10 de septiembre de 2023

Todos nos acordamos que este 11 de Septiembre, más cerca que tarde, se abrirán las grandes alamedas.

Por Esteban Zúñiga.

"YO VI. BUITRES LANZANDO BOMBAS SOBRE LA MONEDA MANCILLANDO LA ILUSIÓN DE UN PUEBLO, ENSANGRENTANDO LAS ALAMEDAS...".

50º ANIVERSARIO DEL GOLPE DE ESTADO MILITAR POR PARTE DE UNOS GENERALES TRAIDORES CHILENOS.

"Los generales alzados le exigen la renuncia. Le ofrecen un avión para que se vaya de Chile. Le advierten que el palacio presidencial será bombardeado por tierra y aire. Junto a un puñado de hombres, Salvador Allende escucha las noticias. Los militares se han apoderado de todo el país. Allende se pone un casco y prepara su fusil. Resuena el estruendo de las primeras bombas. El presidente habla por radio, por última vez: -Yo no voy a renunciar..." 

(Eduardo Galeano. "La trampa").

Hoy se cumplen cincuenta años del golpe de Estado militar por parte de traidores militares chilenos que rompiendo con la Constitución chilena, el Estado de Derecho y la democracia con la que se habían dotado los ciudadanos chilenos, asaltarían el Palacio de la Moneda, sede del Gobierno de la República, y en el que encontraría allí la muerte el Presidente de la República y de la Unidad Popular chilena, SALVADOR ALLENDE GOSSENS.

Aquel golpe ha permanecido como una alerta a los pueblos. Alerta sobre la cara real del imperialismo. Los EEUU prepararon y apoyaron el golpe militar, así se escribe directamente en todas las publicaciones sin la más ligera turbación.

Que un pueblo quiera ser libre de tutelas y colonialismo, está siendo atacado en el mismo Chile. Allí los poderes que apoyaron el golpe siguen aún mancillando el intento del pueblo chileno por desarrollar el socialismo. 

Porque saben que se abrirán las grandes alamedas, tarde o temprano, las palabras de Salvador Allende son de futuro, ante ese estorbo del imperialismo que impide avanzar a los seres humanos.

Su última declaración:

Seguramente, ésta será la última oportunidad en que pueda dirigirme a ustedes. 

La Fuerza Aérea ha bombardeado las torres de Radio Portales y Radio Corporación. 

Mis palabras no tienen amargura sino decepción y serán ellas el castigo moral para quienes han traicionado el juramento que hicieron: soldados de Chile, comandantes en jefe titulares, el almirante Merino, que se ha autodesignado, más el señor Mendoza, general rastrero que sólo ayer manifestara su fidelidad y lealtad al Gobierno, también se ha autodenominado Director General de Carabineros. 

Ante estos hechos sólo me cabe decir a los trabajadores: ¡no voy a renunciar!

Colocado en un tránsito histórico, pagaré con mi vida la lealtad al pueblo. Y les digo que tengo la certeza, de que la semilla que entregaramos a la conciencia digna de miles y miles de chilenos, no podrá ser segada definitivamente. 

Tienen la fuerza, podrán avasallarnos, pero no se detienen los procesos sociales ni con el crimen ni con la fuerza. 

La historia es nuestra y la hacen los pueblos.

Trabajadores de mi patria: quiero agradecerles la lealtad que siempre tuvieron, la confianza que depositaron en un hombre que sólo fue intérprete de grandes anhelos de justicia, que empeñó su palabra de que aceptaría la Constitución y la ley, y así lo hizo. 

En este momento definitivo, el último en que yo pueda dirigirme a ustedes, quiero que aprovechen la lección: el capital foráneo, el imperialismo, unido a la reacción, creó el clima para que las Fuerzas Armadas rompieran su tradición, la que les enseñara el Schneider y reafirmara el comandante Araya, víctimas del mismo sector social que hoy estará en sus casas esperando con mano ajena, reconquistar el poder para seguir defendiendo sus granjerías y sus privilegios.

Me dirijo sobre todo a la modesta mujer de nuestra tierra, a la campesina que creyó en nosotros, a la obrera que trabajó más, a la madre que supo de nuestra preocupación por los niños. Me dirijo a los profesionales de la patria, a los profesionales patriotas, a los que hace días siguieron trabajando contra la sedición auspiciada por los colegios profesionales, colegios de clase para defender también las ventajas que una sociedad capitalista le da a unos pocos.

Me dirijo a la juventud, aquellos que cantaron y entregaron su alegría y su espíritu de lucha. Me dirijo al hombre de Chile, al obrero, al campesino, al intelectual, aquellos que serán perseguidos, porque en nuestro país el fascismo ya estuvo hace muchas horas presente, en los atentados terroristas, volando los puentes, cortando las líneas férreas, destruyendo lo oleoductos y los gaseoductos, frente al silencio de quienes tenían la obligación de pro[inaudible].

Estaban comprometidos. La historia los juzgará.

Seguramente Radio Magallanes será callada y el metal tranquilo de mi voz no llegará a ustedes. No importa. La seguirán oyendo. Siempre estaré junto a ustedes. Por lo menos mi recuerdo será el de un hombre digno que fue leal [inaudible] los trabajadores.

El pueblo debe defenderse, pero no sacrificarse. El pueblo no debe dejarse arrasar ni acribillar, pero tampoco puede humillarse.

Trabajadores de mi patria, tengo fe en Chile y su destino. 

Superarán otros hombres este momento gris y amargo en el que la traición pretende imponerse. Sigan ustedes sabiendo que, mucho más temprano que tarde, de nuevo se abrirán las grandes alamedas por donde pase el hombre libre, para construir una sociedad mejor.

¡Viva Chile! 

¡Viva el pueblo! 

¡Vivan los trabajadores!

Estas son mis últimas palabras y tengo la certeza de que mi sacrificio no será en vano, tengo la certeza de que, por lo menos, será una lección moral que castigará la felonía, la cobardía y la traición.


De los muchos poemas y textos escritos sobre este horroroso y luctuoso golpe de Estado militar, hoy compartimos unos versos de la escritora, traductora y periodista chileno-australiana SILVIA CUEVAS-MORALES.

Nacida en Santiago de Chile, el 9 de junio de 1962, once años antes de este trágico golpe contra la democracia chilena acaecido el 11 de septiembre de 1973. Y que dos años después, tras una dolorosa espera, su padre, un sindicalista del sector ferroviario, conseguiría obtener el permiso para poder emigrar y fijar su residencia en la ciudad australiana de Melbourne.

Silvia Cuevas-Morales siempre se consideraría una desterrada y una apátrida.


"Yo vi.
Buitres lanzando bombas sobre la Moneda
mancillando la ilusión del pueblo
ensangrentando las alamedas.

Yo vi.
Títeres disfrazados de falsas primaveras
apostados en los tejados
disparando sobre el pueblo que corría por las aceras.

Yo vi.
A mi padre pedaleando en una bicicleta rota
camino a casa con el corazón destrozado
como el de sus compañeros en la derrota.

Yo vi.
A mi madre en lágrimas cosiendo a escondidas
para seguir manteniéndonos
con algunas de sus clientas
exiliadas
desaparecidas.

Yo escuché.
Las ráfagas de madrugada
las botas del enemigo que en cada puerta acechaban
mientras las casas de los traidores
emergían abanderadas.

Yo vi.
Mi hogar desaparecer en cuatro maletas desvencijadas
mis amigas
mis libros
mi infancia
todo se esfumaba mientras mi país se desangraba.

Yo vi.
Aquella enorme nave que surcaría los cielos
los ojos llorosos
los pañuelos que se agitaban en el viento
y jamás volví a pisar lo que fue mi pueblo.

Yo vi.
Y aunque quedara ciega
jamás se borrará el recuerdo
del horror que ese día
hizo su nido en mi pecho."


("11 de septiembre de 1973". Del blog personal de Silvia Cuevas-Morales).


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