A raíz de la última crisis económica del capitalismo, se reavivó la actividad de las masas y parecía cercano un giro político progresista, favorable a los trabajadores. Pero este movimiento todavía no luchaba contra el capitalismo, sino sólo contra sus consecuencias. Esta resistencia se fue debilitando y desviando hacia el objetivo de ganar las elecciones a toda costa, aunque hiciera falta hacer las paces con la OTAN, la Unión Europea, los acreedores financieros, la monarquía, etc., y dar la espalda a la lucha de otros pueblos contra el imperialismo (Venezuela, Siria, Corea, Rusia, etc.). Los capitalistas también han fomentado esta desorientación, atizando el conflicto entre nacionalidades. Necesitan desesperadamente seguir elevando el grado de explotación del trabajo y, para eso, tienen que distraer y dividir a la clase obrera.
Al frente de las multitudes progresistas, solidarias y combativas de hoy, encontramos a populistas e incluso a cuasi-marxistas. Tienen buenas intenciones y buenas propuestas. Pero, en cuanto intentan llevarlas a la práctica, sus adversarios les oponen cuentos de terror sobre la Revolución Soviética. Y, entonces, retroceden, renuncian a la lucha de clases e imploran una ilusoria democracia para todos explotadores y explotados-, desmoralizando a sus militantes.
Tampoco podemos relevarles al frente de la lucha popular quienes reivindicamos la Revolución de Octubre. Aquí también domina la confusión, la duda y el escepticismo que destruyen la necesaria energía revolucionaria.
¿De qué sirve ensalzar la conquista del poder por la clase obrera, si luego se le niega el apoyo cuando lo ejerce? El Centenario de la revolución rusa de 1917 debe servir como aldabonazo para sacudirnos esta mediocridad y volver a ponernos en marcha, con seguridad, con convicción, con orgullo y con entusiasmo por el camino que desbrozó la Unión Soviética.
Claro que la URSS y sus dirigentes tuvieron que cometer errores, pero hay que distinguir los errores reales de ese montón de afirmaciones sin pruebas, mentiras, invenciones, especulaciones y ataques vertidos contra ella por quienes anteponen sus intereses y sus dogmas a la causa de liberar a la humanidad de la esclavitud capitalista.
¿Qué son, si no, aquéllos que desprecian los espectaculares aciertos y logros del País de los Soviets? La superación del hambre, de las crisis, del desempleo, del analfabetismo; la planificación de la economía, gracias a la sustitución de la propiedad privada sobre los medios de producción por la propiedad social; la mejora continua de las condiciones de vida de la población; la sanidad y la educación totalmente gratuitas; la igualdad entre sexos, naciones,...; el respeto y la solidaridad hacia otros pueblos, como con la República española; la victoria sobre el fascismo; la liquidación del sistema colonial racista de las viejas potencias; la extensión del socialismo a una tercera parte del planeta; el prodigioso desarrollo científico y técnico que abrió la era de la exploración espacial; etc. Y, todo eso, a pesar de tener que dedicar ingentes recursos a repeler las reiteradas agresiones militares de los imperialistas que le costaron decenas de millones de vidas. Al actuar como lo hizo, la Unión Soviética evitó a la humanidad muchísima más muerte y sufrimiento.
Además, ¿estamos en condiciones de saber, de fuentes directas y fiables, qué errores se cometieron en la edificación del socialismo en la URSS?
Un balance científico de esta experiencia ayudaría sin duda a las futuras luchas, igual que el de Marx y Lenin sobre la Comuna de París y la Revolución rusa de 1905 ayudó a la victoria de Octubre de 1917. Sin embargo, ellos fueron testigos directos y, en cambio, el movimiento comunista actual en Rusia y en el mundo apenas empieza a recuperarse de décadas de dominio revisionista. Sabemos que el declive del socialismo en la Unión Soviética, que la restauración del capitalismo en la URSS, empezó con el viraje que Jruschov imprimió al PCUS en su XX Congreso, pero, como dice el investigador comunista británico, Harpal Brar, "Las verdaderas razones del triunfo del revisionismo jruschoviano en la URSS después de la muerte de Stalin no se conocen aún".
Finalmente, la derrota del socialismo no se debe necesariamente a la existencia de defectos en su edificación. Como explica Stalin: "Una política acertada no debe, ni mucho menos, conducir siempre ni obligatoriamente a la victoria inmediata sobre el enemigo. Esta victoria no la determina únicamente una política acertada, sino, ante todo y sobre todo, la correlación de las fuerzas de clase, la evidente superioridad de fuerzas por parte de la revolución, la disgregación del campo enemigo, una situación internacional favorable". Y es evidente que quién más sufrió las devastaciones de la Segunda Guerra Mundial no fue el imperialismo, sino la Unión Soviética.
Por eso, si queremos reanimar la causa del socialismo, no debemos despistarnos buscando el supuesto "pecado original" de la URSS. Lo que hace falta es estudiar y explicar cómo consiguió realizar -como nunca antes- las reivindicaciones más anheladas por las masas obreras y oprimidas del mundo. En definitiva, no basta con una solidaridad parcial hacia los principios del marxismo-leninismo y hacia la edificación del socialismo en el Estado soviético: hace falta una solidaridad plena, como la mejor arma para que la clase obrera pueda librar sus futuras batallas con posibilidades de éxito. Hay que rearmar ideológicamente a la clase obrera y recuperar la memoria de su lucha histórica, de su capacidad para edificar una sociedad libre de explotación.
"¿Qué hace falta para que los proletarios venzan en el Occidente -preguntaba Stalin? Ante todo, fe en las propias fuerzas, la conciencia de que la clase obrera puede valerse sin la burguesía, de que la clase obrera no sólo es capaz de destruir lo viejo, sino también de construir lo nuevo, de edificar el socialismo. Toda la labor de la socialdemocracia consiste en inculcar a los obreros el escepticismo y la falta de fe en sus fuerzas, la falta de fe en la posibilidad de lograr por la fuerza la victoria sobre la burguesía. El sentido de todo nuestro trabajo, de toda nuestra edificación, consiste en que este trabajo y esta edificación convencen a la clase obrera de los países capitalistas de que la clase obrera puede valerse sin la burguesía y edificar con sus propias fuerzas la nueva sociedad."
El stand de la Asociación de Amistad Hispano-Soviética en la Fiesta del PCE 2017 aspira precisamente a pertrechar de munición para este combate a los que acuden a ella.
¡Hace 100 años, comenzó el futuro!
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