Por Arturo del Villar
EL
sábado 8 de abril de 1939, hace 80 años, la España vencida se adhirió al Pacto
Antikomintern, consolidando así su dependencia de la Alemania nazi. Ese Pacto
fue firmado inicialmente el 25 de noviembre de 1936 por la Alemania nazi y el
Imperio japonés, para oponerse a la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas,
que con su política de defensa del proletariado y oposición al capitalismo
estaba consiguiendo adeptos en todas las naciones, occidentales y orientales. En
España, por ejemplo, se creó en abril de 1933 la Asociación de Amigos de la
Unión Soviética, con un manifiesto firmado por los intelectuales más notables
del momento. El proyecto liberador comunista era aceptado de buen grado por las
masas, en tanto crecía el rechazo al nazifascismo esclavizador.
La Komintern, llamada también Internacional
Comunista y III Internacional, había sido fundada en Moscú en 1919, por
iniciativa de Lenin, para agrupar a los partidos comunistas que en cualquier
lugar del mundo pretendían poner fin a la sociedad capitalista opresora de los
trabajadores e implantar el socialismo. Iba a estar representada por la
conocida como torre de Tatlin, un proyecto que Vladimir Tatlin imaginó en 1919,
sin que lamentablemente llegara a materializarse.
Proyecto de la torre
de Tatlin.
La obsesión de los dictadores fascistas,
tanto del alemán como del español, era el comunismo. Fue la disculpa utilizada
por los militares monárquicos españoles al dar el golpe de Estado el 17 de
julio de 1936, para detener el avance del comunismo, alegaron. No existía
ningún avance, como lo demuestra incuestionablemente el hecho de que en las
elecciones del 16 de febrero de 1936 el Partido Comunista solamente obtuviera
el 3,5 por ciento de los votos emitidos, traducidos en 17 escaños de un total
de 473. El único peligro real existente en aquella España era el fascismo, como
quedó bien demostrado con la sublevación de los militares monárquicos. Pero a
la sinrazón no le valen las evidencias.
UNA ADHESIÓN INEVITABLE
El
Pacto Antikomintern se enriqueció en 1937 con la firma del reino de Italia
entregado al fascismo por su monarca títere. Así se conformó lo que sería el
Eje Roma-Berlín-Tokio, el bloque nazifascista invasor de países y destructor de
los pueblos. Por ejemplo, Italia invadió aquel 7 de abril de 1939 Abisinia, y
ofreció la corona a su rey. Al día siguiente la España derrotada se adhería al
Pacto, y a partir de la guerra iniciada el 1 de setiembre del mismo año lo fueron
haciendo los países conquistados por el Eje. En total compusieron el Pacto
Antikomintern ocho naciones europeas, Japón y sus satélites Manchukuo y Nanjing.
La adhesión de aquella España desesperanzada
tuvo la resonancia lógica en todos los medios de comunicación, puesto que se
hallaban cuidadosamente controlados por los sicarios de la dictadura. Por
ejemplo el diario barcelonés llamado La
Vanguardia Española desde la conquista de la ciudad, dirigido por el
archifascista Luis de Galinsoga, publicó el domingo 9 de abril este editorial
en su primera plana:
España
ha sufrido demasiado de la peste del comunismo para que sea necesario subrayar
a la opinión de este país la coherencia que implica la adhesión al Pacto
Antikomintern, o sea al pacto de naciones civiles adversas no a Rusia como
pueblo sino a la Internacional Comunista que subyuga criminalmente aquel enorme
país y estuvo a punto de subyugar a España con sus prácticas criminales y sus
abyectas [falta una línea por estar repetida otra].
La guerra de España, combatida contra el
monstruo del marxismo internacional, había de tener fatalmente una conclusión
diplomática y esta conclusión ha sido la adhesión de la nación española a aquel
grupo de potencias que convencidas de la desintegración social y arrasamiento
moral que representa el comunismo, lucha para conservar en sus respectivos
planes nacionales e internacionales una barrera ofensiva contra las múltiples
irradiaciones del Komintern.
La opinión española encontrará pues de una
lógica irrebatible y de una justa y natural conveniencia la firma, en Burgos,
por parte de nuestros plenipotenciarios, de los protocolos e instrumentos
diplomáticos conocidos genéricamente pátina con el nombre de Pacto
Antikomintern. Con esto, España se coloca en la línea de nuestra época –caracterizada
por el aumento cada vez mayor de las fuerzas de sentido integral, vital y
positivo--, y realiza un acto de afirmación de un valor moral inmenso.
Ahí está toda la retórica fascista habitual,
de la que tantas muestras tuvimos cuantos soportamos la dictadura durante
tantos años de sumisión y resignación. El fascismo creó un lenguaje enfático,
lo mismo que una arquitectura grandilocuente y una estatuaria imponente para
representar al régimen. Nos podríamos preguntar qué entendía el editorialista
con esa mención de “las fuerzas de sentido integral, vital y positivo”, si no
supiéramos que en la vaciedad intelectual de los textos fascistas se retorcía
la semántica para desconcertar a los lectores, haciéndoles creer que las frases
sin sentido poseían un argumento oculto.
Las buenas relaciones
hispanoalemanas
Como era lógico, la decisión de adherir a
España al Pacto la tomó el dictadorísimo con su camarilla. La opinión del
pueblo nunca les importa a los jefes supremos dominadores de las naciones, y si
acaso desean dar una imagen democratizadora
a su régimen, organizan un referéndum que ganan con más del noventa por
ciento de los votos. Bien lo sabemos cuantos toleramos la dictadura.
Si continuamos leyendo La Vanguardia Española de aquel 9 de abril de 1939 nos enteramos de
que el ministro de Relaciones Exteriores del Reich, Joachim von Ribbentrop,
envió una carta a su colega español el conde de Jordana, en la que le expresaba
“la viva satisfacción que experimentamos por el hecho de que después de la
lucha heroica y victoriosa contra el comunismo sobre el propio suelo”, la
España resultante del conflicto se adhiriese al Pacto, “que estrechará aún las
relaciones germano hispanas”.
Lo sorprendente es que cuando los germanos
perdieron la guerra ante el superior poder armamentista de los Aliados, los
triunfadores no tuvieron en cuenta lo estrechas que habían sido esas relaciones
desde 1936. Ni siquiera recordaron que la España dictatorial entró en la guerra
junto a los germanos con su Blaue Division, y no la trataron como a los países
servidores del Eje. Con la disculpa de ir a combatir al comunismo, los
divisionarios apoyaron a los nazis destructores de Europa.
Es verdad que durante la guerra en España las
democracias hicieron como que no sabían que existiera, y después de la guerra
mundial mantuvieron la misma ignorancia sobre España. Por eso continúan activas
la Hermandad Nacional y Fundación de la División Azul, para mantener alerta el
espíritu inspirador de los voluntarios. Ellos deben de haberse muerto, pero han
dejado una herencia muy viva y vivaz, que se deja notar.
Así que bien podemos conmemorar la adhesión
española al Pacto Antikomintern, porque continuamos manteniendo excelentes
relaciones con Alemania. Aquí no ha cambiado nada, el dictadorísimo nos impuso
un sucesor suyo a título de rey, y lo dejó todo atado y bien atado, sabiendo que
a las democracias no les importa un comino España.
ARTURO DEL VILLAR
PRESIDENTE DEL COLECTIVO REPUBLICANO TERCER MILENIO
1 comentario:
Pero,compañeros por desgracia no es la España vencida como decís en el artículo. Es la España Victoriosa quien se une al pacto Anti-Komintern.
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