7º) La defensa del Poder soviético y el apoyo a la inminente revolución proletaria en Europa.
Trotski, que ya era dirigente del Partido bolchevique y presidente
del Soviet de la capital Petrogrado, veía el futuro de una manera menos
esperanzada. En aquel Congreso, pocas horas después de la histórica
victoria insurreccional, manifestaba lo siguiente: “Si los pueblos de
Europa no se alzan en armas, no aplastan al imperialismo, nosotros
seremos, sin duda alguna, machacados”[1].
Lenin consideraba en cambio que la prioridad del nuevo Poder
soviético era lograr una tregua pacífica para mantener las conquistas
revolucionarias, organizar la resistencia a una futura agresión
imperialista, iniciar la edificación del socialismo y ayudar con este
ejemplo práctico al desarrollo de la lucha obrera por el socialismo en
el resto del mundo. Así lo aprobó el II Congreso de los Soviets con el
“Decreto sobre la paz”.
Sin embargo, los gobiernos aliados de la Entente, encabezada por
británicos y franceses, continuaron la guerra y el gobierno soviético se
vio obligado a buscar una paz separada con los gobiernos de Alemania y
sus aliados. Éstos exigían condiciones humillantes a la Rusia soviética.
La pretensión de los imperialistas no era sólo la de arrebatarle
territorios, sino impedir que su salida de la guerra la convirtiera en
un ejemplo revolucionario a seguir para los obreros de Europa occidental
crecientemente opuestos a la contienda. Dentro del país, los partidos
burgueses y pequeñoburgueses se manifestaban contra la paz separada y
anexionista que Lenin consideraba necesario aceptar.
Y, en el seno del partido bolchevique, se manifestó una fisura:
Trotski lanzó la consigna “¡Ni paz ni guerra!”, que significaba no
firmar la paz, no hacer la guerra y desmovilizar el ejército; y,
alrededor de Bujarin, se formó un grupo autotitulado “comunistas de
izquierda” que llamaba a la guerra revolucionaria contra los
imperialistas. La fraseología pseudorrevolucionaria de éstos hizo
vacilar a algunos dirigentes bolcheviques, hasta el punto de dejar la
posición leninista en minoría en algunas votaciones sobre la cuestión
vital de aceptar la costosa paz con Alemania. Lenin tuvo incluso que
informar públicamente sobre la eventualidad de su dimisión: “si
triunfase la política de la frase, yo, como se comprenderá, no seguiría
ni un instante en el Gobierno ni en el CC de nuestro partido”[2].
En el debate dentro de la dirección bolchevique, Trotski empleó muy
diversos argumentos, pero, en última instancia, sus conclusiones
prácticas se fundamentaban en su teoría de la “revolución permanente”.
Exageraba la situación de debilidad del imperialismo y consideraba que
la Europa capitalista había entrado, con la primera guerra mundial, en
un período de “marasmo y descomposición absolutos” en el desarrollo de
las fuerzas productivas. Por eso, pensaba que la revolución en Occidente
era inminente y que, por ella, no importaba sacrificar la revolución
rusa (cuyo afán de autoconservación, según él, podría convertirse en un
freno al hundimiento del imperialismo mundial)[3]. Era un cálculo abstracto totalmente equivocado y suicida.
Ese poco interés por la suerte de la Rusia soviética se explicaba por
su falta de confianza en la población de ésta, mayoritariamente
campesina, y en su proletariado, atrasado con respecto a los estándares
occidentales. Igual que en las cuestiones de la unidad del partido, de
la guerra y del campesinado, su valoración del proletariado ruso estaba
muy en línea con la de Kautsky, quien lo expresaría así: “Para el
socialismo se necesita una alta instrucción del pueblo, una elevada
moral de las masas, instintos sociales muy desarrollados, el sentimiento
de la solidaridad… Esa moral… no la poseen las masas que, en el
presente, predominan en el proletariado bolchevique”[4].
Trotski expresaba lo mismo de una manera más diplomática: “El
proletariado europeo ha madurado mejor que nosotros para el socialismo.
No cabe la menor duda de que, incluso si nos aplastaran, no podría
producirse una depresión histórica como la que tuvo lugar después de la
Comuna de París”[5].
Efectivamente, como lo estamos comprobando ahora, la depresión
producida en el movimiento obrero por la derrota de la URSS no es como
la que sucedió al aplastamiento de la Comuna de París, sino que es
¡incomparablemente mayor!
Poniendo las cosas del revés, sostenía: “Por más que nos devanemos
los sesos, sea cual fuere la táctica que ideemos, lo único que puede
salvarnos en el pleno sentido de la palabra es la revolución europea”[6].
Y, sin embargo, veinte años más tarde, se demostraría que fue la Unión
Soviética la que salvó al movimiento obrero occidental de su
aniquilación a manos del imperialismo más extremo, esto es, del
nazi-fascismo.
Kautsky y Trotski no habían comprendido lo que significaba realmente
el advenimiento de la etapa imperialista del capitalismo. Continuaban
destacando en primer plano la obra progresista de la burguesía que
desarrollaba más y más las condiciones para el socialismo. Eran ciegos
ante la dialéctica del progreso social por la que el capitalismo se
convirtió en su contrario: de ser sobre todo un régimen progresista (a
pesar de sus enormes “daños colaterales”), pasó a ser sobre todo un
régimen reaccionario, un obstáculo cada vez más sistemático para la
revolución socialista. No es que dejara de desarrollar las fuerzas
productivas y, con ellas, las premisas para el socialismo, sino que,
junto a ello y por encima de ello, se convertía en el impedimento mayor
de éste. El socialismo ya había madurado en el seno de la sociedad
capitalista lo suficientemente como para empezar a edificarse, como
ocurrió en la URSS y en el campo socialista posteriormente. Por supuesto
que esta situación no era la “ideal”; no era el parto sin dolor con que
soñaban los utópicos (no los marxistas). Pero era la real: en la época
del imperialismo, el desarrollo de premisas más favorables para el
socialismo ya no depende principalmente del desarrollo económico por
parte de la burguesía, sino, por encima de todo, del desarrollo de la
lucha política revolucionaria del proletariado en alianza con todos los
oprimidos por el imperialismo y la reacción.
A principios de 1918, la economía rusa estaba devastada, los restos
del ejército estaban agotados y la mayoría de los soviets de obreros y
campesinos querían la paz. En estas condiciones, lanzarse a la guerra
revolucionaria habría significado la derrota inmediata, no ya de la
revolución europea, sino del propio poder soviético. Los pocos meses de
paz que éste consiguió permitieron reanudar la marcha de la producción y
poner en pie el Ejército Rojo. Gracias a ello, fue posible aguantar y
vencer en la guerra de agresión que los ejércitos blancos y extranjeros
desataron desde el verano siguiente y que duró casi cuatro años,
causando más pérdidas a Rusia que la Primera Guerra Mundial.
A pesar de participar como delegado del gobierno soviético en las
negociaciones de paz de Brest-Litovsk con Alemania, Trotski se guiaba en
ellas por su propio criterio, considerando que la renuncia a la paz con
Alemania permitiría “influir de modo revolucionador sobre el
proletariado alemán”[7].
Por eso, regresó de esas conversaciones incumpliendo su mandato, es
decir, sin firmar la paz y poniendo en bandeja al ejército del Kaiser la
conquista de territorios adicionales del viejo imperio ruso.
Finalmente, pudo firmarse la paz pero en condiciones aun más
desventajosas para el poder soviético que perdió un tiempo precioso. Los
autores filo-trotskistas dicen que Trotski no tenía discrepancias con
Lenin en este asunto, simplemente porque tuvo un discurso ambiguo, mucho
menos claro que los “comunistas del izquierda”. Sin embargo, no
solamente aclaró en el VII Congreso del PC(b) de Rusia que su objeción a
un llamamiento a la guerra revolucionaria se debía a que Lenin no
quería apoyarlo[8], sino que es innegable el vínculo lógico entre su posición aventurera y su teoría de la “revolución permanente”.
El VII Congreso del Partido celebrado en marzo de 1918 reprobó la
conducta de Trotski en las negociaciones de Brest-Litovsk y éste, en vez
de reconocer su equivocación, abandonó entonces todos los cargos
políticos que estaba desempeñando. El Tratado fue ratificado entre los
días 14 y 16 de marzo por el IV Congreso Extraordinario de los Soviets,
compuesto por 814 bolcheviques, 238 eseristas de izquierda, 15 eseristas
de derecha, 14 anarquistas, 16 mencheviques internacionalistas, 3
mencheviques ucranianos y 18 sin filiación política. Por la posición
leninista votaron 784 delegados contra 261, y se abstuvieron 115
delegados, entre ellos 55 partidarios de Bujarin y Trotski que se
saltaban con ello la disciplina del Partido.
En oposición a la línea de Trotski y Bujarin, Lenin sostenía: “No hay
ni puede haber hoy mayor golpe a la causa del socialismo que el
hundimiento del Poder soviético en Rusia”[9]. Y “Lo supremo tanto para nosotros, como desde el punto de vista socialista internacional, es preservar esta república, que ha comenzado ya la revolución socialista”[10].
En cuanto a la ayuda a otras revoluciones, afirmaba que no podemos
derribar a los gobiernos imperialistas “por medio de una guerra
exterior. Pero lo que sí podemos es hacer progresar su descomposición interna. Con la revolución soviética, proletaria, lo hemos conseguido en enormes proporciones”[11].
Además, Lenin confiaba en que la lucha revolucionaria del proletariado
internacional acabaría echando abajo el anexionista Tratado de
Brest-Litovsk. Y así fue, pero gracias a que nuestra clase conservó su
bastión en Rusia, en vez de echarlo a perder por pretensiones
aventureras e “izquierdistas”.
Durante la guerra que los contrarrevolucionarios impusieron a la
Rusia soviética y que coincidió con el auge del movimiento
revolucionario en Alemania, Hungría y otros países europeos, Trotski
estuvo al frente del Ejército Rojo y de otras responsabilidades que le
fueron encomendadas. La defensa militar de un determinado territorio
revolucionario dentro de un contexto internacional de flujo
revolucionario no contradecía su esquema de la “revolución permanente”.
Sus posiciones volvieron a chocar con el leninismo cuando el Poder
soviético se impuso a la contrarrevolución armada y se inició una nueva
etapa relativamente pacífica para el país soviético.
8º) El paso de la guerra civil a la construcción pacífica
Desde el verano de 1918 hasta finales de 1920, el
gobierno bolchevique tuvo que enfrentar la agresión de los ejércitos
blancos y la intervención armada de 14 países capitalistas por medios
principalmente militares. Para sostenerse, no le quedó más remedio que
apoyarse en la clase obrera y en el campesinado pobre, tratando de
neutralizar al campesinado medio y empleando la coacción o el terror en
legítima defensa contra las clases poseedoras enemigas. En el transcurso
de la guerra civil, el campesinado medio comprobó que los
contrarrevolucionarios restauraban la opresión de terratenientes y
campesinos ricos (kulaks), lo cual le hizo virar políticamente hacia el
Poder soviético. A partir de ese momento, los bolcheviques pasaron de
una política de neutralización del campesinado medio a otra de alianza
con él. Mientras la guerra continuara, éste iba a consentir las
requisiciones de los excedentes agrarios por parte del gobierno
revolucionario como contraprestación por haberle dado la tierra y por
defenderle del peligro de restauración de la explotación terrateniente y
burguesa.
Sin embargo, cuando la guerra fue tocando a su fin, los campesinos
medios ya no las veían justificadas y estallaron sublevaciones en
distintas partes del país, en las que ahora cifraban sus esperanzas los
contrarrevolucionarios derrotados y que encontraban el apoyo del
elemento pequeñoburgués (mencheviques, eseristas, anarquistas, etc.). La
más sonada fue la de la base naval de Kronstadt. En un primer momento,
no quedaba más remedio que aplastar tales levantamientos por la fuerza,
pero eso no bastaba: había que cambiar la relación económica fundamental
entre la ciudad y el campo. Por una parte, había que pasar del sistema
de contingentación (requisiciones) al impuesto en especie que dejara
parte de los excedentes agrarios en manos de los campesinos. Por otra,
había que recuperar la industria devastada por siete años de guerra para
que la clase obrera tuviera productos con los que intercambiar los
alimentos y materias primas que necesitaba de los campesinos.
Después de salvar el poder político soviético, había que salvar su
base económica, para que el socialismo pudiera construirse y desplegar
todas sus posibilidades. La primera dificultad era el desgaste que había
sufrido la clase obrera y la composición proletaria de su partido de
vanguardia, cuyos efectivos se habían multiplicado por veinticinco desde
Octubre de 1917, con casi un 6% de ellos procedentes de otros partidos[12].
Los obreros más conscientes estaban en el Ejército Rojo o habían caído
en combate. La proporción de obreros atrasados y de semi-proletarios
había crecido, tanto en las pocas fábricas en pie como en el Partido
bolchevique. Y, en éste, muchos querían perpetuar los métodos militares
de dirección, los métodos del “comunismo de guerra”.
Lenin y la mayoría de los dirigentes bolcheviques fueron
comprendiendo la nueva situación y las vías para seguir avanzando.
Frente a ellos, Trotski y sus seguidores proponían medidas que iban en
la dirección opuesta y exigían que éstas se debatieran por todo el
partido, hasta saltarse nuevamente la disciplina con los acuerdos
mayoritarios. Cuando el problema más grave radicaba en las relaciones
entre el proletariado y la mayoría campesina, los trotskistas exigieron
“centrar la atención del partido en los sindicatos” y “hacer de ello la
tarea central del partido en su conjunto”[13]:
pretendían “sacudir”, militarizar, estatificar a los sindicatos para
remediar el desbarajuste económico con métodos de cuartel.
El CC del Partido respondió calificando de “criminal olvidar, por la
discusión en torno a los sindicatos, toda una serie de cuestiones que
tienen un carácter muy agudo, cuestiones de cuya solución depende todo
el curso ulterior de la revolución. Una de esas cuestiones es la de las
relaciones entre la ciudad y el campo”[14]. Condenó el intento de los trotskistas de escindir los sindicatos.
Si en la discusión sobre la paz de Brest-Litovsk, era Trotski el que
había ejercido de centrista y Bujarin, de oponente a Lenin, esta vez
ambos invirtieron los roles. Bujarin creó el grupo llamado “de tope”
para, según él, conciliar los puntos de vista contrarios. En el debate,
la coincidencia entre ambos era tal que Trotski escribió: “En cuanto al
grupo ‘de tope’, no teníamos con él ninguna divergencia de principio,
cosa que señalé desde el comienzo mismo. Había algunos matices, que se
borraron en el transcurso de la campaña”[15].
El Comité Central autorizó que la discusión se hiciera pública el 24
de diciembre de 1920 y, al día siguiente, Trotski publicó su posición en
un folleto titulado El papel y las tareas de los sindicatos.
Él mismo lo presentó como fruto del esfuerzo colectivo, lo que confirmó
su actividad fraccional infractora de la disciplina del partido que ya
había mostrado previamente al lanzar el debate públicamente en la V
Conferencia de los Sindicatos de toda Rusia en noviembre y al negarse a
participar en la comisión sindical acordada por el CC para estudiar la
cuestión. Así comentó Lenin el comportamiento de Trotski:
“Sólo piensen: después que el Comité Central dedicó dos reuniones
plenarias (9 de noviembre y 7 de diciembre), a una discusión
inusitadamente larga, detallada y apasionada, del primer proyecto de
tesis del camarada Trotski y de toda la política sindical que él
propicia para el Partido, un miembro del Comité Central [Trotski] se
queda solo contra diecinueve; forma un grupo alrededor de él
fuera del Comité Central, y presenta su “trabajo” “colectivo” como una
“plataforma”, e invita al Congreso del Partido ¡¡”elegir entre dos tendencias”!! (…)
“¿¿Se puede negar que, incluso si las “nuevas tareas y métodos” de
Trotski fueran tan justos como falsos son en realidad (de lo que
hablaremos más adelante), su mismo enfoque sería perjudicial para él
mismo, para el Partido, el movimiento sindical, la educación de millones
de miembros del sindicato y de la República??”[16]
En el folleto El papel y las tareas de los sindicatos,
Trotski proponía “concentrar toda la dirección de la producción en manos
de los sindicatos… convertir los sindicatos en aparatos del Estado
obrero y ensamblar paulatinamente los organismos sindicales y
económicos”[17].
Esto habría supuesto la destrucción de los sindicatos como
organizaciones sociales que expresan la voluntad de las masas de
asalariados, los habría convertido en un apéndice burocrático del
aparato estatal y habría acabado con la correa de transmisión principal
entre la vanguardia y las masas de la clase obrera. La inmensa mayoría
de éstas todavía carecía de la cultura y de la experiencia necesarias
para poder administrar directamente la economía. Se tardaron varios años
en alfabetizar al conjunto de la población y en elevar su nivel
cultural, técnico y político. “Los obreros – explicaba Lenin en el II
Congreso de los Sindicatos de toda Rusia- edifican la nueva sociedad sin
haberse transformado en hombres nuevos, depurados del fango del viejo
mundo, sino metidos aún hasta la rodilla en este fango”[18].
Además, Trotski consideraba erróneamente a los sindicatos como un
seudónimo del proletariado, sin advertir que agrupaban no solamente a
los obreros industriales, sino también a los oficinistas, al personal
administrativo y técnico así como a artesanos y elementos
semi-campesinos. Teniendo en cuenta también que los militantes
bolcheviques en los sindicatos representaban una décimosexta parte de
los afiliados a éstos, entregar la dirección de la economía a los
sindicatos entrañaba el peligro de subordinarla al elemento
pequeñoburgués. “Aquí -dijo Lenin en el X Congreso del partido-, desde
la guerra, fueron a las fábricas gentes que no tienen nada de
proletarios, sino que iban a ellas para zafarse de la guerra, ¿y acaso
tenemos ahora condiciones sociales y económicas tales para que a las
fábricas vayan verdaderos proletarios?”
Para asegurar la dictadura del proletariado frente al elemento
pequeñoburgués, los sindicatos debían participar en la administración de
la producción conjuntamente con los órganos estatales: los sindicatos
debía de convertirse en una escuela de comunismo. Trotsky partía de la
abstracción de que, bajo la dictadura del proletariado, se fundían los
intereses económicos de las masas obreras con los del Estado. Según
Lenin “uno de los errores fundamentales de Trotski” es caracterizar el
Estado soviético como Estado obrero partiendo de la “pura abstracción”,
eludiendo “la particularidad de que en el país no predominan los
obreros, sino la población campesina”[19].
El Estado soviético había tenido que reclutar durante la guerra a
funcionarios del antiguo régimen que le imprimían un sesgo burocrático
al que había que oponer las demandas materiales y espirituales de los
trabajadores. Además, el Estado soviético no era únicamente obrero[20],
pues era también campesino: estaba estructurado en soviets de diputados
que, en su mayoría, no eran obreros sino campesinos. Era, según Lenin,
“una forma especial de alianza de clase entre el proletariado,
vanguardia de los trabajadores y las numerosas capas trabajadoras no
proletarias (pequeña burguesía, pequeños patronos, campesinos,
intelectuales, etc.) o la mayoría de ellas, alianza dirigida contra el
capital… alianza cuyo objetivo es la instauración y la consolidación
definitiva del socialismo”[21].
Este olvido en Trotski era una constante y algo más que un olvido,
pues era consecuencia de la concepción hostil hacia las masas campesinas
que encerraba su teoría de la “revolución permanente”. Su exigencia de
estatificación y militarización de los sindicatos encajaba lógicamente
con su antagonismo hacia la masa del campesinado y su pretensión de
convertir al Poder soviético en Rusia en un mero instrumento para
exportar militarmente la revolución al resto de Europa, como expresan
las dos citas siguientes:
“Yo pregunto -decía Trotski en el IX Congreso del PC(b) de Rusia-
quién será en adelante, con relación a los campesinos, este elemento de
militarización… Los obreros avanzados… A través de los sindicatos,
pueden militarizar a enormes masas campesinas…”[22].
Y, oponiendo metafísicamente las tareas del proletariado en el poder,
sostenía que “… en su base la dictadura del proletariado no es la
organización productivo-cultural de la nueva sociedad, sino el orden
combativo revolucionario para luchar por ella”[23].
La lucha fraccional de los trotskistas espoleó a otros grupos
oposicionistas que presentaron sus plataformas contrarias a la línea
leninista y compartiendo muchos de los errores de fondo de Trotski. Los
militantes del Partido eligieron a los delegados al X Congreso sobre la
base de las plataformas que se presentaron. La plataforma suscrita por
diez dirigentes bolcheviques – Lenin, Stalin y otros- había conseguido
10 veces más delegados que las de los oposicionistas. Frente a ella,
durante las sesiones del Congreso, quedaron sólo dos: la plataforma
unida de Trotski y de Bujarin y la plataforma de la “oposición obrera”.
Finalmente, la “plataforma de los diez” fue apoyada por 336 votos, la
trotskista-bujarinista por 50 y la de la “oposición obrera” por 18. En
la derrota política y orgánica de las oposiciones desempeñaron un papel
decisivo los artículos de Lenin Sobre los sindicatos, el momento actual y los errores del camarada Trotski, La crisis del partido e Insistiendo sobre los sindicatos, el momento actual y los errores de los camaradas Trotski y Bujarin.
El Congreso aprobó resoluciones que fortalecieron su unidad, como
“Sobre el papel y las tareas de los sindicatos”, “Sobre la unidad del
partido” y “Sobre la desviación sindicalista y anarquista en nuestro
partido”.
El X Congreso del PC(b) de Rusia abordó también la situación
económica. En contra del análisis concreto de la misma que hacía el
Comité Central, Trotski declaró allí mismo que “La situación de guerra
no guarda relación alguna con el impuesto en especie… Y si hace un año
hubiéramos abordado este problema acertadamente, nuestras relaciones con
los campesinos serían mejores”[24].
Pretender que la guerra no era la causa de la relación económica
coactiva con el campesinado equivalía a unirse a la demagogia de los
partidos de oposición que atribuían todos los problemas a la
arbitrariedad de los bolcheviques. Además, resultaba extraño este
interés por mejorar las relaciones con los campesinos por parte de quien
auguraba choques hostiles[25] del Poder obrero con el campesinado en general.
Los trotskistas también cuestionaban el plan GOELRO de
electrificación y fomento de la industria, elaborado por la dirección
del partido con la participación de destacados científicos y técnicos.
Este plan para diez años era el primer gran plan económico planteado por
una revolución proletaria en la historia. Su objetivo era expresado así
por Lenin: “La gran industria maquinizada y su trasplante a la
agricultura es la única base económica del socialismo, la única base
para luchar con éxito por liberar a la humanidad del yugo del capital…”[26]
Mientras que Trotski sostenía a la ligera que dicho plan, “si se
emprendía la obra con tensión heroica, podría terminarse en ocho meses”,
su seguidor Shatunovski lo cuestionaba con escepticismo: “… calculado
para diez años, su cumplimiento puede requerir más de cuarenta, cuando
nosotros no podremos resistir ni cinco si nuestra producción no se hace
revolucionaria”[27].
La sustitución del sistema de contingentación por el impuesto en
especie en la relación con los campesinos fue el primer paso del
“comunismo de guerra” a la Nueva Política Económica (NEP). Se trataba de
incentivar a los propietarios privados que eran los campesinos para que
aumentaran la producción y las fuerzas productivas. El desarrollo de
elementos capitalistas que esto iba a suponer era contrarrestado por el
hecho de que el proletariado conservaba el poder político y las
posiciones clave de la economía. Fue una etapa importante y necesaria
para hacer posible la ulterior edificación del socialismo.
Trotski, por su parte, sólo se pronunciaba a favor de “cierta
atenuación de la presión sobre el kulak”, además de ampliar la
conveniencia de la militarización del trabajo más allá de las
condiciones de la guerra civil. En el X Congreso del Partido, el
trotskista L. Sosnovski consideró la etapa de la NEP como “una fase de
capitulación ante la pequeña burguesía” que, en la lógica del trotskismo
dependía “de cómo se desarrolle la revolución en Europa”[28].
Al contrario, Lenin veía en la actividad del Poder soviético un
elemento dinamizador clave para el movimiento proletario internacional:
“Ahora, como más influimos en la revolución mundial es con nuestra
política económica… En este terreno, la lucha se lleva ya a una escala
mundial. Si cumplimos esta tarea, ganaremos en escala internacional de
seguro y definitivamente. Por eso, las cuestiones de la edificación
económica adquieren para nosotros una importancia excepcional “[29].
Notas:
[1] II Congreso de los Soviets de Diputados Obreros y Soldados de toda Rusia, pág. 29, Moscú-Leningrado, 1928. Citado en La lucha del partido bolchevique contra el trotskismo, t. 2, pág. 12.
[2] ¿Paz o guerra?, Obras Completas, t. XXVIII, págs. 237-238, Ed. AKAL.
[3]
Trotski consideraba la posibilidad de entregar Petrogrado y Moscú a los
alemanes, argumentando que así “mantendríamos en tensión a todo el
mundo”. (Actas del Comité Central del PSOD(b) de Rusia, pág. 212. Citado en “La lucha del partido bolchevique…”, t. 2, pág. 45)
[4] Kautsky, terrorismus und Kommunismus, págs. 119-120, Berlín 1919.
[5] Trotski, VII Congreso Extraordinario del PC(b) de Rusia, actas taquigráficas, pág. 71. Citado en La lucha del partido bolchevique contra el trotskismo.
[6] Trotski, ibídem, pág. 65.
[7] Trotski, ibídem, pág. 68.
[8] Trotski, ibídem, págs. 65, 66, 72 y 129.
[9] Obras Completas, t. 35, pág. 392.
[10] Obras Completas, pág. 254.
[11] Obras Completas, t. 37, pág. 109.
[12] Censo de los militantes del PC de Rusia de 1922, fasc. 4, págs. 31 y 32, Moscú. Citado en La lucha del partido bolchevique contra el trotskismo, t. 2, pág. 56.
[13] Pravda, 15 de enero de 1921. Citado en ídem, pág. 57.
[14] Pravda, 2 de febrero de 1921.
[15] Pravda, 1 de febrero de 1921.
[16] Lenin, Nuevamente sobre los sindicatos, la situación actual y los errores de Trotski y Bujarin.
[17] VI Recopilación Leninista, pág. 326. Citado en La lucha del partido bolchevique contra el trotskismo, t. 2, pág. 63.
[18] Obras completas, ed. en ruso, t. 37, pág. 449.
[19] Obras completas, t. 42, págs. 207 y 239, en ruso
[20]
“Trotski habla de un ‘Estado obrero’… Permítaseme decir que esto es
pura abstracción… En esto consiste cabalmente uno de los errores
fundamentales de Trotski”. El Estado soviético es un Estado obrero,
“primero, con la particularidad de que en el país no predominan los
obreros, sino la población campesina, y, segundo, es un Estado obrero
con deformación burocrática”. (Lenin, Obras completas, ed. en ruso, t. 42, págs. 207 y 239)
[21] Obras completas, ed. en ruso, t. 38, págs. 377
[22] IX Congreso del PC(b)R. Actas, pág. 94, Moscú, 1960.
[23] Trotski, Cultura proletaria y arte proletario, Pravda, 14-9-1923. http://www.ceip.org.ar/Capitulo-VI-La-cultura-proletaria-y-el-arte-proletario
[24] X Congreso del PC(b) de Rusia. Actas taquigráficas, pág. 350; citado en La lucha del partido bolchevique contra el trotskismo, t. 2, pág. 70.
[25]
“Para asegurar su victoria, la vanguardia proletaria debería, desde los
primeros días de su dominación, operar las más profundas incursiones,
no sólo sobre la propiedad feudal, sino también burguesa. Haciéndolo,
entraría en colisión hostil, no sólo con todos los gobiernos de la
burguesía que le hubiesen apoyado en el principio de su lucha
revolucionaria, sino también con las grandes masas del campesinado con
las que con su concurso le hubiese hecho avanzar en la toma del poder.
Las contradicciones en la situación del gobierno obrero de un país
atrasado, en donde la mayoría aplastante de la población está compuesta
por campesinos, pueden encontrar solución únicamente sobre el plano
internacional, en la arena de la revolución mundial del proletariado.”
(Trotski, Prefacio de 1922 a Balance y perspectivas)
[26] Obras Completas, ed. en ruso, t. 44, pág. 135.
[27] XX Recopilación Leninista, pág. 208; citado en La lucha del partido bolchevique contra el trotskismo, t. 2, pág. 72.
[28] X Congreso del PC(b) de Rusia. Actas taquigráficas, pág. 78-79; citado en La lucha del partido bolchevique contra el trotskismo, t. 2, pág. 76.
[29] Lenin, Discurso ante la X Conferencia del PC(b) de Rusia
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