Este libro es una guía peculiar de los acontecimientos más
remarcables del año revolucionario de 1917 en Rusia. En las
fotografías, fotogramas, reproducciones de lienzos pintorescos,
grabados, dibujos, caricaturas políticas, documentos, materiales de la
prensa, fragmentos de memorias y cartas de los contemporáneos,
dedicadas a la revolución, se presenta un cuadro majestuoso del
acrecentamiento y el triunfo de la Gran Revolución Socialista de
Octubre. En ellos aparece el propio ambiente de aquellos días heroicos.
Los materiales de cada mes contienen un análisis breve de los
acontecimientos y una apreciación de los más importantes hechos y
personajes.
Editorial Progreso, Moscú, 1987 (adicciones y cambios)
Traducido del ruso por Aurelio Villa
Redacción literaria: Sara González
Impreso en la URSS.
Al lector
Por el académico ISAAK MINTS, Héroe del Trabajo Socialista, Premios Lenin y
Estatales de la URSS, presidente del Consejo Científico de la Academia
de Ciencias de la URSS para el problema integral de la Gran Revolución Socialista de Octubre.
A veces me parece que los acontecimientos de 1917, año de la
revolución, los recuerdo y conozco mejor que las visitas y encuentros de
ayer, que mi horario de trabajo para mañana.
Pueden decir que esta ilusión se debe a que desde las postrimerías de
los años 20, la historia de la Gran Revolución Socialista de Octubre y
la defensa de sus conquistas durante la guerra civil y la intervención
extranjera han sido el tema fundamental de mis investigaciones
científicas. Pero muchos de los acontecimientos de aquellos días, ahora
lejanos, los conozco y recuerdo no por los archivos y los libros. Los
considero parte de mi propia vida, pues precisamente en abril de 1917,
cuando ingresé en el partido leninista, me vinculé inseparablemente al
destino y a la lucha del proletariado de Rusia.
La memoria del individuo es selectiva. Retiene sólo los momentos
trascendentales en su camino. Por aquí se trata de acontecimientos
culminantes para toda la humanidad, pues inauguraron la era de la
renovación general. El recuerdo de éstos no se supedita al tiempo.
Cuanto más tiempo pasa, con mayor plenitud y precisión vienen a la
memoria hechos y episodios que podrían parecer irremediablemente
olvidados.
A veces me parece de pronto que respiro el aire peculiar de aquellos
días, que me quitan una venda de los ojos y me veo hecho un joven, quien
por veleidades del destino, fue testigo y participante en los magnos
cambios revolucionarios, a los que Sun Yat-sen, eminente demócrata
revolucionario chino, calificó con estas palabras simples, pero
precisas: “… ¡El surgimiento de las esperanzas de la humanidad!”
La Gran Revolución Socialista de Octubre contribuyó al desarrollo de
la conciencia revolucionaria de grandes masas, indicando la perspectiva
de su batalla histórica por la liberación, por la creación de una
sociedad que no conociera ninguna forma de explotación, exenta de la
opresión del capital y de las inevitables – propias de éste- guerras de
conquista. En una sexta parte del mundo comenzó la construcción de un
nuevo régimen social. El socialismo pasó de la teoría a la realidad. En
el país de Octubre comenzó a vivir un mundo nuevo, se inició la historia
del futuro.
Pero había que defender la revolución. Durante los años de la guerra
civil y la intervención militar extranjera contra la joven República de
los Soviets, yo era uno de los comisarios que en Occidente se suelen
representar como dogmáticos categóricos y obligatoriamente con chaquetas
de cuero. En el Ejército Rojo Obrero y Campesino presté servicio en el
cuerpo de los famosos cosacos rojos, aquellos que en libros y películas
antisoviéticos se representan casi como la principal fuerza espontánea
que se oponía al nuevo poder. No es casual que haya recordado mi trabajo
de comisario y mi servicio en el cuerpo de cosacos. Incluso en estos
dos ejemplos relativamente pequeños se ve que los enemigos de la
revolución no desdeñan ni siquiera la vil calumnia. Puedo decir que
cualquier falsedad en la interpretación de los mayores sucesos
históricos, estrechamente vinculados con los problemas más candentes de
nuestros días, está supeditada de forma directa a intereses egoístas. En
este caso, cuando se trata de acontecimientos de tal envergadura como
es la Gran Revolución Socialista de Octubre de 1917, cualquier intento
de tergiversar la verdad, la imagen del pueblo combatiente, la del
comunista leninista, está orientado contra el prestigio del socialismo, y
contra las fuerzas revolucionarias del mundo.
Pero incluso aspirando a la objetividad, se habla de la revolución de
manera distinta. En los trabajos científicos y publicaciones
documentales se investigan hechos, se analizan las leyes. En la
literatura amena, memorias y obras de arte se intenta, ante todo, hacer
sentir al público la época, comprender su grandeza y heroísmo, lo
trivial y lo patético.
El presente libro no es una investigación histórica ni sólo una obra
literaria, aunque contiene mucho de lo primero y de lo segundo. Como
cualquier investigación histórica, ofrece gran cantidad de material
documental, parte fundamental de cada capítulo. El texto incluye también
fragmentos de memorias y de obras literarias de aquellos años,
fotografías y trabajos de los mayores pintores y gráficos. Así, surge
una narración emocionante, con sólidos argumentos, que reconstruye mes
tras mes el impresionante cuadro de la lucha de las masas
multitudinarias de Rusia por su futuro luminoso.
El lector tiene la posibilidad de realizar un viaje peculiar al año
de 1917, de ver y comprender los mayores acontecimientos históricos, de
hacerse una idea plena del carácter de los cambios radicales ocurridos
en la vida política, económica y espiritual del país. Desde luego, el
autor no es imparcial, pero ofrece un conjunto de hechos que nos permite
conocer, de manera totalmente objetiva, esos acontecimientos
históricos. Considero que esto es lo correcto.
Lea, vea, piense.
Vladimir Ilich Lenin (1870-1924)
Organizador del Partido Comunista de la Unión Soviética y fundador del Estado soviético.
La sólida base moral asentada con la educación del padre, Iliá
Uliánov, y la madre, María Blank, quienes eran maestros no sólo por
profesión, sino también en el sentido más sublime de la palabra, y la
incansable aspiración a autoperfeccionar y mejorar la vida circundante
condujeron a la revolución a cinco hijos de los Uliánov.
Después de ser ejecutado —en mayo de 1887— el hermano mayor,
Alexandr, por participar en un atentado contra el zar, Vladimir
determinó firmemente su camino en la lucha revolucionaria. Consideraba
que ella no consistía en el terror, sino en el auge del movimiento
obrero en base al comunismo científico.
En 1887 ingresó en la facultad jurídica de la Universidad de Kazán,
de donde fue expulsado poco más tarde por participar en un acto
estudiantil, y sólo en 1891, después de dar los exámenes como externo en
la facultad de derecho de la Universidad de San Petersburgo, se tituló
como jurista. Trabajó casi tres años como abogado en una de las ciudades
del Volga. En 1893 se trasladó a San Petersburgo, estableció contactos
con los marxistas capitalinos y los obreros avanzados. Esto fue el
inicio de la unión del comunismo científico con el movimiento obrero de
masas y vinculó para siempre el nombre de Lenin con la lucha
revolucionaria del proletariado ruso y mundial. La vida de Lenin es una
verdadera proeza del pensamiento y la acción revolucionarios. Encabezó y
condujo a la victoria a los pueblos de Rusia en la Revolución de
Octubre de 1917. Su doctrina es el himno del triunfo del humanismo, la
paz y la fraternidad en nuestro planeta.
Encuentro con la historia
Rusia conmemoró la entrada del último año del siglo XIX con un
intenso repiqueteo de campanas. En las numerosas catedrales e iglesias
del imperio los feligreses, puestos de rodillas, celebraban liturgias y
tedéums.
Para la familia real, el 1 de enero de 1900[1]
fue una fiesta doble. Se conmemoraba no sólo el primer día del Año
Nuevo, sino también el cincuenta aniversario de Su Alteza Imperial, el
Gran Duque Alexéi Alexándrovich, tío del zar, General Ayudante,
Almirante General y jefe de la Flota y del Departamento Marítimo.
Por la mañana, desde distintas partes comenzaron a llegar carruajes
al Palacio de Invierno, residencia del emperador en Petersburgo[2].
A la Sala de Conciertos entraban flemáticamente dignatarios del
Estado y cortesanos, con uniformes resplandecientes de bordados dorados y
plateados. En la grandiosa Sala de Nicolás, donde se reunían los
representantes de la Guardia, estaba formada la guardia de honor. Al
lado, en la antesala, a ambos extremos de una alfombra enorme se
situaban los comandantes del Ejército y la Marina. En la parte izquierda
de la Sala de Armas, las damas con atavíos rusos de distintos colores y
modelos; a la derecha, los funcionarios con uniforme civil ; y a lo
largo de las ventanas, la guardia del Regimiento Cosaco de la Guardia
Imperial de Su Majestad. En la Gran Sala de Mariscales de Campo se
congregaban representantes de los zemstvos (órganos electivos de
administración local, instituidos en Rusia después de las reformas de
1864), de los mercaderes rusos y extranjeros. Los uniformes se
entremezclaban con los fraques. Y de nuevo guardia de honor, ahora del
Regimiento de Caballería de la Guardia Imperial.
A las once del día se efectuó la salida imperial de los aposentos
interiores a la catedral del palacio. Inauguraban la procesión los
furieles y pajes con uniformes rojos de gala. Tras los cortesanos
avanzaban Nicolás II, autócrata de toda Rusia, y su esposa Alexandra,
princesa alemana Alix von Hessen.
Nicolás vestía el uniforme de coronel del Regimiento de Caballería de
la Guardia Real, cuya patrona era su madre. Como a todos los Románov,
al emperador le gustaban los ejercicios militares (revistas, desfiles,
fiestas de los regimientos). Creía ser un gran jefe militar, pero era
coronel cuando ocupó el trono de Rusia y ya nadie le podía conceder un
grado más alto.
La emperatriz apareció, como era debido, con vestido ruso. Los pajes de la corte llevaban cuidadosamente la cola de su vestido.
A los cónyuges imperiales les acompañaban el barón Frederiks,
ministro de la corte imperial y general ayudante (diecisiete años
después, firmaría el Manifiesto de Nicolás II sobre la abdicación); el
conde Géndrikov, jefe de la cancillería de la zarina; el príncipe
Dolgorúkov I, maestro de ceremonias; Obruchev, general ayudante de
guardia; el séquito de Su Majestad, el contraalmirante Lomen y el
segundo ayudante, conde Sheremétiev I. Tras ellos marchaba casi toda la
familia de los Románov: los grandes duques y duquesas, entre quienes se
encontraba el homenajeado.
El emperador y la emperatriz saludaban a los congregados pasando de
una sala a otra, y se aproximaron a la catedral, donde los recibió el
clero de la corte, presidido por el arcipresbitero, padre Yánishev. El
zar besó la cruz y entró en la catedral, donde en los dos coros se
encontraban los coristas vestidos de trajes de gala carmesí. Comenzó la
liturgia.
De regreso, la procesión se dirigió primero a la Sala de San Jorge,
donde se habían reunido los representantes del cuerpo diplomático. Con
sus felicitaciones y el nuevo paso ceremonial por las salas del palacio
hacia los aposentos interiores, se dieron por terminadas las
solemnidades oficiales en Rusia con motivo del Año Nuevo de 1900. Sin
embargo, continuó el cumpleaños del tío del zar.
El 2 de enero, el emperador asistió al desfile del Regimiento de
Moscú de la Guardia Real, cuyo patrono era el homenajeado desde el día
de su nacimiento. A continuación, Nicolás II, acompañado de los grandes
duques y la comitiva, asistió al almuerzo en honor de su tío, ofrecido
en el club de oficiales. Se brindó a la salud del patrono del regimiento
y por la benevolencia del monarca. El zar brindó porque en el futuro
tampoco los señores oficiales escatimaran sus vidas por la benevolencia
del emperador.
— El Señor Dios nos ha entregado el poder sobre nuestro pueblo
—declaró, dirigiéndose a los presentes—; y ante Su trono, responderemos
por los destinos de la Potencia Rusa…
A la dinastía y los círculos gobernantes les parecía que en este
mundo todo era inmutable y sólido. Pero en ese tiempo, en enero de 1900,
el joven jurista Vladimir Uliánov cumplía el plazo de su deportación en
el lejano pueblo siberiano de Shúshenskoe. Le habían detenido en
diciembre de 1895 por fundar la Unión de Lucha por la Emancipación de la
Clase Obrera, que fusionó, por primera vez en el país, el socialismo
científico con el movimiento obrero, pasó de la propaganda del marxismo
entre un reducido círculo de obreros a la agitación política entre
amplias masas del proletariado.
La revolución proletaria en Rusia había sido preparada por el
desarrollo socioeconómico y político del país. Después de abolirse el
régimen de servidumbre (forma de dependencia feudal de los campesinos,
atados a la tierra y supeditados al poder administrativo y judicial del
señor feudal, abolida en 1861), el capitalismo en Rusia comenzó a
desarrollarse a ritmos acelerados; se formaba y cohesionaba la clase
obrera; se fortalecía su conciencia de clase. Sin embargo, en el país
continuaban vigentes fuertes atavismos del feudalismo. La autocracia
zarista, portavoz de los intereses de los terratenientes y vinculada
estrechamente con el gran capital monopolista, detenía el fomento de las
fuerzas productivas, frenaba el progreso social. Las condiciones de
vida de los obreros y los campesinos eran insoportables.
A comienzos del siglo XX, Rusia era el foco de las contradicciones
del sistema imperialista, su eslabón más débil; hacia aquí se desplazó
el centro del movimiento revolucionario mundial.
En los años 70 del siglo XIX surgió un tipo nuevo de obrero ruso,
emancipado de las ilusiones monárquicas y partidario de la revolución
social. Ellos fueron, entre muchísimos otros: Piotr Alexéiev y Stepán
Jalturin, Víctor Obnorski y Piotr Moiséenko, Semión Agápov y Fiódor
Krávchenko. Las primeras organizaciones obreras —Unión de Obreros del
Sur de Rusia (1875) y Unión de Obreros Rusos del Norte (1878)—
planteaban libertades políticas en sus reivindicaciones programáticas.
El proletariado de Rusia se convirtió en el sucesor natural y
continuador de la causa de la gloriosa pléyade de combatientes por la
felicidad de los trabajadores, comenzando por Radischev, Nóvikov, los
decembristas y Herzen, y terminando por los miembros de la organización
Voluntad del Pueblo.
Con la actividad del joven Vladimir Uliánov, conocido por todos como
Lenin, uno de sus últimos seudónimos literarios, comenzó una etapa
nueva, proletaria, en el movimiento revolucionario de Rusia. Admiraba su
conocimiento profundo de la doctrina de Marx, la energía inagotable, la
indómita voluntad de luchar por los intereses de la clase obrera de
Rusia. Lenin se entregaba con toda su pasión al peligroso trabajo,
contagiando también a sus camaradas con la fe en la próxima victoria de
la revolución social en todo el mundo.
Pese a la detención de la directiva de la Unión de Lucha, ni siquiera
el gigantesco aparato represivo de la autocracia estaba en condiciones
de detener la aspiración de los obreros avanzados, de todos los círculos
y grupos socialdemócratas, a unirse.
El paro de mayo de 1896 en Petersburgo, la envergadura desconocida
hasta el momento del movimiento huelguístico en todo el país durante la
segunda mitad de los años 90 y la creación de grupos y uniones
-semejantes a la Unión de Lucha, de Petersburgo- en Moscú,
Ivánovo-Voznesensk, Kiev y otras ciudades, significaban el comienzo de
la fusión práctica del marxismo con el movimiento obrero.
Marzo de 1898. En la pequeña casa del obrero ferroviario P.
Rumiantsev, en las afueras de Minsk, se celebró el I Congreso del
Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia (POSDR). En el manifiesto que
proclamaba la fundación de este partido, se indicaba que continuaba la
causa y las tradiciones del movimiento revolucionario antecesor de
Rusia, pero que elegía otras vías y utilizaría otros medios de lucha.
“Sobre sus fuertes hombros -se subrayaba en el documento-, la clase
obrera rusa deberá conquistar y conquistará la libertad política. Este
es un paso importante, aunque únicamente el primero, hacia el
cumplimiento de la gran misión histórica del proletariado: la creación
de un régimen social en el que no habrá lugar a la explotación del
hombre por el hombre”.
Pero el partido sólo se había proclamado. Se debían elaborar aún sus
bases organizativas y el programa. Esta importante tarea recayó en
revolucionarios profesionales, con experiencia de lucha clandestina,
marxistas convencidos, integrantes del núcleo del partido, ante todo, en
V. I. Lenin.
El 29 de enero de 1900 se cumplió el plazo de deportación de Lenin.
Abandonó el lejano pueblo de Shúshenskoe, pero debido a que le estaba
prohibido vivir en las dos capitales, en ciudades universitarias y en
grandes centros obreros, eligió la ciudad de Pskov como lugar de
residencia. Desde allí se facilitaba a mantener contactos permanentes
con los proletarios revolucionarios de Petrogrado.
Durante el destierro, Lenin decidió marchar lo antes posible al
extranjero, donde no estaría al alcance de la policía secreta rusa y
podría desarrollar el trabajo del centro dirigente y combativo del
partido. Junto con sus camaradas, confeccionó el plan para fundar un
periódico obrero de toda Rusia, que se publicaría en el extranjero y se
introduciría clandestinamente en el Imperio Ruso.
En el destierro, en el camino de regreso y, más tarde, en el
extranjero, a donde marchó en julio de 1900, Lenin preparó el plan de
este periódico político ilegal —más tarde sería el famoso rotativo Iskra (“La
Chispa”)—, que desempeñaría un papel decisivo en la cohesión de los
marxistas revolucionarios rusos en el partido revolucionario de nuevo
tipo.
“Tenemos enfrente —escribió Lenin en la editorial del primer número de Iskra, aparecido
en Alemania en diciembre de 1900— la fortaleza enemiga, bien artillada,
desde la que se nos lanza una lluvia de metralla y balas que se lleva a
los mejores luchadores. Debemos tomar esta fortaleza, y la tomaremos
si todas las fuerzas del proletariado que se despierta las unimos a
todas las fuerzas de los revolucionarios rusos en un solo partido, hacia
el que tenderán todos los elementos vivos y honestos de Rusia”.
La lucha titánica de Lenin por crear ese partido se coronó con éxito
en el II Congreso del Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia, celebrado
en el verano de 1903, primero en Bruselas y después en Londres.
Se fundó un partido de nuevo tipo, que se diferenciaba de las
organizaciones socialdemócratas eurooccidentales existentes porque
después de la muerte de Marx y de Engels fue el primero en declarar
abiertamente que su objetivo era luchar por el establecimiento de la
dictadura del proletariado, confirmaba la unidad de la teoría y la
práctica, de las palabras y la acción. Era un partido de lucha
revolucionaria, capaz de conducir al proletariado hacia la conquista
del poder.
Por insistencia de Lenin, en el Programa del partido se indicó con
precisión el papel rector de la clase obrera en la revolución, la
necesidad de fortalecer la alianza del proletariado y el campesinado, el
reconocimiento del derecho de las naciones a la autodeterminación. Como
programa mínimo se promovía la tarea de derrocar a la autocracia; como
programa máximo, el triunfo de la revolución proletaria. Lenin planteó
de manera muy clara los objetivos del partido. Al respecto, en la
primavera de 1903 escribió: “¡Queremos lograr una organización nueva y
mejor de la sociedad, en la que no haya ricos ni pobres y en la que
todos tengan que trabajar! ¡Que no sea un puñado de ricachos, sino todos
los trabajadores los que se aprovechen de los frutos del trabajo de
todos! ¡Que las máquinas y otros perfeccionamientos faciliten el
trabajo de todos y no sirvan para enriquecer a unos cuantos a costa de
millones de hombres del pueblo! Esta sociedad nueva y mejor se llama sociedad socialista. La doctrina que trata de esta sociedad se llama socialismo“.
Al señalar que para alcanzar el socialismo “… es menester unir en una
sólida e indestructible alianza a todos los obreros de la ciudad, a lo
largo de toda Rusia, y con ellos a los pobres del campo”, subrayaba:
“Esta es una causa grandiosa, y por una causa así se puede sacrificar con gusto la vida entera”.
El Programa aprobado por el congreso asentó los cimientos de la
unidad ideológica entre los marxistas revolucionarios de Rusia. Pero al
discutir sus bases organizativas, se desencadenó una lucha entre los
partidarios de Lenin, quienes consideraban que el POSDR debía ser un
partido centralizado de la revolución social, y los adversarios de tal
posición. Estos últimos, menospreciaban abiertamente la necesidad de la
disciplina de partido, no exigían de los miembros de POSDR la labor
obligatoria en una de sus organizaciones de base, convirtiendo al
partido en un club de discusiones sin capacidad de combate.
La lucha por crear un partido de nuevo tipo, de acción
revolucionaria, Lenin la consideraba como un todo único en el sentido
organizativo y disciplinario. La pertenencia al partido estaba
condicionada por el reconocimiento de su Programa, el apoyo con medios
materiales y la participación personal en una de sus organizaciones.
Lenin también se pronunció resueltamente contra cualesquiera
manifestaciones de separatismo y nacionalismo, que se observaban en las
proposiciones de construir el partido basado en principios federativos.
En febrero de 1903, Lenin respondió con firmeza y convicción a sus
oponentes: "...sobre las cuestiones relativas a la lucha contra la
autocracia, a la lucha contra la burguesía de toda Rusia, debemos actuar
como una organización de combate única y centralizada; debemos
apoyarnos en todo el proletariado, sin diferencias de idioma ni de
nacionalidad, cohesionado por la solución mancomunada y constante de los
problemas teóricos, prácticos, tácticos y de organización…”.
La conclusión leninista de que el partido de nuevo tipo debía basarse
en los principios del internacionalismo fue apoyada sin reservas por la
mayoría de los participantes en el congreso. Respecto a la militancia
en el POSDR, triunfó, temporalmente, el punto de vista de quienes se
pronunciaban contra la proposición de Lenin, pues eran demasiado
fuertes las ideas tradicionales sobre el particular, compartidas por los
líderes de todos los partidos miembros de la II Internacional.
Muchos no comprendían la decisión y energía de las intervenciones de
Lenin contra la creación de un partido en el que se intentara “… hacer
miembros del partido a todos y a cada uno…”, lo que
engendraría inevitablemente la conciliación y el reformismo. La realidad
no tardó en confirmar la validez incondicional de los planteamientos
de Lenin y el enorme significado que tenían las elevadas exigencias que
el líder presentaba a cada miembro del partido, destacando la
responsabilidad mutua, de cada uno por el partido y viceversa. En el
III Congreso del POSDR (1905) se introdujeron cambios en los Estatutos,
adoptando la tesis de Lenin sobre la pertenencia al partido.
A partir del II Congreso, los partidarios de Lenin, quienes
obtuvieron la mayoría en las elecciones del Comité Central, comenzaron a
llamarse bolcheviques, y sus adversarios, mencheviques. Así, surgió el
ala revolucionaria leninista en la socialdemocracia rusa, que más tarde
se convirtió en un partido independiente: el partido de los
bolcheviques.
Aunque la dinastía y los círculos gobernantes consideraban que en el
mundo todo era inmutable y sólido, no se olvidaban de animar a quienes
sostenían el trono, La narración sobre el 1 de enero de 1900 sería
incompleta si no mencionáramos que ese día el emperador -por solicitud
del gerente del Ministerio del Interior- tuvo la bondad de conceder
medallas de oro en cinta de San Vladimiro “Por la aplicación”, de plata
en cinta de Santa Ana, de plata en cinta de San Alejandro y de plata en
cinta de San Estanislao a un grupo de inspectores de policía,
alguaciles, policías rurales, guardianes, celadores superiores e
inferiores de cárceles correccionales, de trabajos forzados y otras. Ese
día, se condecoró a más de 250 personas. ¿Pero qué podían hacer los
alguaciles y carceleros?
La influencia de las ideas leninistas y la actividad de los marxistas
revolucionarios contribuían al auge del movimiento revolucionario
obrero en Rusia, que se materializó en encarnizadas luchas de clase. El 1
de Mayo de 1900 se celebró en Járkov una manifestación politica: cerca
de 5.000 obreros reivindicaron la jornada laboral de 8 horas y
libertades políticas. El 1 de Mayo de 1901 se registraron acciones en
Petersburgo, Moscú, Tiflís, Ekaterinoslav y otros importantes centros
industriales. El 7 de mayo de 1901, en la fábrica militar de Obújov
(Petersburgo) se declaró una huelga de protesta contra el despido de un
grupo de obreros por participar en la manifestación del 1 de Mayo. Los
obreros exigieron el retorno de sus compañeros despedidos y la
expulsión de los contramaestres más odiados.
- ¿Exigirán ustedes también el despido de los ministros?- preguntó con sorna el ayudante del administrador de la empresa.
- ¡No sólo el de los ministros, sino también el del zar!– contestaron los trabajadores.
Los obreros recibieron con una granizada de piedras a los policías,
gendarmes y dos compañías de soldados. Más de tres horas duró el combate
de los obreros desarmados contra los represores zaristas.
En 1902 y 1903, el movimiento huelguístico crecía a ritmos muy elevados.
Con los sangrientos acontecimientos ocurridos el 9 de enero de 1905,
cuando en las calles de la capital fueron ametralladas masas de
manifestantes pacíficos, comenzó en Rusia la primera revolución: la
primera de carácter popular en la época del imperialismo, la primera
democrático-burguesa de la historia, en la que el proletariado actuaba
como fuerza hegemónica y política independiente y rectora, guía de las
masas oprimidas que luchaban por la emancipación política.
El ascendente movimiento revolucionario, encabezado por el partido
leninista que tenía un programa de acción preciso, científicamente
argumentado, engendró en el verano de 1905 los Soviets. Se trataba de
organizaciones masivas en las que Lenin discernió más tarde la forma
estatal de dictadura del proletariado.
Bajo la influencia de las huelgas de masas y las luchas armadas del
proletariado de Rusia, en el curso de la revolución se desenvolvió un
amplio movimiento campesino. Por primera vez en la historia surgió la
alianza de la clase obrera y los campesinos.
Junto con el proletariado y el campesinado rusos, combatían contra el
zarismo y las clases explotadoras, los obreros y campesinos de Polonia,
Ucrania, Bielorrusia, las provincias del Báltico, Transcaucasia, Asia
Central y otras regiones de Rusia. El partido, que dirigía esta lucha
revolucionaria, se guiaba por la indicación leninista de que sólo el
proletariado, que conduzca a las masas trabajadoras de todas las
naciones y etnias del país, está en condiciones de derrocar a la
monarquía zarista.
Se acrecentó el movimiento revolucionario en el ejército y en la marina. Muestra de ello fue la sublevación en el acorazado Potiomkin, así como en Sebastopol, las acciones de los soldados y marineros en Sveaborg y Kronstadt.
El punto culminante de la revolución fue la insurrección armada de diciembre de 1905 en Moscú.
¡No hacer descargas de salvas, no escatimar cartuchos!
Así intentaban hablar con el pueblo revolucionario a comienzos de
octubre de 1905. Pero ya era tarde: el 17 de octubre, ante la huelga
política que se extendió por todo el país, el zar firmó un manifiesto en
el que se proclamaban las libertades cívicas, la inmunidad personal,
la libertad de conciencia, de reunión y de asociación. En el manifiesto
se indicaba la necesidad de crear una institución legislativa
representativa: la Duma de Estado.
Pero la autocracia no estaba aún derrotada, sólo había retrocedido.
El zarismo era sostenido por extremistas de derecha, grupos de las
centurias negras y otros que representaban los intereses de los
terratenientes esclavistas. Entre las organizaciones de las centurias
negras se destacaba, en octubre de 1905, la Unión del Pueblo Ruso.
En el curso de la primera revolución se constituyeron los partidos
fundamentales de Rusia. El principal partido de la burguesía liberal
era el Demócrata Constitucionalista, denominado por sus miembros
Libertad del Pueblo. Este se oponía al zar, y trataba de conseguir
reformas económicas y políticas con el fin de convertir al país en una
monarquía constitucional (a la manera inglesa) y prevenir el
acrecentamiento del movimiento revolucionario. Lo integraban
representantes de los fabricantes, banqueros, personalidades de los
zemstvos e intelectuales.
El ala derecha del liberalismo ruso estaba representada por el
partido contrarrevolucionario de los grandes terratenientes y la
burguesía comercial-industrial, llamados “octubristas” tras el
Manifiesto del 17 de Octubre de 1905, fundado a principios de
noviembre de 1905. Los octubristas se pronunciaban por un “fuerte poder
monárquico”, considerando normales todas las acciones orientadas a
aplastar la revolución, conservar la unidad y la indivisibilidad del
imperio.
El grupo de la Duma que representaba al partido terrateniente-burgués
de renovación pacífica y el Partido de Reformas Democráticas formaron,
en noviembre de 1912, el llamado Partido Progresista (“progresistas”).
Ocupaba una posición intermedia entre los demócratas
constitucionalistas y los octubristas, y trataba de fusionarlos en un
partido único de la burguesía rusa.
En agosto de 1915, la mayoría de los diputados “liberales” de los
partidos terrateniente-burgueses en la IV Duma y el Consejo de Estado
(Cámara legislativa superior de Rusia) se unificaron en el Bloque
Progresista cuyo objetivo era llegar a un acuerdo entre la burguesía y
el zar, crear un “Gobierno de confianza del país” basado en el conocido
mínimo de reformas burguesas, con el fin de impedir la revolución,
conservar la monarquía y conducir la guerra hasta la victoria final.
La conservación de la monarquía era el principio político fundamental de todos los partidos burgueses de Rusia.
La primera revolución rusa culminó la formación de los partidos
políticos que representaban a la democracia pequeñoburguesa. Se instauró
el partido de los socialistas revolucionarios (“eseristas”), los
cuales, junto con el ala derecha del POSDR –los mencheviques-, se
pronunciaban por la liquidación de la autocracia y por la república. No
obstante, tanto los primeros como los segundos apreciaban de manera
totalmente equívoca, desde posiciones oportunistas, las fuerzas motrices
y las perspectivas del movimiento revolucionario en el país.
En abril de 1906 surgió la organización de diputados campesinos en la
Duma denominada Grupo de Trabajo (“trudoviques”). En la IV Duma, los
trudoviques apoyaban al Bloque Progresista.
Después de la derrota de la primera revolución rusa, Lenin, quien
había regresado clandestinamente al país en el otoño de 1905, se ve
obligado a emigrar de nuevo. En diciembre de 1907, con riesgo para la
vida, se traslada de Finlandia a Suecia. Comienza el segundo y más
prolongado período de emigración.
En Suiza y después en París, Lenin luchaba por conservar y consolidar
al partido, rechazó las proposiciones erróneas de algunos de sus
miembros, quienes proponían liquidar las organizaciones clandestinas y
organizar un partido legal, el cual, naturalmente, debería renunciar a
su programa, táctica y tareas revolucionarias. A los partidarios de
estas proposiciones se les llamaba con justeza “liquidadores”, pues la
aceptación de sus proposiciones significaba, de hecho, liquidar el
partido revolucionario en Rusia.
Lenin llamó “liquidacionismo al revés” también a las proposiciones de
pasar todo el trabajo del partido a bases ilegales, retirando a sus
representantes de todas las organizaciones legales y semilegales de la
clase obrera. De ese modo, se tergiversaba la propia esencia de la
táctica revolucionaria, que exhortaba a no perder los vínculos con las
masas, no caer en el sectarismo político, con su menosprecio del
significado que tenía el trabajo en los parlamentos, sindicatos, otras
organizaciones legales.
Junto con los problemas organizativos, había que solucionar también los teóricos. En 1909, Lenin escribió Materialismo y empiriocriticismo, uno
de sus mayores trabajos filosóficos en el que generalizó los nuevos
logros de las ciencias naturales, argumentó y desarrolló el enfoque
marxista respecto a la cuestión fundamental de la filosofía, sus
categorías, teoría del conocimiento, etc.
Se prestaba seria atención a la preparación de los cuadros
partidarios, ante todo de entre los obreros. En Longjumeau, cerca de
París, se logró organizar una escuela especial en la que estudiaban
funcionarios de las organizaciones partidarias de Rusia.
En el verano de 1912, Lenin se trasladó a la ciudad polaca de
Cracovia, para estar más cerca de la Patria. Aquí trabajaba mucho y con
éxito. En menos de dos años escribió y publicó en la prensa legal y
clandestina más de 350 artículos, sin contar las numerosas cartas,
reseñas, notas. La guerra, la detención y después la deportación a
Suiza no interrumpieron su labor teórica y práctica.
En el libro El imperialismo, fase superior del capitalismo, escrito
en los años de la guerra, Lenin caracterizó la nueva etapa de
desarrollo de la sociedad capitalista, en cuya economía comenzó a
desempeñar el papel fundamental el capital monopolista. La dominación
de los monopolios, indicaba Lenin, significa el acrecentamiento en
flecha de la explotación de la clase obrera y la agudización de las
contradicciones entre el trabajo y el capital, la esclavización de
muchas naciones por un puñado de “grandes potencias”, el aumento de la
opresión colonial y el auge del movimiento de liberación nacional.
Teniendo en cuenta todo eso, llegaba a la conclusión: el imperialismo
es la antesala de la revolución socialista.
El desarrollo económico y político desigual de los distintos países
en la época del imperialismo -como mostró Lenin-, determina el hecho de
que las condiciones políticas para la revolución no maduren a un mismo
tiempo. De ahí que fuera posible su triunfo primeramente en unos
cuantos o, incluso, en un solo país.
Al guía del proletariado ruso le pertenece también la doctrina sobre
la situación revolucionaria. Ninguna revolución -afirmaba- se puede
“hacer” o traer “del exterior”. Sólo la coincidencia de determinadas
premisas -agudización de la pobreza, y las penalidades de las clases
oprimidas, la crisis de “los de arriba”, el ascenso de la actividad de
las masas, de la capacidad del proletariado para realizar acciones
verdaderamente revolucionarias y la existencia de su partido- crean una
situación que hace posible la revolución.
Los preceptos de que el imperialismo es la antesala de la revolución
proletaria, de que el triunfo de esa revolución es posible -en base a la
situación revolucionaria— en unos cuantos o, incluso, en un solo país,
compusieron la teoría leninista de la revolución socialista. Basándose
en ella, Lenin y el partido proletario de Rusia guiado por él llevaban a
cabo su actividad revolucionaria.
De este modo, el partido obrero leninista (bolchevique) fue el único
que desde su fundación se vinculó abiertamente con el destino del
proletariado, preparándolo para cumplir su magna misión histórica:
aniquilar la explotación del hombre por el hombre. A través de las
tempestades y las lecciones sangrientas de la revolución de 1905-1907,
de los terribles años de reacción que la siguieron, del fuego y las
consecuencias de la I Guerra Mundial, sólo este partido, obligado a
actuar en la clandestinidad, mantuvo fidelidad a los ideales de la
clase obrera, defendía resueltamente el marxismo contra cualesquiera
aspectos de revisionismo, desarrollaba de manera creativa la doctrina
marxista, fusionándola, en el curso de la revolución, con el movimiento
proletario y democrático de masas; preparaba al pueblo para el combate
decisivo contra la autocracia, por la revolución socialista, cuya
victoria se narra en el presente libro.
Notas:
[1]
Todas las fechas en el libro se dan de acuerdo con el calendario que
existió en Rusia hasta febrero de 1918, el cual se atrasaba del europeo
en 13 días. En varios casos se indican entre paréntesis las fechas según
el calendario nuevo.
[2] Cuando empezó la 1 Guerra Mundial, Petersburgo comenzó a llamarse a la manera rusa: Petrogrado.
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