29 de noviembre de 2018

Los archivos del ‘gulag’ sorprenden a los propios descendientes de los perseguidos

Por Diario Octubre

Tras la caída de la URSS en 1991, numerosos familiares y descendientes de aquellos que fueron perseguidos, detenidos o encarcelados, sobre todo en tiempos de Stalin, acudieron al gobierno para pedir explicaciones e indemnizaciones.

El bombardeo publicitario, al que se unió la “nueva Rusia”, les hizo suponer que sus allegados habían sido perseguidos injustamente, e incluso gratuitamente. Eso es lo que les estaban contando, al menos.


Algunas de aquellas peticiones pasaron a Vladimir Startsev, Fiscal de Distrito de Leningrado, quien volvió a revisar de nuevo los archivos de la policía soviética, redactando en 2000 un informe oficial con sus conclusiones que ahora han salido a la luz.

El fiscal no puede ser más claro y concluyente, por lo que transcribimos el informe en su integridad:
“En los últimos años, hemos recibido muchos formularios de solicitud de los hijos y nietos de las víctimas de la represión política de Stalin. Quieren que encontremos documentos que rehabiliten legalmente a sus padres, ya que sus familias tendrían derecho a recibir pagos de reparación de hasta 800 rublos al mes. Hemos recuperado viejos archivos de los archivos del gobierno y a menudo resulta que los que han sido enviados a campos de trabajo o condenados a muerte por disparos no son víctimas inocentes en absoluto. Algunos han sido procesados por robo o hurto, otros por colaborar con los ocupantes alemanes. Sus hijos se sorprendieron al saber la verdad”.

“Personalmente tuve cuatro casos cuando ayudé a las familias a descubrir información sobre sus padres víctimas. Estas personas han dedicado un tiempo considerable (y, en algunos casos, dinero) a la búsqueda en varios archivos del gobierno”.

“Al final, uno de ellos descubrió que su abuela no había sido enviada a prisión porque era ‘hija de un militar zarista’, sino porque había malversado dinero de una fábrica en la que trabajaba como contable, y luego lo usó para comprar un abrigo de invierno de lujo”.

“Otro tipo se sorprendió al enterarse de que su abuelo había sido condenado a prisión, no porque hubiera ‘contado un chiste sobre Stalin’, sino porque era el autor de una violación en grupo”.

“Luego otro descubrió que su abuelo no había sido ‘un inocente kulak injustamente perseguido’, sino un criminal reincidente condenado a muerte por asesinar a toda una familia (marido, mujer y dos adolescentes)”.

“Sólo había uno cuyo abuelo había sido realmente reprimido por razones políticas. Pero, de nuevo, no fue porque había ‘contado un chiste sobre Stalin’. Resultó que estaba ayudando a los alemanes a controlar la población de los territorios ocupados durante la guerra”.


Fuente original:
 
https://www.fort-russ.com/2018/11/archives-revealed-stalins-great-purge-victims-werent-always-innocent/

25 de noviembre de 2018

La esencia del trotskismo y sus manifestaciones en el comunismo de hoy (III)




3º) La defensa del Partido en el período contrarrevolucionario.

            Cuando el empuje revolucionario se debilitó, el gobierno zarista desató la más violenta represión terrorista contra los obreros y su partido, con miles de muertos y decenas de miles de heridos, mutilados y encarcelados. “Los revolucionarios son exterminados, torturados y martirizados como nunca –escribió Lenin-. Hay quien se esfuerza por difamar y envilecer la revolución, por extirparla de la memoria del pueblo”.[1]

Frente a estas terribles dificultades, los bolcheviques reorganizaban el partido y su actividad en la más rigurosa clandestinidad, convencidos de que una nueva revolución era ineludible porque los objetivos de la anterior no se habían podido alcanzar. Había que educar y organizar a las masas con este fin, aprovechando al máximo todo tipo de posibilidades legales, sin dejar de realizar el trabajo ilegal necesario. Lenin exhortaba a “conservar y reforzar el partido ilegal lo mismo que antes de la revolución. Debemos preparar constantemente a las masas para la nueva crisis revolucionaria, lo mismo que de 1897 a 1903. Debemos reforzar por todos los medios los vínculos del partido con las masas, desarrollar y aprovechar para el socialismo todas las posibles organizaciones obreras…”.[2]

En cambio, los mencheviques fueron presa del pánico, renunciaban a las consignas revolucionarias, tendían a la conciliación con el régimen autocrático apoyado en las centurias negras y defendían el cese del trabajo clandestino y la liquidación del partido ilegal. Su oportunismo degeneró en liquidacionismo.

También en las filas de los bolcheviques surgió una corriente minoritaria de oportunistas de “izquierda” –los otzovistas o ultimatistas- que rompieron con el materialismo y llamaban a las acciones revolucionarias directas y a renunciar a la labor en las organizaciones legales, incluida la Duma de Estado (seudoparlamento). De seguir esta línea, el partido se habría apartado de las masas y transformado en un grupo sectario. Lenin llamaba a los otzovistas “liquidadores del envés” y advertía: “El otzovismo no es bolchevismo, sino la peor caricatura política que puede hacerse de él y que sólo hubiera podido idear el contrincante político más adverso”.[3] Entre los bolcheviques que vacilaron en la lucha contra el otzovismo, encontramos los nombres de futuros oposicionistas de los años 20, como Kámenev, Tomski y Rykov.

Este tipo de desviación de “izquierda” ha vuelto a aparecer, después del XX Congreso del PCUS y después del derrumbe de la URSS, entre quienes se han opuesto al revisionismo moderno en el movimiento comunista internacional. Ha causado y sigue causando un gran daño, impidiendo el resurgimiento de partidos revolucionarios de masas.

Para enfrentar la crisis del partido provocada por los liquidadores y otzovistas, los bocheviques concertaron una alianza con los mencheviques defensores del partido, encabezados por Plejánov.

En estos años de reacción, el grupo centrista de Trotski tomó la defensa de los liquidadores. Luchó sañudamente por la liquidación del partido revolucionario ilegal de la clase obrera y por la fundación de un partido centrista pequeñoburgués. En esos años precisamente fue cuando Lenin llamó Judas a Trotski.[4]

Durante los años de la reacción, el trotskismo fue una de las variedades más peligrosas del liquidacionismo. Constituía un peligro singular porque siempre encubría su apoyo a éste con frases “izquierdistas”. “La misión de Trotski —subrayó Lenin— consiste en encubrir el liqui­dacionismo, echando arena a los ojos de los obreros”[5]. Al querer demostrar que se mantenía “al margen de las frac­ciones”, Trotski hacía realmente de abogado de los liquidadores y de los otzovistas, “con los que no estaba en nada de acuerdo teóricamente, y en todo de acuerdo en la práctica”.[6]

Esta conducta de Trotski no era casual ni estaba motivada únicamente por su hostilidad personal hacia los bolcheviques, sino que descansaba en su “error fundamental”, el cual —según escribió Lenin en 1909— “estriba en que no quiere ver el carácter burgués de la revolución y en que no tiene una idea clara del paso de esta revolución a la revolución socialista”.[7]

Trotski actuó en la Sesión Plenaria del CC del POSDR de enero de 1910 (la última conjunta de bolcheviques y mencheviques) bajo la bandera del cen­trismo, de la “conciliación” y la “unificación” de todos y de todo. Silenciando las cuestiones de principio litigiosas, se afanaba por imponer decisiones plenamente aceptables para los liquidadores. La esencia del plan de Trotski era “unir” todas las tendencias del partido, independientemente de su actitud hacia el liquidacionismo; conseguir, bajo la bandera de la “unificación”, la disolución de la fracción bolchevique; rechazar la línea leninista de lucha en dos fren­tes –contra el liquidacionismo y contra el otzovismo-; y asegurar a los oportunistas una situación dirigente en el partido. De hecho, el plan de Trotski pasó a ser la plata­forma de todos los oportunistas. Así, en la Sesión Plenaria cuajó un bloque liquidador-trotskista, apoyado por Zinó­viev, Kámenev y otros conciliadores, llamado por Lenin “el bloque de la gente sin principios contra el espíritu de partido y contra la fide­lidad a los principios”.[8]

Los trotskistas enjuiciaban mal la situación en el país al negar las posibilidades revolucionarias del proletariado si conseguía establecer una alianza con los campesinos trabajadores. Entonces, consideraban que la revolu­ción era posible en Rusia únicamente ligada con una gue­rra europea o en el caso de que triunfara la revolución en Alemania. Ya en 1911 Trotski dijo en el artículo La situación en el país y nuestras tareas: “¿No habrá que esperar que en los próximos uno o dos años las masas sean lanza­das de nuevo a la senda de las huelgas generales y las in­surrecciones? No, no lo creemos… Por supuesto, si se decla­rase pronto una guerra europea, en la que el zarismo ruso se viera envuelto, y si en Alemania estallara una revolu­ción proletaria abierta, entonces el torbellino europeo nos arrastraría a nosotros también”[9]. Cada vez más claramente, para los trotskistas, la revolución tendría que venir de fuera; pero, si había de ser así en todas partes, resultaría que la revolución es lisa y llanamente imposible.

Como, para Trotski, la revolución no se preveía para un plazo breve, había que centrarse en la lucha por las rei­vindicaciones inmediatas, por la “libertad de coaliciones”, y no dejarse llevar por el “apasionamiento huelguístico”. A pesar del nuevo auge del movimiento obrero y de las huelgas a partir de 1912, seguía defendiendo las posiciones liquidacionistas y atacando a los bolcheviques.

Él y los suyos escribían que la Pravda bolchevique no se editaba con dinero recaudado por los obreros, sino con “sumas de oscura procedencia”. Indignado por este ataque, Lenin escribió: “…Este trapacista y liquidador miente a de­recha e izquierda”. Y aconsejó a la redacción que respondiera en la sección de Correspondencia: “A Trotski (Viena). Es inútil su empeño de enviar cartas con intrigas y trapacerías. No tendrá respuesta.”[10]

Los dirigentes oportunistas de la II Internacional salieron en defensa de las tesis liquidacionistas de Trotski y otros mencheviques. “Es muy lamentable –se quejaba Lenin- que incluso Kautsky y Wurm no vean la banalidad y vileza de artículos como los de Mártov y Trotski… ¡¡¡Es un escándalo que Mártov y Trotski mientan y escriban impu­nemente libelos con apariencia de artículos ‘científicos’!!!”[11] Se iba a perfilando la identidad esencial entre los puntos de vista de Kautsky y Trotski.

Esa apariencia de sesuda erudición científica de los razonamientos de Trotski seduciría y sigue seduciendo a muchos jóvenes e intelectuales, apartándolos del camino de la revolución proletaria. De ahí que todavía sea necesario recordar lo que realmente se esconde debajo de esa apariencia.

En su artículo Acerca de una violación de la unidad que se encubre con gritos de unidad, publicado en mayo de 1914, Lenin decía que “los viejos participantes en el movimiento mar­xista en Rusia conocen bien la figura de Trotski y para ellos no vale la pena hablar de ella. Pero la joven generación obrera no la conoce, y es preciso hablar…”[12]

4º) El imperialismo: la primera guerra mundial y la táctica revolucionaria

            Desde finales del siglo XIX, el desarrollo capitalista había experimentado un salto cualitativo, por el que todas las ramas de la economía habían quedado bajo el dominio de un puñado de empresas gigantescas -los monopolios-, y el mundo entero quedaba repartido entre unas pocas potencias de Europa, Norteamérica y Japón. Al engendrar fuerzas productivas altamente socializadas, el capitalismo había sustituido la libre competencia por una competencia monopolista y se había convertido en capitalismo monopolista o imperialismo. Había entrado en la fase última de su desarrollo. Habían madurado las condiciones materiales para el paso al socialismo.

Estalló entonces, en 1914, la Primera Guerra Mundial entre las potencias imperialistas y los partidos de la clase obrera debían determinar su actitud ante ella para cumplir con su cometido revolucionario. Al frente de los bolcheviques, Lenin fundamentó científicamente esta conducta en su obra El imperialismo, fase superior del capitalismo, y la precisó en la necesidad de que los obreros dejasen de dispararse los unos contra los otros para volver las armas contra sus explotadores en cada país[13]. Sin embargo, la mayoría de los partidos socialdemócratas de la II Internacional -y en Rusia los mencheviques y los eseristas (socialistas-revolucionarios, antiguos populistas)- se pronunciaron abiertamente durante la guerra en defensa del imperialismo de su propio país. El oportunismo creciente de los tiempos de paz se transformó en socialchovinismo y en socialimperialismo: socialismo de palabra, pero chovinismo e imperialismo de hecho.

De todos los socialchovinistas, los más engañosos y, por tanto, los más peligrosos eran los centristas, es decir, los que se disfrazaban con fraseología “izquierdista” y hablaban en nombre de la unidad del partido obrero. A escala internacional, el máximo representante del centrismo era el alemán K. Kautsky y, en Rusia, era Trotski.

Kautsky apreciaba equivocadamente las causas y el carácter de la primera guerra mundial, partiendo de que las “divergencias imperialistas no habían podido hasta ahora suscitar directamente la guerra”[14]. Según él, la guerra había comenzado casualmente: los gobiernos, asustados por sus amenazas recíprocas, habían desencadenado la guerra en contra de su propia voluntad. Kautsky justificaba por todos los medios a los chovinistas, diciendo que todos tenían derecho a defender la patria y estaban obligados a ello.

Los trotskistas compartían plenamente las opiniones oportunistas de Kautsky acerca de las causas y los fines de la guerra. Trotski reconocía de palabra el carácter imperialista de la guerra, pero declaraba que su surgimiento había sido un estallido espontáneo, en el que nada tenían que ver los gobiernos imperialistas, y decía: “La guerra no tiene un fin concreto, políticamente delimitado”, y para “todos los participantes se ha convertido en una guerra de exterminio recíproco”[15]. Este planteamiento abstracto, esco­lástico, de la cuestión del carácter de la guerra hacía caso omiso de su esencia de clase, de su esencia imperialista, y de la posición proletaria consecuente frente a ella.

Las opiniones oportunistas, kautskianas, acerca del carác­ter y las causas de la guerra sirvieron de base a las consignas tácticas de los trotskistas, quienes desde el primer día de la conflagración se declararon en contra de las consignas bol­cheviques. A primeros de noviembre de 1914, Lenin pronunció en Zurich un informe titulado La guerra y la social­democracia[16]. Trotski, que participó en la discusión, manifestó que, en general, estaba de acuerdo con la posición del in­formante. Pero, lo que defendió en su discurso fue el “pro­grama de paz” de los centristas.

Contra la táctica leninista, Trotski escribió una serie de artículos como La crisis bélica y las perspectivas políticas y Programa de paz. Declaró que “la guerra civil es una formulación fraccionalista de los bolcheviques, que quieren imponerla a los demás”[17], que la guerra paralizaba las posibilidades revolucionarias de la clase obrera y hacía imposible la orga­nización de acciones revolucionarias. La socialdemocracia era impotente ante la fuerza unida del poder gubernamental y por ello, en opinión de Trotski, el proletariado debía primero conseguir la paz, lograr el cese de la guerra entre el proletariado alemán y el francés, antes de pensar en la revolución.

La guerra no había proporcionado los resultados apete­cidos a ninguno de los grupos de potencias y había agravado las calamidades y los sufrimientos de las masas populares. Los trabajadores exigían tenazmente la paz. Los gobiernos de los países beligerantes estaban asustados por el creciente desarrollo de la revolución. La burguesía procuraba apro­vechar en su propio interés el anhelo de paz de las masas. Señalando este viraje hacia la paz en determinados círculos de la burguesía de los países beligerantes, Lenin decía que los representantes del capital “lloraban con amargura la guerra y expresaban infatigablemente su deseo de paz”.[18]

Los socialchovinistas y los centristas aprovecharon estas condiciones para especular con los deseos de paz de los trabajadores. En la Conferencia de socialistas de los países neutrales, celebrada en Copen­hague, en la Conferencia de socialistas de los países de la Entente, reunida en Londres, y en la Conferencia de los partidos socialdemócratas alemán, austríaco y húngaro, que tuvo lugar en Viena, sonó un llamamiento a los gobiernos a propiciar la firma de la paz. Trotski consideraba este fin­gido afán de paz de los socialchovinistas y los centristas de distintos países una plataforma para acciones “internacio­nales” unidas. Declaró que, bajo la bandera de la paz, se habían agrupado “todos los de la izquierda” y dijo que el Sotsial-Demokrat leninista se hallaba completamente aislado y su posición era el “grado sumo de ceguera sectaria…”[19]. Lenin le respondió reprochándole “asirse ahora a los faldones de las levitas de Kautsky y de Bernstein”.[20]

Los bolcheviques se pronunciaban resueltamente por la transformación de la guerra imperialista en guerra civil revolucionaria en todos los países beligerantes, por la derrota del gobierno propio. Por tanto, estaban contra la consigna trotskista de “ni victorias ni derrotas”, si exceptuamos a los futuros oposicionistas del grupo de Baugy (Suiza), Bujarin, Piatakov y otros (líderes de las fracciones opositoras en los años siguientes). Trotski  se negaba a ver en la derrota del gobierno propio “siquiera un aliado indirecto”[21]. Afirmaba que, si bien las derrotas desorganizaban a la “reacción gobernante”, “desorganizaban la vida social, y sobre todo a la clase obrera”[22]

Además, tergiversaba la posición bolchevique como si sólo exigiera la derrota del gobierno ruso, lo que conduciría al fortalecimiento del militarismo prusiano; en realidad, los bolcheviques exigían “de todos los partidos socialistas que luchen contra los gobiernos de sus propios países”[23]. En el artículo Sobre la derrota del gobierno propio en la guerra imperialista, Lenin mostró que Trotski y sus partidarios, en realidad, “mantenían el punto de vista de la guerra de los gobiernos y la burguesía, es decir, se inclinaban servilmente ante la ‘metodología política del socialpatriotismo’, por decirlo con el ampuloso lenguaje de Trotski”2.

La consigna trotskista de “ni victorias ni derrotas” tra­taba de suplantar las relaciones de clase por las relaciones entre los gobiernos. Significaba mantener intangible el viejo orden de cosas, incluida la autocracia rusa. Era un lla­mamiento abierto a la “paz” con la burguesía, a la renuncia a la lucha de clase del proletariado. “Quien apoya la con­signa ‘ni victorias ni derrotas’ —decía Lenin— es un chovi­nista consciente o inconsciente; en el mejor de los casos, es un pequeñoburgués conciliador, pero, en todo caso, es un enemigo de la política proletaria, un partidario de los gobiernos actuales, de las clases dominantes actuales”. Para Lenin, la causa profunda del empeño erróneo de Trotski en conciliar con los partidarios del socialchovinismo consistía en no advertir el contenido de clase de éste[24].

Un paso importante en la unidad de los internacionalistas consecuentes fue la Conferencia socialista internacional de Zimmerwald, en septiembre de 1915. En ella, se formó un ala izquierda que actuó cohesionada gracias a la lucha intransigente de los bolcheviques y que constituyó el embrión de la futura III Internacional. Allí, Trotski volvió a actuar como centrista: votó a favor de que se debatiera el proyecto de resolución de la izquierda, pero declaró al mismo tiempo que las masas no estaban preparadas para la lucha revolucionaria contra la guerra y que era pronto para exigir la condena de los socialchovinistas, por cuantos las masas mismas se habían contagiado de chovinismo”[25]. Después de esta conferencia, llamó a desplegar la lucha “en dos frentes”: contra la derecha y contra “el sectarismo desorganizador de los extremistas”[26], es decir, de los partidarios de Lenin. Además, se dio de baja del club de los internacionalistas de París al votar éste mayoritariamente por las posiciones de la izquierda de Zimmerwald.[27]

Al comunicar a A. Kolontái el 17 de febrero de 1917 que Trotski estaba organizando en Novi Mir un bloque de los de la derecha contra los de la izquierda, Lenin dijo: “¡Qué, cerdo es este Trotski! ¡¡Pronun­cia frases de izquierda y amaña un bloque con los de la derecha contra la izquierda de Zimmerwald!! Hay que desenmascararlo…”[28]

En Rusia, a pesar de que la minoría menchevique en la Duma de Estado había votado a favor de los créditos de guerra solicitados por el gobierno zarista, Trotski afirmó que “ocupaba una posición de la que no tenía por qué desolidarizarse ningún internacionalista”[29]. Seguía intentando crear un partido centrista, exento, según él, de los “pecados del leninismo y el menchevismo”. Se apoyó, para ello, en los mezhrayontsi, un grupo que oscilaba entre los internacionalistas y los defensistas. Los mezhrayontsi declaraban reconocer las consignas bolcheviques de “transformación de la guerra imperialista en guerra civil” y de “derrota del gobierno propio”. Pero afirmaban a la vez que la guerra civil sólo era posible como una simultánea “acción del pro­letariado de todos los países contra sus gobiernos”[30].

Desprovistos de raíces entre las masas obreras rusas, fracasaron en su intento de unir en un mismo partido a los bolcheviques y a los mencheviques, a los revolucionarios y a los oportunistas: “El trotskismo y la política de conciliación de nuevo han resultado ser un cero a la izquierda. Simplemente no tienen cabida en el vivo movimiento obrero práctico de Rusia”[31]. Ante este fracaso, Trotski optó por acercarse a la posición del partido bolchevique, hasta que su grupo fue admitido en él en agosto de 1917.


Notas:

[1] Obras completas, t. 19, pág. 196.
[2] Obras completas, t. 19, pág. 80.
[3] Obras completas, t. 17, pág. 368.
[5] Obras Completas. t. 21. pág. 31.
[6] Obras Completas, t. 20, pág. 31.
[7] Obras Completas, t. 17, pág. 381.
[8] Obras Completas, t. 19, pág. 271.
[9] La lucha del partido bolchevique contra el trotskismo, t. 1, pág. 159.
[10] Obras Completas, t. 48, pág. 69.
[11] Obras Completas, t. 47, pág. 269.
[13] Véanse las Tareas de la socialdemocracia revolucionaria en la guerra europea (Tesis sobre la guerra), en https://es.scribd.com/document/111722700/Tesis-sobre-la-guerra-V-I-Lenin, así como el manifiesto del CC del POSD(b) de Rusia La guerra y la socialdemocracia de Rusia, en https://www.marxists.org/espanol/lenin/obras/1910s/28-ix-1914.htm.
[14] El Estado nacional, el Estado imperialista y la alianza de Estados, pág. 7, Moscú, 1917.
[15] Golos, 28 de noviembre de 1914.
[16] Obras Completas, t. XXII, pág. 105-112, Ed. AKAL. Citado en La lucha del partido bolchevique contra el trotskismo, t. 1, pág. 193.
[17] La lucha del partido bolchevique contra el trotskismo, t. 1, pág. 195.
[18] Obras Completas, t. 26, pág. 192.
[19] Nashe Slovo, 13 de octubre de 1915.
[20] Obras Completas, t. 26, pág. 296.
[21] Nashe Slovo, 14 de marzo de 1916.
[22] Nashe Slovo, 1 de septiembre de 1915.
[23] Sotsial-Demokrat, 12 de febrero de 1915.
[24] Obras Completas, t. 26, págs. 151 y 290.
[25] Nashe Slovo, 6 de octubre de 1915.
[26] Nashe Slovo, 25 de noviembre de 1915.
[27] En lucha por el socialismo, A. Shapoválov, pág. 803, Moscú, 1934.
[28] Obras Completas, t. XL, pág. 33, Ed. Akal.
[29] Nashe Slovo, 11 de julio de 1915.
[30] Vperiod, 23 de abril de 1915.
[31] Sotsial-Demokrat, 20 de noviembre de 1915.

24 de noviembre de 2018

Las sovieticas lucharon por la liberación socialista de la mujer

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En este mundo donde impera el capitalismo y el imperialismo salvaje, la mujer trabajadora ocupa el último eslabón de la cadena. Sobre ella recae una triple explotación: primero dentro del ámbito familiar, segundo dentro del ámbito laboral y, por último, dentro del ámbito social.

La Revolución Soviética

El cambio de estatus de la mujer ha sido una de las transformaciones sociales más importantes en todas las regiones de la URSS. La Revolución trajo consigo la plena igualdad legal y política para las mujeres: la industrialización proporcionó la base económica para un salario igual. Pero en cada pueblo y aldea las mujeres aún tuvieron que luchar contra costumbres centenarias. Por ejemplo, llegaron noticias de un pueblo de Siberia en el que, después de que las granjas colectivas otorgaran la independencia económica a las mujeres, éstas convocaron una huelga en protesta por el maltrato físico a las mujeres y acabaron con esa costumbre consagrada en una semana.

Las trabajadoras iniciaron la Revolución en Febrero del 17

El 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer Trabajadora, las mujeres de Petrogrado salieron a las calles a demandar igualdad de derechos, el sufragio universal y el fin de la autocracia. “En febrero de 1917, el 47% de la clase obrera de Petrogrado eran mujeres. Muchos hombres estaban en el frente”. “Las obreras eran mayoría en la industria textil, del cuero y del caucho, y numerosas en oficios que antes habían tenido vedados: los tranvías, las imprentas o la industria metalúrgica, donde había unas 20.000. Las obreras eran también madres: debían garantizar el pan de sus hijos. Y, antes de ir a la fábrica, hacían interminables colas (unas 40 horas semanales) para conseguir algo de comida, acampando durante la noche, en pleno invierno ruso”.

Unos 50.000 trabajadores, obreras y obreros respondieron al llamamiento bolchevique para exigir al gobierno “paz y pan”; respondieron a sus llamadas a manifestarse y declarar la huelga. Las protestas se sucedieron durante semanas, sin que la represión lograse aplacarlas. Antes que disparar a los manifestantes, algunos de los soldados prefirieron fusilar a sus oficiales y unirse a los motines. A las exigencias de 'Pan' se le unen las consignas de 'Abajo el zar' y 'Abajo la guerra', la policía hubo levantado los puentes que separan los barrios obreros del centro, pero el río Neva todavía está helado y miles de huelguistas se atreven a cruzarlo”.

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Las obreras tomaron la iniciativa, rodearon a los cosacos con una compacta cadena humana.

Gritaban: “Nuestros esposos, padres y hermanos están en el frente”. “Y aquí soportamos el hambre, la carga de trabajo, los insultos, las humillaciones y los abusos. Ustedes también tienen madres, esposas, hermanas e hijos, ¡exigimos pan y el fin de la guerra!”.

Los oficiales, temiendo la influencia de la agitación sobre los cosacos, dieron una orden. Los cosacos se prepararon. Todos corrieron a cubrirse, agarrando piedras o piezas de metal, listos para lanzarlos. Sin embargo, los cosacos cabalgaron, pasaron sin atacarnos; luego dieron media vuelta y regresaron. Las masas los saludaron con gritos de “¡Viva!, pese a que el corazón no podía creerlo y la mente dictaba precaución”.

Después de extenderse las huelgas por la capital y Moscú, abdicó el zar.

Según el testimonio de Clara Zetkin, los bolcheviques concedían mucha importancia a lo que entonces se denominaba “la cuestión de la mujer”, aunque en los años anteriores a la revolución se negaron a crear organizaciones específicas dentro de su partido por temor a alentar divisiones en la unidad de la clase trabajadora. Los hechos de 1917 corrigieron definitivamente ese error.

Lenin, en conversación con Clara Zetkin reafirmó estos hechos:

En Petrogrado, aquí en Moscú, en otras ciudades y centros industriales las mujeres actuaron espléndidamente durante la revolución. Sin ellas no habríamos salido victoriosos. Apenas. Ésa es mi opinión. ¡Qué valientes fueron y qué valientes son!” “Es importante para las mujeres y el mundo: demuestra la capacidad de las mujeres, el enorme valor que su trabajo tiene en la sociedad”, aseguraba. “Muy pocos hombres, incluso en el proletariado, se dan cuenta de cuántos esfuerzos y problemas podrían ahorrar a las mujeres, e incluso eliminar, si prestasen ayuda en el 'trabajo femenino' [doméstico]”, “Debemos erradicar la vieja idea del viejo 'dueño y señor' hasta su última raíz, por pequeña que sea, en el partido y entre las masas. Ésa es una nuestras tareas políticas, así como la urgentemente necesaria tarea de formar una plantilla de camaradas, hombres y mujeres, entrenados en la teoría y en la práctica, para desarrollar la actividad del partido entre las mujeres trabajadoras”.

Alexandra Kollontái, en la Primera Conferencia Internacional de Mujeres Socialistas celebrada en Stuttgart en 1907 ya pronosticó:

Un nuevo peligro amenaza la dominación de la burguesía, las trabajadoras están adoptando con decisión el camino de la organización internacional de clase. Los oprimidos, los esclavos sumisos humildemente inclinados ante la omnipotencia del Moloch moderno del capital están, bajo la influencia de la reactivación de la doctrina socialista, levantando la cabeza y levantando su voz en defensa de sus intereses como mujeres y sus intereses comunes de clase”.

El cambio bolchevique a nivel mundial en cuanto a la Liberación Socialista de las trabajadoras.

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Ya se han cumplido los CIEN AÑOS del triunfo de la REVOLUCIÓN BOLCHEVIQUE y con ella el triunfo de las mujeres soviéticas sobre la opresión del zarismo y el capital como obreras y campesinas. La lucha por alcanzar la igualdad política de las mujeres obreras es parte de la lucha global de la clase obrera. Y con el triunfo de esta lucha todas las mujeres alcanzan sus derechos.

En 1917, con el poder de los Soviets (Consejos obreros/as y campesinos/as), guiados por el Partido Comunista Bolchevique,  por primera vez en el mundo, una mujer -Alejandra Kollontay- forma parte del Gobierno de un Estado y con la responsabilidad no poco importante de Comisaria del Pueblo para la Asistencia Pública (Ministra).

Por primera vez, se introduce el Matrimonio voluntario y el Derecho al Divorcio a requerimiento de cualquiera de los conyugues y no solo del hombre; la obligación de manutención del padre hacia los hijos hasta los 18 años aunque la relación con la madre hubiese sido breve. Se elimina la distinción entre hijo legítimo e ilegítimo asegurando con ello la no discriminación de menores ni de madres.

En las grandes propiedades, el Estado Socialista construyó comedores y lavanderías populares, casas de maternidad, guarderías y parvularios, escuelas, centros de planchado y reparación de ropas, etc., liberando a la mujer de las tareas domésticas. Estas pasaban así a manos del Estado liberando a la mujer de la esclavitud del hogar. Para ello, ayudó la abolición del derecho de herencia y con ello se posibilitó que los niños y niñas, no solo de los ricos, fueran criados en ambientes sanos y alegres, eliminando en las madres los estados de ansiedad que crea el cuidado y la atención de los hijos.

En 1920, se despenalizó el aborto pasando a ser un derecho gratuito a realizarse por el servicio público de salud. Se potencia la importancia del parto sano para la mujer. Como el hombre, ella tiene el derecho de participar activamente como fuerza productiva y para ello debe estar en las mejores condiciones posibles de salud. Tiene el derecho de recibir del Estado lo mismo que el hombre. La mujer deja de ser solo el instrumento para criar hijos al formar parte integrante de los deberes y derechos del colectivo social del Estado de las trabajadoras y trabajadores. 

Se aplicó el mismo salario para igual trabajo entre hombres y mujeres, se crearon guarderías en las fábricas así como aseos y comedores, derechos aun no conquistados plenamente bajo el capitalismo; con la Revolución de octubre se fomentó la formación de mujeres para establecer iguales cualificaciones que el hombre y participaron activamente en los comités de los sindicatos y en los diferentes comités de control donde llegaron alcanzar un alto porcentaje. La salud y la educación fueron gratuitas lo que permitió a las niñas participar en igualdad de condiciones en las escuelas.

Se tomaron medidas para liberar a las mujeres de tareas como el cuidado de los niños, cocinar y limpiar. En las décadas de 1920 y 1930, frecuentemente se permitía a las mujeres tomarse un descanso de unos cuantos días en forma de licencia menstrual. En la historia de la protección a la mujer obrera, la URSS fue probablemente única en esto. Se establecieron guarderías y cocinas comunales en barrios y en grandes factorías. Hacia 1920-21, 12 millones de personas comían en cafeterías comunales (más del 80% de la población de Petrogrado y 93% de la población de Moscú).

Inmediatamente después de la revolución, el gobierno lanzó una campaña para brindarle a las trabajadoras instalaciones sociales y culturales y servicios comunales, y para atraerlas a programas educativos y de capacitación. El Código Laboral de 1918 garantizaba un receso pagado de media hora al menos cada tres horas para alimentar a un bebé. Para su protección, durante el embarazo y la lactancia las mujeres tenían prohibido el trabajo nocturno y las horas extras. Esto implicó una lucha constante contra algunos administradores estatales que veían en estas medidas una carga financiera adicional.

La mayor conquista legislativa de las mujeres trabajadoras fue el programa de seguro de maternidad de 1918 diseñado e impulsado por Alexandra Kollontai, la ley otorgaba ocho semanas de licencia de maternidad plenamente remunerada, recesos para la lactancia e instalaciones de descanso en las fábricas, servicios médicos gratuitos antes y después del parto y bonos en efectivo. El programa estaba administrado por una Comisión para la Protección de Madres e Infantes —adjunta al Comisariato de Salud— y encabezado por la doctora bolchevique, Vera Lebedeva. Con su red de clínicas de maternidad, consultorios, estaciones de alimentación, enfermerías y residencias para madres e infantes, este programa fue quizá la innovación más popular de todas las del régimen soviético entre las mujeres rusas.

Con respecto a la prostitución el Estado Socialista estableció que “una mujer de la Republica del trabajo soviético es un ciudadano libre con igualdad de derechos y no puede y no debe ser objeto de compraventa” (A. Kollontay. ”La prostitución y las formas de combatirla”. Discurso en 3ª Conferencia de toda Rusia de los jefes de departamento regional de mujeres, 1921). Se fomentó y estableció como norma el respeto a las relaciones sanas entre individuos; se penaban los contactos que indicaran abuso o utilización de menores y las tendencias al vicio inherentes a la ociosidad de las clases ricas. Lo importante era el colectivo social priorizando el cuidado de las madres y los hijos. Por el contrario, en las sociedades capitalistas, rige el principio del individualismo que genera un egoísmo tal que, cuando hay crisis en las relaciones de pareja, este egoísmo desata “las dos características del hombre moderno: la idea de ‘poseer’ al cónyugue y la creencia de que los dos sexos son desiguales, que son de valor desigual en todos los sentidos, en todas las esferas, incluida la esfera sexual” (A.Kollontay. “Relaciones sexuales y la lucha de clases”. 1921)

Podemos afirmar que con la Revolución de Octubre se aplicaron por primera vez todas las reivindicaciones proclamadas en las Conferencias de Mujeres Socialistas y todas aquellas reivindicaciones reclamadas por las feministas. Con el Poder de los Soviets, la mujer no solo pudo votar sino que fue la fuerza que eliminó el analfabetismo y logró ser médica, científica, maestra, matemática, bióloga, jueza, abogada, etc.; fue la fuerza que participó activamente en una guerra como piloto aéreo asegurando con su participación la victoria sobre el fascismo; la fuerza de la mujer trabajadora en la URSS hizo que pudiera convertirse en cosmonauta, siendo una soviética la primera mujer en orbitar la Tierra.  El enorme salto cualitativo de la mujer dado con la Revolución de Octubre y bajo el poder Soviético, alentó en todos los países a la movilización pero, sobre todo, sentó las bases para los derechos de la mujeres y los niños y reafirmó la importancia de la mujer de la clase obrera, de la mujer trabajadora en la sociedad.

Para octubre de 1918 la República Socialista Federativa Soviética de Rusia (RSFSR) legalizó el divorcio y el aborto, despenalizó el adulterio y la homosexualidad con la abolición del cógido penal zarista y reconoció a las mujeres igualdad de derechos en la esfera política y laboral, así como en el matrimonio, y también el permiso de maternidad, la gratuidad del cuidado de los niños y medidas para la protección en el trabajo para las mujeres embarazadas:

Supresión del desempleo. Jornada laboral de 7 horas, 6 para especialistas. Igualdad salarial efectiva.
Jubilación a los 60 años (para hombres), a los 55 para (las mujeres) y, en trabajos duros (minería, industria pesada…), podía rebajarse a los 50 años.
Baja por maternidad, desde el inicio del embarazo, y un año tras el parto: unos 20 meses en total.
Baja por enfermedad: 100% del sueldo.
La primera vez en la historia en que las mujeres fueron atendidas mediante parto sin dolor.
El primer sistema educativo totalmente público y gratuito. Comidas gratis en los colegios y guarderías gratuitas para facilitar la conciliación laboral-familiar. Socialización de tareas domésticas.

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En palabras de Lenin:

Estamos llevando a las mujeres a la economía social, la legislación y el gobierno”.

En la región de Asia Central, de mayoría musulmana, se llevó a cabo una campaña llamada 'judzhum' (“ofensiva”, en árabe) para la escolarización y alfabetización de las mujeres y en contra del velo islámico, de la que se conservan algunas fotografías de quemas públicas. En 1921 las autoridades soviéticas de Turkmenistán, por ejemplo, elevaron la edad de matrimonio a 16 y 18 años para mujeres y hombres respectivamente, y prohibieron los matrimonios infantiles, los matrimonios forzados y la poligamia.

Así a partir de 1927, las cosas iban a cambiar. Dentro de las medidas que se llevaron a cabo, se incluyen:
  • Intensa campaña contra el velo y la paranja (tipo de burka para todo el cuerpo).
  • Construcción de escuelas y formación de maestros para alfabetizar a toda a la población.
  • Se cierran las instituciones tradicionales para mujeres (Otin Bibi) donde se las instruía en las tradiciones islámicas.
  • Las escuelas islámicas se empiezan a cerrar. La religión queda apartada del sistema educativo, como en toda la Unión Soviética.
  • La edad mínima legal de matrimonio de la mujer se pasa de los 9 a los 16 años y la de los varones a los 18.
  • Se prohíbe la poligamia.
  • Se prohíbe el secuestro de esposas.

La campaña encontró una fuerte oposición local: según cifras oficiales, unas 300 delegadas de Zhenotdel ─el departamento de mujeres del Secretariado del Comité Central del partido─ fueron asesinadas en la región de Asia Central sólo en el año 1929.

En aquellos años la integración de las mujeres en Asia fue imprescindible para su liberación la Revolución Soviética.

Las jóvenes trabajadoras textiles escribieron canciones sobre el nuevo significado de su vida, cuando cambiaron el velo por el tocado o pañuelo ruso.

Cuando emprendí el camino a la fábrica

Encontré allí un nuevo pañuelo,

Un pañuelo rojo, un pañuelo de seda,

¡Comprado con el trabajo de mis propias manos!

El rugido de la fábrica está en mí.

Esto me da ritmo.

Esto me da energía. 


Kollontai advertía que los cambios experimentados en la Rusia soviética iban más allá de sus fronteras. “Ahora podemos encontrar a la nueva mujer en todas partes, en cualquier rincón del mundo”, escribía en un artículo titulado ¿Qué ha hecho la Revolución de Octubre por las mujeres en Occidente?'. 


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La nueva mujer es un fenómeno de masas, con la excepción, quizá, de las mujeres en los países semicoloniales y coloniales, donde el desarrollo de las fuerzas productivas está impedido por el dominio depredador de los imperialistas”, escribía. Sin embargo, añadía Kollontái, “incluso allí, dada la lucha por la autodeterminación nacional y contra el imperialismo, la nueva mujer está siendo moldeada en el proceso mismo de lucha”. Y apostillaba: “Es imposible tener éxito en la lucha entre grupos sociales y clases sin la cooperación de las mujeres.”


En todas partes, en todo país la actividad política de las mujeres ha mostrado un crecimiento sin precedentes en la última década”, proseguía. “Las mujeres están convirtiéndose en miembros del gobierno (Bang en Dinamarca, ministra de Educación; Margaret Bondfield, en el gabinete de Ramsay McDonald en el Reino Unido), están entrando en el cuerpo diplomático y convirtiéndose en la fuerza que inspira grandes movimientos revolucionarios (como, por ejemplo, Sun Tsin-lin, la esposa de Sun Yat-sen). Las mujeres están aprendiendo a dirigir departamentos, a estar al cargo de organizaciones económicas, a guiar la política”

¿Hubiera sido esto posible sin la Gran Revolución de Octubre?”, se preguntaba Kolontái. 

Miles y miles de comunistas y soviéticas demostraron con su ejemplo que la sociedad que ansía el Comunismo realiza las más importantes gestas de la humanidad hasta presente.

Mujeres como Clara Zetkin. Quien propuso que el 8 de marzo se celebrara el Día Internacional de la Mujer Trabajadora. Dedicó su vida al socialismo y logró la unión de mujeres que compartían esta doctrina en los diferentes países, con el claro objetivo de alcanzar sus metas. Gracias a sus convicciones condujo la dirigencia de varios partidos del ala izquierda, fue influyente para miles de mujeres y una gran líder política que también le hizo frente al nacionalsocialismo. 

Miles de soviéticas realizaron la gesta de la Revolución Socialista de Octubre. Sus nombres están grabados la memoria de las trabajadoras a nivel mundial, la AAHS ha hecho un esfuerzo continuo porque sus nombres no se olviden. Cada una de sus vidas merece una conferencia:
Alexandra Kollontai, Nadia Krúpskaia, Larisa Reisner, Yevgenia Bosch, Inessa Armand, Elena Stasova, Emma Goldman, Claudia Nikolayeva, Várvara Yakoleva, Liudmila Mokiyevskaya-Zubok, Vera Slutskaia, etc.. Fueron revolucionarias, obreras, stajanovistas, komsomolas y comunistas.
Cuando la Unión Soviética tuvo que repeler la agresión nazi, la educación, la conciencia de clase hizo que la mayoría de las mujeres soviéticas ayudaron a la victoria contra el fascismo.

Pero también no se tiene que olvidar, que a mediados de 1942, cuando los ejércitos soviéticos se habían retirado a una línea que corría por Leningrado, Mozhaysk, Voronezh, Stalingrado y Mozdok, dejando áreas densamente pobladas en manos enemigas, se necesitaban nuevos reclutas. Las mujeres, en masa, se presentaron voluntarias al ejército y esto hizo posible restaurar, en toda su eficiencia, las unidades de combate, las fábricas, y toda la administración socialista.

Habían unidades enteras (como las baterías antiaéreas y los regimientos nocturnos de bombardeo PO-2) en las que la mayoría de las artilleras y sus tripulaciones estaban constituidas por mujeres. Y es de justicia decir que estas unidades cumplieron sus tareas tan bien como las unidades en las que predominaban los hombres.

En Stalingrado las unidades de comunicaciones del 62º Ejército estaba integramente compuestas por mujeres. Una de ellas se llamaba Nadia Klimenko. Sus compañeras habían sido asesinadas o heridas, pero ella permaneció en su puesto y siguió informando de lo que sucedía en el campo de batalla. Este fue su último informe al centro de comunicaciones del Ejército: “No hay nadie más en el puesto. Estoy sola. Obuses explotan alrededor… A la derecha puedo ver coches con cruces pintadas en movimiento, con la infantería detrás… Es demasiado tarde para que me vaya. ¡No me importa que disparen! Continuaré informando del mismo modo. ¡Escuchen! Un coche se aproxima a mi puesto. Dos hombres saltan de él… Están mirando hacia atrás. Pienso que son oficiales. Vienen hacia mí. Mi corazón dejó de latir por miedo a lo que pueda pasar…. ” Este fue el final.

De los regimientos de aviadoras de bombardeo nocturno, el 588º fue el más destacado y fueron épicas sus hazañas, llamadas por los nazis “Brujas de la noche”. Treinta de las “Brujas de la Noche” murieron en combate; muchas de ellas eran muy jóvenes, algunas incluso adolescentes. Fue el Regimiento de mujeres con más condecoraciones, y en su apogeo llegó a tener cuarenta tripulaciones dobles. Para el final de la Guerra, las Brujas habían realizado alrededor de 23.000 salidas y arrojado aproximadamente tres mil toneladas de bombas. Se calcula que cada aviadora realizó más de mil misiones de combate, y veintitrés de ellas fueron condecoradas con el título de Heroína de la Unión Soviética, la más alta distinción de la URSS.

Está canción está dedicada a ellas.

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Cuando cantáis ahí, en la tierra

Música: E.Krylátov. Letra: E. Evtushenko
Traducción: Marina Svetlova


Cuando cantáis ahí, en la tierra
el cielo os acompaña cantando bajito.
Caídas por nuestra Tierra Madre,
seguimos vuestro vuelo eternamente.

Somos un vals y ventiscas calladas.

Somos el viento y el grito de las grullas.
Perecidas en el cielo por la Tierra Madre,
se convierten en un manto sobre ella.

Respiramos, calentando los nidos de las aves,

acunamos a los niños,  cantándoles para que se duerman, a medianoche.
Os parece que en el cielo brillan las estrellas,
y somos nosotras que os miramos desde ellas.

Nos hemos convertido en el cielo y en las nubes

y, mirando desde arriba a nuestro siglo XX,  
os tocamos ligeramente con nuestras manos,
y vosotros creéis que es la nieve.

Somos un vals y las ventiscas calladas,

somos el viento y el grito de las grullas.
Perecidas en el cielo por la Tierra Madre,
se convierten en un manto sobre ella.

Durante la guerra, alrededor de 2,5 millones de miembros del Komsomol participaron en los combates.

Especialmente revelador es el hecho de que entre luchadores por su tierra natal había un número importante de guerrilleras que fueron contra los enemigos con ametralladoras, a veces junto a los hombres más valientes. Hazañas realizadas por Zoe Kosmodemyanskaya, Chaikinova, Voloshina y otras valientes Komsomolas que permanecerán para siempre en nuestra historia.

Cerca de 800.000 mujeres lucharon en el frente durante la Gran Guerra Patria, y cada una de ellas merece su relato. 

Conclusión


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Con la desaparición del Poder Soviético, las mujeres rusas han perdido derechos valiosos: ha aumentado la comercialización del cuerpo por las necesidades económicas, alquilan su vientre mercadeando con sus propios hijos para sobrevivir; han dejado de percibir los salarios dignos e igualitarios, ya no tienen viviendas gratis ni centros satisfactorios de salud, ha aumentado el numero de maltratos, las atenciones dadas por el Estado han descendido o desaparecido y los niños abandonados en las calles han surgido como nuevo referente de la existencia del capitalismo.

Mientras el movimiento feminista afirma reclamar derechos para todas las mujeres, reprocha a obreras y trabajadoras comunistas de estar luchando solo por sus intereses de clase y no contra el “patriarcado”. Pero la práctica ha mostrado precisamente lo opuesto: en la conquista de los derechos políticos de las obreras, se abrieron camino también los derechos de todas las mujeres.

Al cumplirse los Cien Años de la Revolución de Octubre, las mujeres de la clase trabajadora debemos retomar el camino que nos marcaron las revolucionarias: participar en los sindicatos luchando contra las reformas laborales y contra el individualismo y egoísmo en la lucha, en defensa de los intereses de la clase y por ende de las mujeres trabajadoras; formarse y prepararse para la lucha que nos queda por afrontar, la lucha contra el imperialismo capitalista y por el poder de la clase trabajadora, por la emancipación total ante la ley, caminando hacia la emancipación ante la vida.

¡HACE 100 AÑOS COMENZÓ EL FUTURO!