Por Alejandro Cifuentes, en Diario Octubre.
Hoy más que nunca,
cuando los grandes conglomerados financieros evocan de nuevo al
autoritarismo para aceitar los engranajes de la acumulación de capital,
debemos recodar el sacrificio de los pueblos del mundo y de la sociedad
soviética en la derrota histórica del fascismo.
75 años después de que el régimen nazi capitulara ante el Ejército Rojo, el diputado alemán del partido de izquierda Die Linke,
Diether Dehm, decidió homenajear a Vladímir Varénik, quien combatió en
la batalla de Berlín, colocando un mensaje del veterano ruso en el
edificio del Reichstag: “El planeta Tierra es nuestra casa común.
Nosotros somos vecinos en esta casa, cercanos y lejanos. Y es hora de
vivir como vecinos”. Dehm cree que no se debe olvidar el esfuerzo de los
hombres y mujeres que contribuyeron a liberar a Alemania del fascismo, y
que costó la vida de 27 millones de personas.
Sin embargo, hoy las democracias occidentales se han empeñado en
negar el esfuerzo soviético en la derrota del fascismo, e incluso,
culpan a la Unión Soviética del estallido mismo de la guerra, mientras
que se erogan el rol de salvadores de la humanidad. Al mismo tiempo, la
Unión Europea y la Casa Blanca apoyan gobiernos en Europa Central y
Oriental de corte neo-fascista. Estos gobiernos han venido construyendo
un discurso histórico revisionista que exalta a fascistas locales que
colaboraron con los nazis, tal como el ucraniano Stepan Bandera o los
“lobos de hierro” lituanos, los cuales, entre otras cosas, participaron
activamente en el exterminio de la población judía de sus países.
Una guerra de exterminio
Cuando occidente se presenta como el principal protagonista de la
derrota del nazismo, omite el hecho de que la Unión Soviética cargó el
mayor peso de la guerra. En primer lugar, los alemanes desplegaron más
recursos militares contra los soviéticos: entre 1941 y 1945 el Ejército
Rojo enfrentó a 674 divisiones del ejército alemán. Mientras, en el
mismo periodo, los aliados occidentales lucharon contra 176 divisiones
alemanas.
Para 1944 se calcula que seis millones y medio de soldados alemanes
habían sido desplegados, pero dos tercios de ellos combatían contra los
soviéticos. Además, la aviación alemana empleó y perdió 77 mil cazas de
combate contra los soviéticos en comparación a los 23 mil aviones
perdidos contra los aliados occidentales.
En segundo lugar, el efecto de la guerra fue mayor para la sociedad
soviética: se calcula que 14 millones de civiles murieron durante la
contienda. La cifra se conoce bien, pero a menudo se pasa por alto que
no fueron simples bajas por el fuego cruzado. Las vidas sacrificadas y
el gigantesco despliegue militar alemán en la Unión Soviética responden
al hecho de que los nazis planificaron una guerra de exterminio contra
ese país.
Los nazis se lanzaron en una cruzada contra el comunismo y los
pueblos eslavos, que consideraban “subhumanos”. Ello explica el hecho de
que 5.7 millones de civiles soviéticos y tres millones de prisioneros
de guerra del Ejército Rojo fueran asesinados en los campos de
concentración alemanes.
Los nazis pretendían convertir las estepas rusas en una zona para
colonos agrícolas alemanes, quienes tendrían a su servicio a los
esclavos sobrevivientes. La idea era borrar del mapa todo vestigio de la
sociedad soviética, cosa que John F. Kennedy reconoció en 1963, cuando
afirmó que ninguna nación en la historia de la guerra había sufrido
tanto como la Unión Soviética durante la Segunda Guerra Mundial.
El presidente estadounidense calculaba que una tercera parte del
territorio soviético y dos tercios de su infraestructura industrial
habían sido reducidos a la ruina. Y sus cifras no estaban lejos de la
realidad. 15 grandes ciudades fueron destruidas, así como más de 8.700
ciudades intermedias y pueblos, lo que implicó la destrucción de seis
millones de edificios dejando sin hogar a 25 millones de personas. Más
de mil minas de carbón y tres mil pozos de petróleo fueron inutilizados
por los nazis, quienes saquearon 98 mil granjas colectivas, y casi tres
mil estaciones de maquinaria y tractores.
Una victoria del pueblo soviético
La derrota del fascismo fue ante todo un hecho protagonizado por
campesinos y obreros, que no solamente se movilizaron como soldados,
sino que mantuvieron funcionado las granjas colectivas y las fábricas,
para alimentar a las ciudades y abastecer a las tropas en el frente.
Hay que resaltar que en la derrota del fascismo confluyeron diversas
naciones, pues el Ejército Rojo estaba compuesto no solamente por rusos,
sus soldados provenían de las etnias túrquicas y mongolas de Asia
Central, de los pueblos del Cáucaso, de los países bálticos, de Ucrania e
incluso de Polonia.
Tal cosa fue posible porque el pueblo soviético se movilizó para
defenderse ante la agresión nazi. Millones de personas como voluntarios,
aun mintiendo sobre su edad o a pesar de sus limitaciones. Este fue el
caso de Vasili Grossman, quien, sabiendo de las atrocidades cometidas en
Ucrania contra los judíos, buscó integrarse a la lucha a pesar de las
limitaciones físicas que le impedían el uso de las armas. Finalmente se
convirtió en corresponsal de guerra, y nos dejó impresionantes
testimonios de esta confrontación.
Pero fueron las mujeres las que más lucharon por ganarse un puesto en
la lucha contra el fascismo. Muchas de ellas experimentaron el rechazo
social por querer ejercer el rol de soldado, y al final sus actos
demostraron ser de gran valía en el campo de batalla. Solamente por
señalar algunos casos, tenemos a la obrera e historiadora ucraniana
Liudmila Pavlichenko, que se convirtió en la francotiradora más exitosa
hasta ahora registrada; o la coronel Marina Raskova, quien formó el
famoso Regimiento 588º, de bombardeo nocturno, bautizado por los
soldados alemanes como Brujas de la noche.
Por los pueblos del mundo
Con todo, los primeros en reconocer que el triunfo sobre el fascismo
no fue solamente una conquista soviética, son los veteranos del Ejército
Rojo. Todos coinciden en que su lucha fue posible gracias a las ayudas
recibidas de Inglaterra y de los Estados Unidos. Y es que la Segunda
Guerra Mundial tiene una particularidad, aunque se originó en disputas
imperialistas, esta se convirtió en una lucha por la libertad, y
millones de personas a lo largo y ancho del mundo fueron voluntariamente
a la guerra contra el fascismo, pues era un enemigo que había que
derrotar.
Jóvenes estadounidenses y británicos antifascistas se unieron a sus
ejércitos, enfrentando incluso los prejuicios sociales y raciales en sus
propias líneas, como les ocurrió a los pilotos y marineros
afroamericanos. En la Europa ocupada se formaron grupos partisanos para
resistir a los nazis, y poco a poco lograron levantar en armas al
pueblo, logrando así la liberación de zonas como Italia, Yugoslavia,
Bulgaria, Checoslovaquia y Polonia. En el extremo oriente, los
campesinos desde China a Filipinas, de Birmania a Indochina (actuales
Laos, Camboya y Vietnam), se alzaron contra los invasores japoneses. E
incluso pilotos de combate mexicanos, brasileros y argentinos dieron sus
vidas para poner fin a la amenaza fascista.
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