiendo al unísono los trotskistas y
también los intelectuales burgueses).
Estos intentos de explicar pobre y sesgadamente el legado de Lenin
fueron eficazmente contrarrestados por la exposición clara y fiel que
del mismo hizo Stalin en la Universidad Sverdlov para la promoción
leninista y que publicó Pravda en abril y mayo de 1924 con el título de “Los fundamentos del leninismo”[26].
Pero los argumentos allí expuestos seguían sin convencer a Trotski
quien insistía en que “con el arado de madera campesino no se puede
construir el comunismo ni siquiera el socialismo” y que, para esto,
hacía falta un elevado nivel de la técnica que sólo podría alcanzarse
“si tomamos todo el mundo capitalista”[27].
El ejemplo práctico de la URSS, de China y de otros países socialistas
demuestra cuán obcecado estaba Trotski con la lectura mecanicista del
marxismo que carcomía a la socialdemocracia oportunista. En septiembre
de 1924, publicó su texto Las enseñanzas de la Revolución de Octubre[28]
como introducción al tercer tomo de sus obras. En él, además de
reivindicar una vez más la teoría de la “revolución permanente”, narraba
de una manera fantasiosa los acontecimientos de 1917 y el papel de sus
protagonistas (particularmente los entresijos de la dirección
bolchevique en el período en el que él todavía no militaba en el
Partido). Este artículo provocó la indignación generalizada de los
bolcheviques y las respuestas de cuadros como N. Krúpskaya –la viuda de
Lenin-, A. Búbnov, M. Olminski, F. Dzerzhinski, S. Kírov, M. Frunze,
etc. Una de las respuestas más completas y decisivas la dio Stalin en su
discurso ¿Trotskismo o leninismo?[29], pronunciado en el pleno de la fracción comunista del Consejo Central de los Sindicatos de la URSS, así como en su artículo La Revolución de Octubre y la táctica de los comunistas rusos[30].
Es significativo que Paul Levi, renegado del Partido Comunista de
Alemania que se había pasado al partido socialdemócrata, editara en
alemán Las enseñanzas de la Revolución de Octubre de Trotski y
que la dirección del SPD lo difundiera. El historiador trotskista Isaac
Deutscher reconoce que “Desde que el grupo en el poder eligiera a
Trotski como blanco, esto le atraía automáticamente la simpatía
interesada de muchos que, hasta entonces, lo habían odiado. Cuando
aparecía por las calles de Moscú (en la primavera de 1924), enseguida
era aplaudido por multitudes donde comunistas idealistas se codeaban con
mencheviques, socialistas revolucionarios y la nueva burguesía de la NEP, por todos aquéllos que, de hecho, por razones diversas, deseaban un cambio”[31].
En el Pleno del CC del PC (b) de Rusia de enero de 1925, D. Manuilski
manifestó que “Trotski se está convirtiendo a escala internacional en
el centro de gravedad de todos los elementos derechistas”. El 26 de
enero de este año, el Presidium del CEC de los Soviets de la URSS lo
relevó de sus funciones de comisario del pueblo para el Ejército y la
Marina y de presidente del Consejo Militar Revolucionario de la URSS,
designando a M. Frunze para sustituirle[32].
Notas:
[1] http://www.ceip.org.ar/Primera-carta-al-Comite-Central
[2] https://www.marxists.org/francais/4int/ogi/1923/ogi_19231015.htm
[3] León Sedov: hijo, amigo, luchador, https://www.marxists.org/espanol/trotsky/1930s/1938_sedov.htm
[4] Ver nota 110.
[5] https://www.marxists.org/espanol/trotsky/ryp/index.htm
[6] Trotski, Nota autobiográfica. https://www.marxists.org/francais/trotsky/oeuvres/1918/00/lt19180000.htm
[7] http://www.ceipleontrotsky.org/Prefacio-a-la-edicion-rusa-de-1905.
[8] https://www.marxists.org/history/etol/newspape/fi/vol05/no09/trotsky.htm
[9] La revolución proletaria y el renegado Kautsky,
1918, al inicio del capítulo “Servilismo ante la burguesía con el
pretexto de ‘análisis económico'”.
http://www.marx2mao.com/M2M(SP)/Lenin(SP)/RK18s.html#s8.
[10] Carta al Congreso, 24 de diciembre del 22. https://www.marxists.org/espanol/lenin/obras/1920s/testamento.htm
[11] Discurso pronunciado en el pleno del Soviet de Moscú, el 20 de noviembre de 1922. https://www.marxists.org/espanol/lenin/obras/1922/noviembre/20.htm
[12] Sobre la cooperación. https://www.marxists.org/espanol/lenin/obras/oe3/lenin-obras-3-3.pdf, pág. 414.
[13] Trotski, Ideas acerca del partido; citado en La lucha del partido bolchevique contra el trotskismo, t. 2, pág. 120.
[14] Pravda, 15 de diciembre de 1923.
[15]
En uno de sus últimos escritos, Lenin describía a Trotski como
“demasiado ensoberbecido y demasiado atraído por el aspecto puramente
administrativo de los asuntos”:
https://www.marxists.org/espanol/lenin/obras/1920s/testamento.htm
[16] Obras completas, ed. en ruso, t. 38, pág. 170.
[17] Obras completas, ed. en ruso, t. 43, pág. 381.
[18]
Al atacar al “aparato” en general, los trotskistas obligaron a los
bolcheviques a dedicar demasiadas energías en defenderlo de críticas
injustas, lo cual ayudó a los elementos burocráticos a aferrarse a sus
puestos y a prosperar dentro de él. Y, una vez derrotados políticamente,
los trotskistas utilizaron a muchos de éstos en su labor conspirativa
destinada a destruir al Partido y al Estado soviéticos.
[19] Obras completas, en francés, Paris-Moscou, t. 33, pág. 16. Citado en Critique de Bettelheim, I La révolution d’Octobre et les luttes de classes en URSS, Ed. NBE, pág. 201.
[20] La lucha del partido bolchevique contra el trotskismo, t. 2, pág. 144.
[21] Ibídem, pág. 145.
[22] El partido en cifras, documentos estadísticos sobre la composición del partido, pág. 69, Moscú-Leningrado, 1925. Citado en La lucha del partido bolchevique contra el trotskismo, t. 2, pág. 148.
[23] Pravda, 18 de mayo de 1924.
[24] William Z. Foster, Historia de las tres Internacionales, pág. 371, Moscú, 1959.
[25]
http://www.marx2mao.com/M2M(SP)/Lenin(SP)/LWC20s.html#s2, capítulo II:
Una de las condiciones fundamentales del éxito de los bolcheviques.
[26] https://www.marxists.org/espanol/stalin/1920s/fundam/index.htm
[27] Pravda, 5 de agosto de 1924.
[28] http://www.marxistarkiv.se/espanol/clasicos/trotsky/lecciones_de_octubre.pdf
[29] http://pcoe.net/Libros%20digitales%20autores/STALIN/Trotskismo%20o%20Leninismo.pdf
[30] http://www.marx2mao.com/M2M(SP)/Stalin(SP)/OR24s.html
[31] Deutscher 1973, p. 287.
[32] Pravda, 31 de enero de 1925.
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