22 de febrero de 2010

Los españoles del Ejército Rojo


De izquierda a derecha: J. Modesto, F. Cordón y E. Líster, ascendidos simultáneamente a generales del Ejército Soviético durante la II Guerra Mundial. Líster llegaría a ser también general de los Ejércitos Populares de Polonia y Yugoslavia.

Enrique Líster rodeado de cuatro combatientes gallegos del Ejército Soviético; de izquierda a derecha, M. Fernández Soto, S. Aparicio, V. Fernández y D. Sánchez

El Día 23 de Febrero de 1918, la Guardia Roja, compuesta de campesinos, obreros y soldados, derrotó a fuerzas muy superiores compuestas por tropas contrarrevolucionarias de oficiales y burgueses.
Ese día nació el Ejército Rojo: la herramienta de defensa de la Revolución de Octubre. Si bien al principio se nutrió de las milicias de obreros de las fábricas de Leningrado y Moscú, poco a poco se fueron agregando los soldados que volvían del frente desmovilizados, los campesinos que querían la tierra nacionalizada para que no volviera a los terratenientes, en suma, mujeres y hombres cuyo ejemplo los hizo inmortales para todas las generaciones que desean una sociedad en libertad, el Comunismo.

En este artículo, vamos a exponer el ejemplo de los españoles para quienes la Unión Soviética fue su casa de acogida cuando huían de la barbarie fascista.

El sentimiento de la mayoría de la población soviética por los españoles fue de manifiesta solidaridad y entrega por la lucha de la República. Durante los tres años de guerra contra los militares golpistas, se siguieron los avances y retrocesos de las fuerzas del Frente Popular en las diferentes ciudades soviéticas. Gracias a ese interés, se avivaron las asociaciones de amistad hispano-soviéticas y se divulgó extraordinariamente la historia progresista de España y su relación con los pueblos soviéticos. En las escuelas, se impartían clases sobre acontecimientos como la Constitución liberal de 1812, la lucha como la suya contra Napoleón, el triunfo de la sublevación liberal de Riego en 1820 (comentada por Marx) y su influencia en los círculos revolucionarios como serían más tarde los “Decembristas”, las aproximaciones que desde entonces realizaron a la cultura española escritores y artistas como Pushkin, las sublevaciones campesinas de 1848, las huelgas de 1909 y 1917, y así hasta la sublevación militar. Todo este bagaje cultural (historia, canciones, poesías, relatos populares) favoreció un interés especial por la suerte del pueblo español, un cariño sincero hacia los españoles que fueron evacuados a la URSS tras la derrota.

Alrededor de 3.000 niños y niñas fueron alojados en colonias situadas en Moscú, Leningrado, Odessa, Jarkov, Saratov, Eupatoria, Kaluga, Unískaia, y Kiev. Las colonias de los alrededores de Moscú se llamaban Pravda, Tarasovskaia, Pedagoskaia y Omniskoie. La enseñanza se hacía en castellano y gradualmente en ruso, para que no perdieran el contacto con su idioma a fin de volver a la península cuando hubiera un régimen libre. Los educadores eran sobre todo profesores españoles exiliados de los Cuerpos Milicianos de Cultura que se alternaban con educadores soviéticos.

El resto de exiliados (alrededor de 3.000) se integraron sin muchas complicaciones en la sociedad soviética, como su segundo hogar. Los comunistas que llegaron entraron a trabajar en las principales fábricas de Moscú, Leningrado, Jarkov, Kiev, etc. Fueron nombrados obreros de choque por la calidad y cantidad de su producción. Muchos de ellos obtuvieron el título de “stajanovistas” por sus logros en la emulación del trabajo. Para ellos era una vida muy plena y creadora. Las fábricas soviéticas eran verdaderas universidades de relaciones humanas y de conocimientos. Forjándose en el espíritu soviético del trabajo creativo, aprendieron oficios y participaron como camaradas en la construcción del socialismo.

Un caso particular fue el de los marinos y aviadores. Después de terminar la guerra en España, nueve buques republicanos se encontraban en puertos soviéticos. Eran buques principalmente mercantes, con 100 marinos aproximadamente, que fueron autorizados a volver a España si lo deseaban. Así ocurrió con unos cuantos, en el Otoño de 1939, vía Turquía. Pero la mayoría no volvió, se quedó en la marina soviética mercante y de guerra, y un pequeño número ingresó en la Infantería de Marina.

En cuanto a los pilotos, 200 jóvenes estaban en la escuela de Kirovabad, en la república socialista soviética de Azerbaiyán, cuando terminó la guerra de España. Muchos piden que sus conocimientos se apliquen en la lucha de los comunistas chinos de Mao Tse-Tung contra las fuerzas japonesas, y, de no ser posible, piden integrarse en la Fuerza Aérea Soviética. Pero todos son reintegrados a la vida civil. Por aquella fecha los conocimientos de todos los españoles eran más importantes en las instituciones y fábricas, para la construcción del socialismo.

Todo cambió aquel 21 de Junio de 1941. El imperialismo alemán quería aplastar a los soviets, con la connivencia de los “aliados capitalistas”, quienes quedaron impasibles ante la invasión nazi. Contaban con una fácil victoria hitleriana. Pero ese idealismo burgués –que no cuenta con los seres humanos porque solamente los concibe como un instrumento de los poderosos- infravaloró la capacidad del pueblo trabajador soviético. Desde el primer día, la unidad del ejército, de las milicias, de las mujeres, de los habitantes de los territorios ocupados se convirtió en un plan único de batalla. El Partido Comunista Bolchevique, desde el principio de la guerra, movilizó a toda la población a fin de que sufriera lo menos posible, trasladándola, junto con los enseres y fábricas, hacia la retaguardia. Con aquellos millones de desplazados iban los españoles, y, si bien al principio sus peticiones de ingresar en el Ejército Rojo fueron desoídas, poco a poco la mayoría sí logró su integración.

Especialmente importante fue el papel de los que ingresaron en los destacamentos guerrilleros. De acuerdo con un muy meditado plan de abrir a las fuerzas nazis nuevos frentes de combate en su retaguardia, en cada república soviética se constituyeron pequeñas, medianas y grandes agrupaciones que, junto a la población civil sometida, tenían la misión de contribuir a la mayor destrucción posible de material de guerra, de efectuar la exploración y envío al Consejo de Defensa Central de todas las informaciones sobre el enemigo, de llevar a cabo el exterminio de la mayor cantidad de fascistas posible y de procurar la elevación moral y toda la ayuda material posible a la población de los territorios ocupados por los nazis.

Tras esas líneas, se enviaron los míticos “paracaidistas rojos” que han quedado en la historia como un ejemplo increíble de abnegación, compromiso social y testimonio de que la guerra de una sociedad socialista contra el enemigo que quiere destruirla la realiza todo el pueblo. Para ello, la clase obrera envió su vanguardia, su herramienta de combate, su Partido Comunista, y, en particular, envío a sus mejores y más esforzados combatientes tras las líneas enemigas.

La mayoría de estos conscientes militantes y comunistas sabía que posiblemente no regresaría, pues tendrían que luchar contra fuerzas muy superiores en número y armamento, pero por su conciencia y compromiso con el proletariado se lanzaban a estas difíciles misiones. Entre ellos, se encontraban un número muy importante de exiliados españoles, con un conocimiento militar importante adquirido del 36 al 39, junto con una metódica preparación de dos a tres meses en escuelas especiales de adiestramiento guerrillero. La mayoría de ellos eran miembros del Partido Comunista de España. Más que las palabras, son los hechos los que avalan la importancia de su participación en el Ejército Rojo.

Modesta contribución hacia la victoria sobre el nazifascismo

Aún hoy no se sabe cuantos participaron, pero sí aproximadamente cuantos cayeron: 204, según Enrique Líster. Su participación fue contundente. Estuvieron en los frentes de Leningrado, Moscú, Frentes Internos de Bielorrusia y Ucrania, Frentes del Cáucaso y el Kubán, Frente Polaco, Frente Checo y Toma de Berlín. Encuadrados en las Divisiones de los Ejércitos de Operaciones del Ejército Rojo, Ejércitos de la Guardia y Ejércitos de Choque, además de las fuerzas de Designación Especial enviadas a territorios ocupados.

Setecientos veinte españoles fueron condecorados con diferentes órdenes militares a su valor: desde la Bandera Roja hasta órdenes por la liberación de ciudades. Tres con la Orden de Lenin: Fco. Gullón, Jose Mª. Pascual y Caritat Mercader. Uno con la de Héroe de la Unión Soviética a título póstumo: Rubén Ruiz Ibarruri.

Consignar su aportación requeriría varios libros. Pero sí daremos varios ejemplos:

* Había 15 españoles en uno de los destacamentos de paracaidistas más combativos, que operaba alrededor del Cuartel General de Hitler en el Frente (Zona de Vinistsia), y cerca de la Capital de los Territorios ocupados (Reichkomisariat): el destacamento de Guerrilleros Rojos del comandante Dimitri Mvediev. Sus acciones fueron de relevancia especial. En él, actuó el célebre guerrillero Nicolai Ivánovitch Kuznetsov, Héroe de la Unión Soviética, ejecutor de los criminales nazís de la “capital nazi de Ucrania” Rovno, liquidando a los principales jerarcas bajo las órdenes del gobernador. Diversos exploradores, asimismo, ejecutaron a los principales jerarcas nacionalistas ucranianos, además de extender entre los ocupantes una intranquilidad y un pánico que llevaron a los habitantes de los territorios soviéticos sometidos a un grado de lucha increíble. Además, aniquilaron a una de las unidades de la Gestapo más siniestra, los “destacamentos de la Muerte” del General Pipper, cuyos métodos eran incendiar las aldeas con sus habitantes dentro de las casas.

Los datos registrados de destrucción causada a las fuerzas nazis solamente por las Brigadas Paracaidistas de Designación Especial (OMSBON) parecen de ciencia-ficción, si no fuera porque están muy consignados por las propias Fuerzas Armadas Soviéticas: desde 1941 hasta la finalización de la guerra, causaron al enemigo 137.000 bajas entre soldados y oficiales; descarrilaron 1.145 convoyes militares y 5 trenes blindados; destruyeron 1.232 locomotoras, 13.180 vagones y plataformas rodadas, 2.177 camiones militares, tractores, motocicletas; volaron 148 kilómetros de vías férreas, 335 puentes, 145 tanques y blindados; derribaron 51 aviones de combate y bombarderos; estropearon o inutilizaron 426 kilómetros de cable telegráfico y telefónico. Además, contribuyeron de forma importantísima a la Batalla de Moscú.

* Por las aldeas del Kubán ocupado por los alemanes, las autoridades de la Wehrmacht hicieron distribuir, durante el invierno de 1943, unas hojitas escritas en lengua rusa: “Los habitantes que ayuden a los grupos españoles que andan por el Kubán serán castigados severamente”.

* Una de las jóvenes leningradenses que lucharon contra el asedio alemán se llamaba María Pardina Ramos, llamada por los soviéticos “Marusia”. En el frente actuó de enfermera en la Sección de Sanidad de la 3ª División de Voluntarios. En plena línea de fuego rescató a 15 heridos, antes de ser ella misma alcanzada. Recibió a título póstumo la Orden de la Bandera Roja. Y no fue la única. Otras muchachas y chicos destacaron en dicho asedio.

* Hoy, en la Avenida de los Caídos, en la ciudad de Stalingrado, un monumento se eleva a la memoria de las nuevas generaciones. Sobre el frío mármol se puede leer: “Rubén Ruiz Ibárruri. Héroe de la Unión Soviética”. Cubrió con el fuego de ametralladoras a su unidad cerca del caserío de Vlásovska, rechazando ataque tras ataque nazi, cubriendo todo el campo de cadáveres fascistas hasta que una bala segó para siempre la vida del Teniente de la Guardia, el cual falleció el 3.09.1942.

* “Era un español valiente y digno. Murió como había vivido, como había luchado: como un héroe. Nosotros no lo olvidaremos nunca”. Así se expresaba, con la voz velada por la emoción del momento, el jefe soviético de los morteros “Katiusha” después de enterrar los restos –los pocos restos hallados- del teniente de la guardia Santiago de Paúl Nelken. Murió en los accesos a Berlín.

* José Sandoval recuerda que, en una ocasión, un soviético le comentó que, en la Guerra de España, habían fallecido doscientos soviéticos y que en la Guerra contra los nazis fallecieron otros doscientos españoles por defender la URSS. Le dijo: “parece un intercambio de sangre por sangre”.

* La confianza del Consejo Estatal de Defensa Soviético en los combatientes españoles era de tal calibre que, en los terribles días del ataque alemán a Moscú, le fueron encargados a la 1ª Compañía del 1º Regimiento Motorizado de Tiradores (125 españoles, entre ellos 6 mujeres) puntos clave de la defensa del Kremlin. Allí, a la luz de las estrellas, en la Plaza Roja, se oyeron las estrofas de esta canción: “Si me quieres escribir y saber mi paradero, si me quieres escribir y saber mi paradero, en el frente de Moscú, primera línea de fuego”; los soviéticos que circulaban aquellos helados días decían: “estamos seguros, nos guardan nuestros ‘spantsi’ (españoles)”.

* En 1945, Emilio Vilaró Ustrell enarboló en el balcón de la embajada española franquista de Berlín las banderas de la hoz y martillo y la republicana, con la ayuda de los camaradas soviéticos que tomaron el búnker de Hitler.

Este artículo va dedicado a aquellos camaradas y luchadores imbuidos del sentimiento universal soviético de la Solidaridad y Amistad entre los Pueblos. Por el Internacionalismo Proletario y en la confianza de continuar su ejemplo en la lucha por el Socialismo.


Fuentes consultadas:


La guerrilla soviética. Dimitri Mvediev. Editorial Destino Barcelona 1971.
Memorias de un luchador. Enrique Líster. Editorial González del Toro. Madrid 1977.
Los españoles de Stalin. Daniel Arasa. Editorial Vorágine. Barcelona 1993.
Relatos de un guerrillero comunista español. Josep Gros. Editorial ATE. Madrid 1977.
Sobre el pasado en aras del futuro. Editorial Agencia de Prensa Nóvosti. Moscú 1985.
Españoles en la resistencia. Alberto Fernández. Edita Zero S.A. Bilbao 1973.
No hay niños extraños. Nadezhda Azhguíjina. Editorial Novostí. Moscú 1988.
Rusia y España. Mijail Alekseiev. Seminario y Ediciones, SA. Madrid 1975.

2 comentarios:

armando dijo...

Hay muchas historias de los españoles en el ejercito rojo .Por desgracia la mayoria estan muertos.Mi padre fue uno de esos partizanos o guerrilleros y estuvo combatiendo como radista en la zona de eslovaquia .Se llamaba Armando Herrero Palenzuela y era de Gijon.Un saludo a todos aquellos niños de la guerra

Anónimo dijo...

Aunque este comentario es de hace mucho no lo vi hasta ahora. Mi padre fue compañero del tuyo (Celestino Fernández-Miranda) también combatió, en la División Frunze, en Carelia. Luego se vieron y escribieron en España, tengo que buscar si conservo algo al respecto. Estuvieron juntos en la Casa de Jóvenes de Leningrado. Escribí dos libros y en ambos hablo de tu padre. Si llegas a leer esta nota por favor, escríbeme para contactar, me gustaría documentar algunas dudas. Un cordial saludo.