22 de febrero de 2022

Alerta por la paz y la amistad entre los pueblos

 

Crece la tensión política y militar entre Occidente y Rusia.  

Los trabajadores y los pueblos del mundo no tenemos nada que ganar con una nueva guerra entre nosotros y sí mucho que perder. Quienes tienen interés en la guerra son los grandes capitalistas, pues así se enriquecen vendiendo armas, conquistando recursos naturales, imponiendo indemnizaciones a los vencidos, financiando la reconstrucción, etc.  

¡No permitamos que su propaganda interesada, disfrazada de “patriotismo”, nos lleve al matadero por el indigno propósito de dominar y explotar a nuestros hermanos trabajadores de otros países! 

¡Tengamos conciencia y dignidad de clase!

Rusia ya no tiene un Estado obrero, sino capitalista, como es el de EE.UU. y los países de la Unión Europea. Tiene a la misma clase de parásitos al frente. Pero la diferencia es que lleva cediendo en todo desde hace decenas de años, mientras sus enemigos occidentales avanzan hacia sus fronteras, poniendo en peligro su integridad territorial y su propia existencia como nación. 

Decimos enemigos porque, en dos ocasiones -cuando formaba parte de la URSS y después, como Federación de Rusia- solicitó su ingreso en la OTAN y se le negó. La OTAN no es pues una alianza para la paz, sino un frente de Estados dominados por Washington contra Rusia y todos los países que quieran ser soberanos.

Nada más terminar la Segunda Guerra Mundial, los gobiernos estadounidense y británico rompieron la alianza con la Unión Soviética. Aunque ésta había puesto el mayor esfuerzo y la mitad de las víctimas de la victoria sobre el nazismo, le declararon la guerra fría: carrera armamentística nuclear, instalación de cientos de bases militares alrededor de este país y, desde 1949, constitución del bloque de la OTAN que no cesó de expandirse a lo largo de los años. En respuesta, la URSS y otros países socialistas de Europa se agruparon en el Tratado de Varsovia. Con la derrota del socialismo, aquél se disolvió, al igual que la Unión Soviética. Los nuevos dirigentes burgueses de Rusia esperaban que, con ello, Occidente dejara de buscar su destrucción, pero no fue así: además de saquear su economía y de alentar guerras secesionistas, incorporó dentro de la Alianza Atlántica a los antiguos miembros del Pacto de Varsovia.

Desde que Rusia ha pedido a la OTAN que no admita en su seno a Ucrania y Georgia, el gobierno de Estados Unidos, secundado por sus aliados y los poderes mediáticos, ha desatado una nueva guerra fría, denunciando machaconamente a Moscú por supuestos preparativos para invadir Ucrania. 

“Calumnia, que algo queda” o, como decía el propagandista nazi Goebbels, “repite una mentira cien veces y se convertirá en verdad”. Pero, además, movido por intereses económicos y de dominación geopolítica, intenta provocar a Rusia a cometer tal acción, animando al gobierno ucraniano, filo-fascista y rusófobo, a lanzarse contra los territorios rebeldes del Donbass, mayoritariamente poblados por rusoparlantes.

Las consecuencias pueden ser terribles, y no sólo para Ucrania y Rusia:  pueden desbordar fácilmente este lejano marco geográfico y extenderse a todo el planeta, teniendo en cuenta que EE.UU. y Rusia conservan un potencial de armas atómicas suficiente para destruir a la humanidad entera.

Como decía el socialista francés Jean Jaurès: “El capitalismo lleva en sí mismo la guerra como las nubes llevan la tormenta”. Y, en este preciso momento, el viento que trae la peor tormenta sopla desde Washington.

¡Exijamos al gobierno de España una política de paz, neutralidad y respeto a la seguridad de todas las partes confrontadas!

ASOCIACIÓN DE AMISTAD HISPANO-SOVIÉTICA

Cuando la hipocresía se convierte en la sirvienta del terror

Por Estéban Zúñiga

 
HAY QUE ELEGIR ENTRE EL FRANQUISMO Y LA DEMOCRACIA.
 
"Fue en España donde mi generación aprendió que uno puede tener razón y ser derrotado, que la fuerza puede destruir el alma y que a veces el coraje no obtiene recompensa". (Albert Camus). 
Albert camus 25
 
El 22 de febrero de 1952 se celebraría en la Sala Wagram de París un mitin de protesta contra el franquismo y a favor de los sindicalistas españoles condenados a muerte por los tribunales franquistas de Barcelona y Sevilla. Un acto en que intervendrían el secretario de la Liga de Derechos del Hombre, Emile Kahn, y diversos escritores: los franceses Albert Camus, Jean Paul Sartre, Andrés Bretón y Geroges Altman; además del escritor suizo Albert Beguin y el italiano Ignacio Silone.
 
Un acto en apoyo a la causa republicana española que quería servir de acicate para no olvidar la realidad de la dictadura franquista y que se había ido diluyendo, entre la intelectualidad europea, poco a poco. Y que se vería obstaculizado por diversos elementos falangistas españoles que en la entrada de la sala habían repartido hojas en las que se decía sobre los sindicalistas españoles condenados que no eran más que delincuentes comunes.
 
Jean Paul Sartre en sus palabras manifestaría por qué habían sido condenados los sindicalistas españoles.
“Ahora, se intenta ejecutar a esos hombres porque tuvieron el admirable valor de trasladar al terreno de la lucha el sentimiento de toda la población. Más no se trata solamente de los 9 u 11 hombres que el gobierno condena, sino toda una población condenada, a la que se mata de hambre, se arruina. Estos hombres han intentado llevar a cabo una unión -sea cual fuera el objetivo a largo plazo de su ideología, sea cual fuere el objetivo de la reconstrucción de sus sindicatos-, han intentado unirse, porque para España se plantea un caso de salud pública. Lo saben los opresores.”
 
La intervención más importante vendría de la mano de Albert Camus que seguía estando muy comprometido con la legitimidad democrática de la República Española y que duraría hasta su fallecimiento en un accidente automovilístico.
 
Consideraba que la postura de Francia durante la guerra española de 1936-1939 había sido desleal e indigna hacia la República Española, lo que haría que tuviera un sentimiento de deuda con la causa de los republicanos españoles, y que estuviera en cualquier actividad tendente a la recuperación de la democracia y la libertad frente a la dictadura franquista. 
 
Su esperanza y deseo de que España llegara a recuperar la libertad tras la derrota del nazismo y el fascismo en la Segunda Guerra Mundial , que él veía como signo de justicia, se vería bloqueada y vencida por la cobardía del mundo y porque él como otros sería considerado como poco “realista”.
 
“Hay que elegir entre el franquismo y la democracia” sería la consigna de sus palabras:
“ (…) pues entre esas dos concepciones no puede haber término medio. El término medio representa justamente esta inmunda confusión en que nos encontramos, en que las democracias practican el cinismo, mientras el franquismo, por cortesía, ensaya convertirse en respetuosos de las leyes, ofreciendo cuatro abogados a los once procesados…”
 
 
HAY QUE ELEGIR ENTRE EL FRANQUISMO Y LA DEMOCRACIA.
(Fuente: “El Viejo Topo”, 7 de noviembre de 2019)
 
“Un diario de París anuncia hoy a sus lectores incondicionales un estudio sobre las grandes directivas de la política franquista. Desgraciadamente esta noche estamos obligados a limitarnos al examen de una sola de las directivas de esa política que está indicada en el punto de mira de los fusiles de ejecución y mantenida de una manera constante y obstinada. En efecto, hace quince años que el franquismo apunta al mismo objetivo; el pecho y el rostro de los españoles libres. 
 
Reconozcamos que frecuentemente ha dado en el blanco y que, si a pesar de tantos disparos no ha logrado desfigurar ese rostro que renace sin cesar, ahora tiene la esperanza de lograrlo gracias a la complicidad inesperada de un mundo que se llama libre.
 
¡Pues bien!, nosotros nos negamos a estar comprendidos en esa complicidad. Una vez más estamos aquí situados ante el intolerable escándalo de la conciencia europea. Una vez más lo denunciaremos infatigablemente. Esas nuevas víctimas, después de tantas otras; nos gritan desde el fondo de sus celdas que la mistificación, al menos sobre este problema, no puede prolongarse por más tiempo.
 
Hay que elegir entre el franquismo y democracia, pues entre esas dos concepciones no puede haber término medio. El término medio representa justamente esta inmunda confusión en que nos encontramos en que las democracias practican el cinismo, mientras que el franquismo, por cortesía, ensaya de convertirse en respetuoso de las leyes, ofreciendo cuatro abogados a once procesados que una banda de jefes y oficiales militares juzgan en un abrir y cerrar de ojos, antes de que los abogados hayan podido intervenir, en virtud de una ley especial que también dispone que no puede condenarse a muerte a un niño de dieciséis años, pero lo guardan en celda hasta su mayoría de edad para poder fusilarle en toda regla. 
 
Ya va siendo hora de que los representantes de las democracias rechacen esa caricatura y renieguen en público, definitivamente, de la curiosa teoría que consiste en decir. “Vamos a entregar armas a un dictador para que se convierta en democracia”. No, no. Si se le entregan armas disparará a quemarropa, como es su costumbre, al corazón de la libertad.
 
Hay que elegir entre Cristo y el asesino. Ya va siendo hora de que la Jerarquía católica denuncie en público, definitivamente, ese atroz maridaje. Se le ha podido reprochar a Felipe II su tendencia a creer que Dios era español. Pero comparado a Franco, Felipe II resultó modesto, pues Franco al sonar de los disparos de las ejecuciones no cesa de repetir que Dios es falangista. Sí, ¿qué se espera para condenar esta extraña religión que desde hace quince años se entrega a bendecir horribles comuniones donde son distribuidas hostias de plomo ardiente para consagrar la sangre de los justos?
 
Si esta denuncia no se hace inmediatamente no veo la razón que habría para elegir entre la hipocresía y el terror, ya que la hipocresía se habrá convertido en la sirvienta del terror. De esta forma la unidad del mundo se habría consagrado efectivamente, pero en la infamia. No obstante nosotros, en medio de este cambalache repugnante, seguiremos firmes, sabiendo muy bien lo que nos corresponde salvar, hoy como ayer. 
 
Y lo que tenemos que salvar es la vida, la frágil, la preciosa vida de los hombres libres. Si permitimos que se mate a esos hombres, no tendremos disculpa, pues esos hombres van a hacernos mucha falta, ya que no somos tan numerosos. Nosotros nos asfixiamos en una Europa en que la personalidad humana es degradada cada día más. 
 
Por cada hombre libre que cae nacen diez esclavos y el porvenir se ensombrece un poco más; ese porvenir que debemos garantizar porque es la vida humana y sus posibilidades de grandeza. 
 
Y el grito que provoca en nosotros esas matanzas, multiplicadas, es una protesta indignada contra la destrucción sistemática de unos valores, cuya existencia salva todavía a este mundo del deshonor. Se ha podido decir que el pueblo español representaba la aristocracia de Europa. ¿Quién dudará de ello al contemplar todo lo que nos rodea? Por desgracia esta aristocracia es hoy la sacrificada. Es una élite que se extermina y que tenemos necesidad que viva para que nos ayude a vivir. Por ello hay que actuar con urgencia, pues cada día y cada hora cuenta para todos.
 
Que cada uno de ustedes haga lo que pueda. No nos durmamos en la melancolía y en el desaliento fácil. No nos consideremos simplemente mártires con el sacrificio de los otros. No cedamos a la tentación de pensar que ese martirio no será inútil, pues si ese martirio sólo puede contar para ser útil con la memoria de los hombres sacrificados, hay el peligro de que sea inútil. 
 
Hay tantas víctimas hoy de todos los horizontes, que la memoria no puede retenerlas todas. No hay necesidad de la muerte de esos hombres. Sus vidas nos son necesarias. No les dejemos morir. El ejemplo de esos hombres no es tan seguro, en tanto que sus vidas son seguras, el calor de su sangre, su orgullo de hombres libres. Es todo ello que debemos guardar entre nosotros. Pero para lograrlo hay que arrancar esos hombres a los verdugos, a las misas de sangre, a los cálculos irrisorios de las cancillerías, a los jefes de Estado que saludan a los presidentes demócratas, después de haber decorado a los dueños de la Gestapo. 
 
Hay que arrancarlos sobre todo a la indiferencia del mundo. Por cada hombre libre que salvemos, diez futuros esclavos desaparecen y un futuro favorable es todavía posible. Ese es el sentido de nuestra acción esta noche: frente a los verdugos de España, y frente a todas las tiranías. Ese es el significado de nuestra esperanza.”
 
ALBERT CAMUS.

20 de febrero de 2022

¿Cambió cualitativamente la política de la URSS después de Stalin?

 

Tras el 19º Congreso del Partido Comunista de la Unión Soviética celebrado a finales de 1952, el último antes del fallecimiento de Stalin, los siguientes tres congresos operaron un viraje en la política de este partido. 

El segundo programa del PC(b) de Rusia aprobado en 1917 fue sustituido por un tercer programa, el cual presidió la evolución de la URSS desde 1961 hasta el final de ésta en 1991 (con enmiendas introducidas en el 27º Congreso de 1986). Todavía quedan comunistas que no reconocen la relación causa-efecto entre el vuelco político que la Unión Soviética conoció en los años 50 y su derrumbe; y los hay que llegan incluso a lamentar que la “desestalinización” no fuera mayor, para –según ellos- salvar el socialismo en la patria de Lenin. Para que el lector pueda comprobar por sí mismo las diferencias entre las dos etapas de la historia del PCUS, bastará con citar literalmente y comparar unos pocos fragmentos de documentos oficiales de ambos períodos.

Uno de los componentes del cambio de línea política del PCUS fue la condena del “culto a personalidad” de Stalin, concretada en el llamado “Informe secreto” que Jruschov –como Primer Secretario del Comité Central- leyó finalizado el 20º Congreso[1]. Lo que pretendemos aquí es ayudar al lector a juzgar hasta qué punto el propósito de los nuevos dirigentes del PCUS era corregir los presuntos defectos de Stalin o desechar la esencia revolucionaria del marxismo-leninismo.

Según el Informe presentado por Jruschov al inicio del 20º Congreso: “el Partido ha puesto al desnudo valientemente los defectos que existían en diferentes campos de la actividad econó­mica, estatal y de partido y ha ido eliminando ideas ya viejas y barriendo resueltamente todo lo caduco y todo lo que frenaba nuestro avance”. Veamos si se sustituyó realmente lo viejo por lo nuevo, o si fue al revés.

I- Política exterior

a) Sobre la coexistencia pacífica entre Estados socialistas y capitalistas

A PARTIR DEL 20º CONGRESO DEL PCUS:

El Informe al 20º Congreso sostiene que “Si la clase obrera actúa como una fuerza organizada y unida y pone de relieve su firme voluntad, no ha­brá guerra. (…)

Los intereses de la lucha por la paz requieren que se de­jen a un lado acusaciones recí­procas [entre los partidos obreros]. (…)

No es ca­sual que en los últimos tiempos sea cada vez mayor el núme­ro de prohombres de los países burgueses que reconocen abier­tamente que en una guerra en la que se emplease el arma atómica ‘no habría vencedor’. (…)

Como es sabido, hay una tesis marxista-leninista que dice que mientras exista el imperialismo, las guerras serán inevitables. Es­ta tesis fue elaborada en un pe­riodo en que: 1) el imperialismo era un sistema que dominaba en todo el mundo, y 2) las fuerzas sociales ypolíticas no interesa­das en la guerra eran débi­les, estaban organizadas insu­ficientemente y no podían, por ello, obligar a los imperialistas a renunciar a la guerra.

Con frecuencia se toma sólo un aspecto de la cuestión, se analiza únicamente la base eco­nómica de las guerras bajo el imperialismo. Pero eso no basta. La guerra no es solamente un fe­nómeno económico. El que haya o no guerra depende en gran medida de la correlación de las fuerzas de clase, de las fuerzas políticas, del grado de organiza­ción y la voluntad consciente de los hombres. Es más, en determi­nadas condiciones, la lucha de las fuerzas sociales y políticas avanzadas puede desempeñar un papel decisivo en esta cues­tión. Hasta ahora, la situación era tal que las fuerzas no inte­resadas en la guerra y que lu­chan contra ella estaban dé­bilmente organizadas, carecían de medios para oponer su volun­tad a los planes de los incen­diarios de guerra. Tal era la si­tuación antes de la primera gue­rra mundial, cuando la fuerza fundamental que luchaba contra la amenaza de guerra —el pro­letariado internacional— se ha­llaba desorganizada por la trai­ción de los líderes de la II Inter­nacional. Tal era la situación también en vísperas de la se­gunda guerra mundial, cuando la Unión Soviética era el único Es­tado que aplicaba una activa po­lítica de paz, en tanto que otras grandes potencias estimulaban de hecho a los agresores, y el movimiento obrero en los países capitalistas había sido escindido por los líderes socialdemócratas de derecha.

Para ese período, la indicada tesis era absolutamente justa. Pe­ro en la actualidad, la situación ha cambiado de manera radical. Ha surgido y se ha convertido en una fuerza poderosa el campo mundial del socialismo. Las fuer­zas pacificas no sólo tienen en la existencia de este campo apoyo moral, sino también una base material para impedir la agresión. Existe, además, un numeroso grupo de Estados, con una población de muchos centenares de millones de habitantes, que se pronuncian enérgicamente contra la guerra. En nuestros días ha pasado a ser una poderosa fuerza el movimiento obrero de los países capitalistas. Ha surgido y se ha transformado en un poderoso factor el movimiento de partidarios de la paz.

En estas condiciones sigue en vigor, naturalmente, la tesis leninista de que, por cuanto existe el imperialismo, continúa existiendo también la base económica del surgimiento de las guerras. He ahí por qué debemos mantener la mayor vigilancia. Mientras en el globo terráqueo exista el capitalismo, las fuerzas reaccionarias, que representan los intereses de los monopolios capitalistas, seguirán tendiendo a las aventuras bélicas y a las agresiones, podrán intentar el desencadenamiento de la guerra. Pero las guerras no son fatalmente inevitables. Ahora existen poderosas fuerzas sociales y políticas que disponen de grandes medios para impedir el desencadenamiento de la guerra por los imperialistas…”[2]

El nuevo programa del PCUS, acordado por su XXII Congreso (1961), recogió así esta nueva tesis:

“El PCUS considera que el objetivo da su actividad en el campo de la política exterior es asegurar unas condiciones pacificas para la construcción de la sociedad comunista en la URSS y para el desarrollo del sistema socialista mundial, así como, junto con todos los pueblos pacíficos, librar a la humanidad de una guerra mundial de exterminio. (…) El problema principal de nuestra época es el de guerra o paz. (…) Lo principal es conjurar la guerra termonuclear, no dejar que estalle. (…) La coexistencia pacífica de los Estados socialistas y capitalistas es una necesidad objetiva del desarrollo de la sociedad humana. La guerra no puede ni debe ser medio de solución de los litigios internacionales. (…) Coexistencia pacífica o una guerra catastrófica: así ha planteado la historia la cuestión. (…) La defensa del principio de la coexistencia pacífica responde también a los intereses de la parte de la burguesía que comprende que una guerra termonuclear no se compadecería tampoco de las clases dominantes en la sociedad capitalista. (…)

El medio radical para asegurar una paz firme es el desarme general y completo bajo un riguroso control internacional”.[3]

ANTES DEL 20º CONGRESO DEL PCUS:

Veamos ahora cuál qué posición había seguido anteriormente el PCUS.

Lenin explica que: “El armamento de la burguesía contra el proletariado es uno de los hechos más considerables, fundamentales e importantes de la actual sociedad capitalista. ¡Y ante semejante hecho se propone a los socialdemócratas revolucionarios que planteen la ‘reivindicación’ del ‘desarme’! Esto equivale a renunciar por completo al punto de vista de la lucha de clases, a renegar de toda idea de revolución. Nuestra consigna debe ser: armar al proletariado para vencer, expropiar y desarmar a la burguesía. Esta es la única táctica posible para la clase revolucionaria, táctica que se desprende de todo el desarrollo objetivo del militarismo capitalista y que es prescrita por este desarrollo. Sólo después de haber desarmado a la burguesía podrá el proletariado, sin traicionar su misión histórica universal, convertir en chatarra toda clase de armas en general, y así lo hará indudablemente el proletariado, pero sólo entonces, de ningún modo antes”.[4]

“Allí se gestan ya nuevas combinaciones y alianzas, allí quieren pelearse de nuevo por el reparto de las colonias, la guerra imperialista vuelve a madurar, y es imposible conjurarla, y no porque cada capitalista, como individuo, sea malvado -como individuos son hombres como los demás-, sino porque no pueden desembarazarse de otro modo de las trabas financieras, porque todo el mundo está endeudado, avasallado, porque la propiedad privada ha conducido y conducirá siempre a la guerra”.[5]

“Una verdadera labor de ‘educación socialista’ implica… la sistemática explicación de que esta guerra [la Primera Guerra Mundial] fue por ambas partes una guerra entre bandidos por el reparto del botín, y que una repetición de una guerra semejante es inevitable, a menos que el proletariado derroque por vía revolucionaria a la burguesía”.[6]

“En la época actual, aproximadamente desde comienzos del siglo XX, el capitalismo mundial ha entrado en la etapa imperialista. El imperialismo, o época del capital financiero, es una etapa superior de desarrollo de la economía capitalista, en la que las asociaciones monopolistas de capitalistas –consorcios, carteles, trusts- adquieren una importancia decisiva, en la que el capital bancario, enormemente concentrado, se fusiona con el capital industrial, en la que la exportación de capital a países extranjeros adquiere muy grandes proporciones; en la que el mundo entero es dividido territorialmente entre los países más ricos y comienza el reparto económico del mundo entre los trusts internacionales.

Las guerras imperialistas, es decir, las guerras por el dominio mundial, por mercados para el capital bancario y por la estrangulación de los pueblos pequeños y débiles, son, en esas condiciones, inevitables”.[7]

Jose Antonio Bru Blog: Marx, Engels, Lenin y Stalin. Una línea falsa del  marxismo

 

 

 

 

 

 

 

 

Apenas cuatro años antes del 20º Congreso, Stalin se había referido así a esta cuestión:

“Algunos camaradas afirman que, debido al desarrollo de nuevas condiciones internacionales después de la segunda guerra mundial, las guerras entre los países capitalistas han dejado de ser inevitables. Consideran esos camaradas que las contradicciones entre el campo del socialismo y el campo del capitalismo son más fuertes que las contradicciones entre los países capitalistas; que los Estados Unidos dominan lo bastante a los demás países capitalistas para no dejarles combatir entre sí y debilitarse mutuamente; que los hombres más inteligentes del capitalismo han sido lo bastante aleccionados por la experiencia de las dos guerras mundiales –guerras que han causado serios perjuicios a todo el mundo capitalista- para no permitirse arrastrar de nuevo a los países capitalistas a una guerra entre sí; y que, en virtud de todo eso, las guerras entre los países capitalistas han dejado de ser inevitables.

Esos camaradas se equivocan. Ven los fenómenos exteriores, que aparecen en la superficie, pero no advierten las fuerzas de fondo que, si por el momento actúan imperceptiblemente, serán, en fin de cuentas, las que determinen el desarrollo de los acontecimientos. (…)

Se dice que las contradicciones entre el capitalismo y el socialismo son más fuertes que las contradicciones entre los países capitalistas. Teóricamente, eso es acertado, claro está. Y no sólo lo es ahora, hoy día, sino que lo era también antes de la segunda guerra mundial. Y, más o menos, eso lo comprendían los dirigentes de los países capitalistas. Sin embargo, la segunda guerra mundial no empezó por una guerra contra la URSS, sino por una guerra entre países capitalistas. ¿Por qué? En primer término, porque la guerra contra la URSS, como el país del socialismo, es más peligrosa para el capitalismo que la guerra entre países capitalistas, pues si la guerra entre países capitalistas sólo plantea la cuestión del predominio de unos países capitalistas sobre otros países capitalistas, la guerra contra la URSS debe plantear inevitablemente la cuestión de la existencia del propio capitalismo. En segundo término, porque los capitalistas, aunque con fines de ‘propaganda’ alborotan acerca de la agresividad de la Unión Soviética, no creen ellos mismos lo que dicen, pues tienen en cuenta la política pacífica de la Unión Soviética y saben que este país no agredirá a los países capitalistas. (…)

… la lucha de los países capitalistas por los mercados y el deseo de hundir a sus competidores resultaron prácticamente más fuertes que las contradicciones entre el campo del capitalismo y el campo del socialismo. (…) 

Se dice que la tesis de Lenin relativa a que el imperialismo engendra inevitablemente las guerras debe considerarse caducada, por cuanto en el presente han surgido poderosas fuerzas populares que actúan en defensa de la paz, contra una nueva guerra mundial. Eso no es cierto.

El presente movimiento pro-paz persigue el fin de levantar a las masas populares a la lucha por mantener la paz por conjurar una nueva guerra mundial. Consiguientemente, ese movimiento no persigue el fin de derrocar el capitalismo y establecer el socialismo, y se limita a los fines democráticos de la lucha por mantener la paz. En este sentido, el actual movimiento por mantener la paz se distingue del movimiento desarrollado en el periodo de la primera guerra mundial por la transformación de la guerra imperialista en guerra civil, pues este último movimiento iba más lejos y perseguía fines socialistas.

Es posible que, de concurrir determinadas circunstancias, la lucha por la paz se desarrolle hasta transformarse, en algunos lugares, en lucha por el socialismo, pero eso no sería ya el actual movimiento pro-paz, sino un movimiento por derrocar el capitalismo.

Lo más probable es que el actual movimiento pro-paz, como movimiento para mantener la paz, conduzca, en caso de éxito, a conjurar una guerra concreta, a aplazarla temporalmente, a mantener temporalmente una paz concreta, a que dimitan los gobiernos belicistas y sean sustituidos por otros gobiernos dispuestos a mantener temporalmente la paz. Eso, claro, está bien. Eso incluso está muy bien. Pero todo ello no basta para suprimir la inevitabilidad de las guerras en general entre los países capitalistas. No basta, porque, aún con todos los éxitos del movimiento en defensa de la paz, el imperialismo se mantiene, continúa existiendo y, por consiguiente, continúa existiendo también la inevitabilidad de las guerras.

Para eliminar la inevitabilidad de las guerras hay que destruir el imperialismo”. [8]

Y la opinión de Stalin sobre el armamento nuclear era la siguiente:

“Yo no considero la bomba atómica como una fuerza tan seria como tienden a pensar ciertos políticos. Las bombas atómicas están destinadas a intimidar a quienes tienen los nervios débiles, pero no pueden decidir el desenlace de una guerra, porque son absolutamente insuficientes para alcanzar este objetivo. Ciertamente, la posesión monopolizada del secreto de la bomba atómica representa una amenaza, pero existen al menos dos remedios a este respecto: 

a) la posesión monopolizada de la bomba atómica no puede durar mucho

b) el uso de la bomba atómica será prohibido”.[9]

En 1945, había dicho al comunista polaco Gomulka: “no son las bombas atómicas, sino los ejércitos, los que deciden la suerte de las guerras”; y, en 1952, al socialista italiano Pietro Nenni: “No le basta a América destruir Moscú, al igual que no nos basta a nosotros destruir Nueva York. Hacen falta ejércitos para ocupar Moscú y para ocupar Nueva York”.[10]

En el Informe aprobado por el XIX Congreso del PCUS (1952), se dice: “Estamos persuadidos de que en la emulación pacífica con el capitalismo, el sistema socialista de economía demostrará cada año con mayor evidencia su superioridad respecto al sistema capitalista de economía. Pero no abrigamos el menor propósito de imponer a nadie por la fuerza nuestra ideología o nuestro régimen económico. ‘La exportación de la revolución es un absurdo. Cada país, si lo quiere, hará él mismo su revolución, y si no lo quiere, no habrá revolución’, dice el camarada Stalin.

Al aplicar inflexiblemente su política de colaboración pacífica con todos los países, la Unión Soviética tiene en cuenta, al mismo tiempo, la existencia del peligro de una nueva agresión por parte de los ensoberbecidos incendiarios de guerra. Por eso acrecienta y acrecentará su capacidad de defensa. (…)

A la Unión Soviética no la asustan las amenazas de los provocadores de guerra. Nuestro pueblo posee experiencia de lucha contra los agresores y está acostumbrado a derrotarlos. Los derrotó ya en la guerra civil, cuando el Estado Soviético era joven y relativamente débil; los derrotó en la segunda guerra mundial; los derrotará en el futuro, si osan atacar a nuestra Patria. (…)

No se puede por menos de tener en cuenta los hechos del pasado. Y estos hechos nos dicen que, como resultado de la primera guerra mundial, Rusia se desgajó del sistema capitalista y que, como resultado de la segunda guerra mundial, diversos países de Europa y de Asia se han desgajado ya del sistema capitalista. Existen todos los fundamentos para suponer que la tercera guerra mundial originaría el hundimiento del sistema capitalista mundial”.[11]

CÓMO EL IMPERIALISMO APRECIÓ ESTE CAMBIO DE CRITERIO:

En 1962, el sovietólogo estadounidense Bzrezinski (más tarde, consejero del Presidente de los EE.UU. Jimmy Carter) observaba así esta discusión desde el campo enemigo:

“Durante un largo periodo, los soviéticos pensaban profundamente que las guerras eran inevitables, puesto que el capitalismo y especialmente el imperialismo constituían la base económica de las guerras. Stalin había reforzado una vez más este principio en 1952. Pretendían también que si una guerra estallare y que la Unión Soviética se viere ligada a ella, esto significaría el final del capitalismo. Paralelamente a la creciente posibilidad de una mutua destrucción, los dirigentes soviéticos llegaron a pensar que la guerra, así como Jruschov lo adelantaba en el XX Congreso, ya no era una fatalidad inevitable.

Llevando más lejos este razonamiento, era cada vez más posible admitir que una guerra destruiría a ambos bandos sin que ninguno de ellos obtuviera ventaja alguna… De todos modos, era importante que… la ideología se adaptara de nuevo progresivamente, abandonando un principio ideológico importante hasta entonces. La coexistencia pacífica, como alternativa a una destrucción mutua, no puede concordar fácilmente con ciertas características ineluctables inherentes a esta ideología… al menos, eso implicaba que el armamento nuclear debía ser considerado como fuerza que podía influir en el curso de la historia… el miedo general a la guerra haría reflexionar dos veces a los dirigentes soviéticos antes de volver al principio de la inevitabilidad de la guerra. Una condición necesaria para sostener la nueva tesis era el mantenimiento de la capacidad occidental de destrucción. (…) [La concepción comunista del mundo] podría ser amenazada por el impacto combinado de cambios internos, del advenimiento de una relatividad ideológica y de una fuerte amenaza de destrucción nuclear. (…)

De todo ello, resultarían probablemente, en los Estados comunistas, concepciones alternativas y más tolerantes que, siempre formuladas en el marco de la ideología común, podrían introducirse en la élite dirigente para atacar después a la sociedad en su conjunto… Cuando se debilita verdaderamente la fuerza del régimen comunista, una gran paciencia está ciertamente justificada en la espera de su erosión.[12]

b) Sobre la lucha revolucionaria en los países capitalistas

A PARTIR DEL 20º CONGRESO DEL PCUS:

Según el 20º Congreso del PCUS, “En relación con los cambios radica­les operados en la arena mun­dial, se abren también nuevas perspectivas en la transición de los países y naciones al socia­lismo. (…)

Es plenamente natural que las formas de transición al socialismo sean cada vez más variadas. Por cierto, no es obligatorio que la realización de estas formas vaya unida en todas las condiciones a la guerra civil. (…) No cabe la menor duda de que el derrocamiento violento de la dictadu­ra burguesa y la brusca agudización de la lucha de clases que lleva implícita son inevitables para una serie de países capitalistas. Pero hay distintas formas de revolución social. Y eso de que reconocemos la violencia y la guerra civil como el único ca­mino de transformación de la so­ciedad está muy lejos de ser cierto. (…)

A este respecto surge la cuestión de la posibilidad de aprovechar también el camino parlamentario para la transición al socialismo. (…)

… se han producido cambios radicales en la situación histórica, que permi­ten abordar esta cuestión de otra manera. Las fuerzas del socialis­mo y de la democracia han cre­cido inconmensurablemente en todo el mundo, en tanto que el capitalismo se ha hecho mucho más débil. Crece y se robustece el poderoso campo de los países del socialismo, que agrupa a más de 900 millones de seres. Cada día, el campo del socia­lismo pone más y más de mani­fiesto susgigantescas fuerzas internas y sus ventajas decisivas sobre el capitalismo. El socialis­mo se ha transformado en una gran fuerza de atracción para los obreros, los campesinos y los intelectuales de todos los países. Las ideas del socialismo se es­tán convirtiendo realmente en las ideas de toda la humanidad tra­bajadora.

Al mismo tiempo, la clase obrera de una serie de países capitalistas tiene en las actuales condiciones una posibilidad real de unir bajo su dirección a la inmensa mayoría del pueblo y de asegurar el paso de los medios de producción fundamenta­les a manosde pueblo. Los par­tidos burgueses de derecha y los gobiernos formados por ellos quiebran con creciente frecuen­cia. En estas condiciones, la clase obrera, uniendo en torno suyo a los campesinos trabajadores, a los intelectuales, a todas las fuer­zas patrióticas, y dando una ré­plica decidida a los elementos oportunistas, incapaces de re­nunciar a la política de concilia­ción con los capitalistas y los te­rratenientes, puede derrotar a las fuerzas reaccionarias, antipopu­lares, conquistar una sólida mayoría en el parlamento y trans­formarlo de órgano de la democracia burguesa en instrumento de la verdadera voluntad popu­lar. (…) En tal caso, esta institución, tradicional para mu­chos países capitalistas altamente desarrollados, puede conver­tirse en el órgano de la auténtica democracia, de la democracia para los trabajadores.

La conquista de una sólida mayoría parlamentaria que se apoye en el movimiento revolu­cionario de masas del proleta­riado, de los trabajadores, crea­ría para la clase obrera de al­gunos países capitalistas y anti­guas colonias condiciones que garantizarían la realización de transformaciones sociales radi­cales”.[13]

Y el nuevo programa del PCUS, acordado por su XXII Congreso (1961), incorporó así esta innovación:

“Uniendo a las fuerzas democráticas y amantes de la paz, la clase obrera [de los países capitalistas] puede obligar a los círculos gobernantes a poner fin a los preparativos de una nueva guerra mundial, puede obligarles a renunciar al desencadenamiento de guerras locales, a utilizar la economía con fines pacíficos (…), conseguir la realización de un programa nacional de paz, independencia nacional, derechos democráticos y determinado mejoramiento de las condiciones de vida del pueblo. (…)

La lucha democrática general contra los monopolios no aleja la revolución socialista, sino que la aproxima. La lucha por la democracia es parte integrante de la lucha por el socialismo. Cuanto más profundo es el movimiento democrático, más se eleva la conciencia politica de las masas y tanto más evidente se hace para ellas que sólo el socialismo les abre el camino a la libertad verdadera y al bienestar. En el proceso de esta lucha se disipan las ilusiones reformistas, socialistas de derecha, y se crea el ejército político de la revolución socialista.

La revolución socialista no está ligada obligatoriamente con la guerra. (…)

La clase obrera y su vanguardia, los partidos marxistas-leninistas, tratan de hacer la revolución por via pacifica. (…)

En una serie de paises capitalistas, la clase obrera, con su destacamento de vanguardia al frente, tiene en las condiciones actuales la posibilidad –sobre la base del frente obrero y popular y de otras posibles formas de acuerdos y colaboración politica de distintos partidos y organizaciones sociales- de unir a la mayoría del pueblo, conquistar el Poder del Estado sin guerra civil y asegurar que pasen al pueblo los medios de producción fundamentales. Basándose en la mayoría del pueblo y dando una réplica resuelta a los elementos oportunistas, incapaces de renunciar a la política de componendas con los capitalistas y terratenientes, la clase obrera puede derrotar a las fuerzas antipopulares, reaccionarias, conquistar una mayoría estable en el parlamento y convertir éste, de instrumento al servicio de los intereses de clase de la burguesía, en instrumento al servicio del pueblo trabajador, desplegar una amplia lucha de masas extraparlamentaria, romper la resistencia de las fuerzas reaccionarias y crear las condiciones precisas para hacer por vía pacifica la revolución socialista. (…)

Los partidos comunistas propugnan la cooperación con los partidos socialdemócratas no sólo en la lucha por la paz, por el mejoramiento de las condiciones de vida de los trabajadores, por la defensa y ampliación de sus derechos y libertades democráticas, sino también en la lucha por la conquista del Poder y la construcción de la sociedad socialista”.[14]

ANTES DEL 20º CONGRESO DEL PCUS:

En esta cuestión, el cambio esencial consistió en pasar por alto las diferencias entre la lucha democrática y la lucha socialista, así como en promover la opción menos probable para alcanzar el socialismo: la vía pacífica y parlamentaria. Como consecuencia de ello, la clase obrera se confió, rebajó su preparación combativa y perdió las posiciones teóricas y prácticas que había conquistado anteriormente.

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Veamos cómo se abordaba anteriormente el paso al socialismo.

En opinión de Marx y Engels, “Los comunistas consideran indigno ocultar sus ideas y propósitos. Proclaman abiertamente que sus objetivos sólo pueden ser alcanzados derrocando por la violencia todo el orden social existente”.[15]

“Antes de que la realización de semejantes transformaciones [socialistas] se haga posible, es necesario implantar la dictadura del proleta­riado, y la primera de las condiciones para esto es un ejército del proletariado. La clase obrera debe conquistar en el campo de batalla su derecho a la emancipación”.[16]

“La violencia…, según palabras de Marx, es la partera de toda vieja sociedad que lleva en sus entrañas otra nueva… es el instrumento con el cual el movimiento social se abre camino y destroza las formas políticas muertas y fosilizadas…”[17]

“En realidad, el Estado no es más que un aparato de opresión de una clase por otra, tanto en la república democrática como en la monarquía”.[18]

«… el Estado no es más que un aparato de opresión de una clase por otra, tanto en la república democrática como en la monarquía”.

Lenin, por su parte, explica que “… si el Estado es el producto del carácter inconciliable de las contradicciones de clase, si es una fuerza colocada por encima de la sociedad y que ‘se divorcia más y más de ella’, resulta evidente que la liberación de la clase oprimida es imposible, no sólo sin una revolución violenta, sino también sin la destrucción del aparato del poder del Estado creado por la clase dominante y encarnación de ese ‘divorcio’.” [19]

“… el imperialismo, es decir, el capitalismo monopolista, que sólo ha llegado a una plena madurez en el siglo XX, atendidos sus rasgos económicos esenciales, se distingue por un apego mínimo a la paz y a la libertad, por un desarrollo máximo del militarismo. ‘No advertir’ esto, hablando de lo típico o de lo probable que es una revolución pacífica o violenta, es rebajarse al nivel del más adocenado lacayo de la burguesía”.[20]

“Toda idea acerca del sometimiento pacífico de los capitalistas a la voluntad de la mayoría de los explotados, toda idea acerca de la transición pacífica, reformista, al socialismo, no sólo constituye una extrema estupidez pequeñoburguesa, sino que también significa engañar de manera directa a los obreros, pintar de color de rosa la esclavitud asalariada capitalista y encubrir la verdad”.[21]

“Sin una guerra civil no ha habido todavía ninguna revolución impor­tante en la historia, sin una guerra civil ningún marxista serio se imagina el tránsito del capitalismo al socialismo”.[22]

“Decidir una vez cada cierto número de años qué miembros de la clase dominante han de oprimir y aplastar al pueblo en el parlamento: ésta es la verdadera esencia del parlamentarismo burgués, tanto en las monarquías con­stitucionales parlamentarias como en las repúblicas más democráticas”.[23]

Posteriormente, el último Congreso de la Internacional Comunista volvió a rechazar la vía pacífica y parlamentaria al socialismo: “Hace quince años, Lenin nos invitaba a que concentrásemos toda la atención ‘en buscar las formas de transición o de acercamiento a la revolución proletaria’. (…) Los doctrinarios ‘de izquierda’ siempre pasaron por alto esta indicación de Lenin, hablando solamente de la ‘meta’, como propagandistas limitados, sin preocuparse jamás de las ‘formas de transición’. Y los oportunistas de derecha intentaban establecer una ‘fase democrática intermedia’, especial, entre la dictadura de la burguesía y la dictadura del proletariado, para sugerir a la clase obrera la ilusión de un pacífico paseo parlamentario de una dictadura a otra. ¡Esta ‘fase intermedia’ ficticia la llamaban también ‘forma de transición’ e invocaban incluso el nombre de Lenin! Pero no fue difícil descubrir el fraude, pues Lenin hablaba de una forma de transición y de acercamiento a la ‘revolución proletaria’, esto es, al derrocamiento de la dictadura burguesa y no de una forma transitoria cualquiera entre la dictadura burguesa y la proletaria”.[24]

Finalmente, tras la Segunda Guerra Mundial, Stalin y Zhdánov criticaron el exceso de pacifismo, de parlamentarismo y de concesiones de los dirigentes de los partidos comunistas de Francia e Italia[25].

Posteriormente, los dirigentes del Partido Comunista de China se opusieron a la apuesta del 20º Congreso del PCUS por la ilusoria vía pacífica al socialismo, proponiendo la siguiente formulación alternativa como línea general para el movimiento comunista internacional:

“Respecto al problema de la transición del capitalismo al socialismo, el partido del proletariado debe partir del punto de vista de la lucha de clases y de la revolución, y apoyarse en la doctrina marxista-leninista sobre la revolución proletaria y la dictadura del proletariado.

Los comunistas preferirían siempre realizar la transición al socialismo por vía pacífica. Sin embargo, ¿se puede hacer de la transición pacífica un principio nuevo de la estrategia mundial del movimiento comunista internacional? No, de ninguna manera.

El marxismo-leninismo ha sostenido siempre que el problema fundamental de toda revolución es el problema del Poder estatal.

El marxismo-leninismo ha sostenido siempre que el problema fundamental de toda revolución es el problema del Poder estatal.

Tanto la Declaración de 1957 como la de 1960 señalan con claridad: ‘El leninismo enseña –y la experiencia histórica lo confirma- que las clases dominantes no ceden voluntariamente el Poder’. Ningún gobierno reaccionario se vendrá abajo ni siquiera en tiempos de crisis si no se le empuja. Esta es una ley general de la lucha de clases.

Marx y Lenin plantearon, en determinadas condiciones históricas, la cuestión de la posibilidad del desarrollo pacífico de la revolución. Pero, como lo señaló Lenin, el desarrollo pacífico de la revolución es ‘una posibilidad extremadamente rara en la historia de las revoluciones’.

De hecho, no hay ningún precedente de transición pacífica del capitalismo al socialismo en la historia mundial. (…)

En la actualidad es evidente para todo el mundo que los países capitalistas están fortaleciendo su aparato estatal, y en particular su aparato militar, lo cual tiene como propósito, antes que nada, reprimir a los pueblos de sus propios países.

El partido del proletariado no debe en absoluto basar su pensamiento, su política para la revolución y todo su trabajo en la suposición de que el imperialismo y los reaccionarios están dispuestos a aceptar la transformación pacífica.

El partido del proletariado debe prepararse para dos eventualidades, es decir, mientras se prepara para un desarrollo pacífico de la revolución, tiene que prepararse plenamente para un desarrollo no pacífico. Debe concentrar su principal atención en la ardua tarea de acumular fuerzas revolucionarias y prepararse para conquistar la victoria de la revolución cuando las condiciones estén maduras, o para dar duros contragolpes al imperialismo y a la reacción cuando éstos lancen ataques sorpresivos y acometidas armadas.

Si el partido del proletariado no se prepara de esta manera, paralizará la voluntad revolucionaria del proletariado, se desarmará ideológicamente, se encontrará completamente desprevenido y pasivo tanto en lo político como en materia de organización y, por consiguiente, arruinará la causa revolucionaria del proletariado”.[26]

II- Política interna

Los grandes cambios en política interna se enunciarían, no en el 20º Congreso, sino en los años siguientes. Y quedarían plasmados en el programa del PCUS aprobado durante el 22º Congreso.

a) Lucha de clases, Estado y Partido

A PARTIR DEL 20º CONGRESO DEL PCUS:

En el Informe al 20º Congreso, hay pocas novedades en esta materia. El único dirigente anterior explícitamente denunciado es Beria. Aunque todavía no asociado expresamente con Stalin, se critica el “culto a la personalidad”, frente al cual se prescribe como remedio “restablecer las normas de vida de partido elaboradas por Lenin, que antes se infringían con frecuencia”. Lo cual da a entender que el culto personal que se condena no es el de Lenin, sino el de un dirigente posterior a éste. Hecha la excepción de Lenin, el Informe de Jruschov caracteriza este culto personal como algo “ajeno al espíritu del marxismo-leninismo y que hace de uno u otro dirigente un héroe milagrero, menoscabando al mismo tiempo el papel del Partido y de las masas populares y rebajando su actividad creadora”.[27]

En la reunión del CC del PCUS celebrada cinco meses después del 20º Congreso, el 30 de junio de 1956, se aprobó una resolución titulada “Acerca de la superación del culto a la personalidad y de sus consecuencias”. Según la misma, “… J. Stalin formuló en 1937, cuando el socialismo ya había triunfado en la URSS, la tesis errónea de que, a medida que progresase el Estado Soviético, debía agudizarse la lucha de clases en el país… una vez que el socialismo había triunfado, que habían sido liquidadas las clases explotadoras y se había establecido en la sociedad soviética la unidad moral y política, la tesis acerca de la inevitable agudización de la lucha de clases era errónea. En la práctica sirvió de fundamento a la represión en masa contra los adversarios ideológicos del Partido, que habían sido derrotados políticamente. Fueron represaliados también muchos honestos comunistas y sin-partido que no eran culpables de nada”.[28]

El informe pronunciado por Jruschov para el 21º Congreso Extraordinario del PCUS (1959) asegura que “… el socialismo no sólo ha triunfado por completo, sino también definitivamente”.[29]

En el programa aprobado por el 22º Congreso del PCUS, el sentido de los cambios es mucho más claro:

Según este programa, los Estados socialistas han hecho “desaparecer los antagonismos de clase,… también los antagonismos entre las naciones”. Y han abierto “un campo ilimitado al desarrollo de las fuerzas productivas”.[30]

Atribuye una “esencia común” a “las dos formas de la propiedad socialista”[31], es decir, a la propiedad de todo el pueblo sobre las empresas industriales y a la propiedad cooperativa de los campesinos koljosianos.

Considera que ha sido “suprimido el viejo contraste entre la ciudad y el campo, entre el trabajo intelectual y el trabajo manual”[32]; que “el desarrollo económico espontáneo ha sido reemplazado por la organización consciente de la producción y de toda la vida social”[33]; que “la tendencia general del desarrollo de la lucha da clases en los países socialistas, cuando el socialismo se construye con todo éxito, lleva al robustecimiento de las posiciones de las fuerzas socialistas, conduce al debilitamiento de la resistencia que ofrecen los restos de las clases enemigas”[34]; que “se han eliminado las posibilidades económico-sociales de restauración del capitalismo”[35]; y que, para 1980, “… en la URSS se habrá construido, en lo fundamental, la sociedad comunista”.[36]

Las consecuencias fundamentales que el citado programa extrae de estas premisas son dos:

La primera es que “Gracias a la supresión de las clases explotadoras se ha extinguido la función de aplastamiento de su resistencia. (…) Después de asegurar la victoria completa y definitiva del socialismo, fase primera del comunismo… la dictadura del proletariado ha cumplido su misión histórica, dejando de ser una necesidad en la URSS desde el punto de vista de las tareas del desarrollo interior. El Estado, que surgió como Estado de la dictadura del proletariado, se ha convertido en la nueva etapa, en la etapa contemporánea, en Estado de todo el pueblo, en órgano de expresión de los intereses y la voluntad de todo el pueblo. (…) El Partido arranca de que la dictadura de la clase obrera deja de ser necesaria antes de que se extinga el Estado. Como organización de todo el pueblo, el Estado se mantendrá hasta la victoria total del comunismo”.[37]

La segunda es que “Gracias a la victoria del socialismo en la URSS y la consolidación de la unidad de la sociedad soviética, el Partido Comunista de la clase obrera se ha convertido en la vanguardia de pueblo soviético, es hoy el Partido de todo el pueblo…”.[38]

Y esto, a pesar de reconocer que “… después de la victoria del régimen socialista subsisten en la conciencia y en la conducta de los hombres vestigios del capitalismo, que frenan el avance de la sociedad”.[39]

ANTES DEL 20º CONGRESO DEL PCUS:

El socialismo que Marx propugna “… es la declaración de la revolución permanente, de la dictadura de clase del proletariado como punto necesario de transición para la supresión de las diferencias de clase en general, para la supresión de todas las relaciones de producción en que éstas descansan, para la supresión de todas las relaciones sociales que corresponden a esas relaciones de producción, para la subversión de todas las ideas que brotan de estas relaciones sociales”.[40]

“Entre la sociedad capitalista y la sociedad comunista transcurre el periodo de la transformación revolucionaria de la primera en la segunda. A este periodo corresponde también un periodo político de transición en el cual el Estado no puede ser más que la dictadura revolucionaria del proletariado”.[41]

“De lo que aquí se trata no es de una sociedad comunista que se ha desarrollado sobre su propia base, sino, al contrario, de una que acaba de salir precisamente de la sociedad capitalista y que, por tanto, presenta todavía en todos sus aspectos, en el económico, en el moral y en el intelectual, el sello de la vieja sociedad de cuya entraña procede”.[42]

En cuanto a Lenin, explica que: “La dictadura del proletariado, si traducimos esta expresión latina, científica, histórico-filosófica, a un lenguaje más sencillo, significa lo siguiente:

Sólo una clase determinada -los obreros urbanos y, en general, los obreros fabriles, los obreros industriales- está en condiciones de dirigir a toda la masa de trabajadores y explotados en la lucha por derrocar el yugo del capital, en el proceso mismo de su derrocamiento, en la lucha por mantener y consolidar el triunfo, en la creación del nuevo régimen social, del régimen socialista, en toda la lucha por la supresión completa de las clases”.[43]

“…la esencia de la teoría de Marx sobre el Estado sólo la han asimilado quienes han comprendido que la dictadura de una sola clase es necesaria, no sólo para toda sociedad de clases en general, no sólo para el proletariado que ha derrocado a la burguesía, sino también para todo el periodo histórico que separa el capitalismo de la ‘sociedad sin clases’, del comunismo”.[44]

“El socialismo es la abolición de las clases. La dictadura del proletariado ha hecho en este sentido todo lo que estaba a su alcance. Pero no se pueden abolir de golpe las clases.

Y las clases han quedado y quedarán durante la época de la dictadura del proletariado. La dictadura dejará de ser necesaria cuando desaparezcan las clases. Y sin dictadura del proletariado las clases no desaparecerán.

Las clases han quedado, pero cada una de ellas se ha modificado en la época de la dictadura del proletariado; han variado igualmente las relacio­nes entre ellas. La lucha de clases no desaparece bajo la dictadura del proletariado, lo que hace es adoptar otras formas”.[45]

“La clase de los explotadores, los terratenientes y capitalistas no ha desaparecido ni puede desaparecer en seguida bajo la dictadura del proleta­riado. Los explotadores han sido derrotados, pero no aniquilados. Conservan una base internacional, el capital internacional, del cual son parte integrante. Conservan, en parte, algunos medios de producción, conservan el dinero, conservan enormes relaciones sociales. Y, como consecuencia precisa­mente de su derrota, se ha multiplicado en cien y en mil veces su fuerza de resistencia. El ‘arte’ de dirigir el Estado, el ejército y la economía les da una enorme superioridad y, en consecuencia, su importancia es muchísimo mayor que su proporción numérica dentro de la cifra global de la población.”.[46]

“La abolición de las clases es obra de una larga, difícil y tenaz lucha de clases que no desaparece –como se lo imaginan los vulgares personajes del viejo socialismo y de la vieja socialdemocracia- después del derrocamiento del poder del capital, después de la destrucción del Estado burgués, después de la implantación de la dictadura del proletariado, sino que se limita a cambiar de forma, haciéndose en muchos aspectos más encarnizada todavía”.[47]

“La abolición de las clases es obra de una larga, difícil y tenaz lucha de clases que no desaparece –como se lo imaginan los vulgares personajes del viejo socialismo y de la vieja socialdemocracia- después del derrocamiento del poder del capital, después de la destrucción del Estado burgués, después de la implantación de la dictadura del proletariado, sino que se limita a cambiar de forma, haciéndose en muchos aspectos más encarnizada todavía”

“… el proceso de la revolución socialista… no debe considerarse un acto único, sino una época de violentas conmociones políticas y económicas, de lucha de clases enconada hasta el extremo, de guerra civil, de revolu­ciones y contrarrevoluciones”.[48]

“En realidad, ¿puede encontrarse en la historia un solo ejemplo de un modo de producción nuevo que se haya establecido de un golpe, sin una larga serie de fracasos, de equivocaciones, de caídas y recaídas?”[49]

“El solo hecho de preguntar: ‘¿dictadura del partido o bien dictadura de clase?, ¿dictadura (partido) de los jefes o bien dictadura (partido) de las masas?’ acredita la más increíble e irremediable confusión de ideas. Hay gentes que se esfuerzan por inventar algo enteramente original y no consiguen más, en su afán de sabiduría, que caer en el ridículo. De todos es sabido que las masas se dividen en clases,…; que las clases están generalmente,… dirigidas por partidos políticos; que los partidos políticos están dirigidos, por regla general, por grupos más o menos estables de las personas más autorizadas, influyentes, expertas, elegidas para los cargos más responsables y que se llaman jefes. Todo esto es el abecé, todo esto es sencillo y claro”.[50]

Y Stalin explica “… que el origen de las contradicciones en el seno de Partidos proletarios reside en dos circunstancias… Me refiero, en primer lugar, a la presión de la burguesía y de la ideología burguesa sobre el proletariado y su Partido en el ambiente de la lucha de clases, presión a la que a menudo ceden las capas menos firmes del proletariado y, por tanto, las capas menos firmes del Partido proletario. No puede considerarse que el proletariado esté aislado por completo de la sociedad, que se encuentre al margen de la sociedad. El proletariado es una parte de la sociedad, está ligado por numerosos hilos a las diversas capas de la sociedad. Pero el Partido es una parte del proletariado. Por eso, tampoco puede verse libre del contagio y de la influencia de las diversas capas de la sociedad burguesa. La presión de la burguesía y de su ideología sobre el proletariado y su Partido se manifiesta en que las ideas, las costumbres, los hábitos y el estado de ánimo de los burgueses penetran a menudo en el proletariado y su Partido a través de ciertas capas del proletariado, ligadas de una u otra manera con la sociedad burguesa.

Me refiero, en segundo lugar, a la heterogeneidad de la clase obrera… Una capa la compone la masa fundamental del proletariado, su núcleo, su parte permanente; es la masa de proletarios ‘puros’… La segunda capa la componen gentes salidas hace poco de clases no proletarias… Finalmente, la tercera capa la compone la aristocracia obrera, la élite de la clase obrera, la parte más acomodada del proletariado… A pesar de su diferencia exterior, estas dos últimas capas de la clase obrera constituyen un medio más o menos común, que nutre al oportunismo en general…

¿Es posible evitar esas contradicciones y discrepancias? No, no lo es. Suponer que puedan ser evitadas significaría engañarse a si mismo. Engels tenía razón al decir que es imposible velar durante mucho tiempo las contradicciones en el seno del Partido, que esas contradicciones se resuelven mediante la lucha… sólo mediante la lucha por una línea basada en los principios marxistas se podrá salvaguardar al Partido proletario de la presión y la influencia de la burguesía… sólo superando sus contradicciones internas es posible sanear y fortalecer el Partido”.[51]

"¡Larga vida al gran partido de Lenin - Stalin, lider y organizador de la victoria por la construcción del socialismo!"

 

b) Concepciones y tareas económicas

A PARTIR DEL 20º CONGRESO DEL PCUS:

El principal reproche que el 20º Congreso hace a la labor ideológica del PCUS es: “… que está divorciada en cierta medida de la práctica de la edificación comunista. (…) Cuando nuestro país va pasando gradualmente del socialismo al comunismo, no sólo tiene una extraordinaria importancia estudiar las obras de los clásicos del marxismo y explicar la teoría marxista-leninista, sino aplicar la teoría prácticamente, luchar por que se creen en abundancia los bienes materiales y culturales y vaya elevándose más y más la conciencia comunista de los ciudadanos. (…) Algunos dogmáticos pueden interpretar estas observaciones como una subestimación de la propaganda de la teoría marxista-leninista. Huelga polemizar con esos dogmáticos. (…) Hoy, cuando nuestra sociedad lucha por una elevada productividad del trabajo, por dar cumplimiento a la tarea económica fundamental de la URSS, pasa a primer plano la parte económica de la teoría marxista, las cuestiones concretas de la economía”.

Entiende por priorización de la economía, entre otros, los siguientes criterios y medidas.

El informe reivindica “aplicar con más amplitud el principio del cálculo económico en el trabajo de las empresas”.[52] Se trata de un principio que fue implantado durante el período de la NEP, con el propósito de que cada empresa fuera rentable, y que, a partir de la ofensiva del socialismo en los años treinta, quedó subordinado a la planificación central con el criterio de que la rentabilidad fuera la de la producción en general y no necesariamente la de cada empresa en particular[53].

Dos años después, en febrero de 1958, el Comité Central del PCUS decidió “vender a los koljoses [cooperativas agrícolas] en distintos plazos las máquinas pertenecientes a las EMT [Estaciones de Máquinas y Tractores, de propiedad estatal]”.[54]

Ya en el programa aprobado en 1961, se estipula que “La principal tarea económica del Partido y del pueblo soviético consiste en crear en el transcurso de dos decenios la base material y técnica del comunismo”.[55]

El programa apela a una supuesta tesis leninista según la cual “… la construcción del comunismo deberá basarse en el principio del interés material”.[56]

Así, “En el marco del plan único de la economía nacional se seguirán ampliando la autonomía económica y los derechos de los órganos locales y de las empresas… Para movilizar las reservas internas y utilizar con mayor eficacia las inversiones en obras básicas, los fondos de producción y los medios financieros es necesario ampliar la independencia operativa y la iniciativa de las empresas sobre la base de las tareas señaladas en los planes estatales”.[57]

“En la edificación comunista hay que utilizar con toda plenitud las relaciones monetario-mercantiles, en correspondencia con el nuevo contenido inherente a ellas en el periodo del socialismo. Desempeña un gran papel en ello el empleo de resortes de desarrollo de la economía como la autonomía económica socialista, el dinero, el precio, el costo, el beneficio, el comercio, el crédito y las finanzas… Los precios deben reflejar en grado cada vez mayor los gastos de trabajo socialmente necesarios, cubrir los gastos de producción y circulación y proporcionar cierto beneficio a cada empresa que funcione normalmente”.[58]

ANTES DEL 20º CONGRESO DEL PCUS:

Según Marx y Engels, “El proletariado se valdrá de su dominación política para ir arrancan­do gradualmente a la burguesía todo el capital, para centralizar todos los instrumentos de producción en manos del Estado, es decir, del proletariado organizado como clase dominante,…”[59]

“… el proletariado sólo puede liberarse suprimiendo toda la propiedad privada en general… El proletariado se libera suprimiendo la competencia, la propiedad privada y todas las diferencias de clase”.[60]

“La forma de mercancía que adopta el producto del trabajo o la forma de valor que reviste la mercancía es la célula económica de la sociedad burguesa”.[61]

“Sólo los productos de trabajos privados independientes los unos de los otros pueden revestir en sus relaciones mutuas el carácter de mercancías”.[62]

“El carácter misterioso de la forma mercancía estriba, por tanto, pura y simplemente, en que proyecta ante los hombres el carácter social del trabajo de éstos como si fuese un carácter material de los propios productos de su trabajo, un don natural social de estos objetos y como si, por tanto, la relación social que media entre los productores y el trabajo colectivo de la sociedad fuese una relación social establecida entre los mismos objetos, al margen de sus productores. (…) Las magnitudes de valor de las mercancías cambian constantemente, sin que en ellos intervengan la voluntad, el conocimiento previo ni los actos de las personas entre quienes se realiza el cambio. Su propio movimiento social cobra a sus ojos la forma de un movimiento de cosas bajo cuyo control están, en vez de ser ellos quienes las controlen. (…) en las proporciones fortuitas y sin cesar oscilantes de cambio de sus productos se impone siempre como ley natural reguladora el tiempo de trabajo socialmente necesario para su producción, al modo como se impone la ley de la gravedad cuando se le cae a uno la casa encima”.[63]

“Hay que señalar que la apropiación real de todos los instrumentos de trabajo, la toma de posesión de toda la industria por los trabajadores, es exactamente lo opuesto al ‘rescate proudhoniano’. En el último caso, el obrero, en forma individual, pasa a ser propietario de la vivienda, de la parcela campesina, de los instrumentos de trabajo; en el primer caso, la ‘población trabajadora’ es la propietaria colectiva de las casas, de las fábricas y de los instrumentos de trabajo…”[64]

En la misma línea, Lenin sostiene que, en el socialismo, “Todos los ciudadanos pasan a ser empleados y obreros de una sola ‘empresa’ estatal de todo el pueblo… Toda la sociedad será una sola oficina y una sola fábrica…”[65]

«Todos los ciudadanos pasan a ser empleados y obreros de una sola ‘empresa’ estatal de todo el pueblo…Toda la sociedad será una sola oficina y una sola fábrica…»

“Toda acción de legalizar, en forma directa o indirecta, la propiedad de los obreros de fábricas aisladas o de profesiones aisladas sobre su producción, o su derecho a debilitar o estorbar las órdenes del Poder estatal, es una gran tergiversación de los principios fundamentales del Poder soviético y la renuncia completa al socialismo”.[66]

La obra Problemas económicos del socialismo en la URSS[67], que Stalin escribe en 1952, defiende estos principios económicos formulados por Marx, Engels y Lenin (aunque descartara la existencia de antagonismos una vez suprimida la propiedad privada capitalista), frente a quienes ya pretendían transgredirlos y lo acabarían consiguiendo a partir del 20º Congreso del PCUS:

“… lo mismo que en las Ciencias Naturales, las leyes del desarrollo económico son leyes objetivas que reflejan los procesos del desarrollo económico, procesos que se operan independientemente de la voluntad de los hombres. Los hombres pueden descubrir esas leyes, llegar a conocerlas y, apoyándose en ellas, aprovecharlas en interés de la sociedad, encauzar en otra dirección la acción destructiva de algunas leyes, limitar la esfera de su acción, dar vía libre a otras leyes que van abriéndose camino; pero no pueden destruir unas leyes económicas y crear otras nuevas. (…)

La ley del desarrollo armónico de la economía surgió como oposición a la ley de la concurrencia y de la anarquía de la producción bajo el capitalismo. Surgió sobre la base de la socialización de los medios de producción, una vez hubo perdido su fuerza la ley de la concurrencia y de la anarquía de la producción. Entró en acción porque la economía socialista únicamente puede desarrollarse basándose en la ley económica del desarrollo armónico de la economía. Eso quiere decir que la ley del desarrollo armónico de la economía da a nuestros organismos correspondientes la posibilidad de planificar con acierto la producción social. Pero no se puede confundir la posibilidad con la realidad. Son dos cosas diferentes. Para convertir la posibilidad en realidad, hay que estudiar esa ley económica, hay que dominarla, hay que aprender a aprovecharla con entero conocimiento de causa, hay que confeccionar planes que reflejen con toda plenitud las exigencias de esa ley. No puede decirse que nuestros planes anuales y quinquenales reflejen plenamente las exigencias de esa ley económica.

Se dice que algunas leyes económicas, y entre ellas la ley del valor, que actúan en nuestro país, en el socialismo, son leyes ‘transformadas’, e incluso ‘radicalmente transformadas’ basándose en la economía planificada. Eso tampoco es cierto. Es imposible ‘transformar’ las leyes, y menos aún ‘radicalmente’. Si fuera posible transformarlas, también lo sería destruirlas, substituyéndolas por otras leyes. (…) Se puede limitar la esfera de acción de estas o aquellas leyes económicas, se puede prevenir sus acciones destructivas, en caso, naturalmente, de que las haya, pero no se puede ‘transformarlas’ o ‘destruirlas’.

… ¿cómo debemos proceder si no se han socializado todos los medios de producción, sino tan sólo una parte de ellos y existen condiciones favorables para que el proletariado tome el Poder? (…)

a) no dejar escapar las condiciones favorables para la toma del Poder; el proletariado debe tomar el Poder sin esperar a que el capitalismo logre arruinar a los millones de productores individuales pequeños y medios;

b) expropiar los medios de producción en la industria y hacerlos patrimonio de todo el pueblo;

c) en cuanto a los productores individuales pequeños y medios, unirlos paulatinamente en cooperativas de producción, es decir, en grandes haciendas agrícolas, en koljoses;

d) desarrollar por todos los medios la industria y dar a los koljoses la base técnica moderna de la gran producción, con la particularidad de que no deben ser expropiados, sino, por el contrario, dotados intensamente de tractores y otras máquinas de primera calidad;

e) para la alianza económica de la ciudad y el campo, de la industria y la agricultura, se debe mantener por cierto tiempo la producción mercantil (el intercambio mediante la compraventa), como la única forma aceptable para los campesinos de vinculación económica a la ciudad, y desarrollar con toda amplitud el comercio soviético de Estado y cooperativo-koljosiano, desalojando del tráfico mercantil a todos los capitalistas sin excepción. (…)

Actualmente tenemos en nuestro país dos formas fundamentales de la producción socialista: la estatal, de todo el pueblo, y la koljosiana, a la que no se puede dar ese calificativo. En las empresas del Estado, los medios de producción y los productos son propiedad de todo el pueblo. En las empresas koljosianas, aunque los medios de producción (la tierra y las máquinas) pertenecen al Estado, los productos son propiedad de los distintos koljoses, pues allí la fuerza de trabajo, lo mismo que las semillas, es de los koljoses, y éstos disponen de la tierra, que les ha sido cedida en usufructo perpetuo, como si fuera propiedad suya, a pesar de qué no pueden venderla ni comprarla, ni arrendarla, ni hipotecarla.

Esta circunstancia hace que el Estado únicamente pueda disponer de los productos de sus empresas, pues los koljoses disponen ellos mismos de su producción, como propiedad suya. Pero los koljoses no quieren enajenar sus productos como no sea bajo la forma de mercancías, a cambio de las cuales quieren recibir otras mercancías que necesitan. En el presente, los koljoses no aceptan más vínculos económicos con la ciudad que los vínculos mercantiles, que el intercambio mediante la compraventa. Por eso la producción mercantil y el tráfico de mercancías son hoy en nuestro país una necesidad…

Por consiguiente, nuestra producción mercantil no es una producción mercantil habitual, sino una producción mercantil de tipo especial, una producción mercantil sin capitalistas, que en lo fundamental tiene que vérselas con las mercancías de productores socialistas unificados (el Estado, los koljoses y las cooperativas), una producción cuya esfera de acción está circunscrita a los objetos de consumo personal…

Por ello no tienen ninguna razón los camaradas que afirman que, si la sociedad socialista no suprime las formas mercantiles de la producción, deben ser restablecidas en nuestro país todas las categorías económicas propias del capitalismo: la fuerza de trabajo como mercancía, la plusvalía, el capital, el beneficio del capital, la norma media de beneficio, etc., etc. (…)

En realidad, la esfera de acción de la ley del valor está en nuestro régimen económico rígidamente circunscrita y limitada. Ya he dicho que la esfera de acción de la producción mercantil está en nuestro régimen circunscrita y limitada. Lo mismo hay que decir de la esfera de acción de la ley del valor. Es indudable que la ausencia de la propiedad privada sobre los medios de producción y que la socialización de estos medios tanto en la ciudad como en el campo no pueden por menos de limitar la esfera de acción de la ley del valor y su influencia en la producción. (…)

Ello, precisamente, explica el hecho “asombroso” de que, a pesar del desarrollo ininterrumpido e impetuoso de nuestra producción socialista, la ley del valor no conduzca en nuestro país a crisis de superproducción, mientras esa misma ley del valor, que en el capitalismo tiene amplio campo de acción, conduce en los países capitalistas, a pesar del bajo ritmo del incremento de la producción en esos países, a crisis periódicas de superproducción. (…)

Si consideramos la rentabilidad, no desde el punto de vista de esta o aquella empresa o rama de la producción, y no en el transcurso de un año, sino desde el punto de vista de toda la economía nacional y en un período, por ejemplo, de diez a quince años –ésta sería la única forma acertada de enfocar el problema-, veríamos que la rentabilidad temporal e inconsistente de esta o aquella empresa o rama de la producción no puede en absoluto compararse con la forma superior de rentabilidad, sólida y constante, que nos dan la acción de la ley del desarrollo armónico de la economía nacional y la planificación de la misma, librándonos de las crisis económicas periódicas que destruyen la economía nacional y causan a la sociedad tremendos daños materiales, y asegurándonos el desarrollo ininterrumpido de la economía nacional y el elevado ritmo de este desarrollo. (…)

¿Se puede considerar que los medios de producción sean, en nuestro régimen socialista mercancías? Yo pienso que no, de ninguna manera.

La mercancía en un producto de la producción que se vende a cualquier comprador, con la particularidad de que, al efectuarse la venta, el propietario de la mercancía pierde el derecho de propiedad sobre ella, y el comprador se convierte en propietario de la misma y puede revenderla, empeñarla, dejar que se pudra. ¿Se puede definir así los medios de producción? Claro que no. En primer lugar, los medios de producción no se ‘venden’ a cualquier comprador, no se ‘venden’ ni siquiera a los koljoses; son distribuidos por el Estado entre sus empresas solamente. En segundo lugar, el Estado, dueño de los medios de producción, al entregárselos a una u otra empresa no pierde, ni mucho menos, el derecho de propiedad sobre esos medios de producción; por el contrario, lo conserva plenamente. En tercer lugar, los directores de las empresas, al recibir del Estado medios de producción, no sólo no se convierten en propietarios de esos medios, sino que, por el contrario, son confirmados como mandatarios del Estado Soviético para dirigir el empleo de los medios de producción, de acuerdo con los plazos establecidos por el Estado. (…)

… la misión de los organismos dirigentes consiste en advertir oportunamente las contradicciones cuando están gestándose y tomar a tiempo las medidas necesarias para eliminarlas mediante la adaptación de las relaciones de producción al incremento de las fuerzas productivas. Esto se refiere, ante todo, a fenómenos económicos como la propiedad de determinados grupos, de los koljoses, y la circulación mercantil. Claro que actualmente estos fenómenos son aprovechados con buen éxito para desarrollar la economía socialista, y reportan un beneficio indudable a nuestra sociedad. No cabe duda de que también en el próximo futuro reportarán su beneficio. Pero sería una ceguera imperdonable no ver que, al mismo tiempo, esos fenómenos comienzan ahora ya a frenar el poderoso desarrollo de nuestras fuerzas productivas, por cuanto son un obstáculo para que la planificación por parte del Estado abarque plenamente toda la economía nacional, en particular la agricultura. No cabe duda de que, con el tiempo, esos fenómenos frenarán más y más el desarrollo de las fuerzas productivas de nuestro país. Por consiguiente, la tarea consiste en liquidar esas contradicciones mediante la transformación gradual de la propiedad koljosiana en propiedad de todo el pueblo y la aplicación –también gradual- del intercambio de productos en lugar de la circulación mercantil. (…)

¿Qué es, pues, necesario emprender en tal caso para elevar la propiedad koljosiana al nivel de propiedad de todo el pueblo?

Los camaradas Sánina y Vénzher proponen como medida fundamental para tal elevación de la propiedad koljosiana, vender en propiedad a los koljoses los instrumentos fundamentales de producción concentrados en las estaciones de máquinas y tractores, descargar de tal modo al Estado de las inversiones básicas en la agricultura y conseguir que los mismos koljoses asuman la responsabilidad del mantenimiento y del desarrollo de las estaciones de máquinas y tractores. (…)

¿Qué significa, después de todo eso, pedir la venta de las estaciones de máquinas y tractores en propiedad a los koljoses? Significa condenar a grandes pérdidas a los koljoses y arruinarlos, socavar la mecanización de la agricultura, aminorar el ritmo de la producción koljosiana.

De aquí la siguiente deducción: al proponer la venta de las estaciones de máquinas y tractores en propiedad a los koljoses, los camaradas Sánina y Vénzher dan un paso atrás, hacia el atraso, e intentan retrotraer la rueda de la historia.

Admitimos por un instante que hemos aceptado la propuesta de los camaradas Sánina y Vénzher y nos hemos puesto a vender en propiedad a los koljoses los instrumentos de producción fundamentales, las estaciones de máquinas y tractores. ¿Qué resultado obtendríamos?

De ello resultaría que, en primer lugar, los koljoses serían los propietarios de los instrumentos de producción fundamentales, es decir, se hallarían en una situación excepcional, en una situación que no tiene en nuestro país ninguna empresa, ya que, como se sabe, ni siquiera las empresas nacionalizadas son en nuestro país propietarias de los instrumentos de producción. ¿Cómo se puede fundamentar esta situación excepcional de los koljoses?, ¿en virtud de qué consideraciones de progreso, de avance? ¿Puede decirse que tal situación contribuiría a la elevación de la propiedad koljosiana al nivel de propiedad de todo el pueblo, que aceleraría el paso de nuestra sociedad del socialismo al comunismo? ¿No será más acertado decir que tal situación sólo podría alejar la propiedad koljosiana de la propiedad de todo el pueblo y que no conduciría a aproximarnos al comunismo, sino, al revés, a alejarnos de él?

De ello resultaría, en, segundo lugar, una ampliación de la esfera de acción de la circulación mercantil ya que en la órbita de ésta entraría una enorme cantidad de instrumentos de producción agrícola. Qué piensan los camaradas Sánina y Vénzher, ¿podría contribuir una ampliación de la esfera de la circulación mercantil a nuestro avance hacia el comunismo? ¿No sería más exacto decir que no haría sino frenar nuestro avance hacia el comunismo?

El error fundamental de los camaradas Sánina y Vénzher consiste en que no comprenden el papel y el significado de la circulación mercantil en el socialismo, no comprenden que es incompatible con la perspectiva del paso del socialismo al comunismo. Piensan, por lo visto, que la circulación mercantil no es óbice para pasar del socialismo al comunismo, que la circulación mercantil no puede impedir esa transición. Es éste un profundo error nacido de la incomprensión del marxismo.

Al criticar la ‘comuna económica’ de Dühring que actúa en las condiciones de la circulación mercantil. Engels, en su Anti-Dühring, demostró persuasivamente que la existencia de la circulación mercantil debe conducir ineluctablemente la llamada ‘comuna económica’ de Dühring al resurgimiento del capitalismo”.

DIRECCIÓN Y LÍMITE DE LA REFORMA ECONÓMICA SOVIÉTICA[68]:

Los cambios económicos que se iban produciendo, poco a poco, a través de los años, abrían el camino capitalista. Por ejemplo:

–          A fines de 1956, comienza la venta de tractores y maquinaria de los Centros de Maquinaria Agrícola del Estado a los koljoses, teniendo así las cooperativas propiedad sobre medios de producción y no sólo sobre los productos como hasta entonces.

–          En la reforma de 1957, se empieza a descentralizar parte de la planificación para dar más fuerza a la planificación por repúblicas, aunque se revierte esta idea en la reforma de 1962.

–          En la reforma de 1962, se da mayor poder a los dirigentes de las empresas, se valoriza la rentabilidad y el beneficio de las mismas y se fortalece el sistema de estímulos al trabajo.

–          En la reforma de 1965, se aprueba dotar de mayor autonomía a las empresas industriales, que podrán decidir sobre su producción de acuerdo con el mercado, sobre incentivos y ajustes de salarios (a dirección, empleados y obreros), podrán negociar mercantilmente con empresas estatales y cooperativas (con revisión de precios de acuerdo con la calidad y la demanda). A la vez que se sustituyen las subvenciones estatales (financiación por vía presupuestaria) por los créditos a largo plazo del Banco del Estado y se les deja un mayor remanente del beneficio obtenido. Aunque tienen que acogerse obligatoriamente a las premisas marcadas por el plan.

–          En estas reformas también se realiza la rebaja impositiva a las propiedades agrícolas individuales, se rebaja la cantidad de productos que obligatoriamente tienen que entregar al Estado los koljoses y los koljosianos, los cuales pueden vender más productos en el mercado.

Sucesivamente a lo largo de los años se van ampliando las bases para generar burguesía con el debilitamiento del sistema de planificación, la ampliación de las relaciones mercantiles, el fortalecimiento de la ganancia como medio para estimular el crecimiento y con el estímulo a la competencia. Aunque se pongan algunas bases, consecuencia de una línea revisionista, todavía no puede decirse que exista una economía capitalista, Stalin lo explicaba bastante claro:

“La producción mercantil únicamente conduce al capitalismo si existe la propiedad privada sobre los medios de producción, si la fuerza de trabajo aparece en el mercado como una mercancía que el capitalista puede comprar y explotar en el proceso de producción, si, por consiguiente, rige en el país el sistema de explotación de los obreros asalariados por los capitalistas. La producción capitalista comienza allí donde los medios de producción están concentrados en manos privadas, y los obreros que no poseen medios de producción, se ven constreñidos a vender su fuerza de trabajo como una mercancía. Sin eso no hay producción capitalista” (Stalin: «Problemas económicos del…»).

Los dirigentes revisionistas, pretendían mejorar la productividad, pero, para ello, dan pasos atrás en la construcción del socialismo, implementando ideas de economistas pro-capitalistas, en lugar de tomar medidas de fortalecimiento del socialismo, con su necesaria lucha contra la burocracia y ampliar el poder de la clase obrera. En definitiva, los revisionistas soviéticos tomaron el camino de ‘menos socialismo’ para el crecimiento de la Unión Soviética, iniciando el camino hacia el capitalismo. Por el contrario, la esencia de la política y la economía anterior a los revisionistas, con todas sus contradicciones, era la de ‘más socialismo’, como se ve en la declaración de intenciones de Stalin, el cual parece que comprendía los problemas contradictorios entre los dos ‘sectores principales’ de la economía socialista:

“… cuando en lugar de los dos sectores principales de la producción, el estatal y el koljosiano, surja un solo sector que lo abarque todo y tenga derecho a disponer de toda la producción del país destinada al consumo, la circulación de mercancías, con la ‘economía monetaria’ desaparecerá, como elemento innecesario de la economía nacional.” (Idem).

III- La línea política del PCUS después de que Jruschov fuera destituido en 1964

Antes de concluir, es necesario aclarar una cuestión: ¿Tras la destitución de Jruschov, volvió el PCUS a orientarse realmente por el marxismo-leninismo?; o, dicho de otro modo, ¿la época de Brézhnev fue de estalinismo o de revisionismo? Es cierto que cesaron los ataques furibundos contra Stalin y la historia de lucha revolucionaria por la edificación del socialismo en la Unión Soviética y también que se dejó de hablar de colaboración con el imperialismo. Pero veamos algunas citas de los informes de Brézhnev a los posteriores congresos del PCUS.

“Durante todos estos años, el PCUS, inspirándose en la línea definida por los XX y XXII Congresos del Partido, ha conducido firmemente al pueblo soviético en la vía de la construcción del comunismo”. Y resume la reforma económica de 1965 como “extensión de las prerrogativas y de la autonomía económica de las empresas” y “el empleo sistemático de estímulos económicos”.[69]

“La liquidación de las secuelas del culto a la personalidad y de los errores subjetivistas han tenido repercusiones profundamente benéficas en la atmósfera política general”.[70]

“En nuestro país, se ha construido una sociedad socialista desarrollada que se transforma progresivamente en sociedad comunista. Nuestro Estado es el Estado de todo el pueblo… es una sociedad de economía sin crisis y en perpetuo crecimiento. Es una sociedad que tiene firmemente confianza en su porvenir y ante las que se abren las perspectivas ilimitadas de un progreso continuo”.

A pesar de que, en 1973, Pinochet hiciera trizas la tesis sobre la mayor posibilidad de la vía pacífica y parlamentaria al socialismo, Brézhnev insiste: “La tragedia de Chile en modo alguno ha descartado la deducción de los comunistas de que son posibles vías distintas da la revolución, incluida la pacífica, si para ello existen las condiciones requeridas”.[71]

Finalmente, en 1981, el remedio que prescribe frente al incumplimiento del Plan y a la tendencia al estancamiento económico es “una extensión de la autonomía de las agrupaciones y de los dirigentes económicos”.[72]

IV- Conclusión

El presente artículo ha mencionado únicamente algunas diferencias entre las dos etapas de la historia del Partido Comunista de la Unión Soviética. Lo cierto es que, en la evolución de la línea política de éste, hubo muchos más aspectos de continuidad que de ruptura, pero éstos fueron lo suficientemente numerosos e importantes como para que se produjera lo que en dialéctica se conoce como cambio cualitativo.

Hubo mucha continuidad entre las dos etapas: propiedad social, planificación, crecimiento ininterrumpido de la producción y del nivel de vida de las masas, sistema democrático en forma de soviets, dirección política del Partido Comunista, etc. Por esta razón, la URSS siguió siendo socialista hasta el final de su existencia. También hubo continuidad en cuanto a los errores políticos cometidos, como la incapacidad para reconocer 1º) los elementos de antagonismo entre las clases y capas sociales que subsistían tras la transformación revolucionaria de las relaciones de propiedad; y 2º) la necesidad de su superación completa por medio de la lucha de clase del proletariado.

Pero la diferencia esencial entre las dos etapas consiste en que los errores particulares de una política acertada fueron desarrollados hasta convertirse en una política errónea que coexistía con muchos aciertos particulares. Esta acumulación de lo cuantitativo hasta producir un salto cualitativo determinó que la línea política del PCUS dejara de ser marxista-leninista para volverse revisionista: dirigiendo la sociedad soviética no ya hacia el comunismo, sino hacia el capitalismo; y beneficiando no ya a la clase obrera, sino a ciertos sectores sociales (cierta pequeña burguesía, como decía Nina Andréieva) generadores de la nueva burguesía que restauró el capitalismo en 1991.

Desde entonces, el movimiento comunista internacional ha quedado dividido por el predominio de enfoques metafísicos opuestos: tanto el de quienes se obcecan con los progresos alcanzados, como el de quienes hacen lo propio con los procesos degenerativos en curso. En apariencia, la caída de la URSS podría haber zanjado la discusión, pero se mantiene viva por la situación contradictoria de los Estados socialistas que siguen en pie, particularmente de la República Popular China. Al igual que con la URSS, sus logros se deben a lo que han avanzado en dirección al comunismo. En cambio, los procesos de privatización y mercantilización en ellos tienen una naturaleza involutiva no sólo para sus sociedades, sino también para la conciencia de clase del proletariado internacional. El comunismo internacional podrá apoyarse en lo primero para corregir lo segundo, a medida que regrese al materialismo dialéctico. 

 

Notas:

1] https://www.marxists.org/espanol/khrushchev/1956/febrero25.htm.

Posiblemente la refutación más detallada del “Informe secreto” sea la de Grover Furr en su libro Jruschov mintió (https://digitalcommons.montclair.edu/all_books/191/; http://librosml.blogspot.com/2021/01/kruschev-mintio-de-grover-furr_20.html; texto en inglés: https://archive.org/details/pdfy-nmIGAXUrq0OJ87zK/page/n13/mode/2up)

[2] Informe del camarada N. S. Jruschov, Primer Secretario del Comité Central, al 20º Congreso de la PCUS, págs. 9, 10, 16 y 17 (https://www.marxists.org/espanol/khrushchev/1956/nk-xx-cong-pcus.pdf)

[3] Programa del PCUS, en El camino del comunismo. Documentos del XXII Congreso del Partido Comunista de la Unión Soviética (17-31 de octubre de 1961). Ediciones en lenguas extranjeras, Moscú 1961, págs. 540 a 544.

[4] El programa militar de la revolución proletaria, Lenin. https://www.marxists.org/espanol/Lenin/obras/1910s/1916mil.htm

[5] Informe en el I Congreso de Cosacos Trabajadores de Toda Rusia, Lenin, Obras Completas, T. 40, p. 188, Ed. Progreso.

[6] Notas de un publicista, Lenin, T. 40, p. 135.

[7] Materiales para la revisión del programa del Partido, Lenin, T. 32, p. 162 y 163.

[8] Problemas económicos del socialismo en la URSS, Stalin. https://www.marxists.org/espanol/stalin/obras/oe1/Stalin%20-%20Obras%20escogidas.pdf, págs. 318-320.

[9] Réponses aux questions posées par M. A. Werth, 17 de septiembre de 1946, Staline oeuvres, 1941-1949, Nouveau Bureau d’Edition.

[10] Stalin & the Bomb, D. Holloway, citado en Les guerres de Staline, pág. 479, Ed. Delga.

[11] Informe ante el XIX Congreso del Partido acerca de la actividad del CC del PC(b) de la URSS, 5 de octubre de 1952, Ediciones en lenguas extranjeras, Moscú 1953.

[12] Ideology and Power in Soviet Politics, Zbigniew Bzrezinski, págs. 93. 132, 133, 134.

[13] Informe del camarada N. S. Jruschov, Primer Secretario del Comité Central, al 20º Congreso de la PCUS, págs. 17 y 18.

[14] Programa del PCUS, págs. 519 a 524.

[15] El Manifiesto del Partido Comunista, Marx y Engels. https://www.marxists.org/espanol/m-e/1840s/48-manif.htm

[16] Discurso con motivo del VII Aniversario de la Internacional, Marx.

[17] Anti-Dühring, Engels. https://www.marxists.org/espanol/m-e/1870s/anti-duhring/ad-seccion2.htm#159

[18] Prefacio a “La Guerra Civil en Francia” de C. Marx, Engels. https://www.marxists.org/espanol/m-e/1870s/gcfran/1.htm

[19] El Estado y la revolución, Lenin, T. 33, p. 8. https://www.marxists.org/espanol/Lenin/obras/1910s/estyrev/

[20] La revolución proletaria y el renegado Kautsky, Lenin, T. 37, p. 256. https://proletarios.org/books/LENIN-La_rev_proletaria_y_el_renegado_Kautsky.pdf

[21] Tesis sobre las tareas fundamentales del II Congreso de la Internacional Comunista, Lenin, T. 41, p. 192.

[22] Palabras proféticas, Lenin, T. 36, p. 491. https://marx2mao.redspark.nu/M2M(SP)/Lenin(SP)/PW18s.html

[23] El Estado y la revolución, Lenin, T.33, p. 47. https://www.marxists.org/espanol/Lenin/obras/1910s/estyrev/

[24] Informe al VII Congreso de la Internacional Comunista, Dimitrov. https://www.marxists.org/espanol/dimitrov/1935.htm

[25] Fondazione Giangiacomo Feltrinelli; La Kominform; Actas de las tres conferencias, 1947/1948/1949, 1994.

[26] Proposición acerca de la línea del movimiento comunista internacional, CC del PCCh, págs. 20-22. https://www.marxists.org/espanol/tematica/china/documentos/prop.htm

[27] Informe del camarada N. S. Jruschov, Primer Secretario del Comité Central, al 20º Congreso del PCUS, págs. 49.

[28] Historia del Partido Comunista de la Unión Soviética, Ediciones en lenguas extranjeras, Moscú 1960, págs. 608 y 609.

[29] El XXI Congreso extraordinario del PCUS, Actas taquigráficas, t. I, pág. 107. Citado en Ibíd., pág. 883.

[30] Programa del PCUS, pág. 493 y 503.

[31] Ibíd., pág. 493.

[32] Ibíd., pág. 494.

[33] Ibíd., pág. 609.

[34] Ibíd., pág. 504.

[35] Ibíd., pág. 499 y 500.

[36] Ibíd., pág. 551.

[37] Ibíd., pág. 589 y 590.

[38] Ibíd., pág. 629.

[39] Ibíd., pág. 607.

[40] Las luchas de clases en Francia de 1848 a 1850, Marx. https://www.marxists.org/espanol/m-e/1850s/francia/francia1.htm

[41] Crítica del programa de Gotha, Marx. https://www.marxists.org/espanol/m-e/1870s/gotha/critica-al-programa-de-gotha.htm

[42] Íbid.

[43] Una gran iniciativa, Lenin, T. 39, p. 15. https://laforja.cat/wp-content/uploads/2020/10/una-gran-iniciativa-vladimir-ilich-Lenin.pdf

[44] El Estado y la revolución, Lenin, T. 33, p. 36.

[45] Economía y política en la época de la dictadura del proletariado, Lenin, T. 39, p. 289. https://www.marxists.org/espanol/Lenin/obras/1910s/7xi1919.htm

[46] Ibíd., T. 39, p. 290.

[47] Un saludo a los obreros húngaros, Lenin, T. 38, p. 412. https://www.marxists.org/espanol/lenin/obras/oe3/lenin-obras-3-3.pdf

[48] La Consigna de los Estados Unidos de Europa, Lenin, T. 26, p. 385. https://www.marxists.org/espanol/lenin/obras/1910s/8-1915eu.htm

[49] Una gran iniciativa, Lenin, T. 39, p. 21.

[50] La enfermedad infantil del “izquierdismo” en el comunismo, Lenin. http://www.marx2mao.com/M2M(SP)/Lenin(SP)/LWC20s.html#s5

[51] VII Pleno ampliado del C.E. de la Internacional Comunista, 1926. Stalin. Obras, Ed. VOSA. T. IX, págs. 9, 10, 11 y 12. https://www.marxists.org/espanol/stalin/obras/oe15/Stalin%20-%20Obras%2009-15.pdf

[52] Informe del camarada N. S. Jruschov, Primer Secretario del Comité Central, al 20º Congreso del PCUS, pág. 45.

[53] Critique de Bettelheim. I. La révolution d’Octobre et les luttes de classes en URSS, Claude Varlet. Editorial NBE, 1978, págs. 243 a 248.

[54] Historia del Partido Comunista de la Unión Soviética, pág. 850.

[55] Programa del PCUS, pág. 551.

[56] Ibíd., pág. 580.

[57] Ibíd., pág. 574 y 576.

[58] Ibíd., pág. 577 y 578.

[59] El Manifiesto del Partido Comunista, Marx y Engels.

[60] Principios del Comunismo, Engels. https://webs.ucm.es/info/bas/es/marx-eng/oe1/mrxoe103.htm

[61] Prólogo a la primera edición de El Capital. Crítica de la economía política, Marx. Ed. Fondo de Cultura Económica, pág. XIII. http://biblio3.url.edu.gt/Libros/CAPTOM1.pdf

[62] El Capital, Marx, pág. 9.

[63] El Capital, Marx, T. I, p. 37, 38, 40 y 41.

[64] Contribución al problema de la vivienda, Engels.

[65] El Estado y la revolución, Lenin, T. 33, p. 103 y 104.

[66] Sobre la democracia y el carácter socialista del Poder soviético, Lenin, T. 36, p. 497 y 498.

[67] Los problemas económicos del socialismo en la URSS, Stalin. Obras, tomo 15, págs. 75 a 109.

[68] Esta parte forma parte de un trabajo de la AAHS titulado «Crítica de los comunistas albaneses a la experiencia soviética» que se publicará próximamente en la página web aahs-100revolucion.com.

[69] Informe al 23º Congreso del PCUS, 1966.

[70] Informe al 24º Congreso del PCUS, 1971.

[71] Informe al 25º Congreso del PCUS, 1976.

[72] Informe al 26º Congreso del PCUS, 1981.