Por: Julio César Pérez Verdecia. Enviado por La Joven Cuba
Nuestro Martí escribió en uno de sus magistrales artículos, que la verdad del mundo es la eterna lucha entre el amor y el desamor, y razón tenía, solo que el desamor hoy se oculta tras los más inverosímiles disfraces en aras de confundir y engañar, en aras de destruir y matar.
La causa de los Cinco es de esas en que defender la verdad se convierte en una lucha constante del humanismo contra el desamor y la ignominia imperial.
¿Qué pasó? ¿Por qué supuestas razones fueron encausados y condenados? ¿Cuáles son las razones verdaderas por las que les condenan? ¿Cómo se podría ver la causa según el sistema de leyes de los EEUU?
Simple, todo hombre en Cuba según la constitución tiene derecho a defender su patria contra aquellos que amenazan su paz y su integridad y, ellos: Gerardo, Ramón, Antonio, Fernando y Rene; tuvieron el valor para hacerlo. ¿Cómo? Infiltrándose en calidad de luchadores antiterroristas en las bandas anticubanas de extrema derecha.
Nunca en las cuestiones del gobierno de los EEUU, nunca en sus asuntos estratégicos o domésticos. Sólo y únicamente en los grupos terroristas que al margen aparente de su gobierno, desarrollan actividades violentas contra nuestro pueblo, contra los pueblos hermanos de América Latina, e incluso contra el propio pueblo norteamericano.
Sin embargo, fueron acusados de espionaje contra el Estado y el gobierno de los EEUU, y un amañado proceso bien pagado se orquestó con pruebas y testimonios de falsificados testigos, con un único principio, mentir maquiavélicamente pues lo que importaba era el fin y no los medios.
Las verdaderas razones de su encausamiento se pueden deducir. Eran cubanos, hijos del país que después de una desigual y sangrienta lucha contra una dictadura apadrinada por los EEUU, había decidido cambiar su destino de oprobio y humillación por el luminoso camino de la dignidad.
Cubanos, de un país que apostó al socialismo, proyecto social opuesto a la explotación capitalista del hombre por el hombre. Socialistas que no se comen los niños, ni hacen hamburguesas con sus ancianos o asesinan a sus mujeres, como los medios imperiales han dicho, sino que alfabetizaron, construyeron escuelas, hospitales y crearon una sociedad de verdadera igualdad.
Cubanos, hijos del país que le propino en bahía de Cochinos la primera gran derrota al imperialismo norteamericano en América Latina, jurando desde entonces por los oprimidos del mundo, por la justicia y la paz internacional, por la solución de los problemas climáticos desde la racionalidad y la voluntad política.
Cubanos, de un país que comparte con sus hermanos regionales lo poco que tiene, su ciencia médica, su experiencia educativa, la construcción de una espiritualidad que se define por la defensa de sus raíces culturales, su sangre y su pan.
Sobre esos cinco hermanos cayó de golpe el odio y la impotencia de las administraciones norteamericanas, en confabulación con sus financiados lacayos, malos hijos que a desdén del amor de hijo verdadero, desangran la patria por unos cuantos billetes. ¿Acaso no es eso lo que ha hecho y hace Posada carriles y sus mil asalariados de la muerte?
Prestigiosos abogados norteamericanos lo reconocen, no habían pruebas para juzgarlos como espía, el cuerpo de leyes de ese país no lo justifica, siendo violado y desconocido su verdadero espíritu de justicia.
Ahora, después de más de 15 años de injusto encarcelamiento, quién puede devolverles los años perdidos, curar del trauma de la cárcel o de los meses en el inhumano pozo de terrible soledad, frío, hambre y tortura. Quién puede devolver el amor que ha quedado diezmado entra la impotencia y el salvajismo odioso de los carceleros. La deteriorada salud.
Dónde poner el beso a la hija que crece sin saber del mimo del padre cariñoso, o el hijo que no nació por la brutalidad de la venganza que distancia a la fuerza a los que se aman. Dónde poner las lágrimas del que sabiendo muerto al padre o la madre, no pudo llorar frente a su cuerpo, preso por el crimen de ser cubano entero. Quién paga las lágrimas de la esposa enlutada y de la madre anciana que sufre por la injusticia cometida contra el hijo noble.
Nada puede ocultarlo, la mentira corre mil años pero la verdad la alcanza en un día. Ahora pregunto otra vez: ¿Y los muertos olvidados de las Torres Gemelas, y los niños, mujeres y ancianos de Irak, Afganistán, Palestina o la malmirada Siria, quién los paga? ¿Quién paga los daños colaterales que borraron de la faz de la tierra familias enteras, el confundido autobús cargado de inocentes escolares?
Obama no responde, él da discursos, promete incoherentes programas para tener un escaño favorable en las próximas elecciones, él consume buena carne y vino, le reza a un Dios desconocido y se va de vacaciones a las más hermosas playas. Él no quiere escuchar la verdad, él que alguna vez dijo estar contra la guerra, ahora es un hombre de guerra que amenaza.
Mientras mis hermanos sufren el escarmiento de una olvidada justicia, ellos que advirtieron del cáncer que enferma el alma de la sociedad norteamericana, ellos que se jugaron la vida entre los gánsteres de Miami, los mismos que celebraron la caída de un avión de cubana, abatido por una bomba terrorista. Obama, primer presidente negro que olvidó los negros, cena con su familia y olvida que los verdaderos culpables siguen libres, desandando las calles de un país donde la justicia yace silenciada, maniatada, muerta.
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