Por Andriy Manchuk. Publicado en Liva. Traducción Nahia Sanzo. *
El 20 de junio, en las obras de la calle
Zelenin de Járkov, un accidente causó la muerte de uno de los
trabajadores. Según algunas fuentes tenía 17 años, aunque otras apuntan
que tenía 16. Este caso merece atención especial por el escándalo que
recientemente se ha producido en la región de Járkov respecto al trabajo
ilegal de menores que, una vez más, ha puesto de manifiesto la
explotación a la que se ven sometidos niños y adolescentes en el país. Y
al mismo tiempo, también han quedado demostradas las condiciones en las
que trabajan.
A finales de mayo, llegó a la clínica del
distrito de Novovodolazhky un adolescente de 16 años del pueblo de
Ojoche que llevaba varias horas inconsciente. Los médicos diagnosticaron
un traumatismo facial y shock anafiláctico. Más adelante se conoció que
el joven, de nombre Oleg, trabajaba ilegalmente en una granja avícola
local y había perdido el conocimiento en el trabajo. Según los empleados
de la factoría, el joven se echó las manos al cuello como si se
ahogara. Su cara se puso azul y todo podría haber acabado en tragedia de
no ser por la rápida llegada de la ambulancia.
Ni la población local ni los médicos
denunciaron el incidente a la policía, a pesar de que no había dudas de
las causas del ataque. El fuerte “aroma” a amoniaco se sentía a gran
distancia de la factoría y el taller estaba cubierto de un fuerte olor a
productos químicos tóxicos, basura y una mezcla de plumas y restos
animales en un ambiente con falta de aire. En esas circunstancias, la
dureza del trabajo causa en adultos enfermedades de la piel y el sistema
respiratorio. Además, como se ha demostrado en una inspección tras el
incidente, la factoría contaba con docenas de menores locales, algunos
incluso de diez años de edad, entre sus trabajadores.
“Para el director lo más importante es
que el trabajo se haga a tiempo. Y si lo hacen niños, mejor aún. Así no
es necesario hacer papeleo de contratos o pagar impuestos. En nuestro
pueblo es algo común. Ocurre que los estudiantes van allí en vez de a
clase. Se hace porque de alguna manera hay que vivir”, comentó el abuelo
de Oleg a la prensa.
Slavik, un niño de diez años, admitió que
a menudo es enviado a la factoría en lugar de al colegio. “Bueno, doy
de comer a los pollos y los cuido. Allí la mayoría son niños. Mi
profesor sabía que iba a la granja en vez de a clase”.
Según las estimaciones más “optimistas”,
las ganancias diarias de los niños que trabajan en la granja ronda las
50-60 grivnas, algo más de dos dólares, aunque en realidad se trabaja
“por lo que sea”. Y como demostró la inspección de la fiscalía de la
región de Járkov, los adolescentes no habían pasado revisiones médicas,
trabajaban sin consentimiento paterno, sin contrato y sin las
instrucciones de seguridad necesarias para no contaminar la producción.
Y, por supuesto, el trabajo de los menores no consta en la cuenta de
resultado de la empresa, que consigue grandes ganancias. “No se puede
saber cuánto y en qué condiciones han trabajado o cómo se les paga.
Puede que no haya ningún otro país en el mundo en el que se dé trabajo
juvenil con tanta falta de derechos”, afirmó el asesor del presidente
del consejo del distrito, Alexey Rudnev.
Los
recientes casos de Járkov y Ojoche no son excepciones. El trabajo
ilegal, incluido el de niños menores de 15-16 años, está extendida en
toda Ucrania, aunque habitualmente solo trascienden los casos cuando se
produce alguna emergencia. Este fenómeno es consecuencia directa de la
actual crisis económica, cuyos factores son de sobra conocidos: la
inflación, el paro, el impago de salarios, el catastrófico aumento de
los precios de los servicios básicos al mismo tiempo que se liquidan
sistemáticamente las prestaciones sociales. Con cada vez más
dificultades para sustentar a sus hijos, el trabajo infantil se hace más
común y, en algunos casos, se convierte en necesario para muchas
familias ucranianas. Y las empresas de “los países europeos” están
dispuestas a aprovecharse de la oportunidad de ganar dinero a base de
explotación de menores. Además, con la crisis y el caos legal que reina
en el país, nadie presta especial atención a la actual legislación
laboral y a las normas de protección de los trabajadores.
Los adolescentes reciben salarios más
bajos y pueden ser despedidos sin haber cobrado siquiera esos salarios.
Así que, en caso de accidente, el empresario no es responsable de nada:
resulta que los jóvenes accidentados nunca trabajaron allí. Además, los
adolescentes suelen trabajar en puestos no cualificados, algo muy
alejado de la idea de la infancia feliz. Por ejemplo, suelen trabajar en
la construcción, como el joven de 17 años que murió en Járkov.
“No puedo decir que no haya habido
adolescentes trabajando en la construcción antes”, afirmó Alexander
Semus, encargado de obra en Járkov. “Nadie se sorprendía de que chicos
tan jóvenes trabajasen sin contrato porque nadie miraba esos documentos.
Normalmente vienen de los pueblos. En los pueblos no hay trabajo y no
se espera que haya, no se pueden ir al extranjero, no hay educación y de
alguna manera tienen que ganar dinero. Queda cargar ladrillos. En cada
equipo de construcción tenemos chicos de 16 años y menos”. "Pueden ganar
2000-3000 grivnas. Nadie les instruye sobre seguridad: se aprende todo
trabajando. Y a beber ya habían aprendido”.
Según un estudio realizado en
colaboración con la Organización Mundial del Trabajo antes de
Euromaidan, casi medio millón de niños y adolescentes trabajan en
Ucrania. Además, los investigadores admiten que esa cifra no incluye a
muchos menores que trabajan ilegalmente. Según el estudio, llega a haber
niños de 12 años trabajando y los menores de 13-14 años trabajan un 6%
más que los adultos. La jornada laboral de los jóvenes de 15-17 años
supera las 56 horas a la semana. La agricultura emplea a 150.000 niños
de 14-15 años, la tercera parte de ellos con problemas de salud, y
muchos están empleados en trabajos de gran dureza.
El departamento de Cirugía de
Reconstrucción de Kiev muestra imágenes de niños que han sufrido
accidentes laborales y registra alrededor de 15-16 casos anuales en los
que esos accidentes han causado lesiones que han necesitado de
amputaciones de dedos o extremidades.
Desde la realización del estudio, la
situación ha seguido complicándose, en primer lugar por la proliferación
de “profesiones” ilegales, que fomenta el uso incontrolado de trabajo
infantil. Nos referimos principalmente a la producción de ámbar, que ha
aumentado sin control en zonas de Volinia, Rivne y Zhitomir. Es ahí
donde es más común ver menores trabajando. Además, a menudo se ven
obligados a compartir sus ganancias con los representantes de las mafias
que controlan estos negocios, que exigen el pago de un “impuesto”.
“Los niños limpian las bombas de arena,
corren por ahí con redes. Ven mejor que los padres, pueden recoger mucho
más ámbar”, afirmó Viktor, un residente de Zhitomir. “Se puede decir
que es el principal trabajo de los adolescentes, todos quieren dinero y
cualquiera puede ir al monte a por ámbar, en cualquier momento del año,
con cualquier clima, día y noche. A veces las chicas también ayudan.
¿Qué otra cosa van a hacer?”
Las
redes sociales muestran docenas de fotos de adolescentes cavando
agujeros en “Copanca” incluso en días festivos como San Nicolás, día en
el que, según la tradición de Ucrania occidental, los niños reciben
regalos. Tampoco sorprende que los jóvenes buscadores de ámbar aparezcan
en los informes policiales. En julio del año pasado, la policía detuvo a
dos menores junto a la frontera. Los residentes de la localidad
irrumpieron en el puesto de frontera, lo que dio lugar a un tiroteo que
produjo heridos. Poco después, la policía detuvo a tres adolescentes de
16 años del pueblo de Volodymyrets, que buscaban ámbar utilizando
material ilegal. En abril de 2016, cerca de Susani, la policía detuvo a
un grupo de chicos de 15-16 años que se habían hecho con 35 kilogramos
de ámbar. Finalmente, en el caso más reciente, el 14 de junio, cerca del
pueblo de Ozertsy, un joven de 16 años resultó herido de gravedad
cuando circulaba en bicicleta con sus amigos camino al campo de Copanca.
Alguien de la competencia en este negocio ilegal les disparó en el
bosque.
“Todo lo relacionado con la extracción de
ámbar es criminal y muy peligroso. Especialmente para los menores. En
primer lugar, hay muchos accidentes. Está claro de quién es la culpa y
nadie esconde que hay graves lesiones. Se puede caer en agujeros, pueden
caer árboles encima, se puede hundir en la arena y es difícil salir de
ahí. Y no solo les pasa a los adultos. Además, se producen incidentes a
causa del alcohol". “Ahora, en los bosques hay muchas armas”, afirma uno
de los voluntarios de Zhitomir, que han estudiado la situación en la
zona del problema del ámbar. “El hecho de que haya niños ahí es un
problema. Es un problema que cuando un estudiante quiere comprar un
teléfono, vaya al bosque a por ámbar. Y lo peor es que todos piensan que
no pasa nada”.
Es evidente que la llegada de la “fiebre
del ámbar” a la región, una de las que sufre unos niveles de paro más
altos del país, no es accidental. Es preciso recordar que en el marco de
la “reforma de la educación”, el Gobierno ucraniano ha iniciado una
reducción a gran escala de las escuelas rurales de Zhitomir, donde se ha
cerrado el 76% de las instituciones educativas. Privando a la juventud
de educación y trabajo, limitando así sus posibilidades de mejorar su
situación, el Estado empuja a esta generación a los campos de ámbar, que
sustituyen a las universidades. Las alternativas a este negocio son
escasas: el crimen, la tala ilegal, la emigración o el servicio militar,
a riesgo de perder la salud o la vida. Y mientras la situación
económica empeora en el país, seguirá aumentando el trabajo ilegal de
menores, incluyendo también la explotación sexual, que es un tema
doloroso que merece un capítulo aparte.
Según los últimos datos de Naciones
Unidas, 168 millones de menores se ven obligados a trabajar. Es evidente
que el número de adolescentes en el mercado laboral ucraniano está
aumentando. El 1 de junio, defensores de los derechos humanos
protestaron en Bruselas contra el trabajo infantil, “cavando”
simbólicamente en una tierra hecha de teléfonos móviles, ya que se acusa
a los fabricantes de tecnología de explotación infantil en la
extracción de cobalto en África. Sin embargo, es posible que en un
futuro próximo la opinión pública mundial tenga que prestar atención a
la situación de los menores ucranianos, que trabajan ilegalmente
extrayendo ámbar en las mismas condiciones medievales: no están en un
lejano continente sino muy, muy cerca de la frontera de la Unión
Europea.
Fuente: Slavyangrad.
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