Por María Serrano, publicado en Andalucía diario.
Sevilla es una ciudad con buena memoria sobre su pasado. Es una ciudad con una fuerte identidad y una viva conciencia de sí misma, pero cuya memoria colectiva parece haber amputado hechos históricos tan trascendentales como la existencia de cuatro campos de trabajo forzado para presos republicanos, el último de los cuales se cerró nada menos que ¡en 1962! Cuando se hace la pregunta “¿pero tú sabías que en Sevilla hubo cuatro campos de concentración?”, escolares, adolescentes, jóvenes o adultos muestran el gesto de incredulidad y estupor de quien nunca ha oído hablar de algo muy cercano que parece imposible que le fuera desconocido.
Para la iconografía franquista eran conocidos como colonias penitenciarias, aunque hoy los testimonios orales de quienes vivieron aquello los califican como verdaderos campos de concentración. El Grupo de Trabajo de Memoria Histórica de CGT Andalucía ha querido mostrar los parajes de cuatro campos de concentración franquistas que se encuentran a pocos kilómetros de la ciudad de Sevilla: el Colector, los Merinales, el Arenoso y la Corchuela han sido los elegidos en una visita guiada este sábado por Cecilio Gordillo, uno de los activistas de referencia del memorialismo andaluz.
LA ESCLAVITUD ES RENTABLE
La primera parada se realiza en un parque cercano al barrio de los Bermejales en Sevilla, donde se encontraba el campo del Colector. La empresa Entrecales y Távora, hoy Acciona, llevó a cabo una importante obra hidráulica en 1937. Gordillo recuerda “cómo la empresa tenía el derecho de elegir a dedo a los trabajadores que necesitara dentro de las cárceles”. Esta mano de obra esclava permitiría avanzar el trabajo de forma mucho más eficiente, ya que para para los republicanos era un sistema de redención de penas gracias a las horas de trabajo.
En este campo llegaron a concentrarse más de 500 presos del franquismo. La localización de la zona no ha sido tarea fácil. Cecilio apunta que han “sido meses de trabajo superponiendo planos hasta saber las coordenadas exactas para ubicar la zona y los barracones de estos presos”. A pesar de la singularidad de este enclave, no hay ninguna placa, hasta el momento y a pesar de la petición al Ayuntamiento de Sevilla para que recuerde a aquellas víctimas sometidas durante años a durísimos trabajos forzados.
EL ÚLTIMO CAMPO DE ESPAÑA
Para acceder al segundo campo, solo hay que recorrer escasos kilómetros. En el campo de los Merinales se ubicaron la mayoría de los republicanos que construyeron el famoso Canal de los Presos. Es un espacio de 59.000 metros cuadrados. En este paraje se ubicaban las zonas de obra junto a los barracones. Es el único de los cuatro campos donde queda algún resto, ya que aún se puede ver entre la hierba la cimentación de aquellas casas de hormigón.
Gordillo destaca que también “quedan restos de los centros del cuerpo de guardia, la zona administrativa y el almacén de alimentos”. Se trata del último campo que se cierra en España, en febrero del 62. Gordillo relata la anécdota de cuándo llegó a conocer en persona al hombre que echó el cerrojo a este campo y de cómo los archivos con todos los nombres estaban ubicados en el mismo lugar donde los dejo cuarenta años antes en el archivo de la prisión provincial de Sevilla en 2001.
En las alambradas que rodeaban el campo, las familias de los presos acudían cada fin de semana para poder ver a sus seres queridos, “Era tal la cantidad de gente que venía a esta zona que Renfe puso un apeadero en los años 50 con el nombre de los Merinales, justo al lado del campo”.
LAS MUJERES, SIEMPRE LAS MUJERES
Mari se encuentra discretamente entre el público, aunque se historia, como hija de uno de estos presos, no pasa desapercibida para nadie. “Mi padre estuvo cumpliendo largos años de reclusión en este campo y haciendo el Canal de los Presos”. Recuerda cómo su madre, que vivía en la provincia de Almería, se acercaba cuando tenía medios para poder ver a su marido, pasando muchas dificultades. “Mi madre venía y buscaba una habitación donde dormía en el suelo con varias mujeres de los presos en Dos Hermanas. Les dejaban hacer de comer en las casas donde les alquilaban las habitaciones y luego por la mañana les traían comida”.
El padre de Mari fue condenado a muerte y luego pudo redimir la pena con trabajos forzados. Por cada día de trabajo, les daban seis como redención de pena.
Emocionada recuerda cómo meses antes de morir, en febrero de 1981, trabajaba para la revista Andalucía Libre donde le dedicó un extenso reportaje con fotografías hablando de los años que había pasado como trabajador eslavo en estas tierras.
El campo del Arenoso es la siguiente parada del camino. El cortijo que se encuentra en la misma zona, donde estaban los barracones, tiene aún el mismo nombre. Gordillo visitó esta zona por primera vez en el año 2001. “Cuando hablamos con los propietarios nos dijeron que iban a poner una placa y aún no hemos sabido más nada”, aclara.
¿PARA CUÁNDO UNA PLACA?
Hace quince años había muchos restos de almacenaje del campo. Hoy no queda apenas nada de aquel lugar de la memoria. Gordillo apunta que “fue el primer campo relacionado con el Canal junto el de la Corchuela”.
Ambos campos fueron cerrados en el año 42. Ricardo Limia, preso superviviente del campo de la Corchuela, ayudó a Cecilio a delimitar cuál era aquella zona que hoy se encuentran dentro de un Parque, propiedad de la Junta de Andalucía. “Tampoco éste último ha sido reconocido por la administración”, señala Cecilio.
Gordillo apunta al final de la visita que “aún queda mucho por resolver para que estos enclaves puedan ser visitados y señalizados como zonas donde los presos tuvieron que trabajar en campos de trabajos forzados”. Solo en Andalucía la cifra de campos asciende a 55 centros. En todos ellos se llevó a cabo el uso de mano de obra esclava por parte de presos del régimen de Franco.
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