17 de abril de 2023

LA CASUALIDAD QUE HIZO DE MADRID UNA LEYENDA

 La Batalla de Madrid: noviembre de 1936

Por Federico Rubio Herrero

El 7 de noviembre de 1936, el diario "Ahora" escribía: "Sigue dura, feroz, la batalla de los arrabales de Madrid. La noche no ha logrado apagar el ardor de la lucha. Las masas de combatientes, arrebujadas en sus mantas, acechan el día en los parapetos. Se pelea a vida o a muerte".

Asimismo, esa misma mañana Radio Sevilla decía: "Madrid puede considerarse tomado"
 
El dictador de Guatemala, Ubico, dirigía a Franco el siguiente cablegrama recibido por los defensores de Madrid: "Felicito a V.E. y tropas a sus órdenes por feliz entrada a la capital de España. Espero que su Gobierno y el mío mantendrán las mejores relaciones".

Aquella mañana, moros y legionarios habían intentado avanzar por la calle General Ricardos hacia el Puente de Toledo. Los milicianos apenas uniformados, contraatacaron al canto de "La Internacional" y se estabilizaron momentáneamente las líneas a la altura de los cementerios. Por la tarde, los blindados hicieron retroceder a la caballería mora. Pero en la Casa de Campo se combatía ya violentísimamente. 
 
En todos los locales de sindicatos, partidos y juventudes se reclutaban nuevos voluntarios que, las más de las veces, marchaban sin armas a la línea de fuego, en espera de recoger la de los defensores muertos o heridos. Hacia las diez de la noche, los milicianos se apoderaron de una tanqueta cuyo capitán había muerto. Este jefe llevaba encima la orden general de operaciones que Varela daba para el día siguiente. La "idea de maniobra" era esta: "Atacar para fijar al enemigo en el frente comprendido entre el Puente de Segovia y el Puente de Andalucía, desplazando el núcleo de maniobra hacia el NO para ocupar la zona comprendida entre la Ciudad Universitaria y la Plaza de España, que constituirá la base de partida para avances sucesivos en el interior de Madrid". 

Gracias a esas notas poco después de media noche, Rojo preparaba también su orden. 
 
El Teniente Coronel Barceló debía atacar con su columna de flanco desde las Rozas a la Casa de Campo y, Líster, por Villaverde. Las otras fuerzas debían mantener tenazmente sus posiciones.

 En estos días, murió en las trincheras de Usera, el escultor Emiliano Barral. A su memoria dedicó Machado cuatro versos hoy universalmente conocidos:

                         ¡Madrid, Madrid!, qué bien tu nombre suena,
                          rompeolas de todas las Españas
                          la tierra se desgarra, el cielo truena,
                          tú sonríes con plomo en las entrañas.

Fuente: 
 
Federico Rubio Herrero (Cronología mundial durante seis meses trepidantes, julio-diciembre de 1936.)

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