8 de mayo de 2019

La esencia del trotskismo y sus manifestaciones en el comunismo de hoy (VII)

9º) Los primeros éxitos de la NEP y el reflujo de la revolución en Europa

En 1923, la aplicación de la Nueva Política Económica comenzaba a dar resultados positivos recuperándose parcialmente los índices de crecimiento de la producción anteriores a las dos guerras que, consecutivamente, había tenido que soportar Rusia a lo largo de siete años. Ésta ya no estaba sola y, en 1922, había formado la URSS, junto a nuevas repúblicas socialistas liberadas del imperio zarista. A escala internacional, las condiciones se volvían menos favorables tras la derrota de las acciones revolucionarias de los trabajadores en Alemania, Bulgaria, Polonia e Italia. Todo esto apremiaba a los imperialistas a elevar la presión contra la Unión Soviética, intentando nuevamente aislarla.

Dentro del país, todavía quedaban muchos viejos problemas que resolver y surgían otros nuevos. Había cerca de un millón de desempleados, la productividad del trabajo crecía muy lentamente, los salarios eran bajos y el valor de la moneda, el rublo, se deterioraba. El centro neurálgico de esta crisis estaba en la relación entre la industria socialista y la hacienda campesina. La mayor parte del comercio se hallaba en manos privadas y los comerciantes aprovechaban la escasez de productos industriales para hacer subir sus precios. Esta escasez empeoraba por la directiva que el trotskista Piatakov, como vicepresidente del Consejo Supremo de la Economía Nacional, impartió en julio de 1923 a las empresas estatales para que obtuviesen un mayor beneficio de la venta de sus artículos. La composición proletaria del partido bolchevique había empeorado durante la guerra civil y no se habían resuelto las desviaciones que ésta había causado en la aplicación del centralismo democrático.

Estas dificultades, unidas a la grave enfermedad de Lenin que lo mantenía apartado de la actividad política, fueron vistas por los trotskistas como una oportunidad para intentar tomar las riendas del Partido, después de su clamorosa derrota de 1921. Fue el propio Trotski el que inició esta ofensiva, primero al abandonar la reunión plenaria del CC de septiembre de 1923 en protesta por la decisión de éste de ampliar el Consejo Militar Revolucionario; luego, con su declaración del 8 de octubre de ese año al Comité Central del PC(b) de Rusia[1]. En ella, especulaba con fenómenos negativos más o menos comprobados, los achacaba a la burocratización del aparato del partido que habría hecho retroceder la democracia obrera todavía más que en los períodos más duros del comunismo de guerra. Reclamaba disimuladamente la libertad de fracciones (que había suprimido el X Congreso), con el pretexto de la grave crisis de dirección, y la renovación del aparato. También cuestionaba la política económica del Partido como caótica. Siete días después, el 15 de octubre, un grupo de partidarios suyos, funcionarios relevantes y miembros de antiguas oposiciones, firmaban la “declaración de los 46”[2] dirigida al Buró Político del CC del PC(b) de Rusia con un contenido similar a la carta de Trotski. En ella, se pronunciaban abiertamente por suprimir la “dictadura fraccional” impuesta por el X Congreso del Partido, es decir, la dirección leninista, que consideraban ya obsoleta desde el XII Congreso del partido. Esto equivalía a proponer la libertad de fracciones que ya se habían tomado al elaborar dicha declaración en el propio domicilio de Trotski, quien no la firmó precisamente para soslayar la resolución del X Congreso.

Esta actividad fraccional contra el partido y el gobierno del proletariado fue confesada y explicitada posteriormente por el propio Trotski, cuando ya había sido expulsado de la URSS. Por ejemplo, en 1938, escribió lo siguiente sobre la vida de su hijo León Sedov recién fallecido: “En 1923 León se lanzó de lleno al trabajo de la Oposición. (…) Así, a los 17 años, comenzó su vida totalmente consciente de revolucionario. Pronto comprendió el arte del trabajo conspirativo, las reuniones ilegales y la publicación y distribución secretas de los documentos de la Oposición”[3].

A pesar de este reconocimiento de su deslealtad, los autores burgueses y trotskistas mantienen que estas iniciativas y críticas tenían una intencionalidad constructiva. Según ellos, iban dirigidas únicamente a mejorar el ejercicio de la dirección proletaria sobre la sociedad soviética, como si su objetivo no fuera sustituir el rumbo leninista por la teoría de la “revolución permanente”. Ésta es la evidencia que se impone cuando examinamos la visión estratégica que defendían simultáneamente los oposicionistas. Entonces, se ha de concluir forzosamente que habían puesto en marcha una táctica demagógica para debilitar la autoridad del bolchevismo entre las gentes menos firmes y sustituir la dirección leninista de construcción del socialismo por una dirección trotskista “permanentista” de sacrificar al Poder soviético en beneficio de su esquema de “revolución internacional”.

Ya hemos mencionado el sentido que Trotski había dado a la dictadura del proletariado tres semanas antes de su carta al CC[4]. En 1919, había reeditado y ratificado su artículo Resultados y perspectivas, escrito en 1906 para justificar su teoría de la “revolución permanente”. En este trabajo suyo, podemos leer:
“¿Hasta qué punto la política socialista de la clase obrera puede ser aplicada en las condiciones económicas de Rusia? Hay una cosa que podemos decir con certeza: chocará con obstáculos políticos mucho antes de tropezar con el retraso técnico del país. Sin el soporte estatal directo del proletariado europeo, la clase obrera rusa no podrá mantener el poder y transformar su dominación temporal en dictadura socialista duradera. Respecto a ello, ninguna duda está permitida. (…) Dejada a sus propios recursos, la clase obrera rusa será inevitablemente aplastada por la contrarrevolución desde el momento en que el campesinado se aparte de ella. No tendrá otra posibilidad que ligar la suerte de su poder político y, por consecuencia, la suerte de toda la revolución rusa, a la de la revolución socialista en Europa. (…) El proletariado ruso (debe) llevar, por su propia iniciativa, la revolución al territorio europeo. (…) La revolución rusa se lanzará al asalto de la vieja Europa capitalista”.[5]

En 1918, escribió una nota biográfica que decidió publicar en 1922, poco después de su derrota en el X Congreso, donde afirmaba mantener sus puntos de vista de 1905: “En lo que respecta a los problemas de la revolución rusa, ocupé una posición que continúo creyendo acertada, es decir, reconocía que la correlación de las fuerzas de las clases en la sociedad rusa debía, en las condiciones de una época revolucionaria, llevar al régimen político del proletariado; y este régimen de la clase obrera, que se apoya en las masas campesinas trabajadoras, no puede, de ningún modo, limitarse al marco de la revolución burguesa, sino que debe obligatoriamente destruir ese marco, y, en dependencia del desarrollo de los acontecimientos en Occidente, esa situación puede desarrollarse hasta llegar a ser una revolución socialista acabada”[6].

También en 1922, Trotski volvía a reeditar Resultados y perspectivas con un prefacio en el que insistía en su posición central opuesta a la de Lenin: “Es precisamente en el intervalo del 9 de enero hasta la huelga de octubre de 1905, que se formularon por el autor las concepciones sobre el carácter del desarrollo revolucionario de Rusia, que fueron designadas bajo el nombre de la teoría de la «revolución permanente». (…) Para asegurar su victoria, la vanguardia proletaria debería, desde los primeros días de su dominación, operar las más profundas incursiones, no sólo sobre la propiedad feudal, sino también burguesa. Haciéndolo, entraría en colisión hostil, no sólo con todos los gobiernos de la burguesía que le hubiesen apoyado en el principio de su lucha revolucionaria, sino también con las grandes masas del campesinado con las que con su concurso le hubiese hecho avanzar en la toma del poder. Las contradicciones en la situación del gobierno obrero de un país atrasado, en donde la mayoría aplastante de la población está compuesta por campesinos, pueden encontrar solución únicamente sobre el plano internacional, en la arena de la revolución mundial del proletariado”.[7]

Durante el mismo año, reedita su obra El programa de la paz, con un epílogo en el que sostiene que: “El verdadero impulso de la economía socialista en Rusia no será posible más que después de la victoria del proletariado en los principales países de Europa”.[8]

Desde 1917 en adelante, Lenin había insistido en la justeza de la estrategia revolucionaria del bolchevismo para países semi-feudales como la vieja Rusia zarista, concebida como una revolución en dos etapas[9], y había propugnado un internacionalismo consecuentemente materialista (opuesto al subjetivismo aventurero trotskista) que quedaba así expuesto en sus Tesis de Abril: ” Sólo hay un internacionalismo efectivo, que consiste en entregarse por completo al desarrollo del movimiento revolucionario y de la lucha revolucionaria dentro del propio país, en apoyar (por medio de la propaganda, con la ayuda moral y material) esta lucha, esta línea de conducta, y sólo ésta en todos los países sin excepción”. Por eso, al final de su vida, recordaba a la máxima dirección del Partido el “no bolchevismo” de Trotski[10].

Frente al derrotismo de Trotski, Lenin expresaba en sus últimos artículos una confianza rotunda en la capacidad de la Rusia soviética de construir el socialismo:
“Permitidme que acabe expresando mi seguridad en que, por muy difícil que sea esa tarea, por más nueva que sea, en comparación con la que teníamos antes, y por más dificultades que nos origine, la cumpliremos a toda costa entre todos, juntos, y no mañana, sino en el transcurso de varios años, de modo que de la Rusia de la Nep salga la Rusia socialista”.[11]

“El poder del Estado sobre todos los principales medios de producción, el poder del Estado en las manos de la clase obrera, la alianza del proletariado con los millones y millones de pequeños y pequeñísimos campesinos, la dirección del campesinado asegurado por la clase obrera, ¿no es acaso todo lo que es necesario para construir, a partir de la cooperación, una sociedad socialista integral?”[12]

En 1923, con Lenin ya incapacitado políticamente, Trotski pasaba a la ofensiva para someter al partido a la teoría de la “revolución permanente”, asegurando que la juventud soviética “se osificará en el clima de los ‘pequeños asuntos’ soviéticos y perderá la perspectiva revolucionaria”, si no aprende del ejército que, según él, “es el eslabón más visible que nos une con las tareas todavía no resueltas a escala universal”[13]. Simultáneamente, Antónov-Ovséenko, Radek y otros de sus partidarios encumbraban su figura en la prensa.

El Pleno del CC de octubre de 1923, ampliado a los delegados de las mayores organizaciones territoriales del Partido y a representantes de la “declaración de los 46”, reprobó la actuación de los trotskistas por 102 votos, frente a 2 votos en contra y 10 abstenciones. Como no acataban los acuerdos de este Pleno ni participaban en las comisiones destinadas a buscar soluciones a los problemas planteados, el CC acordó en noviembre abrir un amplio debate en prensa. Encargó a Zinóviev presentar un artículo con la posición de la mayoría de la dirección, pero éste escribió Las nuevas tareas del partido con un planteamiento tendencioso que beneficiaba a los trotskistas. Sin embargo, el debate concluyó con una resolución aprobada por unanimidad desmontando los argumentos de los trotskistas y abordando de modo concreto los problemas del partido.

Apenas publicada esta resolución en Pravda, Trotski empezó a difundir en las organizaciones del partido de Moscú otro documento de polémica titulado Un nuevo curso (Carta a las conferencias del partido). Habiendo sido ya divulgado, el CC decidió publicarlo en su órgano central desde el 11 de diciembre. Hablaba de degeneración de la dirección del partido, comparándola a los jefes oportunistas de la II Internacional, y la contraponía a los jóvenes, animando a éstos a tomar “en combate las fórmulas revolucionarias”. Y reivindicaba más abiertamente su teoría de la “revolución permanente”, aunque no tan explícitamente como su portavoz en Moscú, Andréichik, quien afirmó en la reunión del 11 de diciembre de 1923: “Nosotros, el partido obrero revolucionario…, sabemos muy bien que el comunismo, e incluso el socialismo, es imposible en un solo país… Sabemos que trabajamos para la revolución internacional, sin la cual nos convertiremos en un país democrático-burgués”[14].

Los trotskistas eran conscientes de que no podrían implantar la teoría de la “revolución permanente” en la dirección del partido sin sustituir a los miembros de ésta. Para lograrlo, el Trotski partidario dos años atrás de la militarización, del ordeno y mando, de la burocracia[15], se presentaría, de ahora en adelante, como el campeón de la democracia obrera, volviendo a las viejas críticas demagógicas de los mencheviques contra los bolcheviques, alrededor de la cuestión del burocratismo.

Contra esta lacra, el leninismo planteaba la cuestión de manera materialista: para superar el burocratismo, había que incorporar a todos los trabajadores a la dirección efectiva del Estado. Lenin explicaba concretamente de dónde provenía este fenómeno en la Rusia de aquel momento y cómo atajarlo: “Los burócratas zaristas han comenzado a pasar a las oficinas de los órganos soviéticos, en los que introducen sus hábitos burocráticos, se encubren con el disfraz de comunistas y, para asegurar un mayor éxito en su carrera, se procuran carnets del PC de Rusia. ¡De modo que, después de ser echados por la puerta, se meten por la ventana! Aquí es donde se deja sentir más la escasez de elementos cultos. Podríamos desembarazarnos de estos burócratas, pero no es posible reeducarlos de golpe y porrazo. Lo que aquí se nos plantea ante todo son problemas de organización, problemas de tipo cultural y educativo”[16]. Al tiempo que la clase obrera obligaba a los viejos funcionarios públicos a trabajar por el socialismo, debía formarse cultural y técnicamente, transformar la base económica pequeñoburguesa del país e incorporar progresivamente al pueblo en la labor de gobierno: “Sólo cuando toda la población participe en la administración del país, se podrá luchar hasta el fin contra el burocratismo y vencerlo”[17].

Los trotskistas, en cambio, se mostraban ajenos a todo análisis serio, concreto, reconocedor de la base material y clasista del burocratismo que se manifestaba en la Rusia de 1923. En aquel momento, todavía está por transformarse la base mercantil privada de la sociedad y el peligro contrarrevolucionario no proviene principalmente de la nueva burguesía que se va constituyendo en los aparatos políticos a partir de los funcionarios corruptos (aunque también hay que combatir este fenómeno todavía incipiente[18]), sino de la vieja burguesía exterior a esos aparatos que trata de influir en ellos a través de antiguos funcionarios reenganchados por el poder proletario. En este preciso momento, el progreso hacia el comunismo exige reforzar y perfeccionar estos aparatos que están luchando contra los capitalistas, por la hegemonía proletaria sobre las masas pequeñoburguesas y también contra los trotskistas que debilitan esta lucha con sus consignas extemporáneas. Decía Lenin que “Aquéllos a quienes la lucha contra las deformaciones del nuevo régimen hace olvidar el contenido de éste, hace olvidar que la clase obrera ha fundado y dirige un Estado de tipo soviético, aquéllos simplemente no saben pensar, lanzan sus palabras al viento”[19].

Los trotskistas identificaban el burocratismo existente en los aparatos políticos de la clase obrera con estos mismo aparatos, al objeto de confundir a una parte suficiente de las bases del partido como para promover un cambio de dirección favorable a sus tesis. Es decir, para sustituir la vieja dirección leninista por una dirección trotskista. En su documento, Trotski atacaba a los viejos y probados cuadros bolcheviques y reclamaba acompasar la actividad del partido con el “estado de ánimo”, no de la masa obrera, sino de la juventud estudiantil, a la que se refería como “el barómetro del partido”. Y esto, a pesar de que sólo una ínfima parte de ésta era de origen obrero. Otros oposicionistas, como Preobrazhenski y Saprónov, escribían sobre la necesidad de anular la prohibición de fracciones, para poner la democracia “en primer plano”, sin tener en cuenta que la enorme base social pequeñoburguesa de Rusia haría naufragar la dirección proletaria si ésta no se sujetaba a una disciplina firme, con un compacto cierre de filas después de cada debate y votación. La “democracia obrera” que reclamaban los trotskistas como remedio a las desviaciones burocráticas no era la de los miembros del partido y de las masas, sino la de los elementos descontentos con la dictadura del proletariado y con la dirección de ésta por parte del Partido Comunista; es decir, la democracia de los elementos contrarrevolucionarios, la democracia burguesa.

Ciertamente, podría contemplarse la hipótesis de que ese mar pequeñoburgués hubiera arrastrado a la dirección del partido, frente a la cual los trotskistas serían el bastión proletario que luchara legítimamente por ponerse al mando. Pero esta hipótesis se viene abajo por el contenido ideológico y político de las posiciones respectivas que ya había quedado claro hasta esa fecha y que quedará fuera de toda duda para la inmensa mayoría del PC(b) de la URSS y de la Internacional Comunista en los años siguientes hasta 1927: frente a la teoría leninista de la revolución proletaria mundial que es plenamente consecuente con el materialismo dialéctico y con el interés de clase del proletariado, la teoría trotskista de la “revolución permanente” es un intento –necesariamente fracasado- de dar un barniz revolucionario a los dogmas antimaterialistas y antidialécticos que condujeron a la socialdemocracia a la conciliación con la burguesía imperialista y a la traición al proletariado.

En consecuencia con la teoría “permanentista”, los trotskistas rechazaban las medidas de restablecimiento de la economía nacional aprobadas por la mayoría del partido, oponiéndoles la “Ley fundamental de la acumulación socialista” formulada por Preobrazhenski. Según ella, la vía de un país campesino y atrasado hacia el socialismo pasaba a través de “la explotación de las formas presocialistas de la economía”, es decir, de las masas de campesinos. La política económica exterior que proponían, como era de esperar, daba preferencia a las importaciones, lo que equivalía a capitular ante los imperialistas de Occidente.

En el conjunto del partido, durante la discusión, votaron por la línea del Comité Central el 98,7% de los militantes y por la de la oposición, el 1,3%[20]. A mediados de enero de 1924, se celebró la XIII Conferencia del PC(b) de Rusia que aprobó por unanimidad las resoluciones sobre el partido, la política económica y la situación internacional. La resolución “Sobre el balance de la discusión y la desviación pequeñoburguesa en el partido” fue votada favorablemente por toda la Conferencia excepto por tres delegados. En la misma, se caracterizaba el carácter de clase de la oposición trotskista: “No cabe la menor duda que esta oposición refleja objetivamente la presión de la pequeña burguesía sobre las posiciones del partido proletario y su política”[21].

10º) La muerte de Lenin y la discusión sobre su legado político

El fallecimiento del líder del bolchevismo el 21 de enero de 1924 provocó un movimiento masivo de estudio de su legado político y un acrecentado compromiso de las masas obreras con su Partido. Durante el primer semestre del año, pidieron el ingreso en él 300.000 obreros, campesinos y soldados rojos. De este número, 203.000 personas fueron dadas de alta como candidatos a miembros, siendo el 93,8% de ellas obreros de las empresas industriales y del transporte: se la llamó la “promoción leninista”. Así el peso específico del proletariado en el partido se elevó del 44 al 60%[22].

A lo largo de los primeros meses del año, se celebraron las conferencias territoriales del partido. El órgano central del Partido, Pravda, informaba que éstas “han aprobado la línea del CC con la mayor unanimidad, para nosotros nada inesperada, y han reprobado con energía a quienes querían traicionar los principios leninistas de la organización del partido y apartar a éste de su firme vía leninista”[23].

También los resultados prácticos venían a avalar las medidas adoptadas por la dirección bolchevique, frente a las predicciones alarmistas de los partidarios de Trotski. A mediados de 1924, la crisis de venta había sido superada en lo fundamental, reduciéndose el desequilibrio entre los precios industriales y agrícolas. El curso del rublo se había estabilizado. El  impuesto agrícola único había permitido una lucha financiera más eficaz contra los campesinos ricos y explotadores (kulaks), fortaleciendo las haciendas de los campesinos medios y pobres. También se había empezado a desplazar del comercio al capital privado en favor del comercio estatal y cooperativo. En política exterior, se daba una “racha de reconocimiento” de la URSS por parte de otros Estados. Dentro del partido, se ampliaron los organismos dirigentes electivos, se incorporaron más miembros a las comisiones permanentes adjuntas a los comités y aumentó la rendición de cuentas de los dirigentes ante la militancia.

Durante el XIII Congreso del PC (b) de Rusia, reunido del 23 al 31 de mayo de 1924, Trotski y Preobrazhenski intentaron enmendar sin éxito la línea aprobada por la décimo tercera Conferencia. Zinóviev se iba acercando a los trotskistas y ya les había ofrecido su apoyo para lograr la supresión del Buró Político y la reorganización del Secretariado del CC del partido.

Seguidamente, se reunió el V Congreso de la Internacional Comunista, del 17 de junio al 8 de julio de 1924, el cual dedicó gran atención a la discusión habida en el partido ruso, asumiendo como propia la resolución de éste sobre la naturaleza pequeñoburguesa de la oposición trotskista y tomando medidas para la “bolchevización” de los partidos comunistas, es decir, la asimilación por éstos de los fundamentos ideológicos, tácticos y organizativos del leninismo, según las condiciones concretas de sus países. Para el dirigente del Partido Comunista de los Estados Unidos, William Z. Foster, en la lucha entre el leninismo y el trotskismo, “estaba puesto sobre el tapete no únicamente el destino de la revolución en Rusia, sino, además, el de todo el movimiento comunista internacional. La victoria de los trotskistas habría sido un éxito decisivo de las fuerzas de la reacción en el mundo entero”[24].

Los oposicionistas como el propio Trotski, Preobrazhenski y Rádek se esforzaban por divulgar una versión del leninismo diferente de la de los órganos del Partido, por la que éste se dividiría en dos etapas separadas entre sí por la guerra mundial y la Revolución de Octubre. La primera de ellas -sin y contra Trotski- sería secundaria y ajena a los éxitos de la segunda, en contra de lo que Lenin había sostenido en su obra de 1920 La enfermedad infantil del “izquierdismo” en el comunismo[25]. Para esa supuesta segunda etapa del leninismo, los trotskistas formulaban la teoría de los dos jefes de la revolución proletaria: Lenin y Trotski (teoría que siguen repitiendo al unísono los trotskistas y también los intelectuales burgueses).

Estos intentos de explicar pobre y sesgadamente el legado de Lenin fueron eficazmente contrarrestados por la exposición clara y fiel que del mismo hizo Stalin en la Universidad Sverdlov para la promoción leninista y que publicó Pravda en abril y mayo de 1924 con el título de “Los fundamentos del leninismo”[26].

Pero los argumentos allí expuestos seguían sin convencer a Trotski quien insistía en que “con el arado de madera campesino no se puede construir el comunismo ni siquiera el socialismo” y que, para esto, hacía falta un elevado nivel de la técnica que sólo podría alcanzarse “si tomamos todo el mundo capitalista”[27]. El ejemplo práctico de la URSS, de China y de otros países socialistas demuestra cuán obcecado estaba Trotski con la lectura mecanicista del marxismo que carcomía a la socialdemocracia oportunista. En septiembre de 1924, publicó su texto Las enseñanzas de la Revolución de Octubre[28] como introducción al tercer tomo de sus obras. En él, además de reivindicar una vez más la teoría de la “revolución permanente”, narraba de una manera fantasiosa los acontecimientos de 1917 y el papel de sus protagonistas (particularmente los entresijos de la dirección bolchevique en el período en el que él todavía no militaba en el Partido). Este artículo provocó la indignación generalizada de los bolcheviques y las respuestas de cuadros como N. Krúpskaya –la viuda de Lenin-, A. Búbnov, M. Olminski, F. Dzerzhinski, S. Kírov, M. Frunze, etc. Una de las respuestas más completas y decisivas la dio Stalin en su discurso ¿Trotskismo o leninismo?[29], pronunciado en el pleno de la fracción comunista del Consejo Central de los Sindicatos de la URSS, así como en su artículo La Revolución de Octubre y la táctica de los comunistas rusos[30].

Es significativo que Paul Levi, renegado del Partido Comunista de Alemania que se había pasado al partido socialdemócrata, editara en alemán Las enseñanzas de la Revolución de Octubre de Trotski y que la dirección del SPD lo difundiera. El historiador trotskista Isaac Deutscher reconoce que “Desde que el grupo en el poder eligiera a Trotski como blanco, esto le atraía automáticamente la simpatía interesada de muchos que, hasta entonces, lo habían odiado. Cuando aparecía por las calles de Moscú (en la primavera de 1924), enseguida era aplaudido por multitudes donde comunistas idealistas se codeaban con mencheviques, socialistas revolucionarios y la nueva burguesía de la NEP, por todos aquéllos que, de hecho, por razones diversas, deseaban un cambio”[31].

En el Pleno del CC del PC (b) de Rusia de enero de 1925, D. Manuilski manifestó que “Trotski se está convirtiendo a escala internacional en el centro de gravedad de todos los elementos derechistas”. El 26 de enero de este año, el Presidium del CEC de los Soviets de la URSS lo relevó de sus funciones de comisario del pueblo para el Ejército y la Marina y de presidente del Consejo Militar Revolucionario de la URSS, designando a M. Frunze para sustituirle[32].

Notas:

[1] http://www.ceip.org.ar/Primera-carta-al-Comite-Central
[2] https://www.marxists.org/francais/4int/ogi/1923/ogi_19231015.htm
[3] León Sedov: hijo, amigo, luchador, https://www.marxists.org/espanol/trotsky/1930s/1938_sedov.htm
[4] Ver nota 110.
[5] https://www.marxists.org/espanol/trotsky/ryp/index.htm
[6] Trotski, Nota autobiográfica. https://www.marxists.org/francais/trotsky/oeuvres/1918/00/lt19180000.htm
[7] http://www.ceipleontrotsky.org/Prefacio-a-la-edicion-rusa-de-1905.
[8] https://www.marxists.org/history/etol/newspape/fi/vol05/no09/trotsky.htm
[9] La revolución proletaria y el renegado Kautsky, 1918, al inicio del capítulo “Servilismo ante la burguesía con el pretexto de ‘análisis económico'”. http://www.marx2mao.com/M2M(SP)/Lenin(SP)/RK18s.html#s8.
[10] Carta al Congreso, 24 de diciembre del 22. https://www.marxists.org/espanol/lenin/obras/1920s/testamento.htm
[11] Discurso pronunciado en el pleno del Soviet de Moscú, el 20 de noviembre de 1922. https://www.marxists.org/espanol/lenin/obras/1922/noviembre/20.htm
[13] Trotski, Ideas acerca del partido; citado en La lucha del partido bolchevique contra el trotskismo, t. 2, pág. 120.
[14] Pravda, 15 de diciembre de 1923.
[15] En uno de sus últimos escritos, Lenin describía a Trotski como “demasiado ensoberbecido y demasiado atraído por el aspecto puramente administrativo de los asuntos”: https://www.marxists.org/espanol/lenin/obras/1920s/testamento.htm
[16] Obras completas, ed. en ruso, t. 38, pág. 170.
[17] Obras completas, ed. en ruso, t. 43, pág. 381.
[18] Al atacar al “aparato” en general, los trotskistas obligaron a los bolcheviques a dedicar demasiadas energías en defenderlo de críticas injustas, lo cual ayudó a los elementos burocráticos a aferrarse a sus puestos y a prosperar dentro de él. Y, una vez derrotados políticamente, los trotskistas utilizaron a muchos de éstos en su labor conspirativa destinada a destruir al Partido y al Estado soviéticos.
[19] Obras completas, en francés, Paris-Moscou, t. 33, pág. 16. Citado en Critique de Bettelheim, I La révolution d’Octobre et les luttes de classes en URSS, Ed. NBE, pág. 201.
[20] La lucha del partido bolchevique contra el trotskismo, t. 2, pág. 144.
[21] Ibídem, pág. 145.
[22] El partido en cifras, documentos estadísticos sobre la composición del partido, pág. 69, Moscú-Leningrado, 1925. Citado en La lucha del partido bolchevique contra el trotskismo, t. 2, pág. 148.
[23] Pravda, 18 de mayo de 1924.
[24] William Z. Foster, Historia de las tres Internacionales, pág. 371, Moscú, 1959.
[25] http://www.marx2mao.com/M2M(SP)/Lenin(SP)/LWC20s.html#s2, capítulo II: Una de las condiciones fundamentales del éxito de los bolcheviques.
[26] https://www.marxists.org/espanol/stalin/1920s/fundam/index.htm
[27] Pravda, 5 de agosto de 1924.
[28] http://www.marxistarkiv.se/espanol/clasicos/trotsky/lecciones_de_octubre.pdf
[29] http://pcoe.net/Libros%20digitales%20autores/STALIN/Trotskismo%20o%20Leninismo.pdf
[30] http://www.marx2mao.com/M2M(SP)/Stalin(SP)/OR24s.html
[31] Deutscher 1973, p. 287.
[32] Pravda, 31 de enero de 1925.

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