Por Esteban Zúñiga.
3 de abril de 1919.
"Los conflictos sociales son el viento que puede volver a atizar la llama. Mientras exista el trabajo, habrá explotación, existirán intereses contrapuestos. Existirá un clase trabajadora."
(Alberto Prunetti. Autor italiano de "Amianto", 2012 -en castellano en 2014-, que sería su primera novela de la trilogía sobre el "Working Class").
El 3 de abril de 1919, hace 105 años, el presidente del Gobierno de España, Álvaro Figueroa y Torres, conde de Romanones, firmaría un decreto en el que se fijaba tanto la máxima jornada laboral diaria en 8 horas; además de la asunción de la capacidad de negociar de los sindicatos obreros.
"REAL DECRETO.
De conformidad con lo acordado por Mi Consejo de Ministros.
Vengo a decretar lo siguiente:
Artículo 1º.- La jornada máxima legal será de ocho horas al día o cuarenta y ocho horas semanales en todos los trabajos a partir de 1º de Octubre de 1919.
Artículo 2º.- Los Comités paritarios profesionales se constituirán antes de 1º de Julio, y propondrán al Instituto de Reformas sociales, antes de 1º de Octubre las industrias o especialidades que deban ser exceptuadas por imposibilidad de aplicar dicha jornada.
Artículo 3º.- Dicho Instituto, después de realizar la información necesaria, resolverá en definitiva antes de 1º de Enero de 1920 la jornada que ha de establecerse en los trabajos efectuados.
Artículo 4º.- Los Comités paritorios que para 1º de Octubre no hayan recurrido al Instituto se entenderán que acatan la jornada máxima legal establecida.
Dado en Palacio a tres de Abril de mil novecientos diecinueve.
ALFONSO.
El Presidente del Consejo de Ministros, Ministro de Estado. Álvaro Figueroa.
- El Ministro de Gracia y Justicia, Alejandro Roselló.
- El Ministro de la Guerra, Diego Muñoz-Cobo.
- El Ministro de la Marina, José María Chacón.
- El Ministro de la Gobernación, Amalio Gimeno.
- El Ministro de Fomento e interino de Hacienda, José Gómez Acebo.
- El Ministro de Instrucción Pública, Joaquín Salvatella.
- El Ministro de Abastecimientos, Leonardo Rodríguez."
Una firma de este decreto -que entraría en vigor seis meses después, desde el 1 de octubre de 1919- que había estado precedida por una muy importante huelga que duraría 44 días, que traería consigo la total paralización de la ciudad de Barcelona y, en algunos momentos, del 70% del total del territorio catalán, que supondría la declaración del "estado de guerra", con tropas militares ocupando las calles de Barcelona y con la detención de alrededor de 3.000 personas, así como el asesinato de varios sindicalistas obreros.
Y, sobre todo, que convertiría a España en el primer país del mundo donde se establecería por ley la jornada diaria laboral de las 8 horas.
La chispa que inflamaría, en medio de un creciente descontento de la situación laboral, sería la conocida como "HUELGA DE LA CANADIENSE", que se iniciaría a finales del mes de enero de 1919; cuando la mayor y principal empresa productora de electricidad de Cataluña: "Riegos y Fuerzas del Ebro, S.A.", comúnmente conocida como "La Canadiense" -pues su principal accionista era el Canadian Bank of Commerce of Toronto- realizaría un cambio en las condiciones laborales del departamento de Facturación, lo que traía consigo una disminución de los salarios de unos trabajadores al ser hechos fijos, en represalia por tratar de organizarse sindicalmente.
Ya que estos últimos habían pedido ayuda y asesoramiento al Sindicato Único de Agua, Gas y Electricidad de la Confederación Nacional del Trabajo (CNT), cuyo líder era el anarquista Salvador Seguí. Ante estos hechos, la empresa respondería el 2 de febrero de 1919 con el despido para ocho trabajadores, que sería respondido por el resto de los 117 trabajadores del departamento de Facturación con una huelga de tres días después, el 5 de febrero de 1919, de brazos caídos, para seguidamente acudir al gobernador de Barcelona para que mediara en el conflicto iniciado. La empresa cumpliría sus amenazas de forma inmediata y pasaría a la ofensiva; cuando los trabajadores regresaron a la empresa se encontrarían con la sorpresa de que el edificio de la empresa estaba acordonado por la policía para prohibirles la entrada, pues todos ellos estaban despedidos; así, sin explicación alguna y como medida de fuerza que atemorizara a los trabajadores.
La CNT -que en 1919 contaba en Cataluña con unos 400.000 afiliados- asumiría la dirección del conflicto laboral, consiguiendo que el 7 de febrero se sumara el total de los trabajadores de la empresa a la huelga, lo que sería respondido por la dirección de la empresa con el despido de 2.000 empleados, además de subrayar su postura de no negociar nada.
Todo esto haría que pasados unos días, en un acto de solidaridad obrera, que este movimiento corriera de boca en boca por los sectores obreros. Parando el sector eléctrico en bloque. Así, el día 21 de febrero cesaría el suministro eléctrico, para dejar de existir energía eléctrica para el día 23, provocando, entre otras cosas, que se pararan los tranvías. Respondiendo el Gobierno de España con la militarización de las empresas eléctricas; pero, sin embargo, esta medida no lograría restablecer el servicio eléctrico, quedando la ciudad a oscuras y teniéndose que iluminar las casas con velas y con lámparas de carburo.
Los huelguistas recibirían, el día 26 de febrero, el apoyo de los trabajadores del sector de la luz, el agua y el gas, que se sumarían a la huelga.
Todo ello enmarcado en una creciente e intensa actividad movilizadora por parte tanto de los sindicatos como por parte del comité de huelga:
"Prácticamente todo el día estábamos reunidos. Algunas veces nos reuníamos en la playa; si veríamos acercarse a la guardia civil, escondíamos los papeles en la arena. Durante la huelga seguimos publicando "Solidaridad Obrera" de forma clandestina; imprimíamos fuera de Barcelona cien mil ejemplares que se repartían puntualmente en las diferentes poblaciones y llegaban a todos los sindicatos. La organización, a pesar de la anormalidad de la situación, continuaba funcionando perfectamente, era realmente la consolidación de los sindicatos."
(Palabras de José Piera, presidente del Comité de Huelga).
Una semana después, el 5 de marzo de 1919, el Gobierno español pondría en marcha una movilización forzosa de los trabajadores de las empresas productoras de electricidad. Pero los trabajadores se negarían a acatar dicha orden, pasando a "albergar" el Castillo de Montjuich alrededor de unos 3.000 trabajadores.
El crecimiento y la aceleración de las protestas y manifestaciones pronto llegarían y se convertirían en una huelga general que conseguiría paralizar totalmente Barcelona y que alcanzaría a casi el 70% de la industria de Cataluña, uniéndose al sector de los trabajadores de las empresas de electricidad, agua y gas, los trabajadores del sector ferroviario y de los tranvías, las empresas de sector textil...
Recrudecimiento del conflicto laboral que sería duramente reprimido.
En plena movilización huelguística, entre los días 15 y 17 de marzo de 1919, habría numerosas e intensas reuniones entre los líderes de los trabajadores y los patronos de "La Canadiense", con Barcelona ocupada por tropas del ejército. El Gobierno de España, ante una situación que se le iba haciendo insostenible, levantaría el estado de guerra y se comprometería por un lado a instaurar la jornada de las ocho horas para todos los oficios y por otro lado a liderar a todos los detenidos, además de conseguir "convencer" a la dirección de la empresa que readmitiera a los trabajadores y que se hiciera eco de las reivindicaciones salariales.
El 21 de marzo, en la plaza de las Arenas, se celebraría una histórica asamblea, de más de 20.000 asistentes. Hubo un mitin liderado y dirigido por Salvador Seguí, y en donde se decidiría si se aceptaba el acuerdo negociado y si se volvería al trabajo. Frente a las reticencias de muchos de los presentes que pedían como primera condición para aceptar el acuerdo la liberación de los presos y detenidos, Salvador Seguí haría un repaso a la situación y expondría como se había llegado al momento actual, para afirmar que la revolución total podía espera, ya que se había conseguido plantar los cimientos para realizarla.
"... Pensad en la trascendencia del momento presente. Pensad que ahora no sólo se vela por la libertad de los presos, sino por la responsabilidad de las organizaciones obreras y la efectividad de los compromisos que de aquí en adelante puedan contraer. Esta noche, a pesar de las impetuosidades de que he hablado, hemos de salvar las organizaciones obreras. Si desautorizamos al comité, ponéis en peligro la libertad de los presos y dais una satisfacción a la burguesía. Que se reafirmen aquí la confianza y la unión, y así, o se consigue pronto la libertad de los presos, o comenzará una guerra formidable. Yo me someto al comité en nombre de los presos...)
(Salvador Seguí, "El Noi del Sucre").
Para al final ser aceptado, por aclamación el acuerdo, y se volvería al trabajo, tras una huelga -muchos días general- que había durado 44 días, y con la condición de dar un plazo de tres días para que la libertad de todos los detenidos fuera un hecho real. Sin embargo, pocos días después se reanudaría el conflicto pues no sería liberados la totalidad de los presos.
Con el apoyo de la burguesía catalana de la Lliga, el capitán general Joaquín Milans del Bosch y Carrió optaría por no liberar a todos los detenidos, con la oculta intención de acabar con los anarcosindicalistas.
Respondiendo los más radicales de estos últimos con la convocatoria, para el día 24 de marzo, con una huelga general revolucionaria, a lo que, al día siguiente, responder el general Milan del Bosch, por su cuenta y riesgo, con la declaración del estado de guerra. El 26 de marzo, alrededor de 8.000 miembros de la organización paramilitar nacionalista "Sometent" saldrían armados por las calles de Barcelona.
El día 30 de marzo, el Gobierno extendería el estado de guerra a toda España.
El 1 de abril, la huelga general crecería sensiblemente en su movilización y potencial, en las ciudades y poblaciones más industrializadas catalanas. Para al día siguiente todos los sindicatos ser clausurados.
Finalmente, el 3 de abril de 1919, el Gobierno de España, ante una situación crítica y de no ver una salida clara, en un gesto conciliador, aprobaría el decreto el máximo de ocho horas laborales diarias para todo el territorio español, además de reconocer la capacidad negociadora de los sindicatos. El jefe del Gobierno, el conde de Romanones, dimitiría tras estampar su firma en el decreto.
Dos semanas después, el 17 de abril de 1919, se llegaría al acuerdo de la liberación de los trabajadores detenidos y encarcelados. Por parte de la dirección de "La Canadiense" se readmitía a los huelguistas sin represalia alguna, el pago de la mitad de los días de huelga, y la aplicación de la jornada de las ocho horas.
Con la huelga de "La Canadiense" no sólo se había estado dirimiendo una cuestión laboral -importantísima"-, sino que se había buscado poner en cuestión el reconocimiento de los sindicatos obreros, como protagonista de éstos en los conflictos laborales.
Quisiera terminar con unas palabras de Salvador Seguí sobre la práctica sindical:
"EL ARMA NUESTRA NO ES NI UN PUÑAL NI LA PISTOLA, SINO LA HUELGA."
Además de explicar dos años antes, en los inicios de 1917, lo que para él suponía ser sindicalista:
"La palabra sindicalismo, no es más que la generalización de ciertos procedimientos y recursos que la acción sindical en su lucha contra el capitalismo se ha visto obligada a adoptar. El boycot, el label, el sabotaje y la huelga, son hijos de la necesidad y de la lucha, y al adaptarse a toda la organización obrera, se le denominará sindicalismo. (...)
Si el sindicalismo pues, viene a ser el momento consciente y mental de la acción del proletariado, es por ello que soy sindicalista. (...) los hechos nos demuestran que la acción realiza y crea las concepciones del pensamiento. Tengamos fuerza y venceremos, pero si es al contrario, permanezcamos divididos, y seremos arrollados."
(Salvador Seguí. "Por qué soy sindicalista". Solidaridad Obrera, 5 de enero de 1917).
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