2 de octubre de 2020

Lecciones para el pueblo, Indalecio Prieto contra el rey

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 Por Arturo del Villar

 

  EL Ayuntamiento de Madrid, situado a la extrema derechísima de la ideología política, ha decidido quitar el nombre de Indalecio Prieto del callejero municipal. Seguramente no tardará en aprobar también eliminar la escultura realizada por Pablo Serrano y colocada ante los Nuevos Ministerios. Es una venganza contra el político más popular de la II República, apodado Don Inda cariñosamente, aplaudido y vitoreado en sus apariciones públicas, y respetado incluso por los políticos pertenecientes a partidos distintos del Socialista Obrero, al que pertenecía, excepto los de extrema derecha. Se trata de una venganza dilatada de los partidos dinásticos.  


Fue uno de los políticos que trajeron la República en 1931, a la que sirvió como ministro en cuatro carteras diferentes, y en dos ocasiones estuvo propuesto para presidir el Gobierno, pero las rechazó. Exiliado en México, mantuvo el ideario republicano hasta su muerte. 

   Uno de sus discursos más celebrados fue el que pronunció en el Ateneo de Madrid el 25 de abril de 1930, con el título de “El momento político”, aunque es conocida por “Con el rey o contra el rey”, las dos únicas opciones que tenían los españoles entonces, que tenemos los españoles ahora con distinto rey de la misma fatídica dinastía, y la misma solución para el problema. Pese a haber transcurrido noventa años de aquel acto, las palabras del político mantienen una tremenda actualidad, porque a fin de cuentas todos los borbones han sido nefastos en nuestra historia.

   Vamos a rendir homenaje a su memoria, con desprecio al Ayuntamiento de Madrid, glosando algunos párrafos de este discurso con plena vigencia todavía. Sigo la edición Con el rey o contra el rey, preparada por Eusebio Rodrigo y publicada en México en 1972 por Ediciones Oasis con 310 páginas, una recopilación de variados artículos y discursos, agrupados bajo el título del más famoso.

A cortar el nudo monárquico

   Partió en su exposición del golpe de Estado palatino dado por un general fachoso por encargo del monarca, para evitar que el Congreso examinara su descabellada intervención en la guerra colonial de Marruecos. Después se entretuvo en examinar detenidamente dos casos de corrupción administrativa, el del ferrocarril de Santander a Valencia, nunca terminado, y el de la Compañía Telefónica de España entregada a un sindicato estadounidense. Por ser asuntos ya muy antiguos vamos a obviarlos ahora. En cambio, es actual la propuesta que hizo a los oyentes:

   Vengo a requerir públicamente desde aquí a que se definan quienes no se hayan definido, y a que lo hagan con absoluta claridad. Que no están los tiempos para equívocos, palabras confusas y matices desvaídos. [..]

   Yo creo que es preciso desatar, cortar un nudo; este nudo es la monarquía. Para desatarlo vengo predicando la necesidad del agrupamiento de todos aquellos elementos que podamos coincidir en el afán concreto y circunstancial de acabar con el régimen monárquico y terminar con esta dinastía en España. (Página 300.) 

  A ver si este requerimiento que nos llega de la historia puede ser escuchado hoy, y los grupos y sobre todo grupúsculos republicanos somos capaces de unirnos en un gran partido unitario, con un solo programa en el que estemos todos de acuerdo sobre lo que nos une, que no puede ser más que poner fin a la monarquía del 18 de julio instaurada por el dictadorísimo para perpetuar su régimen, y que ha demostrado ser tan corrupta como la dictadura. El designado sucesor a título de rey ha superado en perversión política y social a todos sus antepasados, por lo que ahora tiene su fortuna personal, calculada en dos mil millones de euros, investigada por la Justicia suiza, al haberla depositado en sus bancos.

   Este Juan Carlos de Borbón y Borbón se ha fugado de España para evitar ser interpelado en el Congreso. No está en su capacidad decisoria ordenar un golpe de Estado militar, como hizo su abuelo en parecida circunstancia en 1923, así que ha optado por huir a exiliarse en Abu Dabi, uno de los países árabes con los que había hecho pingües negocios fraudulentos, robando al pueblo español, del que es su enemigo público número 1.    

   A pesar de su fortuna, el Gobierno tuvo que comprar el silencio de sus barraganas, calculadas en 1.500 por el hispanista británico Andrew Morton en su ensayo muy documentado Ladies of Spain, traducido al castellano, menos el título, y publicado por  La Esfera de los Libros en Madrid y 2013. A alguna no hizo falta pagarla, porque se dijo que se había suicidado debido a estar embarazada. Ha superado a su tatarabuela Isabel II en cuanto a número de amantes, con la diferencia de que a ella la expulsaron de la nación los militares y el pueblo, en la Gloriosa Revolución de setiembre de 1868, y él se ha retirado a seguir viviendo del cuento con sus millones sin ninguna obligación. Aquéllos eran otros españoles más bragados. Sin duda la raza degenera.

   También Alfonso XIII amasó una enorme fortuna que les permitió a él, a su mujer y a sus hijos gozar de un dorado exilio. Por supuesto, según tradición borbónica, disfrutó de un harén no calculado, y un hijo adulterino consiguió ser reconocido judicialmente como tal. Estas costumbres se repiten en la dinastía. Se dice que no hay nada nuevo bajo el Sol, y desde luego resulta cierto en el caso de la dinastía borbónica: todos sus monarcas se han comportado igual, siempre en perjuicio de sus vasallos.

Llamamiento a la unidad

   Tales costumbres degeneradas acabaron por miar el trono corrupto de Alfonso XIII, obligando a sus hastiados vasallos a votar por la República en las elecciones municipales del 12 abril de 1931. Se había conseguido formar una conjunción republicano—socialista decisiva para obtener el triunfo en las urnas. Era lo que Don Inda había propuesto en su discurso en el Ateneo, y fue escuchado esta vez:

   Hay que estar o con el rey o contra el rey. El rey debe ser el mojón que nos separe. […] El rey es el hito, el rey es la linde: Con él o contra él, a un lado o a otro. Y al ir contra él, ¿por qué desdeñar el auxilio de fuerzas situadas en la misma dirección nuestra? […]

   Vamos a derribar la monarquía. Vamos a abrir el palenque a la ciudadanía española, que nunca se sintió verdaderamente liberta y que últimamente llegó al grado de mayor oprobio; y cuando hayamos derribado el régimen monárquico, cuando hayamos instaurado una República, que cada cual, dentro del ruedo amplísimo de la democracia, propugne por el triunfo de sus ideales con todo el ímpetu que quiera; porque en el agrupamiento de fuerzas para derribar el régimen y acabar con la dinastía de los Borbones a nadie se pide la abdicación de sus ideales. (300 s.)   

   Aquel Partido Socialista Obrero era el mismo fundado por Pablo Iglesias Posse, apodado El Abuelo, en 1879, con unas señas de identidad muy bien definidas. Era un partido de clase republicano, marxista y ateo, y así se mantuvo durante un siglo, hasta que su secretario general Felipe González consiguió en 1979, durante el XXXVIII Congreso, despojarlo de esas señas para reconvertirlo en monárquico, socialdemócrata y confesional, y no contento con introducir esa transformación radical organizó un referéndum para sujetar al reino de España en la Organización Terrorista del Atlántico Norte (OTAN), al servicio del imperialismo gringo, y colocar a su frente a uno de sus fieles.  

   Por todo ello es imposible imaginar en la actualidad un pacto de los republicanos con esa caricatura de Partido Socialista. Aquella conjunción era antigua, puesto que en 1910 permitió que El Abuelo fuese elegido diputado. Al actual secretario general de la caricatura, Pedro Sánchez, sería inútil proponerle una conjunción con los grupos republicanos, puesto que le va muy bien con la monarquía.

   Además, no existe un partido republicano con suficiente vigor como para proponer pactos a otros partidos. Existen más de 200 grupúsculos republicanos registrados en el Ministerio del Interior, y por si fuera poco están enfrentados. El Colectivo Republicano Tercer Milenio que ahora presido formó parte de la Federación Republicana con otros once grupos, un pomposo nombre que duró tres meses en 2003, y terminó con todos los miembros peleados entre sí.

   En esta situación, el llamamiento a la unidad de Prieto es imposible que sea escuchado, ni por el partido que usurpa el nombre del suyo ni por la pléyade de grupúsculos republicanos. Con este panorama la borbonidad puede sentirse tranquila, que va a durar mucho.

Por la revolución

   No se hacía ilusiones Don Inda respecto a la posibilidad de implantar la República por una decisión del Congreso. Sabía bien los defectos del pueblo español, él que se habia formado con escasos estudios gracias a su tenacidad. Este pueblo habla mucho y hace poco. Por ello hay que empujarlo para que se anime a intervenir. Estaba convencido de la necesidad de organizar un movimiento revolucionario, a semejanza del que destronó a Isabel II en 1868, para poner en práctica los postulados republicanos.

“Los españoles han echado al último Borbón no por Rey, sino por ladrón"

 (Valle-Inclán de Alfonso XIII)

   Los españoles de 1930 detestaban la corrompida monarquía tiránica y corrupta de Afonso XIII, así como los de hoy mismo rechazamos las acciones de la familia llamada real, pese a ser la más irreal del reino. El Parlamento, como su mismo nombre indica, es un lugar para discutir, pero no para organizar movimientos libertadores. De todos modos, las Cortes estaban cerradas desde el golpe de Estado de 1923 que suspendió la Constitucion jurada en 1902 por Alfonso de Borbón, al ser proclamado rey por haber alcanzado la mayoría de edad legal. Fue un perjurio deliberado. No cabía, pues, ninguna posibilidad de alcanzar una alteración del Estado por esa parte. Lo expresó con perfecta claridad:

   Yo os digo, ciudadanos, que aquellos que pongan su esperanza en que la exigencia de estas responsabilidades [del monarca] pueda tener cauce jurídico apropiado en el Parlamento que se convoque, si lo convoca esta dinastía, están engañados por exceso de ilusión. […] Aunque vibra ahora más que nunca la conciencia del país, hay en nuestro pueblo, por un légamo de siglos de esclavitud, comarcas enteras para las cuales ha pasado insensiblemente este período dictatorial sin poderlo distinguir de otras épocas oprobiosas en que el cacique era también el instrumento de la tiranía del Poder público. […] Desterrad la ilusión de que una mayoría adversaria al régimen pueda en un debate, y tras él en una votación, derribar la monarquía. […] A una monarquía se la derriba con un movimiento revolucionario, y no con una votación en el Parlamento. (302.)

    En 1931 la borbonería fue derribada por una votación popular, que en las grandes ciudades se decantó por la conjunción republicano—socialista, pero en las pequeñas y en las aldeas triunfaron las candidaturas monárquicas. Este dato debemos siempre tenerlo presente. Un espantoso refrán castellano declara: “Vale más lo malo conocido que lo bueno por conocer”, y para muchas personas se convierte en dogma. En determinados círculos populares existe miedo a lo desconocido, por lo que se prefiere la continuidad. El pequeño burgués que posee alguna propiedad, por minúscula que sea, teme perderla a consecuencia de un cambio político, sin pensar que pudiera servirle para aumentar sus posesiones y salir ganancioso con otras adquiridas. Desde esta perspectiva fue diáfano el consejo de Don Inda:

   No os hagáis ilusiones de que unas Cortes, con el apellido que queráis ponerlas, Constituyentes u ordinarias, puedan aplicar la sanción debida a unas responsabilidades del tipo de las que estamos examinando, porque esas responsabilidades no se hacen efectivas sino por una revolución cuando quien ostenta la Corona se resiste a abdicar. (303.)    

   En nuestro tiempo el Borbón de turno abdicó en 2014, después de haber tenido que pedir perdón públicamente a sus vasallos por una esperpéntica cacería de elefantes en Botsuana, concluida con su caída por una escalera con la consiguiente rotura de unos huesos ya multioperados. Además, la barragana que lo acompañaba en esa aventura erótico--cinegética, que resultó desventura, decidió abandonarlo, porque ya había logrado enriquecerse con sus millonarios regalos. Abdicó, pero lo hizo en su hijo para continuar la dinastía instaurada por el dictadorísimo en su persona como sucesor a título de rey.

   Y el sucesor del sucesor se resiste a abdicar, pese a los desplantes de que es objeto a menudo, porque ese pueblo mantenido en la ignorancia por los gobernantes lo aplaude y vitorea. 

El futuro previsible

   Concluyó el discurso con una visión de futuro respecto al monarca, que no se realizó así exactamente, porque Alfonso XIII se resistía a abdicar, como él mismo había reconocido, pero que a fin de cuentas puso fin a la tiranía monárquica por medio de unas elecciones municipales. Fue una manera de decirle que el pueblo estaba hastiado de sus desmanes, y había llegado la hora de retirarse. Además, los borbones son cobardes cuando no disponen de fuerzas suficientes para perpetrar sus crímenes: muy instructivo es el caso de Fernando VII, que juraba y perjuraba sin ningún escrúpulo.

   Las responsabilidades se las pidieron a Alfonso XIII las Cortes Constituyentes convocadas a continuación de su fuga. El 20 de noviembre de 1931 acordaron privarle de todos sus títulos, sin que pudiera hacerlos valer ni para él ni para ninguno de sus familiares, con lo que por segunda vez en la historia de España un Borbón perdía sus atributos reales. Fue una escena diferente de la imaginada por Prieto al finalizar su discurso, pero con igual resultado: el rey era un estorbo que debía ser eliminado, para poner al país a la altura de Europa:

   Existe un estorbo: el monarca; hay que invitarle a irse y habrá, pues, que decirle: “Señor, la Iglesia, por el rito con que esa colectividad acoge siempre al Poder, os recibirá sin escrúpulos bajo palio a las puertas de las catedrales, olvidando vuestro perjurio; pero el pueblo no lo olvida: tiene conciencia de su dignidad y de sus derechos. Vos constituís  un estorbo y España prescinde de vos, porque quiere vivir modesta, pero libremente, uniéndose en su destino a las naciones que marchan por el camino de la civilización y que han arrinconado por inútiles, por funestos, restos de monarquías atrasadas que en su absolutismo son roñosos residuos de regímenes propios de la Edad Media.” (306.)

   ¿Tiene en la actualidad el pueblo español “conciencia de su dignidad y de sus derechos” como el de 1931? En el Congreso de vez en cuando se producen rifirrafes relacionados con la institución monárquica, útiles solamente para que los partidos dinásticos protesten y afiancen más el trono tan bamboleante.

   Pero nadie se atreve a decir al rey católico nuestro señor Felipe VI que es un estorbo y debe irse voluntariamente, para evitar tener que llegar a la revolución. Hace 90 años era posible. Hoy los jueces condenan a penas de cárcel y/o multa a quienes simplemente osan cantar algunos versos zumbones acerca de la familia irreal, y los carceleros cumplen con su función, a no ser que el condenado se exilie antes de caer en sus manos.

  Salvo en este detalle, en todo lo demás pronunciado por Indalecio Prieto respecto a aquel momento puede trasladarse al nuestro. Lo que demuestra que España ha perdido noventa años.

 

ARTURO DEL VILLAR  

PRESIDENTE DEL COLECTIVO REPUBLICANO TERCER MILENIO

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