17 de enero de 2020

Un picasso revolucionario como botín

Por Arturo del Villar.


La jueza Elena Raquel González Bayón, titular del Juzgado de lo Penal número 27 de Madrid, ha condenado a Jaime Botín, expresidente de Bankinter, a 18 meses de cárcel y a pagar una multa de 52,4 millones de euros. Su delito consiste en dedicarse al contrabando de arte, por haber intentado sacar de España el óleo de Pablo Picasso Cabeza de mujer joven, pintado en 1906, de gran valor histórico y estético por constituir un precedente anunciador del cubismo.

El cuadro de picasso 'Cabeza de mujer joven', valorado en 26 millones de euros

El cuadro de picasso 'Cabeza de mujer joven', valorado en 26 millones de euros. EFE

   Al exbanquero jubilado no le importan nada esos valores culturales, sino el económico, ya que el cuadro está valorado en 26,2 millones de euros. Había intentado antes subastarlo por medio de la sala Christie’s en Londres, pero la Junta de Calificación, Valoración y Exportación de Bienes del Patrimonio Nacional de España, dependiente del Ministerio de Cultura, lo prohibió debido a sus características que lo hacen único, y lo declaró inexportable. A un banquero la cultura le tiene sin cuidado sólo quiere dinero, así que en el pasado mes de junio mandó llevar el óleo en secreto a su yate Adix, anclado en Valencia, con la intención de hacerle seguir viaje. A él parece que le gusta mucho más contemplar un billete de cinco euros que un cuadro de Picasso. Ahora se quedará en España, en el Museo Reina Sofía, porque la jueza ordenó también su incautación.  
   
   Para los historiadores del arte no existe duda respecto al origen del cubismo: es el gran óleo Les Demoiselles d’Avignon, expuesto en el Museum of Modern Art (MOMA) de Nueva York. Fue pintado en la primavera de 1907 en el modestísimo taller ocupado entonces por Picasso, conocido como el Bateau—Lavoir, en Montmartre, el barrio parisiense de los artistas y escritores más pobres. No solamente está considerado el iniciador del cubismo, sino de toda la pintura de vanguardia que dominó el arte en Europa y América hasta 1939, cuando terminó una época, revolucionaria política y artísticamente. El botín incautado a Jaime Botín ya es propiedad de todos los españoles, que podremos contemplarlo a nuestra satisfacción.

Un obrero del arte

   Antes de realizar esa pintura revolucionaria avanzó la nueva técnica en otras obras menores fechadas en 1906, principalmente en el Autoportrait expuesto en el Phildelphia Museum of Art: se retrató en camiseta, como un obrero manual sorprendido en su trabajo, con la paleta y los pinceles en las manos. No es un retrato natural, porque el rostro ovalado resalta los ojos bajo unas finas cejas, una amplia frente y una pequeña boca. Todo está alargado y esquematizado, de modo que no hubiera podido obtenerlo una máquina fotográfica, que era hasta entonces el canon indiscutible de la pintura occidental. El parecido de la obra con el modelo se utilizaba como medida de su perfección. 

   Coincide la fecha de factura de este autorretrato con la cabeza femenina poseída hasta ahora por Jaime Botín. En 1906 Picasso empezó a destrozar la similitud de la obra con su modelo. La obra de arte dejó de ser representación fiel de un cuerpo o una cara, y pasó a asemejarse algo en un principio, porque más tarde la figura quedó descoyuntada. Desde ese momento el concepto de retrato o de autorretrato se modificó, de manera que no se pudiera confundir con una fotografía. 

   Por medio de Picasso llegó la revolución al arte, que se volvió por eso revolucionario, lo que tuvo como consecuencia un distanciamiento entre los artistas y sus antiguos clientes, los burgueses adinerados. Los pintores de cámara continuaron ejecutando su tarea, por lo que dejaron de ser artistas para convertirse en cortesanos. Las artes se escindieron en dos segmentos, el realista y el imaginativo, según las facultades poseídas por los autores y su deseo de complacer o no a las gentes adineradas. Así sucedió en  el principio, porque después triunfaron las manifestaciones vanguardistas y sus autores se enriquecieron, como le sucedió a Picasso, aunque no por ello abjuró de sus ideas sociales y políticas, sino que continuó hasta el último día de su muerte siendo marxista, republicano y ateo.        

Años revolucionarios

   La revolución estética tuvo que suceder en 1906, porque el año anterior se había producido en Rusia un acontecimiento que también llegaría a ser revolucionario. El 9 de enero de 1905, según el calendario juliano vigente en Rusia, 22 según el gregoriano occidental, es conocido en la historia como el domingo sangriento de San Petersburgo: el ejército zarista disparó contra una manifestación pacífica dirigida por el pope Georgi Gapon, que pretendía llegar al Palacio de Invierno, residencia de la familia imperial, para solicitar pan que remediara su angustiosa hambre crónica. Se calcula que hubo alrededor de mil muertos y unos dos mil heridos. No se facilitaban datos oficiales sobre los crímenes militares. Fue entonces cuando se aplicó a Nicolás II el sobrenombre de El Sanguinario y El Verdugo Coronado, con el que es reconocido oportunamente en la historia mundial. Sin embargo, la Iglesia ortodoxa rusa ha cometido la suprema burla de proclamarle santo.

   La agitación social presente ya en Rusia aumentó a consecuencia de esta represión sanguinaria. El 27 de junio se produjo la rebelión del acorazado Potemkin, sin que el resto de la escuadra interviniera para sofocarla, porque toda la marinería se solidarizó con los amotinados. Este acontecimiento fue heraldo de la Revolución inevitable, y queda reflejado con fidelidad artística en la película de ese título dirigida por Serguei Eisenstein en 1925, considerada por muchos historiadores la obra maestra del cine.

    Las huelgas se sucedieron por todo el país, y el futuro santo dio orden de reprimir contundentemente las manifestaciones. En diciembre el pueblo de Moscú se sublevó, pero después de ocho días de resistencia fue vencido a  sangre y fuego por el ejército zarista. Hubo millares de muertos y muchos más de deportados, sin que puedan conocerse las cifras porque la policía las ocultaba. El barrio obrero de Presnaya fue eliminado por completo. Las gentes morían masacradas por los cosacos o de hambre por carecer de comida. La lucha de clases alcanzó su momento álgido. El movimiento revolucionario se incrementó sin temor a las represalias, porque habían llegado a tales extremos la penuria y la represión que resultaba preferible morir cuanto antes a irlo haciendo poco a poco.

Nuevo concepto del arte
 
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    Estos sucesos conmocionaron el ánimo de Picasso. Se consideraba un obrero, un hijo del pueblo, lleno de afanes revolucionarios. Aunque no ingresó en el Partido Comunista Francés hasta octubre de 1944, tras la liberación de París de la ocupación alemana nazi, es claro que compartía desde mucha antes las ideas de Lenin y de Stalin, a quien retrató de memoria. Siempre fue un militante disciplinado, que pagaba con puntualidad sus cuotas, asistía a mítines cuando le era posible, y colaboró generosamente en cuantos proyectos se le anunciaban. En 1948 le encargaron un dibujo alegórico para el Congreso Mundial por la Paz, organizado en Wroclaw por el Partido Comunista Polaco, y su paloma es desde entonces un icono querido por todas las personas de buena voluntad.

   Los acontecimientos en Rusia durante el año 1905 influyeron en su concepto relativo a la finalidad del arte. Hasta entonces los artistas fueron empleados de los reyes, nobles, papas y grandes eclesiástico, y a partir del siglo XIX también de la burguesía enriquecida. Esa realidad no le parecía tolerable a Picasso. Deseaba una revolución social aplicada a las artes, de modo que los artistas alcanzasen la libertad de crear las obras según su gusto, y no acomodarlo al de sus patronos.

   Así se originó el cubismo, el iniciador de las artes de vanguardia innovadores del concepto tradicional derivado de la Grecia clásica. La libertad creadora del artista quedó unida a la liberación social. El espíritu alerta de Picasso comprendió que los acontecimientos de 1905 en la Rusia sometida a la tiranía zarista significaban el comienzo de una etapa social revolucionaria, encaminada a alterar la historia. Habían de pasar todavía doce años para que estallase la represión insoportable en Rusia y los obreros, campesinos y marineros tomasen el rumbo de su destino, en la Revolución Soviética admirada por Picasso, puesto a su servicio.
  
 El banquero Jaime Botín pretendió comerciar con una obra pintada en 1906, iniciadora precisamente de la revolución estética triunfante desde el año siguiente. No es un cuadro apto para servir de botín a un banquero, el personaje más opuesto a un revolucionario que se puede imaginar. Es preferible que nos pertenezca a todos los españoles.

ARTURO DEL VILLAR
PRESIDENTE DEL COLECTIVO REPUBLICANO TERCER MILENIO         


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