30 de abril de 2012

La lógica de los discursos de Lenin


En estos días estamos celebrando el aniversario del nacimiento de Vladímir Ilich Uliánov, Lenin. Hemos abordado diferentes aspectos de su carácter. En el siguiente texto escrito por Stalin, glosa su destacada capacidad intelectual, su increíble método pedagógico de persuasión, desarrollando ante un auditorio proletario, como las ideas más complicadas se pueden explicar de forma sencilla y amena.

Discurso ante la Escuela Militar del Kremlin, el 28 de enero de 1924
Camaradas: Me han comunicado que habéis organizado un homenaje dedicado a la memoria de Lenin, y que yo era uno de los oradores invitados. Creo que no es menester hacer una exposición sistematizada de las actividades de Lenin. Entiendo preferible limitarme a una serie de hechos que hagan resaltar ciertas peculiaridades de Lenin como hombre y como político. Quizás no existe una relación interna entre estos hechos, mas esto no puede tener una importancia decisiva para quien se quiera formar una idea general sobre Lenin. En cualquier caso, pocas posibilidades tengo, en este momento, de daros más de lo que acabo de prometer.
El águila de las montañas
Conocí a Lenin por vez primera en 1903. Ciertamente, este conocimiento no fue personal, sino por correspondencia. Dejó en mi, por aquel entonces, una marca indeleble que no se apagó en todo el tiempo que vengo trabajando en el Partido. Me encontraba entonces en Siberia, deportado. Al conocer el trabajo revolucionario de Lenin en los últimos años del siglo XIX y, sobre todo, después de 1901, tras la publicación de Iskra, me convencí de que teníamos en Lenin un hombre extraordinario. No era entonces, a mi parecer, un simple jefe de Partido; era un verdadero creador, porque solo él comprendía la propia naturaleza y las necesidades urgentes de nuestro Partido. Cuando lo comparaba con los otros jefes de nuestro Partido, pensaba siempre que los compañeros de lucha de Lenin –Plejanov, Mártov, Axelrod y otros- estaban muy por debajo de él; que Lenin, en comparación con ellos, no era simplemente uno de los dirigentes, sino un jefe de tipo superior, un águila de las montañas, sin miedo en la lucha y conduciendo audazmente el Partido hacia adelante, por el camino entonces inexplorado del movimiento revolucionario ruso. Esta impresión acabó por penetrar tan profundamente en mi espíritu, que sentí la necesidad de escribir sobre esto a un íntimo amigo mío, emigrado en el extranjero, pidiéndole su opinión. Al cabo de algún tiempo, cuando ya estaba deportado en Siberia –a finales de 1903- recibí una respuesta entusiasta de mi amigo, una carta simple pero profunda, escrita por Lenin, a quien mi amigo mostró mi propia carta. La misiva de Lenin era relativamente corta, pero contenía una crítica audaz y valiente de las actividades prácticas de nuestro Partido, así como una exposición magníficamente clara y concisa de todo el plan de trabajo del Partido para el futuro próximo. Solo Lenin sabía escribir sobre las cuestiones más complejas con tanta simplicidad y claridad, concisión y audacia, que sus frases no parecían que hablaban, sino que disparaban. Esta pequeña carta, clara y audaz, me convenció todavía más de que teniamos en Lenin al águila de las montañas de nuestro Partido. No puedo perdonarme tener que haber quemado aquella carta de Lenin, así como muchas otras, siguiendo la costumbre del viejo militante en la ilegalidad.
Datan de aquel momento mis relaciones con Lenin.
La modestia
Me encontré por vez primera con Lenin en diciembre de 1905, en la Conferencia bolchevique de Tamerfors (Finlandia). Aguardaba ver al águila de nuestro Partido, el gran hombre, grande no solo desde el punto de vista político, sino también, desde el punto de vista físico, porque imaginaba a Lenin como un gigante de postura imponente y majestuosa. Fue muy grande mi decepción cuando vi a un hombre completamente común, de estatura menor que la media, y que no se diferenciaba en nada, absolutamente en nada, de los demás mortales …
La costumbre dice que ‘un gran hombre’ debe llegar tarde a las reuniones, mientras los asistentes aguardan su aparición con corazón ansioso; que cuando el gran hombre va a aparecer, los miembros de la reunión avisan: pss …, ¡silencio, ya viene! Sabía que este ceremonial no era superfluo, que inspiraba respeto. Fue muy grande mi decepción cuando descubro que Lenin llegará a la reunión antes que los delegados y que, pasivo, entabló, sin ninguna afectación, la más banal de las charlas con los delegados más modestos de la Conferencia. No niego que esto me pareció entonces una cierta violación de algunas normas imprescindibles.
Solo más tarde comprendí que esta sinceridad y esta modestia de Lenin, que este deseo de pasar desapercibido, o, en todo caso, de no llamar la atención, de no deshonrar su alta posición, eran trazos que constituían uno de los puntos más fuertes de Lenin, como nuevo jefe de las nuevas masas, de las masas sinceras y comunes de las camadas más bajas y profundas de la Humanidad.
La fuerza de la lógica
Magníficos fueron los discursos que Lenin pronunció en esta Conferencia: sobre los problemas del mundo y sobre la cuestión agraria.
Infelizmente, no fueron conservados. Fueron discursos inspirados, que encendieron un clamoroso entusiasmo en toda la Conferencia. La extraordinaria fuerza de convicción, la sinceridad y claridad de los argumentos, las frases breves e inteligibles para todos, la falta de ostentación, de gestos teatrales y de frases rimbombantes dichas para producir impresión; todo eso distinguía favorablemente los discursos de Lenin de los discursos de los oradores ‘parlamentares’ comunes.
Pero no fue este aspecto de los discursos de Lenin el que más me impresionó entonces, sino la fuerza invencible de su lógica, que, dicho claramente, se apropiaba del auditorio, electrizándolo poco a poco para, enseguida, acabar cautivándolo, como se dice, sin reservas. Recuerdo que muchos delegados decían: «La lógica de los discursos de Lenin es como tentáculos poderosos que envuelven a la gente por todos los lados y de los cuales no hay modo de escapar: es mejor rendirse que sufrir un completo fracaso».
Coincido en que esta particularidad de los discursos de Lenin es el aspecto más fuerte de su oratoria.
Sin lloriqueos
Encontré a Lenin por segunda vez en 1904, en Estocolmo, en el Congreso de nuestro Partido. Se sabe que en este Congreso los bolcheviques quedaron en minoría y sufrieron una derrota. Por vez primera vi a Lenin en el papel de derrotado. No se parecían en nada a esos jefes que, después de una derrota, lloriquean y pierden los nervios. Al contrario, la derrota hizo que Lenin centuplicase su energía. Animando a sus partidarios para nuevos combates, para la victoria futura. Hablo de la derrota de Lenin. Pero ¿cuál era su derrota? Era preciso ver a los adversarios de Lenin, los vencedores del Congreso de Estocolmo, Plejanov, Axelrod, Martov y los demás: no eran, ni de lejos, verdaderos vencedores, porque Lenin, con su crítica implacable del menchevismo, no les dejó, como se acostumbra a decir, ni un hueso entero. Recuerdo como nosotros, delegados bolcheviques, después de reunirnos en un grupo compacto, observábamos a Lenin pidiéndole que nos aconsejase. En los discursos de algunos delegados se notaba el cansancio, el desánimo. Recuerdo como Lenin, contestando aquellos discursos, murmuró entre dientes y en tono mordaz:
«No lloriqueen, camaradas, venceremos sin duda alguna porque tenemos razón».
El odio a los intelectuales llorones, la fe en las propias fuerzas, la fe en la victoria, de todo esto nos hablaba entonces Lenin. Se percibía que la derrota de los bolcheviques era pasajera, que los bolcheviques vencerían en un futuro muy próximo.
«No lloriqueen en caso de derrota». Es precisamente este el aspecto particular de la actividad de Lenin que permitió agrupar a su alrededor a un ejército dedicado a la causa hasta el fin y henchido de fe en sus propias fuerzas.
Sin presunción
En el siguiente Congreso, en 1907, en Londres, fueron los bolcheviques quienes obtuvieron la victoria. Vi entonces a Lenin por primera vez en el papel de vencedor. Generalmente, la victoria embriaga a cierta clase de jefes, henchidos de vanidad, se vuelven presuntuosos. En la mayoría de estos casos, se ponen a cantar victoria y a dormir en los laureles. Pero Lenin no se asemejaba en nada a esta clase de jefes. Al contrario, era precisamente tras la victoria cuando mantenía una vigilancia particular y permanecía en guardia. Recuerdo que Lenin repetía con insistencia a los delegados:
«Primero, no dejarse embriagar por la victoria, ni tampoco envalentonarse, segundo, consolidar el éxito obtenido; tercero, acabar con el enemigo, porque solo está vencido, pero aun no está aniquilado».
Se burlaba mordazmente de los delegados que afirmaban a la ligera que «se acabó para siempre con los mencheviques». No le era difícil demostrar que los mencheviques tenían todavía raíces en el movimiento obrero y que se debía combatirlos con habilidad, evitando sobrestimar las propias fuerzas y, sobre todo, menospreciar las del enemigo.
«No envalentonarse con la vitoria». Es este precisamente el trazo particular del camarada Lenin que le permitía observar con lucidez las fuerzas del enemigo y asegurar al Partido contra cualquier sorpresa.
Fidelidad a los principios
Los jefes de un partido no pueden dejar de valorar la opinión de la mayoría de su partido. La mayoría es una fuerza con la que un jefe no puede dejar de contar. Lenin lo comprendía tan bien como cualquier otro dirigente del Partido. Pero Lenin nunca fue prisionero de la mayoría, sobre todo cuando esa mayoría no se apoyaba sobre una base de principios. Hubo momentos en la historia de nuestro Partido en los que la opinión de la mayoría o los intereses momentáneos del Partido chocaban cn los intereses fundamentales del proletariado.
En estos casos, Lenin, sin vacilar, se ponía del lado de los principios contra la mayoría del Partido. Todavía más, no temía en casos semejantes intervenir literalmente solo contra todos, pensando, como decía a menudo, que «una política de principios es una política cierta».
Los dos hechos siguientes son particularmente característicos en este sentido:
Primer hecho: Fue durante el período entre 1909 y 1911, cuando el Partido, deshecho por la contrarrevolución, estaba en plena descomposición. Era el período en el que nadie tenía fe en el Partido, en que no solo los intelectuales, sino buena parte de los obreros, desertaban en masa del Partido; período en el que se repelía toda actividad clandestina, período de liquidacionismo y eliminamiento. No solo los mencheviques, también los bolcheviques estaban divididos entonces en una serie de fracciones y distintas corrientes, desligadas en su mayoría del movimiento obrero. Se sabe que fue precisamente en aquel período cando nació la idea de liquidar totalmente las actividades clandestinas del Partido, de organizar a los obreros en un partido legal, liberal.
Lenin fue entonces el único que no se dejó engañar por el contagio y que mantuvo en alto la bandera del Partido, reuniendo, con una paciencia asombrosa, con una tensión sin precedentes, las fuerzas del Partido dispersas y deshechas, combatiendo en el interior del movimiento obrero todas las tendencias hostiles al Partido, defendiendo el principio del Partido como un valor extraordinario y una perseverancia increíble.
Se sabe que, más tarde, Lenin salió vencedor de aquella lucha por el mantenimiento del principio del Partido.
Segundo hecho: Fue en el período de 1914 a 1917, en plena guerra imperialista, en el momento en el que todos los socialdemócratas e socialistas, o casi todos, llevados por el delirio patriótico general, se pusieran al servicio del imperialismo de sus países. Era el período en el que la Segunda Internacional inclinaba sus banderas ante el Capital, en el que inclusive hombres como Plejanov, Kautski, Guesde, etc., no resistieron ante la ola de chauvinismo; Lenin fue entonces el único hombre, o casi el único, que emprendió decisivamente la lucha contra el socialchovinismo y el socialpacifismo, evidenció la traición de los Guesde y de los Kautski y estigmatizó la indecisión de los ‘revolucionarios’ que nadaban entre dos aguas. Lenin comprendía que era seguido por una insignificante minoría, pero para el águila no tenía una importancia decisiva, porque sabía que la única política cierta, de cara al futuro, era la del internacionalismo consecuente; porque sabía que la política de principios era la única política acertada.
Se sabe que en aquella lucha por una nueva Internacional, Lenin también salió vencedor.
«Una política de principios es la única política cierta». Tal era precisamente la fórmula con la ayuda de la cual Lenin asaltaba las nuevas posiciones ‘inexpugnables’, ganando para el marxismo revolucionario a los mejores elementos del proletariado.
La fe en las masas
Los teóricos y los jefes de partidos que conozcan la historia de los pueblos y que estudiaron el método, de principio a fin, de las revoluciones, algunas veces padecen una enfermedad indecorosa. Esta enfermedad es el temor a las masas, la falta de fe en el poder creador de las masas, lo que, algunas veces, origina en los jefes cierto aristocratismo en relación a las masas poco iniciadas en la historia de las revoluciones, mas destinadas a destruir lo viejo y construir lo nuevo. El temor de que los elementos se desencadenen, de que las masas ‘puedan demoler de más’, el deseo de representar el papel de amos, esforzándose en instruir a las masas por medio de libros, pero sin el deseo de instruirse junto a estas masas, este es el futuro de tal aristocratismo.
Lenin era completamente opuesto a semejantes jefes. No conozco ningún revolucionario que tuviera una fe tan profunda como Lenin en las fuerzas creadoras del proletariado y en el acierto revolucionario de su instinto de clase; no conozco ningún revolucionario que supiera como Lenin flagelar tan implacablemente a los críticos ultrapedantes del ‘caos de la revolución’ y de la ‘bacanal de los actos espontáneos de las masas’. Recuerdo como, durante una conversación, Lenin replicó sarcásticamente a un camarada que dijo que «después de la revolución debía establecerse un orden normal»:
«Es una desgracia que los que desean ser revolucionarios olviden que el orden más normal en la historia es el de la revolución».
Por eso su desprecio para con todos los que se comportaban de un modo altivo con las masas e intentaban instruirlas por medio de libros. Es por esto por lo que Lenin repetía incansabelmente que era preciso aprender con las masas, comprender el sentido de sus acciones, estudiar atentamente la experiencia práctica de su lucha.
La fe en las fuerzas creadoras de las masas: tal es el aspecto particular de la actividad de Lenin que le daba la posibilidad de comprender la significación del movimiento espontáneo de las masas y de orientarlo por el camino de la revolución proletaria.
El genio de la revolución
Lenin nació para la revolución. Fue realmente el genio de las explosiones revolucionarias y el gran maestro del arte de dirigir las revoluciones. Nunca se sentía tan a gusto, tan feliz como en la época de las conmociones revolucionarias. Pero esto no quiere decir, de ningún modo, que Lenin aprobara en la misma medida toda conmoción revolucionaria, ni tan poco que se pronunciara siempre en cualquier circunstancia a favor de las explosiones revolucionarias. De ningún modo.
Tan solo quiere decir que la perspicacia genial de Lenin nunca se manifestaba con tanta plenitud, con tanta precisión, como en los momentos de explosiones revolucionarias. En los días de acciones revolucionarias florecía literalmente, adquiría el don de la doble visión, adivinaba con anticipación el movimiento de las clases y los vaivenes de la revolución como si los tuviese en la palma de la mano. Se decía en el Partido con razón: «Ilitch sabe nadar en las ondas de la revolución como pez en el agua».
Por eso la claridad ‘asombrosa’ de las palabras de orden tácticas de Lenin y la audacia ‘vertiginosa’ de sus planes revolucionarios.
Me vienen ahora a la memoria dos hechos particularmente característicos y que destacan aquella particularidad de Lenin.
Primer hecho: Era la víspera de la Revolución de Octubre, cuando millones de obreros, campesinos y soldados, empujados por la crisis en la retaguardia y en el frente, exigían la paz y la libertad; cuando los generales de la burguesía preparaban la instauración de una dictadura militar, con el objetivo de llevar la guerra ‘hasta el fin’; cuando toda la supuesta ‘opinión pública’ y todos los supuestos ‘partidos socialistas’ eran hostiles a los bolcheviques y los calificaban de ‘espías alemanes’; cuando Kerensky tentaba hundir al Partido de los bolcheviques en la ilegalidad y ya lo consiguió en parte; cuando los ejércitos, todavía poderosos y disciplinados, de la coalición austro-alemana, se erguían ante nuestros ejércitos cansinos y en estado de descomposición, y los ‘socialistas’ de Europa occidental continuaban mantendo tranquilamente el bloque con sus gobiernos, con el objetivo de proseguir ‘la guerra hasta la victoria completa’…
¿Qué significaba desencadenar una insurrección en aquel momento?
Desencadenar una insurrección en esas condiciones era arriesgar todo. Mas Lenin no temía arriesgarlo, porque sabía y veía con su ojear clarividente que la insurrección era inevitable, que la insurrección vencería, que la insurrección en Rusia prepararía el fin de la guerra imperialista, que la insurrección en Rusia pondría de pie a las masas agotadas de Occidente, que la insurrección en Rusia transformaría la guerra imperialista en guerra civil, que de esta insurrección nacería la República de los Soviets, que la República de los Soviets serviría de baluarte al movimiento revolucionario del mundo entero.
Se sabe que aquella previsión revolucionaria de Lenin fue después cumplida con una precisión sin par.
Segundo hecho: Fue en los primeros días que siguieron a la Revolución de Octubre cuando el Consejo de los Comisarios del Pueblo intentaba obligar al general rebelde Dukonin, generalísimo de los ejércitos rusos, a suspender las hostilidades y a entablar conversaciones con los alemanes buscando un armisticio. Recuerdo como Lenin, Krylenko (el futuro jefe supremo) y yo fuimos al Estado Mayor Central de Petrogrado para ponernos en contacto con Dukonin por radio. Era un momento angustioso. Dukonin y el Gran Cuartel General se negarpm categóricamente a cumplir la orden del Consejo de Comisarios del Pueblo. Los mandos del ejército estaban enteramente en las manos del Gran Cuartel General. En lo tocante a los soldados, se ignoraba lo que diría aquel ejército de 12 millones de hombres, sometido a las llamadas organizaciones del ejército, que eran hostiles al Poder de los Soviets. En Petrogrado mismo, como se sabe, tuvo lugar entonces la insurrección de los alumnos de las academias militares. Mientras, Keresnky avanzaba en el tren de la guerra sobre Petrogrado. Recuerdo que, después de un momento de silencio junto al aparejo, el rostro de Lenin fue iluminado por no se que luz extraordinaria. Se veía que Lenin ya tomó una decisión:
«Fuimos a la estación de radio, dijo Lenin, en ella prestaremos un buen servicio; destituiremos, por orden especial, al general Dukonin; en su lugar nombraremos al camarada Krylenko jefe supremo, dirigiéndonos a los soldados por encima de las cabezas del comando, animándolos a desobedecer a los generales, cesar las hostilidades, entrar en contacto con los soldados austro-alemanes y tomar la causa da paz en sus propias manos».
Era un ‘salto desconocido’. Pero Lenin no tenía miedo de aquel ‘salto’; al contrario, se anticipaba a el, porque sabía que el ejército quería la paz y que la conquistaría barriendo todos los obstáculos puestos en su camino, porque sabía que aquel medio de establecer la paz tendría repercusión sobre los soldados austro-alemanes y reavivaría el deseo de paz en todos los frentes sin excepción.
Es sabido que también aquella previsión revolucionaria de Lenin fue cumplida más tarde de modo exacto.
Una perspicacia genial, una facultad de comprensión, de adivinar, tales eran precisamente las cualidades propias de Lenin que le permitían elaborar una estrategia cierta y una línea de conducta clara en los virajes del movimiento revolucionario.

Los comunistas celebraron el aniversario del nacimiento de Lenin

Extraído de Cultura Bolchevique



Los comunistas rusos y de otros países ex soviéticos, recordaron el 22 de
abril a Vladimir Lenin en el 142 aniversario de su nacimiento. En multitud
de ciudades rusas, como cada año los comunistas se acercaron a depositar
flores ante las estatuas de Lenin de sus localidades. En esta ocasión,
el aniversario del nacimiento de Lenin ha estado unido a las protestas
contra la instalación de una base de la OTAN en la misma ciudad donde
este nació. A continuación algunas imágenes de estos homenajes:

En Moscú, ante el mausoléo de Lenin
En Donetsk , Ucrania, se inauguró este busto de Lenin

Landau, uno de los genios de la física soviética

Por Carlos Hemida, extraído del PCE, M-L.

Entre las figuras más eminentes de la Física del siglo XX destaca el soviético Lev Davidovich LANDAU (1908-1968). Nació en Bakú, en el seno de una familia judía. Su padre era ingeniero de la industria petrolífera y su madre ejercía la medicina. Su prodigiosa capacidad para las matemáticas le encaminó hacia las ciencias desde una edad muy temprana. A los 14 años se matriculó en la Universidad estatal de Bakú, donde estudió simultáneamente dos cursos de Ciencias Físico-Matemáticas y Química. En 1924 se trasladó a Leningrado, se dedicó a la Física Teórica y se graduó en 1927. En el Instituto Físico-Técnico de esa ciudad se matriculó en estudios de posgrado y se doctoró con 21 años de edad.
Su inmenso talento le hizo acreedor en 1929 de una beca de viaje concedida por el gobierno soviético y, tras una breve estancia en Göttingen y Leipzig, se trasladó a Copenhague para trabajar en el prestigioso Instituto de Física Teórica dirigido por Niels Böhr, al que consideró siempre como su maestro. Después de visitar Cambridge y Zurich regresó a la Unión Soviética en 1932.
Entre 1932 y 1937 dirigió el Departamento de Física Teórica en el Instituto de Mecánica y Construcción de Maquinaria de Járkov. En 1938, en respuesta al requerimiento de Pyotr Kapitsa, uno de los más prestigiosos físicos de la Unión Soviética, se trasladó a Moscú para dirigir la división técnica del Instituto de Problemas de Física. El 28 de abril de ese mismo año, Landau fue arrestado y encarcelado por actividades contrarrevolucionarias. Sin embargo, Kapitsa escribió a Molotov, presidente del gobierno, solicitando su puesta en libertad para que le ayudase en un importante descubrimiento en el que estaba trabajando. Landau salió en libertad condicional en abril de 1939 y retomó sus investigaciones.
Este episodio nos parece relevante en varios sentidos. El físico holandés Hendrik Casimir, que conoció a Landau en Copenhague, le recuerda como un comunista ferviente que ensalzaba las oportunidades que la revolución había deparado al desarrollo de la Física. Es probable que fuera objeto de una falsa acusación y, por tanto, víctima de una represión que respondía a causas extremadamente complejas, entre ellas la agresividad que las potencias fascistas mostraban hacia la URSS, los sabotajes internos y la oposición a la política de planificación y colectivización. Ahora bien, el hecho de su liberación, tras un año de encarcelamiento, desmiente que el sistema penitenciario soviético fuera una especie de inmenso agujero negro que engullía a millones de personas cuyo destino indefectiblemente era la muerte. El caso de Landau no es una excepción y demuestra que el sistema penal de la URSS, del que formaban parte los campos de trabajo, no tenía nada que ver con el universo concentracionario de arbitrariedad y exterminio que dibujan los historiadores anticomunistas.
Landau desarrolló un amplio campo de trabajo que incluye la teoría de la superconductividad y la superfluidez, la electrodinámica cuántica, la física nuclear y la física cuántica. En 1962 obtuvo el Premio Nobel de Física por su teoría para explicar la superconductividad del helio II, estado del helio líquido por debajo de los 2,2º K.
La superconductividad es un estado de la materia en el cual no existe resistencia eléctrica, lo que significa que no hay disipación de energía al pasar corriente eléctrica por un material superconductor, y sus aplicaciones son de tres tipos: generación de campos magnéticos intensos, la fabricación de cables de conducción de energía eléctrica y la electrónica. Dentro del primer tipo destaca la posibilidad de fabricar trenes “levitados”; es decir, que flotan sobre los raíles sin tener fricción con ellos, alcanzando altísimas velocidades. El helio II es una mezcla de dos fluidos, conocidos como componente normal y componente superfluido. A medida que va disminuyendo la temperatura y se llega a los 0º Kelvin, todo el helio II es superfluido. En ese estado se convierte en un elemento con propiedades de superconductor. Landau estableció la teoría que explicaba esa propiedad especial, cómo se producía y a través de qué mecanismos.
Tras el final de la Segunda Guerra Mundial, Stalin aceleró el programa atómico soviético y Landau tuvo una importante participación en el proyecto, especialmente en la faceta de cálculos matemáticos. Tal y como sus colegas afirmaban, «en el inmenso edificio de la física del siglo XX, no hay ninguna puerta cerrada para Landau». Bajo su dirección trabajaron renombrados científicos, como Lev Pietaevskii, Alexei Alexeevich Abrikosov, Evgeny Lifshitz, Lev Gorkovo o Isaac Jalatnikov. Aficionado a las clasificaciones, estableció una lista en la que incluyó a diferentes físicos ordenándolos con notas de 0 a 5, siendo el 0 la calificación más alta. Este fue el grado que mereció Isaac Newton. Albert Einstein recibió un 0,5. Los padres de la física cuántica, Niels Böhr, Werner Heisenberg, Paul Dirac y Edwin Schrodinger recibieron un 1 y él mismo se otorgó un 2,5, que mejoró después con un 2.
En 1962 sufrió un gravísimo accidente automovilístico que le ocasionó lesiones de las que nunca llegó a recuperase completamente, falleciendo en 1968.
Landau publicó numerosas obras, destacando el “Curso de Física Teórica”, escrito en colaboración con E. M. Lifshitz, y publicado en siete volúmenes en 1938, que después se ampliarían a diez. Su trabajo fue ampliamente reconocido. Además del Premio Nobel, obtuvo el título de “Héroe del Trabajo Socialista” (1954), la “Orden de Lenin” en tres ocasiones (1949, 1954 y 1962), la “Orden de la Bandera Roja del Trabajo” (1945) y tres “Premios Stalin” (1946, 1949 y 1953). También fue galardonado en Alemania con el Premio Planck en 1960. Fue miembro de la Royal Society de Londres y de la Academia Nacional de Ciencias de Estados Unidos.

29 de abril de 2012

Kolmogorov, Andrei N., el genio matemático del siglo XX

Por Carlos Hermida, para el PCE, M-L.



Andrei Nikolaevich Kolmogorov (1903-1987) ha sido uno de los genios matemáticos más importantes del siglo XX. Sus investigaciones abarcaron prácticamente todos los campos de la ciencia matemática: teoría de las series trigonométricas, teoría de la medida y conjuntos, teoría de la integración, teoría de la aproximación, construcciones lógicas, topología, teoría de la superposición de funciones, temas de mecánica clásica, teoría ergódica, teoría de la probabilidad, teoría de la turbulencia, difusión y modelos de la dinámica de la población, teoría de procesos estocásticos, estadística matemática, teoría de la información, ecuaciones diferenciales y balística, entre otros.
Kolmogorov nació el 25 de abril de 1903 en la localidad rusa de Tambov. Su madre, Maríya Yakovlena Kolmogorova, falleció en el parto y su padre, Nikolai Matveevich Kataev, murió luchando en el Ejército Rojo en 1919, durante la ofensiva de Denikin. Pasó los primeros años de su vida con sus tías maternas, quienes se preocuparon de desarrollar su interés por la cultura y los libros. Realizó sus estudios primarios en una escuela privada de Moscú en la que los profesores se preocupaban por fomentar la creatividad de los alumnos, destacando en matemáticas e historia.
En 1919, durante los difíciles días de la guerra civil desencadenada por la contrarrevolución blanca con apoyo de las principales potencias capitalistas, trabajó como obrero ferroviario y conductor de ferrocarriles, a la vez que preparaba los exámenes para ingresar en la escuela secundaria. Tras obtener su título de estudios secundarios en 1920 se matriculó en la Facultad de Matemáticas y Física de Moscú, ingresó en el instituto de Tecnología y Química Mendeleiev y simultáneamente cursó estudios de Historia, investigando sobre las relaciones agrarias en Novgorod durante los siglos XV y XVI. A pesar de las difíciles circunstancias por las que atravesaba el país, el poder soviético prestaba una atención especial a la educación, facilitando ayudas económicas y alimenticias a los estudiantes.
Durante sus estudios universitarios conoció a los matemáticos Nikolai Luzin (1883-1950) y Pavel Aleksandrov (1896-1982), y sus trabajos comenzaron a ser reconocidos internacionalmente, en especial su aportación sobre los valores de los coeficientes de Fourier. Kolmogorov acabó sus estudios universitarios en 1925, cursó estudios de posgrado durante otros cuatro años y en 1929 entró a formar parte del Instituto de Mecánica y Matemática de la Universidad Estatal de Moscú. Había publicado hasta esa fecha 18 artículos de gran relevancia científica sobre teoría de las probabilidades y lógica matemática.
Durante los años 1930 y 1931 visitó varios países europeos y durante la década de los treinta trabajó en la teoría de la probabilidad, publicando en 1933 su célebre monografía Fundamentos de la Teoría de Probabilidades, y abordó también la teoría de las turbulencias.
Durante la Gran Guerra Patria (1941-1945), Kolmogorov realizó diferentes trabajos sobre la teoría balística y los sistemas de tiro de la artillería, y en la posguerra se centró en cuestiones estadísticas. Tras escribir dos informes para la Segunda Conferencia de Estadística Matemática, celebrada en Tashkent en 1948 (Problemas básicos de estadística teórica y El significado real del análisis de varianza), en marzo de 1950 completó Estimadores Insesgados, uno de sus trabajos de teoría estadística más importantes. A finales de los cuarenta comenzó a trabajar en la Gran Enciclopedia Soviética, obra para la que redactó su famoso artículo Matemáticas.
En los años cincuenta sus investigaciones estuvieron centradas en la teoría general de los sistemas hamiltonianos, la teoría de la información y la teoría ergódica de los sistemas dinámicos, la entropía, la superposición de funciones y el problema 13 de Hilbert, y en la década de los sesenta trabajó sobre algoritmos de la teoría de la información y algoritmos de la teoría de la probabilidad.
Su labor pedagógica fue también extraordinaria. Participó en las Olimpiadas Matemáticas, organizó escuelas de verano, intervino activamente en la escuela-internado adjunta a la Universidad de Moscú, a la que oficiosamente se la conoció como “escuela de Kolmogorov”, y redactó numerosos libros de texto para escolares.
Kolmogorov ocupó numerosos cargos académicos y científicos: Director del Instituto Científico e Investigador en Matemáticas y Mecánica de la Universidad Estatal de Moscú; Decano de la Facultad de Matemáticas y Mecánica de Moscú; miembro de la academia de Ciencias de la URSS y miembro de diferentes organizaciones científicas extranjeras, entre ellas la Academia de Ciencias de Holanda, la Real Sociedad de Londres, la Academia de Ciencias de Rumania, la Academia de Ciencias de París, etc. Por su extraordinaria labor investigadora fue galardonado con infinidad de premios: Héroe del Trabajo Socialista (1963); Orden de la Bandera roja (1940); Orden de la Revolución de Octubre (1983); Premio Lenin (1965); Premio Stalin (1941); siete órdenes de Lenin y Premio Internacional de Matemáticas por la Fundación Internacional Balzan (1963), entre otros muchos.

Lev S. Vigotsky, la pedagogía psicológica infantil especial soviética

Por Carlos Hermida, para el PCE, M-L.



Lev Semiónovich Vigotsky (1896-1934) ha sido uno de los pensadores más brillantes del siglo XX en el campo de la psicología. Aunque tuvo una vida muy corta –murió con 38 años– dejó un extenso legado científico agrupado en cerca de 200 textos (1).
Vigotsky nació en Orsha, una pequeña localidad de Bielorrusia, en noviembre de 1896. Cursó estudios de enseñanza secundaria en la ciudad de Gomel y a partir de 1912 realizó estudios universitarios de Derecho, Filosofía e Historia en Moscú. En esta ciudad inició, a partir de 1924, su investigación científica dentro de las Ciencias Psicológicas y de la Pedagogía Especial. Colaboró activamente en la organización de la educación para niños ciegos, sordos y con minusvalías mentales, y fundó y dirigió el Instituto Experimental de Defectología. En 1925 asistió en Londres a la Conferencia Internacional de Enseñanza para Sordomudos representando a la Unión Soviética. Visitó Holanda, Alemania y Francia, donde tomó contacto con diferentes instituciones científicas dedicadas a la psicología.
Vigotsky es el padre de la “teoría psicológica histórico-cultural”, que fue el resultado de aplicar el materialismo dialéctico al estudio del comportamiento humano. Según esta teoría, el desarrollo psíquico está determinado por dos tipos de influencias sociales: las influencias de ámbito general (clase social, contexto cultural, etc.) y la influencia que el niño desde su primera infancia recibe de los adultos. Partiendo de la sociabilidad primaria del ser humano, Vigotsky establece que, para el desarrollo del niño, lo que reviste importancia primordial es la interacción asimétrica con los adultos. Esa interacción social desempeña el papel formador y constructor en el desarrollo humano. El lenguaje, por ejemplo, tiene un sustrato físico, biológico, pero es el aprendizaje que se establece entre niños y adultos lo que hace que ese lenguaje se transforme en un instrumento de organización psíquica interior, originando el pensamiento verbal. Es decir, cualquier función en el desarrollo cultural del niño aparece dos veces. Primero como instrumento de relación entre las personas (interpersonal) y después en el interior de cada niño (intrapsicológica). El propio Vigotsky lo explica claramente en sus observaciones sobre el gesto de señalar:
«Llamamos internalización a la reconstrucción interna de una operación externa. Un buen ejemplo de este proceso podríamos hallarlo en el desarrollo del gesto de señalar. Al principio, este ademán no es más que un intento fallido de alcanzar algo […] cuando acude la madre en ayuda del pequeño y se da cuenta de que su movimiento está indicando algo, la situación cambia radicalmente. El hecho de señalar se convierte en un gesto para los demás. El fracasado gesto del niño engendra una reacción, no del objeto que desea, sino de otra persona […] únicamente más tarde, cuando el niño es capaz de relacionar su fallido movimiento de agarrar con la situación objetiva como un todo comienza a interpretar dicho movimiento como acto de señalar» (Vigotsky: Pensamiento y lenguaje. Págs. 92-93 de la traducción castellana).
Otro aporte fundamental del psicólogo soviético fue la relación entre educación y desarrollo. Para Vigotsky, la educación no se reduce a la adquisición de un conjunto de informaciones, sino que constituye la fuente básica de desarrollo del niño, al dotarle de instrumentos, técnicas y operaciones intelectuales. Al proporcionarle conocimientos científicos estructurados, el niño amplía las posibilidades de su pensamiento y modifica a fondo su forma de pensar. En este sentido, la escuela y los contenidos de los programas educativos tenían para Vigotsky una importancia trascendental en lo que el llamaba “desarrollo artificial” del niño.
En sus investigaciones pedagógicas postuló dos conceptos fundamentales: la “zona de desarrollo actual” y la “zona de desarrollo potencial” o “zona de desarrollo próximo”. La “zona de desarrollo actual” no es más que aquello que el propio niño realiza de manera independiente, sin ninguna ayuda; es lo que puede hacer en un momento determinado y muestra el desarrollo alcanzado. Por el contrario, la zona de desarrollo próximo es la extensión que separa el nivel de desarrollo real, actual, presente, de un sujeto y la capacidad de desarrollo que le es posible alcanzar a partir de la colaboración y ayuda de otros, lo que le permitirá más adelante realizar de forma independiente lo que en un momento dado realiza con ayuda. Esta diferenciación expresa una de las ideas centrales de Vigotsky: las fuentes del desarrollo de los procesos psíquicos son siempre sociales.
Vigotsky prestó una gran atención a la pedagogía centrada en los niños con necesidades educativas especiales, y en este campo estableció que esos niños necesitaban procesos de compensación y corrección entendidos, en oposición a la concepción biologista, no como una sustitución mecánica de la función afectada o perdida, sino como posibilidad de reestructuración de las mismas gracias a la utilización de procedimientos que conduzcan a modificar la estructura del defecto; es decir, alcanzar por vías colaterales o indirectas lo que el niño no puede alcanzar por vía directa (2).
Es frecuente escuchar la absurda afirmación de que el marxismo no deja lugar al desarrollo de la psicología, en cuanto que dicha teoría supedita el comportamiento humano a los fenómenos económicos. Esto no es más que una deformación mecanicista del marxismo, una caricatura del pensamiento de Marx y Engels. Que el modo de producción determine en última instancia las formas de conciencia y los cambios políticos, no quiere decir que los procesos de formación de la conciencia sean un puro reflejo de las condiciones económicas. Muy al contrario, el materialismo dialéctico y el materialismo histórico proporcionan las herramientas fundamentales para explicar de forma científica las relaciones entre el comportamiento humano y la realidad social, los nexos entre la psique, las relaciones sociales y las condiciones materiales objetivas de la existencia.
La extraordinaria obra de Vigotsky, considerado por el filósofo S. Tulmin como «el Mozart de la psicología» (3), desmiente esas burdas deformaciones y reafirma el inmenso avance que experimentaron todas las ciencias en la Rusia Soviética tras el triunfo de la revolución bolchevique en 1917.

NOTAS
1. Las principales obras de Vigotsky publicadas en España son:
- Pensamiento y lenguaje. Madrid, Paidós, 1978.
- El desarrollo de las funciones psíquicas superiores. Barcelona, Crítica, 1972.
- La imaginación y el arte en la infancia. Madrid, Akal, 1983.
- Infancia y aprendizaje. Madrid, Akal, 1984.
2. Entre los trabajos que publicó sobre Pedagogía Especial, destacan los siguientes: El defecto y la compensación (1924); Principios de la educación de los niños con defectos físicos (1924); La psicología y la pedagogía del deficiente infantil (1924); Principios de educación social de los niños sordomudos(1925); La infancia difícil (1928); Los fundamentos del trabajo con los niños retrasados mentales (1928) y Problemas fundamentales de la Defectología (1929).
3. Stephen Toulmin (1922-2009) fue un filósofo inglés, discípulo de Wittgenstein, cuyo pensamiento se centró en la nueva filosofía de la ciencia y en el análisis del razonamiento moral. Entre sus obras destacaLa comprensión humana. El elogioso juicio sobre Vigotsky lo realizó en 1970.