31 de diciembre de 2014

2015 ¡Por la senda del Internacionalismo Proletario!

Un nuevo año de lucha y esperanza, de alegrías y conquistas. 

Ante la crisis del imperialismo, en numerosos países en los últimos años han resurgido con ímpetu las ideas emancipadoras del Socialismo. 




La fractura de la pirámide social entre la oligarquía financiera y las clases populares se va ensanchando. 

La lucha de clase de los trabajadores contra las políticas expoliadoras que intentan convertir a toda la humanidad en una mercancía, se van extendiendo por todo el orbe. 

2015 será un año de acumulación de fuerzas, de reunificación de voluntades. Es más evidente que el cambio de sistema social al imperialismo es la única salida. 

La solidaridad entre las naciones que luchan por su soberanía han logrado importantes ventajas sociales para su población, son un ejemplo y estímulo para la lucha de la clase obrera. 

Camaradas, compañeros: 

¡Viva el Internacionalismo Proletario! 

¡En el camino del Triunfo del Socialismo y el Comunismo!

30 de diciembre de 2014

Ucrania: una colonia sin ambiciones

Por Yurasumi, enviado de IA Regnum. Traducido por Nahia Sanzo en Slavyangrad.

La crisis ucraniana ha cumplido recientemente su primer año, espero sinceramente que también el último, aunque no hay cómo saberlo. Para comprender cómo y cuándo acabará, es importante definir ciertos criterios. Las partes implicadas son Estados Unidos, Rusia, la Unión Europea y Ucrania. Aunque hay otros actores secundarios, principalmente los países vecinos, también afectados por la crisis, estos no tiene capacidad de decisión y no participan directamente en el proceso. Consideraremos los motivos de participación, objetivos y estrategias de salida de cada una de las partes implicadas.
Prerrequisitos
La estructura socioeconómica mundial se tambalea y ya es tan evidente que nadie lo cuestiona. Para cualquier potencia a nivel internacional es necesario tener un plan para el proceso de transición, no solo para mantener su estatus sino para garantizar su supervivencia (las crisis estructurales hacen que las superpotencias sean blancos de ataques).
Teniendo en cuenta la restricción de recursos para llevar a cabo una guerra clásica que podría extenderse, Estados Unidos ha optado por derrotar a su competencia con tecnología de guerra híbrida. Según este plan, se crean zonas de caos alrededor de los principales rivales geopolíticos (China, Rusia y la Unión Europea), que se expanden, alcanzando, y quizá atravesando, sus fronteras. El podrido sistema estadounidense se mantiene como un lugar seguro para el resto del mundo, el lugar en el que se construye el Nuevo Mundo.
Sus rivales Europeos y asiáticos (Rusia, China y parte de la Unión Europea), intentan construir su propia matriz en este nuevo orden. Al haber entregado voluntariamente su superioridad industrial sobre el resto del mundo, llevándose la industria lejos del Hemisferio Occidental buscando ganancias a corto plazo, “la única superpotencia del siglo XXI” ha quedado al descubierto.
Estados Unidos se garantiza el control sobre el resto del mundo controlando las rutas de suministro de los recursos de otros países. El mundo global que Estados Unidos quiso construir a finales del siglo XX y a principios del XXI preveía enclaves económicos en diferentes países. Estos enclaves no debían llevar a una economía autosuficiente. Se trató de prevenir la aparición de esa autosuficiencia con todos los métodos posibles (Irán), mientras que todas las economías que ya eran autosuficientes fueron destruidas (Unión Soviética). El principal problema de esta política, que ha llevado al mundo a la incertidumbre actual, es que Estados Unidos no se percató del ascenso de China y no pudo evitar el nacimiento de la Unión Europea.
Es importante comprender que China no es solo es resultado de la ineficaz “estrategia de futuro” estadounidense, sino que es también un juego a largo plazo al que juegan sus rivales, principalmente las élites rusas engañadas por Estados Unidos. En los 90 y en la primera década del siglo XXI, Rusia aportó a China una masiva cantidad de tecnología de defensa, algo que Estados Unidos se negó a hacer. Una parte significativa de la capacidad científica china es producto de la capacidad soviética. Es cierto que la conspiración contra la supremacía estadounidense ya había evolucionado a mediados de los 90. Pero es ahora cuando se materializa en varias formas: BRICS, la Unión Euroasiática, el Pacto de Shanghái, además de la UE.
El principal objetivo de Estados Unidos es destrozar la logística que une las economías de sus principales adversarios, que les hace autosuficientes y hace de Estados Unidos un premio innecesario en el tablero de ajedrez de la política mundial. Para sus oponentes (China, Rusia, UE) se ha convertido en una prioridad mantener esa logística y crear una nueva. Otro factor importante en la urgencia de Estados Unidos es que el tiempo no está de su parte. Pero también es importante recordar que, aunque compartan intereses geopolíticos, también hay intereses egoístas dentro de la coalición antiamericana. Cada parte estaría interesada en que la carga de la lucha recayera sobre los hombros de otro camarada, pudiendo así afrontar la adaptación al nuevo sistema mundial en mejores condiciones.
Por todo lo dicho, Ucrania se ha convertido en otra de las piezas de esta lucha. Y es una pieza importante para cada una de las partes que juegan a este juego de la política mundial.
Estados Unidos
Objetivos: destruir el corredor energético (el sistema de tránsito de gas de Ucrania) o ponerlo bajo su control completo. También es deseable destruir la capacidad industrial ucraniana (si es que no se puede usar contra Rusia), ya que es la continuación lógica de la capacidad industrial rusa.
Logros: es difícil no ver que Estados Unidos fue el instigador directo de la “crisis ucraniana”, que a continuación derivó en una guerra civil. La causa del conflicto fue la decisión de Estados Unidos de, no solo fomentar Maidan, sino asegurar la participación directa no solo de sus agentes, sino de oficiales del Departamento de Estado. Tras aupar a un gobierno completamente controlable al poder, Estados Unidos buscó implementar cuatro planes locales en Ucrania:
  1. Utilizar a Ucrania como trampolín para atacar a Rusia en un ataque fundamentalmente ideológico. Como es natural, nadie planeó rodear Moscú con tanques de combate. Pero la derrota en el frente de la política exterior y el genocidio de la población pro-rusa en Ucrania (iniciado el 2 de mayo y que se habría extendido a otras regiones de no ser por la rebelión popular) habría garantizado una revuelta patriótica contra el Gobierno, que habría sido apoyada por un movimiento de “lazo blanco”. Entonces se habría jugado la carta nacionalista, pero este escenario quedó descartado a finales de mayo, cuando fue evidente que la rebelión en el Este no iba a ser un paseo.
  2. La solución militar al conflicto. Aún no está claro si Estados Unidos quería acabar con la rebelión de Donbass o si simplemente quería derramar sangre y destruir la infraestructura. Mi opinión personal es que el plan tuvo que adaptarse a las circunstancias. Era evidente desde el principio que Donbass solo podría ser derrotado si Rusia se mantenía al margen. Pero Rusia aportó el apoyo necesario y finalmente se aseguró de que la solución militar al conflicto fuera imposible.
  3. El bloqueo económico. Tras la lucha de agosto, cuando se hizo evidente que las Repúblicas Populares no podrían ser derrotadas por lo militar, los maestros de Occidente desarrollaron una nueva estrategia: alienar a la población local y ponerla contra las nuevas autoridades de las Repúblicas Populares por medio del bloqueo económico. Este plan se colapsa por la estupidez de la política del régimen proamericano, que está empeorando la situación en Ucrania antes de que el bloqueo pueda tener efecto en Donbass.
  4. Formación de un Gobierno pro-occidental centrista que consolide lo que se ha conseguido y que puede perderse fácilmente. En la forma, estos partidos serán centristas, incluso pro-rusos, pero harán lo posible por evitar el proceso de desnazificación. Su prioridad será desviar el descontento social y dirigirlo a ninguna parte, al estilo del Partido de las Regiones.
Hay una transición gradual desde el comportamiento agresivo a la línea defensiva pasando por el comportamiento moderadamente agresivo. Estas fases ya se han dado este año.
Resultados: durante la fase inicial, parecía que todos los objetivos del golpe habían cumplido, pero los reveses aparecieron desde los primeros días y Estados Unidos tuvo que moderar su apetito cada vez que los planes de Ucrania se venían abajo. La junta podría colapsarse pronto. Si Estados Unidos no es capaz de controlar la protesta social (reemplazando cadáveres políticos por otras marionetas), toda la operación podría acabar siendo un fracaso.
Europa
Objetivos: Europa tiene muchos problemas y se encuentra entre la espada y la pared. Por una parte, el “amable abrazo” de Estados Unidos destroza la idea de la Unión Europea desde dentro. Las contradicciones en el mercado europeo aumentan, por lo que crece el riesgo de que toda la idea de la Unión se colapse. Por otra parte, Rusia revive con apoyo de China. El eterno enemigo. La dependencia de uno de los dos no sienta bien entre las élites europeas. Por otra parte, no queda nada de las ilusiones de los años 90. La idea de la Unión Europea es un callejón sin salida y no puede hacer de Europa un organismo autosuficiente que compita por el liderazgo mundial. Así que Europa tiene que amoldarse a uno de los nuevos proyectos: el proyecto estadounidense como socio minoritario o el proyecto de Eurasia a igualdad de condiciones.
En términos económicos, el segundo camino sería beneficioso para Europa, pero culturalmente, Europa depende completamente de sus amigos americanos. La situación ucraniana se repite al más alto nivel. El continente está dividido en sus esfuerzos y así lo demuestra en su actuación en la crisis ucraniana. Dándose cuenta del beneficio que supondría la oferta Euroasiática de China y Rusia, el mundo empresarial busca un eje Berlín-Moscú-Pekín. Pero la élite política, educada con dinero americano, empuja en otra dirección. Europa no parece tener una estrategia independiente en este conflicto. Más preocupada por sus propios problemas, Europa aún no se ha decidido. De hecho, Ucrania es un campo de batalla para Europa. Sea cual sea el bloque elegido, tendrá una mínima ventaja en el futuro.
Logros: ahí está la debilidad de la posición europea. En un principio, sin saber en qué dirección estaba siendo arrastrada, Europa se suscribió completamente a los planes estadounidenses para Ucrania. A medida que Ucrania se convirtió en una carga añadida a sus propios problemas, Europa revisó sus prioridades (Rusia contaba con ello, de ahí su política contenida desde el principio). Europa tiende ahora a acercarse a Rusia en lo que respecta al tema de Ucrania, ya que ve que lo peor estaría por llegar en cualquier otro escenario.
Resultados: en cualquier caso, Europa quiere que haya calma cerca de sus fronteras. Apoyaron al Gobierno golpista mientras confiaron en que este aseguraba esa calma. En cuanto vieron la luz, comenzaron a apoyar a Rusia, que también quiere calma cerca de sus fronteras.
"El Donbass estrangulará a los fascistas"
Rusia
Objetivos: Construir el nuevo orden a su manera, junto con China, requiere paz en sus fronteras y concentración para atraer a Europa a su causa. Esta es, en términos generales, la lógica del Kremlin en su política hacia Ucrania. Rusia no puede permitirse involucrarse completamente en el conflicto, especialmente porque Ucrania no es el centro del tablero de ajedrez, por lo que no merece l apena arruinarse por ella, especialmente si supone acercar a Europa a Estados Unidos. Las relaciones económicas que existen ahora entre Rusia y la Unión Europea son viables. En el punto álgido de la crisis, las empresas europeas no han querido perder el mercado ruso. Construir un nuevo puente económico puede hacer irreversible este proceso, que es exactamente lo que Rusia y China necesitan.
Logros: además de los objetivos puramente prácticos había un aspecto emocional para Rusia en este conflicto. Rusia jugaba con las emociones, justificando así sus actos en Donbass. Sus oponentes buscaron usar las emociones para atraer a Rusia a una guerra abierta en Ucrania. El Kremlin logró estabilizar la situación y usarlo a su favor. Moscú neutralizó la operación militar de Kiev. Ya es obvio que el bloqueo económico que Kiev ha establecido sobre las Repúblicas Populares de Donetsk y Lugansk tampoco funciona. Y resulta que Ucrania necesita a la RPD y la RPL (especialmente su carbón) más de lo que estas necesitan a Ucrania, especialmente en invierno. El plan de Putin, planteado en marzo, de acabar con la crisis por medio de la federalización, se convierte en más realista a medida que pasa el tiempo.
Resultados: en general, Rusia se conformará con la vuelta al status quo en Ucrania, mientras esta se acerca poco a poco en su dirección y se aleja gradualmente a Estados Unidos. En ese caso, Rusia no tendrá nada en contra de ceder parte de sus ganancias a Europa, especialmente si se hace a expensas de los intereses estadounidenses. Esto estabilizaría la situación a corto plazo, que es exactamente lo que hace falta, ya que la operación de tránsito de gas a través de Europa del este beneficia a ambas partes. Rusia también recibiría así una oportunidad de crear su fuerza política en Ucrania, que prácticamente elimina la competencia a corto plazo. Y después, ya se verá. Europa pronto verá qué significa que estalle una revolución en su propio terreno. En ese caso, no habrá alternativa a que Ucrania se acerque a la zona de influencia rusa a medio plazo.
Ucrania
Objetivos: Sobrevivir.
Logros: El Estado prácticamente no existe y habrá que construir uno nuevo. No hay ley en Ucrania ni tampoco el deseo de volver a las viejas formas. Así que el Estado será reformado. Quién lo hará y cómo son cuestiones que quedan en el aire. Pero ya está claro que ni siquiera hay un semiestado. Tras formar el nuevo Gobierno, Estados Unidos ha demostrado que Ucrania no es más que una colonia bajo control externo. Viendo que se ha disparado en el pie, la élite ucraniana está perdida. Quiere volver atrás, pero es consciente de que eso no es posible.
Resultados: Una colonia no tiene ambiciones ni objetivos por sí misma. Solo puede aceptar la voluntad de otro.
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Los niños de la guerra

Por Yulia Malkina, enviado por Liva.com. Traducción Nahia Sanzo, publicado en Slavyangrad.

Dicen que las bombas no caen dos veces en el mismo lugar. Pero eso no es verdad.


Yulia Malkina
El barrio de Petrovsky es uno de los suburbios de Donetsk habitados por mineros del carbón y sus familias y es también uno de los distritos más afectados por los bombardeos y por la artillería ucraniana de los últimos meses. Miro alrededor, buscando un edificio sin impactos de bombas, pero no encuentro ninguno. Veo tiendas destruidas, vallas destrozadas, tejados atravesados por proyectiles, ventanas contrachapadas y calles desiertas. La población local sigue viviendo en los refugios.
El aire del refugio es húmedo y huele a moho. El moho penetra en todas partes de esas precarias paredes y poco a poco va destruyéndolo todo. Los camastros están alineados cerca los unos de los otros, las paredes están rajadas y una luz pestañea en el techo. 52 personas, niños entre ellas, han vivido aquí durante medio año.
Se nota la presencia de niños. Hay pequeñas sandalias verdes y juguetes tirados por el suelo e inscripciones como “Julia+Sabina=amigas” por las paredes. En la vida antes de la guerra, esas inscripciones habrían estado en el suelo, en la pared o en la verja, o puede que en un tablón en el colegio. Pero estos niños no pueden ir al colegio. Solo recientemente, una vez que se anunciara el alto el fuego el 5 de septiembre, han podido salir de vez en cuando a respirar aire fresco. Antes de eso, solo los adultos más valientes podían salir para cocinar.

En el bloque adyacente hay 40 apartamentos. No era seguro para los residentes moverse por ahí, así que más de cien personas se atrincheraron en el sótano del edificio. No hay electricidad durante muchas horas del día, ni tampoco comunicación con el mundo exterior. Los residentes comentan que se esconden cuando escuchan disparos o explosiones. Están disgustados de que no haya un sistema de alarmas. Han construido hornos en el patio. En ellos preparan té y comida caliente para todos. Hoy ha llegado la primera ayuda humanitaria para ellos: harina, pasta, aceite de girasol y berza. Y todos se regocijan como niños recibiendo regalos de navidad porque se les ha acabado la comida y ya no hay trabajo para ellos. Su edificio ha sido alcanzado por los proyectiles en numerosas ocasiones.
Un batallón humanitario de Donetsk provee asistencia a aquellos que lo necesitan. Los teléfonos no paran de sonar en su centralita. Mujeres y chicas voluntarias cuentan historias de terror, sobre cómo madres jóvenes con niños se quedaron atrapadas sin sus maridos, ni otras formas de subsistencia. Durante semanas ni siquiera vieron pan. Indefensos, los discapacitados están muriendo de hambre.
El batallón trata de ayudar a los colectivos más vulnerables: quienes no tienen dónde ir, o no pueden ir por sus propios medios a las colas, en las que se recibe ayuda humanitaria proveniente de los convoyes. Los voluntarios describen también pequeños fraudes, de quienes tratan de hacer trampas y conseguir comida gratis, aunque tienen formas de obtenerla por sus propios medios. “Parece que la guerra no ha enseñado una lección a todos”, dice Eugene, una joven chica rubia que añade, que “la gente ha cambiado a mejor. Se han hecho más amables y ahora hay más solidaridad”.
Hoy, a pesar del supuesto alto el fuego, hemos vuelto a oír fuertes explosiones en el distrito de Petrovsky en Donetsk. “Estamos tan cansados de la guerra, tan cansados de escondernos que ya no corremos a los refugios. Que pase lo que tenga que pasar”, comenta un anciano, casi llorando. En ese momento, una niña de unos diez años, vestida con una chaqueta rosa, le agarraba de la mano jugueteando.
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28 de diciembre de 2014

Nobel de medicina: "Curar enfermedades no es rentable para las farmacéuticas"

Por Jean-Christophe Verhaegen , enviado por Russia Today, Actualidad.

El premio nobel de medicina británico, Richard J. Roberts, denunció a las grandes farmacéuticas de anteponer sus beneficios económicos a la salud de las personas, deteniendo el avance científico en la cura de enfermedades porque curar no es rentable.

“Los fármacos que curan no son rentables y por eso no son desarrollados por las farmacéuticas que, en cambio, sí desarrollan medicamentos cronificadores que sean consumidos de forma serializada”, dijo Roberts en una entrevista a la revista digital ‘PijamaSurf’.

“Algunos fármacos que podrían curar del todo una enfermedad no son investigados. Hasta qué punto es válido que la industria de la salud se rija por los mismos valores y principios que el mercado capitalista, los cuales llegan a parecerse mucho a la mafia”, se pregunta el nobel de medicina de 1993.

El científico e investigador acusa a las farmacéuticas de olvidarse de servir a las personas y preocuparse solo de la rentabilidad económica. “He comprobado cómo en algunos casos los investigadores dependientes de fondos privados podrían haber descubierto medicinas muy eficaces que hubieran acabado por completo con una enfermedad”, explicó.

 Las farmacéuticas no están tan interesadas en curarle a usted como en sacarle dinero”.


Añade que las empresas dejan de investigar porque “no están tan interesadas en curarle a usted como en sacarle dinero, así que esa investigación, de repente, es desviada hacia el descubrimiento de medicinas que no curan del todo, sino que cronifican la enfermedad y le hacen experimentar una mejoría que desaparece cuando deja de tomar el medicamento”.

Ante esto, señala que es habitual que la industria esté interesada en líneas de investigación, no para buscar curas a ciertas enfermedades, sino que “solo para cronificar dolencias con medicamentos cronificadores muchos más rentables que los que curan del todo y de una vez para siempre”.

Respecto a las razones del porqué los políticos no intervienen, Roberts argumenta que “en nuestro sistema, los políticos son meros empleados de los grandes capitales, que invierten lo necesario para que salgan elegidos sus chicos, y si no salen, compran a los que son elegidos”.

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Datos de EEUU, país que enseña `democracia´ a Cuba: ha invadido ya 149 países, mientras 125 personas mueren al día por no tener seguro médico

Desde hace varios meses, la prensa occidental está escribiendo en los medios de comunicación diversos artículos sobre la Democracia, tildando a los EEUU como ejemplo. Para desmentir esta falsedad enviamos el siguiente documento:

Enviado por Cuba Información *

Repasemos algunos datos sobre Estados Unidos, la gran “democracia” que impone a sangre y fuego su modelo de “libertad” en todo el mundo. Desde 1890, EEUU ha invadido o atacado 149 países, sin contar todas las operaciones encubiertas desarrolladas. Es el país con la mayor población carcelaria del mundo. Y en el que hay mayor cantidad de armas por persona: 9 armas por cada 10 personas. Edición: Colectivo Audiovisual Republicano.



Desde 1890, EEUU ha invadido o atacado 149 países, sin contar todas las operaciones encubiertas desarrolladas.
Es el país con la mayor población carcelaria del mundo. Y en el que hay mayor cantidad de armas por persona: 9 armas por cada 10 personas.
EEUU es el único país de la OCDE que no ofrece prestaciones por maternidad. Las mujeres estadounidenses no tienen derecho a días pagados antes o después de dar a luz.
125 estadounidenses mueren al día por no poder contratar un seguro médico. Unos 84 millones no disponen de seguro de salud.
El precio medio de un grado en una universidad pública es de 80.000 dólares. Durante la última década, la deuda total del estudiantado ascendió a 1,5 billones de dólares, aumentando un 500%.
Para poder optar a la residencia en EEUU, todos los inmigrantes deben prestar juramento, por ejemplo, de no profesar la ideología comunista.
Todos estos ejemplos son el reflejo de la calidad humana y democrática de la sociedad de EEUU, el país que –curiosamente- dicta recomendaciones a países como Cuba.
Datos y ejemplos, por cierto, que no leeremos en los grandes diarios internacionales.
Texto original
10 impactantes datos que EE.UU. esconde y que el mundo no sabe
Contrainjerencia / Russia Today.- 10 datos impactantes acerca de Estados Unidos, que se guardan con absoluto celo, dio a conocer el sitio actualidad.rt.com. Aquí van:
1.-Desde el año 1890 el gigante del norte ha invadido o atacado 149 países, además de las operaciones encubiertas.
Por ejemplo las intervenciones que hubo en Chile para la elección de Eduardo Frei Montalva en 1964 y el intento de boicotear la asunción de Allende en 1970.
En este punto, se cita que el ganador del Premio Nobel de la Paz en 2009, Barack Obama, es responsable del mayor presupuesto militar de EE.UU. desde la Segunda Guerra Mundial.
2- EE.UU. es el único país de la OCDE que no ofrece prestaciones por maternidad. Las mujeres estadounidenses no tienen derecho a días pagados antes o después de dar la luz.
3- Es el país con mayor población carcelaria del mundo.
4.-El 20% de los niños estadounidenses están malnutridos, es decir, viven sin ‘seguridad alimentaria’.
5- Es el país con la mayor cantidad de armas por persona. De cada diez estadounidenses nueve disponen de armas de fuego.
6- Todos los inmigrantes deben prestar el juramento de no ser comunistas para obtener residencia en EE.UU. Además, deben declarar que no tienen simpatías anarquistas y que no pertenecen ni apoyan a ninguna organización terrorista, además de que no son agentes secretos ni criminales nazis de la Segunda Guerra Mundial.
7- 125 estadounidenses mueren al día por no poder permitirse contratar un seguro médico. Unos 84 millones de estadounidenses no disponen de seguro de salud.
8- Durante siglos, los indios fueron perseguidos y asesinados por el Gobierno norteamericano. En el siglo XX EE.UU. inició un plan de esterilización forzada de mujeres indígenas.
9- El precio medio de un grado en una universidad pública es de unos 80.000 dólares. Dados los costes de la educación durante la última década la deuda total de los estudiantes ascendió a los 1,5 billones de dólares, aumentando un 500%.
10- Hay más estadounidenses que creen en el diablo que en Darwin. Por esta razón no debe sorprender que el exsenador Rick Santorum acuse a los académicos estadounidenses de estar controlados por Satanás.

Escrito por Cubainformación TV, Basado en un texto publicado en Contrainjerencia / Russia Today

Venezuela: La Revolución sigue

Por Marcelo Colussi. Enviado por ANNCOL.


“En Venezuela no faltan dólares. Lo que está en juego es el destino de la renta petrolera”
Claudio Katz (citando a Modesto Guerrero)
Con este epígrafe, tomado de dos agudos conocedores de la realidad venezolana, pretendemos dar el talante del presente escrito: es un intento de aportar en el análisis del proceso que allí se está desarrollando sin ocultar, por supuesto, la simpatía para con el mismo.


Decimos esto como primer punto para que quede claro el sentido de lo que se presentará: estamos ante un proceso de transformación social muy sui generis, con connotaciones a veces sumamente complejas de comprender, que no deja de ser una provocación para repensar la situación de las izquierdas, de la revolución socialista, y si se quiere: del panorama actual del mundo. La Revolución Bolivariana que se está llevando a cabo en el país caribeño es un laboratorio del que se pueden sacar muchas conclusiones.
¡Y del que no se puede estar indiferente!
Por diversos motivos (un proceso que vuelve a poner el socialismo en la palestra luego de la caída del socialismo real en tierras europeas, un líder carismático como pocos en la historia que lo impulsó por muchos años, una ventana de esperanza que se vuelve a abrir), lo que sucede hoy en Venezuela a nadie deja de importar. Si bien no es una revolución socialista con las características de otros procesos transformadores acaecidos en el siglo XX, en Venezuela hoy día se habla abiertamente de socialismo. Para las izquierdas esto es una invitación a debatir qué significa en la actualidad algo así: ¿se puede seguir levantando un ideario socialista?, ¿cómo construir una opción socialista en este mundo post Guerra Fría?, ¿qué funcionó y qué debería superarse de las primeras experiencias socialistas?
Para las derechas –la venezolana y la internacional– el proceso en curso encendió sus alarmas. Si bien es cierto que dentro del esquema económico del país no se produjeron expropiaciones ni confiscaciones en sentido estricto, la dinámica de los hechos confiere cuotas de poder a los sectores populares que siguen mostrando que la lucha de clases está presente, más allá del grito triunfal del neoliberalismo propinado por el japonés-estadounidense Francis Fukuyama al proclamar el supuesto “fin de la Historia”. Venezuela, a su modo, devolvió cuotas de esperanza al campo popular y a las luchas por el cambio político-social.
Nada de lo dicho hasta ahora en el presente texto es nuevo; el debate sobre el “socialismo del siglo XXI” inició hace ya algunos años, y las renovadas esperanzas que todo esto trajo alteraron el panorama político latinoamericano reciente. Pero más aún: no sólo despertó esperanzas en los pueblos y en la militancia de izquierda sino que propició transformaciones reales en las relaciones políticas del subcontinente, con la creación de nuevos centros de poder e influencia, como el ALBA, Petrocaribe, la CELAC, UNASUR, Telesur y Radio del Sur, entre otras novedades.
Claramente las aguas se partieron: nadie puede, ni dentro ni fuera de Venezuela, dejar de ser “chavista” o “antichavista”. Forma, quizá, bastante particular de seguir demostrando que las luchas de clase continúan, tan al rojo vivo como años atrás, con o sin Guerra Fría, con o sin sindicatos y organizaciones populares politizadas. ¿Por qué habrían de desaparecer? Sucede que la marea neoliberal –asentada en sangrientas represiones de años atrás– y el grito triunfal del fin de la Historia, pudieron llegar a hacer creerlo. Pero sin dudas, ahí están.
Escribo esto no tanto para analizar esta historia –muy bien analizada ya por otros, como recién decía– sino casi como un ejercicio personal, como refrescamiento y nueva inyección de esperanza que puede dar energías para continuar la lucha. De ahí que lo titulé: “La revolución sigue”.
Viví en la República Bolivariana de Venezuela algunos años, aún en vida el presidente Hugo Chávez. En su momento no ahorré críticas ¡constructivas! a lo que allí sucedía, siempre viéndolo desde una óptica de izquierda; pero al mismo tiempo apoyé el proceso, por considerarlo una fuente de esperanza. Vuelvo ahora con motivo del Encuentro del X Año de la Red de Intelectuales, Artistas y Movimientos Sociales en Defensa de la Humanidad, de la que surgiera una muy elocuente Declaración Política. Ese contacto después de más de cinco años de lejanía permite ver varias cosas que me parece importante señalar. Si lo hago –al menos así lo entiendo conscientemente y creo no traicionarme en lo que digo– en modo alguno es para criticar con altanería desde fuera del campo de juego sino para, con toda la modestia del caso, aportar en esa gran obra que se está llevando a cabo. Si además del apoyo levanto una crítica seria y responsable, como diría Martín Fierro: “no es para mal de ninguno sino para bien de todos”.
Rápidamente aclaro esto porque me parece imprescindible: lo que sigue es producto no tanto de esa Declaración Política o de intercambios con académicos e intelectuales en un hotel de lujo donde fuimos albergados por varios días, sino del reencuentro con compañeras y compañeros de colectivos populares con los que trabajé años atrás, del recorrer calles, barrios y espacios públicos en la ciudad de Caracas, de hablar con ciudadanos de a pie en el metro o comiendo una cachapa, todo con la intención de tener un barómetro más real de la verdadera situación.
1. Hay una imagen distorsionada de Venezuela desde fuera del país
La prensa comercial de todo el mundo sigue una matriz determinada, fijada por grandes poderes mediático-políticos visceralmente anti-chavistas, cuyos intereses ven en todo el proceso bolivariano un peligro. La idea, obviamente, es presentar una sensación de “catástrofe” en que viviría el país, para desprestigiar la Revolución en curso. Sin quitarle peso real a la terrible guerra económica que la derecha vernácula –con apoyo encubierto y abierto del gobierno de Estados Unidos– está llevando a cabo, no es real que la población esté en una situación de crisis, de insolvencia absoluta, de situación pre-golpe de Estado al modo del Chile de 1973 donde apareció un Pinochet dando el toque final a un proceso que se venía desmoronando (o mejor dicho: que había sido calculadamente desmoronado) en un buen tiempo de gestación, con desabastecimiento y mercado negro.
En Venezuela no se vive eso, en absoluto. La inflación y el desabastecimiento existen, y por supuesto son odiosos, molestos, dañinos. De todos modos, la presencia del Estado a través de sus programas sociales por medio de las numerosas Misiones existentes (hoy día alrededor de 30) intenta complementar esos desajustes.
Sin negar las dificultades de la vida cotidiana –por ejemplo, el acceso a divisas, con un dólar paralelo por las nubes, hasta 10 veces por arriba del precio del oficial y todo lo que esa economía subterránea pueda traer aparejada– la preconizada “crisis” no afecta sustancialmente la vida cotidiana. Hay un intento de crear un clima de zozobra, logrado fundamentalmente en la población no-chavista –clase media y alta–, manipulada y acicateada en forma continua con los fantasmas del “castro-comunismo” (“te van a poner otra familia a convivir dentro de tu casa”, y pamplinas por el estilo que, aunque cueste creerlo y hagan recordar los risibles estereotipos de la fenecida Guerra Fría, siguen presentes). Los sectores populares, mayoritariamente comprometidos con la Revolución, no se sienten en crisis. De hecho: no lo están. Por otro lado, la voraz furia consumista de la época navideña lo que menos muestra es retracción en las compras sino, por el contrario, centros comerciales atestados. Hay largas colas… ¡para comprar!
Siempre en relación a esa matriz mediática que barre el mundo, otro mito tejido fuera de Venezuela es la situación de absoluta inseguridad que se vive en las ciudades, con una delincuencia desbocada. La constatación in situ muestra una realidad diametralmente opuesta: el manipulado tema de la violencia callejera no es, ni por cerca, preocupación para los venezolanos de a pie. Hay muertos, y no pocos, en enfrentamientos entre bandas juveniles, nada distinto a lo que sucede en cualquier capital o gran urbe latinoamericana, básicamente en los sectores “rojos”, que por supuesto no faltan, pero ello está totalmente lejos de ser el cáncer que presenta la prensa antichavista.
Como último dato para intentar dar la verdadera imagen de lo que acontece en el país, fuera de la tergiversación de las industrias de la desinformación, está la figura del presidente Nicolás Maduro. La tónica dominante es presentarlo como un tonto, un inepto que cada vez que abre la boca dice una sandez. ¡Nada más absolutamente alejado de la realidad que eso! Maduro es un militante sindical que viene de la izquierda política, muy bien preparado y siempre a la altura de las circunstancias que le tocó vivir. De hecho la población chavista lo respeta mucho y nadie osa verlo como un improvisado, como la “pesada” herencia que dejó Chávez al que hay que soportar. Por el contrario, es todo un estadista que se sabe manejar con gran tino respecto a su pueblo.
2. Sigue el acoso a la Revolución por distintos medios
Sin que esto sea justificación de nada, y asumiendo que hay muchas tareas que una revolución socialista debería acometer con mayores cuotas de autocrítica o de profundidad, de espíritu clasista incluso, construir una nueva sociedad en medio de un continuo bloqueo y ataque no es tarea nada sencilla.
El actual gobierno bolivariano, en todos sus niveles, está sometido al furioso bombardeo mediático de la prensa de derecha. Además, como se anticipa más arriba, el mercado negro y el manejo de divisas no está bajo el control del Estado, por lo que esos temas terminan convirtiéndose en una molestísima urticaria que corroe la vida cotidiana.
Quizá en esto no hay mucho que abundar y una corta estadía en el país no aporta nada especialmente nuevo, porque de nadie es desconocido que desde que asumió la presidencia, Nicolás Maduro ha debido soportar una presión mayor a la que le tocara resistir a Hugo Chávez. Por lo pronto, en los primeros meses del año 2014 las fuerzas políticas de la derecha nacional, siempre bajo financiamiento y asesoramiento directo de Washington, arreciaron de un modo brutal sus protestas, con el saldo final de 43 muertos y cuantiosos daños materiales. Ello, si bien no logró parar el avance del proceso bolivariano, mostró que la oposición sigue siendo tan beligerante como siempre, y está dispuesta al uso de cualquier medio para lograr su cometido: terminar con la Revolución.
Insistimos con la idea: aunque el escenario no es el mismo que el de Chile de 1973, el agio y el mercado negro son constantes en la vida económica cotidiana. El contrabando hormiga a través de la frontera con Colombia, en muchos casos de gasolina venezolana, causa enormes pérdidas a la economía nacional, valoradas en miles de millones de dólares.
En complemento a esta desestabilización económica, también debe considerarse la no menos dañina provocación militar a la que se ve sometida la Revolución, con infiltraciones continuas de paramilitares colombianos, con acciones violentas encubiertas, con sabotajes, con el siempre mantenido intento de ganar cuadros de las fuerzas armadas para proyectos contrarrevolucionarios.
Lo dicho más arriba respecto a la imagen que se crea de Venezuela tanto dentro de sus límites como a escala planetaria, es parte también de ese acoso: los medios de comunicación cada vez más deciden la vida política. Por tanto, la creación de esas matrices de opinión furiosamente antirrevolucionarias, satanizando y denigrando lo que realmente sucede, ayuda a mantener: 1) en lo interno, una población enfrentada en forma irreconciliable, dividiendo a la ciudadanía de un modo un tanto absurdo, siendo presa de ese visceral odio “antichavista” sectores de clase media que incluso se benefician de los programas sociales; y 2) en lo externo, preparando condiciones para aislar al país y tenerlo demonizado, justificando de ese modo cualquier posible acción “en defensa del mundo libre” (léase intervención militar, por ejemplo).
Complementa el acoso arriba mencionado una movida política que no es poca cosa y debe vérsela con mucha preocupación: la actual caída de los precios del petróleo.
Venezuela, por una sumatoria de causas, sigue aún después de 15 años de Revolución, dependiendo en un 80% de la venta del oro negro. Se llegó a hablar, incluso, de “socialismo petrolero”. Esto abre otro debate, en el sentido que es imposible edificar algo sólido en este mundo globalizado y manejado por grandes corporaciones capitalistas a partir de la venta de un recurso natural no renovable. Si bien hay reservas petroleras hasta fines del presente siglo (la reserva del río Orinoco es la más grande del mundo, y aún se la explota en pequeña escala), la falta de diversificación productiva es una bomba de tiempo. Si no se tiene asegurada la producción de alimentos (la Revolución sigue comprando alimentos en el exterior), si tecnológicamente se depende de terceros en relaciones comerciales capitalistas, el pronóstico a futuro es incierto.
En relación a eso, y como una clara maniobra desestabilizadora para los tres países que, hoy por hoy, son una pesadilla para la lógica imperial de Estados Unidos y para el gran capital global (Rusia, Irán y Venezuela, con grandes reservas petroleras e intentando negociar ese bien ya no con dólares sino con nuevas monedas), la caída de los precios en el barril de petróleo es una maniobra política que intenta cortarle el ingreso de recursos a esas economías, obviamente para ahogar sus respectivos proyectos de países independientes y soberanos.
Incluso –valga esto como hipótesis– el probable embargo que se le levantaría a la Revolución Cubana puede tener como uno de sus objetivos hacer que la isla deje de depender de los petrodólares venezolanos para aislar políticamente a Caracas, dejando sus iniciativas de integración latinoamericana muy reducidas, o detenidas.
En otros términos: el acoso está por todos lados y convivir con él se torna sumamente complicado. Aunque todos sabemos que hacer una revolución es enfrentarse a esos demonios, decirlo es fácil. Soportarlo, no tanto.
3. Continúan las discusiones en torno a la construcción del socialismo
Algunos años atrás, cuando vivía en suelo venezolano, era un debate permanente entre militantes, cuadros de la izquierda, dirigentes comunitarios, sindicalistas y activistas varios el rumbo que debería tomar la Revolución. Asumiéndose que lo vivido en Venezuela no es comparable con otros procesos de transformación social (Rusia, China, Cuba, Vietnam, Nicaragua), dado que aquí la Revolución no nació de una insurgencia popular ni de la lucha armada sino que vino desde un líder carismático que, sorprendiendo a propios y extraños, fue radicalizándose poco a poco desde la casa de gobierno, la discusión respecto a cómo pasar de esa fase a una profundización socialista estaba en el día a día. En un momento, incluso, se propuso casi como una exigencia teórica definir qué era este nuevo socialismo del siglo XXI.
El tiempo pasó, el líder ya no está, y la discusión sigue abierta. Los sectores más radicales siguen viendo una gran lentitud en el proceso. Es innegable que la Revolución tiene un tiempo muy propio, muy “caribeño”, podría decirse, para usar un eufemismo que no lastime a nadie y diga mucho. En otros términos: tiene mucho de pintoresca.
La cultura rentista y consumista amasada en décadas de bonanza petrolera no han desaparecido. Más aún: la Revolución no ha encarado un trabajo realmente fuerte y sostenido buscando modificar eso. Si bien se habla continuamente de valores socialistas, de una nueva ética, de una batalla contra la corrupción, la imagen de una Miami plástica y adoradora del despilfarro sigue presente en la conciencia colectiva; de ahí que la Miss Universo sigue siendo un símbolo nacional (por la calle, el ciudadano común puede preciarse de ser el país del mundo con mayor cantidades de títulos de belleza).
No cabe la menor duda que la construcción de una alternativa nueva, en cualquier sentido, es tremendamente difícil. Una cosa es tomar el poder político, el asalto a la estructura del Estado (que sigue siendo capitalista). Otra muy distinta es derrumbar esos esquemas y edificar algo nuevo. Eso –la experiencia de los distintos socialismos desarrollados en el siglo XX lo enseñan a sangre y fuego– toma generaciones. E implica, por fuerza, enormes esfuerzos, cambios de mentalidad, luchas a muerte contra viejos valores. Todo eso es una agenda pendiente aún en la Revolución. Pero lo importante es que, al menos, no deja de estar en discusión.
Quien capitanea el rumbo político del país es el Partido Socialista Unido de Venezuela, el PSUV. Pero esto no ha pasado de ser una bien aceitada maquinara electoral. No es, como sucede en otras organizaciones de izquierda, un partido de cuadros. No hay mayor, o casi no hay ningún trabajo de formación política con sus militantes.
No caben dudas que existe hoy día en el país un nuevo talante antiimperialista, que la idea de socialismo (aunque no se sepa con exactitud qué es el socialismo del siglo XXI) está presente, que las discusiones en torno a todo esto están abiertas. No puede dejar de mencionarse que las posiciones más “suaves”, más moderadas (llegándose a hablar de conciliación de clases, por ejemplo) parecieran ser las dominantes. Los grupos más radicales que piden profundización revolucionaria y socialismo con mayúscula, en general son marginales. La conducción política del proceso se hace más en clave de moderación que de profundización, pero ello no quita que un espíritu nuevo de debate, de conciencia política, de valores socialistas, impensable décadas atrás antes de la aparición de Hugo Chávez, domine toda la escena política.
Ese debate, al menos da esperanzas: las cosas se siguen moviendo.
No puede dejar de mencionarse en esta suerte de comentario/análisis la presencia omnímoda de Chávez. Hoy día ya pasó a la categoría de mito. Eso puede ser importante para tener un punto de convergencia de distintos sectores, un elemento que une, que congrega. Hugo Chávez ya pasó a ser Comandante Supremo y Eterno. Pero ello también abre alguna pregunta (¡que alguna vez hay que comenzar a formularse, y más aún: a responderse!) respecto a qué se construye con tamaño endiosamiento. Pregunta, sin dudas, que lleva a indagarnos por qué en todos los grandes procesos revolucionarios del socialismo ha existido siempre la figura de un gran líder carismático (heroico, siempre masculino por cierto): Lenin, Mao Tse Tung, Ho Chi Ming, Fidel Castro, Che Guevara, Chávez, Yasser Arafat. ¿Para construir enormes cambios se necesita de esas figuras colosales? Se podría dejar abierta la interrogación en relación a lo religioso que hay en juego en todo ello: ese culto a la personalidad, ¿no pasa a tener un valor religioso? (religión, de religare, en definitiva es “lo que une, lo que amarra a una sociedad, lo que la mantiene unida”).
Pero un planteo socialista –propiedad colectiva de los medios de producción y poder popular– no necesita de un pensamiento mágico-religioso centrado en la adoración de ningún ícono, sino más bien que debe tomar distancia de él. Y eso, con la veneración casi desmedida que pareciera tener la figura del extinto presidente, no pareciera estar planteándose en la Venezuela actual. Tamaño culto a la personalidad podría entenderse –beneficio de la duda– como un momento necesario en un largo y complejo proceso. Es posible. Pero no debe dejar de considerárselo como algo no menor.
4. La Revolución sigue, y si algo da esperanzas es el poder popular
Como se dijo más arriba, pese a lo lento del proceso, a la falta de profundidad socialista de muchas medidas –la propiedad privada de los grandes capitales no se ha tocado, por ejemplo, ni la banca, sector clave que puede definir toda la Revolución– es alentador ver que el proceso está en marcha. Quizá la misma provocación continua de la derecha con sus numeras formas de ataque obliga a mantener la guardia muy en alto. Si es así, de momento puede decirse que la contrarrevolución lo que ha logrado es armar mejor la respuesta del movimiento bolivariano.
Hablamos del Chile de 1973 con Salvador Allende y su triste final con el golpe de Estado del general Pinochet. En Venezuela, hoy por hoy eso no puede pasar, por dos motivos: las fuerzas armadas, sin negar que habrá algún quinta-columna escondido esperando la orden de “la Embajada”, son una garantía para la continuidad del proceso bolivariano. Pero más aún, mejor y más fiable garantía, es el poder popular que se viene construyendo.
Sin caer en excesos triunfalistas, sin ver lo que uno quiere ver (lo cual es, en definitiva, pura imaginación, fantasía extinguible), es real que estos años de proceso bolivariano, aún con los defectos y contradicciones que pueda tener, ha ido construyendo una red de poderes populares locales, comunales, territoriales, que ya pasaron a ser una considerable fuerza político-social. La idea de “empoderamiento” (permítasenos utilizar este discutible término) ha cobrado real fuerza en la experiencia venezolana.
Si algo de novedoso tiene este mal definido socialismo del siglo XXI es la explosión de participación popular. Las medidas de fondo, es cierto, las sigue tomando la conducción política, que está sentada en el Palacio de Miraflores. Pero todos estos embriones de poder popular que mencionamos (consejos comunales, organizaciones barriales, colectivos de mujeres, fábricas recuperadas bajo autocontrol obrero, grupos de jóvenes, etc., etc.) son un verdadero resguardo del calor transformador. Ahí están las Milicias Populares, trabajando en coordinación con las fuerzas armadas, como una garantía de continuidad revolucionaria.
Sin dudas que la transformación de una sociedad lleva un trabajo fabuloso, monumental. No hay que cambiar sólo relaciones de poder, relaciones económicas: hay que cambiar mentalidades, culturas. ¡Eso es de lo más difícil! Y la única posibilidad para transformar hondamente una sociedad –la experiencia lo afirma– es trasladar el ejercicio del poder a las poblaciones, a la gente real de carne y hueso, más allá de anquilosado mecanismo del voto. En Venezuela eso está sucediendo, y es eso justamente lo que mantiene viva las esperanzas.
5. Hay que tomar medidas más drásticas en el manejo de los recursos (nacionalización de la banca)

Este es el punto crucial. Es aquí cuando cobra todo su sentido el epígrafe con el que abríamos el presente texto: “En Venezuela no faltan dólares. Lo que está en juego es el destino de la renta petrolera”.
Venezuela en su conjunto, durante todo el siglo XX, no fue un país pobre, dado el aluvión de petrodólares que recibió y sigue recibiendo (en este momento algo reducido por la manipulada caída del precio del petróleo fijada por las Bolsas de Valores de las potencias occidentales). Antes de Chávez, y por supuesto infinitamente más a partir de él, los sectores populares recibían algunos beneficios de esa renta. En otros términos: Venezuela ha sido un país rico, pero lleno de pobres.
Ahora, con la Revolución, las cosas empezaron a cambiar: esa renta petrolera, como nunca antes en su historia, comenzó a llegar a los sectores históricamente más postergados. Es cierto que llegó con forma de programa asistencial (“Chávez me dio la casa”), pero ese fue un inicio. De lo que se trata ahora es de ir más allá en la construcción de un nuevo modelo, un modelo socialista y participativo, donde la gente sea la que no sólo recibe algunos beneficios (cultura asistencial) sino que decide el destino de sus vidas, y por tanto, del colectivo. Pasar de la cultura rentista –y si Chávez “da” la casa, no se superó la cultura rentista-asistencial– a la apropiación popular, al socialismo real donde el pueblo manda, es la tarea siguiente. Aquello de “mandar obedeciendo” del zapatismo es para pensar seriamente. ¿Se podrá, o hay que tomar todo el poder, sin miramientos, para proponer cambios?
Pero mientras se discute esto, ¿quién maneja esa entrada de petrodólares? (que, aunque mermada, sigue siendo muy grande). Ese es el cuello de botella de la Revolución.
El Estado venezolano invierte mucho en los distintos programas sociales. Ello ha traído como consecuencia un mejoramiento sustancial en la calidad de vida de los sectores más pobres y olvidados. Salud, educación, vivienda, servicios básicos, transporte, alimentación, son todas esferas que cada vez más la Revolución viene atendiendo con logros indubitables. De ahí que, en una apreciación muy pacata y corta de vista, la conciencia clasemediera ve el “peligro” que representa este pobrerío ahora puesto de pie, sintiéndose poder, representado por una figura intocable como la de Hugo Chávez, ocupando espacios que antes le estaban absolutamente vedados. “¿Los pobres entrando al Teatro Nacional?”. ¡Efectivamente! Eso es un símbolo de lo que significa revolución. Y eso está sucediendo en Venezuela.
Pero el mantenimiento de ese Estado y su posibilidad de seguir invirtiendo en programas sociales encuentra un terrible límite: las divisas que trae el petróleo van a parar al sistema financiero. Y ese sistema financiero es patrimonio de la empresa privada. Ahí está el tope.
La República Bolivariana de Venezuela, más allá de las reales transformaciones que está llevando a cabo, no deja de ser un país capitalista, que se mueve en la lógica del capital, y cada vez más, del capital financiero. Hoy por hoy, con este capitalismo especulador y mafioso que se ha venido construyendo en estas últimas décadas a escala planetaria, toda la Humanidad está en dependencia de los grandes centros bancarios que van controlando las finanzas mundiales, y por tanto la política así como la ideología y la cultura. En otros términos: la vida. La actual baja de los precios del petróleo –o su eventual subida cuando así lo deciden en algún lujoso lobby unos cuantos hiperpoderosos– lo permite ver de modo palmario. Hoy por hoy, el mundo lo manejan los grandes bancos y no los presidentes de los países.
El Estado revolucionario de Venezuela dispone de los petrodólares, de eso no caben dudas. Y más allá de las medidas que intenten aislar al país e impedirle salirse del campo del dólar como divisa de transacción, sin dudas la renta, en mayor o menor medida, seguirá asegurada por un buen tiempo, por unas décadas quizá. La cuestión básica estriba en ver cómo se maneja esa renta. Y si la misma termina finalmente en las arcas privadas de estos especuladores de poder global, la capacidad de maniobra de la Revolución no es muy grande precisamente.
Con Chávez vivo, genial estadista sin ningún lugar a dudas, los juegos de poder y las tensiones se dirimían (un poco al menos) a partir de su fenomenal carisma, de su muñeca política. Pero la vida de un país o de una Revolución es más complejo que eso. Los grandes poderes globales como la banca no se pueden enfrentar sólo a base de talento personal.
No contar con un sistema financiero propio de la Revolución obliga a esta dependencia mortal de un circuito que 1) sigue haciendo negocios como siempre, o como nunca antes, pero que pese a ello 2) es enemigo irreconciliable del proceso, por su carácter objetivo de clase enfrentada a muerte con una opción socialista.
Por todo ello la nacionalización de la banca se impone como principal tarea revolucionaria inmediata. No hacerlo es seguir en esta situación de dependencia, ofreciéndole al enemigo los propios recursos de una manera ignominiosa. No hacerlo, es quedar a su merced, sin posibilidad de poder invertir para crear una sólida base industrial que permita despegarse del rentismo petrolero, y lo peor: es quedar en sus manos para que –tal como lo está haciendo ahora– ahogue la Revolución con sus deleznables manipulaciones financieras.
6. ¿Qué pasa si se pierde la próxima elección presidencial?


Entiendo que en Venezuela es necesaria hoy una revolución dentro de la revolución. Es decir: si el proceso avanza con lentitud, si la banca –talón de Aquiles de todo el complicado panorama– no se ha tocado, si estamos en la disyuntiva de construir un castillo de naipes (dólar manejado por el sistema financiero privado) o una fortaleza inexpugnable (asegurada por el poder popular desde abajo, armas en mano incluso), entonces es preciso dar un salto adelante. Se podrá atacar esto diciendo que es expresión de “izquierdosos intelectuales trasnochados”. Puede ser. De todos modos, reitero lo dicho más arriba: la crítica apunta a ser “no para mal de ninguno sino para bien de todos”.
Es cierto que el panorama político internacional actual es tremendamente más complicado para el campo popular que décadas atrás. Hoy no hay Unión Soviética, y la China puede ser aliado táctico, pero hoy funciona como gigante comercial y no otra cosa. Estos últimos años de capitalismo salvaje, eufemísticamente llamado neoliberalismo, asentados en feroces represiones que tiñeron de rojo todo nuestro continente, hicieron retroceder mucho las conquistas de los trabajadores y los ideales socialistas. No están muertos, pero sí bastante golpeados. La aparición de Chávez y todo el proceso que puso en marcha ayudó a recobrar fuerzas, a levantar esperanzas caídas. Ese es el verdadero y más importante legado de la Revolución Bolivariana.
Si hablamos de límites, de fallas, de cosas a rever, ahí tenemos la experiencia sandinista de Nicaragua en 1990. Igual que la venezolana, fue una revolución que se manejó dentro de los parámetros de la democracia representativa capitalista. Al perder una elección, tuvo que retirarse del poder. Y como las estructuras de poder popular se habían ido deteriorando –producto de la guerra, del bloqueo, de errores propios– el abandono del gobierno significó el fin de la revolución. En Venezuela, si se perdiera la próxima elección presidencial en el 2019, ¿pasaría lo mismo?
No se trata de hacer ejercicios de futurología. El presente escrito no tiene ese objetivo, sino abrirse preguntas críticas mostrando los puntos débiles en juego (y saludando efusivamente con fervor revolucionario los reales e incuestionables avances, por supuesto). Pero pensemos en ese escenario: si toda la Revolución asienta en el triunfo electoral, ¿qué sucedería –tal como efectivamente podría pasar– si Nicolás Maduro, o el candidato del PSUV que fuere, no gana en las urnas?
Es ahí donde el poder popular (léase milicias populares en combinación con las fuerzas armadas oficiales), la banca nacionalizada y el calor chavista cohesionado en torno a la figura del líder muerto pero vivo en la conciencia del pueblo y que sigue funcionando como aglutinador, deberían servir como garantía de no retroceso en los logros obtenidos.
No hay dudas que estas cosas se discuten, y mucho, dentro de Venezuela. Quienes apoyamos desde fuera no estamos en el día a día de esos debates, aunque podamos dejar nuestro modesto aporte. El presente texto no es sino eso, así como podría serlo para Bolivia o para cualquier proceso que intente aportar transformaciones. En otros términos: un granito de arena para mantener viva la esperanza en que sí, efectivamente, otro mundo es posible, y que hay que seguir trabajando para darle forma a la utopía.