En América Latina la mayoría de las naciones están siendo dominadas por tipos de gobiernos, donde la impunidad de los crímenes de Estado contra periodistas, trabajadores sociales y sindicales son habituales, no extraña que las medidas fascistas en el trabajo realicen un tipo de esclavitud asalariada que impulsa a muchos trabajadores al suicido.
Recientemente en Guatemala 43 niñas y adolescentes fueron quemadas, después que el día 8 de marzo se habían manifestado en defensa de sus derechos, por los constantes abusos y
violaciones que recibían por parte de las autoridades de un "hogar
de protección estatal contra los abusos".
El Estado de Guatemala no asumió su responsabilidad; más aún, los
bomberos tras el incendio que causó la muerte de las jóvenes, tardaron 40
minutos en llegar, y estos denunciaron que cuando lo hicieron los policías no les dejaron entrar en el "Hogar".
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A nivel mundial, el imperialismo está destruyendo las conciencias de la mayoría de la población. Las modas, deportes, tecnologías están contribuyendo a que nadie luche, piense, comparta, quieren individuos sumisos, individualistas y consumidores de productos. La Violencia del Estado es uno de esos productos.
Es urgente la lucha por otro Sistema Social Mundial, donde la Solidaridad de Clase, la Defensa de los Derechos Sociales para toda la población, sean de nuevo paradigma del Futuro de la Humanidad. Creemos firmemente que solamente se logrará con el Socialismo y el Comunismo.
Por Ilka Oliva Corado
Y
no estamos preparados para rifarnos el pellejo por otros, no aprendimos
de solidaridad y de colectividad. Creemos ilusamente que nunca nos
tocará a nosotros, que eso solo les pasa a otros: a los que están
metidos en cosas.
El
sistema nos ha preparado generacionalmente para agachar la cabeza y
obedecer a patrones capitalistas; respondemos solamente al derecho de
nuestra nariz, vamos a la universidad para convertirnos en azadones y
escupir la mano de quien nos dio de comer. El sistema educativo nos
prepara para estafar y tiranizar; por un cartón que muy bien podría
servir como papel de baño en cualquier emergencia, o para encender el
fuego para hervir los frijoles en cualquier aldea, nos creemos
intocables y con el derecho a menospreciar y a asaltar a quien menos
tiene. Y nos honramos en robar con el respaldo de la ley. Para eso somos
profesionales, ¡Chish la mierda!
Amasamos
fortunas pensando que cuando nos muramos nos las van a echar a la caja,
o peor aún, creyéndonos inmortales. Entre más dinero y entre más
cartones, nos vamos volviendo más imbéciles, robotizados, marionetas,
acrecentando nuestra insensibilidad. Entonces creemos que vivir es tener
un reloj de marca, la ropa de moda, el carro de último modelo, las
amistades compradas y obedientes, contactos en las altas esferas de la
sociedad, los viajes por el mundo; pregonamos nuestra falsa felicidad
para que otros nos alaben, nos envidien y nos respeten. Vivimos como el
capitalismo quiere: imbéciles, sin criterio propio, ruines, títeres que
el estafador de turno puede manipular.
Mientras
nos mantienen ocupados con un televisor que a alguien se le ocurrió que
sería el anzuelo perfecto para succionar cerebros, o mientras
fanfarroneamos con nuestro carro nuevo, con el armario lleno de zapatos,
creyéndonos exitosos; poderosas transnacionales secan y envenenan el
agua de nuestros ríos. Solo porque a alguien sin oficio se le ocurrió
manipular a la masa mundial haciéndonos creer que ciertos minerales son
valiosos fuera de las entrañas de la tierra. Todo tiene su hábitat
natural y no debemos tocarlo, porque no nos pertenece, estamos en esta
tierra solo de paso. Y solapamos esa hipótesis con nuestro silencio y no
solo, también comprando esos minerales que solo pertenecen a las
entrañas de la tierra. Somos cómplices del ecocidio mundial que las
minerías ocasionan y del trabajo esclavo, porque bien sabemos que miles
de personas alrededor del mundo siguen siendo explotadas y violentadas
por el tráfico de minerales: los diamantes de sangre, son un ejemplo y
los mineros que cada poco mueren soterrados.
¿En
qué momento permitimos que existieran especies en peligro de extinción?
Por qué no hacemos justicia y nos extinguimos nosotros como humanos,
que somos los que estamos acabando con el planeta. Los gobiernos de
corte neoliberal oprimen a los Pueblos Originarios, un genocidio lento
de más de 500 años. Nosotros solapamos con nuestro silencio, somos
cómplices. Porque a no sé a quién se le ocurrió que unas etnias por
distintas entran en el rubro de personas, mientras otras pasan como
animales de carga. Nunca nos preguntamos, ¿y si yo estuviera en su
lugar? O simplemente saber que la diversidad nos engrandece como
humanidad.
A
la vuelta de la esquina, al otro lado del cerco, a media cuadra, de día
y de noche, la violencia institucionalizada realiza limpiezas sociales
en las periferias; niñas, niños y adolescentes amanecen asesinados y
torturados, y nosotros cómodamente rascándonos la panza decimos sin
parpadear: “en algo andaban.” Solapamos porque juzgamos con nuestros preconceptos producto de un sistema patriarcal y de castas, como sociedad
de mente colonizada que hace alarde de su racismo y clasismo.
Mafias
poderosas de carácter internacional, infestan la sociedad en la que
vivimos, están en todos lados: deportes, televisión, radio, escuela,
gobierno, sistema. De reojo las vemos pasar y procuramos no hacer ruido
para que no nos miren. Al margen, con las piernas temblando de miedo y
cobardía, observamos cómo devastan el país, pero si hay tajada y nos
comparten del festín, celebramos el asalto y acariciamos el botín.
Seguimos alimentando el patriarcado que tanto daño nos hace como
humanidad, porque a unos cuántos los beneficia y si nosotros estamos
entre los beneficiados pues le soltamos el hilo. Lo mismo que a la
impunidad.
Sigamos
pensando, ingenuamente, que nosotros estamos fuera del sistema y que
nuestro mundo es aparte, que nuestra burbuja es intocable, que nunca
conoceremos el dolor de la injusticia, sigamos abusando de la
naturaleza, sigamos siendo insensibles e inhumanos. Sigamos con nuestros
preconceptos, asaltando con nuestros títulos universitarios. Sigamos
viendo de reojo, calladita la boca. Sigamos solapando con nuestro
silencio y pasividad, sigamos siendo cómplices de sistemas patriarcales,
injustos, corruptos, manipuladores y opresores.
Y como decimos en Guatemala, sigamos así, que chulos nos miramos.
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