Proyectamos esta fantástica película, obra maestra de Vsevolod Pudovkin, "La Madre".
Su argumento está basado en la obra homónima de Máximo Gorki.
1905. En una fábrica de la
Rusia zarista se produce una huelga de trabajadores. Pavel Vlasov es un obrero
activista, mientras que su padre Vlasov, también obrero, es captado por los que
quieren romper la huelga. Tras la muerte del padre y el arresto y la farsa de
juicio a la que es sometido Pavel, Pelageia Nilovna Vlasova, la madre, poco a poco
va tomando conciencia de la situación, alineándose de forma cada vez más activa
con las ideas de su hijo.
Análisis de la película "La Madre"
Por Nestor Guadaño
Pudovkin es un nombre clave en
la historia del cine, junto a Eisenstein.
La Revolución de Octubre,
desarrolló todas las facetas científicas y culturales que la propiedad privada
de los medios de producción, los intereses del mercado y la elitista concepción
del poder sobre la población habían impedido.
Una nueva sociedad requería
nuevos enfoques, nuevas técnicas y sobre todo búsqueda de horizontes más
cercanos a lo colectivo, a la mayoría de los trabajadores.
En el mundo cinematográfico,
numerosos creadores soviéticos son quienes desarrollaron estos conceptos. Desde Kuleshov hasta Vertov,
son decenas los cineastas soviéticos quienes aportaron sus visiones de la
realidad. La mayoría desconocidos en Occidente, tanto en sus avances estéticos
como didácticos, y mucho menos el desarrollo colectivo de sus guiones.
En 1925 en la URSS, en el marco
de las celebraciones del 20 aniversario de la Revolución de 1905, se pensó en realizar varias películas conmemorativas de los
eventos acaecidos aquel año. Se rodaron dos guiones: ‘Bronenósets
Potyomkin (El Acorazado Potemkin)’, de Eisenstein y la película que
nos ocupa: ‘Mat (La Madre)’, de Pudovkin.
La experimentación en torno al
montaje y la planificación es tan vanguardista como la de Eisenstein, siendo
impresionantes las metáforas visuales con elementos de la naturaleza, la
utilización de contrapicados para reforzar la idea de poder o la utilización de
primerísimos planos.
Sin embargo en Pudovkin, la construcción de la historia es
mucho más clásica, desarrollando la narración en torno a personajes
protagonistas. De hecho, Pudovkin rechazó expresamente las consignas de
Eisenstein y Kuleshov en cuanto a no usar actores profesionales y la disolución
del protagonismo individual en favor del colectivo.
De este modo, el director
siempre se apoyó en los actores, convirtiéndolos en uno de los elementos
artísticos principales de sus trabajos. Podríamos decir sin temor a
equivocarnos que Pudovkin es uno de los primeros experimentadores de la
dirección de actores, ya que consigue de ellos una fuerza y una expresividad
inconmensurable.
Sus protagonistas, desgranan
cada personaje para volcar una convicción interpretativa muy profunda, en este
caso la protagonista de la historia, que va avanzando junto al espectador en un viaje tras el cual logran
una toma de conciencia total. Se pasa de la individualidad a la conciencia
social. El personaje se funde con el colectivo reivindicativo o de lucha, con
el pueblo trabajador, que se une para derrocar al opresor incluso a riesgo de
morir. Después de tantos años desde la
fecha de su estreno se mantiene como una obra
referente del arte revolucionario.
Tiene además la valía, que en una película
de 1926 una mujer se convierta en líder de una revuelta, aunque sea de una
forma más o menos circunstancial, pero las imágenes adquieren más valor cuando
previamente hemos visto cómo otra mujer es una de las líderes de la célula en
la que está el hijo. No parece casual si recordamos que la Revolución Rusa se
inició en febrero de 1917 precisamente con una movilización de obreras textiles
que decidieron conmemorar el Día Internacional de la Mujer Trabajadora con una huelga.
¿Qué
tiene de conmovedora esta película?
Uno de los rasgos fundamentales del cine
soviético es el protagonista colectivo. Son películas atípicas a ojos del
espectador occidental del Siglo XXI, acostumbrado a héroes individuales que
salvan el mundo con poderes sobrenaturales o acciones inverosímiles. En las
obras de Dovjenko, Eisenstein o Pudovkin, basadas casi siempre en hechos
históricos, el pueblo organizado y concienciado cambia, y revoluciona la
sociedad mediante la acción conjunta. Fue Pudovkin quien supo mezclar historias
individuales en contextos colectivos con mayor sensibilidad.
Pero
este hilo conductor va mucho más allá. Atesora en breves minutos una diseccion
absoluta de la sociedad, del porque de la Revolución Proletaria, de la enorme
fractura social que había en el zarismo, pues a los obreros huelguistas los
patronos y burgueses los ven como “buscalíos”, no entienden que es la propia explotación la que impulsa
a la rebeldía.
La
propia madre, la gran protagonista de la historia, es una de estas que no
termina de comprender por qué su hijo lucha contra los opresores. Y ahí es
donde la película adquiere su enorme valor progresivo y cultural, que germinará
en cada espectador, porque siguiendo la desgracia de esa madre, en el metraje
final adquieren todas las imágenes un sentido, una coral belleza, de enorme emoción
y fuerza arrolladora, asistimos a la toma de conciencia de la madre, que ante
la injusticia y el abuso de poder decide pasar a la acción hasta sus últimas
consecuencias.
Cada
parte de la película encierra una fantástica melodía fílmica, pero sobre todo,
la parte final, esas imágenes de la bandera sobrevolando las cabezas de los
manifestantes, y la madre sola y convencida, caminando hacia la caballería son
de una impresionante belleza y emotividad...
La
historia es muy sencilla pero la manera de narrarla, roturando de forma poética
e incisiva la acción, es una contínua búsqueda de sensaciones, logrando la
unión perfectra de los personajes y el contenido del drama, por todo ello, es
de obligado visionado para los estudiosos del séptimo arte.
No hay comentarios:
Publicar un comentario