29 de noviembre de 2015

No al cambio climático, sí al cambio social

Enviado por el PTD

A lo largo de la historia el ser humano ha tratado de manejar y controlar las fuerzas de la naturaleza con el fin de adaptar ésta al propio ser humano, es decir, para vivir en las mejores condiciones a lo largo de su vida. De esta manera, se ha establecido históricamente una contradicción entre el ser humano y el propio entorno natural en el que vive, el planeta Tierra.

Para poder adaptar ese entorno natural el ser humano ha desarrollado una serie de medios de producción que parten del conocimiento que de las Leyes de la Naturaleza poseía en cada momento hasta llegar a nuestros días. Y para mover esos medios de producción que transformaban la naturaleza, el ser humano necesitó establecer unas determinadas relaciones entre cada uno de sus miembros.

Estas relaciones, tras miles de años de evolución, han llegado hasta nuestra época en forma de relaciones capitalistas por las cuales una minoría de la sociedad, poseedora de los medios de producción, explota a una mayoría de la sociedad (desprovista de toda propiedad para producir salvo su fuerza de trabajo, la cual vende por un salario), con el objetivo de obtener un beneficio privado. Es evidente que bajo estas condiciones, en el centro de la contradicción entre ser humano y naturaleza, no puede más que situarse el ser humano, pero no toda la humanidad sino esa minoría social.

Estos empresarios y banqueros tratan de aprovechar al máximo posible la fuerza de trabajo de la mayoría social, la clase obrera, de rentabilizar al máximo ese capital invertido en pagar esos salarios, al igual que lo hacen con toda máquina que compran. De la misma forma se comportan en relación con la naturaleza. Pretenden controlar las leyes de la naturaleza para explotarla lo máximo posible, sacarle todo el jugo lo antes posible para, en el menor tiempo, poder conseguir la máxima ganancia. Deben competir entre ellos por el control de los mercados, uno debe obtener más que los otros.


En esa lógica demencial la economía y el sistema productivo caen en la irónica sobreproducción, llevando constantemente a la humanidad a periodos de estancamiento y recesión. Ilógicamente destruyen grandes cantidades de productos para volver nuevamente a  la tendencia de crecimiento, pero cada vez menor. Agudizan su problema de rentabilidad y, entre muchas otras soluciones, desarrollan intencionadamente una tecnología “defectuosa” para poder crear un mercado constantemente al alza. Es decir, acortan la “vida útil” de los productos para dinamizar artificialmente un mercado que les ha de reportar una ganancia sobre su capital invertido lo antes posible y en la mayor cuantía posible.

Para la burguesía, la constante producción supone explotar constantemente la fuerza de trabajo de la clase obrera. Cuanto más lo hace más ganancia obtiene. Ésta se emplea para transformar la naturaleza, para transformar las materias primas y crear mercancías con una determinada utilidad. A la par que agota la fuerza de trabajo de la clase obrera de manera acelerada también agota de manera acelerada el planeta. Explota los recursos naturales como si no hubiera un mañana, esparce los residuos en aquellos lugares o países subyugados, mantiene tecnologías obsoletas y más contaminantes pero lucrativas porque los propietarios de éstas poseen un gran poder económico y político frenando así la rueda de la evolución tecnológica del ser humano, etc. La contradicción entre el ser humano y la naturaleza se vislumbra hacia un fatal desenlace.

Para salvar a la humanidad de este “callejón” aparentemente “sin salida” es necesario que la producción y la sociedad no estén organizadas por una minoría social atrapada entre los tentáculos de su propio régimen social. Hay que racionalizar la producción para que toda la humanidad acceda a los bienes, en cantidad y tipo suficientes, garantizando su subsistencia y bienestar en el momento presente. Y compatibilizarlo con la resolución de la contradicción entre el ser humano y la naturaleza dirigiéndola hacia la protección del medio ambiente para que podamos seguir subsistiendo en el futuro elevando nuestro bienestar.

Son muchas las medidas que pueden aplicarse: la investigación, el desarrollo y la innovación para implantar nuevas tecnologías, más limpias, para la producción –tanto nuevas fuentes de energía y formas de captación y su aprovechamiento como la mejora de los procesos productivos-; el alargamiento de la vida útil de los productos cuando el desarrollo tecnológico lo permite; el fomento y la organización social para el reciclaje y la reutilización de productos; la planificación de la economía para poner en sintonía la producción con el consumo y las necesidades; esta misma para racionalizar la circulación de las personas instalando la industria en los lugares de residencia de los trabajadores, etc. La fuerza sindical de la clase obrera es capaz de presionar para alcanzar algunos logros medioambientales porque se encuentra en el centro productivo. Por ello debemos reforzar estas estructuras de clase.

Pero en el marco del actual régimen social es imposible resolver radicalmente los problemas medioambientales. Las declaraciones que realizan en las cumbres gubernamentales se las lleva el viento. Cumplirlas supondría renunciar a una parte o todo el beneficio privado. Y no están dispuestos a ello porque su supervivencia como burguesía frente a los demás está en juego. Más aun, a menudo las grandes potencias industrializadas utilizan cínicamente la excusa de la protección del medio ambiente y la limitación o reducción de emisiones contaminantes como pretextos para presionar de cara a frenar el desarrollo económico de aquellos países que se esfuerzan por superar el subdesarrollo.

Así pues, el problema de la sostenibilidad medioambiental solo podemos resolverlo de la mano del cambio de las viejas relaciones de producción por unas nuevas. La sustitución de la propiedad privada por la propiedad social de los medios de producción. La humanidad podrá ejercer el control democrático sobre la economía para desarrollar las fuerzas productivas hacia la armonización con el medio natural.

De las entrañas de lo viejo surge lo nuevo. Así, el marxismo-leninismo es la teoría científica capaz de resolver positivamente la contradicción entre el ser humano y la naturaleza, porque su concepción del mundo posibilita comprender las causalidades de los actos humanos y sus efectos, comprender los profundos cambios sociales que han de materializarse. Y la clase obrera es la fuerza social en posición de operar el cambio social; de encabezarlo pues se encuentra en el centro de la producción capitalista como la fundamental fuerza creadora de la riqueza social. Los obreros y obreras más conscientes de la necesidad del cambio social, organizados en círculos para el control de la actividad productiva en sus centros de trabajo, serán la cabeza de esta fuerza social. 

Así es como la clase obrera podrá reconstituir su partido político, el Partido Comunista, como expresión de la unión del movimiento obrero con el socialismo científico, como la inteligencia, el honor y la conciencia de nuestra época.

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