Por Carlos de Urabá
El golpe de estado cometido a traición por el general Franco el día 18
de julio del 1936 contra el gobierno legítimamente constituido de la
república fue a todas luces uno de los desastres más espantosos que haya
padecido España en su historia más reciente. Además de sembrar la
destrucción y la muerte dividió a la sociedad española en dos bandos
casi irreconciliables. Las tropas franquistas y sus aliados nazis e
italianos utilizaron los métodos más crueles para reprimir la
resistencia popular con el bombardeo de pueblos y ciudades, matanzas,
fusilamientos, juicios sumarísimos, cárceles, torturas, proscritos y
exiliados.
El protagonista de la historia que vamos a relatar es la del señor José
Antonio Alonso Alcalde, nacido el 14 de abril de 1919 en el Entrego,
Asturias, e hijo de una familia de mineros emigrados a Tarragona. Este
hombre a los 17 años de edad tuvo que alistarse en el ejército
republicano para defender la legalidad constitucional amenazada por la
sublevación del ejército español de África. José Antonio Alonso igual
que lo hiciera miles y miles de jóvenes fue consecuente y asumió el reto
de incorporarse a filas dispuesto a entregar su vida por defender la
justicia y la libertad.
José Antonio Alonso con sus 95 años a cuestas y gracias a su prodigiosa memoria es uno de los pocos guerrilleros supervivientes que nos puede brindar un testimonio fidedigno acerca de esos históricos acontecimientos. Su bautizo de fuego lo tuvo en la batalla del Segre, en la que participó engrosando las filas en la 42 brigada mixta de la 32 división.
El general Yagüe, un veterano de la guerra colonial africana, avanzaba imparable con las tropas nacionales compuestas de regulares marroquíes, falangistas, requetés navarros apoyados por de la aviación alemana e italiana. Con el tremendo desgaste del ejército rojo en la batalla del Segre y su posterior derrota en la batalla del Ebro rompió las líneas del frente de Cataluña dejando el camino expedito a los Nacionales hacia Barcelona.
La suerte estaba echada y a finales del año 1938 el ejército republicano de Cataluña al mando del general Vicente Rojo a causa de la inferioridad numérica, la falta de armamento y munición, se derrumbó. Poco podía hacer ya el gobierno de la república ante una situación tan desesperada porque Francia, Gran Bretaña o los Estados Unidos los dejaron completamente abandonados. La única esperanza que los mantenía en guardia era el apoyo que recibían de la Unión Soviética.
El 26 de enero de 1939 sin apenas prestar resistencia cae Barcelona en manos de las tropas nacionales. Aunque días antes ya había comenzado lo que los historiadores denominarían como “la retirada” o la caótica huida de miles de militares y partidarios de la república rumbo a la frontera francesa. El día El 24 de febrero de 1939 el gobierno francés reconoce a Franco, y el 27 de febrero lo secunda Gran Bretaña; unos días después, Estados Unidos. De esta manera el “generalísimo” es legitimado por las potencias mundiales capitalistas que prefirieron al fascismo antes que el comunismo estalinista se instaurara en España.
El día 1 de abril de 1939 el general Franco firma el último parte de guerra en el cuartel general de Burgos proclamando el triunfo de la “gloriosa cruzada nacional”.
Al final fueron más de medio millón de personas completamente desmoralizadas cruzan los Pirineos buscando asilo en territorio francés. José Antonio Alonso hace parte del éxodo y el día 13 de febrero de 1939 pasará junto a su brigada por el puesto fronterizo de Prats –de- Mollo – por allí también escapan: Azaña, Martínez Barrio, el president de la Generalitat Companys y el Lendakari José Antonio Aguirre. La gendarmería francesa les depara la más despreciable de las bienvenidas pues su destino no será otro que los campos de concentración. El gobierno de Deladier ha ordenado que se les trate como extranjeros indeseables “delincuentes que ponen en peligro la seguridad del estado”. Desarmados, divididos por grupos; por un lado los hombres y los milicianos, y por el otro las mujeres y los niños fueron conducidos a distintas localidades como Argeles –sur- Mer, Saint Cyprien-Barcarés, Bram, Gurs, Septfonds donde se les confinó en terrenos baldíos rodeados de alambre de púas bajo la atenta vigilancia de los tiradores senegaleses, los soldados coloniales marroquíes y los guardias móviles. A la intemperie tuvieron que soportar las inclemencias climáticas y la falta de alimentos. Ante unas condiciones tan extremas los más débiles agonizaban devorados por las plagas de piojos y garrapatas. A las dos o tres semanas les instalaron tiendas de campaña y poco después ellos mismos tuvieron que levantar sus propios barracones. Los refugiados jamás imaginaron el tremendo castigo que iban a padecer y muchos prefirieron volver a España (a pesar de las represalias que les aguardaban) antes que seguir soportando tamaña humillación.
El gobierno francés con el propósito de explotar la mano de obra de los refugiados creó las Compañías de Trabajadores Extranjeros que surtían de peones y obreros sectores tales como la agricultura, la industria o la construcción. Cada trabajador recibía una paga diaria de 50 céntimos, un paquete de cigarrillos y sellos para mandar cartas a sus familiares.
Desde luego que a los derrotados de la guerra civil les había caído una maldición porque a los pocos meses estalló la Segunda Guerra Mundial. De inmediato las Compañías de Trabajo –entre las que se encontraba la de José Antonio Alonso- fueron transferidas hasta la frontera belga (La Meuse) para abrir trincheras y reforzar las fortificaciones a lo largo de la línea Maginot. El gobierno francés debía tomar las debidas precauciones ante la amenaza del poderío bélico Nazi.
El día 10 de mayo de 1940 el ejército alemán utilizando la táctica de “guerra relámpago” invade Bélgica y días después penetra en Francia por la zona de las Ardenas. Un golpe de mano muy bien planificado por Hitler y su alto Estado Mayor que anula por completo las defensas de la Línea Maginot. La población francesa al saberse desprotegida presa del pánico huye en desbandada hacia el interior del país. En los Vosges miles de trabajadores españoles cayeron en manos de los nazis que sin compasión los deportaron en trenes rumbo a Mauthausen – más adelante a Dachau, Buchenwakld- donde en régimen de esclavitud tuvieron que construir su propia cárcel. Este gigantesco campo de concentración luego se haría tristemente célebre en el holocausto judío. Según las estadísticas reflejadas por los historiadores 4.440 republicanos españoles perdieron la vida en esas fábricas de terror y muerte. José Antonio Alonso felizmente consigue evadirse y regresa a Toulouse, en el sur de Francia, donde se reintegra a su compañía de trabajo.
En mayo de 1940 el presidente del Consejo de Ministros francés Paul Reynaud desde Burdeos envía un telegrama a Londres anunciando la catástrofe: “Estamos derrotados, hemos sido vencidos” A continuación renuncia y entrega el poder al ultraderechista Laval que dividió el país entre la zona ocupada y la Francia libre con sede en Vichy. En esta última será nombrado en el cargo de Primer Ministro el mariscal Pétain, héroe de la Primera Guerra Mundial.
El gobierno colaboracionista de Vichy organiza el Servicio de Trabajo Obligatorio para explotar la mano de obra de los refugiados y prisioneros políticos en las fábricas de armamento, la minería –hierro, carbón- la confección de equipos militares, construcción de líneas defensivas, carreteras, puertos, aeródromos, etc.
El 15 de junio del 2014 en el pueblo de Vira, en el Ariege, (sud-oeste de Francia) -para festejar los 75 años de la liberación de Francia de las garras del fascismo- se le rindió un sentido homenaje por parte de las autoridades francesas al señor José Antonio Alonso, alias comandante “Robert” -uno de los últimos guerrilleros españoles de la resistencia antifascista-. En una emotiva ceremonia a la que asistieron el Ministro Delegado de Antiguos Combatientes, Kader Arif, las autoridades locales y un numeroso público, recibió de manos del presidente del Senado francés, monsieur Jean Pierre Bell, la Orden del Mérito Nacional por su brillante papel en la liberación de Foix, Ariege.( también cuenta en su haber las medallas de Caballero Oficial de la Legión de Honor de Francia, Caballero de la Legión de la República Polaca, medalla de Lealtad a la República Española, Roseta de Primer Orden Nacional francés).
Por ahora ni el gobierno español ni el asturiano se han negado rendirle un justo reconocimiento a este heroico combatiente.
El comandante “Robert” declara que la campaña guerrillera todavía no ha terminado, la misión está inconclusa pues en España reina un soberano heredero del franquismo. Y aunque él esté postrado en una silla de ruedas se mantiene firme y en pie de lucha. Sus ideales libertarios y republicanos bullen de rabia y de dolor.
El comandante se nota muy compungido al comprobar como el fascismo gana terreno a pasos agigantados en el panorama político actual.
José Antonio Alonso con sus 95 años a cuestas y gracias a su prodigiosa memoria es uno de los pocos guerrilleros supervivientes que nos puede brindar un testimonio fidedigno acerca de esos históricos acontecimientos. Su bautizo de fuego lo tuvo en la batalla del Segre, en la que participó engrosando las filas en la 42 brigada mixta de la 32 división.
El general Yagüe, un veterano de la guerra colonial africana, avanzaba imparable con las tropas nacionales compuestas de regulares marroquíes, falangistas, requetés navarros apoyados por de la aviación alemana e italiana. Con el tremendo desgaste del ejército rojo en la batalla del Segre y su posterior derrota en la batalla del Ebro rompió las líneas del frente de Cataluña dejando el camino expedito a los Nacionales hacia Barcelona.
La suerte estaba echada y a finales del año 1938 el ejército republicano de Cataluña al mando del general Vicente Rojo a causa de la inferioridad numérica, la falta de armamento y munición, se derrumbó. Poco podía hacer ya el gobierno de la república ante una situación tan desesperada porque Francia, Gran Bretaña o los Estados Unidos los dejaron completamente abandonados. La única esperanza que los mantenía en guardia era el apoyo que recibían de la Unión Soviética.
El 26 de enero de 1939 sin apenas prestar resistencia cae Barcelona en manos de las tropas nacionales. Aunque días antes ya había comenzado lo que los historiadores denominarían como “la retirada” o la caótica huida de miles de militares y partidarios de la república rumbo a la frontera francesa. El día El 24 de febrero de 1939 el gobierno francés reconoce a Franco, y el 27 de febrero lo secunda Gran Bretaña; unos días después, Estados Unidos. De esta manera el “generalísimo” es legitimado por las potencias mundiales capitalistas que prefirieron al fascismo antes que el comunismo estalinista se instaurara en España.
El día 1 de abril de 1939 el general Franco firma el último parte de guerra en el cuartel general de Burgos proclamando el triunfo de la “gloriosa cruzada nacional”.
Al final fueron más de medio millón de personas completamente desmoralizadas cruzan los Pirineos buscando asilo en territorio francés. José Antonio Alonso hace parte del éxodo y el día 13 de febrero de 1939 pasará junto a su brigada por el puesto fronterizo de Prats –de- Mollo – por allí también escapan: Azaña, Martínez Barrio, el president de la Generalitat Companys y el Lendakari José Antonio Aguirre. La gendarmería francesa les depara la más despreciable de las bienvenidas pues su destino no será otro que los campos de concentración. El gobierno de Deladier ha ordenado que se les trate como extranjeros indeseables “delincuentes que ponen en peligro la seguridad del estado”. Desarmados, divididos por grupos; por un lado los hombres y los milicianos, y por el otro las mujeres y los niños fueron conducidos a distintas localidades como Argeles –sur- Mer, Saint Cyprien-Barcarés, Bram, Gurs, Septfonds donde se les confinó en terrenos baldíos rodeados de alambre de púas bajo la atenta vigilancia de los tiradores senegaleses, los soldados coloniales marroquíes y los guardias móviles. A la intemperie tuvieron que soportar las inclemencias climáticas y la falta de alimentos. Ante unas condiciones tan extremas los más débiles agonizaban devorados por las plagas de piojos y garrapatas. A las dos o tres semanas les instalaron tiendas de campaña y poco después ellos mismos tuvieron que levantar sus propios barracones. Los refugiados jamás imaginaron el tremendo castigo que iban a padecer y muchos prefirieron volver a España (a pesar de las represalias que les aguardaban) antes que seguir soportando tamaña humillación.
El gobierno francés con el propósito de explotar la mano de obra de los refugiados creó las Compañías de Trabajadores Extranjeros que surtían de peones y obreros sectores tales como la agricultura, la industria o la construcción. Cada trabajador recibía una paga diaria de 50 céntimos, un paquete de cigarrillos y sellos para mandar cartas a sus familiares.
Desde luego que a los derrotados de la guerra civil les había caído una maldición porque a los pocos meses estalló la Segunda Guerra Mundial. De inmediato las Compañías de Trabajo –entre las que se encontraba la de José Antonio Alonso- fueron transferidas hasta la frontera belga (La Meuse) para abrir trincheras y reforzar las fortificaciones a lo largo de la línea Maginot. El gobierno francés debía tomar las debidas precauciones ante la amenaza del poderío bélico Nazi.
El día 10 de mayo de 1940 el ejército alemán utilizando la táctica de “guerra relámpago” invade Bélgica y días después penetra en Francia por la zona de las Ardenas. Un golpe de mano muy bien planificado por Hitler y su alto Estado Mayor que anula por completo las defensas de la Línea Maginot. La población francesa al saberse desprotegida presa del pánico huye en desbandada hacia el interior del país. En los Vosges miles de trabajadores españoles cayeron en manos de los nazis que sin compasión los deportaron en trenes rumbo a Mauthausen – más adelante a Dachau, Buchenwakld- donde en régimen de esclavitud tuvieron que construir su propia cárcel. Este gigantesco campo de concentración luego se haría tristemente célebre en el holocausto judío. Según las estadísticas reflejadas por los historiadores 4.440 republicanos españoles perdieron la vida en esas fábricas de terror y muerte. José Antonio Alonso felizmente consigue evadirse y regresa a Toulouse, en el sur de Francia, donde se reintegra a su compañía de trabajo.
En mayo de 1940 el presidente del Consejo de Ministros francés Paul Reynaud desde Burdeos envía un telegrama a Londres anunciando la catástrofe: “Estamos derrotados, hemos sido vencidos” A continuación renuncia y entrega el poder al ultraderechista Laval que dividió el país entre la zona ocupada y la Francia libre con sede en Vichy. En esta última será nombrado en el cargo de Primer Ministro el mariscal Pétain, héroe de la Primera Guerra Mundial.
El gobierno colaboracionista de Vichy organiza el Servicio de Trabajo Obligatorio para explotar la mano de obra de los refugiados y prisioneros políticos en las fábricas de armamento, la minería –hierro, carbón- la confección de equipos militares, construcción de líneas defensivas, carreteras, puertos, aeródromos, etc.
El 15 de junio del 2014 en el pueblo de Vira, en el Ariege, (sud-oeste de Francia) -para festejar los 75 años de la liberación de Francia de las garras del fascismo- se le rindió un sentido homenaje por parte de las autoridades francesas al señor José Antonio Alonso, alias comandante “Robert” -uno de los últimos guerrilleros españoles de la resistencia antifascista-. En una emotiva ceremonia a la que asistieron el Ministro Delegado de Antiguos Combatientes, Kader Arif, las autoridades locales y un numeroso público, recibió de manos del presidente del Senado francés, monsieur Jean Pierre Bell, la Orden del Mérito Nacional por su brillante papel en la liberación de Foix, Ariege.( también cuenta en su haber las medallas de Caballero Oficial de la Legión de Honor de Francia, Caballero de la Legión de la República Polaca, medalla de Lealtad a la República Española, Roseta de Primer Orden Nacional francés).
Por ahora ni el gobierno español ni el asturiano se han negado rendirle un justo reconocimiento a este heroico combatiente.
El comandante “Robert” declara que la campaña guerrillera todavía no ha terminado, la misión está inconclusa pues en España reina un soberano heredero del franquismo. Y aunque él esté postrado en una silla de ruedas se mantiene firme y en pie de lucha. Sus ideales libertarios y republicanos bullen de rabia y de dolor.
El comandante se nota muy compungido al comprobar como el fascismo gana terreno a pasos agigantados en el panorama político actual.
Según lo
demuestra el resultado de las últimas elecciones europeas donde la
ultraderecha xenófoba y racista ha obtenido un espectacular crecimiento.
Especialmente en Francia donde el FN de Le Pen, ha alcanzado el 26% de
los votos colocándose como la primera fuerza política. ¿Qué podrá
pensar una persona que se jugó la vida contra el nazismo cuando los
colaboracionistas toman las posiciones de vanguardia?
El comandante Robert no da crédito a lo que está sucediendo, a estas alturas tan cerca a cumplir cien años se le encoge el alma. Como si fuera poco en España los partidos de la derecha monárquica, PSOE y PP, son los máximos defensores de los intereses de la oligarquía, la aristocracia, los banqueros, empresarios o la iglesia católica. La corrupción y el desfalco irreversiblemente arrastra al país a la crisis económica que intentan paliar aplicando medidas de choque (privatización, austeridad y precariedad laboral) que empobrecen aún más a la clase trabajadora.
En el año 1943 la compañía de José Antonio Alonso fue trasladada a Burdeos para trabajar en la construcción de una base de submarinos nazis. Allí permanecerá un par de semanas hasta que logra fugarse. Junto a otros compañeros se dirige a Saint Etienne y Roanne, en el departamento del Loire, para intentar ubicar a sus camaradas del Partido Comunista. Lamentablemente es detenido y confinado en un campo de concentración donde se encarga de desguazar antiguos cañones de la primera guerra mundial para remitirlos a las fábricas de armamento en Alemania.
La mayor parte de las compañías de trabajadores se encontraban infiltradas por militantes del partido comunista español y el francés que poco a poco fueron ingresando en la resistencia; primero en misiones de espionaje, proselitismo y propaganda y luego en actos de sabotaje y emboscadas. Es entonces cuando José Antonio Alonso inicia su carrera de guerrillero. En homenaje a uno de sus camaradas fallecido de un cáncer elige el alias de “Robert” y pasa definitivamente a la clandestinidad.
Gracias a un contacto que le proporcionan los propios militantes del partido viaja hasta el Ariege, en el sur de Francia, donde se suma a las filas de la Tercera Brigada de Guerrilleros Españoles.-donde más adelante asumirá el liderazgo- En un principio no contaba más que con siete miembros, dos pistolas y siete granadas. Pero poco a poco fue creciendo su número hasta que al final de la contienda se contabilizaron 300 guerrilleros. Su principal objetivo era el crear un clima de inseguridad entre las tropas alemanas. Aprovechando la accidentada orografía de las montañas pirenaicas con coraje y valentía se dedicaron a sabotear fábricas, vías ferroviarias, centrales eléctricas, líneas telefónicas, etc.
Finalmente la noche del día 19 de agosto de 1944 la Tercera Brigada de Guerrilleros Españoles al mando del comandante “Robert” lanza el ataque definitivo contra la ciudad de Foix, centro neurálgico del nazismo en la región. En menos de cuatro horas el destacamento de la Wehrmacht nazi se rinde. Allí tenían de rodillas a esa supuesta raza superior que tanto los había despreciado. La población civil celebró su liberación con una explosión de júbilo inolvidable que hasta hoy en día se recuerda con emoción.
El comandante “Robert”, Jefe del estado mayor de la 3 brigada de guerrilleros españoles del Ariege al lado de otro asturiano, Cristino García, de la 21 brigada del XIV del cuerpo de guerrilleros españoles les Franc-Tireurs Partisans pertenecientes al FTP-PCF escribieron una de las páginas más gloriosas de la resistencia antifascista en el sur de Francia.
Al término de la Segunda Guerra Mundial con la victoria aliada los republicanos españoles no depusieron las armas pues tenían que saldar una cuenta pendiente con el franquismo. Entrevista: http://youtu.be/MEGYFPD2BDo
Para esta operación se preparan 3.000 combatientes de la 204 división de guerrilleros de la FFI-UNE encabezada por el Coronel López Tovar con el objetivo de infiltrarse por el Valle de Arán (La operación “Reconquista de España”) y crear una cabeza de puente donde instalar al Gobierno de la República en el exilio. Al liberar esa hipotética zona exigirían la solidaridad de los aliados con el propósito de derrocar a Franco. A tales efectos el PCE envió al jefe de la 158 división de Guerrilleros Españoles Cristino García a organizar la lucha clandestina contra la dictadura en Madrid. Pero desafortunadamente fue detenido y tras un juicio sumarísimo fue ejecutado el 21 de febrero de 1946 en la cárcel de Carabanchel. El gobierno francés en desagravio lo nombró héroe nacional de Francia y símbolo de la resistencia nazi.
En vista de los continuos ataques que cometían los guerrilleros españoles a lo largo de la frontera española el general de Gaulle decidió transformarlos en Patrullas de Seguridad. Unos meses más tarde serían disueltas y todos sus componentes licenciados. De Gaulle apostó por recomponer las relaciones con España y mantener una actitud conciliadora con el “generalísimo”. Este cínico traidor no supo recompensar el sacrificio de los maquis españoles a los que durante el desfile de la victoria en los Campos Elíseos, juró “no olvidar jamás por su lucha en pos de la liberación de Francia”.
El comandante “Robert” no es una reliquia que se coloca en un museo sino la viva voz de un guerrillero que, aunque derrotado en la guerra de España, supo sobreponerse al infortunio y sepultar la bestia del fascismo.
Hoy en el ocaso de su existencia su único deseo es el de ver pronto instaurada la III República. Un anhelo que no puede quedarse solo en un sueño romántico representado por himnos y el ondear de banderas en las manifestaciones multitudinarias. Ahora que el rey ha abdicado es el momento preciso para minar los cimientos de la decadente monarquía. El pueblo español tiene que recuperar su conciencia y quitarse de encima ese indignante estigma de súbditos o siervos de un monarca, antes que ciudadanos libres y soberanos.
El comandante Robert no da crédito a lo que está sucediendo, a estas alturas tan cerca a cumplir cien años se le encoge el alma. Como si fuera poco en España los partidos de la derecha monárquica, PSOE y PP, son los máximos defensores de los intereses de la oligarquía, la aristocracia, los banqueros, empresarios o la iglesia católica. La corrupción y el desfalco irreversiblemente arrastra al país a la crisis económica que intentan paliar aplicando medidas de choque (privatización, austeridad y precariedad laboral) que empobrecen aún más a la clase trabajadora.
En el año 1943 la compañía de José Antonio Alonso fue trasladada a Burdeos para trabajar en la construcción de una base de submarinos nazis. Allí permanecerá un par de semanas hasta que logra fugarse. Junto a otros compañeros se dirige a Saint Etienne y Roanne, en el departamento del Loire, para intentar ubicar a sus camaradas del Partido Comunista. Lamentablemente es detenido y confinado en un campo de concentración donde se encarga de desguazar antiguos cañones de la primera guerra mundial para remitirlos a las fábricas de armamento en Alemania.
La mayor parte de las compañías de trabajadores se encontraban infiltradas por militantes del partido comunista español y el francés que poco a poco fueron ingresando en la resistencia; primero en misiones de espionaje, proselitismo y propaganda y luego en actos de sabotaje y emboscadas. Es entonces cuando José Antonio Alonso inicia su carrera de guerrillero. En homenaje a uno de sus camaradas fallecido de un cáncer elige el alias de “Robert” y pasa definitivamente a la clandestinidad.
Gracias a un contacto que le proporcionan los propios militantes del partido viaja hasta el Ariege, en el sur de Francia, donde se suma a las filas de la Tercera Brigada de Guerrilleros Españoles.-donde más adelante asumirá el liderazgo- En un principio no contaba más que con siete miembros, dos pistolas y siete granadas. Pero poco a poco fue creciendo su número hasta que al final de la contienda se contabilizaron 300 guerrilleros. Su principal objetivo era el crear un clima de inseguridad entre las tropas alemanas. Aprovechando la accidentada orografía de las montañas pirenaicas con coraje y valentía se dedicaron a sabotear fábricas, vías ferroviarias, centrales eléctricas, líneas telefónicas, etc.
Finalmente la noche del día 19 de agosto de 1944 la Tercera Brigada de Guerrilleros Españoles al mando del comandante “Robert” lanza el ataque definitivo contra la ciudad de Foix, centro neurálgico del nazismo en la región. En menos de cuatro horas el destacamento de la Wehrmacht nazi se rinde. Allí tenían de rodillas a esa supuesta raza superior que tanto los había despreciado. La población civil celebró su liberación con una explosión de júbilo inolvidable que hasta hoy en día se recuerda con emoción.
El comandante “Robert”, Jefe del estado mayor de la 3 brigada de guerrilleros españoles del Ariege al lado de otro asturiano, Cristino García, de la 21 brigada del XIV del cuerpo de guerrilleros españoles les Franc-Tireurs Partisans pertenecientes al FTP-PCF escribieron una de las páginas más gloriosas de la resistencia antifascista en el sur de Francia.
Al término de la Segunda Guerra Mundial con la victoria aliada los republicanos españoles no depusieron las armas pues tenían que saldar una cuenta pendiente con el franquismo. Entrevista: http://youtu.be/MEGYFPD2BDo
Para esta operación se preparan 3.000 combatientes de la 204 división de guerrilleros de la FFI-UNE encabezada por el Coronel López Tovar con el objetivo de infiltrarse por el Valle de Arán (La operación “Reconquista de España”) y crear una cabeza de puente donde instalar al Gobierno de la República en el exilio. Al liberar esa hipotética zona exigirían la solidaridad de los aliados con el propósito de derrocar a Franco. A tales efectos el PCE envió al jefe de la 158 división de Guerrilleros Españoles Cristino García a organizar la lucha clandestina contra la dictadura en Madrid. Pero desafortunadamente fue detenido y tras un juicio sumarísimo fue ejecutado el 21 de febrero de 1946 en la cárcel de Carabanchel. El gobierno francés en desagravio lo nombró héroe nacional de Francia y símbolo de la resistencia nazi.
En vista de los continuos ataques que cometían los guerrilleros españoles a lo largo de la frontera española el general de Gaulle decidió transformarlos en Patrullas de Seguridad. Unos meses más tarde serían disueltas y todos sus componentes licenciados. De Gaulle apostó por recomponer las relaciones con España y mantener una actitud conciliadora con el “generalísimo”. Este cínico traidor no supo recompensar el sacrificio de los maquis españoles a los que durante el desfile de la victoria en los Campos Elíseos, juró “no olvidar jamás por su lucha en pos de la liberación de Francia”.
El comandante “Robert” no es una reliquia que se coloca en un museo sino la viva voz de un guerrillero que, aunque derrotado en la guerra de España, supo sobreponerse al infortunio y sepultar la bestia del fascismo.
Hoy en el ocaso de su existencia su único deseo es el de ver pronto instaurada la III República. Un anhelo que no puede quedarse solo en un sueño romántico representado por himnos y el ondear de banderas en las manifestaciones multitudinarias. Ahora que el rey ha abdicado es el momento preciso para minar los cimientos de la decadente monarquía. El pueblo español tiene que recuperar su conciencia y quitarse de encima ese indignante estigma de súbditos o siervos de un monarca, antes que ciudadanos libres y soberanos.
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